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CAPÍTULO 28

Termine de salir del lugar. Nunca me sentí tan juzgada en mi vida. Además lo que más me dolía era que Jordán ni siquiera había levantado la cabeza para defenderme. Por el hubiera permitido que me llevarán a quien sabe donde. Hasta el presidente y su hijo me habían defendido menos el.

Tanto tiempo soportando de todo, para que el general Marx me quisiera coger de conejillo de Indias. No iba a permitir nada que yo no quisiera. Yo ya no era la misma de antes, y mi carácter con tantos golpes de la vida se había forjado, como para permitirme un insulto más.

Lena venía a lo lejos acompañada de Jerjes. Había conseguido ropa limpia y se veía radiante: tan feliz que intenté cambiar mi cara para no agobiarla.

—Hola ¿Cómo te fue con el presidente? —cuestionó mi hermana—. Te ascendieron o algo así.

—Algo peor: me dieron de baja —contesté acariciando la barriguita de mi hermana—.Tuve una diferencia con uno de los generales y el mismo me hecho.

—¿Pero qué paso? ¿Porqué te saco del ejército? —preguntó Lena—. Pensé que te iban a ascender por tu excelente trabajo.

—No quiero hablar de eso, ahora debo quitarme el uniforme —me quedé mirando hacia la tienda del presidente—. Volví a ser una civil como lo era antes.

—Ven con nosotros —dijo Jerjes; quien a diferencia mía si había logrado conservar el suyo—. Allí hay una tienda en la cual puedes cambiarte. Lamentó que te hayan sacado del ejército, pensé que después de lo que Ian les dijo te iban a nombrar cabo.

—¿Ian? —repetí.

Claro el lo sabía todo, el estuvo conmigo desde el principio y sabia lo de mi catalepsia.

—¿Dónde esta el ahora?

—Debe estar con el doctor —respondió Jerjes señalando hacia una gran tienda de color verde—. Le iban a practicar unas pruebas de sangre o algo así. En aquella pequeña tienda de allá esta Ofir.

Pensaba ir a verlo. Deseaba saber como estaba. Lo vi muy mal y me preocupaba su estado.

—Ya veo, también desconfían de Ian —comenté en voz baja cruzándome de brazos—.  Supongo que los interrogaron al llegar aquí.

—Si, fueron demasiadas preguntas. Buscan algo que les sirva para combatir al enemigo.

—Jerjes, no buscan algo sino a alguien —agregue y aun sentía que me hervía la sangre—.  Creen que los Shiyloper infiltraron personas y que uno de nosotros puede hacer parte del enemigo.

—¿Por eso te dieron de baja? —repuso mi hermana sin poder creérselo—. Son muy tontos al creer que tu puedes ser uno de ellos.

—Si, pero eso ya no importa. Aquí lo verdaderamente importante es que ahora estamos a salvo. Por el momento no puedo hacer nada para que me reintegren al ejército —añadí caminando hacia la tienda—.  Voy a cambiarme e iré a ver a Ofir. Quiero saber como esta.

—¿Y Jordán? —interrogó Lena—. ¿Dónde está?

—Esta adentro. Sólo espero que a el no lo echen del ejército como a mí —añadí.

Me decepcionaba la manera de actuar de mi hermano. El hecho de que no hubiese tenido el valor suficiente de defenderme.

Tal vez era mejor así. Quizá Jordán no perdería su trabajo por no oponerse a lo que decían sus superiores.

En la tienda había ropa normal. Me quite el uniforme y lo dejé a un lado. Me sentía mal. Sabía que había exagerado con el general, sabía que debí ser más noble. Probablemente  quedarme callada para no perder mi posición.

No había nada que pudiera hacer, por ahora dejaría que todo surgiera como debía ser. Ya estábamos a salvo y eso era realmente lo importante. Lo mas probable era que yo no hubiera nacido para ser una soldado.

—Déjate el cabello suelto —murmuró Lena—. Así Ofir te va a ver más linda. Te ves preciosa. Lo vas a dejar con la boca abierta.

Debajo del uniforme no se veía tanto la delgadez que ahora tenía. Con la ropa de civil era diferente. Había bajado unos dos o tres kilos de peso. Me coloque un Jean oscuro ceñido a el cuerpo y una pequeña blusa suelta con un escote en pronunciado en forma de V.

—Esta bien —concedí peinándome con mis dedos—. Pero Ofir no creo que pueda ni siquiera verme. Lo vi muy mal, tal vez el no se recupere de esto.

—No seas ave de mal agüero —me regaño mi hermana—. El va a estar bien y espero que esta vez no lo rechaces.

—Lena yo creo que esta vez tienes razón. Llegó el momento de que me de una oportunidad con Ofir —concedí mientras me colocaba los zapatos. Esas si eran las mismas botas del uniforme—. El me ha demostrado que me quiere y yo también lo quiero mucho.

Mi hermana sonrió mientras me guiñaba un ojo. Siempre pensé que mi primer novio tenía que gustarle a toda mi familia. Ahora mi familia se reducía a dos personas y a esas dos personas Ofir les caía de maravilla.

—¿Qué crees que hiciste? —exacerbo Jordán entrando a la tienda.

Me sobresalte al verlo tan enojado. Estaba furioso, podía notarlo por el tono de su voz.

—¡Lena déjanos a solas!

—Pero Jordán…

—¡Que nos dejes a solas Lena!

Lena obedeció en el acto y nos dejó a solas. Saliendo con rapidez de la tienda. Jordán estaba totalmente fuera de si. No pensé que fuera a enfurecerse tanto por algo que en realidad no se me hacía tan grave.

—Lo siento, se que no debí reaccionar de esa manera —conteste de inmediato pero esto no suavizo su expresión—. ¿Que querías que hiciera?, ellos me atacaron como si yo fuera el enemigo. Yo sólo me defendí; nada más.

—¡No! —grito mi hermano tirando las cosas que estaban encima de la mesa.

Muy pocas veces lo había visto tan furico.

—No fue sólo eso. ¿Eres idiota o que te pasa?, por tu culpa perdí mi ascenso y la posibilidad de tener un alto cargo y convertirme en uno de los hombres de confianza del general. Eres una imbécil.

Nunca lo había visto reaccionar de esa forma. Mucho menos hablarme así, me estaba dando miedo la forma en la que lo estaba haciendo.

El nunca me había insultado. No importaba lo que yo hubiese hecho. El nunca lo hacia.

—Es lo único que te importa, ¿Y yo qué? —susurre conteniendo las ganas que tenía de llorar—. Se supone que antes de ser un soldado eres mi hermano y que yo debería ser más importante para ti, que un título, o un rango.

Logre tragar el nudo que tenía en la garganta. Logre hablar con más fluidez y menos dolor.

—No obstante me equivoqué y sabes que: no te preocupes. Iré a disculparme con el general Marx y el presidente LatHot, para que te den tu ascenso y así me puedas dejar en paz. El general Marx no me da confianza, pero si es lo que quieres voy a apoyarte como siempre lo he hecho.

—Isi, entiéndeme —musito mi hermano suavizando su voz—. La situación es muy difícil; si no consigo ascender tendremos menos posibilidades de sobrevivir. La comida es escasa, las armas, los medicamentos, todo. Sin este trabajo no podré protegerlas y es eso lo que quiero que medites.

Por su expresión supe que se había arrepentido de la forma en la que me habló.

—Cede un poco, por mi, por Lena y por el bebé. El Presidente no quiere obligarte a que te realices las pruebas. Pero si lo haces por las buenas ellos podrían reintegrarte al ejército. Piénsalo, el Presidente te está dando más importancia de la mereces y no se porqué. Si no aprovechas esta situación, Lena, tu y yo estaremos en graves problemas y pasaremos mucho trabajos aquí. Sabes que te quiero pero debes aprender a hacer caso y bajar la cabeza. A veces aunque no sea justo lo mejor es quedarse callado.

Pero es que…

La Isi callada y que aceptaba todo ya no estaba. Sin embargo por mi familia quizás podría ceder.

—Me haré las pruebas que ellos quieren —conteste mientras empezaba a caminar hacia la salida de la tienda—. Espero que eso sea suficiente para que no tengas problemas. Si el presidente lo permite hablaré con el para ofrecerle mis más sinceras disculpas. Ahora me voy debo ir a hablar con alguien.

—Isi yo…

No espere a que Jordán hablara. No quería escucharlo. Era mejor que el me diera un tiempo; necesitaba que se me pasará el enojo.

Me dirigí a una tienda de color blanco en la cual estaba Ofir. Necesitaba ver a Ofir y saber como se sentía. Además no deseaba volver a pelear con Jordán.

Ofir aparte de haberme demostrado que me amaba de verdad era muy inteligente, y se que sabría aconsejarme muy bien. Ojala y estuviese despierto para poder hablar.

No tenía muy claro que debía hacer. Mi hermano parecía tener toda la razón, aún así requería otra opinión. Ofir era una de las personas en las que más confiaba, su amor me hacía tener claro que nunca me traicionaría.

O eso creía yo… y una vez más estaba equivocada.

Al parecer los hombres que se me acercaban nunca se mostraban como eran. Lo comprobé por el apasionado beso que Ofir se estaba dando con Indira LatHot; la hija del Presidente.

Los ojos se me llenaron de sombras y la boca me supo a amargo. No pude soportar ver más.

Baje la cortina que servía como puerta de la tienda.

Antes Jordán y ahora esto.

Estaba llena de dolor y no pude evitar llorar. Otra vez me habían mentido. Recordé lo que alguna vez me dijo: “Lo único que me mantiene de pie es imaginarme un futuro junto a la mujer que amó”.

La mujer que Ofir amaba era Indira LatHot. Su enamoramiento hacia mi había sido pasajero tal como lo sospechaba.

Ese sentimiento se habia esfumado al volverse a encontrar con el verdadero amor. Me dio rabia ser tan tonta. Según el, yo lo era todo, yo tenía su amor y se besaba con otra.

¿Cómo se iba a enamorar de mi? Claro que no.

Se había mostrado distinto quizá lo único que quería era acostarse conmigo; pasar un buen rato y ya. De ahora en adelante no creería nada de lo que el me dijera.

Ofir no tenía porque mentirme, porque ilusionarme de esa forma para después hacerme a un lado.  El había roto por completo la confianza que le tenía.

Me seque las lágrimas y decidí entrar. Iba a hablar con el, dejaría en claro lo que pensaba y sobre todo le haría saber que ya se me había caído la venda de los ojos. Le reiteraría que jamás creería de nuevo en el.

—Indira por favor, como se te ocurre —le decía Ofir a la muchacha pero se quedo mudo apenas me vio entrar—. Isi, ¿Viniste a verme?

La mirada de Indira me hizo saber que posiblemente ella ya tenía conocimiento de las intenciones de Ofir, así que supongo que no le caía muy bien.

Esa mujer era muy hermosa. Y yo creo sería una modelo igual que el. Ella era  la mujer de sus sueños. No yo.

Los ojos de Ofir se clavaron en los míos. Si el me conocía un poquito ya debía deducir que estaba molesta.

El parecía estar muy bien. No tenía camisa y llevaba una venda en su herida. Estaba completamente limpio y aunque tenía una intravenosa puesta su aspecto era mucho mejor. Su rostro aún estaba pálido debido a la pérdida de sangre que tuvo. De resto se veía muy bien.

Bastante bien.

—Quería hablar contigo, a “solas” —agregue recalcando la palabra a solas.

Vi que Indira se acomodó al lado de Ofir, dispuesta a no irse. Si ella no salía en el próximo minuto la sacaría del cabello yo misma así eso me cerrará por completo las oportunidades que tenía de volver al Ejército.

—Si claro. Indira te puedes ir —añadió Ofir sin dejar de mirarme.

La mujer no se inmutó de donde estaba.

—Indira por favor vete…

—Pero yo...

—Yo nada —la interrumpió Ofir mirándola de lado—. No quiero ser grosero, pero déjame a solas con Isi.

La mujer salió del lugar, vuelta una bola de furia. Jamás volvería al ejército después de esto.

—¿Estás bien? —cuestionó Ofir.

¿Todavía tenia el descaro de preguntarlo?. Porque estaba convaleciente, osino se hubiese ganado una buena bofetada de mi parte.

El no tenía derecho a jugar con mis sentimientos de esa manera tan vil.

—Te vez tan hermosa.

Sus ojos me recorrieron de abajo hacia arriba; deteniéndose en mi cuerpo más de lo necesario.

El rostro me ardía pero no sabía si era por la forma en la que me miraba o por la rabia que tenía. Sus ojos se encontraron con los míos, desvié la mirada molesta.

—Isi acércate. Yo puedo explicarte que hacia Indira aquí.

Supongo que Ofir cayó en cuenta de que lo vi besándose con ella.

—Lo que vi no tiene ninguna explicación; asimismo no tienes nada que explicarme —replique cruzándome de brazos.

No pensaba moverme de donde estaba. No iba a exponerme a que me mirara con esos ojos inocentes y lograra convencerme de que lo que había visto no era nada, pues no pensaba caer de nuevo en sus redes.

—Vida mía por favor…

—¡No te atrevas a llamarme así de nuevo! —farfulle intentando desatar el nudo en mi garganta.

Mis ojos se llenaron de dolor, de dudas, de reproches.

—Puedes hacer con tu vida lo que se te de la gana. Yo sólo venía a ver que estuvieras bien, y veo que lo estas de sobra.

Tenía tanta rabia agolpada que simplemente deje que saliera a flote. Descargue toda mi furia contra Ofir y no sabía si después podría arrepentirme de ello.

—Voy a repetirte algo que por lo visto no te ha quedado muy claro. No voy a tener nada contigo, tu y yo sólo somos amigos. Si te ayude allí afuera fue sólo porque te lo debía, pero ahora estamos a mano. Ya no hay nada que me até a ti.

Vislumbre una tristeza profunda en sus ojos. La misma que había visto el día que lo conocí en la cloaca. La misma que vi el día que lo acusaron del robo y lo capturaron.

Intento levantarse de la camilla para detenerme aún así no pudo. El estaba muy débil y no podía moverse bien.

Salí de la tienda de inmediato, no quería escuchar más escusas baratas. Ofir no me merecía en lo más mínimo. No era mi ángel de la guarda, como yo lo creía. Se había caído totalmente del pedestal sobre el cual lo había puesto.

—Isi ¡ven yo puedo explicarte todo! —grito Ofir—. No me dejes así, ¡Vuelve por favor!

Me detuve justo al cerrar la puerta de la tienda. Quería volver ya que el me pedía a gritos que lo hiciera.

Mi corazón era demasiado débil y no quería atender las órdenes de mi cerebro. A pesar de ello hace unas horas atrás Ofir estaba que se moría, y ahora tenía alientos para besuquearse con esa mujer, era un idiota.

—Isi, ¡por favor ven! yo te quiero a ti…

Me flaquearon las piernas, y me abrace a mi misma para darme apoyo. Como era posible que pudiera seguir mintiendo.

¿Y si no mentía?

—¿Qué le pasa a el paciente? —interrogó un médico llegando a el lugar—. Se oye muy alterado.

El hombre venía junto a una enfermera y ambos entraron a el lugar. Me debatí entre irme o quedarme. Lo mejor sería acabar todo. Mi historia con Ofir terminaba allí.

Seguí caminando y decidí alejarme de ese sitio. Pensé que cuando llegará al Rick Vaill, todo iba a ser más tranquilo. Pero todo lo contrario; había tenido más problemas allí que afuera.

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