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Capítulo 26

Volvimos al hospital a que me hicieran las últimas pruebas, Arco no se separaba de mí y yo estaba feliz de estar a su lado. Todavía no le había contado lo del original, estaba esperando a que me recuperase para... espera, ¿ese tipo de pensamientos no eran los que me habían llevado a esa situación?. Me levanté y salí de la sala donde me tenían, en la sala de espera estaba Arco hablando con Draco.

- Eh... chicos - les llamé, se dieron la vuelta y Arco vino corriendo hacia mí.

- ¿Ha pasado algo malo? - me preguntó señalándome la vía que me había arrancado, un tubo colgaba de mi brazo todavía perdiendo suero. Lo miré y me lo arranqué mientras que mi esencia cubría mi brazo.

- No, no... olvídate de esto. Hablé con el original, en sueños... creo... no sé muy bien diferenciar qué paso los últimos días de verdad y qué es lo que he soñado.

- Vale, pequeña, cuéntanos, ¿qué te dijo? - me preguntó Draco impaciente.

- No mucho, creo que el momento se acerca. Está convencido que eclosionar los huevos nos dará ventaja y que debo transmutar mi esencia a lo que sea que ocurra.

- El momento está cerca - repitió el rey en voz baja.

- Hay algo más, creo que entre él y yo hay una conexión, parecida a la tuya y a la mía, algo que no se puede apagar por más que lo intente - le dije a Arco, este me miró.

- Eso es imposible, tú y yo estamos unidos por la ceremonia pero nunca te has unido a él.

- Eso creo... no creo haberme topado nunca con él en la vida real.

- No lo entiendo, las conexiones las establece el jinete, esa es la función, él es la mente y nosotros el cuerpo - dijo Draco sin comprender. - ¿Cómo es posible?

- Será porque es un original - dijo Arco teorizando.

- Pues a mí, desde luego, no me mires... - le dije levantando las manos.

- ¿Te dijo algo más?

- No... estaba enfadado, harto de que no consiguiese transmutar mi esencia. - Le contesté sentándome en una butaca. - Tampoco es que diese muchas instrucciones al respecto.

- No solo los dragones saben cosas acerca de la esencia - dijo el rey mesándose la barbilla - Quizá alguno de nuestros aliados puedan proporcionarnos más información. Hablaré con ellos.

- Haré lo que me pidas..., no sé... todo esto me da mala espina. Sigo pensando que fecundar esos dichosos huevos es una mala idea.

- Bueno, veremos, pero si alguien tiene intuición para estas cosas eres tú. - me dijo el rey acariciándome el rostro. - Viejo amigo, sé que te pido mucho pero necesito que Senda se quede conmigo un tiempo. Necesitamos recuperar mucho.

- No hay problema, majestad. Cuidaré del frente mientras ella está fuera y también de ese cadáver andante que lloriquea por las esquinas.

- Sé bueno con Slar, Draco, lo está pasando mal. - le dije.

- Mantén las conexiones abiertas, pequeña, ¿de acuerdo? - me dijo abrazándome.

- Eso está hecho, dragón - le contesté. Me besó suavemente en la frente. - Te echaré de menos.

- Lo sé - me sonrió y se fue dejándome a solas con el rey.

- ¿Y ahora? - le pregunté. Me cogió por la cintura y me besó.

- Nos vamos a casa, necesitamos hacer cosas de reyes. - me volvía reír como una niña.

Aterrizamos tras dos días en la gran explanada, enseguida vinieron los criados y los jinetes a recibirnos. Inspiré el aroma a hogar y miré el hermoso mar que se teñía con los últimos rayos de sol de la tarde, me volví para mirar el viejo castillo que se había convertido en mi hogar. ¡Estaba en casa!

- ¿Querida? - me llamó el rey, vi que extendía el brazo y se lo cogí, me miró con orgullo - me gusta que me cojas el brazo, es ahí donde debes estar, a mi lado.

- Para siempre - le contesté.

Cenamos con los consejeros, el padre de Príus me preguntó por su hijo y le contesté con orgullo acerca de sus últimos logros, este se hinchó como un pavo real y me reí, debía recordar contárselo a mi amigo.

Nos retiramos a descansar, en nuestras habitaciones, juntos... me tumbé a su lado y puse la cabeza en su pecho, me abrazó y fui quedándome dormida, feliz.

Me desperté con sus besos en las primeras luces de la mañana, me reí ante las cosquillas que me hacía.

- ¡Para!! - supliqué cuando se puso encima de mí, me agarró los brazos y los subió por encima de mi cabeza.

- ¿Eres feliz? - me preguntó y le noté preocupado.

- Sabes que sí, puedes leer dentro de mí. - Apoyó su cabeza en el hueco de mi cuello e inspiró mi aroma.

- Dime que me amas.

- Te amo - le repetí sin dudar.

- Necesito escuchar esas palabras como respirar - me dijo él y algo se deshizo dentro de mí por el amor que destilaba sus palabras. - Quedémonos todo el día aquí, encerrados. - Me suplicó, yo no le hice ascos a la proposición, estaba deseando cumplirla.

Unos golpes en la puerta nos sacaron de nuestros sueños, un criado avisó que los consejeros estaban ya esperando en el Gran Salón del Trono y escuché como el Rey rechinaba los dientes.

- Debemos irnos, querida mía - me dijo mientras iba a la zona de baños.

- Debes, rey mío, a mí no se me ha perdido nada con los consejeros esta vez.

- Senda... - me advirtió con su mejor tono de rey. Me eché a reír alegremente, ojalá todos mis problemas fueran esos.

- Te veré en la comida, te lo prometo, pero debo atender también a mis obligaciones, cuando salga por esa puerta todos querrán un pedacito de mí, no he estado en demasiado tiempo y he de solucionar miles de cosas y dejar preparadas otras miles para mi partida. - Suspiré y miré a Arco que se había quedado parado en la puerta - ¿Qué? - le pregunté sorprendida, se acercó a mí y se arrodilló frente a la cama.

- A veces tiendo a sumergirme en mis problemas y no me doy cuenta las muchas obligaciones que tienes como reina, aparte de cómo jinete y general de mis ejércitos. - Le acaricié el rostro y le besé suavemente en los labios.

- Es mi cometido, amor.

- Eres increíble, siempre estás pendiente de todo y de todos, y creo que no te lo agradezco lo suficiente.

- No tienes el porqué, Escamoso. Es mi deber.

- Eres una gran reina, Senda. No podría haber elegido mejor.

- Vas a hacer que me sonroje - me eché a reír. Me besó con pasión en los labios.

- Te amo, hija de Morlan.

- Anda... ve a sumergirte en tus problemas y en tu baño, enviaré a los criados para que te ayuden.

Le vi caminar hacia la zona de baños y me levanté de la cama. Llamé a los criados y a las doncellas y nos preparamos juntos, me dejó en la puerta del Gran Salón con un largo beso y caminé por el castillo rodeada por multitud de sirvientes, jinetes, consejeros y maeses. Cumplí con todo lo que pude hasta media mañana, luego busqué un hueco y me dirigí hacia la biblioteca. Algunos aprendices de blanco y los aprendices de bibliotecario pululaban perezosos por la biblioteca hasta que me vieron entrar. Los maeses vinieron hacia mí con prisas y adulaciones, les tranquilicé y les pedí que buscasen a Garrick, el Maestro Bibliotecario. Mientras le esperaba me dediqué a mirar los volúmenes cercanos a mí.

- No cambiará nunca, Majestad - me di la vuelta con una sonrisa en los labios - no es capaz de dejar de picotear entre mis libros - dejé los dos volúmenes que estaba leyendo en una mesa cercana y fui corriendo a sus brazos para recibir un abrazo y un dulce beso en la frente.

- ¡Maestro Garrick! Cuánto os echo de menos a vos y vuestra biblioteca cuando estoy fuera del castillo.

- Como siempre la presencia de mi reina es la mejor de las visitas. - Me colgué de su brazo y paseamos entre los libros mientras hablábamos.

- Adoro este lugar, amigo mío. Este es uno de los más bellos lugares de toda la Tierra.

- Y sé que lo dices en serio, Mirlo - sonreímos los dos, cuando usaba ese nombre me transportaba al pasado, cuando nos conocimos, él siendo un joven aprendiz de bibliotecario y yo moviéndome entre las brumas del tiempo.

- Algunas veces me pregunto qué hubiese pasado si los Grandes Ancestros hubiesen decidido para mí el destino de Bibliotecario y no el destino de Jinete. - dije con cierto pesar.

- Los Ancestros son sabios y eligieron bien, nos dieron el Jinete más grande que hayamos tenido y... a mí... la mejor de las amigas. - Le sonreí ampliamente.

- Tus palabras caen como la miel en mi corazón y lo llenan de tu dulce cariño, Garrick. No podría pedir más a los Ancestros. - El Bibliotecario apretó mi mano suavemente.

- ¿Qué necesitáis de mí, majestad? - suspiré y volví a la realidad.

- Los temperamentos hipocráticos, Maestro. A ver si entre los libros de la biblioteca hay algo que me permita transmutar mi dichosa esencia.

- Nunca he leído algo parecido, majestad.

- Lo sé... le he preguntado a mucha gente y nadie consiguió nunca hacerlo. ¡Ni siquiera sé si es posible!, pero el original está convencido de que sí y de que los dichosos huevos que guardan los monjes desertores es la llave para su liberación.

- Intentaré investigar sobre los temperamentos, antiguamente sí que lo decían las parteras en los partos, pero eran supercherías y engañabobos.

- Sí encontráis algo decídmelo, volveré a repasar el libro de Fineas que me distéis Maestro, a ver si entre líneas consiguiese encontrar algo que se me haya pasado por alto. - Nos detuvimos frente a las grandes puertas de madera labrada de la biblioteca.

- Os avisaré si encuentro algo, majestad. - le di un rápido beso en la ajada mejilla.

- ¡Gracias, Maestro!

Caminé mientras volvían a envolverme los criados y los consejeros en mi pequeña nube de problemas y decisiones. Terminé casi a última hora de la mañana, quería visitar a Brom antes de la comida y le había prometido al Rey que estaría con él en las tediosas comidas con los Consejeros...

Pero antes quería hacer algo, me detuve en uno de los pequeños jardines del castillo y me senté en un pequeño banco con una bonita fuente de agua a mi lado, allí sola me concentré.

- '¿Draco?' - abrí mi conexión y enlacé con el dragón.

- 'Hola pequeña' - me recibió.

- 'Te echo de menos, Draco' - lloriqueé como una niña.

- 'Yo también, pequeña. Yo también' - sentí su dolor de estar separado de mí y se me encogió el corazón.

- '¿Qué tal todo por ahí?'

- '¿Sabe el Rey qué estás hablando conmigo?'

- '¿Qué tiene que ver el Rey en esto? - pregunté enfadada, luego recordé mis nuevos propósitos - No le he preguntado, Draco, pero él tampoco me ha dicho que no lo hiciese. Cuando le vea le diré que he hablado contigo, amigo mío.'

- 'Eso está mejor, pequeña. Estamos teniendo problemas, los monjes se han concentrado en gran número aquí y hemos tenido que evacuar a parte de la población del sur del continente. Os tienen que estar llegando los informes en breve, he mandado varios jinetes a avisaros' - me quedé con la boca abierta.

- '¡Draco!, ¿parte de la población???'

- 'Las batallas son constantes, aguantamos por el momento aunque son cruentas. Hemos intentado salvar al mayor número de humanos, las lagartijas, las salamandras y los varanos también han sido evacuados. Mandé a los varanos que cruzasen el mar y se reuniesen con los varanos indios. Las lagartijas y las salamandras continúan por tierra junto al contingente humano'.

- '¿Necesitas mi ayuda, Draco?'

- 'Permanece junto al Rey, pequeña. Es ahí donde debes estar por el momento. Debéis arreglar vuestra relación.'

- 'De acuerdo, pero avísame si ocurre algo. ¿Slar?'

- 'Tu cadáver andante lloriquea cuando nos quedamos a solas porque no estás aquí. Y cuando está con los demás dragones presume de ser el dragón reclamado de la Reina.... Grrrrr... un grano en el culo'

- 'Siento tus celos, Draco. ¿A ti también te gustaría llorar como una plañidera? - le dije en broma - ¿necesitas mimitos, viejo dragón?' - no necesité mucho para oír su rugido.

- '¡Más respeto, niña! O....'

- 'Estoy a más de 5.000 kilómetros, Draco. Tus amenazas no hacen efecto... jajajajaja....'

- 'Cuando te vea, pequeña, te haré pagar esta falta de respeto' - conocía a mi dragón y sabía que no se le olvidaría, pero es que me encantaba chincharle y decirle esas cosas.

- 'Te lo recordaré cuando te vea, anciano, quizá para entonces se te haya olvidado, es lo que tiene volverse senil...' - escuché otro rugido en mi interior.

- 'Me las pagarás, pequeña...' - me reí como una niña que ha hecho una travesura.

- 'Ojalá estuvieses aquí, Draco. Me duele no tenerte conmigo' - le dije poniéndome seria.

- 'Lo sé, pequeña, me pasa lo mismo.'

- 'Eres el mayor guerrero que he conocido, Draco, pero ten cuidado en las batallas. Y cuida de mi Slar, el pobre lo está pasando mal.'

- 'Te preocupas demasiado de ese cadáver, pero... tendremos cuidado, te lo prometo.'

- 'Draco... te quiero, lo sabes, ¿verdad?'

- 'Y no hay día que no agradezca ese amor, pequeña. Yo también te quiero'

Corté la conexión y fui caminando hacia el exterior del castillo preocupada por las noticias, por la gran avenida subían y bajaban los comerciantes y los aldeanos. Mis ropajes negros llamaban como siempre la atención pero no hice mucho caso a las reverencias que me hacían. Llegué al pueblo y vi a uno de los aldeanos descargar un sacos de harina para la panadera con gran dificultad, en el carro le quedaban muchos otros y supe que le llevaría todo el día hacerlo solo, le toqué en el hombro.

- ¿Necesitáis ayuda, amigo? - le pregunté con amabilidad.

- ¡Jinete! - dijo sorprendido al verme - me falló el chico que me ayuda. Pero no hace falta que os molestéis.

- No es molestia amigo, os ayudaré. Decidme dónde debo ponerlos.

El pobre hombre me señaló el almacén de la panadera y asentí. Con suavidad expandí mi esencia y fue recogiendo los pesados sacos sin esfuerzo para irlos apilando donde me fue diciendo el aldeano. En poco tiempo el trabajo estaba terminado. La panadera había salido y nos miraba con bebidas en la mano hasta que terminamos el trabajo.

- ¡Majestad!, habéis vuelto - me saludó con una reverencia tendiéndome el vaso. Se lo cogí agradecida y lo bebí. Pero el pobre aldeano se había quedado parado mirándome horrorizado.

- ¿¿¿Ma... ma.... Majestad??? - le sonreí y choqué mi vaso con el suyo.

- Un placer conocerte. - Le devolví el vaso a la panadera que me miró con orgullo y yo la sonreí con ganas.

- ¿Vais a visitar a Brom? - me preguntó la panadera.

- Así es, ¿le habéis visto en casa?

- Sí, esta mañana volvió temprano de sus quehaceres. - asentí y me dirigí hacia casa de Brom.

- ¡Ma... majestad! - me volví al escuchar la voz del aldeano. - ¡¡Gracias!! - asentí en su dirección sonriendo.

Una sombra cruzó el cielo y cayó frente a mí, casi sin mirarlo le abracé mientras unos labios capturaban los míos en un apasionado beso.

- ¿Vienes a buscarme?, ¿tan tarde se me ha hecho? - pregunté a Arco. Negó con la cabeza.

- Pensé que te gustaría más compartir la comida con Brom que con los consejeros - me dijo.

- ¡¡Gracias!!, pero, ¿y tú?

- ¿Crees que a Brom le importará tener otro comensal a su mesa? - me preguntó y volví a abrazarle con ganas.

- ¡Por supuesto que no!, ¿desde cuándo pongo problemas a que mi mesa se llene con gente????? - la fuerte voz de Brom resonó detrás de nosotros y me di la vuelta para lanzarme de lleno en sus brazos.

- ¡¡¡Brom!!! ¡¡cuánto te he echado de menos!!! - Brom me cogió entre sus enormes brazos y me abrazó fuertemente.

- ¡Mirlo! Por fin en casa - me dijo con emoción besando mi frente - te he echado de menos, hija mía. - El Rey se acercó con una sonrisa indulgente y estrechó el brazo de Brom que le dejé libre.

- Me alegra volver a verte, amigo mío - le dijo el Rey.

- ¡Pasad! ¡Pasad! Que la comida se enfría - luego le gritó a la panadera - ¡Marie! Tráeme más panecillos, este pajarillo los devora - dijo señalándome y me reí mientras lo decía y la panadera se echó a reír. El pobre aldeano al que había ayudado se había quedado de piedra viendo la escena.

Entramos en su casa, cálida y acogedora, una casa que hacía tiempo consideraba mía. Algunos años atrás mis padres murieron de vejez en una senectud hermosa y sin problemas. Mis hermanos hacía tiempo que se habían hecho, a su vez, ancianos y mis visitas se habían hecho esporádicas con el incremento de las batallas en la guerra contra los monjes. Mantenía el contacto con aquellos ancianos que en otros momentos llamé hermanos, pero la lejanía y el paso del tiempo había mermado nuestra relación lógicamente. Brom, como todos los hijos de dragón, era mucho más longevo y se había convertido en lo único que quedaba de mi familia. Nuestra relación se había fortalecido año tras año y si siempre le había considerado como un padre, tras la muerte del mío, se había convertido en el padre que me faltaba. Incluso para los moradores del castillo, Brom, tenía la dignidad de padre de la Reina y se le daba la pleitesía que por su cargo debía recibir. Brom seguía siendo el herrero que conocí, fuerte, amable y bueno... hacía muchos años que ocupaba el cargo de corregidor de aquellas tierras y el rey seguía diciendo que no había mejor persona para ocupar el cargo.

Según entré empecé a poner la mesa mientras Brom me daba órdenes de lo que faltaba, Arco se sentó en su sillón preferido cerca de la chimenea y cerró los ojos hasta que le llamásemos a comer. Por un momento miré a mi alrededor, esta misma escena la habíamos repetido infinidad de veces y nunca me cansaba contemplarla, mi padre y mi marido juntos, como la familia que éramos.

- Venga, Mirlo, no te duermas - me dijo Brom poniendo un par de vasos en mis manos, oímos la puerta - ve a abrir a Marie y coge los panecillos, pero sin comerlos antes del guiso, niña - me reí porque me siguiese tratando como a una pero no dije nada y procedí a hacer lo que me dijo.

Pronto tuvimos la comida en la mesa y me acerqué al sillón para rodear con mis brazos el cuello de Arco y besarle.

- Es un hermoso despertar, querida mía - me susurró. Recordé mi conversación con Draco y se lo dije mientras nos sentábamos a la mesa con Brom.

- Hablé con Draco. Jinetes vendrán con los informes pero la guerra se ha recrudecido y han tenido que evacuar a la población del sur del continente.

- ¿Qué tal están? - me preguntó Arco.

- Cansados, noté a Draco muy cansado. Slar llevaba días sin dormir también.

- Esperaremos a recibir toda la información y actuaremos, querida - asentí y él me miró con amor. - Gracias por compartirlo conmigo, Senda.

- Te dije que lo haría... que lo intentaría, no caer en malos hábitos. - me besó la mano y me la apretó.

- ¡Eah! Dejaos de arrumacos y a comer. - nos dijo Brom medio en broma, medio enfadado.

Estuvimos hablando durante la comida de los problemas y de las cosas que ocurrían en el reino. Arco estaba preocupado por si estuviese dejando de lado el reino por la guerra en el exterior. Brom le tranquilizó diciendo que todo iba por buen camino.

- Los ataques de las lagartijas con inexistentes, y aunque no vemos tan a menudo a los dragones y sus jinetes no hacen tanta falta como antes. - nos dijo.

- Bien, eso está bien, ¿qué hay de los preparativos para el invierno?, no quiero que nadie lo pase mal.

- Estamos en ello, majestad, pero estamos bien pertrechados y las cosechas fueron abundantes durante el verano. - Brom me miró comer - Mirlo, ¿qué haces engullendo mi comida??? - me dijo enfadado, si algo no soportaba Brom eran los malos modales a la mesa.

- Efffque effftá buenísssffiiima - le dije con la boca llena de comida. Arco a mi lado se rió.

- Déjala Brom, últimamente no ha tenido suerte con la comida. Se merece que la dejemos comer como quiera. - Levanté mi pulgar a modo de ok.

Después de la comida tomamos té mirando el fuego de la chimenea, bueno... ellos, porque Brom me mandó lavar los platos y como siempre no había otra butaca, por lo que se apalancaron en ellas y siguieron hablando mientras me movía por la cálida cocina recogiéndolo todo. Arco se levantó y me dijo que nos íbamos, besé a Brom en la mejilla antes de salir a la puerta. Me arrebujé en mi capa, el frío del invierno llegaba al reino y la tarde se presentaba desapetecible.

- Abrígate bien, Mirlo. No quiero que cojas un resfriado. - me dijo Brom con tono paternalista. Volví a besarlo en la mejilla.

- Nos vemos pronto, Brom. - Arco también se despidió.

- Cuidad de mi Mirlo, majestad - le dijo Brom con tono de advertencia, pensé que lo que había ocurrido entre el rey y yo había llegado hasta el reino.

- Lo haré, Corregidor, no temáis.

Arco me cogió por la cintura y salimos volando, aterrizamos en el patio del castillo y vimos que los criados se acercaban junto a varios jinetes.

- Los informes han llegado, y por sus caras no hay buenas noticias... - le dije. Arco me cogió por el brazo cuando iba a darme la vuelta para recibir a mis jinetes.

- Senda... - me volví a mirarle - Gracias por estar a mi lado, por apoyarme, por darme otra oportunidad a pesar de mis errores. - Le abracé por la cintura.

- Eres mi pasado, mi presente y serás mi futuro, Escamoso. No podría estar en otro sitio más que a tu lado. - Arco se inclinó hacia mí y me besó mientras que sus alas nos envolvían, levanté mis brazos para rodear su cuello y continuar con el beso.

Me soltó y suspiré mientras que los criados nos miraban avergonzados. Reí por lo bajo y atendimos nuestras obligaciones.

Había pasado una semana perfecta, llena de encuentros furtivos, de miradas enamoradas... Él era perfecto y mi vida a su lado también, sabía que no podía durar...

Sentí como si mi alma se me partiese por dentro y me incorporé en la cama asustada, al principio miré a todos lados y solo vi la negrura de la noche, luego vi a Arco que me miraba aterrado. Fue él quien habló primero.

- Draco ha muerto - susurró lo que mi corazón gritaba.


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