CAPÍTULO 35
—Hola —me saludó Ofir entrando a la tienda—.Vi a Cebrián y a su padre salir de aquí, ¿Qué querían?
Dude por un momento que contestarle. Debía ser muy prudente con lo que le decía. Note que traía una pequeña cajilla de color rojo en las manos.
—Vinieron a preguntarme si aun quería trabajar con la primera dama —mentí.
Me sentí mal de hacerlo, sobretodo con el que se había portado tan incondicional conmigo.
Sin embargo aún no era el momento de contarle la verdad.
—Viajaremos al centro de Rick Vaill, al Castillo, la señora esta allí.
—Si lo se. Nosotros también viajaremos, allí recibiremos entrenamiento, además en ese lugar está el centro de mando —la mirada de Ofir bajo a sus manos.
—¿Qué traes allí? —cuestione intentando cambiar de tema—. No descansaste mucho o si.
—Solo un poquito y aquí te traigo algo —susurro y sus mejillas se tiñeron de un color rojizo—. Espero que te guste.
—¿Qué es? —interrogué alcanzando la cajita.
Me sentí tan emocionada de destapar un regalo. Quite la tapa y vi tres chocolates dorados. Permanecían con su envoltura de fábrica. En medio de ellos había una nota. Era una carta escrita en un papel de color azul. Me encantaban los chocolates y las cartas me parecían tan románticas.
—¡Chocolates! —exclame en tono alegre—. ¿En dónde los conseguiste?
—Fue difícil, pero sabía que te gustaban. Lo supe desde aquel día en la cloaca —añadió con timidez—, cuando te envíe una barra de chocolate con Azur.
—¿Fuiste tú?
—Si, yo había conseguido esa barra y la tenía guardada —me contó Ofir—. Como vi que ese día no comiste nada decidí dártela. Si no que sentía vergüenza de mi mismo y decidí mandártela con Azur.
—¡El muy idiota no dijo nada! —replique—. Y yo creyendo que había sido un regalo suyo.
—El jamás compartía nada —agregó Ofir—. Pero no hablemos más de él; no quiero que se te dañe el día.
Hablar de Azur me causaba úlcera. El era un mal recuerdo que quería dejar en el olvido.
—Tienes razón, ¿Y esto? —pregunté alzando la nota.
—Quise hacerte un regalo… —Ofir dudo por un momento—. Y lo de la carta es porque quiero decirte algo, y busque una manera diferente de hacerlo. Léela por favor, se que puede que este no sea el momento pero no puedo esperar más.
—Esta bien —añadí emocionada—. ¿Quieres que la lea en voz alta?
—No por favor —rechazo de inmediato Ofir echándose a reír—. Me da pena, léela mentalmente. Espero no parecerte demasiado cursi y tonto, y todas esas cosas que a veces a las mujeres no les gusta.
Abrí la hoja y comencé a leer. Ofir tenía la letra un poco fea, o a decir verdad era espantosa. Pero lo importante era el contenido.
“No soy tan valiente,
como para ocultar lo que me haces sentir;
tu sonrisa es un aliciente para mi,
y tus ojos me hablan de un futuro feliz.
Eres lo mejor que tengo,
y lo único por lo que vivo.
Ruego a Dios que siempre estés conmigo, para ver esos ojos,
tan dulces y cálidos,
hasta el final de mis días.
Infinito y eterno amor,
viven en mi desde que te vi.
Amanecer sin ti no vale nada,
anochecer contigo lo es todo.
La aurora del horizonte carece de variedad sin tu presencia;
la mañana sin ti es sólo oscuridad,
oscuridad perpleja que me golpea inclemente ante tu rechazo,
no te has dado cuenta aun de lo tanto que te amo.
Sin embargo voy a esperarte;
cuando se ama de verdad, el tiempo no existe
sólo tu, en mi mente y en mi alma.
Voy a preguntarte algo, aunque peque de insolente:
¿Quieres ser mi novia?
Yo esperaré la respuesta
No importa si es hoy,
O si es mañana…
O tal vez dentro de un tiempo
Lo único que espero es que sea si…
Te amo con todo mi ser Ofir”.
Doble suavemente la carta y debía reconocer que me quedé sin palabras. Nunca nadie me había escrito algo. Los hombres de hoy en día no eran tan románticos como lo era Ofir. El había demostrado que era muy diferente.
—¿Te gustó? —inquirió.
Levante la cabeza y me obligue a mirarlo a los ojos. Su expresión era como la de un niño pequeño que espera que su profesora le diga que su tarea esta bien.
—Si, esta muy linda —respondí mirándolo a los ojos, en su boca se dibujó una media sonrisa—. Me gustó mucho, nunca nadie me había dedicado algo tan bonito.
—Intenté plasmar en esta carta todo lo que siento por ti —susurro Ofir tomando mi mano.
Me hice a un lado y se sentó en la camilla junto a mí.
—Y se que me dijiste que sólo querías que fuéramos amigos; aun así yo tengo toda la paciencia del mundo para esperarte.
—Gracias eres demasiado comprensivo —murmure mientras el besaba mi mano—. Pero era precisamente esa la sorpresa que te tenía… creo que estoy lista, además quiero.
Ofir llevaba puesto un pantalón negro con una camiseta blanca. No comprendía como una vestimenta tan sencilla lo hiciera ver como el hombre más atractivo de todo el campamento.
Podia taparse tan sólo con una sábana y el simplemente seguiría viéndose como un ángel.
Creo que mi mente estaba viajando a un sitio aún prohibido para ella.
—Lista ¿Para qué cariño? —preguntó enarcando una ceja.
Y era que con el todo era distinto, con el si sentía el empujón intuitivo, con el sí sentía la chispa, la emoción, el anhelo…
Que siempre me faltó con otros, con el lo sentía todo. Cada vez que tenía cerca a Ofir sentía deseo hacia él. A lo largo de mi vida nunca desee algo tanto como lo deseaba a él.
—Ya sabes —conteste y sentí que mis mejillas ardían—. Contigo si.
—¿Conmigo qué? —cuestionó Ofir, luego se echó a reír a carcajadas—. Amor, no te entiendo.
¿Por qué tenía que hacerme decir cosas que me avergonzaban?
El sabía a lo que me refería. No tenía porque repetírselo.
—¡Ay! —me queje echando la cabeza para atrás—. Sabes que me gustas mucho; me encantas y…
—Si yo lo sé —comentó.
Al ver que no era capaz de seguir hablando, me miro y sonrió con picardía.
—¿Por eso me diste un beso cuando me desmaye?¿Verdad?
—¿Te estabas haciendo el muerto? —repuse enojada.
Era imposible que me hubiese hecho pasar por esa angustia.
—No estaba muerto, pero si dormido y no me di cuenta —desvió la mirada—. No lo vayas a matar, pero fue Ian quien me conto lo que hiciste.
Tendría que ponerle una mordaza a Ian para que dejará de contar cosas que no le importaban.
—El me lo dijo porque yo pensaba no insistir más después de lo Indira, así que el me aseguro que tu si me querías. Y me conto lo de tu beso —lo mire entrecerrando los ojos, no pudo evitar echarse a reír—. A mi favor debo declarar que soy inocente, y que me debes un beso. Como verás ese no se vale.
—Es increíble —bufe colocando mi mano en la pierna de Ofir—. ¿Porqué Ian es tan lengua suelta y no se puede quedar callado?
El colocó su mano sobre la mía. Se acercó mucho más a mi.
—Ya vez … Pero y ¿Lo de mi beso?
Percibí como tragaba saliva. Sus ojos bajaron hacia mis labios y luego se mordió el labio inferior de manera seductora.
—¡Ofir! —replique, sentí que me sonrojaba de nuevo.
—Si quieres me puedo hacer el dormido —su nariz toco la mía con suavidad—. Para que hagas conmigo lo que quieras.
—Yo no me aproveché de ti —añadí sonriendo—. Tu eres el que siempre intenta estar encima de mi.
Ofir lanzó una carcajada. Su aliento me tocó el rostro; olía a fresas. Cerré los ojos ante aquella suave brisa refrescante.
—Tienes toda la razón. La culpa es mía por no resistirme a tu belleza. Y aún me debes un beso; más los que he dejado de darte todo este tiempo.
—Ofir por favor.
—Bueno, dejemos así —concedió acariciando mi rostro.
Sus manos eran suaves y tibias.
—Más sin embargo no me has dicho cual era mi sorpresa.
—Desde antes que me lo pidieras, yo ya había decidido decirte que si —juguetee nerviosamente con mis manos—, que si quería iniciar una relación contigo.
—¿Me amas Isi?
—No lo sé —contesté.
No era una experta para saber como se sentía amar.
—Siento tantas cosas por ti que no se que nombre ponerle a los sentimientos que me despiertas.
—Tal vez ya estás enamorada de mi, sólo que no lo vez.
—Tal vez tengas razón y ya te ame sin saberlo.
Ofir sonrió plenamente, sus ojos brillaron de esa manera tan especial y hermosa.
Sus labios rozaron la punta de mi nariz y luego bajaron a mi boca. Cerré mis ojos y me entregue por completo a la abrumadora sensación de felicidad y emoción, esa señal era lo que necesitaba para comprobar que no me equivocaba.
Ofir era todo lo que esperaba en un hombre, el era simplemente el indicado.
Sus labios sabían a fresas mezcladas con amor. Mucho amor de parte de los dos. Me aferre a su cuello para evitar que quisiera escaparse de mi. Aunque creo que eso no iba a pasar. El acarició mi cintura enterrando la yema de sus dedos en mi piel.
Nuestras lenguas se unieron en una batalla de choques y caricias, en la cual ninguna salía ganadora. Los siguientes minutos se me hicieron pocos; deseaba besarlo todo el tiempo que fuera posible.
Mi cuerpo había dejado de temblar y ahora una extraña pero reconfortante calidez me envolvía y se acentuaba en zonas que no podía nombrar.
Él se alejó un poco mientras mordía mi labio inferior con delicadeza. Jadee buscando aire ya que me había dejado sin aliento. El volvió a besarme con más ímpetu haciendo que nuestros labios se fundieran apasionadamente.
Sus manos alcanzaron mis caderas y me acercaron más a su cuerpo. El se hallaba tenso y muy ansioso.
Me aleje de el y lo mire a los ojos. Él unió su frente con la mía mientras intentaba recuperar la compostura.
—Adoro todo de ti —confesó—, me gustas tanto que me vuelves loco. Me encanta tu sonrisa, tus labios, la forma en la que brillan tus ojos cuando te gusta algo. La manera en la cual antepones el bienestar de los demás por encima del tuyo. Tu valentía es inigualable. Eres todo lo que siempre quise tener.
Esboce una gran sonrisa y el volvió a besarme impidiéndome hablar. En momentos como ese las palabras sobraban.
Después de extasiarnos por un largo rato en el cual me permití explorar su boca más de lo que era conveniente decidimos descansar un poco.
Ofir tenía los labios enrojecidos e hinchados, me toque los míos y verifique que estaban igual. El sonrió con malicia mientras una de sus manos recorría la parte baja de mi pierna.
—¿Te vas a quedar esta noche conmigo? —pregunté.
—Si lo deseas claro que si —respondió.
Sus ojos recorrieron mi cuerpo que tan sólo se encontraba cubierto por una bata blanca.
—Esa es una propuesta que no soy capaz de rechazar.
—No me mires así, estamos en un sitio público y no va a pasar nada de lo que te imaginas —aclaré.
Me dio vergüenza notar cierto titubeo en mi voz.
—No me estoy imaginando nada —comentó en voz baja—. Además está no sería la primera vez que dormimos juntos.
—Yo espero que no sea la última.
—Así será; Y puedes estar tranquila, no intentaré hacer nada inapropiado.
—Sé que no lo harás.
Llevaba tanto tiempo durmiendo que no tenía ni una pizca de sueño. Me acomode en el pecho de Ofir y el entrelazo su mano con la mía a la vez que depositaba besos en mi cabeza.
No pasó mucho tiempo para que el se quedara completamente dormido. La paz que sentía en esos momentos no se comparaba con nada.
Los Shiyloper me habían quitado muchas cosas; menos la capacidad de amar y de ser amada. Ofir me había demostrado que el amor es como una flor que nace en medio del fango. Como un rayo de luz que se cuela entre la niebla.
El amor era todo eso. El amor era esperanza.
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