Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 27

—Señorita vicepresidenta esperamos sus órdenes —informó el coronel Stephen llegando a mi lado—. Quiere que llame a más tropas o nos retiramos.

—¿Cuántos perdimos coronel? —cuestione aun sin levantar la cabeza.

—Ocho señorita vicepresidenta contando al bombardero, y eso sin contar los heridos — respondió el coronel.

El hombre desde lo sucedido en la operación renacer se había mostrado totalmente fiel a mi. Aunque a veces tenía que soportar sus constantes halagos y piropos. Era muy beneficioso contar con el, ya que era uno de los mejores.

—¿Y cuantos recuperamos? —interrogue aunque sabía de sobra la respuesta.

Era más bien una pregunta capciosa.

—Ninguno señorita vicepresidenta…

—¡Ahí está su respuesta coronel!. Vuelva a la base y que atiendan a los heridos —me puse de pie y me quite los micrófonos, también mi arma y se la pase al coronel Stephen—. Dígale al señor presidente que me equivoque y que asumiré mi error como es debido. Por lo tanto tiene mi irrevocable renuncia y que no venga a buscarme porque no deseo volver al comando.

Stephen abrió los ojos de forma desmesurada.

—Yo no puedo dejarla aquí señorita —replicó el coronel alarmado—. Debo llevarla al comando. Me van a destituir cuando llegue sin usted.

—Va a hacer lo que le digo porque es una orden. ¡Ahora váyase, el helicóptero esta esperándolo! —grité hacia el hombre.

Necesitaba pensar todo con mayor claridad, ya para hacerlo necesitaba estar sola.

—Osiris yo no puedo dejarte aquí; cualquier cosa te puede pasar y eventualmente será mi culpa.

—¡Coronel Stephen es una orden! —exacerbe haciendo que el sujeto se sobresaltara—. ¡Se irá y punto!

Ante mis órdenes el hombre no tuvo más opción que hacerme caso. Cuando el helicóptero tomó altura creí que tal vez había sido una mala idea. Aun así yo no estaba lista para una responsabilidad tan grande.

Yo era prácticamente una niña, no una mujer capaz de armar operaciones militares y llevarlas a cabo, esa no era yo. Me había querido engañar haciéndome creer a mi misma que era algo que no existía.

Jamás fui ruda ni mucho menos atlética, me pasaba horas leyendo y escribiendo, eso era lo que mejor sabía hacer. No estaba lista para luchar.

Me recosté en el frio suelo y pose mi mirada en las estrellas, millones de personas en el mundo y ¿Por qué razón tenía que ser yo especial?. Esra y Esga se encontraban tan desesperados que al verme vieron su única opción. Como iban a saber qué yo era la elegida, no había manera de saberlo, ni siquiera sabía si esa profecía existía.

¿Y si estaba conduciendo al Ejército a su propia ejecución? ¿ Y si fallaba y nadie podia huir a Yahatd?

Mi madre siempre decía que todo lo que comienza tiene que acabar, y ¿Si ya era hora de que la raza humana se extinguiera para darle paso a una nueva raza más avanzada e inteligente que no cometiera las mismas barbaridades que cometimos nosotros?

La soledad de la noche era perfecta, se oían aves, y esos pequeños grillos ruidosos que nunca se callan. La naturaleza adentro de la nueva Tierra florecía, aún así ella también iba a morir. Una vez las dragas se llevarán toda nuestra agua, seríamos solamente un globo desértico en el cual ninguna vida podía sobrevivir. El planeta poco a poco colapsaría, hasta extinguirse del universo.

Entonces los humanos esclavos también morirían, y no quedaría nadie que nos recordará. Nadie que recordará a Cristóbal Colón y su descubrimiento del nuevo mundo. Olvidarían a Einstein y su ley universal de la física; a Baldor y su insoportable Álgebra; a Thomas Edison y su inigualable bombilla; James Watt y la máquina de vapor; la imprenta de Johannes Gutenberg; a el avión de los hermanos Wright; el teléfono de Alexander Graham Bell; a Gabriel García Márquez y a su novela celebre Cien años de soledad.

Pero también olvidarían las cruzadas, la guerra de la inquisición, la esclavitud a la que fueron sometidas las tribus indígenas y africanas. La primera guerra mundial y la segunda, y eso sería bueno.

Las huellas de una civilización completa serían borradas y seguro en el futuro sólo seríamos un punto de referencia. Nos recordarían como la raza débil y depredadora que forjó su propia extinción, y esos relatos también serían borrados y al final no quedaría nada.

Al final yo no era nada...

¿Quién me había dado a mi facultades para dirigir a toda una nación?

Nadie lo había hecho, estaba allí porque mi padre creía que podía sustituirlo en una tarea que le había quedado grande hasta a él.

Cerré mis ojos y esperé dormirme pronto, más sin embargo las imágenes de la guerra no dejaban de dar vueltas en mi cabeza. Los muertos que había visto caer y tal vez los que aun faltaban danzaban sobre mis ojos como en un película de horror sin fin.

Las pocas fuerzas que tenían se me habían acabado, ya no podía continuar. Rogué a Dios para que esa noche la parca ascendiera desde los confines de la tierra y me llevará con ella, conduciéndome así al paraíso en donde todo sufrimiento quedaría atrás, en donde al fin sería feliz.

 
***

Sentí una caricia delicada en mi rostro. Era tibia y a la vez húmeda, abrí mis ojos y me encontré con dos hermosos ojillos de color negro azabache. El cachorrito al notar que me había despertado empezó a ladrar y dar vueltas de felicidad.

Era un perrito de una raza criolla, muy bonito y alegre, con un hermoso color marrón en su pelaje. Era delgado y tenía dos orejas puntiagudas, un hocico largo que terminaba en una brillosa nariz negra, y sus patitas eran blancas.

El día era espléndido; el sol brillaba con fuerza en lo alto del cielo.

—¿Y tú de donde saliste? —investigue levantándome del suelo.

El perrito corrió a mis brazos.

—Eres muy bonito pequeño y ¿Tú dueño?

El cachorrito sólo movía su colita, no tenía collar sin embargo estaba muy bien alimentado y limpio. Lo alce mientras me colocaba de pie. El animalito me miraba con sus ojillos negros, como si intentará hablarme.

—¿Y ahora que hago pequeño?. Sabes la vida sería más sencilla si yo fuera como tú. Si fuera un animalito; tal vez no tendría tantas preocupaciones.

Escuché un ruido a lo lejos, provenía de la frontera. Corrí aun con el cachorrito entre mis brazos. No iba a dejarlo sólo para que alguien pudiera hacerle daño.
Del cielo descendían una multitud de naves de los Shiyloper, eran demasiadas. Me escondí detrás de una gran roca. Entre las cosas que Sthepen me había dejado tenía unos binoculares, me los puse para ver mejor.

Las naves tocaron tierra y de ellas comenzaron a emerger soldados, con sus uniformes y armas de batalla. Formaban filas y se agrupaban, como preparándose para algo.

—Haz silencio pequeño —añadí hacia el cachorro, quien estaba más entretenido jugando con la punta de su cola que en lo que estaba pasando—.  Son muchísimos no creo que nuestro Ejército sea suficiente para vencerlos. Estamos perdidos.

La roca sobre la cual estaba escondida, se encontraba justo entre la frontera. Allí podría estar segura.

Oí una voz un tanto suave, era como de un niño; pero venía de donde se encontraban los Shiyloper. Era prácticamente imposible que hubiese un niño humano con vida fuera de la frontera.

También oí pasos, y al fin pude distinguir las palabras.
Había algo que aun mantenía en secreto: yo no necesitaba de nada para entender lo que los Shiyloper decían. Caí en cuenta el día que asesine a el príncipe Yaracuy. Yo siempre entendí sus palabras, y también las de los Derfrihum.
Las conversaciones que tuve con Esra y Esga mis compañeros nunca pudieron entenderlas, aunque quedaron grabadas. Era como si yo hubiese hablado siempre su mismo idioma, lo mismo sucedía con los Shiyloper.

Se trataba de un fenómeno que aun no podia explicar y que pude disimular agregando que una humana me ayudó en la nave. Y que esa humana era la que hablaba en las conversaciones y no yo. Fue una excusa tonta que Jeff no creyó, pero no refuto. Los demás estaban concentrados en otras cosas que no le prestaron atención a ello.

Pero era demasiado extraño que yo los pudiera entender. Tendría que de alguna manera buscar la respuesta.

—Uta, ven tengo tu hueso favorito, Uta ven por favor, no puedo ir más lejos, ven…

El Shiyloper que estaba justo frente a mi no era como los otros. Tenía la altura de una persona normal, tal vez 1, 70 centímetros de estatura. Era muy pequeño en comparación a los demás Shiyloper que había visto. Lo seguían dos Shiyloper muy grandes y fuertes, eran como sus guardias.

—Perdón príncipe pero no podemos ir tan cerca de la frontera humana —agregó uno de los soldados—. El Rey debe estar esperándolo, su majestad.

—Tranquilo, estoy seguro que Uta corrió en esa dirección —contestó el muchacho, su voz era tan suave, como tranquila—. Uta, Uta ven.

El cachorro al oír la voz de su amo salió corriendo a su encuentro. El Shiyloper al ver al perrito sintió una gran alegría, lo sostuvo en sus brazos y lo lleno de mimos y caricias. Era la primera vez que veía un gesto de ternura en una especie tan malvada.

Por un momento sentí como si aquel niño fuera como nosotros; como si fuese humano.

—Vámonos príncipe este lugar es peligroso —replicó el otro guardia, mirando para todos lados.

—Claro que no, aquí no hay nadie. Voy a jugar con Uta un rato. Márchense; necesito estar a solas —ordenó el príncipe.

—Pero príncipe no…

—¡Qué se vayan y me dejen sólo!, ¿No entienden? —gritó el niño.

Debía aceptar que no era tan feo como los demás Shiyloper. Al ser tan joven sus rasgos eran menos bruscos y más amigables.

—Yo voy a estar bien, sólo voy a jugar con Uta.

Aún a regañadientes los soldados aceptaron abandonar el lugar. El Shiyloper seguía con el perrito en sus brazos. Cuando estuvo completamente sólo camino mucho más hacia la frontera, hasta que nuestra pared invisible lo detuvo.

Estaba a tan solo un metro de el, solo la roca nos separaba.

—¡Ya puedes salir, no hay nadie! —exclamó el príncipe.

Me quedé totalmente inmóvil, se suponía que mi olor era prácticamente imperceptible. No podía creer que el infante hubiera logrado olfatearme.

—Sal, se que estas ahí. Dejaste tu olor en Uta —espetó.

Claro, había tenido contacto directo con el cachorro.

—Sal quiero conocerte, eres una mujer, ¿Verdad?

Seguí en silencio, llevaba la daga con la cual había asesinado al príncipe Yaracuy y al príncipe Naabdurm. Era la única arma que había dejado conmigo. La acomode debajo de mi uniforme, desde que no saliera de la frontera estaría bien.

—¡Aquí estoy! —informe saliendo de mi escondite—. ¿En verdad querías conocerme?

—¿Cómo te llamas? —cuestionó sin despegar su mirada de mi.

El sonreía de lado a lado dejando relucir sus colmillos, que aun eran más pequeños que los de los demás Shiyloper.

—Soy Osiris.

—¡Eres la reina de la nueva Tierra!,  he escuchado hablar mucho de ti —exclamó, y parecía muy emocionado—. Es increíble que pueda conocerte.

—¿Y tú quien eres? —pregunté.

Me confundía mucho la actitud del chico, era como si estuviera feliz de verme. Sabía que era un príncipe porque así lo habían llamado sus guardias; pero debia comprobarlo.

—Soy el príncipe Xataka: último hijo del Rey Katpatulan —contestó—. He oído mucho de la reina, los soldados hablan de ti y de tu valentía. ¿Sabes?, me da risa el miedo que les provocas —el príncipe estalló en risas.

—¿Miedo? y tu ¿No me tienes miedo? —me acerqué más al príncipe.

El no tenía guardias y estaba totalmente indefenso, podría asesinarlo. Pero no era capaz, el no me daba miedo. Era un niño, no podría hacerle daño.

—¿Porqué debía de tenerte miedo? —cuestionó Xataka sin parar de reír—, eres la valiente y justa reina Osiris de la nueva Tierra. No me harás daño, porque yo no representó ningún peligro para ti.

—Pero, eres hijo del Rey Katpatulan; el mismo que asesina humanos horas tras horas. ¡Tú llevas la sangre del ser que extermino a el 95 por ciento de la población de un planeta! — exacerbé mirando con furia al príncipe Xataka—. Sería una venganza perfecta que tu sangre rodara por el suelo. Y si has escuchado de mí, también sabrás que asesine a tus tres hermanos.

Ya había dado muerte a dos príncipes, uno más ya no era nada para mi.
 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro