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CAPÍTULO 40

Seguí cabalgando hacia el frente de batalla. Mire mi reloj, eran casi las cinco de la mañana. A esas horas vendría el primer ataque, esperábamos a unos tres mil Shiyloper, quienes ya habían ingresado a la nueva tierra, y se dirigían hacia nosotros.

Quienes seguían en el comando central tenían comunicación directa conmigo, acomode mi micrófono y espere. Todo era silencio, sólo el replicar incesante de nuestro corazón, la luz era clara y podíamos ver a la perfección.

—Aquí comandó central, visualización del enemigo a 900 metros —me aviso el capitán Brice. El corazón me dio un vuelco dentro de mi caja torácica—. Confirmo, primer ataque de unos 2500, menos de los esperados.

—Aquí la reina blanca, estamos preparados —agregue tomando las riendas de Gaviota, quien ahora si se mostraba muy alterada—, confirmen posición.

—Ataque a menos de 780 metros —respondió el hombre.

Los siguientes minutos fueron eternos, los metros que nos separaban se iban acortando: Todo mientras las personas avanzaban por los túneles; mientras libertad izaba sus banderas en espera de los elegidos; mientras unos estaban a salvo nosotros nos enfrentábamos a una de las guerras más sangrientas de los últimos tiempos.

Dalia y Priscila permanecían cerca, estaban tranquilas y serenas. Bandadas de aves se levantaron del bosque, y surcaron el cielo como la antesala de lo que venía. Ellas huían del peligro.

—Contacto a  600 metros... 500 metros… 400 metros… 250 metros… 150 metros… 100 metros…

—Alisten sus posiciones —grite hacia los generales, mi voz era ahora la única que se oía—. Contacto a menos de 50 metros.

El crujir de las hojas del suelo nos hizo poner los ojos justo en el horizonte. Nadie se movía, nadie hablaba, solo mi voz.

—¡Pase lo que pase no se retiren! —vocifere hacia los soldados.

Temía que salieran huyendo a penas vieran a los Shiyloper.

—Son la ultima barrera entre ellos y sus familias, aparezca lo que aparezca, desde que yo siga con vida deben seguir luchando, ¡General Sheen ahora!

—¡Arqueros! —gritó el general Sheen, quien se encontraba acomodado en un árbol—, preparen, apunten, fuego.

Los primeros Shiyloper aparecieron en medio del bosque, feroces y fuertes, dispuestos a acabar con cada uno de nosotros.

Podía oír el retumbar de mi corazón, si el hablará me diría que era el fin. Los Shiyloper irían directo por mi cabeza, y el gran padre Júpiter usaría todo su poder en mi contra.

Usando el cuerpo de Azur el venía a esa guerra con la única intención de asesinarme. Debía reprimir el miedo, recordar mi propósito y la razón por la cual estaba allí. Yo era la reina de la nueva tierra, y ahora era hora de pelear.

Los arqueros en los árboles lograron eliminar varios Shiyloper antes de que tuvieran contacto directo con nosotros. Desenfunde mi espada, y me prepare para lo peor. El muro de escudos sirvió bastante ya que allí perecieron muchos Shiyloper.

Los valientes soldados de mi ejército se enfrentaron cuerpo a cuerpo con los horripilantes seres que no usaban armas, solo su fuerza. Escuche el retumbar de las águilas quienes usaban las últimas fuentes de combustible que tenían para defendernos.

Varios de mis soldados ya habían caído cuando un Shiyloper llego hacia mí, pero entre Priscila y Dalia le dieron fin sin darme si quiera la oportunidad de pelear. Ellas darían su vida por mí, más sin embargo no era el momento de recriminarme el desenlace de mis decisiones, solo quedaba luchar.

Sobre un caballo más negro que la mas oscura de las noches, Azur cabalgaba hacia mí. Su espíritu ya no estaba en su cuerpo, lo supe por la refulgente luz carmesí que desprendía de sus ojos, como si eso cambiara las cosas; el alma humana de Azur era igual o más malvada que la de el padre Júpiter.

Tomé fuerte las riendas de Gaviota, y sin pensarlo dos veces avance hacia el peligro. Más que un acto de valor era un acto de fe. Lo único que tenía en ese momento para enfrentar a ese ser, era la firme creencia de que era capaz de derrotarlo. Simplemente creer en lo que no se puede ver, más tarde entendería que ese era el principio fundamental de la vida.

Los Shiyloper no se opusieron en mi camino, simplemente abrieron paso para que yo pudiera establecer contacto directo con su líder. Dejaron de pelear y se alejaron de mis ya cansados soldados, en un acto que no podía entender. La naturaleza de esa nueva raza era muy diferente a la nuestra.

El padre Júpiter cesó su paso a unos cuantos metros de mi, y a diferencia de lo que pensaba no decidió atacarme. El cuerpo de Azur estaba intacto a de no ser por el color de sus ojos, y la voz de ultratumba que emano de sus labios.

—Reina Osiris —me saludó el padre Júpiter.

El a diferencia de los demás traía consigo un báculo, como señal de su poder.

—He decidido en mi infinita bondad darte una oportunidad. Yo perdonare la vida de tu ejército a cambio de tu vida.

Mi ejército aprovechó el descuido de los Shiyloper para retomar posiciones y guarecer a los heridos. Dalia y Priscila se encontraban cerca de mi, lo mismo que los demás generales quienes guardaban su honor, sin siquiera prestar atención a las palabras del hombre.

—Jamás aceptaremos la rendición, la muerte es mejor que la esclavitud —contesté en tono soberbio. Debía tener esa altivez de los antiguos reyes—. Y si estas aquí es para pelear, por que bien sabes que esta escrito que hoy comienza el fin de tu reinado. Yo misma voy a encargarme de eso, al final no quedará nadie si quiera que recuerde tu existencia.

—Es tu decisión, y con ella has condenado a todos —agregó el ser, alzando la barbilla—.  Hoy la ultima rebelión humana será exterminada y con ella tu morirás. Te aseguró que después de esta batalla ordenare la ejecución inmediata de todo ser que lleve sangre humana en sus venas, será la extinción de toda una especie y no será más que tu culpa.

No.

No iba a temerle, no importaba lo que dijera.

—Tu alto ego y tu poco intelecto te hacen pensar que puedas llegar a destruirnos —contesté apretando la espada con mis manos—. Los seres humanos renacimos y somos más fuertes que antes, eso lo sabes, porque ahora comprendemos el valor de nuestra unión y lo que vale cada centímetro de tierra que pisamos, los ríos que bañan nuestros bosques, y aunque ustedes tuvieron que venir e invadirnos para darnos cuenta de los tesoros que poseíamos; se que ahora tenemos una segunda oportunidad, ahora es el turno de reivindicarnos con la tierra por nuestro pasado.

—A pesar de tu fuerza de voluntad haz de morir ahora…

No vi venir el disparo que dio de lleno contra mi pecho. Aunque mi armadura era impenetrable sentí la fuerza del impacto y no logre sostenerme sobre Gaviota. Trastabille y afloje las piernas, cayendo así al suelo. Priscila se apresuró a prestarme su ayuda, por unos segundos se me fue el aire y no podía respirar bien, Dalia y algunos me protegían pero no era suficiente.

Azur sonreía abiertamente sobre su caballo, por unos momentos veía en el los gestos que tenía antes, cuando conservaba su alma humana. Me coloque de pie y blandí mi espada contra un Shiyloper que venía justo para encima de mí cuerpo, el seguía en su caballo como un espectador de un partido de fútbol.

Conocía su estrategia, iba a esperar que estuviera lo bastante cansada para atacarme. Aunque según el yo tenía todas las de perder, en el fondo temía que pudiera vencerlo.

—Reina Osiris, agrúpense —añadió el capitán Brice atreves de la radio—. Están entrando las ballenas asesinas.

—Entendido, águilas intercepten a las tropas entrantes y elimínenlas —ordene mientras daba muerte a otro Shiyloper.

Mi espada ya estaba cubierta por esa sangre asquerosa, amarilla y viscosa. Tome aire, había llegado la hora del plan B.

—Aquí águila 1, contacto con Sloper a menos de 100 metros —me informó uno de los pilotos—. Esperando órdenes.

Respire hondo para que mi voz se oyera lo más firme posible.

—Retírense, dejen que las Sloper vengan aquí —agregué a la vez que Dalia fruncía el ceño y Priscila negaba con la cabeza.

—¿Qué haces? —interrogó Priscila aterrada—. ¡Si permites que ellas lleguen aquí, nos van a masacrar a todos.

—Aquí Águila 1, confirmando órdenes…

—¡Águilas retírense! —grité hacia la radio.

Mi voz era lo suficiente firme como para que tuvieran la seguridad de que no mentía.

—¡Apóyenos aquí, es una orden!

Escuche el ruido de las Sloper a lo lejos.

—¡Soldados agrúpense, y protejan a los heridos! —exclame.

Los generales que también se encontraban luchando hicieron correr mi voz y rápidamente nos agrupamos en un claro del bosque.

—Esto es un error —me contradijo Ian, el estaba cubierto de sangre, tanto como humana como de Shiyloper—. Las Sloper nos acribillaran a todos si estamos juntos.

—No lo entienden ahora, ellas son el plan B —espete a lo que todos me miraron confundidos.

Las Sloper eran muchísimas. Eran las madres de una raza primitiva, cuyos hijos estaban en cautiverio. Las obligaban a dar a luz y luego entregar sus crías, y a ellas las esclavizaban usándolas para limpiar los planetas que los Shiyloper colonizaban.

Actuaban por obligación; jamás fue su intención agredirnos, eran bondadosas y como todas las madres del universo, solo pensaban en el bienestar de sus hijos. Yo fui testigo de esa bondad, justo ese día cuando unas de ellas sacrificaron su vida por mi, se enfrentaron a los Shiyloper y me permitieron escapar ilesa del campamento del príncipe Yaracuy, aun sabiendo que con ese acto firmaban su sentencia de muerte.

Ese día supe que tenía una esperanza, que si había logrado que una especie se levantará y enfrentará a sus verdugos, lograría que muchas más lo hicieran. Ese día creí en la posibilidad de que si era la mujer de la cual me habló Esra.

Las Sloper me dieron ese regalo, una de ellas hablo conmigo, a través mi mente y me lo dijo todo. Ahí las entendí, entendí su dolor y su sufrimiento, tan igual al nuestro. La madre más antigua me ofreció su apoyo, me aseguró que el día que Los Shiyloper ingresarán a la nueva Tierra ellas lucharían con nosotros. Llevaban un milenio en cautiverio, y decidieron que todo al fin iba a acabar.

Los Shiyloper estaban totalmente convencidos de que ese era nuestro fin, pero se habían equivocado. Las Sloper se colocaron sobre nosotros y empezaron a disparar en contra de los Shiyloper. Ninguno de los dos ejércitos esperaba algo de esa magnitud, sólo ellas y yo. El día que me salvaron pude comunicarme, prometieron ayudarme y lo estaban cumpliendo.

—Las Sloper nos protegen —murmuro Ian en medio de la estupefacción.

—No nos protegen a nosotros —intervino el general Da silva, llegando a nuestro lado—. La protegen a ella y lo que representa.

Perdí de vista a Azur; con la confusión no supe para donde se había marchado. Los arqueros seguían disparando y las Sloper que tenían una puntería perfecta, acababan con demasiados enemigos, sus proyectiles tenían la capacidad de ingresar por entre las escamas de los Shiyloper, hiriéndolos de muerte. Aunque por el momento estábamos ganando la guerra, sabía que estaba lejos de haber terminado.

—Reina Osiris, contacto con más tropas enemigas —me informó el capitán Brice.

—Retrocedan, las madres estarán en frente nosotros ¡Atrás! —informé hacia los generales.

Nunca mas las volveríamos a llamar Sloper o ballenas asesinas.

—Que evacuen a los heridos y los lleven a la ciudad; los demás sigan peleando, las madres no son suficientes para detener a todos los Shiyloper.

—¿Madres? —interrogó Priscila secándose el sudor—. ¿Porqué las llamas así?

—Los Shiyloper las llaman reproductoras —conteste mientras el grupo comenzaba a moverse—. Sin embargo las he decidido llamar madres, porque es lo que son y están aquí para protegernos.

La batalla estaba hasta ahora empezando. Los Shiyloper cada vez eran más y arremetían con más furia, el campo abierto nos dio mayor movilidad, algunos de mis arqueros ya habían sido asesinados, y aunque las madres seguían peleando estábamos siendo insuficientes.

Gaviota había demostrado ser muy fiel, no se separó de mí. Tuve que montarme de nuevo para tener una mejor visión de lo que estaba sucediendo en el campo de batalla.

Azur había reaparecido y esta vez venía con todo su arsenal, el avanzaba hacia mi con demasiada rapidez. Apreté mi arma contra mi pecho, si lograba asesinar a el padre Júpiter la victoria sería nuestra.

Al ponerse el sol la frontera se cerraría de nuevo y tendríamos algunos meses para recuperarnos y prepararnos para el próximo enfrentamiento. Jamás pensé en lo que podría suceder después, muchas veces no creí poder ganar.

Espere tener contacto con Azur de frente pero el caballo de el no era tan incondicional como mi Gaviota. El corcel negro trastabillo y como si se tratara de un potrillo aun sin amansar, terminó tirando a Azur a un costado. No pude evitar sonreír, al ver como se levantaba con furia del suelo. Los animales conocían el alma de las personas y ese caballo sabía que su jinete era un ser perverso.
 
 

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