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Capítulo 36

PRÍUS

Había pasado mucho tiempo desde que Senda y yo éramos enemigos acérrimos durante nuestra formación como aprendices de Jinete. Habían pasado también muchas cosas pero en el fondo seguíamos siendo como aquellos jóvenes que nos convertimos finalmente en amigos. Miré a mi amiga mientras se dirigía hacia mí y caminamos juntos en la noche. De vez en cuando me miraba de reojo, ¿se estaba poniendo colorada o me lo parecía a mí?

- ¿Qué te pasa? - le pregunté extrañado.

- Nada... es que hace poco alguien tuvo un problema con su... dragón y no sé si me vas a contar algo similar.

- ¿Problema?, ¿qué problema? - le pregunté con curiosidad.

- ¡Bah! Nada de importancia. Bueno, dime, ¿de qué quieres hablar? - Me preguntó. Le señalé el comedor que a esas horas estaba vacío salvo por dos humanos limpiándolo. Nos sentamos en una mesa y noté que se derrumbaba cansada, quizá no había sido un buen momento.

- Senda... si no es buen momento...

- Sabes que sí, siempre es un buen momento para ti. - Le sonreí y ella me miró con cariño - Siempre me ha gustado tu sonrisa, Príus.

- ¿Mi sonrisa? - le pregunté divertido.

- Recuerdo que me sorprendió ver lo bonita que era tu sonrisa cuando me hiciste el juramento de fidelidad.

- Ya veo... - me reconfortaron sus palabras - nunca me he arrepentido de eso, jinete real. - Me dio unos golpecitos en el brazo.

- Bueno, dime, ¿problemas de corazón? - me reí ante la pregunta.

- No... es peor - puso cara sorprendida - Mi padre quiere que sea su heredero - le solté de golpe, Senda abrió la boca con sorpresa.

- ¿Por encima de tus hermanos? - me preguntó.

- Sí, quiere que sea el próximo Señor de Zalta - le dije.

- ¿Y qué dicen tus hermanos?

- Han puesto el grito en el cielo.

- ¿Y qué dices tú?

- Que es una locura, Senda. ¿Yo Señor de Zalta?

- Pues yo creo que lo harías bien.

- ¿Sabiendo que le he quitado el puesto a uno de mis hermanos?. Mi padre quiere que empiece a formarme para asumir su legado. ¿Cómo podría sabiendo que estoy desbancando a uno de ellos?

- ¡Buf! ¿esto me lo preguntas como amiga o como reina?

- ¿Hay diferencia? - le pregunté.

- Pues no lo sé, este tipo de cuestiones políticas las lleva el rey, yo solo me siento en las sesiones interminables de los consejeros. Y como amiga no sabría que aconsejarte. ¿Qué es lo que quieres hacer tú?

- Siempre creí que no servía para nada, que solo era un esbirro de mis hermanos gemelos. Ellos lo tenían todo, eran fuertes, rápidos y buenos durante la formación de aprendiz... Y luego te conocí a ti, a una pequeña descastada que a pesar de todas las trabas que le puse siguió escalando puestos con tesón. No sabes cómo te admiraba y te envidiaba, Senda - vi que ponía los ojos en blanco - Tú no le rendías cuentas a nadie como yo, pero tampoco te doblegabas a pesar de estar sola y sin ayuda. No tenías amigos ni familia y a pesar de todo resistías y ganabas. Cuando vi a Tarnan cerca de ti sentí que yo también quería eso, es la primera vez que sentí que quería hacer algo por mí, no al rebufo de mis hermanos.

- ¿Y sientes ahora lo mismo? - me preguntó. Asentí tímidamente. - Vaya... - dijo solo.

- No crees que alguien como yo sea capaz de ser un buen señor de la Casa Zalta, ¿verdad? - ella abrió la boca para protestar, lo vi en su mirada.

- Senda, querida mía. Te he estado esperando para dormir. - El rey se acercó a nosotros y bajé la cabeza, la conversación se había terminado.

- Arco... si te hago una pregunta, ¿me contestarás sin ponerte en modo rey? - levanté los ojos sorprendido ante lo del 'modo rey', ¿qué era eso?. Vi que el rey sonreía benevolentemente.

- Ya sabes que me cuesta bastante, amor mío, pero lo intentaré. - Senda le señaló una silla a su lado y él se sentó con la habitual rigidez en su postura.

- ¿Crees que Príus sería un buen Señor de Zalta? - abrí la boca para reprocharle su osadía, pero el rey me sorprendió al contestar deprisa.

- Sí, sin duda. Fue mi respuesta para tu padre cuando me vino a consultar. De sus hijos la mejor opción serías tú.

- ¡Guau! Eso no me lo habías dicho - le dijo acusadoramente Senda.

- Hay muchas cosas que no puedo compartir contigo, querida mía. Hay cuestiones en el reino que debo resolver sin consultarte o sin comentarlas contigo. Lamentablemente la guerra interminable que vivimos hace que mi reina pase gran tiempo en el frente y yo debo ocuparme de la burocracia y los problemas de mi reino. - Ella le miró y le sonrió tiernamente.

- Lamento no poder ayudarte más, Escamoso - sonreí ante el mote que utilizaba la reina para referirse al rey.

- Proteges mi reino y a mis dragones, Senda, ¿cómo podría pedirte más?.

- No sabía que mi padre había hablado con vos, majestad. - le dije tímidamente.

- Hace tiempo que hablamos sobre el futuro de la Casa Zalta. Si aceptas el cargo, no me cabe duda que serás un gran Señor de Zalta, al igual que tu padre. Y mis hijos contarán con un gran consejero para guiarles con sabiduría.

- Pero, ¿yo? - protesté débilmente.

- Eres un gran estratega, Príus, hijo de Zalta. Lo demuestras habitualmente como segundo del jinete real. Tanto Tarnan como tú, habéis demostrado que vuestra juventud no os impide ser grandes líderes dentro de mi ejército de los dragones. A nadie nos ha pasado desapercibido que sois grandes hombres y grandes jinetes. Cuando tu padre vino a preguntarme le dije lo que te estoy diciendo a ti, posees el carácter necesario para gobernar a tu casa, la lealtad que necesita un rey y el corazón para ser un hombre justo. Quizá eso le falla a tus hermanos, la crueldad es un rasgo inherente a la Casa Zalta pero quizá en tus hermanos sea más acuciada que en ti.

- Bueno... en eso yo discrepo - me dijo ella mirándome con picardía, le torcí el gesto y me sacó la lengua. La mirada del rey no tuvo desperdicio y ella se sonrojó violentamente.

- Supongo que, en algún momento en el futuro, mi jinete real y sus acólitos dejarán de comportarse como críos y conseguirán madurar - dijo el rey y Senda suspiró sonoramente, a mí me entró la risa floja. Otra mirada del rey, esta vez hacia mí, me hizo ponerme serio de nuevo.

- Pero, ¿y sus hermanos? - preguntó de repente Senda.

- Mis hermanos nunca aceptarán que pase por encima de ellos.

- Creo que lo enfocas mal, hijo de Zalta. Aquí estamos hablando del futuro de vuestra casa, miles de vidas dependen de vuestras acciones y por supuesto de vuestras decisiones. Tu padre quiere designar al mejor sucesor que le garantice que su Casa quedará en buenas manos. ¿Qué tiene que ver con rencillas entre hermanos?

- Bueno, eso es porque tú no tienes hermanos, Arco... - dijo la reina, supongo que ella pensaba también en sus propios hermanos.

- Si tu padre designase a alguno de tus hermanos, ¿pondrías el grito en el cielo? - me preguntó el rey.

- No... es su derecho, claro - contesté rápidamente.

- ¿Crees que alguno de ellos será un buen Señor de Zalta? - me paré a pensar en mis hermanos, eran buenos guerreros, sin duda, y leales a la Casa y al Rey pero seguían siendo los cazurros que siempre habían sido. Les gustaba demasiado la juerga y vivir sin complicaciones. Luego pensé en mi padre, un gran hombre y mejor Señor de la Casa que nadie. Nunca había flaqueado en llevar a nuestra casa a lo más alto, era uno de los mejores consejeros del rey, uno de los más fieles y mejor cualificados. Si pienso en mi padre le veo siempre prostrado en su escritorio a altas horas de la madrugada poniendo en orden los problemas de nuestra casa.

- No estoy seguro, majestad. - le dije con pesadez.

- Habla con tus hermanos, Príus, hijo de Zalta. Habla con ellos sobre el futuro de la casa Zalta y actúa como si fueses el Señor de la casa.

- ¿Queréis que les ordene que no se involucren?

- No... ¿qué haría tu padre en este caso? - Senda nos miraba sin comprender pero un plan empezó a surgir dentro de mí.

- Creo que entiendo lo que me intentáis decir, majestad.

- Espero que esto no acabe con una cabeza de caballo encima de una cama - dijo la reina y me di la vuelta para mirarla sin comprender.

- ¿Caballo?

- Es una referencia humana, Príus, déjalo. - dijo la reina.

- Hablaré con ellos como me habéis aconsejado, majestad. Os lo agradezco. - el rey se levantó y le extendió su brazo a la reina.

- Mi reino ganará un gran consejero, entonces. Príus, hijo de Zalta. ¿Querida mía? Es hora de ir a descansar. Mañana será un día complicado. - ella asintió y se levantó cogiendo su brazo, ahora entendía el 'modo rey'. Ellos estaban ahora en 'modo reyes'.

- Hijo de Zalta - me dijo Senda con pomposidad - deseo y espero que descanses tú también esta noche. Mañana los ancestros nos guiarán en una ardua batalla y agradeceré tener a mi izquierda a alguien como tú. - le hice una reverencia.

- Siempre a vuestro lado, majestad.

- Orgullo y honor, jinete - me dijo.

- Orgullo y honor, majestad.

Salimos del comedor y nos separamos en la noche. Me volví a mirarles por última vez y vi cómo Senda se recostaba contra el rey mientras que este le pasaba con cariño un brazo por los hombros para protegerla del frío de la noche. Miré por un momento hacia mis pies... ¡vaya! ¿yo Señor de Zalta?. El rey me había dicho que actuase como tal para hablar con mis hermanos... sí... sé qué haría el señor de Zalta en este momento.

-.-

El Jinete Real se paseaba nervioso entre su ejército. En breve daría la orden de atacar a las hordas de monjes que se reunían en el desierto. Echó un vistazo a los seres con alas que parecían dormitar encima de una piedra, casi etéreos y hermosos, la joven refunfuñó algo para sí y siguió su camino errante.

- Slar, ¿los enanos estarán en su posición a tiempo? - se paró frente a un dragón.

- No te preocupes, tentación. Están todos en su sitio. ¿Estás preparada? - la miró extrañado, ella asintió y se dio la vuelta para caminar unos cuantos pasos. De repente se paró y se volvió hacia el viejo dragón.

- Tendrás cuidado, ¿verdad?. No quiero que corras peligros innecesarios, no quiero perderte. - el dragón de dos zancadas llegó hasta ella y la envolvió en sus brazos excesivamente largos.

- No me pasará nada, tentación, volveré a ti como siempre, mi reina.

- Eso espero, dragón, cuando os separáis de mi lado me duele tanto el corazón que podría partirse a la mitad. - el dragón sonrió levemente.

- ¿Cómo podría no volver teniendo lo que tengo como revulsivo? - la chica le abrazó con fuerza sin querer soltarle.

- ¡Maldita sea, cadáver! Suelta a la reina - se separaron sorprendidos para mirar a un alto dragón que con los brazos en jarras les miraba enfadados. La joven puso los ojos en blanco, el viejo dragón apergaminado simplemente sonrió enseñando su dentadura perfecta.

- ¿Te molesta acaso que me prefiera a mí, Draco?

- Sigue soñando, cadáver. Solo te tolera.

- Me quiere y lo sabes, por eso te enfadas.

- De verdad chicos, ¿vais a empezar con eso ahora? - dijo ella intentando que se tranquilizasen. Los dos gigantes no la hicieron caso.

- Ya me encargaré de que no te eche de menos cuando no vuelvas.

- Volveré, ella así me lo ha pedido. ¿Acaso no te lo ha pedido a ti? - Draco se volvió por un momento furioso a ella pero no contestó.

- Eh, Draco... ¿no te irás a enfadar, verdad? - le preguntó ella levantando las manos en son de paz.

- Tenemos que prepararnos, pequeña - dijo serio el dragón. Ella volvió a poner los ojos en blanco y murmuró.

- ¡Dragones! No entiendo a los dragones... - oyó la risa de Slar al fondo y sonrió levemente.

- Estamos dispuestos, jinete. - dijo uno de los druidas. Ella asintió nuevamente y vio aterrizar al rey cerca de ella. Corrió hacia él y se lanzó a sus brazos.

- No tenías que haber venido, Escamoso. - le dijo. El rey le sonrió y la abrazó rodeándolos con sus alas hasta quedar encerrados en ellas.

- Dime que luche a tu lado y lo hare, amor mío.

- No, esta es mi batalla. Tú debes quedarte atrás y dirigir la ofensiva.

- Debería luchar a tu lado. Soy tu dragón. - le dijo serio el rey.

- Eres demasiado importante, Arco. Necesitamos que te quedes atrás esta vez.

- ¡Maldita sea, Senda! lo que necesitamos es recuperar de una vez nuestra vida.

- Lo haremos - aseguró ella abrazándole - dentro de poco estaremos de nuevo en el reino y esto solo será una mala pesadilla.

- Prométeme que después de esta batalla nos centraremos en concebir a nuestros hijos. No quiero esperar más tiempo para ser padre. - ella abrió los ojos sorprendidísima ante el comentario.

- Pero... todavía me falta para cumplir los 150 años.

- He hablado con el consejo, aprobarán una excepción en tu caso.

- Arco... lo hablaremos cuando vuelva, será lo mejor.

- ¡No! Quiero que me lo prometas, quiero hacerlo. Quiero tener un hijo contigo. ¿Crees que puedo esperar a liberar al original para asegurar mis herederos?.

- ¿Esto es por Príus?, ¿pero qué fiebre os ha entrado a todos con los herederos? - oyeron un carraspeo y Arco separó las alas con reticencia.

- ¿Majestad? - dijo uno de los consejeros.

- ¿¿¿Qué???? - contestó de malos modos el rey, todos se quedaron sorprendidos por su respuesta.

- Estamos preparados, solo esperamos su orden. - El rey volvió a abrazar a la joven con fuerza y depositó un violento beso sobre sus labios.

- Cuando vuelvas, querida mía, cuando vuelvas. - ella solo asintió y fue a buscar a su dragón.

- Cuando vuelvas, ¿qué? - le preguntó Tarnan curioso.

- Cuando vuelva tendré que buscar una buena excusa, segundo. - no añadió nada más pero se frotó la nuca cansada.

- ¡Enlazad! - gritó el rey. Senda de pie sobre el gran dragón que era Draco hizo un perfecto semicírculo y enlazó a todos los combatientes incluidos los ángeles.

- ¡Honor y orgullo, jinetes! - gritó y estos contestaron de la misma manera.

La batalla comenzó. Senda se lanzó contra los monjes intentando contenerles como si fuesen ganado en un prado. Los túneles empezaron a derrumbarse gracias al trabajo de los enanos y los monjes fueron cayendo en las grandes zanjas que se fueron formando. Según iban quedando encerrados en los enormes agujeros Senda enviaba a los ángeles a acabar con la vida de los monjes. Estos se movían veloces y terminaban de un plumazo con cientos de aquellos deformes seres.

- ¡Draco! Al suelo, los enanos necesitan ayuda!! - gritó a su dragó y aterrizaron para ayudar a un grupo de enanos acorralados por los violentos monjes. Su esencia negra surgió golpeando la primera oleada de monjes. Irifael aterrizó a su lado y levantando el brazo terminó con la vida de los monjes que los atacaban.

- ¡¡Retiraos!! - gritó Senda a los enanos - ¡¡huid por los túneles!!! ¡¡Os cubriremos!! - el enorme dragón soltó una llamarada de fuego quemando a los monjes que venían hacia ellos. - ¡¡Irifael!! - llamó al ángel al ver que los demás enanos se introducían en la tierra por fin a salvo. - Remonta el vuelo, ¡te atacarán!! - ordenó y vio como el ángel asentía hacia ella. De un salto subió sobre Draco y remontaron a su vez el vuelo, en dos movimientos el dragón y su jinete estaban a salvo pero en un solo instante Senda vio que en pleno vuelo de ascensión a Irifael le cogían de un pié y lo derribaban nuevamente al suelo - ¡¡¡Irifael!!! - gritó la joven. No se lo pensó mucho y se tiró del dragón al suelo también, pudo escuchar el rugido furioso del dragón detrás de él. Los monjes se habían subido sobre el ángel que intentaba levantarse y con sus afiladas garras le estaban destripando, una furia terrible cegó a la reina y su negra esencia volvió a surgir de ella para golpear a los monjes y rodear al ángel caído. Draco aterrizó convertido en semihumano a su lado. - ¡¡Cógele Draco!!! - con horror vio que la esencia de la chica se había introducido en el cuerpo del ángel.

- ¡Maldita sea, pequeña! ¿¿qué has hecho?.

- No lo sé, pero no dejaré que nadie muera bajo mi mando - dijo ella como excusa. El dragón alzó en brazos al ángel y remontó el vuelo con la chica agarrada a él.

Cayeron en el campamento cercano y dos sanadores se acercaron a ellos.

- Traemos un herido - gritó ella.

- Es... es uno de los ángeles, majestad - dijo uno de los sanadores entre sorprendido y asustado.

- Curadle, maldita sea, debemos volver a la batalla.

- Retirad vuestra esencia, mi reina, nos encargaremos de él - dijo el otro más decidido, hizo lo que le pedía el monje y retiró lentamente la esencia.

- Vamos Senda, ¡nos necesitan en el aire! - gritó Draco tirando de ella. Por un momento la chica no se movió mirando al ángel inconsciente en el suelo, luego reaccionó y volvió al cielo con el dragón.

La batalla se recrudeció, con ayuda de los dos ángeles restantes consiguieron ir reduciendo poco a poco las hordas de los monjes. Senda había perdido la cuenta de cuántos había matado y de cuántas veces la habían herido. Sus propias bajas habían sido importantes, las bajas en el enemigo demasiadas. Después de tres días de lucha constantes pudieron ver los estragos causados por la guerra que acababan de pasar. Habían ganado, pero, ¿a qué precio?

La joven reina se movía rauda en la retaguardia intentando poner orden entre los soldados, Draco se unió a ella, se fijó en el rostro angustiado del dragón.

- Draco... traes mala cara....

- Acabo de estar con las lagartijas pequeña, no traigo buenas noticias.

- Descansa un poco, amigo mío, luego me darás todos los informes. ¿Dónde está Tarnan?, me ayudará en todo esto. - extrañándose de que su segundo no la hubiese buscado ya?

- Gave fue malherido esta mañana en las últimas refriegas, pequeña, Tarnan no se separará de él. - Senda le miró horrorizada.

- ¿Gave??? ¿Có... cómo está? - preguntó con temor.

- Sus heridas son demasiado graves. Los monjes están intentando sanarle, Senda, pero no las tienen todas con ellos.

- ¡Grandes ancestros!!! Tengo que ir con ellos... Tarnan me necesita... - caminó dos pasos y luego se paró y miró a su alrededor negando con la cabeza, le era imposible abandonar su puesto ahora. - Draco...

- Lo sé pequeña y él también lo sabe. Sé que quieres a tu amigo pero no puedes abandonar esto solo por un dragón.

- Pero si... pero si... muere... - no quiso continuar.

- Le he pedido a los humanos que te mantengan informada. - ella tragó dolorosamente saliva.

- Gra... gracias. - miró al suelo para que no se viesen sus lágrimas - Ve al norte, no he tenido informes de los monos. - El dragón le hizo el saludo protocolario y echó a volar. - 'Tarnan... estoy contigo, segundo' - le dijo a través de su conexión.

- 'Gracias jefa, Gave resiste por el momento'

- 'Que los grandes ancestros os protejan, amigo mío'. - cortó la conexión y miró al cielo en una muda plegaria, el atardecer estaba llegando, las horas de luz estaban contadas y no podía perder tiempo antes del anochecer a pesar de que sabía que si ese dragón moría su segundo, su amigo y su hermano moriría con él.

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