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CAPÍTULO 9

—Y a usted quien le dijo que yo voy a ir, mis queridas hermanitas lo harán —espeto el teniente Justin.

En ese momento entró Lucy,  la mujer se había escondido en algún sitio de la cueva y no logre verla antes. Caminaba perfectamente y no tenía ninguna herida. Lucy estaba intacta.

Eso quería decir que Dulay también era un traidor.

—¿Hermanas? —investigó Ian, sin poder creerlo.

—Si son mis hermanas —confirmó el sujeto.

A mi no me informaron de nada al respecto, supongo que ni el comando lo sabía.

—Todo fue un engañó que nos resultó, escogiste el camino incorrecto y logramos sacar a la mayoría del juego, fue fácil confundirte.

La rabia me subió a la cabeza. ¿Cómo podían hacer ellos algo así cuando se supone deberíamos estar unidos?

¡Habían arriesgado la vida de todos por una idiotez!

—Eso quiere decir que ...

—También te mentí —comentó Dulay, apareciendo en la oscuridad de la guarida.

Iba apuntando un arma directo hacía la cabeza de Ofir, no entendía el que hacia allí, ni mucho menos como había llegado primero. Ofir me miró a los ojos; llevaba las manos atadas y los pies también, razón por la cual no podía moverse bien. Lo que hice para protegerlo fue todo en vano. Supongo que ellos conocían el amor que le tenía; por eso lo habían traído para hacerme más frágil.

—¡Son unos malditos traidores! —respondió Reu quitándole el seguro a su arma—. Si hay algo que no tolero es la gente falsa y doble cara.

—El camino que nosotros escogimos fue mucho más seguro y rápido. Es una lástima que las Barracudas del río no te hayan devorado —canturreo Lucy, odiaba la vocecita que usaba cuando se burlaba de la gente—. Pero las Sloper lo harán, así nuestro trabajo estará completo.

¿Trabajo?

—Dame los micrófonos, no tienes de otra —determinó el teniente Justin—. Si me los das dejaré que tu y tus hombres se vayan de aquí.

Mire a Ofir, me dijo con la mirada que no. Aun así yo no podía arriesgarlo, la operación era importante, pero su vida y la de mis otros compañeros mucho más.

Me quite la mochila y la tire a los pies del teniente Justin, quien se abalanzó sobre ella y tomó la cajilla en sus manos. Trague saliva; todo estaba hecho.

—Muy bien sargento, ahora tu y tus hombres dejen las armas y los radios —repuso el sujeto.

Asentí en dirección a los muchachos. Aunque a regañadientes me hicieron caso y dejaron todas sus armas en el piso y los equipos de comunicación. Yo por mi parte me quite todas las armas que tenía y la radio que me daba comunicación directa con la base.

—Ahora ustedes tienen la oportunidad de quedarse conmigo o irse con ella —dijo el tipo mientras tomaba mi arma, la alzo a la altura de sus ojos para poder detallarla mejor.

Andaluz por su parte no dudo un segundo en quedarse conmigo, se hizo detrás de Ian, buscando un poco de protección. La chica no estaba lista para tener que enfrentarse a su propia especie.

—Si deciden irse es una muerte segura —comentó el teniente.

—Ella podría quedarse mi teniente —consideró el cabo Stephen mirándome—. Así podrá  hacerme compañía.

—¡En tus sueños pedazo de imbécil! —se opuso Ofir mientras se removía con fuerza.

El cabo Stephen apuntó su arma hacia la cabeza de Ofir. Ni por ese motivo vi miedo en sus ojos. El parecía estar dispuesto a defenderme siempre, así su vida estuviese en riesgo.

—¡Jamás me quedaría contigo, eres un traidor! — exacerbe a lo que el cabo Stephen me apunto a mi—. Es preferible irme y que me asesinen las Sloper.

El cabo Stephen bajo el arma. Me aliviaba que no quisiera dispararle a Ofir.

—Deberías matarla Sthepen —le instó Levy—. No vale la pena que siga viviendo.

—Quien no vale la pena eres tú —contradijo Sthepen, se marchó hasta una mesa y dejó su arma en ella—. Eres tan simple, Levy.

Levy endureció su mirada y me miró con ganas de asesinarme. Tomó su arma y la apunto directo hacia mi.

—Ella es más valiente que ustedes —adiciono Reu acercándose a mi para protegerme con su cuerpo, quedé totalmente detrás de él—. Van a fracasar porque son unos cobardes sin honor.

El teniente Justin le dedico una sonrisa torcida al tiempo que le apuntaba con mi arma. Levy ya no estaba tan segura de disparar. Para hablar les sobraban agallas, pero para actuar les faltaba valor.

—Mátame si quieres ¡No te tengo miedo! —grito Reu.

—No lo hagas —reprobé interponiéndome entre los hombres—. Nos iremos de inmediato, no tienes porque asesinar a nadie. No nos entrometeremos entre tu y tu objetivo, tienes mi palabra.

—Si ella lo dice es porque lo va a hacer —intervino Lucy—. La conozco es demasiado honesta y siempre cumple lo que promete.

El hombre largo un suspiro y volvió a sonreír con autoridad.

—Esta bien —otorgó el teniente Justin—. Pueden irse; no me manchare las manos con ustedes. Los Shiyloper se encargarán de eliminar su rastro sobre esta tierra.

Una vez más la vida me enseñaba que habían personas en las cuales no se podría confiar. Una vez más me mostraba la maldad y el egoísmo del mundo.

Dulay empujó a Ofir y lo envío directo hacia nosotros. Estaba furiosa con el por no hacerme caso. Si lo hubiera hecho tal vez hubiera luchado en contra del teniente Justin, pero su presencia frustró mis planes. No me sentía capaz de arriesgarlo de esa manera.

Ian empezó a soltar las ataduras de Ofir. Sentí un alivio el tenerlo cerca; lejos del peligro.

—Se van a arrepentir de lo que hicieron —soltó Ofir—. Esto no va a salir bien.

—Termina de largarte niño —murmuro Dulay—. O tendré que drogarte de nuevo.

Ofir iba a contestar algo pese a ello no lo dejé. No era necesario iniciar otra discusión.

—Por favor vámonos —musite mirándolo a los ojos mientras lo tomaba del antebrazo.

—Está bien —musito—. Sal tu de primeras.
Empecé a caminar hacia la salida, ahora todo estaba patas arriba.

El teniente Justin tenía su mirada y sonrisa de superioridad; igualita a las de sus hermanas.

¿Cómo no me di cuenta antes?

Talvez me faltaba tener un poco de maldad y dejar de ser tan inocente para poder anticiparme a sucesos como estos. Ellos sonreían triunfantes; creían firmemente en mi derrota.

Me deslice por el agujero y salí a la superficie. Los muchachos siguieron con sus caras de enojo; sobretodo Reu que se hallaba frente a un ataque de cólera. Andaluz estaba muy asustada y Ofir se mantenía a pocos centímetros de mi. El único tranquilo era Ian y yo sabía porque.

Camine unos cuantos metros y cuando vi que estábamos lo suficiente lejos de la guarida y la manada de traidores, decidí hacer un alto para poder ordenar las ideas.

—¡Debemos volver, armar un plan para quitarles los micrófonos! —exclamó Reu, podía sentir la decepción en su voz—. ¡Ellos no se pueden salir con la suya!

—No lo harán —susurre.

Ian colocó su maleta en el piso, metí mis manos en ella y saque la cajilla con los micrófonos.

— Traía un señuelo por si algo pasaba. La caja que tiene el teniente Justin esta vacía, y lo mejor es que no se darán cuenta hasta que lleguen a la base de los Shiyloper.

—Jajajajaja —se rio Ian.

Él lo supo desde el principio, desde que estuvimos en la cueva.

—Pagaría por ver la cara de esos idiotas cuando vean que los engañamos —exacerbó Ian.

—¿A qué horas hicieron eso?, yo ni cuenta me di —comento Reu.

Esa era la idea de que nadie se diera cuenta.

—Entonces eso quiere decir que…

—Que el plan sigue adelante, hay que movernos, tengo solo una hora para llegar a la base —informe tomando la mochila de Ian—. Ustedes me acompañarán a las afueras de la base, allí deben esperarme hasta mañana a esta hora, vámonos.

—Isi, siento mucho lo que paso, perdón por no acatar tu orden —murmuro Ofir acercándose a mi.

Ian y Reu se alejaron dándonos un poco de privacidad, Andaluz también se fue con ellos.

—Sé que no debí hacerlo, es solo que no quería que te pasara nada.

—Tranquilo, se que no fue tu culpa, ellos tenían planeando esto desde el principio —procure no molestarme con el, ya que era el menos culpable—. Pero ¿Cómo fue que tu, Dulay y Lucy llegaron primero?

—Iba a escaparme para alcanzarlos, fue ahí cuando Dulay me ofreció otra ruta —me empezó a contar, sabía que estaba apenado—. Llegamos a la cueva una hora antes que ustedes, y minutos después llegó Lucy. Fue ahí cuando me drogaron, me desarmaron y me redujeron.

Mire la cabeza de Ofir. Un pequeño hilillo de sangre salía de su cabello, y tenía una mejilla morada. Un instinto loco me impulso a acercarme a él y acariciar su rostro, lo extrañaba tanto. Él cerro los ojos ante mi contacto, al menos aún le seguía gustando.

—Lo único importante es que estas bien —comenté.

Baje un poco mi mano y el empezó a darme pequeños besos en ella. Era verdad que no debía tener contacto con ningún hombre, pero no podía aguantarme. Él abrió los ojos y los clavo en mi muñeca.

—Aún la tienes —dijo en voz baja—. Pensé que te la habías quitado.

Su voz y su presencia me desarmaban por completo. Sus ojos no se despegaban de la pulsera que llevaba su inicial. Ese era un símbolo de nuestro amor y mientras yo lo siguiera amando; ella estaría conmigo.

—También conservo la mía —añadió entrelazando nuestras manos, desvíe la mirada hacia su mano y vi que también llevaba la suya—. Permite que te ayude; esta muy oscuro y puedes caerte.

Eso no era cierto; yo podía ver perfectamente, pero nunca despreciaría la ayuda de Ofir. Menos si esa implicaba tenerlo tan cerca como lo tenía ahora.

 —Vámonos tenemos poco tiempo —agregue sonriendo.

Su contacto era cálido y seguro. Los demás no dijeron nada cuando nos vieron tomados de la mano. Ian y Reu sabían de sobra lo que alguna vez hubo entre los dos, y Andaluz andaba tan absorta en sus propios pensamientos que ni cuenta se dio.

Caminamos en medio de la noche. Cuando había un altibajo o el camino estaba muy accidentado Ofir me ayudaba. Cada vez nos acercábamos más al campamento enemigo. El paisaje se iba tornando más desértico, habían destruido todo a su paso. Allí nada volvería a nacer, ni siquiera la maleza.

Llegamos a una pequeña colina cubierta de rocas. Desde ahí se podía ver las luces del lugar y las Sloper que con frecuencia entraban y salían.

—Ocúltense aquí —les dije a los muchachos, habíamos logrado llegar—. De ahora en adelante me toca a mi sola.

—-Y ¿yo iré con usted? —pregunto Andaluz, la chica era demasiado joven e inexperta—. Es mi deber acompañarla.

—Yo iré sola, y si no vuelvo en 24 horas deberán irse sin mi —agregué mirando hacia el campamento.

El corazón me martilleaba debido a el miedo que ahora sentía.

—Eso no va a suceder, esperaremos a que vuelvas —comentó Ofir mirándome a los ojos, su agarre en mi mano se hizo más fuerte—. Por ningún motivo me iré de aquí sin ti. Y si no me prometes que vas a volver no te voy a dejar ir. Prefiero que la misión fracase a tener que perderte.

Su voz fue clara y sin titubeos. El estaba dispuesto a llevar a cabo esa amenaza. Yo deseaba quedarme con él, pero no podía.

—Cabo es una orden y espero que esta vez si me haga caso —susurre mirándolo con seriedad—. Es por el bien de todos, ustedes no lo saben, pero los micrófonos tienen unas celdas cargadas con veneno, este se liberara 24 horas después de que active los micrófonos. Matará todo lo que se encuentre a un kilómetro de distancia, por eso si no vuelvo deben irse, no tienen opción.

—¿Entonces lo de los micrófonos no es verdad? —pregunto Ian, el ya sabia algo, o lo sospechaba—. Todo era un señuelo.

—Lo de los micrófonos es verdad. El veneno es algo adicional, porque mañana se supone que los altos mandos de los Shiyloper estarán presentes, y son ellos los que queremos eliminar —contesté.

Mire a Ofir quien se encontraba evidentemente preocupado. Sabía que temía por su vida y por la mía. Yo lo quería fuera de todo eso, pero el no me dejo ayudarlo. Si el estuviera seguro yo me sentiría más tranquila.

—¿Has visto a un Shiyloper en persona? —inquirió Reu angustiado—. Debo advertirte que son demasiado impresionantes. Hagas lo que hagas evita enfrentarte cuerpo a cuerpo con uno de ellos, es prácticamente imposible que puedas vencerlos.

—Lo sé, y gracias.

Reu se acercó y me dio un fuerte abrazo, Ian también y luego Andaluz. Sentir el apoyo del equipo era muy importante.

Ofir se quedo mirándome fijamente; el aún no me había soltado y no tenía intenciones de hacerlo. Acorte la distancia entre los dos y me abrace a él, yo lo necesitaba tanto.

El respondió de inmediato a mi contacto, su abrazo me hizo muy feliz, sentirlo tan cerca eras lo que necesitaba para acallar mis miedos. Mi felicidad fue completa cuando el comenzó a besar mis mejillas con suavidad. Tal como lo había hecho aquel día cuando se me declaro.

El sabía que no podía besarme en la boca porque llevaría su olor conmigo. Sus besos eran puros y sinceros, sentir de nuevo su amor me hizo muy bien. Colocó su frente sobre la mía, una de sus manos me tomo por la cintura a la vez que la otra me agarró del cuello.

—Prométeme que vas a volver —pidió en voz baja—. ¡Por favor prométemelo!

—Juro que voy a regresar —su boca estaba prácticamente sobre la mía, mi voz era tan suave que sólo el podía oírla—. Confía en mi; ellos no me van a descubrir y volveré.

Ofir abrió los ojos y note que iba a llorar. Si el seguía haciendo eso me iba arrepentir de todo. Lanzó un suspiro al aire y continúo.

—Creo en ti y en tu inteligencia —musito soltándome, se agachó y saco algo de una de sus botas—. Esta es la única arma que me queda, llévala contigo.

Mire la daga que el sostenía en sus manos. Era una arma hermosa con una cacha tallada en madera. Pequeña pero muy bien afilada. La tomé con cautela; tenía un filo impresionante.

—Perteneció a los guardias del castillo que vivieron hace mucho tiempo —me contó—. Es ligera y muy cómoda, no dudes en usarla si necesitas defenderte. Ten mucho cuidado por favor.

La guarde en la parte trasera de mi pantalón. Donde tenía un sitio creado para guardar armas de ese tipo.

—Lo tendré —añadí mientras lo abrazaba de nuevo—. Tu también ten cuidado. No podré comunicarme de ninguna forma con ustedes ni con la base —informe incorporándome.

Claro que no tenía porque esconder mis sentimientos, todos sabían que amaba a Ofir, todos menos él.

—Lo único que les digo es que si no vuelvo deben irse, esa es mi última orden.

Me aleje de Ofir y el pareció quedar clavado en el suelo. Ian y Reu estaban unos pasos más adelante.

—Si llegado el momento el no quiere irse; tienen mi orden para llevárselo a la fuerza —agregue mirando a los hombres—. Por favor no permitan que quiera ir por mi o que me siga; lo dejo en sus manos, para que lo cuiden.

—Pierde cuidado —añadió Reu—. Lo tendré bien vigilado y no permitiré que cometa una locura.

—Sabes que es mi mejor amigo —dijo Ian mirando a Ofir—. Lo voy a cuidar, vete tranquila.

—Gracias.

Ofir avanzó de nuevo hacia mi. Ian se interpuso en su camino y no lo dejo pasar. No vi nada más, ni oí nada; lo único que hice fue salir corriendo antes de que me arrepintiera de lo que estaba haciendo.

Después de un rato empecé a caminar hacia el campamento; ya no me quedaban fuerzas para seguir corriendo. Mi traje me ayudaba a camuflarme a la perfección, de noche se tornaba negro haciéndome prácticamente invisible. Escuche el sonido de las Sloper y me escondí detrás de una gran roca.

Allí seguí un rato. Le ordene a mis piernas que siguieran, que no sintieran esos horribles deseos de volver. Era la primera vez que tenía tan claro mi inminente muerte, estaba 99 a 1, y lastimosamente para mi, sobrevivir representaba solo una posibilidad.

Sin embargo debia ser valiente, el futuro del mundo entero dependía del éxito de esa operación y de paso mi destino.

El terreno estaba escarpado, aun así las Sloper que entraban y salían no se molestaban en vigilar los alrededores. Ellos no nos creían capaces de atacarlos en su propio campamento. Saque un mapa de mi maleta y con la poca luz que la luna me ofrecía recorrí el camino que habían trazado los centinelas.

Los Shiyloper según lo poco que sabíamos requerían más oxígeno que los humanos. Por eso necesitaban muchos ductos de ventilación. Era el sitio más seguro para entrar, tenía un ducto a unos cuantos metros de distancia. Debía deslizarse por allí en el menor tiempo posible, si me demoraba ellos sabrían que algo andaba mal y podrían descubrirme.

Odiaba los sitios cerrados y pequeños. Pero esa vez tenía que dejar mis fobias atrás y hacer mi mayor esfuerzo para completar la misión.

La entrada del ducto estaba protegida por una reja. Si tuviera todas mis armas habría usado una ganzúa para abrirla. No contaba con nada; excepto la daga que Ofir me había dado. La use para quitar los elementos que sostenían la puerta. Para mi alivio aquella arma me resultó de mucha ayuda y logre abrirla. Ahora solo me quedaba entrar.

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