CAPÍTULO 12
Abrí mis ojos y las estrellas brillaban en el firmamento. Me gustaba verlas eran tan hermosas, se veían en ese lugar tan perfectas, inalcanzables y únicas.
En esos momentos deseaba ser una de ellas; para no sentir dolor, para no sufrir.
Me levanté con cuidado. Varias personas descansaban cerca de mí. A mi derecha Lena dormía sobre una manta. Solo la luz de la Luna nos iluminaba. Me puse de pie y revise mi cuerpo, no tenía herida alguna sólo la de mi pierna, que no terminaba aún de sanar.
Varios soldados se veían por la zona. Agudice mi vista y no pude ver a Jordán. Una mano se aferró a la mía halándome hacia atrás.
Mi hermano apenas me podía mirar a los ojos; note su dolor y lo sentí tanto. Como aquella vez cuando tuve que decirle que nuestra madre había fallecido.
—Esta muerto —espetó mi hermano. Su voz casi no salía de su garganta; sus lagrimas eran tantas que pensé que podría ahogarse en ellas—. No alcance a sacarlos del camión.
—Lo sé —susurre mirando al suelo. Empecé a llorar junto con él—. Yo tampoco llegue a tiempo.
—Ven —murmuro apretándome contra su pecho—. Se que esto es difícil, pero debemos ser fuertes y salir adelante. Aún tenemos a Lena y los tres vamos a salir de esta.
—Tengo miedo —farfulle en medio del llanto—. Me da terror saber que puedo perderlos a ustedes también. No soportaría verlos morir.
—No lo harás —afirmó acariciando mi cabello—. Todo va a estar bien y se que es complicado, pero haré todo lo posible para que tú y Lena estén a salvo.
—Gracias, no se que haría sin ti —exprese mirándolo a los ojos.
Verlo me recordaba a nuestro padre. Eran tan parecidos; tenían la misma expresión, mirarlo a los ojos era como estarlo viendo a el.
Siempre que viera a Jordán lo recordaría.
—Ve a dormir —agregó dándome un beso en la frente—. Mañana será un nuevo día, y veras que el sol saldrá para todos.
—Eso espero.
Me acurruque cerca de Lena e intenté dormir mas no lo logre. La imagen de Tobías se repetía en mente una y otra vez. Las lagrimas no dejaban de rodar por mis mejillas. Lloré no se por cuanto tiempo. Esa era la única forma que tenia de sacar todo el dolor que llevaba en mi interior.
Algún día, no sabía cuando, no sabía como, pero los Shiyloper pagarían por todo el daño que hacían Por haber roto mi familia, por haber acabado con mi mundo, por haberme dejado sola.
Alguien acomodo un cobija sobre mi cuerpo. Luego colocó una de sus manos en mi frente. En un principio pensé que era Jordán; sin embargo la suavidad de ese contacto no era el mismo que el de mi hermano. Me gire para verlo a la cara pero el soldado ya se había puesto de pie y sólo logre ver su silueta mientras se alejaba.
Mi mañana comenzó muy temprano, como solía serlo siempre. Nos encontrábamos muy lejos del sitio en el cual habíamos sido atacados. Cerca de donde estábamos había un pequeño riachuelo así que decidí ir a asearme un poco.
Aunque no había mucho que pudiera hacer por mi presentación personal. Me lave la cara y los brazos. Me sentía tan mal y no sólo físicamente, sino psicológicamente. La pérdida de Tobi había terminado con la poca esperanza que me quedaba. No le encontraba sentido a la vida, ya nada valía la pena.
Oí el crujir de unas hojas secas, voltee a mirar de inmediato. Ian también estaba aseándose. Su aspecto era peor que el mío, se veía realmente mal: tan agotado y angustiado.
—¿Que haces aquí? —preguntó apenas me vio—. Pensé que todavía dormías.
—Vine a despejar un poco la mente —respondí mirando hacia el horizonte—. Necesitaba aire fresco.
—Lamento mucho lo que paso con Tobías —susurro el muchacho. Sabia era sincero, el apreciaba mucho a Tobi—. El era el único de ustedes que me quería.
—El quería a todo el mundo. Siempre veía lo bueno de las personas. El me dijo que tu eras un chico bueno —agregué mirándolo fijamente—. Siempre estaré agradecida porque cuidaste de mis hermanos cuando yo no estaba. Y si Tobías creía en ti; yo también lo haré para respetar su memoria.
Vi como se removía incómodo y frotaba sus brazos con sus manos. Estaba impaciente, desesperado.
—Se fuerte, pasará dentro de unos pocos días —comenté.
Sabía lo que sentía; lo había vivido muy de cerca, conocía sus síntomas en carne propia.
—¿A que te refieres? —cuestionó desviando la mirada—. Yo estoy bien.
—Al síndrome de abstinencia —respondí sin dejar de mirarlo, note su vergüenza—. A esa ansiedad que sientes al no tener nada que meterte. Esa sensación de vació al creer que puedes morirte sí no tienes un poco de hierba en el bolsillo.
—¿Como lo sabes? —preguntó el chico sentándose a mi lado—. Por favor no le vayas a decir nada a nadie.
—Tranquilo nadie va a saberlo. Yo se lo que sientes. Lo se porque lo viví y tu eres el único que lo sabe —ni siquiera sabia porque le estaba contando eso a el. Sólo sentí la confianza de hacerlo—. Cuando mi Mamá se enfermo y supe que podía morir, me sentía tan mal que llegue a creer que lo único que podía ayudarme era escapar de la realidad. Pero no fue así al poco tiempo me di cuenta de que me estaba hundiendo. Le conté a mi madre y ella me ayudó. Eso fue lo último que hizo por mí y se que murió tranquila sabiendo que yo estaba libre de toda atadura.
—No pensé que tu... bueno eres la muchacha más responsable y honesta que conozco. Jamás pensé que tu...
—Fuera una drogadicta —le interrumpí mirándolo de nuevo—. No soy perfecta, y si me opuse a tu relación con mi hermana fue precisamente por eso. No quería que una persona así estuviera cerca de ella; porque se todos los conflictos que esto trae. Pero si sales de esto demostraras que la mereces más que cualquier otro —me levanté y empecé a alejarme del lugar—. Báñate eso te va a ayudar.
Ian no me contestó nada. Tal vez estaba tan sorprendido por lo que le conté que no fue capaz de decir pronunciar palabra alguna.
Debía comprender a Ian y acostumbrarme a su presencia. El iba a ser el padre de mi primer sobrino y como tal merecía todo mi respeto.
Ya muchas personas se habían puesto en acción. Habían muy pocos soldados y la mayoría de los sobrevivientes eran civiles. Habíamos perdido los convoy así que supongo que deberíamos seguir a pie.
Distinguí a lo lejos a los muchachos: Azur, Ofir, Jerjes y Reu. Ellos estaban vivos. Recibían algún tipo de instrucción de parte de mi hermano. Me alegraba tanto verlos, había compartido varios días con ellos, y apreciaba a cada uno porque todos de alguna u otra manera me habían ayudado. Además eran unos buenos chicos.
Mi hermana se había levantado. No sabía cómo iba a reaccionar con la noticia. No tenia corazón para contarle lo que había pasado. Yo no podía causarle tanto dolor y mucho menos en el estado en el que se encontraba.
Apenas me vio fue hacia donde me encontraba y me abrazó con fuerza. La abrace también; ahora solo me quedaba ella y Jordán.
Después de todos esos días empecé a creer que no encontraría a nadie de mi familia con vida. Cuando encontré a Jordán pensé que las cosas iban a mejorar pero ahora sabía que no era así. Tal vez mañana tendría que ver morir a alguien más, y si esa persona era Lena quería aprovechar cualquier segundo de mi vida con ella; y si la que falleciera fuera yo, quería llevarme los recuerdos más hermosos que tenía con cada uno de ellos. Por si el paraíso era verdadero tendría un bello despertar.
—No es justo, era solo un niño —murmuró mi hermana. Supuse que Jordán le había contado todo—. ¿Porque tuvo que pasar esto?, todo fue culpa mía, porque no lo desperté…
—Esto no es tu culpa —dije acariciando su cabello—. Es culpa de ellos; los Shiyloper son los asesinos.
—Yo debía cuidarlo —susurro mi hermana al borde del colapso; sus gemidos llenaron mis oídos y terminaron de romperme el corazón—. No debí dejarlo sólo.
—¡Cálmate!, esto le puede hacer mucho daño al bebé, debes...
—¿Cual bebé? —pregunto Ian confundido. No había querido ser inoportuna, es solo que no me di cuenta que Ian estaba detrás de mí—. ¿De que están hablando?
Lena se ocultó detrás de mí como buscando que yo la protegiera. No le había dicho nada a Ian, no se porque si era una responsabilidad de ambos.
Además ¿A que le tenía tanto miedo mi hermana?
—Lena esta embarazada —le confirme lo que de seguro ya sospechaba—. Ella no había querido decírtelo pero pienso que es algo que debes saber. Tu eres el padre de ese niño y es tu deber ayudar a mi hermana.
Lena enterró sus uñas en mi brazo. Temía la reacción de Ian. Sabía que estábamos en una situación difícil no obstante creía que Ian la apoyaría.
Sin importar nada más el siempre me recalcó que la amaba y un bebé forjaría más ese amor inquebrantable.
¡Que equivocada estaba!
La furia del muchacho me lo confirmo. En vez de estar sorprendido, o asustado se mostró totalmente furibundo y enojado.
Se acercó rápidamente hacia nosotras y agarró fuertemente a mi hermana por el brazo.
—¿De quien es? —grito mientras la zarandeaba—. ¿De quien carajos es ese bebé?
—Pues tuyo —exacerbe enojada mientras lo empujaba, para que soltara a mi hermana—. Acepta tu responsabilidad.
—¡Ese niño no es mío! —vocifero a todo pulmón y creo que todas las personas que estaban presentes lo oyeron. No podía creer que Ian tuviera el descaro de negarlo—. Yo nunca he tenido relaciones con tu hermana.
Mire a Lena quien no paraba de llorar. Mi hermano se acercó a nosotras seguido de los muchachos. Ian estaba al borde de un ataque de ira. No entendía mucho lo que sucedía pero pareciera que Ian tuviera la razón. Yo rogaba porque eso no fuera cierto.
—¿Eso es verdad? —pregunté a mi hermana quien agachó la cabeza y sólo se dedicó a asentir.
Me quedé como si me hubiesen echado un baldado de agua fría.
—¿Que esta pasando aquí? —preguntó mi hermano. El tampoco sabia nada y se iba a enterar de la peor manera—. ¿Porqué tanto alboroto?
—Dime ¿Quién es el padre de ese bebé? — exclamó Ian.
Cada vez estaba más furioso. No podía creer que mi hermana le hubiera sido infiel a Ian. Varias veces se enfrentó a mi por él, por el supuesto amor que decía tenerle; por el hecho de que bajo ninguna circunstancia iba a dejarle.
Todo eso había sido mentira. A menos de que alguien se hubiese aprovechado de ella. Rogaba para que no fuese así y esta vez mis ruegos si fueron escuchados.
—Yo soy el padre de ese bebé —la voz que hablo hizo que mirará por encima de mi hombro.
El chico había reunido todo el valor que tenía para hacerle frente a la verdad. Debo reconocer que valore que mi sobrino fuera su hijo y no de Ian.
No por su posición social, eso ya no importaba; sino por el hecho de que Ian no estaba preparado emocionalmente para una responsabilidad de ese tamaño. El era mucho más maduro que Ian.
—¡Voy a matarte! —rugió Ian sacando su arma de dotación y apuntándola hacia el muchacho—. Te vas a arrepentir de lo que hiciste.
—Soldado baje esa arma —le ordenó Jordán .
A pesar de ello Ian no le hizo caso. Lena estaba al borde de un ataque de nervios. Escuche el sonido del seguro del arma al ser quitado, y supe que la amenaza iba en serio.
El no se andaba con rodeos.
Sin pensarlo me interpuse entre Ian y Jerjes. No permitiría una muerte injusta frente a mí.
—Basta ya, no vas a cometer una tontería —indiqué mirándolo a los ojos—. Hemos perdido muchas vidas, como para perder una más. Esto no es lo correcto.
Jerjes seguía inmóvil. No tenía intenciones de moverse ni tampoco de defenderse.
—¡Quítate, o te disparare a ti también! —amenazó el muchacho. Estaba demasiado enojado así que podría cumplir con su promesa—. El debe pagar por lo que hizo.
—Baje el arma —repitió mi hermano.
Dos de los soldados que iban con el desenfundaron sus armas y le apuntaron a Ian. Si no paraba esto pronto, se convertiría en una masacre.
—¿Pagar que? —inquirí mirando con severidad a Ian—. ¿Acaso el obligó a mi hermana?
De ser así yo misma le dispararía a Jerjes. Mire a Lena quien lo negó con la cabeza.
—Fue decisión de ella. Algo tuvo que pasar; por alguna razón ella decidió estar con otro hombre. No busques un culpable porque si hay uno aquí, son los dos —espete a lo que los ojos de Ian se llenaron de lágrimas—. Con asesinar a Jerjes no arreglarás nada. El daño esta hecho y tienes que aceptar que Lena esta esperando un hijo, uno que no es tuyo.
Hubo un largo silencio por un momento. Ofir se acercó a Ian, ellos desde que empezó todo habían demostrado ser buenos amigos. Tal vez el pudiera hacerlo recapacitar y entrar en razón.
—Baja el arma —musito Ofir colocando una de sus manos sobre el brazo de Ian—. Tu no eres así: eres mejor que esto y eso tú y yo lo sabemos. Además se que no quieres dañar a Isi. Demuestra que eres un hombre y no un niño, como todos creen.
Ian y Ofir hicieron un intercambio de miradas. Al fin Ofir logró quitarle la arma al chico. Solté un suspiro de alivio, no quería que algo malo pasará.
Ian estaba demasiado dolido, y temía que pudiera atentar contra la vida de alguien más o peor aun que intentará hacerse daño el mismo.
Ian se marchó del lugar en compañía de Ofir. Pude ver en sus ojos el dolor y el odio. Entendí que su amor por mi hermana sí era verdadero.
Me lo demostró al confirmarme que nunca la tocó. Tal como me lo aseguró aquella vez, cuando me dijo que jamás le haría daño a Lena: porque su amor era más grande que cualquier deseo que albergará en su interior.
Ahora me sentía culpable por haberlo juzgado, porque quien falló fue mi hermana, no él. Quien se equivoco no fue el gamín de barrio, sino la señorita de casa.
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