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CAPÍTULO 8

La roca estaba mucho más grande y podía tener un mayor agarre. Esta vez el tironazo fue menor gracias a que la corriente estaba bajando. Sin mucha dificultad Azur avanzó y luego vi la luz blanca que indicaba que Ian había logrado pasar al otro lado.

Sujete la cuerda y di la señal para que mis hermanos avanzaran. Fue más fácil esta vez ya que la corriente había disminuido su fuerza. Lena Y Tobías llegaron sin dificultad hacia donde yo estaba.

Me solté y avance hacia Azur, sostenida de la cuerda. Azur me ayudó a ponerme de pie. La roca sobre la que estábamos estaba fuera del agua. Y era mucho más grande.

Azur se tiró al agua y llegó a la orilla donde Ian se encontraba ya. Con un movimiento de mano le indique a Lena que siguiera. Escuche unos aleteos que provenían de mi espalda y supuse que Kike se estaba quedando sin aire.

Ayude a mis hermanos a llegar hasta la roca y sin pensarlo dos veces me lancé al agua. La corriente había bajado demasiado; hecho que se me hizo muy extraño.

Al tocar la orilla la tranquilidad volvió a mi. Aunque la cara de alarma de Ian me hizo pensar todo lo contrario. Pose mis ojos río arriba: una avalancha.

El río se había atascado con palos y rocas. Por esa razón la corriente dejó de bajar. Ahora venía con mucha más fuerza debido a toda el agua represada. Ian había amarrado la cuerda a un árbol y supuse que al otro lado del río Ofir había hecho lo mismo.

—¡Hay que sacarlos del río ya! —gritó Ian mientras empezaba a halar la cuerda.

Mis hermanos también lo oyeron porque se lanzaron de inmediato al agua. Azur, Ian y yo empezamos a halar con todas nuestras fuerzas. Rápidamente los ayudamos a salir a la orilla; justo un segundo antes de que la avalancha bajará. Ellos estaban bien y le agradecí a Dios por eso. Tenerlos a salvo era lo mejor de mi vida sin embargo aún teníamos a dos personas colgando de la cuerda.

—¡Halen! hay que sacarlos —exclamó Ian.

Bajaban muchos árboles, lodo y rocas. No creí que pudieran sobrevivir. En parte me sentía culpable; yo había cambiado mi lugar con Ofir. Si hubiéramos seguido el plan como al principio, quien se encontraría ahora en medio de la avalancha sin duda sería yo.

Hasta Tobías ayudó a halar. La silueta de Ofir apareció en medio de la oscuridad totalmente enlodado. A penas se le veía la cabeza y no tenía ni los ojos limpios. Ian se metió un poco al río y lo ayudó a salir. El muchacho tosió con fuerza; por poco y se ahoga con el lodazal. Seguimos halando pero la cuerda se hizo totalmente ligera. Donde debía estar Don Antonio no había nada. Y la soga debido a la fuerza de la avalancha se había cortado. Teníamos suerte de que la cuerda era lo bastante larga.

—¿Donde esta Don Antonio Ofir? —pregunto Azur al sacar la punta de la cuerda.

—Dijo que iba a esperar a que la cuerda estuviese más liviana para pasar. El la ató del árbol y se quedó esperando —contestó el muchacho tosiendo—. Don Antonio esta del otro lado.

Vimos el reflejo de la linterna de Don Antonio. Ahora la corriente estaba más enojada que nunca; enormes olas de escombros se alzaban interminables. Era imposible pasar mucho menos sin una soga en la cual sostenerse.

—¿Que hacemos? —inquirió Ian alumbrando con su linterna hacia el otro lado del río.

—Nada —contestó Azur colocándose de nuevo su mochila—. Ya es tarde. Debemos irnos o jamás vamos a llegar a tiempo.

—No vamos a dejarlo abandonado —refuto Ofir recobrando la compostura.

—Tal vez podamos hacerle llegar la cuerda —sugerí mientras desataba mi maleta.

Kike estaba seco pero al borde de la asfixia. Lo saque de la jaula y tuve que darle respiración boca a pico para que recobrara el aliento. Los chicos me miraron con sorpresa; No era normal lo que hacía, pero ellos no entendían la importancia que el ave tenía para mí. Sople también debajo de sus alas. Después de darle los primeros auxilios el ave parecía que estaba bien.

—Nos iremos ya, es muy arriesgado tratar de salvarlo —añadió Ian tomando de la mano a mi hermana—. Seguiremos adelante.

—No —negó rotundamente Ofir—. No podemos abandonarlo.

—Nos vamos y punto —agregó Ian.

—Si fuera Lena también dirías lo mismo.

—Esto es diferente —replicó Ian.

Debo aceptar que Ofir tenía razón, Si fuera Lena ninguno de nosotros dudaría ni un segundo en tratar de salvarla.

—Es lo mismo. Estamos hablando de una vida; ¿Cual es la diferencia? —gritó el muchacho—.  Dímela porque yo no la veo.

—Cálmense los dos —intervino Azur. Las cosas se estaban saliendo de control—. Ofir entiende; no podemos ayudarlo y te mientes a ti mismo si crees que puedes hacerlo. Tampoco podrás salvar a las personas que quedaron en la cloaca. Se que les prometiste volver por ellas pero eso es imposible.

—Es imposible porque personas como tú lo creen —contestó Ofir con decepción.

Yo estaba entre la espada y la pared. Era cierto que debíamos continuar, pero dejar a el hombre allí era condenarlo a muerte.

—Pueden irse si es lo que quieren. Yo me quedaré a ayudar a Don Antonio —determinó Ofir.

—Bien, es tu decisión —concluyó Azur encogiéndose de hombros—. Vámonos.

¿Y ahora qué?

Íbamos a perder a dos. El muchacho estaba decidido a no irse sin Don Antonio. Su determinación era reacia y no iba a abandonar su tarea heroica. Me gustaba que defendiera lo que creía correcto sin importarle el peligro. Eso demostraba que era un hombre muy valiente. No podíamos dejarlo; sólo tenía menos posibilidades de sobrevivir.

Azur se puso en camino: la lluvia había cesado y sólo caía una liviana llovizna. Ian se quedo quieto sin moverse. Lena y Tobías me miraron en busca de mi decisión.

—30 minutos —dije mirando a Ofir; quien sonrió de manera triunfante—. Intentaremos traerlo en media hora, sí no lo logramos nos iremos. Esta claro.

—Esta bien —concedió el muchacho y empezó a enrollar la soga—. Estoy seguro de que lo lograremos.

—Voy a ayudarte —agregó Ian y me sorprendió su disponibilidad—. Dime ¿Qué quieres que haga?

—¿Que les pasa? hay que irnos —refuto Azur. Su tono de voz era fuerte como si estuviera molesto—.Vamos retrasados.

—Si quieres vete —lo retó Ofir mirándolo mal—. Sal corriendo que es lo que mejor sabes hacer.

—¿Que quieres decir? —bufo Azur y se acercó de manera amenazadora a Ofir.

¿Y ahora a estos que bicho les había picado?

No entendía a los hombres y su extraña necesidad de estar dándose puñetazos a cada rato. Supongo que los dos chicos necesitaban definir cual de los dos iba a mandar.

“Cuál sería el macho alfa”

A mi parecer y para mi ninguno de ellos tenía características de líder.

—¡Basta los dos! —exclame llamando la atención de los chicos—. Por favor Azur danos los treinta minutos , después nos vamos.

—Esta bien. Lo hago sólo porque tu me lo pides —respondió el chico; su mirada se suavizo—. Voy a secarme.

—¿Tienes alguna idea? —cuestionó Lena llegando a mi lado—. Tu eres la de las buenas ideas.

—Necesitamos una palanca para hacer una especie de catapulta. Pero no veo nada que nos sirva —conteste.

Mientras los chicos discutían se me ocurrió esa idea. Lo que sucedía era que no veía algo que pudiera servirnos.

—Es una muy buena idea —concordó Ian.

—Aquí hay una pala vieja —grito Tobías, quien se había alejado un poco de nosotros—. Tal vez les sirva.

—Esta funcionará. Amarraremos la soga a ese árbol —dijo Ian, tomando la vieja pala—. Lo restante de la cuerda lo acomodaremos en la pala. Necesitamos algo en que se pueda balancear para hacer el contrapeso.

—¡Este tronco! —exclame señalando un árbol viejo—. Ahora sólo necesitamos el contrapeso.

—Yo lo haré —se ofreció Ofir con entusiasmo—. Me subiré en ese árbol y mi caída hará el contrapeso.

—Debes tener mucho cuidado y mucha puntería —le advirtió Ian tomando su linterna—.  Debemos hacerle la señal a Don Antonio. La soga es apenas justa.

Después de unos minutos; acomodamos todo en el ángulo exacto. Todos los cálculos matemáticos estaban hechos. Sólo esperábamos que nos funcionara nuestro plan.

—¿Estas listo? —le gritó Ian a Ofir.

La pala aunque vieja era lo bastante pesada; serviría perfectamente.

—Estoy listo —soltó Ofir—. Lena hazle la señal a Don Antonio.

Lena encendió la linterna y le hizo la señal al hombre. Luego de unos segundos Ofir salto desde el árbol y cayó justo en la punta de la pala; la cual al instante se alzó catapultando la soga por encima de la corriente. Todo había salido bien. Ofir cayó de bruces contra el suelo sin hacerse mayor daño ya que el suelo era un blando colchón de lodo.

—Fantástico —exclamó Lena alzando los brazos—.Todo salió bien.

El reflejo de la linterna nos hizo ver que todo estaba en orden. La cuerda se alzó un metro por encima de la corriente. Seguro Don Antonio ya la había amarrado a algún árbol.  Pronto la soga se empezó a mover; lo que nos hizo suponer que alguien venía.

Ofir no cabía de la dicha; había logrado su objetivo y yo me sentí bien de ayudar. Salvar una vida en esas circunstancias era demasiado importante. No era como antes que cada quien pensaba únicamente en si mismo.

Ahora todos éramos como hermanos y esta guerra era de todos.

Pronto una silueta se hizo visible; aún así no era Don Antonio, era otro chico quien venía. Un hombre joven .

—Jerjes —susurró Lena quien fue la primera en reconocerlo.

Todos estábamos atónitos el no debería estar aquí. Jerjes era el encargado del otro grupo; ellos deberían estar al otro extremo del pueblo.

—¿Que haces aquí? —interrogó Ofir ayudándolo a bajar de la cuerda—. Deberías estar casi llegado a nuestro punto de encuentro.

—Hay demasiadas Sloper —respondió bajándose de la soga—. Hay un ejército completo allí afuera. Exterminaron a todos los que quedaban; sólo sobrevivimos la familia de Reu y yo. Esta parte del río es lo único que no esta vigilado.

—No puede ser —se lamentó Ofir mientras se frotaba la sien—. Debemos irnos pronto.

—Gracias por no irse —dijo Jerjes mientras con su linterna le daba la señal a los demás para que siguieran avanzando por la cuerda.

—Dale las gracias a Ofir —contesto Ian encogiéndose de hombros—. El fue el que insistió en que debíamos quedarnos y ayudar a Don Antonio.

—Gracias —añadió Jerjes.

Los dos muchachos se dieron un abrazo de unión. Al verlos me sentí muy bien de haberle hecho caso a Ofir. Si no hubiese sido por su persistencia nos hubiésemos ido; y Jerjes y los demás no hubieran sobrevivido.

 
***

 
La noche es totalmente fría. La lluvia cesó sin embargo todos teníamos el cuerpo totalmente ensopado. Debíamos secarnos pronto o moriríamos de hipotermia.

Ahora nuestro grupo es de 11 personas. Debíamos caminar con cautela y mucho cuidado. No sabíamos cuantas cosas de esas habían cerca.

La tensión entre los chicos era evidente. Últimamente habían habido muchos choques entre ellos. Tanta testosterona junta era perjudicial para la salud de cualquiera.

Por otra parte Ian y Lena andaban distantes. Cosa extraña entre ellos ya que solían ser muy cariñosos.

Me quedé un poco atrás del grupo para poder hablar con Lena. Me preocupaba la actitud que tenía.

—¿Estas bien? —inquirí hacia mi hermana—.Te notó preocupada.

Lena no dijo nada y siguió caminando como si no hubiera oído mis palabras.

— Lena ¿Estas bien? —volví a preguntar.

—¿Cómo quieres que este? —refuto frenando en seco. Pude notar su tono de molestia—.  Estamos cada cinco minutos a punto de morir. Perdimos a las niñas y a papá, y tú quieres que este bien. ¿Eres estúpida o te haces la tonta?

—¡Basta! —exclame frenándola en seco—. Sabes que no tengo la culpa de lo que paso. ¿Crees que no me duele no saber en donde están las niñas y nuestro padre?, no sabemos que le sucedió a Jordán. ¿Crees que estoy feliz en esta situación?.  No seas insensata e intenta portarte de una forma madura por primera vez en tu vida. Y la última cosa: yo tampoco tengo la culpa de que estés embarazada.

—Es que… no se como vamos a sobrevivir a esto —me reclamó entre lágrimas haciendo que se me estrujara el corazón y me arrepintiera de lo que acababa de decirle—. ¿Como vamos a vencer a algo que no sabemos ni siquiera que es?

Ilumine con mi linterna parte de su rostro para poder verla a los ojos.

—Unidos, juntos podemos vencer lo que sea —le dije y se que sonaba a discurso barato; pero lo creía en verdad—. Acuérdate como pasamos el río; dependíamos los unos de los otros. Así será esta guerra, la venceremos juntos.

—¿Tu estarás conmigo? —añadió Lena. Sus ojos eran asustadizos; parecía una niña pequeña—. ¿O vas a dejarme sola?, como el resto del mundo.

—¿Ian te dejó sola? —cuestione acercándome a ella para que nadie pudiera oírnos—. ¿Le contaste de tú embarazo?

—No. El aún no lo sabe —respondió mirando hacia adelante; donde Ian se encontraba hablando con Ofir—. Creo que no es el momento.

Mire a los chicos y aún con la poca iluminación que había me di cuenta que ellos nos miraban. Nos observaban como si estuviesen hablando también de nosotras.

Quizá Ian le contaba a Ofir acerca de la relación que sostenía con mi hermana.

—¿Y cuándo lo será? —pregunté cruzándome de brazos—. Debes decírselo pronto. El bebé necesita en estos momentos que sus padres estén juntos.

—Tienes razón —concedió agachando la cabeza—.Se lo diré cuando crea que es el momento oportuno.

—Es tu decisión —dije frunciendo el seño—. Sólo tu decides.

—No me has respondido: ¿Estarás conmigo? —los ojos de mi hermana me miraron con fijeza.

—Hasta el día que me muera —respondí tomando su mano.

—¿Y si antes muero yo? —replicó mi hermana.

—Entonces: sostendré tú mano hasta el último aliento...
 
 
 
 

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