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Capítulo 8


Volar con Arco era la absoluta felicidad... me encantaba volar, con Draco era sencillo, fácil, innato pero con Arco... con él era especial, era como si fuese yo la que volase, como si no existiese nada entre el viento y yo... En esos momentos era cuando me daba cuenta de que Arco era todo para mí, yo empezaba y acababa en él... Suspiré de felicidad y vi que el dragón volteaba la cabeza para mirarme con su inmenso ojo azul, le sonreí y él me devolvió una sonrisa llena de dientes de dragón.

Llegamos al mediodía al bosque donde los druidas guardaban el árbol en el que se depositó el vellocino de oro. Quirón me lo había regalado como ofrenda y con él había pasado la última prueba antes de convertirme en jinete. El vellocino era realmente un trozo de piel de uno de los originales, al cabo de los meses se lo devolví con mi agradecimiento para que reposase en el lugar que le correspondía, además, me daba asco solo contemplarlo. Accedimos a la gran pradera a través de los túneles y pronto llegamos para ver Quirón y su corte de druidas, antes eran enemigos mortales de los dragones ahora éramos grandes aliados en nuestra lucha contra los monjes.

- ¡Bienvenidos!, ¡bienvenidos! - Quirón apareció ante nosotros con su cuerpo de caballo y su torso humano. Sus druidas con sus túnicas y sus tatuajes rúnicos le seguían.

- Bienhallado Quirón, Señor de los Druidas - saludó el Rey, se tendieron los brazos y se abrazaron efusivamente, en su forma semihumana Arco era igual de imponente que Quirón, dos grandes titanes.

- Bienvenido Rey Dragón de nuevo a mis dominios. Estáis tan hermosa como siempre, Jinete Real. - dijo mirándome con aprobación.

- Es un placer volver a verte Quirón - le dije con una sonrisa.

- El placer es todo mío, jinete. Pero venid, ¡venid!, no todos los días tenemos la visita de los Reyes Dragón.

Estuvimos hablando sobre nimiedades un rato más mientras paseamos por la gran pradera. Volvimos a ver a aquellos enormes toros que soltaban fuego por la boca y el peligroso dragón chino, último en su especie. Después nos acomodaron en la cabaña que utilizaríamos para pasar la noche. Quirón nos invitó a cenar y a hablar sobre lo que nos preocupaba.

La cena fue alegre y divertida, los druidas, una vez que no nos intentan matar, son agradables y saben organizar veladas excelentes. Compuesta de grandes manjares la mesa, y amenizada la velada con las actuaciones de los mismos druidas la noche fue pasando entre risas y juegos. Finalmente nos retiramos con Quirón a un lugar apartado en el bosque. El Rey y el centauro se quedaron de pie y yo me senté en un tronco para escucharles.

- ¿Qué necesitáis de mí Rey Dragón? - preguntó Quirón serio.

- No me andaré por las ramas, queremos que nos ayudes a entrar en los Sundarbans.

- ¿Los manglares? - el Rey asintió - Pero están llenos de monjes y los Thugs los veneran como a dioses... es una locura....

- Por eso te pido ayuda, druida - le insistió.

- ¿Puedo preguntaros qué es lo que buscáis allí? - miré nerviosa a Arco ante la pregunta de Quirón.

- Lamento no poder responder a tu pregunta por el momento, amigo mío - contestó el Rey - Solo te pido confianza en nosotros. Todo lo que hacemos es para librar al mundo de la lacra que son los monjes.

- Eso no lo pongo en duda Rey Dragón, pero veo a tu mujer nerviosa a tu lado, incluso puedo oler desde aquí su miedo. Quizá eso sea lo que no me guste de todo cuanto me pides Rey Dragón, que ella tenga miedo.... - le miré extrañada, ¿qué importaba que yo sintiese miedo?

- Tenéis razón en suponer la gravedad de nuestra situación. Efectivamente mi jinete siente miedo por lo que se nos avecina, por eso te pedimos ayuda.

- Pero hay algo más.... - dijo el centauro mirándome.

- No te engañas... también en esto te pido ayuda. - Le dijo el rey mirándome a su vez.

- Luché contra un aprendiz lleno de valor y voluntad, ahora me encuentro ante un jinete lleno de dudas y miedo, uno que quiere tomar un camino de sacrificio... - avanzó hacia mí caminando - Antes de ir a ese lugar maldito debes recordar quién eres en realidad, Jinete de Dragón, o no tendrás la suficiente fuerza para salir victoriosa.

- Sé.... Sé quién soy... - le dije.

- Pretendes enfrentarte a algo tan antiguo como el tiempo, debes estar preparada, tu mente ha de estar preparada. Debes saber cómo luchar para vencer... y creo que sé cómo ayudarte.

- Espera, ¿ayudarme con qué?. - volví a preguntar.

- De acuerdo, lo haré - dijo Quirón asintiendo sin contestar a mis preguntas - Id a descansar, mañana será un día importante.

Nos fuimos hasta la cabaña que nos habían asignado, durante el camino Arco no me dijo nada pero en cuanto entramos me encaré con él.

- Escupe Escamoso, ¿qué demonios pasa? - le dije - ¿ayuda con qué?

- Querida... todo esto nos supera, a los dos... no puedo seguir...

- ¿Estás intentando decirme que quieres el divorcio? - le pregunté alucinada.

- ¿El divor...? ¡Grandes Ancestros Senda!, ¡somos dragones, no humanos!!! - me gritó.

- Pues... no lo pillo... - me senté en el camastro sin entender qué pasaba.

- Tus dudas... tus decisiones autodestructivas sobre el original, tu sed de sangre contra los monjes...

- ¿Qué?, ¿me vas a decir qué te dan pena los monjes???, ¿ahora no puedo matarlos???

- No es eso, pero nunca has pretendido salvarlos como sí has hecho con otros pueblos, con los enanos por ejemplo, con las salamandras, con los monos a quienes consideras hermanos. Deseas que los monjes mueran, todos ellos... Esa sed de sangre me preocupa, me preocupa que el original se ayude de ella. Draco y yo estamos preocupados por todo esto.

- Vale... Draco es mi dragón no el tuyo y no puedes hablar de mí con él a mis espaldas - le acusé, Arco me miró enfadado.

- Eres mi jinete Senda.... no lo olvides.

- ¿Y para qué quieres que vivan los monjes??

- Todos tenemos derecho a la vida Senda, es nuestra naturaleza, incluso los monjes tienen un lugar en la tierra como nosotros. Debemos proteger no exterminar, porque si no, no seremos mejores que ellos. Tengo que hacerte comprender eso también y creo que Quirón puede ayudarnos.

- ¿Y qué hace?, ¿sesiones de pareja???, ¡buf!, ¿qué más da cuales sean los motivos para luchar mientras que no deje de hacerlo, qué más da si exterminamos a los monjes y al original?. - Arco se arrodilló a mi lado.

- Te encontrarás con él, amor mío, frente al original... y en ese momento deberás hacer sacrificios, grandes sacrificios, en eso tienes razón... solo quiero que sepas realmente porqué los haces y cuales harás, si tienes que sacrificarte por salvar a nuestro pueblo hazlo, pero no como una mártir... sino como Reina de los Dragones.

- Tú ganas... - dije cansadamente sin ganas de discutir - asistiré a tu terapia de pareja, ¿vale? - me tumbé en la cama vestida y Arco se recostó a mi lado acariciándome el pecho.

- Quiero que veas lo que yo veo, querida mía... que veas lo que quiero proteger... que no dudes....

- Y yo quiero que esa mano siga bajando... - Arco me miró enfadado porque no le hacía caso - ya he dicho que lo haré... ¿podemos dejar el tema y centrarnos en cosas más agradables? - le pregunté melosa.

Me besó con fuerza y sí que se centró en cosas agradables... cuando yacía dormido a mi lado miré al techo de la cabaña, ¿por qué luchaba?, era porque tenía que hacerlo, ¿no?, Quirón había dicho que mi fuego se apagaba y en parte suponía que tenía razón, para mí el original era una salida fácil, un suicidio y terminar con todo de una vez... sabía que si me enfrentaba a él no sobreviviría y en parte tenía ganas de que pasase de una vez.... Pero... ¿era lo correcto?, ¿estaba obviando alguna opción?, ¿estaba olvidando algo?. Suspiré y me abracé a Arco, este me atrajo hacia sí y me abrazó a su vez con fuerza mientras dormía, como siempre me sentía segura y en paz entre sus brazos, al menos sabía una cosa... mi sitio estaba junto a él.

Nos levantamos al día siguiente y desayunamos de manera frugal, Quirón nos esperaba en el gran árbol que había surgido del original. Cuando llegamos a él nos saludamos y un druida me dio unas ropas parduzcas.

- Cámbiate jinete, no debes llevar tus ropajes negros.

- ¿Por qué?, soy el jinete real, ¿qué otra cosa debería vestir? - le pregunté.

- Allí donde vas no llevarás tus títulos ni tu nombre.

- ¿Ir?, ¿a dónde voy? - me cambié rápidamente y me puse unos pantalones de fino ante, una especie de camiseta de lino y un grueso gabán con capucha que me quitaba el frío, en los pies una botas del mismo ante que los pantalones. - Bueno, realmente no parezco un jinete así... - Quirón me miró con aprobación.

- Toma - me tendió un colgante de oro que terminaba en una hermosa obsidiana con una runa grabada - Esta piedra te ayudará protegerá en mis territorios, nadie osará hacerte daño con ella al cuello. Cuando debas volver preséntala delante de mis druidas y te dejarán pasar.

- ¿Pasar?, ¿pasar a dónde? - volví a preguntar desconcertada.

Quirón rodeó el gran roble y se acercó a sus nudosas raíces, el árbol pareció obedecerlo cuando extendió su brazo y un hueco apareció entre ellas. Arco y yo nos miramos extrañados y el centauro señaló el agujero.

- El árbol ha permanecido aquí desde que el primer original murió cuando habitaban la tierra. No pierde sus hojas y no crece, guardando nuestros secretos hasta la eternidad. Es un camino hacia otros tiempos y te permitirá buscar aquello que necesitas saber... entra jinete...

- ¿En... entrar???? - me di la vuelta hacia el Rey - Arco.... No soy Alicia en el País de las Maravillas y Quirón no me parece un conejo blanco... a mí me da mala espina todo esto, por favor, no me hagas hacerlo...

- Querida mía... debes hacerlo, por favor, has de recordar quién eres, has de recordar que eres la Reina de los Dragones...

- Sé quién soy, ¡maldita sea Escamoso!, lo de andar hurgando en las raíces de un árbol que surgió del cadáver de un original no me parece buena idea....

- Te esperaré, amor mío, te lo prometo... pero debes ir - me insistió.

- Vale, vale... - cogí mis armas y Quirón me detuvo.

- Sin armas jinete, allí donde vas no debes ser tú, debes encontrarte. - Suspiré con fuerza y le pasé mi espada y mi cuchillo a Arco.

- De acuerdo, nada de armas, nada de ropas oscuras... no soy yo... ¿algo más?

- Has de olvidar quién eres jinete, debes encontrar quién quieres ser...

- ¿Y qué leches significa eso???? ¡Grandes ancestros Quirón! Ni Yoda era tan críptico.

Arco me cogió por la cintura y me besó con pasión, se me saltaron las lágrimas y tuve que dejar de hablar. Me agaché y me arrastré por el hueco hasta quedarme dentro, las raíces se cerraron detrás de mí y comencé a gritar con todas mis fuerzas. Me cansé de gritar y allí seguía, encerrada y sin ver nada... Tiempo después empecé a ver luz y vi cómo las raíces se habían separado un poco por lo que salí de allí escarbando la tierra y apartándolas....

Un druida tenía una espada apoyada en mi cuello... levanté las manos lentamente... mirándole... ¿dónde estaban Arco y Quirón?.

- ¿Quién eres???? - me preguntó.

- Soy amiga, soy amiga - dije rápidamente.

- De las entrañas del árbol has surgido... ¿quién eres? - me incorporé lentamente y el colgante que me había dado Quirón cayó por mi pecho colgando.

- ¡Detente!!... - le dijo otro druida - Lleva un colgante de Quirón, no se le puede hacer daño... - agarré con fuerza el colgante y se lo mostré.

- Me lo dio Quirón, me dijo que me dejaríais pasar... - repetí.

- Es cierto mujer, eres libre de andar por los territorios druidas... - aceptó el druida.

- Genial... ¿y dónde está Quirón? - dije mirando de un lado a otro...

- Quirón está luchando contra los dragones - me empezó a decir uno de los druidas.

- Espera, ¿qué???, ¿cómo es posible???? - le pregunté - ¿y los tratados???

- ¿Tratados con quién mujer?

- Con... - les miré y de pronto me fijé mejor en ellos... sus tatuajes no eran tan definidos como los de los druidas que yo conocía, eran toscos... como ellos, desgreñados, sucios... casi... como... - ¿Qué os ha pasado?

- Mujer, debes partir, te acompañaremos por los túneles al exterior.

Uno de ellos me cogió por el brazo y me tiró fuertemente hasta arrastrarme tras de sí por los túneles, me zafé y empecé a caminar tras de él. Me llevaron hasta una salida y luego se dieron la vuelta para volver a introducirse en los túneles. Estaba en el bosque de Kolkheti, solo que el bosque era grande y majestuoso y no el bosque replantado que yo recordaba... cada árbol tenía una poderosa esencia corriendo por sus troncos... ¿qué había pasado allí?. Me puse a caminar, era por la mañana, el sol acababa de salir y se filtraban sus rayos tenuemente en la espesura del bosque, llegué hasta unas montañas y empecé a escalarlas. Tardé toda una mañana pero conseguí llegar arriba. Debía encontrar a Arco y a Quirón, ¿luchando contra dragones?, ¿se habían roto los tratados????. Me senté en un piedra y de repente vi cómo una lanza volaba entre los árboles, un dragón con un jinete la esquivó y pasó cerca de dónde estaba... por un momento el jinete me miró sorprendido y yo a él, ¿quién era????, ¡no le había reconocido!. Iba a enlazarme con él cuando recordé lo que me dijo Quirón, no debía ser yo y lo primero que haría yo sería enlazarme, ¿no?. Entonces... ¿qué diantres hago?????. Corrí al otro lado del precipicio para ver si había sido alcanzado, otro dragón aterrizó a mi lado y un jinete descendió de él con la espada en alto.

- ¿Quién eres??? - me gritó cogiéndome de la chaqueta.

- ¡Suéltame, maldito! - me acercó hasta su cara y me soltó de golpe, caí con gran fuerza al suelo.

- ¿Qué hace una niña Morlan en un bosque infestado de druidas??? - abrí la boca sorprendida, ¿sabía quién era?. De repente el jinete al que había visto aterrizó también a mi lado.

- ¿Quién es? - le preguntó al otro jinete.

- No lo sé, ¿cómo es que los Morlans han perdido a uno de los suyos??? - no me hacían caso y me fui alejando de ellos poco a poco... ¿quiénes eran estos tipos?

- Cógela y la llevaremos al castillo. Si se enteran los Morlans que vimos a uno de sus críos y no le protegimos ni el Consejo en pleno podrá ayudarnos. - dijo el primer jinete. El segundo me cogió por la chaqueta y me lanzó contra su dragón, luego se subió y se colocó detrás de mí.

- Procura no vomitar niña, a mi dragón no le gusta que lo manchen.... - el dragón me gruñó.

- ¿Quiénes sois???? - le pregunté todavía alucinada.

- Jajajajaja... ¿acaso nuestras ropas no nos delatan???. Somos jinetes de dragón, niña...

Volamos raudos, en línea recta... me sorprendí porque normalmente debíamos esquivar las defensas y los satélites de los humanos, pero ellos simplemente volaban sin preocuparse de nada. En el suelo solo se veía vegetación, de vez en cuando se abría un claro con algún pueblo o edificación, pero... ¿dónde estaban las ciudades, las autovías?, ¿dónde estaba la humanidad?.

Nos llevó todo el día llegar hasta las altas montañas del Reino de los Dragones, cuando las vislumbré me sentí aliviada, Arco me diría qué había pasado. Vi a lo lejos el oscuro castillo que era mi hogar pero... era distinto! No era tan grande como mi castillo, la gran explanada no tenía construidas las grandes y pulidas paredes de piedra que bañaba el acantilado, aquí solo era una superficie plana excavada en la roca por garras de dragón. Todo era similar y distinto a la vez. Aterrizamos y los criados y los sanadores corrieron hacia nosotros.

- No estamos heridos, ¡basta! - dijo uno de los jinetes, los dragones se transformaron en humanos y me miraron.

- ¿Quién es la cría Morlan? ¿y qué hacía en ese maldito sitio de druidas??? - uno de ellos me cogió del brazo y tiró de mí para mirarme a la cara.

- ¿Qué prendas llevas niña??? - me dijo de malos modos. Abrí la boca para protestar, ¡por favor! No conocía nada de estos individuos... ¿dónde estaba?

- ¡No toques a uno de los míos, Incendia! - dijo una voz a mi espalda. Me di la vuelta para ver a un Morlan acercarse a mí con rapidez. - ¡Suéltala!

- Deberías cuidar más a tus cachorros, Morlan... se te extravían....

- ¡No soy un cachorro! - grité, el jinete se dio la vuelta hacia mí y me dijo.

- ¿Te crees mayor para ser un dragón y volar tan lejos? - me quedé con la boca abierta...

- ¡No soy un dragón tampoco!, pero... ¿de qué...?

- ¿De qué hablas??, ¿acaso no te estoy viendo cachorro? - me dijo el jinete molesto, se dio la vuelta y le dijo al Morlan - Tu cachorro se ha escapado, le encontramos en el bosque de los druidas completamente solo y con estas ropas de campesino. ¿Es así como cuidáis de vuestras camadas?

- Ella es responsabilidad mía, ten cuidado Incendia o acabarás mal....

- ¡Suficiente! - una voz conocida fuerte y grave se detrás nuestro. Me di la vuelta y vi a Draco que venía caminando hacia nosotros, avancé hacia él pero el Morlan me cogió del hombro, creí que Draco haría algo para protegerme pero nos miró furioso a los dos sin reconocerme. Pero este Draco no era mi Draco, era joven, maduro sí, pero no era viejo como el mío... estaba en pleno apogeo de su vida y detrás de él venía un delgado jinete envuelto en una capa, le reconocí por los recuerdos de mi dragón... ¡era su jinete!!!, ¿cómo era posible????, ¿estaba soñando???

- Nadie te ha llamado, hijo de Calem - dijo el Morlan.

- Todo lo que ocurre en la explanada es asunto mío Morlan, la niña... ¿qué hacía tan lejos? - me miró por un momento y vi por un segundo ¿sorpresa?, pero luego volvió a mirar al Morlan.

- No lo sé, lo averiguaré...

- Bien, llévatela entonces y deberías agradecer a mis dragones y a mis jinetes que no la dejasen a manos de los druidas...

- Draco.... - le llamé sorprendida. El Morlan me zarandeó.

- Más respeto, pequeña boba... no hables con tus mayores... - ¿mayores???? Pero si es mi dragón... ¿qué estaba ocurriendo aquí?

El Morlan me llevó a rastras hasta las dependencias de mi casa, me dejé llevar sin dejar de mirar a Draco que solo se dignó a dirigirme una breve mirada antes de volver a sus quehaceres. Todo el castillo era más pequeño de lo que recordaba y como más... antiguo si pudiese definirlo así, no entendía nada, ¡maldito Quirón y su madriguera de conejo!. Pasamos por pasillos y habitaciones y entramos en un gran salón donde un grupo de gente estaba reunida.

- Mi Señor, mi Señor - un hombre alto y fornido se dio la vuelta en su cara estaba el rostro de mi padre y mi sorpresa fue demasiado intensa, di un mal paso y caí al suelo. Una mano apareció delante de mis ojos y la cogí, al levantarme vi al Señor de Morlan delante de mí con mi mano entre la suya.

- ¿Quién eres niña? - me preguntó con la voz de mi padre.

- Un Incendia la encontró en el bosque de los druidas tras una escaramuza - ahora fue el Señor de Morlan quién se sorprendió.

- ¿Qué hacía una niña en un sitio tan peligroso? - me miró amable.

Cuando era aprendiz, mi preceptor Rem me había enseñado quienes habían sido los Morlans intentando contestar mi pregunta sobre por qué yo era una de ellos, me llevó hasta aquel mismo salón y me mostró el cuadro de un hombre idéntico a mi padre, un jinete con gran presencia y un hermoso dragón... el hombre que tenía enfrente de mí era el mismo del cuadro... Taram, Señor de Morlan. ¿¿¿Cómo era posible????, ¿estaba en uno de los sueños de Draco??? O.... miré a mi alrededor con sorpresa y miedo.... ¡Maldito Quirón!, el agujero del árbol no daba a un mundo imaginario como el de Alicia, no daba al País de las Maravillas... el maldito agujero conectaba el presente con el pasado.... ¡¡¡¡¡Estaba en el pasado!!!!!

- Niña... ¿quién eres?, ¿cómo te llamas? - volvió a preguntarme el Señor de Morlan. Quirón me había dicho que no debía enseñar quién era... incluso que debía perder mi nombre...

- Aaaahhhh.... Mirlo, me llamo Mirlo, señor de Morlan - contesté sin pensar

- Mirlo... es un nombre bonito, ¿qué hacías en el bosque de los druidas, Mirlo?.

- Me perdí... mi preceptor y yo viajábamos en una caravana con otros refugiados, fuimos atacados por los druidas y me separé de ellos, llevo varios días vagando por el bosque escondiéndome de los druidas y de las fieras.

- ¿Y tu preceptor?, ¿sabes si sigue vivo?.

- No, mi señor, murió de los primeros en el ataque... - bajé los ojos esperando parecer compungida.

- ¿Y tus padres?

- Murieron siendo una niña, mi señor. Mi preceptor decía que debíamos llegar al Reino de los Dragones porque era allí donde debía de vivir, por eso viajábamos en esa caravana.... - las lágrimas saltaron de mis ojos... y hundí mis hombros.... ¡oh venga....! Que se lo crean.... Por favor...

- ¿Quiénes eran tus padres, niña? - subí los ojos para mirar al Señor de Morlan.

- Mi preceptor nunca me lo dijo Señor, solo me dijo que pertenecía a la Casa Morlan. Dijo, que si me capturaban los druidas o las lagartijas estaría a salvo. - El Señor de Morlan miró a varios hombres y se separó un poco de mí para hablar con ellos. Volví a bajar la cabeza como si estuviese triste.... ¿Se lo creerían?

- Por su edad debe ser alguna hija de los jinetes y dragones que no retornaron en las guerras de los Apátridas... - dijo uno de ellos.

- Fueron tiempos convulsos... si alguna hembra hubiese estado embarazada no lo habríamos sabido....

- ¿Y el preceptor? - Preguntó Taram.

- Pudo ser cualquier criado de los jinetes. No era seguro volar en aquellos días, mucho menos con un recién nacido...

- Mi señor, ¿qué haremos con la chiquilla? - preguntó otro de los hombres. Taram levantó la mano y volvió a dirigirse a mí.

- ¿Sabes algo de los Morlans?

- Sí mi Señor, mi preceptor me instruyó acerca de mi casa y del Reino de los Dragones.

- Bien pequeña... tu destino ha sido sellado. Estás en tu hogar, con tu familia, con tu casa... A partir de ahora serás formada como aprendiz de jinete - levanté la mirada sorprendida y abrí la boca sin creérmelo - tu esencia es fuerte, es tu destino niña. Él es Baute, hijo de Morlan, tu nuevo preceptor. Tu Casa es lo más importante, Mirlo, haz que nos sintamos orgullosos de ti.

Hice el saludo protocolario y salí detrás de Baute, ¿¿¿¿¿aprendiz???????, ¿¿¿¿otra vez??????, ¡maldito Quirón!!!!. Me llevó a las dependencias privadas de los Morlans, unas doncellas me ayudaron a lavarme y me vistieron con un camisón, la noche hacía tiempo que había llegado y estaba cansada. Me dieron de cenar y me indicaron una cama en una pequeña habitación donde podría dormir. Agradecí poder descansar algo... ¿aprendiz?, ¿de verdad tenía que volver a ser un aprendiz?.

El nuevo día llegó en lo que me pareció un suspiro. Las doncellas volvieron con ropas blancas, las recordaba con cariño pero mis ropajes negros me los había ganado con sangre... ¿por qué volver a pasar por la formación?.

- Estás hermosa, aprendiz - me dijeron las mujeres, sonreí esperando que mi sonrisa fuese tímida. Baute llamó a la puerta en ese momento.

- ¿Estás preparada, niña? - asentí y salí caminando detrás de él. La primera vez que me había puesto la ropa blanca caminé detrás de Dorc hasta el gran salón del Consejo, ni siquiera sabía cómo utilizar las partes de mi cuerpo. Ahora caminaba con paso firme, no tenía miedo, solo incertidumbre por lo que me pasaría. Tenía que encontrar a Arco y pedirle que me ayudase a volver con los druidas, ¡que le diesen a Quirón y su nuevo aprendizaje! Yo quería volver a casa.

La escuela apareció ante mis ojos, el edificio era prácticamente igual, pero el parque con las altas torres de las casas sí que estaba muy cambiado. Las torres que albergaban a los aprendices y a los cachorros no eran tan altas como las de mi tiempo, hechas de manera más tosca y sin tantas terrazas. Baute me llevó hasta nuestra torre, era sin duda la más alta de todas, un enjambre de chicos y chicas circulaba por ella subiendo y bajando las escaleras constantemente. Me llevaron hasta una pequeña habitación, una cama, una zona de estanterías y cajones y una zona de aseo, con una letrina y una diminuta fuente que manaba y que dejaba caer un chorro de agua fresca para poder lavarse.

Luego me llevó hasta la escuela, seguido por varios aprendices que iban hablando con él y le preguntaban quién era. Llegamos al gran comedor con las doce mesas dispuestas como yo lo recordaba. La mesa Morlan estaba llena de aprendices Morlans, con sus escudos grabados en sus ropas y con porte orgulloso. Baute me indicó que debía desayunar y me hizo sentar en la mesa. Miré casi sin darme cuenta a la mesa Calem y a la de Zalta esperando ver a mis amigos en ellas, pero no vi ningún rostro conocido. Suspiré... cuando viese a Quirón iba a despedazarle...

- Me llamo Caram, hijo de Taram, señor de Morlan - me dijo un chico guapo y alto. Tenía el emblema del primero de su grupo por lo que supe que estaba en cursos superiores. Le miré por un momento sopesando ignorarle pero me levanté y le hice el saludo protocolario.

- Soy Mirlo, hija de Morlan.

- Me han dicho que tus padres han muerto - asentí y volví a hacer que las lágrimas brotasen de mis ojos... - No te preocupes Mirlo, estás en casa, con nosotros, a partir de ahora seremos tus hermanos, tus amigos y cuidaremos de ti. - Me sorprendió, la verdad, había esperado recriminaciones e insultos pero aquella gente me había aceptado sin preguntarme siquiera.... ¿qué les pasaba???, no se parecían en nada a los Morlans de mi tiempo.

- Gra... gracias.... - dije bajito.

- No hay de qué, termina de desayunar y te acompañaremos a tu clase. - Asentí y volví a sentarme en mi sitio.

- Hola... - una tímida voz salió de mi lado - me llamo Ainara - me di la vuelta sorprendida hacia ella esperando ver a mi Ainara, pero la chica que estaba enfrente de mí no era la anciana que yo conocí como la hermana de Atham, Señor de Morlan.

- Soy Mirlo - le dije y sonreí tímidamente.

- Estarás bien con nosotros, ya lo verás - me dijo sonriéndome, luego siguió comiendo.

Eran extraños, terriblemente extraños... Los Morlans que yo había conocido habían sido maleducados, crueles, toscos e ignorantes. Me había costado muchísimo llegar a respetarlos y aun más a quererlos, pero estos Morlans eran orgullosos, amables, e incluso dulces como la chica que tenía sentada a mi lado. ¿Cómo era posible que hubiesen cambiado tanto?.

Fuimos a los entrenamientos, allí uno de los maeses estuvo evaluando mis formas de combate, al rato concluyó que no tenía ninguna habilidad especial, no era muy torpe, pero según él no estaba dotada para la lucha. Le dediqué una sonrisa deslumbrante y el maese también concluyó que muy inteligente no era tampoco. Ainara me acompañaba a todas las clases con su dulzura particular, al final del día supe que me caía bien, pero... ¿qué hacía aquí?.

Los siguientes días transcurrieron de la misma manera, pronto me dejaron ir por mi cuenta sin miedo a que me 'perdiese', era hora de intentar investigar un poco. Aquel día después de las clases de la tarde me acerqué a la biblioteca, tenía que saber en qué año estaba al menos y cómo estaba la situación con los monjes, en el pasado la biblioteca había sido un lugar por dónde empezar y supuse que podría hacer lo mismo. Entré en la biblioteca, las puertas de madera labrada eran las mismas que en mi tiempo pero esta biblioteca no tenía tantos libros como la de mi presente, aun así caminé por ella cogiendo libros de aquí y allá mirando todo con placer.

- Si necesitas información de algún tema en particular puedo ayudarte - me di la vuelta para ver quién había hablado, mi sorpresa fue mayúscula al ver a Garrick enfrente de mí. Pero un Garrick joven, casi imberbe, debía de tener escasamente mi edad. Me sonrió con aquella sonrisa suya que tanto me había gustado la primera vez que le vi.

- ¿Garrick? - pregunté asombrada.

- El mismo, ¿cómo sabes mi nombre?

- Ah... esto... me lo dijeron los Morlans...

- Vaya, no pensé que ningún Morlan supiese mi nombre. ¿En qué puedo ayudarte.....? - dejó la pregunta sin terminar para escuchar mi nombre.

- Mirlo, me llamo, Mirlo.

- Muy bien, Mirlo hija de Morlan, ¿en qué puedo ayudarte?

- ¿Eres un maese? - le pregunté yo a mi vez.

- Jajajajja.... No... solo soy un aprendiz, como tú, solo que yo soy aprendiz del Maestro Bibliotecario como los demás. - Señaló a unos cuantos jóvenes que estaban reunidos en otra sala.

- ¡Guau!, es increíble.

- Lo dice la que es un aprendiz de jinete... - me volvió a sonreír. - ¿Qué te trae por la biblioteca Mirlo?

- ¡Oh! - no podía decirle que quería saber en qué año estábamos.... - solo quería información para mis clases. Vi que Garrick abría los ojos sorprendidos.

- Nunca imaginé que una Morlan estuviese interesada en los libros. - Eso sí que me sorprendió a mí.

- ¿Y por qué no?, ¿de dónde podría sacar el conocimiento que necesito?

- Bueno... los tuyos nunca han sido de leer mucho, más bien de combatir... - me dijo a modo de disculpa.

- ¡Ah, vale! - ósea que consideraba a los Morlans unos incultos... pues vaya.... - Quería un libro de historia si tienes, por favor.

- Claro, tengo un par de manuales que te interesarán. - Me llevó hasta otra dependencia y después de sacar un libro de una de las estanterías me lo tendió. - Este te ayudará en tus clases.

- Gracias - dije con el libro en la mano. - Lo devolveré en breve. - Garrick asintió. - Ha sido un placer... conocerte, Garrick.

- El placer ha sido mío, Mirlo.

Salí de la biblioteca sin creérmelo, ¡Garrick!!!, había conocido a Garrick de joven. Fui hasta mi torre para dejar el libro, caminaba por el oscuro parque cuando me encontré con dos cachorros Zalta, iba a rodearles cuando uno de ellos me quitó el libro...

- Así que tú eres la Morlan huérfana, la nueva... ¿qué haces aquí tan sola, aprendiz?

- Devuélveme el libro Zalta - le dije seria.

- O si no... ¿qué? - se transformó en medio humano y desplegó sus alas de dragón.

- Te arrepentirás. - le dije.

- O quizá seas tú quien lo hagas, Morlan.

- ¿Piensas que tengo miedo de un miserable Zalta? - Mi esencia empezó a surgir de mi mano. Iba a atacarle cuando oí una voz detrás de mí. Volví a esconder la esencia dentro de mí.

- ¿Crees que puedes meterte con alguien de nosotros, Zalta? - me di la vuelta para ver a Caram y a otros Morlan que se acercaban. Este se puso delante de mí para protegerme, le tendió la mano al Zalta - Dame el libro cachorro, o no saldréis bien parados de aquí. - Vi como cuatro cachorros Morlans se transformaban en medio humanos. El Zalta se rió y lo lanzó al suelo, lo recogí limpiándolo en mis ropas.

- Solo estábamos bromeando Caram, solo eso... - se dieron la vuelta y huyeron en la oscuridad. Caram se dio la vuelta hacia mí.

- ¿Ibas a enfrentarte a dos cachorros tú sola?, ¿en qué pensabas? - encogí los hombros.

- No creo que me costase mucho....

- Dos cachorros Mirlo, te habrían despedazado. ¿Por qué no pediste ayuda? - abrí la boca para responder pero es que... jamás se me había ocurrido pedir ayuda a nadie....- Somos tu familia, tu Casa, estamos para apoyarnos y defendernos mutuamente. - Posó la mano en mi hombro. - Tienes que aprender a confiar en nosotros, ahora somos tus hermanos. - Asentí como pude... - Ainara, acompáñala a la torre y luego id al comedor, unos cuantos quedaos con ellas.

Ainara me cogió del brazo y caminamos juntas hasta la torre, me iba diciendo que había sido una temeridad y que debía hacer caso a Caram, por la forma en la que hablaba de él no tardé mucho en dilucidar que estaba enamorada del chico.

- Ainara... me gustaría ver el castillo, ¿podrías acompañarme?, porfa.....

- ¿Ahora? - me preguntó asustada.

- No, no... pero mañana... no tenemos entrenamientos.... ¿puedes acompañarme?

- De acuerdo, hasta el mediodía que vayamos a comer con el Señor de Morlan y los demás lo tenemos libre. ¿Dónde quieres ir?

- A la gran explanada... quiero ver ¡dragones!, a las dragoneras!!!, al pueblo!!! Quiero verlo, todo!!

- Jajajajaj.... De acuerdo, de acuerdo, te haré un tour...

Al día siguiente después del desayuno nos fuimos juntas hasta la gran explanada, había gran movimiento entre los dragones y los jinetes y me quedé mirándolos con ansia... Yo era una de ellos, ¡era un jinete!, ya no era un aprendiz... volar.... Echaba de menos volar... El movimiento se intensificó y vimos cómo llegaban dragones, por su número venían de patrullar. Nos apartamos a un lado para verles aterrizar, era un espectáculo maravilloso.

- ¡Mirlo mira! ¡El Rey!! - me di la vuelta esperando ver a Arco pero el dragón que me señalaba Ainara no era él sino un gran dragón negro con un jinete encima... ¿quién?

- ¿A qué la reina es guapa? - me fijé en el jinete, era una mujer de extraordinaria belleza, con un cabello rubio intenso que contrastaba con sus ropajes negros. Aterrizaron y la Reina bajó del dragón con gracia. Enseguida el dragón se transformó en un hombre de extraordinario parecido con Arco y entonces le reconocí... era el padre de Arco, la mujer, la reina, el jinete del dragón era la madre de Arco. ¡Sus padres! Todos hicimos la reverencia cuando pasaron a nuestro lado, Draco también había aterrizado y fue a hablar con los Reyes, pasaron a nuestro lado y agaché levemente la cabeza, cuando la levanté me encontré con la mirada del Rey, me miraba fijamente, luego siguió mirando al frente, me sonrojé... era imposible que supiese quién era yo... nunca nos habíamos conocido, pero su mirada...

- Sí que es guapa - contesté a Ainara.

- El Rey se parece mucho al príncipe, ¡ya verás cuando le conozcas!, ¡es guapísimo!! - la miré estupefacta pero no dije nada... Caram se acercó con otros Morlans a nosotras.

- ¿Qué hacéis aquí? - nos preguntó.

- Hemos venido a ver a los jinetes y a los dragones - contestó Ainara altanera.

- ¿Tú?, pero si nunca has venido a la explanada. - le dijo, Ainara se ruborizó.

- Le pedí que me trajese, espero que no hayamos cometido alguna imprudencia - le dije a Caram.

- No, no es eso, nosotros también venimos a ver a los jinetes, me sorprendió veros aquí, solo es eso.

- ¡El príncipe!, ¡el príncipe! - los gritos llegaron hasta nosotros y levantamos la vista para ver llegar a varios dragones.

Reconocí a Arco enseguida, aterrizó con su elegancia de siempre y se transformó en humano. Su piel de escamas tapó todo su cuerpo excepto sus brazos como hacía siempre. Era él, le podía sentir, realmente era él... sus increíbles ojos azules pasaron por encima de mí sin reconocerme, un dolor agudo se instaló en mi pecho, había pensado que él sí que me reconocería pensé con desilusión. A su alrededor se arremolinaban un montón de mujeres entre dragones y jinetes, todas le pedían atención. Ainara se estiró para verlo mejor... yo me quedé atrás... ¿para qué?. Creí que Caram y los demás no le harían caso pero me equivoqué, los dejé intentando acercarse al príncipe y me fui caminando con los hombros hundidos... fui en dirección al castillo para reunirme con los Morlans, supuse que los demás me seguirían. Paseé por los jardines de palacio y me senté en una piedra semioculta bajo un árbol. Tiré una china contra el tronco... ¡maldito Quirón!

- No pareces estar muy contenta.... - me di la vuelta sorprendida y me encontré con el Rey de pie a mi lado con los brazos en la espalda, por un momento vi a Arco por su postura pero enseguida pude ver que era su padre. Me levanté a toda prisa y le hice una reverencia.

- Ma... majestad, disculpadme... no... no sabía que estuvieseis aquí...

- No te preocupes, pequeña... dime, ¿quién eres? - miré por un momento para otro lado pero seguí con mi tapadera.

- Me... me llamo Mirlo, hija de Morlan... - le miré a través de mis pestañas.

- Mirlo... - pareció paladear mi nombre - bien... si tú lo dices... - me sonrojé violentamente. - Desde luego eres una Morlan, tu rostro no engaña a nadie... Muy hermosa además.

- Grap... gracias, majestad...

- Y dime... Mirlo... ¿te tratan bien los Morlans? - por un momento pensé en Atham y los Morlans que yo conocía... pero luego pensé en Taram y los demás.

- Muy bien, majestad... no podría pedir mejor recibimiento. - asentí. El Rey me miró otra vez con su mirada intensa... casi podía creerme que era capaz de leer dentro de mí....

- ¿Querido? - oímos una voz de mujer - Tarco, querido, ¿dónde estás?.

- Aquí, amor mío - dijo el Rey que continuaba mirándome, se acercó hasta nosotros la Reina con su cabello dorado esparcido por su espalda, me miró sorprendida y levantó las cejas en busca de una respuesta hacia su marido. Había estado tantas veces en su lugar... podía sentir la conexión que tenían entre ellos, era tan similar a la que teníamos Arco y yo... El Rey seguía mirándome pero comenzó a hablar - Dala, esposa mía, te presento a Mirlo, aprendiz de jinete. - Hice una perfecta reverencia.

- Es un honor conoceros, majestad.

- ¡Una niña Morlan!, sorprendente...., Tarco... ¿qué haces hablando con esta niña? - no volvió a prestarme más atención. Pero el Rey seguía mirándome demasiado.

- Bueno... la he interrumpido en su descanso, ¿estás lista para la comida? - la reina asintió y se colgó del brazo de su marido, luego me sonrió suavemente y volví a hacer otra reverencia. Iban caminando hacia el interior del castillo cuando el Rey se volvió hacia mí... - Ha sido.... interesante conocerte, pequeño Mirlo, volveremos a hablar. - Después de eso se dio la vuelta para continuar el paseo con su esposa y jinete.

Respiré profundamente aliviada, por un momento temí que me reconociese, ¿por qué me miraba así?. Mi esencia surgió de mi cuerpo y mis tentáculos se deslizaron por la hierba quemándola... mejor... me sentía mejor... el excesivo control que tenía que hacer constantemente sobre mi cuerpo me empezaba a pasar factura.


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