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CAPÍTULO 7

Pase horas buscando algo que se asemejara a los dibujos que Ofir había hecho. Alguna pista, pero no había nada.

De repente pase a una página que me pareció interesante.

En ella estaba el relato de un hombre que aseguraba haber visto un objeto volador que desprendía una luz roja. Su esposa también había afirmado que una nave de un color carmesí intenso se había posado en el cielo; justo encima de su casa. Lo más escalofriante era que la pareja relataba como esa nave se llevó a su hijo: un joven de tan solo 16 años. Según ellos el muchacho había sido abducido. Los tacharon de locos cerca de 1992. Era lo único que había y que tenía cierta semejanza con nuestro caso.

Pase la página y me quede helada. La mujer había dibujado la escena y era idéntica a lo que Ofir había hecho. No eran parecidas, eran prácticamente el mismo dibujo.

Al pie de la página había un escrito que decía: “hoy los Shiyloper se llevaron a mi hijo, pronto vendrán por más”.

Salté de la cama. Sentí un tironazo en la pierna más sin embargo no podía quedarme quieta. En esas situaciones cualquier ayuda era de mucha importancia. Me coloque unas botas negras que Ofir había traído con la ropa.

Cuando puse el pie en el suelo el dolor de mi pierna se hizo presente en forma de punzadas. Camine lentamente y no pude evitar cojear.

Salí hacia la improvisada sala de operaciones. Reu y Jerjes estaban arreglando la radio sin éxito alguno; mientras los demás trazaban líneas sobre el mapa del pueblo.

—Muchachos encontré algo —informe entrando al cuartillo.

Me acerque a el improvisado escritorio y abrí el libro. Todos se acercaron a ver que era lo que ocurría.

—Son ellos —soltó Ofir con amargura. Recordar ese suceso hacia que la melancolía volviera a su voz—. Estoy seguro.

—“Shiyloper” —leyó Ian en voz alta—. ¿Que se suponen que son?

—No lo sé. Es la única información que encontré —respondí mirando a el chico—. Al menos sabemos sus nombres.

—Busquemos en los índices de cada uno de los libros. Tal vez con su nombre hay algo más—sugirió Azur.

Ofir cogió uno de los tomos y empezó a buscar con ayuda de Ian. Yo hice lo mismo con Azur. Jerjes y Reu se dedicaron a buscar en otro libro. Miramos por un rato en cada tomo, al parecer no había nada.

—¡Miren! —gritó Ofir señalando el tomo que el sostenía en sus manos—. Aquí dice que hay decenas de personas que antes del 2000 aseguraron haber visto estas cosas. Y también habían de las Sloper; sus máquinas asesinas.

—¿Que más dice? —investigó Jerjes llegando a el lado de Ofir.

—Dice que todos los relatos tienen las mismas características y lo más misterioso fue que ocurrieron en distintas partes del mundo; todos en el mismo día —respondió Ofir. Trague saliva esto era realmente horrible—. Es como si estuvieran...

—Conectados —interrumpí rascándome la cabeza—. Nos estaban vigilando.

—Necesitamos más información. Si tan sólo tuviéramos acceso a Internet —se lamentó Ian.

El muchacho empezó a caminar de un lado a otro desesperado.

—No hay señal de ningún tipo —continuó Azur—. Necesitamos otro libro y se en donde encontrarlo.

—No creo que sea una buena idea. ¡Ese tipo estaba loco! —refuto Jerjes negando con la cabeza.

—¡Claro Don Joaquín!, lo tacharon de loco porque se la pasaba hablando de extraterrestres y cosas así —agregó Reu—. Fui una vez a su casa a llevarle un domicilio de la farmacia. Fue cuando sucedió lo de la epidemia. Y desde la puerta vi  una sala llena de libros. Ahí puede haber algo.

—Yo entre a su casa durante la campaña de mi padre —comentó Jerjes—. Y si; allí hay solo libros de seres de otros planetas. Yo mismo los estuve mirando.

—Tendremos que salir —indicó Ian mirando el mapa—. Y tendrá que ser hoy.

Ian colocó una marca roja en donde estaba la casa de Don Joaquín.

—La casa esta muy lejos. Deben ir dos personas que sean lo suficientemente rápidas para ir y venir en una sola noche —sugerí. Obviamente esta vez no me iba ofrecer—. Pero la casa esta aquí —dije señalando el mapa—. Cerca de donde ustedes trazaron una de las líneas de escape.

—El grupo que vaya por esta línea, entrará a la casa de don Joaquín por más información —determinó Ian. Esa era una buena idea así ahorraríamos tiempo—. Tendrán que hacerlo lo más rápido posible.

—Ya tenemos los grupos, iremos de a 6; tres hombres, dos mujeres y un niño —añadió Azur. Habían repartido a las personas lo mejor que se podía—. Yo me encargaré de repartir las provisiones de cada grupo.

—Bueno. Ya estamos —resolvió Ian—. Que Dios nos ayude.

 
 
***

 
Estaba lista, la pierna me dolía pero no me importaba. Tenía que aguantar, era eso o quedarme a morir ahogada. Cada uno llevaba una mochila a su espalda con provisiones, medicamentos y enceres de primera necesidad.

Debía agradecerle a Azur que intercedió para que mi maleta no fuese tan pesada, ya que no podía hacer mucho esfuerzo. El camino era largo; 8 kilómetros hasta nuestro punto de encuentro. Luego de reunirnos todos allí tendríamos que seguir caminando.

Ian y Azur estaban a la cabeza de nuestro grupo. Eran ellos quienes llevaban las armas. Al final sólo hicimos dos grupos de a siete. Cuatro personas no tuvieron el valor de dejar el sumidero y decidieron quedarse así se condenaran a muerte.

El miedo se había convertido en su peor enemigo.

Ofir y don Antonio llevaban los víveres más importantes. Mientras Lena y yo llevábamos el mapa, medicamentos, agua y demás.

Tobi era el encargado de la radio y por supuesto de llevar a Kike. Jamás lo abandonaríamos. El hacía parte de nuestra familia.

Salimos de a uno; fue tocar la superficie y nos empapamos por completo. Las lluvias habían  aumentado y lo seguirían haciendo hasta fin de mes. No había salvación, quedarse en la cloaca era una muerte segura.

Abandonamos la cloaca por diferentes puntos para así no convertirnos en un objetivo fácil.

Era extraño sentir la soledad del lugar en el cual crecí. No había nadie ni siquiera perros o gatos. Todo estaba en la más absoluta y abrumadora soledad.

Eran aproximadamente las 3 de la mañana. A esa hora ellos hacían menos controles. El otro grupo había salido 40 minutos antes de nosotros. Al parecer todo había ido bien. No teníamos manera de comunicarnos con ellos. Así que estamos a tientas.

Mantuve a Tobías y a Lena lo más cerca posible. Todos sabíamos que ante un eventual ataque; nuestra única oportunidad era dividirnos.
Las armas que llevaban los muchachos podían ser letales para nosotros pero no para ellos.

Tendríamos que caminar 2 kilómetros y luego hacer un alto. Allí Ian y Azur entrarían a la casa de Don Joaquín por la información que necesitábamos.

—Shiiii —la voz de Ian me saco de mis cavilaciones—. Todos estecen quietos.

Las Sloper se guiaban por el movimiento y el sonido. A lo lejos vi la luz roja que se desprendía de ella. Aún bajo la lluvia podíamos ver su reflejo.

—Colóquense los audífonos —ordenó Azur en voz baja—. Y esperen mi señal.

Seguimos en el más absoluto sigilo. Salir del pueblo era la parte más difícil. Azur abrió una puerta de una vieja casa la cual daba justo al río. La atravesamos con cuidado; llevaba a Tobías y a Lena tomados de la mano. Debía protegernos todo el tiempo. Más ahora que dentro de Lena había una vida más.

Nuestra ruta de escape era una de las menos vigiladas por el hecho de ser una de las peligrosas debido a el terreno. Al atravesar la casa el camino descendió bruscamente ya que nos aproximábamos a el rio. Habían muchas rocas y lodo en el camino.

No podía oír nada ni siquiera el sonido del río. Más  pronto tuvimos frente de nosotros al inmenso coloso de piedra y agua.

La creciente del río estaba en pleno apogeo. Era casi imposible atravesarlo; sin embargo ahora todo tenía que ser posible.

Previmos este hecho por lo cual ideamos un plan. Todo dependía de que esté funcionará y de nuestra habilidad para sortear el agua. Un punto en mi contra ya que sólo sabía patalear sin ritmo alguno. Nunca tuve oportunidad de aprender a nadar.

La cuerda que Ofir sostenía era nuestra única opción. El muchacho debía hacerla llegar desde un árbol al otro lado. Todos vimos con frustración cómo después de tres intentos no lograba llegar a la orilla. El río era demasiado ancho y Ofir no poseía la fuerza necesaria. Después Azur e Ian lo intentaron; todo en vano.

La cuerda aunque hubiese llegado a la orilla no tenia en que sostenerse con firmeza. Sólo una piedra atada en la punta de la cuerda no era un peso considerable.

—Ya casi amanece ¡Es ahora o nunca! —exclamó Ian quitándose los audífonos.

Para poder comunicarnos tocaba gritar; ya que el ruido del río no nos permitía escucharnos entre sí.

—No hay manera de que lleguemos a la otra orilla —refuto Ofir mirándonos con seriedad—. A menos de que…

—¿De qué? —pregunto Azur.

—Pasar el río a el tiempo. Quiero decir nos atamos entre si para evitar que la corriente nos arrastre —propuso Ofir.

Era una idea descabellada. Sin embargo no teníamos de otra.

—Eso suena a suicidio. Pero al parecer es la única opción —concluyó Ian.

Mire a mis hermanos; Tobi era aun un niño y Lena estaba embarazada un esfuerzo de más podría poner en riesgo la vida de ella y la del bebé. No podía dejar de preocuparme por ellos. Aún así no me atreví a refutar su plan. Debíamos movernos y rápido.

Llevábamos los víveres y demás cosas entre bolsas para que no se mojaran. Sólo me preocupaba la corriente; estaba demasiado fuerte como para dejarnos pasar invictos. Tenia miedo de que pudiéramos ahogarnos.

Nos aseguramos de que todos quedáramos bien sujetos. Si alguien se soltaba sería arrastrado por la corriente.

Até la jaula de Kike a mi mochila. Luego envolví todo el equipo con una bolsa. Sólo esperaba que Kike pudiera aguantar, y la avecilla no se ahogara por falta de aire.

Ian saltó a la turbulenta corriente; el era el primero. El muchacho logró asirse a una roca. Se notaba el esfuerzo que estaba haciendo para no ser arrastrado por la corriente. Luego Azur le siguió; Ofir me ayudó a sostener la cuerda para que Azur no me arrastrará con el.

Ian lo ayudó a llegar hasta donde el se encontraba. No paraba de llover y entre más tiempo pasaba más agua descendía por el afluente.

Entonces Ian se soltó y se dirigió hasta otra roca. Desde allí no podía oír ni ver nada con claridad, pero al parecer el plan estaba funcionando. Podía ver el esfuerzo que hacia Azur para no ser arrastrado por la corriente. Todo su cuerpo estaba cubierto por el agua. Hizo la señal con su mano que indicaba que ahora seguía yo. Le dediqué una mirada a Tobías quien me observaba con sus ojos muy abiertos. Luego mire a Lena; hoy podíamos morir.

—Tranquilos —añadí abrazándolos—. Todo va a estar bien. No se preocupen.

—Ten cuidado Isi —me recomendó Ofir.

Mis lágrimas se confundieron con la abundante lluvia. Me aleje de ellos y no fui capaz de verlos de nuevo. Cerré los ojos y me lancé a el rio.

La corriente me arrastro cuesta abajo. El agua estaba sucia y fría. Cerré con fuerza la boca para evitar que se me llenará de agua.

Me sostuve de la cuerda y moví mis pies hacia arriba.  Sentí la mano de Azur sobre mi muñeca, el chico me halo con fuerza y logre salir hacia donde el se encontraba. Con mi mano libre me aferre a la roca; cada vez era más difícil. La corriente golpeo mi cara impidiéndome ver bien. El agua ingresó a mis ojos y el escozor se volvió insoportable. Ni siquiera podía abrirlos para ver el rostro de Azur.

—¡Sostente! —gritó Azur.

Intente hacerlo sin embargo los dedos me dolían de la fuerza que estaba haciendo.

Asentí con la cabeza a pesar del dolor que sentía. A lo lejos vi que Ian ya casi lograba llegar a la orilla. Ahora entre los dos sostendríamos a Azur; cerré los ojos y me aferre a la roca. Mi vida y la de los demás dependían de ello. El tironazo fue mas brusco de lo que me imaginé y la cuerda me quemo el abdomen. Eso no me importó, era por mi familia; todo era por ellos.

Azur logró alcanzar a Ian. Ahora me arrepentía de no haberle dado mi lugar a Ofir cuando el se ofreció a reemplazarme. Preferí que Ofir se quedará atrás cuidando a mis hermanos. El tenía armas y sabía usarlas. En cambio yo jamás había tenido una arma de fuego entre mis manos; así que no tenia ni idea de como disparar.

Don Antonio también quería venir de tercero. Pero El hombre tenía una mano fracturada así que yo lo hice. Eso de ofrecerme para todo me estaba constando caro. Creo que erala ultima vez que lo hacia.

Azur indicó con su mano que todo estaba bien. Esa era la señal que necesitaba para darle luz verde a Lena y Tobías. Entre Ofir y yo tendríamos que sostenerlos; era más difícil ya que ellos eran dos y pesaban mucho más.

Me aferre con más fuerza a la roca. El agua me golpeó con más furia el rostro. No podía ver casi nada, pero el tironazo si lo sentí; con todo y eso tuve que sostenerme con una sola mano.

Porque con mi mano libre tenia que tirar hacia mi la cuerda. Pronto sentí la mano de Lena asirse a mi brazo. Ella y el pequeño Tobías estaban totalmente mojados; no tenían nada seco.

No tuve tiempo de decirles nada;  porque la roca que no vi venir por andar distraída verificando que no estuvieran heridos me golpeó tan fuerte la cabeza que me hizo perder el equilibrio: me solté por completo y caí a la corriente. El agua entró por mi nariz y me quemo la garganta.

Alcance a oír un grito de espanto de parte de Lena. Patalee en busca de aire e impulse mi cabeza hacia arriba. Tenia tanto miedo que no era capaz de pensar con cabeza fría.

Pude ver a Azur quien se esforzaba por sacarme de la corriente. Me agarre fuerte a la cuerda y avance con rapidez. Cerré los ojos y solo me guie por mi instinto de supervivencia.

Logre serenarme al llegar donde Azur; quien me tomó de la mano y me ayudó a sostenerme de la roca. Sentí un alivio enorme y pude volver a respirar con tranquilidad. Vi a Ian y note que le faltaba poco para llegar; un salto más y estaría en la orilla.

Agradecí a Dios por haberme salvado esa vez.
 

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