CAPÍTULO 20
Me gire abruptamente y mis ojos se encontraron con los ojos azules de Ofir. Sentí tanto alivio, tanta tranquilidad, que sin pensarlo me lancé hacia el y lo abrace.
Tenía tanto miedo. Además desde que había empezado el ataque de Azur no había dejado de llorar. Parecía una María magdalena. Su contacto fue como siempre, tan cálido y reconfortante.
—Shiiiii —musito Ofir abrazándome.
Acarició mi cabello como aquella vez que nos abrazamos en la tienda de Jordán. Me sentía tan segura en sus brazos. Era un milagro que el estuviera vivo, y en estos momentos era el único que podía ayudarme.
—Haz silencio el esta allí.
Asentí con la cabeza. Me sentía tan aliviada de que estuviera vivo. Había adelgazado un poco aun así su aspecto no había cambiado mucho. Ofir había logrado romper las esposas.
Había algo mucho más grave, el no tenía armas, y Azur si. Estábamos en clara desventaja.
—¡Escúchame muy bien! —exclamó Ofir tomando mi rostro con sus manos.
Sonrió un poco pero su sonrisa no era amplia. Era mas bien para darme animo.
—Los demás están hacia el norte, no muy lejos de aquí. Voy a distraer lo más que pueda a Azur. Debes correr con todas tus fuerzas. Yo no puedo ir contigo; tengo una herida en la pierna y no soy muy rápido, te daré tiempo suficiente para que escapes.
—El puede matarte —dije en medio del llanto—. Esta totalmente loco. ¿Y si te hace daño?
Baje mi mirada y vi la herida. Tenia una venda hecha con una especie de planta de hojas anchas. Su tobillo estaba todo vendado, era increíble como podía seguir de pie. Estaba en desventaja, Azur era capaz de asesinarlo, y todo por mí; por protegerme.
—Se que esta loco. No debes preocuparte por mi, yo voy a estar bien. Aquí lo único importante eres tú. No dejare que el vuelva a tocarte te lo prometo —añadió mirándome fijamente.
Su mirada se suavizo un poco y con su dedo pulgar recorrió el arco de mi boca. Cerré los ojos y deje escapar un sonoro suspiro.
—Te juro que no se va a volver a acercar a ti.
—Y yo te prometo que no volveré a desconfiar de ti y mucho menos de tu palabra —farfulle entre lágrimas.
—No tienes que prometerme nada. Aún así tus palabras me devolvieron la vida, no podría seguir viviendo con tu desprecio. No te angusties todo va a estar bien.
Eso no era cierto, nada estaba bien.
—Ahora cálmate y corre —me pidió mirando a un costado de la roca.
Supuse que Azur nos había encontrado. No tenía tiempo de decirle nada más.
Solté a Ofir y empecé a correr de nuevo. No me detuve a mirar hacia atrás, corrí con todas mis fuerzas.
Tropecé contra una roca y me pegué muy fuerte en la rodilla. Tuve que agacharme ante el dolor.
Debía seguir adelante, volví a ponerme en marcha pero no tenía ya las mismas fuerzas.
No podía creer como la vida se habían ensañado conmigo. Cuando no eran las Sloper las que me querían asesinar, era la persona que había considerado mi mejor amigo.
Ese hombre que me protegió; me cuidó. Ahora entendía que sólo me mostró una de sus caras, y no vi la parte mas oscura de su alma. Sus verdaderas intenciones eran cuidarme para él. Para que pudiera estar frágil, débil, sin ánimo de defenderme de su ataque.
Busco el mejor momento para separarme de los demás. Fue como un lobo hacia una manada. Cómo un León voraz. Ahora su víctima era yo, y debía enfrentarme a uno de los miembros más fuertes del grupo.
Llegue a la orilla de un acantilado. En mi afán por huir había perdido el norte. Sólo podía oír el ruido profundo del agua. Por allí no había salida, divise un camino justo por en medio de dos rocas. Por allí podría salir con facilidad.
—¿A dónde vas bonita? —pregunto Azur apareciendo justo en mi camino—. Aún no hemos terminado.
Frene en seco. Otra vez el miedo me cubrió completa haciendo que se me erizara la piel.
—Dios mío ayúdame —murmure.
Su aspecto había empeorado; Azur estaba golpeado y llevaba un cuchillo en su mano, estaba untado de sangre: la sangre de Ofir.
Lo había asesinado, todo por mi culpa. Un muchacho tan joven y con toda la vida por delante había muerto intentando salvarme, todo en vano. Porque ahora el me mataría a mí.
—¡Auxilio¡¡Por favor ayúdenme! —grité desesperada.
No había salida si me devolvía por el camino que venía el iba a atraparme. Ya no podría correr más.
—Nadie puede oírte…
Mire para todos lados, buscando ayuda. Azur estaba totalmente demente. Era capaz de cualquier cosa.
Le había hecho daño a Ofir, era entendible que en una pelea cuerpo a cuerpo hubiese ganado. Ofir estaba muy débil y además herido. Intenté respirar y concentrarme; a pesar de todo aún tenía un poco de fuerza en mi interior.
—¿Dónde esta Ofir? —pregunté retrocediendo un poco—. ¿Qué le hiciste?
—Puedes estar tranquila —respondió con una sonrisa torcida—. Tú ángel guardián no ha muerto… aun. Sin embargo sólo es cuestión de unos cuantos minutos para que muera desangrado.
—Eres un… —No tenía palabras para describir lo que sentía por el.
De un momento a otro mi cariño se había transformado en odio.
—Basta de tonterías, a lo que vinimos hermosa. No quiero tener más distracciones —agrego limpiando la sangre del cuchillo con la manga de su camisa—. Es momento de la diversión.
—Hablas cómo si no fuera la primera vez que hicieras esto —dije mirándolo con asco.
Y es que su tranquilidad me daba mas miedo. Como si lo que quería hacerme fuese algo sencillo.
—Hablas cómo si esto fuera normal.
—Tienes razón, no es la primera vez que hago esto. Antes era más fácil: las mujeres van a un bar, se toman un par de copas, y luego solo tienes que poner una pequeña cantidad de una pastilla especial en uno de sus tragos, y listo tienes diversión para toda la noche. Solo tienes que escoger a una que sea un blanco fácil. Una que este sola o despechada, o con unas amigas que no presten mucha atención —me contó mientras se acercaba a mi.
Sentí tanto terror y a la vez asco, rabia, impotencia. La maldad humana existía y estaba frente a mí.
—Te di esas pastillas el día que te hirieron. Mi objetivo era divertirme contigo esa noche pero Ofir… el muy buen Ofir se quedó a dormir a tu lado. Y me arruinó los planes.
No podía creer lo que oía.
—Y cada vez se me volvió más difícil acercarme a ti. Bueno debo admitir que la mujer de Reu es bastante frágil, fue fácil manipularla para que no dijera nada. Pensé que contigo sería más fácil y que no tendría que hacerlo a la fuerza, pero eres bastante mojigata. Eso no importa ya qué después de todo, ¡Serás mía!
Mire de reojo el acantilado. Era demasiado alto, lanzarme era un suicidio. Sin embargo prefería eso mil veces a pasar por lo que Azur quería hacerme.
Nunca me había sucedido algo así, pero si sabía que era el peor vejamen que le podía pasar a un ser humano. De todos modos iba a morir, así que no pasaría por esa tortura.
Siempre estuve en contra del suicido. Este ahora se presentaba ante mi como mi última opción. Probablemente así le sucedía a las personas que atentaban contra su propia vida, se quedaban sin opciones.
Azur se siguió acercando. Debía hacerlo; reunir el poco valor que me quedaba para hacerle frente a la situación. Para hacerle frente a mi muerte.
—Ven acá, no tienes opción —canturreo Azur.
Jamás había odiado a alguien tanto como lo estaba detestando a el ahora. Lo odiaba con toda mi alma.
—Ella tal vez tiene otra opción —grito una voz desde las rocas.
Azur volteó a ver de donde provenía. Cerré los ojos cuando oí el sonido del disparo. Azur debido a el impacto perdió el equilibrio, y calló de espalda en el acantilado.
Debía reconocer que el sonido que hizo su cuerpo al golpear el agua, me llenó de calma, de paz. Sólo pude posar mis ojos en las ondas del agua. No vi nada más, no se veía el cuerpo ni nada.
En ese instante pude volver a respirar con calma. Agradecí a Dios que justo en el momento en el cual pensé que estaba todo perdido me hubiera mostrado que jamás me abandono. Qué jamás me dejo sola; envió uno de sus ángeles a cuidarme.
Pose mis ojos en las rocas. Ofir intentaba afanosamente cubrir la herida de su abdomen. Todo su uniforme estaba lleno de sangre. El había arriesgado su vida por mi; para protegerme, y ahora estaba pagando las consecuencias.
Escale hasta llegar hacia el. Ofir aun sostenía en una de sus manos el arma con el cual le había disparado a Azur. No quería nunca volver a oír ese nombre. Estaba muerto, y se que tal vez no debía pensar así pero se lo merecía, por haber hecho tanto daño.
—No es muy profunda—me dijo Ofir cuando llegue a su lado—. Sólo necesito parar la hemorragia. Perdón por no llegar antes.
El posó sus ojos en los míos. No sabía cómo iba a pagarle lo que había hecho por mí.
Ofir se acostó sobre una de las rocas. Deslice la chaqueta de su uniforme para ver la herida. No era como el decía. La herida era profunda, la tenía a unos seis centímetros del ombligo hacia abajo sobre el costado derecho.
—Llegaste justo a tiempo. Gracias, jamás voy a olvidar lo que acabas de hacer por mí. Tengo algo en mi bolso que puede servir —susurre mientras rebuscaba en mi morral.
Cargaba un poco de gasa, eso detendría el sangrado.
—Perdóname, debí creerte cuando me dijiste que eras inocente.
—No te preocupes. No tenías porque creerme yo soy prácticamente un desconocido para ti —replicó mientras colocaba la gasa en su herida. Mis manos se untaron de sangre—. Era entendible. Además no tenía pruebas de que era inocente.
Me quedé en silencio. Posiblemente había sido muy confiada al creer todo lo que Azur me había dicho.
A el lo conocí el mismo día que ha Ofir, y sólo había confiado más en Azur porque el se había mostrado demasiado interesado en mi. Además el siempre había estado de mi lado, y por eso creí ciegamente que el era bueno.
—Azur supo engañarme muy bien —musite terminando de secar mis lágrimas.
Ni yo misma creía como había sido tan tonta.
—El desde un principio se ganó toda mi confianza. Me salvó la vida muchas veces. Además Azur me llevo con el cuando fuimos por los víveres. Fue el único que me quiso a su lado. El único que creyó que yo no podía llegar a ser un estorbo.
—Probablemente tengas razón. Pero el siempre fue un cobarde. Cuando te dispararon en el pueblo el te dejó sola, el te abandonó. Además nosotros no te considerábamos un estorbo; sino una distracción —me contó Ofir.
Quiso sonreír pero el dolor de la herida se lo impedía.
—Cuando llegó a la alcantarilla nos dijo que tu ya estabas muerta, y que no valía la pena ir a buscarte. Yo no creí y estaba dispuesto a ir por ti.
—¿Eso les dijo? —inquirí sacando de mi mochila una botella con agua.
Se la ofrecí a Ofir, pero tenía las manos tan ensangrentadas que preferí dársela yo.
—Luego cuando tuvimos que sacarte la bala. El hizo un comentario de ti que no me gustó —siguió mientras se tomaba un sorbo de agua—. Fue allí cuando empezaron nuestros problemas.
—Era un imbécil —comenté con rabia—. Más tonta era yo al creer en el
—No te culpes. Tu no tienes la culpa de nada.
Observe de nuevo la herida.
—¡Ofir la sangre no se detiene! —añadí con preocupación—. ¡No se que hacer!
—Isi necesito ayuda ¿Crees que puedas ir a buscar a tu hermano,? —cuestionó.
Ofir estaba sudoroso. Coloque mi mano en su frente y comprobé que tenía fiebre. La herida de su pierna debería de estar infectada.
Por otro lado la hemorragia no había parado. Yo no tenía nada más que pudiera servirle. Mis conocimientos de medicina eran muy pocos.
—No se donde están.
—Están hacia el norte. Sigue por donde ibas y vas a encontrarlos. Jordán esta en un claro. Yo lo sé porque los vi. Fue allí cuando me di cuenta que no estabas y que Azur tampoco —agregó cerrando los ojos—. Entonces decidí devolverme a buscarte. Oí tus gritos cuando le decías que te soltara. Corrí a ayudarte y me di cuenta de que huías de el. Ve a buscar a Jordán por favor.
—¿Y si los encuentro y no puedo volver aquí? —estaba tan perdida que no sabría encontrar el camino de regreso.
—No te preocupes. Encontrarás la manera de volver, eso yo lo sé —dijo soltando un suspiro—. Siempre encuentras la solución para todo. Yo confío en ti, eres muy hábil, volverás aquí. Yo lo sé.
—Iré por ayuda. Sólo aguanta por favor —añadí colocando en su mano la botella de agua.
No sabia si dejarlo allí solo, una fiera del bosque podría intentar devorarlo.
—Volveré lo más rápido que pueda, lo prometo.
—Lo se preciosa, se que no me vas a abandonar aquí.
Hice lo que el hacia siempre y le di un pequeño beso en la frente.
Ofir me miró fijamente. Yo necesitaba guardar en mi mente su mirada. Tan sólo así tendría fuerzas para continuar.
Me coloque la mochila y empecé a correr lo más rápido que pude. Memorice muy bien cada lugar por el cual pasaba. Necesitaba volver a Ofir lo más rápido posible. Estaba demasiado débil, y no creía que aguantaría mucho tiempo.
Su presencia daba vueltas en mi cabeza; su imagen esta viva en mi y ocupaba cada uno de mis pensamientos.
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