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Capítulo 33

Cuando era una niña mi abuela nos llevaba a mis hermanos y a mí a la iglesia que estaba cerca de su casa, era una gran catedral de piedra oscura y puertas enormes en cuyo interior siempre olía a incienso... Me acuerdo que siempre nos hacía santiguarnos al entrar mientras mojaba nuestras frentes infantiles con agua bendita buscando la protección del sitio sagrado. Las imágenes de los santos nos miraban desde los altares y en el retablo mayor con gran ornamento había una representación de los arcángeles protegiendo a Dios... Aquellas figuras con sus grandes alas extendidas y sus espadas llameantes siempre me dieron miedo, sus miradas reflejaban una furia impropia de la candidez que debía tener un ángel, no eran hermosos y regordetes querubines sino que siempre me los imaginé como grandes guerreros, violentos y salvajes. Sus rostros vueltos hacia el creyente para buscar su arrepentimiento eran sobrecogedores, como si pudiesen arrebatarte la vida con un aliento... Hoy todas mis pesadillas se habían convertido en realidad.

De los tres huevos fecundados habían surgidos tres seres con grandes alas llenas de unas extrañas plumas, no eran las alas de un dragón ni mucho menos, eran parecidas a las de un ángel. Su cuerpo estaba cubierto de diminutas escamas plateadas que formaban un extraño traje plateado en su cuerpo, su rostro estaba descubierto, sin escamas, pero las escamas de su cuerpo subían por su cuello tapando parte de la cabeza excepto las orejas y la parte de arriba del pelo formando un extraño casco. Se parecían mucho a los dragones en su físico, eran altos y como nosotros, bellos, pero su belleza era demasiado irreal y fría. Sentía la extraña conexión con ellos, me conocían, me reconocían y os aseguro que sentí miedo. Dieron unos pasos hacia mí y mi esencia surgió de mí negra y ardiente intentando protegerme. Arco aterrizó a mi lado seguido de Draco y Slar que se pusieron cerca de mí.

Me fijé que no tenían genitales por lo que aquellos extraños monjes eran estériles como el resto de su raza... Pero al contrario que los demás monjes ellos me eran extrañamente atrayentes... Uno de ellos habló y su voz sonó artificial y clara, como el sintetizador de un ordenador, sin los siseos habituales de los monjes

- Somos el Triunvirato.

- ¿Sois amigos o enemigos? - preguntó el rey.

- Nuestro padre nos ha dicho que nos pongamos al servicio de nuestra creadora, de nuestra madre... - los tres me miraron fijamente y volví a dar otro paso hacia atrás horrorizada. - Ella nos dará nombre... - Sentí el impulso de volver a santiguarme. Si hubiese podido.... me habría bañado en agua bendita en aquel momento.

- No... yo no... yo... - no podía ni coordinar las palabras, volví a dar otro paso atrás y choqué contra el pecho de Draco.

- Madre, ¿cómo quieres que nos llamemos? - dijo otro de ellos y dio un paso hacia mí. Aquello me superaba, aquellos... 'seres' me daban un miedo atroz, era como ver al original en persona, me sentía tan ligada a ellos que me ahogaba.... Y salí corriendo.

Todo ocurrió demasiado deprisa, corrí hacia la salida y ellos alzaron el vuelo y me rodearon. Draco y Slar también se movieron al verles volar y les atacaron. A mi alrededor sonó como si las rocas se estrellasen unas contra otras. El que quedaba libre se posó delante de mí impidiéndome el paso y caí al suelo. El resto de nuestros aliados se abalanzaron contra nosotros para protegernos de aquellos seres y los monjes intentaron impedírselo.

- '¡¡Senda!!, esto se convertirá en una batalla campal, impídelo, diles qué paren!!!' - me gritó Arco dentro de mi mente. Ni siquiera pensé, solo obedecí las órdenes de mi dragón. Miré al ser que tenía delante y alcé mi mano, se quedaron inmovilizados, como parados en el tiempo. - ¡¡Deteneos todos!! No estamos aquí para luchar - dijo Arco con su mejor voz de rey. Los dragones se pusieron firmes dejando la lucha en el acto al escuchar a su rey.

El ser que estaba enfrente de mí me miró fijamente y alzó su mano para tocarme, le vi cómo detenía de repente su mano y me di cuenta que yo aferraba la hoz de druida con fuerza delante de él.

- No pretendo hacerte daño, madre.

- No me llames así, monstruo - le dije y mi voz sonó aflautada y llena de miedo. Unos brazos me rodearon y sentí como Arco me abrazaba por detrás y me obligaba a bajar la hoz.

- Los monjes se harán cargo de vosotros por el momento, mañana por la mañana nos reuniremos para ver qué es lo que quiere el original a cambio de ayudarnos en nuestra guerra. ¡Todos! - gritó a los presentes - nos retiraremos a descansar.

- Debemos permanecer junto a ella - volvió a decir el ser y el vello de mi cuerpo se erizó por el miedo.

- No dejes que se acerquen a mí - supliqué a Arco mientras que le cogía del brazo aterrada.

- Nadie te tocará, amor mío - vi que aquel ser miraba por un instante con odio al rey y el terror volvió a instalarse dentro de mí.

- Less daremoss cobijo y atenderemos a nuesstross hermanos - dijo uno de los monjes acercándose a nosotros. - Mañana esstaremoss preparadoss para esscuchaross.

Arco asintió y me empujó levemente para la salida, los otros dos seres se acercaron a mí con intenciones de detenernos pero el ser con el que habíamos hablado alzó su mano para detenerles. Todos salimos del monasterio en dirección al campamento de los humanos, no hablamos durante el camino, todos íbamos en una procesión silenciosa intentando asimilar aquellos nuevos seres. Llegamos hasta el barracón que hacía las veces de Sala de Juntas y exploté.

- ¡¡¡Son putos ángeles!!!! ¡¡¡¡ maldita sea!!!! ¿¿¿qué clase de monstruos he creado?????

- Tranquilízate, querida mía - me dijo Arco pasándose nervioso una mano por el pelo. Todos nos miraron preocupados.

- ¿Tranquilizarme???? ¡¡¡están enlazados conmigo!!!! ¡¡¡los siento dentro de mí como puedo sentiros a vosotros!!!! ¿¿¿qué diantres son esas cosas????

- No lo sé... no lo sé - repitió Arco negando con la cabeza - Slar, ¿alguna vez.... - empezó a preguntarle alegando a su edad.

- No cachorro, en toda mi vida jamás vi algo así.

- Los humanos sí que los han visto, ¡¡toda su mitología está plagada de esos seres!!!! - le grité señalando el monasterio - ¡¡¡esas malditas cosas son ángeles!!!! ¡¡¡Joder!!!! ¿¿¿cómo diantres son puñeteros ángeles???? - seguí gritando sin ton ni son.

- Vale ya, pequeña, cálmate.

- ¡¡¡No puedo!!! Están dentro de mí, Draco ¡¡¡dentro!!!!

- Establece una conexión con Quirón, ¡¡ahora!! - me ordenó el rey. Inspiré fuertemente y cerré los ojos intentando obviar la conexión con aquellas cosas.

- '¿Quirón? - le llamé - por favor, contesta, ¡¡ayúdame en esto!!!'

- 'Nunca he visto seres así, hija mía - recordé que él había enlazado con sus druidas y se había enterado de todo, también obvié también el nombre que me daba, no era momento para enfadarme por eso - pero tienes razón, los humanos han tenido contacto con ellos'

- '¿Cómo es posible?'

- 'Quizá los otros originales alumbrasen seres similares, quizá son los seres que surgen cuando no se mezclan físicamente con los humanos'

- 'Entonces, ¿qué son los monjes???? ¿¿¿aberraciones???' - volví a gritar.

- 'Necesitáis más información, sin duda, más de la que os puedo proporcionar ahora mismo' - dijo Quirón apesadumbrado.

- 'Organizaré un consejo - dijo el Rey Dragón haciendo uso de mi conexión - Transmite a tus druidas toda la información que tengas de esos ángeles'

- 'Me parece bien, me pondré a ello ahora mismo'

- 'Quirón - dije de pronto recordando - esas cosas, seres o lo que sean... creo que pueden ser heridos con la hoz de druida, amenacé a uno de ellos con la mía y se echó hacia atrás'.

- 'Es bueno saberlo, se lo diré a mis hijos. Ten cuidado tú también, recuerda que ahora tú también eres hija mía'. - Como si no tuviese suficiente siendo un dragón y 'madre' de engendros abismales...

- 'Gracias Quirón, tendré cuidado' - corté la conexión y me quedé mirando a los dragones. - ¿Y ahora? - pregunté desbastada

- ¿Qué vamos a hacer ahora? - preguntó Príus preocupado también.

- No lo sé... - respondí con un hilo de voz - ¡¡maldita sea!!! ¡¡malditos putos ángeles!!!

- Senda, querida... tu lenguaje - Arco se había dado la vuelta y me miraba enarcando la ceja a modo de advertencia. Puse los ojos en blanco, es que de verdad... ¿qué le pasaba con el lenguaje a ese hombre???

- ¿Dónde está Garrick cuando se le necesita??? - dije nerviosa.

- Aquí majestad - contestó una voz detrás de mí y al darme la vuelta vi entrar al Maestro Bibliotecario.

- Por favor, dime que tienes algo sobre esas cosas - le dije acercándome a él mientras nos hacía una reverencia.

- Los ángeles siempre han sido mensajeros de los dioses, están presentes en muchas de las mitologías y de las religiones que profesan actualmente los humanos. - Estos asintieron al escuchar su explicación - En nuestros libros se hablan de ellos, al inicio de la era de los originales, eran sus más fervientes adoradores y sus lacayos más leales. Solo tenían un padre, alumbrados por el original que les creó, no llevan sangre de humano o de otro ser como los monos y los enanos. De ahí radicaba toda su lealtad, nunca tuvieron libre albedrío como nosotros....

- Genial... es como volver a leer la Biblia. - dije enfadada - En el libro de Fineas nunca nombró a ninguno, Maestro Bibliotecario - le dije recordando el libro que me había dado sobre un dragón que vivió con los originales.

- Son incluso más antiguos que Fineas, majestad - golpeé mi mano en mi frente.

- ¿Y se ha seguido hablando de ellos?

- Fueron una presencia intensa en la vida de los humanos y su relato fue pasando de generación en generación.

- Genial... - dije. Arco nos miraba con los brazos cruzados y preguntó.

- ¿Qué podemos esperar de ellos?

- No es mucha nuestra información, majestad. Quizá los druidas tengan algo más pero solo sabemos que son leales a los originales y que jamás lucharon del bando de los humanos o dragones.

- Solo son retazos en nuestras historias lo que se recoge de ellos, se habla de que eran impredecibles y se decía que tan fuertes como los dragones - intervino un druida - No se pueden transformar, por lo visto su apariencia es así siempre.

- ¡Ángeles!!! - volví a decir enfadada - ¡¡malditos ángeles!!!. Sí al final sí que va a ser cierto que las aves descienden de los dinosaurios.... - dije con sorna.

- Veremos si pueden ayudarnos contra las hordas de los monjes que barren la tierra. Luego tendremos que ver cómo liberar al original - dijo Arco poniendo en orden sus pensamientos. - Tarnan, hijo de Calem, establece un grupo de seguridad que acompañe en todo momento a la reina. No quiero que esté sola nunca. Draco, Slar, en todo momento quiero que uno de los dos estéis allí. - Todos asintieron. - Mañana nos reuniremos con ellos. Senda, querida... debes pensar nombres para ellos... - le miré sorprendida.

- ¿De verdad? ¿te crees que son patitos a los que voy a adoptar??

- Amor mío... sé que no es lo que quieres pero debes darles nombre.

- Bien... ¿qué te parece 'horror', 'terror' y 'pavor'? porque eso es lo que me producen ahora mismo. - El rey se frotó los ojos cansados y negó con la cabeza.

- Piénsalo amor mío, solo te pido eso...

Pasamos el resto del día dilucidando acerca de los nuevos seres alumbrados pero ninguno obtuvimos respuestas al mar de preguntas que nos asaltaba.

Draco y yo hablábamos en mi barracón a la espera del rey para que mi dragón se pudiese ir, ninguno de los dos estábamos contentos con la situación.

- ¿Qué hay de los nombres, pequeña?, ¿has pensado alguno?

- Si cree el rey que me voy a dedicar a poner nombres... - apoyé mi cabeza sobre su pecho - Draco... acaba con mi sufrimiento y remátame. Cuando pienso que las cosas van mal siempre se ponen peor. - Lloriqueé, Draco me abrazó con ternura.

- Y siempre consigues salir de todas esas nefastas situaciones, también saldrás de ésta.

- ¿Tú crees?, tengo una sensación extraña con todo esto... - él negó con la cabeza - Draco... prométeme una cosa - le dije cogiéndole las manos y me puse seria - prométeme que no me dejarás sola, pase lo que pase...

- Pequeña, eso no hace falta que te lo prometa, sabes que no te dejaré.

- Prométeme que no me dejarás aunque meta la pata como siempre, aunque te ofenda con unas de mis salidas de tono, ¡cualquier cosa! - dije desesperada - No te vayas de mi lado, no hasta que esto acabe.

- Te lo prometo, mi reina - me dijo serio - no te dejaré, aunque deba verte todos los días desnuda, no te dejaré.... - dijo con una sonrisa pícara en la cara.

- Tonto.... - le dije mientras le empujaba suavemente, pero me hizo reír. Le abracé y me devolvió el abrazo. Al separarnos le dije - Confío en ti, amigo mío, confío en que no me dejarás. - Draco asintió gravemente con la cabeza.

- Nada me separará de ti, jinete, te lo prometo.

- Bueno... al menos si tengo que verte desnudo eres más agradable de ver que Slar.... Ese sí que da grima - dije recordando su cuerpo blanquecino y delgado.

- Todo él da grima, no solo su cuerpo - dijo Draco enfadándose, pero luego recapacitó - al menos te gusta lo que ves cuando me miras.... - volvió a reírse y yo con él.

- ¡Dragones! Siempre igual - dije riéndome. Vimos como el rey se acercaba a nosotros tras despedirse de unos jinetes y fui hacia él al ver cómo abría sus brazos para abrazarme, suspiré feliz, estaba donde tenía que estar.

- Se te ve más animada, querida mía - asentí - Draco, viejo amigo, descansa lo que puedas. Los demás están en posición para velar por la reina esta noche.

- Cambiaré mi puesto con Slar a mitad de la noche, nos veremos por la mañana cuando despertéis, majestades... - se fue tras hacernos una reverencia y Arco y yo entramos en el barracón.

- ¿Estás bien? - me preguntó al cerrar la puerta.

- He obligado a Draco a prometerme que nunca me dejará a pesar de lo que pueda ofenderle o decirle...

- ¿Y lo conseguirá? - preguntó Arco divertido mientras abría la cama.

- No empieces como Slar.... - le regañé. - Por cierto, ¿dónde está?

- Te vio haciéndote arrumacos con Draco y por lo visto se ha enfurruñado - puse los ojos en blanco - Está de guardia pero no ha querido entrar para desearte buenas noches.

- ¿Qué???? pero... pero... ¿¿¿¿pero qué les pasa a estos dragones????

- Tranquila... ya se le pasará, ven a la cama, mañana nos espera un día agotador - me dijo tumbándose.

- ¡Dragones! ¡No entiendo a los dragones!!! ¡No os entiendo!!! - Arco me miró y sonrió.

- Mientras que no hagas que Slar se pegue a mí, puedes hacer con ellos lo que quieras, ven, querida mía, te quedarás fría. - Me tumbé y Arco me abrazó a él.

- ¡Dragones! - seguí rumiando, Arco me besó suavemente y suspiré de placer mientras me quedaba dormida entre sus brazos. Al menos sí que había un dragón al que entendía....

Me desperté con la familiar sensación de que me observaban, todavía seguía entre los brazos de Arco y froté mi cara contra su pecho, noté su respiración acompasada y sonreí... luego me quedé pensando, el rey estaba durmiendo, ¿no?, levanté la mirada y le vi plácidamente dormir, volví a sonreír, se le veía taaaannn guapo. Algo hizo 'clic' en mi cerebro... Pero... ¿quién es el que me observa entonces si él estaba durmiendo??? Mi mente se despertó por completo y me incorporé un poco para mirar en la habitación, allí, plantadas delante de la cama, tres figuras nos observaban en silencio, sus alas emplumadas ocupaba casi todo el espacio, los brazos estirados, las manos juntas, sus pupilas plateadas fijas en mí.... ¡Grité! Con todas mis fuerzas... grité....

- ¡¡¡Arco!!!!! ¡Arco!!!

Sentí como el rey se transformaba en dragón rugiendo y expulsando una llamarada de fuego azul, el increíble cuerpo del dragón ocupó todo el barracón destrozando paredes y techo, mi esencia, viscosa y negra, surgió de mí para envolverme mientras cascotes del techo nos cubrían. Aquellos extraños seres salieron de la habitación destrozando una pared antes de que todo se viniese abajo. Me aferré con fuerza a una de las patas delanteras del dragón mientras que miraba aterrorizada a aquellos seres, se habían plantado delante de nosotros tan inmóviles como los había visto dentro de la habitación. Los demás dragones no tardaron en llegar, Slar lo hizo primero convertido en dragón con su inmensa mole se puso delante del rey, los jinetes con los dragones también acudieron en nuestro auxilio.

- Explicaos antes de que cometamos una imprudencia - dijo Tarnan desde lomos de su dragón poniendo voz al rey.

- Deseamos estar cerca de nuestra madre - dijo uno de ellos todavía con la vista vuelta hacia mí. Se apartaron para evitar otra bocanada de fuego azul que despidió mi dragón hacia ellos.

- Iros, antes de que os hagamos daño - volvió a decir Tarnan. Uno de ellos sonrió levemente ante la primera muestra que vi de personalidad, por lo visto le hacía gracia que pudiésemos herirlos.

- Solo queremos estar cerca de ella - volvió a repetir el que había hablado. Arco, en su forma de dragón, rugió amenazadoramente.

- No es el momento, mañana podremos hablar con tranquilidad. - volvió a decir Tarnan, sentí que me preguntaba qué hacer. Yo estaba en shock, verles allí tan cerca de mí había sido traumático. Solo tenía ganas de esconderme de ellos... La mente de Arco era un hervidero de pensamientos furiosos y primitivos, no podía pensar con claridad y solo intentaba contenerse para no abalanzarse sobre ellos, los demás dragones y jinetes sentían lo mismo. Kitu, el hijo del Jefe de la tribu de los monos, acudió a nuestro rescate.

- No sois bienvenidos, hijos del original, la Reina Dragón no desea veros ni estar cerca vuestro - el que había sonreído torció el gesto contrariado, los otros dos permanecieron impasibles. - Debéis volver con los monjes y esperar hasta mañana nuestras noticias.

- No obedecemos a dragones ni monos - volvió a decir el ser alado.

- Es cierto, pero deberéis respetar nuestras decisiones si vamos a ser aliados. Retiraos esta noche y mañana afrontaremos juntos lo demás con la llegada del alba - insistió el mono. Sentí dentro de mí cómo hablaban entre ellos.

- Mañana esperamos la visita de nuestra madre con nuestros nombres. - No dijeron nada más e izaron el vuelo en una perfecta coreografía que pude sentir era gracias a la conexión que mantenían.

Todos nos quedamos en silencio, como si ninguno quisiese moverse. Poco después Arco volvió a transformarse en humano visiblemente alterado y molesto.

- ¿Puedo saber porqué esos tres seres aparecieron en mi barracón sin que ni mis jinetes ni mis dragones de enterasen? ¿Por qué estuvieron tan cerca de la reina sin que nadie la protegiese? - pude notar que también estaba molesto consigo mismo por no darse cuenta él tampoco. - ¿Acaso no puedo contar con mi guardia para proteger aquello que más amo? - luego se dirigió a Draco y Slar - ¿Por qué los dragones de mi jinete no estaban preparados??? - Todos enmudecieron ante las palabras del rey. Sentí la vergüenza en la mente de mis dragones pero yo tampoco era capaz de decir nada. - ¿Debo pedir a los monos y a los druidas que protejan a mi jinete???. - Por un momento me miró y yo le devolví la mirada y sentí su dolor, me impresionó ver que se culpaba de haberme fallado.

- Arco... - dije su nombre pero volví a quedarme callada.

- Ven, querida mía, te llevaré a otro barracón a descansar - me cogió de la cintura suavemente y nos fuimos a otro barracón que nos señaló un soldado humano. Entramos y dejamos un contingente de dragones y de jinetes despiertos a nuestro alrededor. Me senté en la cama y le miré.

- Puedo notar tu miedo - me dijo mientras permanecía de pie enfrente de mí. - Y lamento haberte puesto en esta situación.

- Yo... - miré al suelo por un momento, aquellos seres... me tenía que reponer pero es que estaban tan cerca del original... Nadie entendía el miedo visceral que me daba el original, no le sentían dentro de ellos como le podía sentir yo, su representación en aquellos seres era la manifestación de su existencia. Pero aún así... debía reponerme.

- No hace falta que vengas mañana, explicaremos tu ausencia...

- Iré - le interrumpí - Me he pasado toda mi vida diciendo que el miedo no debe paralizarnos sino hacernos cautos y aquí estoy, como una niña pequeña atemorizada. He de enfrentarme con ellos y con lo que viene detrás. Debo hacerlo.

- Bien, entonces lo haremos juntos. Estamos juntos, querida mía, juntos.

- Juntos.... - repetí yo... pero, ¿hasta cuándo?

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