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CAPÍTULO 16

Estaba tan agotada que perdí la noción del tiempo. No había Sloper, no había nadie. No logre encontrar a mi equipo, no sabía si estaba al norte o al sur. Mi radio se averió y no pude comunicarme. La oscuridad de la noche era inclemente, además el cansancio estaba por vencerme. No podía encontrar el camino de vuelta a Rick Vaill, estaba en medio de la nada.

Debía reconocer que jamás creí que me perdería, la jungla es terriblemente hermosa como cruel, el aire se vuelve pesado y creo que empecé a desvariar. Fue como si ella exhalara una droga potente que ingresó por mi nariz y se instaló en mi cabeza. Ese efecto narcótico me produjo unas visiones sorprendentemente terribles como extrañas.

Una manada de Lobos paseaba frente a mi. Su líder un alfa de color blanco se acercó a olfatearme. No tenía miedo ya que sabía que era mentira y todo era producto de mi imaginación. Junto a ellos un bellísimo Ciervo color café se acercó también a mi y luego había un Búho mas blanco que la nieve misma que descansaba sobre la ornamenta del rumiante. Tras ellos un enorme elefante blanco, me miraba con detenimiento.

Las visones iban a enloquecerme, y lo que creí que era efecto de la selva pronto tuvo otra respuesta: si había alcanzado a aspirar parte del veneno contenido en las celdas lo más seguro era que estuviese experimentando sus efectos secundarios. Si eso era así moriría dentro de poco.

Me recosté de un árbol y decidí dormir, o simplemente cerrar mis ojos para evitar seguir sufriendo tan absurdas alucinaciones.
Mi sueño no me reconforto; al contrario logró dejarme más asustada de lo que ya estaba

“Anne y Zira regaban unas hermosas flores, iban vestidas de la misma manera, Jordán seguía de pie observándolas, y como en mi anterior sueño, cuando me miraba su sonrisa se  trastornaba. Mire la mesa en la cual Lena debía estar comiendo y esta se encontraba vacía. Voltee a mirar y a lo lejos debajo del mismo árbol de naranjas, mi padre sostenía con una de sus manos a Tobías y con la otra a Lena; quien con una sonrisa en su rostro me decía adiós.”

Sabía lo que significaba, él no podía llevársela a ella también. Me desperté sonámbula y abstraída. Tenía la garganta seca, me dolían las piernas y los brazos. La luz del día me iluminó por completo, no había ningún movimiento, todo estaba en absoluta quietud y silencio. El estómago me dolía y tenía demasiada hambre además también estaba deshidratada, así no podía continuar por mucho tiempo.

Aun no se de donde saque las fuerzas suficientes para lograr el objetivo de la misión. Aun recordaba a las tropas cayendo frente a mí. Cuando el Rey Katpatulan supiera de la muerte de su hijo, el príncipe heredero, las represalias serían fatales.

“—El día de Júpiter, es el último día del calendario.”

Eso fue lo último que oí de Esra antes de que activará la máquina de gas. Aun no sabia como pero el había logrado comunicarse conmigo atreves de su mente.

Debía volver a Rick Vaill para avisarles. Debía ir con ellos para decirles que en un mes todo iba a acabar. Los Shiyloper nos atacarían con todas las armas que poseían. Somos tan pocos y ellos tantos que no creo que tengamos oportunidad de sobrevivir. No contábamos con armamento suficiente para pelear una guerra de ese calibre.

Me levanté y empecé a caminar, a pesar de mi debilidad, el sueño me había repuesto un poco. Oí el sonido que debería ser el de un arroyo cercano y corrí hacia el, bueno si era que podía correr. Me caí varias veces pero al fin lo logre divisar. Comencé a sacar agua con mis manos y a beberla, el agua era bendita, la sangre misma de la vida.

Una pequeña fruta danzaba sobre el afluente dejándose llevar por la corriente. Tenía la pinta de ser una guayaba. No había algún árbol con frutas cerca así que debía de venir de muy lejos. La tome con mis manos y me la comí de inmediato, era tan suculenta, que me supo a lo más delicioso que había probado en mi vida, su tamaño era considerable así que lleno el vacío que tenía en mi estómago.

Con la energía recuperada decidí emprender mi camino. El arroyo debía de unirse a el río por el cual cruzamos, así que si lograba llegar allí encontraría el sendero correcto. Esa era mi única esperanza.

Camine una hora, mi reloj era lo único que me servía, al menos estaba al tanto de la hora. Ya había perdido la esperanza cuando logre ver algo que me devolvió el aliento y a la vez me dio una gran tristeza:

El cuerpo de Esga descansaba sobre el suelo, estaba totalmente inerte y pálido. Su muerte la había alcanzado al mismo tiempo que a Esra, cuando una de las almas gemelas muere la otra le sigue incapaz de soportar la ausencia del ser amado.

Me senté un momento a su lado, si ella estaba aquí quería decir que el grupo de las demás personas habían pasado por allí. Lo comprobé por las huellas que dejaron en el soto bosque, si las seguía tal vez lograría alcanzarlos y llegar hasta ellos.

Ojalá y Ofir estuviera bien. Me preocupaba que el teniente Justin era demasiado orgulloso y podía intentar hacer algo con tal de hacerse al mando.

Me angustiaba la seguridad de los que me eran leales.

Escuche pisadas, me quedé totalmente quieta. En medio de la jungla cualquier cosa podía pasar. Alguna bestia salvaje podía intentar hacerme su desayuno. Toque mi cintura y verifique que aún llevaba la daga que Ofir me había dado; mi bello Ángel me había dado lo único que le quedaba y que me sirvió de mucho. Más de detrás de un árbol no salió ninguna bestia pero si cierta persona que no me agradó para nada ver.

Levy estaba justo delante de mí, y supuse que el cañón que sentía en mi nuca debía ser de Lucy, ellas estaban todo el tiempo juntas.

—Hola sargento, ¡Pensamos que ya estaba muerta! —exclamó Levy sonriendo torcidamente—, creímos que las Sloper nos iban a evitar el trabajo de asesinarte.

—Justin tenía razón —continúo Lucy—. Pareces un gato y eres difícil de morir. Fue una buena idea quedarnos a esperarte, para cumplir nuestra tarea.

Recordaba claramente algo que dijo Lucy cuando estábamos en la cueva del teniente Justin: “Es una lástima que las Barracudas del río no te hayan devorado, pero las Sloper lo harán, así nuestro trabajo estará completo.”

“Trabajo”, como si asesinarme fuera una misión especial. Escuche el seguro del arma, y la risa histérica de Lucy. Siempre supe que ella tenía algún daño en su cerebro, al parecer no me había equivocado y la mujer estaba completamente loca.

—¿Dónde están los demás? —investigue.

A esas alturas y viendo las cosas desde ese punto no estaba segura de que alguno pudiera estar a salvo.

—Van adelante de nosotras —contesto Lucy, ojala y no mintiera—. Debo admitir que eres muy buena, ayudar a quienes te traicionaron, y aparte liberar a tantos humanos. Eres de verdad la mejor, lastima que las cosas buenas no duran.

—¿Porqué dices que esto es un trabajo? ¿Qué ganas tu con mi muerte? —pregunté.

 Necesitaba saber quien estaba detrás de todo eso, sin embargo la mujer no estaba dispuesta a contestarme. Sólo se dedico a sonreír como si la situación la divirtiera demasiado.

—Si voy a morir creo que merezco saber el ¿Porqué?

—Por culpa del hombre guapísimo que hace delirar a más de una  —respondió Levy—. El hecho de que el te ame es algo que ella no puede soportar.

—¿Ofir? ¿Qué tiene el que ver en todo esto? —investigue, intente moverme pero Lucy apretó más el cañón del arma contra mi nuca.

—El nada, tu amor por ti te condenó —siguió Lucy—. Debo reconocer que me dio pena ver la forma en la que sufrió cuando Justin le aseguró que estabas muerta y que el mismo te había visto caer. Pobrecito estaba tan incontrolable y quería venir a buscarte que tuvieron que darle un calmante y ahora duerme como un bebé. No te preocupes el te olvidará pronto; creo que será el único que te echara de menos.

El me seguía amando y también seguía sufriendo por mi. Era algo que no iba a permitir nunca más.

—¡Déjenme ir! —exclame hacia Levy; ella era mucho más cuerda que su hermana—. Ustedes no ganan nada con esto.

—Tienes razón a mi no me beneficia en nada —respondió la mujer y logre saber que era sincera—. Pero alguien de arriba nos pagó mucho por tu cabeza.

—¿Quién?

—Para que quieres saber, eso ya no importa —espetó Levy sacando su arma—, hermana hazlo ahora ya me cansé de su parloteo.

—¿Quién? —insistí.

No iba a morir allí, no había sobrevivido a tanto para darme por vencida ahora. No me iba a dar el lujo de morir de una manera tan absurda.

—La hija del presidente. Tal parece que ella y tu tienen problemillas de pantalones —canturreo Lucy.

Sabía que Indira me odiaba, primero por Ofir y segundo porque no soportaba la idea de que nuestros padres me dieran amor y atención, pero nunca me imagine que fuera capaz de mandarme a matar. A pesar de todo yo llevaba su misma sangre, éramos hermanas.

—¡A mi la verdad eso no me interesa, con tu muerte ganaremos mucho dinero y aparte llegaremos a Rick Vaill como los héroes que infiltraron el campamento enemigo! —exclamó Levy sonriendo—. Seremos ídolos, aquellos que  liberaron a los esclavos y dieron al comando central información muy valiosa. Acéptelo sargento, así ganamos todos: nosotros dinero y el tan anhelado ascenso y pues la hijita del presidente se queda con el dios griego con cara de Ángel, ¡Hazlo Lucy!

Voltee rápidamente, y le di una patada a Lucy a la altura de la rodilla. La mujer pegó un bufido por la sorpresa de mi ataque. Tome hábilmente el arma y le dispare a Levy atravesando la parte superior de su brazo derecho obligándole a soltar el arma que portaba. Tome a Lucy del cuello y le apunté con el arma directo a la cabeza.

Oí los quejidos de Levy, quien sostenía su brazo. No podría volver a disparar, ella no era tan hábil con las armas, como para disparar con su brazo izquierdo.

—Si hubiera querido las hubiera matado a las dos —añadí mirando con severidad a Levy —. Ahora camina hacia donde están los demás y si intentas hacer algo tonto asesinare a tu hermana, ¡Entiendes!

—No te saldrás con la tuya —exacerbó Lucy incapaz de creer el giro que habían dado las cosas—. Si no volvemos vivas Justin asesinara a tu querido Ofir. Sabemos que es el hombre que amas, el va a matarlo si tu nos haces algo.

Me acerqué a Lucy y le hablé al oído.

—Si tu hermano lo toca le volare los sesos, entendido, ¡Así que empieza a caminar antes de que pierda la paciencia! y tu Levy camina, no tengo todo el día para esperarlas.

—¿Quieres que te crea que vas a matarnos? —replicó Levy mirándome con una ceja arqueada—. Te conozco, tu no eres capaz de matar una mosca.

Debo admitir que en otra situación las cosas serían de esa manera, pero ahora era distinto, yo ya no era la misma. Apreté el gatillo a la vez que Levy lanzaba un grito de horror, la bala y apenas le rozó el brazo a su hermana. No obstante fue suficiente para que empezará a quejarse y lanzar maldiciones en mi contra.

—¡Ahora muévanse! —grite mirando a Levy, ahora si iban a creer en mi—. Y tu Lucy levanta tus manos donde las pueda ver.

Empezamos a caminar llevaba demasiada prisa por llegar al grupo. Me preocupaba la seguridad de Ofir, no quería que Justin le hiciera algún daño. Más cuando el estaba en total indefensión, completamente sedado ante el dolor por mi supuesta muerte.

Oí pisadas detrás de mi. Voltee rápidamente y no logre ver a nada ni a nadie, no se si la situación que había vivido me había vuelto paranoica, pero sentía como si alguien me estuviera observando. Un zumbido a lo lejos me alertó aun más, pero no eran Sloper; parecían ser como de un helicóptero.

—¿Qué es ese ruido? —le pregunté a Lucy, sin embargo la mujer se negó a contestarme —. Cabo le pregunté una cosa ¡Ahora respóndame!

Apreté más mi arma contra el cuello de la muchacha, la obligaría a obedecerme así no quisiera.

—Son helicópteros, más adelante hay un campo abierto, vienen a llevar a los recién liberados a Rick Vaill —me contestó la mujer.

Sabía que su herida le estaba doliendo y debo admitir que me sentía un poco culpable de habérsela causado.

—Hay que movernos...

Mis palabras fueron interrumpidas por el fuerte golpe que recibí. La fuerza del impacto me arrojó varios metros hacia adelante. Mi espalda golpeó con dureza el suelo, solté el arma y me encontré un tanto desconcertada. Esa potencia no era humana y lo comprobé por los gritos de Lucy y Levy. Ellas pensaban que lo habían visto todo, iban a conocer de frente el rostro del horror.

El rostro del príncipe Yaracuy era un completo caos. La rabia lo carcomía por dentro. No entendía aun como seguía con vida, como había sobrevivido. Su presencia era aterradora, más aun cuando no sabía cómo vencerlo.
 
 
 

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