CAPÍTULO 26
—¡Llévate a mi hermana y ponla a salvo! —le grite a Jerjes.
Lena me miro con cara de terror.
—Me esconderé con Ofir a esperar que todo pase, ¡Vete ahora!
Jerjes asintió un poco dudoso, pero estaba decidida. Arrugue el ceño y lo mire con severidad. El muchacho de inmediato me hizo caso y agarró a mi hermana por la muñeca; sin dejarla reaccionar la condujo hacia donde se encontraban los demás.
Mire a lo lejos y no logre ver a Jordán ni a Ian. Ya no quedaba nadie que pudiera ayudarnos. Recosté a Ofir a una roca. Ella era lo bastante grande para poder cubrirnos.
Esa era la frontera y muchos de los misiles venían de adentro de ella. Eran dirigidos hacia las Sloper, pero eso no quería decir que no pudieran hacernos daño.
—Vete —murmuro Ofir tomando mi mano; sus ojos se estaban entrecerrando por el dolor—. Rick Vaill… esta a unos cuantos pasos.
—No te voy a abandonar —musite mirándolo fijamente—. Además después de que el vicepresidente pase la frontera tal vez las Sloper se vayan y todo se calme.
—Si eso fuera cierto no hubieras mandado a Jerjes para que se llevará a Lena —replicó Ofir; el acaricio mi rostro con su mano—. Las cosas van a ponerse peor.
—Más peor no sé pueden poner —exclame mirando por un costado—.Sólo tenemos que esperar.
—No me perdonaría si te sucediera algo por mi culpa —susurro Ofir recostándose a la roca—. Vete, por favor…
Estaba arriesgando mi vida por él, eso era verdad. Pero también era verdad que se lo debía. El había hecho lo mismo por mí, no podía abandonarlo. No podría vivir con ese cargo de conciencia. No podía siquiera concebir la idea de dejarlo. Prefería dejar que las Sloper me asesinaran antes que hacer eso.
—Debes…
—No Ofir, no me voy a ir. Estoy segura de que si yo estuviera en tu situación, tú nunca me dejarías.
—Claro que no. Prefiero morirme que estar sin ti.
—A mi me pasa igual. Así que no insistas.
Abrió los ojos para desarmarme con el azul profundo de su mirada. Suspire con fuerza y obligue a mi mente a buscar una solución para no perderlo.
Algo tendría que hacer.
Las Sloper me habían quitado muchas cosas. Menos a Ofir.
A el no.
De pronto un atisbo de esperanza alumbró mi mente. Algo que había visto y que podía funcionar.
Gracias películas de depredador.
—¿Las Sloper nos detectan por el calor corporal? Verdad —cuestione hacia Ofir que sólo se dedicó a asentir—. No se si funcione; en la película de depredador el protagonista se baña en lodo y así el monstruo no pudo dar con el...tal vez funcione.
—Tienen visión térmica. Como la de los animales de sangre fría o eso era lo que decía en el libro—concordó Ofir.
Estaba sudando frío a causa del dolor. Me dolía mucho verlo así.
—Puede que funcione y ellas no nos vean. Tenemos que arriesgarnos. Por eso me gustas tanto: porque eres tan inteligente.
No pude evitar sonreír ante lo que acababa de decirme.
—Bueno por eso y por una par de cosas más que sólo tu tienes…
Abrí mucho los ojos debido a la sorpresa que me causaron sus palabras. Más porque sus ojos estaban posados en la parte trasera de mi cuerpo.
—Por ejemplo ese par de ojos tan hermosos que tienes —Ofir lanzó una carcajada—. No pienses mal no me refería a nada en particular. Aún así…
—Cubriré tu herida para que no se infecte, y nos bañaremos de lodo —le interrumpí antes de que siguiera haciéndome sonrojar—. Es nuestra ultima opción.
Cubrí lo suficiente la herida para evitar que el lodo llegará a ella. Luego tomé el lodo en mis manos y allí me detuve.
—Tienes mi permiso para tocarme —comentó Ofir sonriendo—. No pienso denunciarte.
Rodé los ojos. Como podía hacer chistes tan malos cuando estábamos en una situación tan peligrosa.
—Tapate la herida —fue lo único que le dije.
Ofir colocó su mano sobre su herida. Yo empecé a recorrer su cuerpo con mis manos. La situación no podía ser más incómoda. Más porque cada vez que me acercaba a Ofir el estaba mirándome fijamente. Hecho que me ponía extremadamente nerviosa.
El me sonreía y suspiraba con pesadez. No podía descubrir lo que le pasaba por la cabeza en esos momentos.
Cubrir su dorso fue una tarea que realice muy rápido. El problema estaba abajo. Me arrodille frente a el; como acto reflejo lo busque con la mirada. El también me observaba, se mordió el labio inferior y desvió sus ojos hacia otro lado mientras una sonrisita asomaba sus labios.
Pervertido.
Deje de mirarlo mientras cubría su entrepierna. El parecía divertido con la situación yo en cambio me estaba muriendo de vergüenza. Agilice mis manos para acabar lo mas rápido posible, deslice las palmas de mis manos con delicadeza y mi mente de manera inmediata empezó a hacerse una imagen de lo que había debajo de la ropa.
Y bien Isi, ¿Quién es la pervertida ahora?
Creo que estaba a punto de que el rostro se me prendiera en llamas. Por eso pase mis manos por detrás sin poder ocultar mi asombro. Creo que tantee de más esa parte y me di cuenta que Ofir tenía incluso mas trasero que yo.
Eso era tan injusto.
¿Porqué Dios le había dado tanta belleza a un solo hombre?
Debían repartir los atributos de manera más equitativa. Porqué por adelante estaba mejor que por detrás.
Cuando termine Ofir tenía sus ojos cerrados. Supuse que el dolor había vuelto y ya no tenía ánimos para hacer chistes. Sin embargo me di cuenta que el tenía una situación en su parte baja.
Le di la espalda rogando a que su… volviera a su lugar cuanto antes. Y creo que el estaba ocupado procurando lo mismo.
Aproveché para cubrir mi cuerpo con lodo. La sensación era horrible. Jamás había estado tan sucia en toda mi vida.
Lo observe y me di cuenta de que estaba ya tranquilo, sin dudarlo apoye a Ofir en mi y empezamos a caminar. El entreabrió sus ojos y me miró con dulzura. No dijo nada mas; fue como si ya no tuviera fuerzas siquiera de hablar.
Eso me asusto mucho.
Las Sloper seguían atacando la frontera. Sin embargo nuestro plan surtió efecto; lo supe porque ya llevábamos varios metros dé recorrido y no nos habían disparado. Según mis cálculos harían falta unos cinco a diez minutos para llegar.
Encontramos cuerpos de soldados que cayeron en el campo de batalla. Unos de ellos eran desconocidos, otros eran compañeros de mi hermano. El Sargento Fress se contaba entre las víctimas. Jordán debía de estar muy triste por su perdida, el era su mano derecha.
Intenté no pisar los cuerpos. Era lo mínimo que se merecían, un poco de respeto. Ofir llevaba los ojos entrecerrados y no creo que pudiera ver algo. Es más ya ni sabía si estaba consciente o si su caminar era sólo por inercia. Mis pies se enterraron en el barro. Cada paso era más difícil.
Las piernas me flaquearon, ya no tenía más fuerzas. No podia seguir adelante. Caí de rodillas soltando a Ofir quien quedó tendido en el suelo; con el rostro hacia el cielo. Ni siquiera se quejó, no hablo; es más creo que dejó de respirar.
Empecé a llorar desconsolada, después de lo que habíamos vivido no podía perderlo. No era justo.
—Ofir —me acerqué a el y le sacudí el rostro—. Ofir por favor no te mueras, tu no…
Me acerqué lentamente. Si el estaba muerto iba a hacer algo que el había querido y yo se lo había negado. Abrí mis labios y los uní con los suyos, en un corto y sencillo beso de despedida. Aun en esa situación su boca estaba húmeda y suave.
Pero el no me respondió. Por lo tanto no estaba consciente.
El dolor empezó a nublarme la mente y el raciocinio. A lo lejos reconocí la imagen de Ian que me pareció un poco borrosa por el humo de las bombas.
Venía con Jordán y otros soldados que no logre reconocer. Al menos había cesado un poco el ataque y ya no lograba ver los cadáveres de los demás.
—¿Estás bien? —pregunto Jordán acurrucándose a mi lado—. ¿Porqué te quedaste atrás? y ¿Qué es todo este lodo?
Me quedé mirándolo porque no creía que fuera real. Debia ser una alucinación. Jordán tocó parte de mi rostro que estaba limpio y fue allí cuando la calidez de sus dedos me hicieron volver en si.
Era real.
—Lo siento. Estoy bien, es Ofir el que esta mal… Nos cubrimos de lodo para que las Sloper no nos vieran —conteste, se me hizo un nudo en la garganta—. Creo que esta muerto.
—Aun sigue con vida —respondió Ian después de tomar el pulso—. Hay que llevarlo a el campamento.
—Debemos movernos este sitio es muy peligroso —inquirí colocándome de pie.
Mire angustiada a mi hermano. Jordán tenía también las mejillas cubiertas en lágrimas..
—¡Aun estamos en peligro!
—Cálmate pequeña. Vez esas dos rocas a tú espalda, esa es la frontera —dijo mi hermano acunando mi cara con sus manos—. Ya estás a salvo. Aquí ya nada puede hacerte daño.
No pude evitar llorar mientras me abrazaba a mi hermano. Desde que había empezado la invasión no había tenido un sólo segundo de paz. Siempre estaba alerta por si ellas aparecían y querían asesinarnos. Ahora estaba a salvo, segura.
Los demás soldados llevaron a Ofir en una camilla. El campamento quedaba un poco de metros más adelante. Había heridos, niños y mujeres. Algunos lloraban mientras otros se abrazaban de alegría. A mi lo único que me importaba era que todos estábamos bien.
Habían varias tiendas de diferentes colores dispuestas sobre un campo abierto. La mayoría de los presentes eran soldados jóvenes. Muchos de los que estaban allí me miraban con asombro.
Supongo que me veía bastante llamativa con mi mascarilla corporal de lodo.
Lena quería abrazarme, sólo que el lodo se lo impidió. Ella se alejó hasta una tienda en la cual repartían agua y comida. Allí el resto de los muchachos.
Lo que quedaba de mi familia estaba a salvo y eso era algo que debía agradecer. También agradecía por la vida de Ofir y el hecho de que después de tanto siguiera vivo.
—Lodo —susurro una voz a mi espalda—. Asqueroso pero ingenioso.
Jordán adquirió su pose de soldado. Me gire de inmediato para encontrarme con un hombre alto de contextura gruesa quien nos miraba con ambas cejas arqueadas.
Por el color y detalles del uniforme, supe que se trataba de un coronel. Aunque no pasaba de tener unos veinticinco años. Al ver a mi hermano y por el gesto que hizo supuse que yo también debía de mostrar mi respeto.
—Coronel Cebrián —contesto Jordán hacia el hombre—. No había tenido la oportunidad de presentarme ante usted. Soy el capitán Jordán y ella es mi hermana, la soldado Osiris.
A el escuchar mi nombre a el coronel se le ensombreció la mirada. Apartó la vista y se pellizco el entrecejo con fuerza.
No me gustaba que me llamarán por mi verdadero nombre.
Primero porque era un nombre de una deidad masculina. Aún no sabía porqué mis padres me pusieron ese nombre tan peculiar. Hubiera deseado que me hubieran llamado Isis, como la esposa de Osiris.
Por eso desde que tuve raciocinio determine que me llamarían Isi. No utilizaba mi nombre de pila, bajo ninguna circunstancia. Le dediqué una mirada cargada de enojo a Jordán, quien simplemente se encogió de hombros.
A veces me daban ganas de ahorcarlo por ser tan imprudente, pero en el fondo lo amaba con todo mi corazón. No teníamos documentos así que si el me hubiese presentado con el nombre de Isi, nadie hubiera refutado nada.
—Un nombre que muy pocas personas tienen —susurro el coronel mirándome fijamente.
Había algo extraño en el. No apartaba su mirada de mí, Jordán carraspeo evidentemente molesto.
No entendía porque me veía así, si en esos momentos yo era una bola de barro.
—¿Funcionó lo del lodo soldado Osiris? —pregunto al fin el coronel Cebrián.
—Si mi coronel —conteste de inmediato, conservando mi posición firme.
—Capitán Jordán me encargaré de que el médico Gibraltar atienda a el muchacho —dijo el coronel, mirando a mi hermano—. Y lleve a la soldado a mi tienda, para que allí se limpie, también en mi tienda encontraran un uniforme limpio. ¡Entendido!
—Si mi coronel —respondió mi hermano.
El coronel se marchó seguido de un grupo de soldados. Al fondo vi al vicepresidente LatHot y a su hija. Ambos se abrazaban felices y se le veía muy dichosos. Ellos habían logrado llegar con vida.
Respire hondo la alegría de que lo que quedaba de mi familia estuviera a salvo no se comparaba con nada.
—Ven conmigo Isi, vamos a que te limpies —murmuro Jordán.
Mire hacia el lugar por donde se llevaron a Ofir. Sólo esperaba que el estuviera bien. Jordán se dio cuenta de mi preocupación.
—No te preocupes por el. Dicen que el médico Gibraltar es uno de los mejores, el va a salvarlo.
—Eso espero. No me vuelvas a llamar Osiris sabes que no me gusta —le regañe mirándolo con seriedad—. Ahora vamos necesito quitarme esta suciedad.
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