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CAPITULO 6

Cuando llegué al hospital, Cebrián ya se encontraba allí. Tenía ambas manos alrededor de su cuello, y su cabeza estaba descolgada hacia abajo. Kike, se hallaba con él, lo mismo que algunos soldados que hacían la guardia.

—¿Cómo está?

Me senté a su lado, Kike de inmediato salto a mis piernas. Lo tomé con mis manos, no le había pasado nada, solo le habían arrancado unas plumas de su cola.

Mi pequeñito estaba asustado, se acurrucó en mis manos, y empezó a currucutear muy suavemente.

—Tranquilízate, él va a estar bien.

Coloqué mi mano en el hombro de Cebrián. Él no se había percatado de mi presencia. Levantó su rostro y noté las lágrimas que bajaban por sus mejillas.

—No te preocupes hermano, Jordán se pondrá bien.

—Osiris, estaba muy mal, había perdido mucha sangre —añadió entre un sollozo—, si algo le sucede, voy a asesinar con mis propias manos a esos malnacidos…

Mi hermano agarró su cabeza con sus dos manos, y se halo el cabello, apretando los puños. Todo su cuerpo se tenso debido a la rabia.

—Tranquilo, yo misma haré que paguen. En cuanto a Jordán verás que saldrá de esta.

—Estoy seguro de que esto fue obra directa de Azumi Chan.

—¿Por qué lo dices? —pregunté.

—Ayer, tuvimos un altercado con ese hombre. Jordán y yo estábamos en el jardín del Castillo, y él se molestó, por qué nos estábamos besando —comentó Cebrián, alzó la vista y me observó fijamente—. Nos insultó, dijo que éramos unos depravados, y que hombres como nosotros no podíamos llevar el título de generales. Jordán se enfureció, y le ordenó que se retirará. Ese tipo intento atacarlo, pero se lo impedí. Y lo puse bajo custodia.

Azumi Chan estaba dándome muchos problemas. No solo era desobediente, sino que se atrevía a atacar a mis hermanos. Eso era lo último que haría.

—Entonces, sus hombres tomaron represalias ¿Sabes lo qué me sucedió esta madrugada?

—Sí, ese maldito mando a sus hombres a asesinarte —soltó con ira—, Osiris esto se está saliendo de nuestras manos, y debemos frenarlo cuanto antes.

—Apenas tenga noticias de Jordán arreglaré todo, no te angusties más. Tú debes encargarte de que mi hermano este bien.

—Esta bien, ¿supongo que ya no viajarán mañana? —investigó mirando justo la puerta de la habitación en la cual operaban a Jordán.

—No. Tendré que cancelar el viaje. Lo más importante por el momento es controlar la revuelta que está a punto de levantarse.

—Ten cuidado, de seguro quieren ir por tu cabeza.

—Les dejaré en claro las razones por las cuales soy la líder de este lugar, y te aseguro que no le quedaran dudas a nadie, de por qué debo seguir al mando.

El doctor apareció por la puerta, se quitó el tapabocas y nos informó acerca de Jordán.

—La profundidad de la herida fue significativa, pero no daño ningún órgano. Pudimos controlar la hemorragia y él ya se encuentra fuera de peligro.

—Gracias doctor —dijo Cebrián—, ¿Cuándo podemos verlo?

—Por el momento es mejor que lo dejen descansar, quizá en unas tres horas puedan entrar.

—Gracias —añadí—, le recomiendo mucho a mi hermano, dejaré guardias para cuidarlo.

—Pierda cuidado Reina, voy a cuidar muy bien de él.

Me despedí de Cebrián, y luego me marché hacia el comando central en compañía de Kike. Priscila había mandado a llamar a Andaluz, ya que confiaba mucho en ella.

La chica me había demostrado su lealtad desde la operación renacer, además era la novia de Ian. Una mujer hermosa y fuerte, que sabía apreciar el gran valor de Ian.

En el comando los agentes se movían de lado a lado, resolviendo las órdenes que les estaba dando Ofir.

—Hola amor —lo salude dándole un beso.

—Hola cariño. —Sus ojos se desviaron hacia Kike—, ¿nuestro pequeño está bien?

Él era muy sobreprotector, me lo imaginaba cuando tuviéramos nuestros hijos y no pude evitar sonreír. Mi sonrisa pronto se apagó, con el problema de fertilidad nunca tendríamos hijos.

—Si, perdió un par de plumas.

—Malditos aprovechados —comentó tomando a Kike, lo colocó en su hombro y le dio un grano de maíz.

Ofir siempre cargaba maíz en uno de sus bolsillos, y Kike ya estaba enseñado a andar para arriba y para abajo en ese lugar, divisando el panorama.

—¿Y Jordán como está?

—Ya está fuera de peligro, Cebrián se quedó con él.

—¿Ya sabes que por orden de Cebrián, Azumi esta en la cárcel desde ayer?

—Sí, Cebrián mismo me lo dijo, él esta seguro que los hombres de Azumi son los causantes de mi atentado —le informé soltando un suspiro—, ¿lograron capturar a los culpables de atacar a Kike y a Jordán?

—De eso te iba a hablar, están detenidos y a la espera para ser interrogados. Ian se está encargando de sacarles la verdad, y te aseguro que van a confesar.

—Si todo esto es un plan de Azumi Chan, tendré que castigarlo de manera severa.

—Es lo mejor, estoy de acuerdo con exiliarlo.

—El exilio es peor que la pena de muerte, pero no me está dejando de otra. Tenemos muchos problemas con los Shiyloper como para que él, le sume uno más.

—Ese sujeto se lo busco, así que no te sientas mal —dijo Ofir tomándome de la mano—, debe entender que aquí hay reglas que deben cumplirse, y que este es un nuevo mundo, y quiera o no debe seguir tus órdenes.

—Esta decidido amor, pero así condene al exilio a Azumi Chan, llevaremos a cabo las elecciones. No quiero que sus seguidores crean que mi gobierno es ilegítimo, después de eso ellos tendrán que acatar las reglas.

—Estoy seguro de que ganarás.
Ofir me observó a lo ojos, me acerque a él y lo besé. Desde que habíamos vuelto de nuestro paseo no habíamos estado juntos. Y a pesar del poco tiempo, mi cuerpo y todo mi ser lo extrañaba. Quería ser suya de nuevo.

Él también sentía esa necesidad, ya que me tomó de la cintura, y me pegó a su cuerpo.

—Amor, aquí no —señale a Kike—, hay niños presentes.

Ofir sonrió y sustrajo del bolsillo de su camisa, otro grano de maíz. Había decidido algo la noche anterior, y había llegado el momento de comunicárselo.

—He decidido algo, y espero que me apoyes —murmuré acercándome a él.

—Siempre te apoyaré en todo, reina mía.

Solté un suspiro, lo que iba a decirle era muy grave.

—Me asustas, ¿qué sucede?

—Decidí que voy a usar el Orbe para viajar a las principales fuentes hidrográficas del planeta y destruir las dragas.

Ofir abrió la boca para decir algo, de manera inmediata volvió a cerrarla.

—Mi reina, eso es muy peligroso. Sin embargo, no importa, iré contigo.

Sonreí abiertamente, era una operación muy arriesgada, y sin Ofir me sentiría muy desprotegida.

—Esperaba que digieras eso, rey mío.

El sonrió, dejándome ver su hermosa sonrisa de supermodelo.

—No me llames rey, quizá mi ego se eleve de una manera que no te imaginas.

—Eso eres Ofir, eres mi rey.

—Y tú, mi reina.

***

Azumi Chan, tenía una estatura baja, la piel blanca como el arroz, los ojos almendrados rasgados, el cabello negro, la nariz pequeña y su cara redonda. Parecía tierno, pero lejos estaba de serlo. Estaba por llegar casi a los cincuenta años.

Él se había negado a aceptar los cargos que le imponíamos, se declaró inocente, y no quiso hablar. Lo miraba a través de la reja. En verdad que me invadían unas ganas de ir y ajustar cuentas con él.

Ian se mantenía de pie, justo al frente de él. El ceño de Azumi se frunció, a la vez que volvía a negar con la cabeza. Era difícil hablar con él, ya que no sabía muy bien el español, aunque Ofir pensaba que era parte de su estrategia.

Con cada negativa por parte de Azumi, a mi me aumentaba la cólera. Pero, necesitaba un último reporte para tener la certeza de que él era culpable.

Avancé por el largo pasillo, en donde algunos presos, descansaban después de terminar su jornada de trabajo de por la mañana.

En la nueva tierra habían demasiados oficios por hacer, así que no podía dejar a los prisioneros sin hacer nada. Los guardias los sacaban por grupos, y tenían que trabajar seis horas diarias, cinco días a la semana.

No tenía recursos para mantenerlos gratis.

Los presos después del almuerzo tenían dos horas de descanso, durante las cuales dormían y recuperaban las energías. Al verme pasar, algunos levantaron la cabeza, ninguno dijo nada.

Más que todo, porqué Ofir iba justo detrás de mí. Llegamos a las últimas celdas en donde un guardia me esperaba.

—Por favor, abra la puerta.

Adentro, cinco hombres esperaban de pie. El guardia asintió en mi dirección, y abrió la reja. El sonido que provocó la puerta al abrirse hizo que los presentes se adentraran más en sus celdas. Quedaron contra la pared, con sus miradas fijas en mí.

—¿Quién fue? —pregunté sin titubeos.

Ellos se miraban entre sí, incapaces de responder.

—La reina hizo una pregunta ¡respondan! —gritó Ofir.

Los hombres se encogieron más en su sitio, sobretodo cuando Ofir empezó a caminar hacia ellos. Se quedó a una distancia prudencial sin dejar de mirarlos.

—Es la primera vez que alguien se atreve a atacar a uno de mis generales, mucho menos cuando dicho general es mi hermano.

Caminé en dirección a los hombres sin apartar mi vista de ellos.

—Tengo muchas maneras de sacarles la verdad, pero no lo pienso hacer.

Los hombres volvieron a mirarse, sintieron alivio de mis palabras.

—Sin embargo, a los Shiyloper les encantan los hombres silenciosos. Quizá se lleven bien con ellos —comenté sonriendo de lado—. Guardia, preparen todo, están por salir de esta prisión los primeros exiliados de mí reino.

Ellos se sorprendieron, mucho más cuando Ofir siguió hablando.

—No se asusten señoritas, les prometo que los Shiyloper serán unos excelentes anfitriones. Harán un gran banquete en su honor y ustedes serán… el plato fuerte.

Uno de los hombres empezó a llorar desenfrenadamente, e igual que otro de sus compañeros, señalaron a uno en particular. El hombre tenía la expresión dura, pero estaba igual de asustado.

—¡Perdóneme por favor! —exclamó el sujeto cayendo a mis pies—. Solo seguía órdenes, ¡perdóneme!

No podía perdonarlo por su falta, lo que si podía hacer era aminorar su pena.

—¿Órdenes de quién? —interrogué levantándolo por el cuello de su camisa.

—De…

—¡Habla!, porque si no lo haces, mañana mismo estarás en el infierno.

—¡Azumi Chan! —soltó el hombre desesperado.

De un empujón lo coloqué de pie. Él acababa de confirmar mis sospechas.

—¿Por qué lo hizo? —cuestionó Ofir.

El hombre lo dudaba, por eso fue uno de sus compañeros quien respondió.

—Él nos mandó una nota, allí decía que debíamos asesinar al general Jordán, para así vengarse del general Cebrián.

—¿Por qué le hicieron caso? —inquirí mirándolos con enojo.

—Nos prometió, mucho dinero y mujeres si seguíamos sus órdenes. Él nos salvo en alta mar se lo debíamos.

—Aquí el único deber es con el Reino, con nadie más. Y espero que les quede claro, en su estadía aquí.

—¿Qué hay del atentado que sufrió anoche la reina? —preguntó Ofir.

—Se lo juro que no sabemos nada —respondió uno de los hombres—, no tenemos nada que ver con eso.

El hombre parecía sincero. No obstante ¿Sí ellos no tenían nada que ver? ¿Quién era el responsable?

—Les creo, pueden estar tranquilos —comenté mirándolos con desdén.

—Gracias —dijo uno de ellos.

—No me agradezcan, porque ustedes estarán encerrados mucho tiempo.

—Espero que esta lección les sirva, porque no habrá una segunda oportunidad  —añadió Ofir.

Caminé con toda la furia agolpada en mis puños. Entré a la sala de interrogatorio, Ian me recorrió con la mirada sin saber que hacer.

Azumi Chan seguía sentado, con los brazos cruzados, y el rostro erguido, en una prueba de su estúpida altivez.

Sin decir ni una palabra, lo tomé por la nuca, y le di un puñetazo, en toda la nariz. El hombre cayó hacia atrás, no se esperaba una reacción así de mí parte.

Lo cogí por el pelo, y lo estampé contra la pared. Lanzó un quejido, intentando moverse, pero lo aprisioné colocando mis rodillas sobre sus muslos. Bajo sus manos para intentar golpearme, mis gritos detuvieron sus acciones.

—¡Manos arriba, imbécil! —exclamé—, ¿Qué creíste? ¿Qué puedes atentar contra la vida de mi hermano y seguir como si nada?, en el pasado, perdí a mis seres amados y no pude hacer nada. Ahora tú, llegas y te crees con derecho de quitármelo.

Los ojos de Azumi huían de los míos, nunca había sido agresiva, hasta ahora.

—Estamos en guerra, los Shiyloper nos arrebataron a millones. Entraron aquí a acabar con todo, peleamos, luchamos, perdimos a muchos, soldados valientes murieron ese día. Después los que quedamos nos volvimos más unidos, más cercanos, como una familia. ¿Y tú?

Azumi Chan no me respondió. Él solía ser altanero, sin embargo, no contestó.

—Y tú te crees con el derecho de venir a acabar con lo que hemos logrado, somos una nación unida, y vamos a seguirlo siendo —agregué sin dejar de mirarlo—. Me voy a encargar que todo aquel que quiera perturbar nuestra paz, sea erradicado de aquí.

Lo solté de manera brusca, haciendo que su cuerpo cayera sobre el suelo. Me arreglé mi uniforme, y sin dejar de mirarlo seguí hablando.

—Capitán Azumi Chan, por el poder que me otorga esta nación, y por las pruebas encontradas en su contra, lo declaró culpable de los delitos de instigación, rebelión, desacato e intento de asesinato al general Jordán. Por tales delitos, lo condenó a la pena máxima, el destierro…

Azumi Chan se colocó de pie, su rostro antes pálido se llenó de ira. Me miró como una fiera, tal como si quisiera abalanzarse sobre mi para atacarme.

—Tú no eres nadie para darme una condena. Nunca había visto un gobernante elegido solo por unos cuantos. No eres más que una niña, que no sabe lo que quiere. Este gobierno es ilegítimo, por eso exijo un juicio, exijo un abogado, exijo un…

Azumi Chan se llevó una mano al pecho. Empezó a buscar aire, como si se estuviera ahogando. Cayó de rodillas mientras hacia un intento fallido por respirar.

Abrí los ojos con sorpresa, no sabía que estaba pasando. Escudriñé al hombre mientras caía desmayado.

—¡Ian rápido! —gritó Ofir cayendo a un costado de Azumi—, le está dando un infarto, ¡hay que reanimarlo!

Ian tenía amplios conocimientos en medicina, con rapidez abrió la camisa de Azumi, y empezó a hacer masajes en su pecho.

—¡Uno, dos, tres, vamos!

Ian repitió eso muchas veces. Con sus puños cerrados, los hundía una y otra vez, intentando hacer que su corazón volviera a latir.

Después de tres minutos, Ian lo dio por muerto. Me encontraba tan estupefacta, que no sabía que hacer. La muerte de Azumi Chan fue demasiado repentina. Y aunque quisiera creerlo, no me parecía normal.

—Ian, llama al forense, quiero una investigación a fondo —añadió Ofir.

Él llegó a mi lado y me tomó de la mano, a la vez que algunos soldados empezaba a rodear el cadáver.

—Vámonos amor, es mejor alejarnos del lugar. El forense se hará cargo.

—General Ian, encárguese de todo, y por favor, manténgame al tanto —ordené.

—Como diga, Reina.

No podía salir de mi asombro, unos segundos antes, Azumi Chan estaba hablando y ahora ya estaba muerto. Cerré los ojos y me abracé a mí misma, su muerte me recordó la de mi madre Cecilia, porque fue así de repentina.

Ofir me atrajo a su cuerpo, duré abrazada a él por un lapso de tiempo indefinido. Mi corazón comenzó a tranquilizarse, mientras su olor inundaba mis cosas nasales.

—Tranquila, no es tu culpa.

Y él sabía exactamente lo que sentía. Si, me empezaba a sentir culpable de la muerte de Azumi Chan. Así como todavía no había desaparecido la culpa por la muerte de Indira y de mi madre.

—Esto es muy raro, y me lleva a pensar que hay algo más.

—¿A qué te refieres? —alcé mi cabeza, para verlo mejor.

—Es que esa muerte, las palabras de Azumi, no me dejan tranquilo. Xataka dijo que había un traidor, pero ese traidor estaba aquí mucho antes de que arribara el Libertad. Por lo tanto Azumi Chan no podía ser el, pero si podía estar bajo sus órdenes.

—¿Crees qué el traidor lo hizo? —cuestioné.

Me aterraba pensar eso, porque quería decir que él estaba muy cerca, y era demasiado peligroso.

—No estoy seguro, ahora lo primordial es descubrir la verdadera causa de la muerte de Azumi —contestó Ofir—, y mantenerte a salvo. Sea quien sea, sabemos que su principal objetivo eres tú.

—Tu también debes cuidarte, el debe saber que eres mi debilidad, y que si algo te llegará a suceder, me derrumbaría por completo.

Subí mi mano y acaricié su mejilla, él besó el dorso de mi muñeca con delicadeza.

—No debes preocuparte por mí, yo voy a estar bien.

No podía estar tranquila, creí que podría estar segura entre los míos, pero me había dado cuenta de que no era así. Me daba tristeza que un humano quisiera acabar con mi existencia.

Tenía fe en encontrarlo pronto, o si no, la vida mía y la de Ofir estarían en constante peligro.

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