Capítulo 38
La joven reina dragón caminaba deprisa seguida de humanos y representantes de todas las razas de la Tierra, entraron en la gran sala y todos tomaron asientos en sus lugares correspondientes. La reunión de estado había comenzado.
- Hemos conseguido asegurar bastantes zonas - dijo uno de los consejeros - América es un sitio seguro al igual que Europa y parte de África.
- Asia sigue estando a merced de los monjes - recalcó uno de los humanos.
- Hacemos lo posible por solucionarlo. - contestó uno de los druidas.
- Nuestros ejércitos necesitan descanso, hemos evacuado al mayor número de población pero no podemos seguir luchando indefinidamente, señores - dijo un tercer participante, las salamandras asintieron ante esta afirmación.
Seguían hablando entre ellos y Senda apoyó la cabeza en su mano pesadamente, tenía sueño, no sabía cuando tiempo hacía que no dormía en condiciones. Normalmente el rey se ocupaba de esas interminables reuniones pero estaba en la otra punta del mundo intentando salvar lo poco que quedaba de algunas zonas. Llevaban más de cinco años luchando en una interminable guerra contra los monjes, con ayuda de los ángeles había obtenido importantes victorias sobre las implacables hordas que día a día intentaban someterlos. Habían ido arrebatando terreno a los monjes en infinidad de batallas con grandes sacrificios por parte de todas las razas implicadas, por primera vez podían decir que las fuerzas estaban igualadas, la superioridad numérica de los monjes ya no era tan grande pero aún así... Se movió un poco y se le cayó la cabeza de la mano dándose cuenta que se había dormido por un instante, se puso recta y miró hacia el sitio vacío de Draco, ¿dónde se habría metido?, una mano la tocó por detrás.
- Estaba haciendo recuento de los efectivos que han quedado tras la última batalla - le dijo Príus que se había dado cuenta de a quién buscaba. Ella asintió.
- Guarda el fuerte, voy a buscarle. - se levantó sin hacer ruido y cuando el consejero que hablaba se dio la vuelta se escabulló sin ser vista hacia el exterior.
Supuso que la buscarían en breve pero quería encontrar al dragón, normalmente era él quien solía buscarla a ella. Caminó desperezándose cuando el Triunvirato aterrizó a su lado, Senda puso mala cara, es cierto que tras tantas batallas había habido un acercamiento a los hijos del original pero todavía la seguían poniendo nerviosa.
- Te buscábamos, jinete. - dijo Yibrael hablando por los tres como siempre.
- ¿Es urgente? Tengo que encontrar a mi dragón - repuso ella.
- Debes acompañarnos, necesitamos mostrarte algo.
- Bien, pero debo encontrar primero a Draco, luego iremos a buscaros.
- No hace falta pequeña, estoy aquí - el dragón se dirigió a ellos con paso cansado.
- ¿Estás bien? - le preguntó la joven preocupada al verle.
- Sí, tranquila. ¿Qué queréis mostrar a la reina, triunvirato?
- El viaje es largo, debemos partir cuanto antes para llegar pronto.
- ¿Largo? ¿a dónde queréis que vayamos? - volvió a preguntar ella desconfiando.
- Llamáis a esa tierra Asia, allí hay una gran estepa. - Senda y Draco se miraron sorprendidos.
- ¿Y qué hay allí que queréis mostrarnos? - repitió la pregunta la chica.
- A ti solo jinete, no al dragón - dijo Irifael irritado.
- Si crees, emplumado, que ella va a ir sola estás equivocado. - respondió Draco dando un paso amenazador hacia el ángel.
- Draco tiene razón, no iré a ninguna parte sin él, pero aparte de quién me acompañará, ¿qué hay allí?
- Muerte - solo dijo Micael.
-.-
Aquella noche hablé con Arco a través de nuestra conexión, sentí dentro del triunvirato que era importante que fuésemos allí por lo que quedé con el rey en que nos encontraríamos en aquel lugar misterioso. Afortunadamente había enviado a Slar con el rey y sabía que estaría protegido en caso de cualquier ataque o emboscada. Por mi parte, aparte de Draco, Tarnan y Gave se unirían a nosotros mientras que Príus con su dragón, Kitu y Durin el enano se encargaban con los humanos de todo lo demás.
- 'Ten cuidado en el viaje, amor mío' - me dijo Arco, le noté tan preocupado...
- 'Lo tendré, te lo prometo. Al menos piénsalo de esta manera, no me queda por despertar a ninguna otra raza o ser inmortal...' - el chiste era bueno pero no se rió.
- 'Me preocupas y ellos todavía más'
- 'Lo sé, Escamoso, tendré cuidado, te lo prometo. Además, voy con Draco'.
- 'Eso es como no ir con nadie, Draco te concede demasiadas libertades...' - me reí, pero era cierto.
- 'Te quiero, Arco. Dale un abrazo a Brom de mi parte'
- 'Lo haré, aunque creo que a mi corregidor le dará un infarto cuando vea que su rey le abraza' - me reí por la imagen. -'Yo también te quiero, querida mía. Cuídate mucho.'
- 'Nos veremos allí' - corté la conexión y me volví hacia Draco que estaba echado en su camastro. - ¿Qué crees que querrán enseñarnos? - mi dragón gruñó.
- No lo sé, pero debemos estar atentos, no me gustan esos malditos pajarracos. - me senté junto a él y me hizo sitio en su cama.
- Noto que están preocupados y eso hace que yo también lo esté - me tumbé junto a él y enseguida sentí sus brazos a mi alrededor, me tapó con la manta y su brazo me hizo de almohada.
- Durmamos un poco, pequeña. Mañana veremos qué es eso que nos quieren enseñar. - cerré los ojos casi de inmediato y me dormí enseguida arrullada por la profunda respiración de mi dragón.
Llevábamos todo el día volando, miré hacia atrás para ver a Tarnan y a Gave, Yibrael iba en cabeza enseñándonos el camino. Me puse a su altura y le señalé una cordillera de montañas más adelante, el asintió y descendió. Draco me enseñó un buen lugar para acampar y aterrizamos. Entre Draco y Gave, en su forma de dragón, movieron grandes piedras y luego las calentaron con su aliento, estaríamos calientes durante toda la noche. Toqué el suelo con mi mano y me aseguré que no hubiese monjes a la redonda. Luego empecé a sacar las cosas para preparar el campamento ayudada por Tarnan. Sacamos comida para cenar y vi como el Triunvirato se quedaba apartado de nosotros sin comer ni beber nada, para eso seguían siendo unos niños, nunca preparaban nada, previéndolo había traído suficiente comida para todos y les llamé.
- Venid aquí, emplumados. Vamos a cenar y dormir un poco después. - vi que Yibrael se acercaba a mí con extrañeza y le tendí la comida.
- Gracias jinete - me dijo con cortesía, los demás también se acercaron hasta nosotros y se sentaron cerca nuestro. Cenamos en silencio más por la presencia de los ángeles que por nuestro propio cansancio. Draco se apoyó en una piedra y fui a sentarme junto a él, apoyándome yo a mi vez en él. Me quedé mirando las estrellas, hermosas e inmensas que nos contemplaban desde la lejanía. Empecé a cantar con suavidad, la vieja canción de guerra que me cantaba mi abuelo como nana, Draco se unió a mí y Tarnan y Gave después. Nuestra voces se elevaban hacia las estrellas en el silencio de la noche, fui enlazando con todos como siempre, sin querer, incluidos los tres ángeles que quedaron subyugados a mi conexión.
- Es una hermosa canción, jinete - me dijo, cuando terminamos de cantar, Micael.
- Habla de la amistad, del sacrificio, de la lealtad, del hogar... - le expliqué.
- ¿Todo eso es importante para los dragones? - preguntó Yibrael con curiosidad. Sorprendentemente fue Draco quién contestó.
- También para los humanos, pero para nosotros, el reino de los dragones, el hogar, la familia, la lealtad, y la amistad son cosas que valoramos muchísimo. Vivimos muchos años por lo que todos esos valores prevalecen con nosotros durante mucho tiempo.
- Los dragones nos resultáis extraños, protegéis a los humanos y el resto de las razas sin pedir nada a cambio.
- Es nuestro sino y nuestro deber - volvió a explicar Draco - Nuestro destino y deber es proteger aquello que una vez estuvimos a punto de destruir. En tiempos de paz vivimos por y para nuestro reino, cuando la guerra acecha salimos de nuestras fronteras para asegurar de nuevo la paz.
- ¿No sería más fácil si reinaseis sobre todos ellos? - volvió a preguntar Yibrael.
- Cada raza tiene el derecho de regirse a sí misma, incluso los monjes tienen ese derecho. No debemos prevalecer por encima de nadie, podemos hacer alianzas, comerciar, pero no esclavizar o dominar.
- ¿También tenemos el mismo derecho nosotros, madre? - me preguntó Irifael, me atraganté un poco al escucha la palabra maldita pero lo dejé pasar.
- ¿Por qué, no? Es cierto que el original os creo, pero no por ello debe ser vuestro amo, cada uno de nosotros es libre de decidir sobre nuestro destino, sobre lo que queremos hacer en la vida. Solo debemos asegurarnos que no hacemos daño a los demás con nuestras decisiones. - expliqué a mi vez, Draco a mi lado asintió dándome la razón.
- Pero Padre nos pide sumisión - dijo Irifael y vi como Yibrael le lanzaba una mirada de alerta y preocupación. - ¿Acaso no quieres tú que te obedezcamos? - le miré sorprendida por un momento.
- Supongo que a todos nos gustan que nos obedezcan, pero para eso existe la lealtad. Si estás seguro de la persona que tienes delante, de su integridad, de los valores que sigue, no te será difícil otorgarle tu lealtad, y te será fácil obedecerle porque creerás en todo lo que hace. Si te cuestionas todo lo que dice, sus opiniones o sus acciones y aún así le obedeces... pues supongo que es sumisión y luego solo queda el siguiente paso... esclavitud. Es algo que debéis preguntaros vosotros mismos y ver si queréis obedecer a vuestro Padre o a mí por vuestra propia decisión, sabiendo que queréis hacerlo. Si decidís que ninguno de los dos merece vuestra lealtad será mejor que no la otorguéis.
- ¿Y tú no te enfadarás? - me replicó.
- ¿Por qué no me obedezcáis? Mira a tu alrededor, ninguno de ellos me obedece por miedo a mis enfados, sino porque creen en mí. Tarnan me hizo su juramento de lealtad cuando apenas éramos unos niños y sigue creyendo en mí después de tanto tiempo.
- Siempre, jinete real - dijo asintiendo mi segundo.
- Gave me juró lealtad mucho después, cuando pudo comprobar mi valía y estuvo seguro de que podía seguirme. - vi como Gave asentía hacia mí - Draco es especial - puse mi mano en su mejilla y éste me la besó - Nos somos leales mutuamente, no me obedece ni le obedezco, pero juntos somos una fuerza imparable.
- Es extraño lo que nos dices, jinete - dijo Micael con la mano en la barbilla - nos has dado en qué pensar.
- Vamos a descansar todos - dijo Draco - mañana nos espera otro día cansado.
- Os he preparado unas esterillas - les dije al triunvirato - Sé cuanto os molesta que se os llene las plumas de hojas y arena, allí dormiréis tranquilos - les señalé el lugar donde había extendido las esterillas y las mantas.
- Has sido muy considerada, jinete - dijo Yibrael dándose la vuelta sorprendido. Encogí los hombros a modo de respuesta. Pero vi como Irifael sonreía ampliamente mirando las esterillas y negué con la cabeza divertida.
- Cada vez sientes más afecto por ellos, ¿verdad? - me preguntó Draco mientras estábamos tumbados en nuestro camastro.
- Sí, no puedo evitarlo. Tenía razón Slar, poco a poco se hunden dentro de mí. - me quedé por un momento pensando - Draco...
- Dime, pequeña.
- ¿Te acuerdas de tu promesa, verdad? La de no dejarme por mucho que haga.
- La recuerdo bien y la cumpliré.
- Necesito saber que seguirás a mi lado pase lo que pase. - me quedé callada por un instante. - Viniste muy cansado ayer, ¿qué te pasó?
- Esta guerra me cansa, pequeña. Y ya no soy tan joven como antes. - me dijo y por primera vez pude ver realmente la edad en sus ojos.
- No se te ocurra hacerme esto, Draco. No eres viejo, ni siquiera mayor, Slar es mucho mayor que tú y está como una rosa.
- No me refiero a la edad, Senda. Las batallas que he librado superan ampliamente a las guerreadas por Slar. He dedicado mi vida a luchar y estoy cansado de ello.
- Te prometo dragón, que cuando todo esto acabe nos tumbaremos al sol y miraremos al cielo durante días enteros, pero ahora te necesito a mi lado. Necesito al general que eres, necesito que estés conmigo, nos esperan todavía duros momentos, lo siento dentro de mí. No sé qué nos pasará pero sé que todavía nos queda camino por recorrer.
- Siempre a tu lado, mi reina. - Depositó un suave beso en mi sien y me rodeó con sus brazos para dormir. Me quedé pensando en la oscuridad de la noche mientras sentía cómo Draco iba durmiendo poco a poco. Si él me fallaba... ¿qué haría?, no podría seguir sin Draco, se había convertido en una piedra angular de mi existencia, sabía que no sobreviviría sin él. Me quedé mirando su rostro dormido, relajado por el sueño y le besé la mejilla. Luego me deslicé de sus brazos hacia la fría noche.
- ¿No puedes dormir, jinete? - Irifael como siempre apareció a mi lado de improviso.
- ¿Acaso tú puedes dormir, emplumado?
- No necesitamos tantas horas de sueño como tú, madre... perdón... jinete. Por lo que solemos velar tu sueño.
- Gracias... ya tengo cierto escamoso al que le gusta mirarme cuando duermo, no necesito también a tres pajaritos haciendo lo mismo, al final acabaré cobrando entrada.
- Dijiste que el dragón y tú os sois leales mutuamente, ¿cómo es eso? - volvió a insistir en nuestra última conversación. No pude distinguir si sentía curiosidad o solo quería alargar la conversación.
- Más o menos es lo mismo que tú debes sentir por tus hermanos, ¿acaso no harías lo que fuese por protegerles? - vi que se quedó un momento parado pensando y me senté cerca de una piedra candente para protegerme del frío.
- Creo que sí, ellos son parte de mí, no creo que quisiese vivir sin ellos.
- Pues eso me ocurre a mí, Draco forma parte de mí, haría cualquier cosa por él y sé que él lo haría por mí, supongo que Micael y Yibrael harían cualquier cosa por ti. - vi que se sentó a mi lado pero manteniendo las distancias para no asustarme.
- Pero, ¿y si Padre nos pidiese otra cosa? - volvió su rostro preocupado hacia mí y un escalofrío me recorrió.
- ¿Te acuerdas lo que te conté de la lealtad? - él asintió - Le soy leal al Rey Dragón pero si me pidiese hacer algo que fuese en contra de mis principios o de mis valores no lo haría... quizá... preferiría morir antes que traicionar aquello en lo que creo o por lo que lucho. Pero, estoy segura que nunca me pedirá algo parecido pues mi lealtad se depositó en alguien que se la merecía.
- ¿Y si el Rey Dragón no hubiese existido? ¿a quién hubieses seguido?
- A nadie... supe muy pronto que nunca seguiría a nadie que no se lo mereciese, siempre he luchado para seguir siendo libre. No sigo falsos dioses, ni fatuos reyes, no me doblego ante nada ni ante nadie. Morir es mejor opción que vivir de rodillas.
- ¿Y si no tuvieses más remedio?
- 'Cara Quemada' intentó obligarme, el primogénito, le llamáis. Intentó obligarme chantajeándome con matar a un buen amigo.
- ¿Qué hiciste, entonces?
- Maté yo primero a mi amigo. - Vi cómo se sorprendía y sonreí.
- Me gusta hablar contigo, madre - suspiré... nunca se les quitaría esa manía, ¿verdad?.
- Ve a descansar, emplumado. Quizá no necesites dormir pero te vendrá bien apoyar las alas. - Se levantó y me hizo el saludo protocolario y volvió con los suyos. Yo hice lo mismo y me fui a los brazos de Draco nuevamente, por fin conseguí conciliar el sueño.
Volamos al siguiente día otra larga distancia, llegamos en la tarde a la estepa que nos habían dicho el triunvirato. Allí nos esperaba el rey y descendí de Draco para lanzarme en sus brazos, Arco me envolvió entre sus alas besándome con pasión y dejándonos aislados del resto del mundo como había hecho tantas veces.
- Te quiero amor mío - me dijo entre beso y beso, me reí como una niña y le repetí las mismas palabras - ¿Todo bien?
- Preocupada por lo que nos quieren enseñar.
- Estoy a tu lado, querida mía. - asentí y separó sus alas.
- Bien, emplumados, es vuestro turno, ¿qué queréis enseñarnos?
- Debemos bajar, jinete - dijo Yibrael señalando la estepa siberiana. Arco me miró y me cogió en brazos para seguir en su vuelo a los ángeles. Aterrizamos en mitad de la nada, unos yaks pastaban tranquilamente en la gran llanura, no se veía un alma a kilómetros a la redonda.
- Es... un paisaje interesante... - dije mientras me volvía hacia los ángeles.
- No es el paisaje lo que tienes que ver, sino lo que hay debajo de él... - abrí los ojos sorprendida.
- ¿Debajo?
- ¿Me permites, rey dragón? - le dijo Micael a Arco y este asintió con suspicacia... Micael me cogió la mano e hice un ademán de retirarla pero la sostuvo con fuerza, ¡maldita sea! Nunca me acordaba lo fuertes que eran realmente....
- ¡Eh! Suéltame emplumado o te juro que...
- Solo quiero guiarte, madre - dijo reteniendo mi mano. Draco vino con furia hacia mí.
- ¡Suéltala! - le gritó pero Micael no hizo caso.
- Solo es un instante, no pretendo hacerte daño - volvió a decirme, levanté la otra mano hacia Draco y le pare.
- Muy bien, pajarito, terminemos de una vez.
- Tu hoz te resultará útil, jinete, empúñala y apunta con ella al suelo - hice lo que me pedía sin que me soltase en ningún momento. Por un momento no vi nada, pero luego... las hebras de las conexiones de la hoz se hundían como siempre en el suelo hasta el núcleo mismo de la tierra. - Síguela, despacio... - Hice lo que me pedía y fui penetrando con mi mente en el interior de la tierra yo también, al principio tenía miedo por si me topaba con el original pero lo que vi fue aún más aterrador...
- ¡¡¡Madre mía!!!! - grité y miré aterrorizada a Arco que a su vez me miró también asustado. La conexión con Draco, Gave y Tarnan le dio visión sobre lo que podía sentir a través de la hoz. Todos dieron un respingo del susto. - ¡¡¡Hay millones!!!
- Miles de millones, madre... - me dijo con voz tranquila.
- Pero creí.... Creí que habíamos acabado con ellos. - dije solo con un hilo de voz...
En el interior de la estepa, a cientos de metros de profundidad, una increíble cantidad de monjes dormían en sus huevos esperando a ser despertados. Tantos que su sola presencia acabaría con la vida de la Tierra.
Tantos años luchando, todo lo que habíamos sacrificado y cuando creíamos que podíamos estar en igualdad de condiciones descubríamos que había sido apenas un respiro. Hordas de monjes esperaban a ser despertadas para arrasar con todo lo que se encontrase a su paso. Di un paso para atrás y Arco me cogió por la espalda, creo que sin su apoyo hubiese caído por la impresión. Nadie se esperaba eso, me volví hacia el rey en busca de alguna respuesta pero su rostro, normalmente imperturbable, mostraba una máscara de terror. No había servido para nada, todo aquello por lo que habíamos luchado no había servido para nada...
- Padre exige ser liberado para parar este horror que puede ser desencadenado.
- Liberado - repetí en un susurro.
- Dominará a sus hijos para paralizar su despertar desbordante - volvió a repetir Yibrael. Me miraba de manera extraña pero apenas yo acertaba a pensar en algo que no fuese aquello que me habían mostrado.
- ¿Arco? - le llamé, volví a repetir su nombre reclamándole pero parecía que no me escuchaba. Por un momento tuve miedo que se hubiese dejado vencer por la desesperanza...
- ¿Cuáles son las condiciones del original para ser liberado? - el rey que yo conocía había vuelto y di un suspiro de alivio, me abracé a él para reconfortarme.
- Tu jinete debe acompañarnos, es la única que puede liberar a Padre de su prisión eterna.
- ¿Y cómo puede hacer eso? Ni con toda su esencia sería capaz de mover una montaña - volvió a replicar el rey, los tres hermanos se miraron entre ellos como si no comprendiesen la pregunta, Yibrael volvió a hablar.
- No tenemos respuesta para tu pregunta, rey dragón. Cuando Padre sea liberado dominará a nuestros hermanos durmientes y los someterá bajo él.
- ¿Y si es una trampa, majestad? - dijo Draco adelantándose hacia nosotros. Le miré agradecida porque alguien hubiese puesto palabras a mis miedos.
- Es posible, es cierto que el original ha cumplido todos los pactos que hemos establecido con él, pero... ¿cómo saber que cuando sea liberado no se revolverá contra nosotros? - Arco miró a la estepa vacía, su inmensidad parecía sofocante sabiendo lo que en sus entrañas dormía. Me miró fijamente por un momento y me tendió la mano. La cogí y me abrazó besándome con pasión, me dejé besar disfrutando de esos momentos. - ¿Sabes cuánto te amo, Senda hija de Morlan? Vi cómo nacías del vientre de tu madre y en ese momento supe que te amaría eternamente.
- Yo también te quiero, Arco. Eres mi principio y mi fin, eres mi cuerpo y yo tu mente. - volvimos a besarnos y nos separamos. Se dio la vuelta y sentenció.
- Nuestro pacto con el original se ha roto, mi esposa os dio la vida y vosotros habéis pagado ayudándonos en las batallas. Estamos en paz Triunvirato, id con vuestro Padre y decirle que si osa volver a contactar con mi esposa, o atacarnos de alguna forma lo consideraremos acto de guerra. Lucharemos solos contra lo que duerme bajo estas tierras aunque nos cueste la misma existencia, pero no haremos alianzas con el original. - Yibrael se irguió en toda su estatura y simplemente asintió. Por un momento me pareció que... no sé, que todo era demasiado sencillo. Y entonces ocurrió.
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