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CAPÍTULO 8

El camino cada vez se hacía más accidentado y peligroso. Lo único favorable era que no habíamos vuelto a toparnos con más Sloper.

—Sargento debemos atravesar el río —me avisó el sargento Losada—. Es una manera rápida y segura de acortar el camino.

Hacia poco tiempo había aprendido a nadar, y aunque lo hacía bien, no me sentía cómoda en el agua.

—Ellas no nos detectan por el contacto con el agua, así que puede estar tranquila —murmuro Reu sin embargo pude notar su preocupación—. Yo y el cabo Ian iremos cerca de usted, para ayudarla por si algo sucede.

—Esta bien, iremos por el río; adecuen los morrales —le dije a los soldados.

Aliste mi morral para que nada de lo que llevaba adentro se mojara, e intenté prepararme física y psicológicamente para lo que venía. No era muy buena en la prueba acuática, y si le agregaba que según Lucy, Levy quería matarme, esta era una oportunidad perfecta para que lo intentará.

Lo peor era que no la podía dejar atrás porque ella y la cabo Andaluz debían acompañarme hasta el campo enemigo, no podia darme el lujo de perderlas a ellas también.

Pensé en Ofir, en cómo estaría después de la forma en la que lo trate. El era muy sensible y yo no quería hacerle daño. Antes le hice demasiado mal con mi desprecio, el no merecía amar a una mujer como yo, yo no lo merecía, y aunque me doliera; tal vez, solo tal vez Indira sí.

Con ella podría formar la familia que siempre soñó. Recordé lo que me dijo la última vez que nos vimos, aquella noche que me acompañó mientras me dormía. Hablaba como un loco y yo solo podia sonreír.

Esa fue la primera vez que me di cuenta de lo mucho que lo amaba, mientras el me contaba sus sueños yo le entregaba mi corazón.

“—Sabes; mi mamá siempre me molestaba diciéndome que debía dedicarme a otras cosas —decía mientras acariciaba mi cabello.

Estábamos recostados en la cama que me habían asignado, yo preferí tomar su pecho como mi almohada. Recuerdo que Ofir olía a café, me encanta el café.

—Ella quería que fuera doctor, por eso empecé a estudiar enfermería y luego la deje para estudiar comercio y negocios internacionales. Pero la verdad es que siempre fui perezoso para el estudio. Además lo del modelaje y la actuación se me daba mejor, al menos más fácil.

—Por que era lo que te gustaba —añadí cerrando mis ojos.

El sueño estaba a punto de vencerme.

—Eso ya no importa. Siempre soñé con ser famoso, pero sobretodo con encontrar el amor de mi vida. Una mujer con quien casarme y tener una familia, así como la que formaron mis padres, ese era y es mi sueño.

—Tal vez algún día se te cumpla —conteste largando un bostezo—. Los Shiyloper nos arrebataron muchas cosas, menos nuestra capacidad de soñar con un mundo mejor.

—Si, y ya uno de mis sueños se hizo realidad. Ya conocí el amor de mi vida, solo falta que ella me ame...

—A mi también se me hizo realidad uno de mis sueños —murmure a punto de quedarme dormida.

—¿Cuál? —inquirió Ofir.

—Conocerte a ti”…

—Sargento ¿Se encuentra bien? —me interrumpió Ian—. Quería informarle que ya estamos listos.

—Estoy bien —conteste mientras miraba el afluente de agua—. Empecemos no hay tiempo que perder.

El río era demasiado ancho, además no se veían rocas en el lugar. Eso hacia que cruzarlo se hiciera más difícil.

—Sargento, no se preocupe por Ofir —susurro Ian—. El va a entender que lo que usted hizo fue un acto de amor. Un acto para salvarle la vida.

Ian me conocía tan bien que sabía lo que me pasaba en esos momentos por la cabeza.

—Eso espero, que el este a salvo.

El primero en tirarse al agua fue el sargento Losada. Reu lo hizo después, tomé aire y aspire hondo, Ian iría detrás de mí. El cauce era rápido y debíamos nadar una buena distancia, cerré los ojos y me lancé al agua.

Estaba helada, peligrosamente fría y turbia. Con cada brazada los músculos me dolían más y más, era la reacción a la temperatura del líquido. Ni siquiera podría abrir los ojos ni ver como iba el resto del equipo. No podía distraerme.

De repente, algo se asió con fuerza a mi pie y tiró de mi hacia abajo; llevándome hacia el fondo. Intenté ver de que se trataba, pero el agua era oscura y no logre ver nada.

Patalee para zafarme y logré salir de nuevo a la superficie para tomar aire. Sentí un ardor en mi tobillo. Intenté gritar para pedir ayuda, en ese momento me volvieron a jalar hacia el fondo, esta vez con más fuerza.

Brasee pero no lograba zafarme, cada vez me hundía más y más. Era horrible pensar que moriría ahogada, allí sola y que tal vez un monstruo me llevaría hacia el fondo en donde se comería mis entrañas. El miedo y el pánico se apoderaron de mi, haciendo que perdiera el poco oxígeno que había tomado.

Más esta vez también había alguien que me ayudará. Una mano me agarró por la cintura y empezó a llevarme hacia la superficie. Sin embargo la cosa seguía jalándome hacia el fondo. Alguien más tomó de mi mano y fue allí cuando al fin me soltó y pude nadar hacia la superficie.

Aspire rápidamente y empecé a toser, estaba a punto de ahogarme. Ian siguió nadando con su mano libre y rápidamente me llevo a la orilla. Cuando puse mi cabeza en el suelo, sentí tanto alivió y también tuve la certeza de que no volvería nunca a cruzar un río a nado por nada del mundo.

—Sargento ¿Cómo se siente? —inquirió Ian incorporándose, no me había equivocado al confiar en el—. ¿Se encuentra bien?

—Gracias —susurre saliendo del estupor—. ¿Cómo están los demás?

Mire hacia donde los demás intentaban secarse. Al menos Levy y Andaluz estaban bien.

—Bien, sólo el cabo Stephen, tiene una herida en el brazo. Lo atacó lo mismo que a usted —me dijo Reu acercándose junto al sargento Losada—. ¿Alcanzó a ver que cosa era?

—No, el agua estaba muy turbia —contesté—. Por favor cabo Ian cure al cabo Stephen.

Ian se marchó hacia donde Sthepen intentaba frenar la hemorragia. Me había quedado sin mi último francotirador. En caso de un ataque estaríamos muy desprotegidos; sin contar que ya nos quedaban muy pocas municiones.

Mire mi tobillo y vi la sangre que brotaba de el. Levante mi pantalón y vi una marca como de dientes, la mordida no era profunda, sin embargo estaba sangrando y eso era un lío. Los Shiyloper me olerían con más facilidad, debía curarla para evitar más problemas.

Coloque gasa y alcohol, no dolía mucho, no era tan grave como pensaba. Solamente sentía un poco de ardor. La había sacado barata, por un momento pensé que iba a morir allí.

Los demás también estaban bien, la herida de Stephen era similar a la mía; así que el mismo animal que lo atacó a él, fue también por mi. Debía ser un Cocodrilo o un Caimán, la verdad ya no importaba. Ahora la única prioridad era seguir adelante.

—Sargento debemos seguir, ya es casi medio día y aun nos queda mucho camino por delante —recomendó el sargento Losada—. De aquí en adelante todo se pone peor; los Shiyloper hacen patrullaje a cada minuto, pasar desapercibidos es casi imposible.

—Pues hay que hacerlo posible, no hay de otra —exclame colocándome de pie, la herida me ardía un poco—. Sargento Losada diríjanos, ahora debemos estar más activos que nunca.

El camino era pedregoso. Sin contar que cada tanto debíamos escondernos para que las Sloper no nos vieran. No había podido comunicarme con la base y tampoco habíamos recibido algún mensaje del teniente Justin.

En su guarida debía quedarse lo que quedaba del equipo, mientras la cabo Levy y la cabo Andaluz me acompañaban hasta la base enemiga. Gracias a el sol el uniforme se nos seco por si solos.

—¡Sargento debe ver esto! —grito el sargento Losada señalando una roca.

Me acerqué al hombre rápidamente.

—Ve esta marca amarilla, es un triángulo hecho con cúrcuma; es la señal del teniente Justin, debemos seguirla para llegar a su guarida.

—Algo así leí en el cuaderno del teniente Jeff. Allí me decía que el teniente Justin tenía una manera muy particular de comunicarse —agregué, pasando mis dedos sobre la marca—.  Estén pendientes de cualquier señal que nos indique el camino hacia el escondite.

—¡Aquí hay un pájaro hecho con flores! —exclamo la cabo Andaluz—, y tiene una flecha que indica hacia el sur.

Seguida de esa señal encontramos tres más, cada una más rara que la anterior. Las seguimos sin reparos, mis compañeros estaban muy contentos de al fin encontrar el refugio.

Me dolía todo el cuerpo; ya era de noche y solo la luz de la luna nos iluminaba. Después de como media hora de haber encontrado la última señal, no vimos ni una más.

Sin embargo Losada seguía con ánimo hacia adelante, me preocupaba nuestro retraso. Tenía el tiempo exactamente medido y una demora de ese tipo podía significar el fin de la operación y de mi vida.

—¡Aquí es! —exacerbo Losada llegando hasta un matorral—. Este es el nido de Castor moteado.

—¿Dónde?, ahí no hay nada —refute.

Estaba cansada, necesitábamos encontrar esa cueva cuanto antes. El sargento Losada entro entre el matorral y pronto dejamos de verlo. Las plantas eran lo bastante espesas y servían muy bien de puerta. El teniente Justin era un experto en camuflaje y ahora era que podía ver con claridad su extraordinario talento.

—¡Entren rápido!  —vocifero el hombre desde el interior del matorral—. El teniente Justin esta aquí.

No quería entrar a ese lugar; no me gustaban los sitios cerrados y oscuros. Aún así allí estaríamos seguros y tranquilos.

Me agache lentamente y me asomé por el agujero. Era estrecho y supuse que era la entrada a una cueva. Me agache y me arrastre por el ducto, el suelo estaba mojado. El túnel era tan angosto que si alzaba la cabeza me pegaba con el techo.

El sargento Losada me ofreció su mano y me ayudó a salir.

La madriguera estaba mucho mejor de lo que la imagine. Estaba limpia y adentro había un verdadero arsenal de guerra. También habían muchos víveres y provisiones. No podía ver su profundidad ya que se encontraba parcialmente iluminada.

El teniente Justin estaba de pie y tenía una pierna vendada, supuse que eso era lo que le impedía transportarse. Era un tipo fornido y alto, y sus facciones se me hicieron conocidas. Detrás de mí entró Ian; luego Andaluz, Levy y Sthepen. El último fue Reu.

El teniente Justin le dedicó una sonrisa a Levy; ese hecho me causó sorpresa. Fue como si ellos se conocieran de antes.

—Teniente Justin, ella es la sargento Osiris —le dijo el sargento Losada, el hombre me miro de arriba abajo—. La líder de la operación renacer.

—Un gusto conocerlo teniente —añadí estirando mi mano hacia el hombre.

El teniente Justin era un sujeto muy rudo. El había sido boxeador en su vida antigua, era muy fuerte. El hombre no quiso saludarme y sentí que se encontraba decepcionado de verme. Recogí mi mano ya que el hombre se mostró incapaz de contestar a mi saludo.

El teniente Jeff me dijo que el había entrado en discusión con el gobierno. Ya que el creía que era quien debía llevar los micrófonos hasta el campamento enemigo.

—Sargento es usted muy joven, ¿Será capaz de completar esta misión? —inquirió el sujeto y sentí un tono de burla su voz.

—El comando central me cree capaz —le conteste—. Y usted y yo teniente estamos para recibir órdenes, no para contradecirlas.

—En eso se equivoca. Creo que esto no es una decisión correcta y que pone en riesgo el futuro de la nación. —El sujeto se acercó peligrosamente a mi.

No me moví de donde estaba no iba a permitir que me intimidara.

—Por eso yo tendré que hacer lo que creo correcto. Deme los micrófonos sargento, en verdad no quiero hacerle daño.

—Es mi misión y no los tendrá —determine sin perder mi postura.
 Ian sacó su arma y los demás hicieron lo mismo.

—¿Qué le pasa teniente Justin? —interrogó Reu—. Este no es el momento para sublevaciones.

—¡Deme los micrófonos! —exclamó el sujeto—. De verdad que no quiero lastimarla.

—No le dará nada —informe en voz alta sin apartar mis ojos de los suyos—. ¡Cabos pongan bajo custodia a el teniente Justin!
—¡Si no es por las buenas será por más malas
!
Ian y Reu apuntaron hacia el teniente Justin. Sin embargo los demás para mi pesar no estaban conmigo; sus armas apuntaban directo a mi cabeza. El líder de la rebelión estaba lejos de ser Levy, no obstante ella hacia parte de la revolución, Stephen y el sargento Losada también.

Andaluz miraba para todos lados evidentemente confundida. Yo me encontraba en clara desventaja, Stephen era demasiado bueno con las armas, y podía asesinarme sin ningún problema. Eso sin contar que el sujeto me tenía entre ceja y ceja por no haber accedido a sus pretensiones.

—Tengo la ventaja sargento Osiris. Lo mejor será que me de los micrófonos y se marche —añadió el teniente Justin.

El se creía superior a mí, y lo peor era que fue el quien planeo todo.

—Si no lo acepta tendré que asesinarla.

—Esto le puede constar una inminente destitución y la cárcel teniente, y a ustedes también cabos. Deben seguir mis órdenes, soy yo quien debe llevar los micrófonos —procure intentando disuadir a los sujetos para que no cometieran tal tontería—. Por razones que usted ya conoce hay más probabilidades de que una persona como yo logre completar la misión, si usted va lo más posible es que fracase. Debe ser una mujer quien lo haga.

El hombre lanzó una carcajada que terminó de comprobar que aquello no era algo empírico si no un plan que ya llevaba varios días gestándose.
 

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