Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 27

Jordán me llevo a una tienda color azul muy grande y bonita. Habían muchas cosas allí, entre tantas una cama, una mesa y unas sillas. En la mesa habían varios libros y una lámpara de noche.

En el fondo había una improvisada ducha. Añoraba un buen baño.

—El coronel Cebrián, es ahora uno de los mejores. Ha sobrevivido a muchos ataques. Además ha derribado muchas máquinas. Cuando todo empezó no era más que un sargento, y ascendió rápidamente. Claro que debe ser también por su padre —me contó mi hermano sentándose en una silla—. Ve a bañarte tienes mucha suerte de que el haya permitido que te bañaras aquí. Viste como te miraba creo que le caíste bien.

—No lo se. Me pareció un poco extraño —comenté, mientras me quitaba los zapatos—.  Quédate aquí y vigila que nadie venga esto no tiene puertas.

La ducha estaba en pleno aire libre. Dentro de la tienda pero si alguien llegaba a venir me vería sin ningún tipo de impedimento.

—Esta bien, pero muévete; si viene el Coronel Cebrián no puedo evitarle la entrada a su propia tienda.  Aquí hay un uniforme limpio —agregó tirándome una bolsa—. Ojala sea de tu talla. Me daré la vuelta para que no te incomodes.

—Gracias —susurre.

Empecé a despojarme de mis prendas de vestir. Estaban hechas un asco. Me metí a la ducha. El agua que corría por mi cuerpo era tan refrescante. Sentirme limpia provocaba en mi una sensación indescriptible. Aunque me aseaba constantemente nunca pude hacerlo a gusto, además nos tocaba bañarnos muy rápido y con poco jabón.

Estar allí se sentía como estar en el cielo. Sin embargo no podía demorarme no correría el riesgo de que el coronel Cebrián me viera desnuda. Empaque mi ropa sucia en una bolsa y empecé a secarme.

—Jordán, lamentó lo de Fress —añadí mientras empezaba a vestirme.

Me di cuenta de las miradas que se hacían y pude notar que eran muy cercanos.

—En verdad lo siento.

—Teníamos una relación —susurro mirando el suelo—. Para mi el era muy importante. Pero el no estaba dispuesto a cargar con los señalamientos y estigmatizaciones. Lo quería mucho y estoy seguro de que pude llegar a amarlo, con todo y eso…

La voz se le cortó y pude notar que estaba llorando. Lo abrace por la espalda. Jordán era tan rudo como frágil y me dolía verlo sufrir de esa forma.

—La vida me recordó que estoy equivocado. Que una persona como yo no puede ser feliz.

—Claro que no es así —replique mirándolo a los ojos—. El mundo es el que esta equivocado, tu no. Eres un ser maravilloso y nadie es lo suficiente perfecto para juzgarte. Dios nos creo a todos, y el hecho de que tu orientación sexual sea distinta a lo que la sociedad espera, no te hace menos.

Jordán alzó la vista y clavo sus maravillosos ojos en los míos. Ojala el encontrará el amor se lo merecía después de tanto dolor.

—Tú no has cometido un delito para que agaches la mirada. Eres tan valioso como cualquier otro ser; sin importar que te gusten las personas de tu mismo sexo, y no quiero que te escondas más. Yo quiero que te permitas ser feliz.

—El uniforme es de tu talla —murmuró Jordán mirándome de arriba abajo—. Date la vuelta. Voy a peinarte.

Mi hermano se seco las lágrimas y empezó a peinar mi cabello.

—Jordán, por favor sabes que siempre te he apoyado. No quiero que sigas viviendo con miedo —le dije.

Yo lo amaba demasiado y quería que viviera a plenitud.

—Eso no es justo, ni para ti, ni para nadie.

—Lo haré, pero no será fácil. En el ejército no se acostumbran estos tipos de relaciones y ellos hasta podrían darme de baja —hizo una pausa y continuo peinando mi cabello con sus manos—. Y sabes que este es mi sueño. Siempre quise se militar y…

—No te preocupes —le interrumpí, no me gustaba que el mismo se estigmatizara—. ¿Crees que están en condiciones de exigir algo?

No pude verlo pero sabía que Jordán estaba negando con la cabeza.

—Nos están matando como si fuéramos cucarachas. El gobierno no va a prescindir de un miembro como tu, eres magnífico y ellos lo saben. Nos trajiste aquí, sólo con unas cuántas armas y unos soldados sin entrenamiento. El que seas homosexual no importa. Aquí lo único que importa es que eres uno de los mejores, y eso tu lo sabes mejor que yo.

—Quedaste hermosa —añadió mi hermano mirándome con ternura.

—Gracias, al menos estoy limpia. Voy a ver a Lena y a Ofir, me preocupa su estado. También a los demás muchachos a Ian, a Jerjes, a Reu ,a Amanda y al pequeño Juan. A los soldados Márquez y Albarraz, y…

—Isi ¿No lo sabes? —Jordán hizo una pausa—. Perdimos a todos, sólo somos nosotros.

—No…

—Reu esta destrozado. El también recibió un disparo en una pierna. A parte la muerte de su familia fue desastrosa —me contestó agachando la cabeza—. Fue una masacre. Las Sloper  fueron implacables.

—Son demasiado crueles —comente en voz baja.

Solo nosotros siete. Después de que éramos tantos, debía agradecerle a Dios por no abandonarme y permitirme estar con vida.

Me abrace a Jordán con todas mis fuerzas.  Empecé a llorar sin consuelo. Recordé mi vida y eso sólo le hacia más daño.

No creía nunca poder olvidar todo el daño que nos hicieron. Me faltaba mi familia como el aire para respirar. Y el pecho me dolía horrores como si mi corazón fuese a colapsar a causa del dolor. Cerré los ojos porque la improvisada habitación empezó a dar vueltas frente a mi.

—Sí no fuera por ti y por Lena estaría muerto ya.

La voz de Jordán hizo que abriera los ojos.

—¿De qué hablas?

Intente mirarlo pero el escondió su rostro en mi cabello. Percibí como se estremecía y sollozaba en mis brazos.

—El día que murió Tobías me sentí tan culpable que decidí… acabar con mi vida.

Deje escapar un quejido doloroso al escuchar esa confesión.

—Me aleje de allí y lleve mi arma para darme un tiro directo en la cabeza…

Abrí la boca para reclamarle pero luego las palabras que el dijo me silenciaron.

—Sin embargo te vi… a ti y a Lena. Ambas dormían en medio de todos. Y me di cuenta que no podía dejarlas solas. No en un mundo en guerra. Mi padre siempre me encomendó cuidarlos y yo no podía fallar a esa promesa —Jordán sollozo en mis brazos y me estrujo con más fuerza—. Entonces guarde mi arma y fui hasta donde ustedes dormían. Y tú te despertaste y lloraste en mis brazos. Y comprendí que ya no había nada que hacer por aquellos que se fueron pero todavía podría salvarlas a las dos.

Me aferre a del mientras mis lágrimas empapaban su uniforme.

—Gracias por no irte. Gracias por no abandonarnos.

Si Jordán se hubiese suicidado de seguro yo me hubiera hundido como un barco sin rumbo. Y entre los dos nos hubiésemos llevado a Lena.

—Isi.

Jordán al fin me miró a los ojos. Tenía la mirada enrojecida y las mejillas mojadas.

—No le digas nada a Lena, no es bueno que lo sepa.

—Tranquilo, ella no va a saber nada. Te lo prometo.

Jordán me dio un beso en la mejilla con delicadeza.

—Gracias pequeña. Ahora acompáñame a buscar algo de comer. Me estoy muriendo de hambre.

Le sonreí y el correspondió con ternura. De ahora en adelante Jordán y Lena se convertirían en mi todo. Ellos y Ofir.

Intentaría olvidar lo malo pero nunca olvidaría a mi familia fallecida. Sería un dolor constante que llevaría latente en cada parte de mi corazón.

—Algún día no se como pero voy a vengarme de ellos…

El odio en la voz de mi hermano no me gustaba.

—Algún día vamos a hacer justicia Jordán. Pero por el momento  debemos estar tranquilos —el asintió sin dejar de mirarme—. Solo espero que algún día podamos vencerlas. Que algún día volvamos a ser libres, como antes.

—Así será Osiris —nos interrumpió el coronel Cebrián.

Se encontraba en la entrada de la tienda. Ni siquiera me había fijado de que estaba allí. Me seque las lágrimas y me gire para tomar mi posición firme frente a el.

—Vengan conmigo, mi padre quiere hablar con ustedes.

—Si mi coronel —contesto Jordán. Luego me miro de reojo—. Iremos de inmediato.

El coronel salió de la tienda. Empezamos a caminar tras de el, a pesar de haberme bañado y estar segura las piernas seguían temblándome. Aun así necesitaba sacar el valor de cualquier parte en donde fuera que estuviera.

Sobretodo después de hablar con Jordán. De saber que estuve a punto de perder a mi hermano. Requería ser fuerte e iba a serlo.

Me inquietaba saber que era lo que estaba pasando y porque el padre del coronel Cebrián quería hablar con nosotros.

—¿Quién es su padre? —le pregunté a Jordán—. ¿Porqué crees que quiere vernos?

—Su padre es el Presidente LatHot y no tengo ni idea porque quiere vernos —respondió mi hermano arrugando el ceño—. Sólo espero que no sean mas problemas.

El campamento era enorme debían haber más de 150 personas. Algunos tenían trajes de médicos, otros eran mujeres y niños. La mayoría de los presentes eran soldados. Muchas miradas se fijaron en nosotros. Algunos curiosos clavaron sus ojos en nosotros más de lo necesario.

—El coronel es demasiado atractivo —comentó mi hermano en voz baja—. Vez como lo miran todas las mujeres.

—Si, pero es demasiado altivo —replique bajando la voz para que el hombre no pudiera oírnos—. Por eso llama la atención. Parece un pavo real.

—Viste como te miraba —agregó Jordán—Es obvio que les gustaste. Tienes mucha suerte con los hombres.

Arrugue la nariz y negué con la cabeza. El coronel me miraba extraño, si era verdad, pero no como un hombre mira a una mujer que le gusta. Además me conocía como de veinte minutos. Imposible gustarle a alguien en tan poco tiempo.

—No, el me miro diferente, fue como si estuviera sorprendido —recordé el momento en el que nos conocimos—. Su actitud me parece extraña. Además ¿De qué quiere hablar el Vicepresidente con nosotros?

—Presidente —me corrigió  de inmediato mi hermano—. Ahora el es nuestro presidente, y no tengo ni idea de que quiere hablar con nosotros.

—¿Pasá algo soldados? —cuestionó el coronel mirándonos con severidad—. No me gusta que hablen a mis espaldas.

—Y a mi no me gusta hablar de mis asuntos familiares con un desconocido —espete mirándolo fijamente. Sentí el suave codazo de Jordán—. Usted comprenderá mi coronel.

—Disculpe a la soldado por su osadía —intervino mi hermano.

Cual osadía ni que le hubiese dicho algo terrible.

—Ella se unió a nosotros hace pocos días y carece del entrenamiento militar adecuado.

El coronel Cebrián se dio la vuelta y siguió caminando. Llegamos hasta una gran tienda de color azul.

—Entren —indicó el coronel Cebrián—. El tiempo del señor presidente es limitado.

Con todo y mi comentario, pude notar que el coronel no se molestó. Entramos a la tienda detrás del coronel Cebrián.

El presidente se encontraba de espalda cerca a una mesa. Muchos militares de alto rango lo acompañaban, su hija también estaba con el. La chica estaba perfectamente arreglada y bien vestida.

Por un momento me sentí demasiado observada por ella, era como si le causará curiosidad.

—Señor presidente, aquí están los soldados que pidió ver —espetó el coronel.

¿Porqué el Presidente quería vernos?; eso era algo que no entendía.

Ambos nos quedamos inmóviles. Mire a Jordán; el estaba entrenado y sabía que hacer en este tipo de situaciones. Mi hermano siguió con su posición firme, luego me dedico una mirada de lado.

Ese gesto lo reconocí de inmediato; era el mismo que me hacía cuando siendo niños, hacia alguna travesura y yo tenía que cubrirlo con nuestros padres.

Hice lo que el esperaba y lo imite, copiando cada movimiento que el hacia. El Presidente se volteó lentamente. Cuando se unió a nosotros no tuve tiempo suficiente de detallarlo bien.

Pero ahora era diferente, porque sólo un metro de distancia nos separaba. Era muy parecido a el coronel Cebrián. Tenían la misma expresión, y tal vez su espíritu altamente altivo. Su rostro tenía unos rasgos que me parecieron familiares. Era como si su cara ya la hubiese visto antes.

Se acercó lentamente y se quedo mirándome por un largo rato. Esa era la misma mirada que me había dedicado el Coronel. Era como si estuviera asombrado y todavía no comprendía porque.

¿Quien era yo para que mi presencia les resultaba tan abrumadora?

—¿Supongo que tu eres Osiris? —pregunto el hombre mientras largaba un fuerte suspiro.

Su mirada recorrió mi rostro y luego fue a parar a mi cuello.

—Eres tan parecida a…

—Señor presidente —lo interrumpió su hijo—. He traído a  los soldados para que le hablen de como sobrevivieron a los Shiyloper.

—Acompáñenos necesitamos saber todo acerca de nuestros enemigos —dijo el hombre dirigiéndose de nuevo a la mesa.

Habían mapas, cartas y demás elementos que no pude reconocer muy bien. Los demás oficiales permanecían en silencio, esperando una orden de su nuevo presidente.

—Yo realizare el interrogatorio —añadió un hombre—. Soy el general Marx.

El general Marx se levanto de la mesa. El hombre debería tener más de 50 años. Era un tanto pequeño de estatura; aún así su expresión dura le daba un aspecto tenebroso y de altanería. Ese hombre era de respeto.

—Capitán Jordán, ¿A cuántos ataques directos de las Sloper sobrevivieron? —pregunto el general.

La mano izquierda del presidente iba y venía de un lado a otro, mientras jugaba con su lápiz.

—A muchos General  —contestó sin titubeos mi hermano.

—¿Cómo fueron esos ataques capitán?, ¿dígame cuáles fueron los más letales?—interrogó de nuevo el general.

—En el primero destruyeron todos nuestros convoyes. En el segundo logramos destruirlas con fuego. El tercero fue un ataque con gas, y el cuarto fue hace un momento; justo en las fronteras de esta ciudad.

—¿Y usted soldado Osiris? ¿ A cuántos ataques a sobrevivido? —investigó el presidente.

No esperaba que el interviniera en el interrogatorio.

El presidente poso su mirada en mi. Jamás me había sentido tan observada mucho menos por alguien tan importante.

—Por favor señor presidente le pido que no intervenga —añadió el general Marx—. Seré yo quien haga las preguntas.

El presidente asintió no muy convencido de hacerle caso a el general. Sin embargo no dijo nada mas.

—¿A cuántos ataques directos sobrevivió soldado? —repitió el general.

Calme mis nervios y me dediqué a responder.

—A seis general —agregue dispuesta a dejar ahí mi corta intervención.

—Uno de los soldados dice que usted sobrevivió a un ataque altamente directo de una Sloper  —inquirió el general.  Sus ojos iban y venían sobre mi rostro—. Además aseguran que usted apareció casi una semana después del primer día de la invasión; totalmente intacta y desubicada ¿En dónde estuvo esa semana?

Los ojos del hombre eran tan grandes que empecé a creer que saltaría sobre mi para morderme la yugular.

¿Qué iba responder ahora?

—¡¿En dónde estuvo esa semana soldado?! —exacerbo el general.

Si decía que debajo de mi cama sería una tontería. Nadie iba a creer eso. Creerían que estaba mintiendo y la furia del hombre aumentaría.

—Estaba escondida general —repuse intentando sonar tranquila.

No pensaba entrar en más detalles.

—¿Escondida?, ¿En dónde? —la voz del general cada vez era más grave.

—En…

Fui incapaz de contestar. Me sentía como si fuese una criminal ante un juez.

¿Y ahora yo que mal había hecho?

Trague saliva peor ni eso logró avivar mis palabras.

—¿Cómo es qué sobrevivió a tanto? —vocifero el general.

El coronel Cebrián abrió la boca para decir algo pero se contuvo ante la mirada del presidente.

—Sobreviví al ataque de las Sloper porque la suerte me ayudó.

Que respuesta más tonta acababa de dar. A mi favor debía decir que los nervios me estaban jugando una mala pasada.

—¡Esto no es de suerte soldado!, ¡Muchas personas más murieron y me es casi imposible creer que la suerte le ayudó para que no la asesinaran! —grito el general golpeando con fuerza la mesa, acto que provocó que me sobresaltara.

Mire a Jordán que se encontraba igual de estupefacto que yo. No entendía porque el general me atacaba de esa manera.

—Como verá soldado Osiris estamos investigando posibles infiltraciones enemigas en nuestro ejército, y su caso me resulta un poco singular…

¿Yo?

¿Una infiltrada?

Eso era lo más absurdo que había escuchado en mucho tiempo.

—¿Qué cree que esta haciendo? —lo interrumpió el Coronel Cebrián.

Su ceño se frunció y su expresión se endureció por completo. Por su gran tamaño daba miedo verlo así.

—No tiene porque tratar así a la soldado.

La hija del presidente me regalo una risita malintencionada. Esa mujer empezaba a no caerme bien.

—¡Basta coronel Cebrián! —exclamó el general sin siquiera mirarlo—. No se atreva a interrumpirme de nuevo. La soldado es incapaz de responder mis preguntas y eso me parece altamente sospechoso. Capturen a la soldado Osiris, y llévenla al  laboratorio. ¡Quiero una investigación a fondo para saber si le lavaron el cerebro!

Ese hombre estaba loco. Eso era suficiente. Quería que le respondiera pues iba a hacerlo.

—Eso no es lo correcto —refuto el presidente.

—No puede hacer eso —replique enojada y me valía un comino que el fuera un general —. Llevo semanas afuera tratando de sobrevivir. Se llevaron a mis hermanas, asesinaron a mi padre y a mi hermano, mataron a mis amigos, ¿Y usted se atreve a decir que soy uno de ellos?

La mirada del general se puso más dura que antes.

—Que se cree que es, al parecer a usted fue al que le lavaron el cerebro y no a mi. No sea inútil y gaste su tiempo en cosas que de verdad sean importantes. A mi déjenme en paz.

Los oficiales me miraban como si yo fuera el enemigo. Como si todo lo que hubiera pasado fuera mi culpa y eso no era así. La verdad era que las palabras me habían salido por si solas.

Camine enojada dispuesta a salir de ese lugar, pero dos soldados que se encontraban en la puerta de la tienda me lo impidieron. Cada uno dispuesto a llevar a cabo las órdenes del general.

—¡No se atrevan a tocarla! —rugió el coronel Cebrián.

Me sorprendió la posición que había tomado el coronel Cebrián. Su posición era firmé y no estaba dispuesto a ceder.

—¡Ya le dije que no se inmiscuya en mis decisiones! —bufó el general.

—No le hable de esa manera a mi hijo —intervino el presidente con calma—. Nadie va a capturar a la soldado Osiris. No tenemos suficientes pruebas para sospechar de ella. La muchacha se irá y es mi última palabra.

—Señor presidente le aconsejó…

—Es una orden general y lo mínimo que espero es que la obedezca —le interrumpió el presidente.

—Esta bien. No le haré las pruebas, pero un soldado que no acata órdenes no puede hacer parte del Ejército. Esta dada de baja soldado Osiris. Quítese ese uniforme, usted no nació para ser soldado. No lo mancille con su presencia.

—No siga general —le advirtió el presidente—. O tendrá que atenerse a las consecuencias. La soldado Osiris seguirá en el ejército porque yo así lo dispongo. Y ella estará bajo sus órdenes.

Eso sí que no. Nunca estaría bajo las órdenes de un hombre déspota y mal humorado. A parte de un misógino machista.

—No se preocupe señor presidente. No mancillare más este uniforme —le dije al presidente. Luego dirigí mi mirada a el general—. No estaré bajo su mando por ninguna circunstancia. No busque que yo atienda sus órdenes. Porque un hombre que por el simple hecho de tener un puesto que no le corresponde se cree mucho más que los demás, no merece mi más mínimo respeto.

—¡Esto va a constarle muy caro! —me amenazó el general.

—¡A quien va a costarle es a usted! —la voz del presidente resonó en toda la tienda—. Esta usted despedido de las fuerzas militares.

Antes de salir vi que el presidente se acercaba a el general. Allí adentro iba a arder Troya.

Y yo que había sido el caballo de Troya iba en huida. Prácticamente.
 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro