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CAPÍTULO 38

Los esfuerzos infructuosos de mis hermanos, mi padre y Ofir por salir fueron imposibles. Priscila me ayudó a colocarme de pie, habían muchas personas que faltaban aun por entrar a los demás túneles. El 7 estaba cerrado, y nadie más iba a poder ingresar en el.

Me aleje del lugar y subí al Geep, allí esperaría a que todas la personas entrarán y luego iría al comando. No podía sacar de mi cabeza la mirada de Ofir; sus ruegos, su angustia, su dolor. Posiblemente el no iba a perdonarme por lo que le había hecho, pero debía entenderme, yo no podía perderlo, no soportaría verlo morir, ni a el, ni a mis hermanos, ni a mi padre.

—Si te sirve de algo pienso que hiciste lo correcto —afirmó Priscila llegando a mi lado, ella supo todo desde un principio—. Yo en tu lugar habría hecho lo mismo.

—Si es lo correcto porque me duele tanto —replique secándome las lágrimas—. La vida porque a veces tiene que ser tan difícil.

—La vida es así —concordó mirándome con tristeza—, unos viven y otros mueren, y en este caso vamos a morir más de los que van a vivir.

—¿Estás lista para morir? —inquirí mirándola a los ojos, su frialdad a veces me asustaba.

—Si, es lo único seguro que tengo desde que nací —respondió Priscila.

Ella cargaba en su pantalón una daga, la cual pasaba horas limpiando; la colocó a la altura de sus ojos, y la miro fijamente.

—Lo único que quisiera saber es si existe el paraíso.

—Estoy segura de que existe; tanto como estoy segura de que existe el infierno; justo afuera de estas fronteras —musite cerrando mis ojos, necesitaba tranquilizarme un poco—,  es hora del acto final.

—¿Cuántos Shiyloper crees que pueda asesinar? —pregunto la mujer aun manteniendo su mirada en la daga—. No deseo nada más en el mundo que salir a ese campo a luchar, no hay nada más que desee, que al fin poder vengarme.

Los Shiyloper asesinaron al esposo de Priscila, su hermana y se llevaron a sus sobrinos. Era entendible que quisiera vengarse.

—De seguro podrás vengarte, yo por mi parte solo quiero justicia, y lo justo es que podamos ser libres de nuevo —agregue mirando por el espejo retrovisor—. Ya es hora, llama a el conductor, debemos irnos.

—Señorita presidenta —me llamo Mac llegando a el Geep—. Todos los túneles quedaron cerrados, menos el 5 como lo ordenó. Ese quedo dispuesto por si el ejercito debe huir.

—Muy bien hecho, ahora vayan a descansar —ordene mientras el chófer encendía el Geep
—Y de la orden para que las personas de los túneles empiecen a caminar, es un viaje largo y no saldrán del túnel si no hasta mañana en la tarde.

—Si señorita presidenta, que le vaya bien —se despidió de mí el coronel Mac, el Geep se puso en marcha, me recosté en la silla y cerré mis ojos. Requería serenarme de alguna manera.

Aproveche para dormir esos minutos. Tuve un sueño hermoso:

En  el veía a Ofir, estaba vestido totalmente de blanco, junto a el estaba Ian, el general Da silva, el teniente Jeff, Jerjes, y muchos miembros más del ejército. Todos llevaban un uniforme impecable, habían muchas flores, las personas se veían contentas, felices y prósperas.

Ofir extendió su mano hacia mí, el no dejaba de sonreír, estaba dichoso pero no lograba entender porque. Tomé su mano y el me condujo a su lado. Me beso suavemente en los labios, luego busco algo en el bolsillo de su traje, sacó de el un pequeño estuche en forma de corazón; la multitud estallo en aplausos y ovaciones, agudice mi vista y vi un hermoso anillo adornado con un gran diamante. Ofir lo colocó en mi mano, y luego me besó lentamente mientras un sacerdote nos daba la bendición: Era mi boda”.

Me desperté de un salto cuando el auto dejo de andar. El sueño había sido hermoso, pero su significado no podía ser otra cosa que la muerte. La última vez que había soñado con eso muchas personas habían perdido la vida. No era más que una quimera, algo que nunca se haría realidad.

—¿Estás bien? —pregunto Dalia ayudándome a bajar.

Ella no estaba de acuerdo en lo que había hecho. No obstante decidió apoyarme a pesar de todo.

—Te noto un tanto intranquila.

—Solo tuve una pesadilla —contesté en voz baja—.  Vamos adentro, nos queda poco tiempo.
Empecé a caminar lentamente. Antes de entrar a el comando, decidí ir al baño, frente a los espejos me permití llorar amargamente, me dolía en el alma separarme de Ofir, saber que no volvería a verlo, a abrazarlo, a tocarlo, a besarlo.

La vida era muy injusta al separarme de el, pero sabía que no soportaría perderlo. Mis lágrimas no eran sólo por el, sino por todos los hombres que iban a morir frente a mis ojos y por los cuales no podría derramar una sola lágrima, tendría en el campo de batalla una postura inquebrantable, si yo me rendía el ejército lo haría.

Los generales tenían la orden de que si yo caía ellos debían retirarse, si yo moría ellos huirían hacia el túnel 5, y de allí se marcharían a un sitio desconocido. En el cual lo más seguro era que murieran. Los únicos que estaban totalmente a salvo eran los del túnel 7, en el cual había puesto a las personas que amaba.

Salí del baño y entre al comando, eran alrededor de las 10 y media. El teniente Jeff se encontraba agotado, no hacia nada más que frotarse el cuello, ese hombre parecía de hierro.

—¿Hay alguna novedad teniente Jeff? —pregunté clavando mis ojos en la pantalla.

—No señorita presidenta, los Shiyloper siguen durmiendo. Ellos están listos, nuestras tropas también descansan —contestó el hombre—. Los generales también están preparados, nuestro ejército estará en el campo de batalla a las cinco.

—Entendido, Jeff vaya descanse —agregue colocando mi mano en el hombro del muchacho—. Y que todos los demás también lo hagan.

—Pero presidenta…

—Es una orden Jeff, mándelos a todos a descansar —añadí alejándome hacia la puerta.

Se lo merecían, ellos merecían tantas cosas que no podia darles.

—Yo también lo haré, mañana nos vemos Jeff, mañana todo cambiará y será para bien. Tan sólo deje a alguien que vigile los drones, no queremos sorpresas.

—Bueno, ya que insiste aprovecharé esta noche para pasarla con mi novia —comentó el muchacho mientras guardaba sus cosas.

Nunca había ahondando en su vida privada y no sabía prácticamente nada de él. Tan sólo que era un hombre en verdad confiable y dedicado.

—¿Tiene novia Jeff?, yo no lo sabía —respondí un poco extrañada.

El chico empezó a reír evidentemente divertido con la situación.

—¿No lo sabía?, es su guardaespaldas; Priscila, pensé que ya estaba enterada —espetó Jeff colocándose de pie—. Si no es mucha molestia podría decirle que me espere en mi tienda, en unos minutos estaré con ella.

Me quedé con la boca abierta, al parecer todos habían decidió tener pareja y yo era la última en enterarme.

—Con gusto teniente, yo le doy su recado. Buenas noches Jeff —contesté saliendo del lugar.

—Buenas noches señorita presidenta y muchas gracias.

Priscila se encontraba de pie con otro de mis guardias, ya Dalia se había ido a descansar. Me quede de pie justo en frente de ella.

—El teniente Jeff te manda a decir que lo esperes en su tienda —le dije.

La mujer sonrió abiertamente.

—Lamentó no haberte contado esto antes, pero todo ocurrió muy rápido, y tu pues… estabas muy ocupada —se disculpó encogiéndose de hombros—. ¿Te molesta?

No me molestaba en lo más mínimo; lo que sucedía era que no me daba cuenta de lo que sucedía a mi alrededor. Primero Jordán y Cebrián y luego Priscila y Jeff; los consideraba de mi entera confianza y ninguno me había contado nada acerca de algo tan importante.

—Claro que no, Jeff y tu son de mi total aprecio. Y me alegra que haya algo entre los dos —agregue—, ve y lo único que te pido es que intenten descansar. No me degastes mucho al teniente, lo necesito con energías para mañana.

—Así será, pero no te prometo nada; la noche es joven aun y Jeff mucho más —contestó entre risas.

Al menos ella si iba a pasar una buena noche no como la mía, que auguraba ser una de las peores de toda mi vida.

—Me lo vas a secar —musite, y no pude evitar soltar una carcajada.

—Un poco de colágeno no le cae mal a nadie —canturreo Priscila—, y yo no puedo desaprovechar las oportunidades que me da la vida.

—Te lo mereces —concedí abrazándola—, diviértete, mañana nos vemos.

—Buenas noches, Osiris.

La soledad de mi cuarto era abrumadora. Últimamente no había pasado mis noches sola, las últimas veces la había pasado con mi padre, consolándolo y cuidándolo. Extrañaba a mi familia, a ambas.

Kike dormía plácidamente sin saber lo que iba a pasar. Se me había pasado por completo haberlo puesto con Ofir, sólo esperaba que estuviera bien. Mire a un costado y vi a Uta durmiendo sobre un sofá. Mi descuido podia costarles la vida a ambos.

Me enrosque en mi cama y me hice un ovillo. Cerré mis ojos y me obligue a dormir; soñé con Ofir, con su mirada, con su sonrisa, el era el hombre de mi vida. El hombre con los ojos del firmamento. Y ahora ya no estaba…
 
 
 

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