Capítulo 24
Por lo visto me había vuelto una gruñona... ¡yo! Una gruñona... grrrrrr... bueno vale... quizás tengan un poco de razón. ¡¡¡Qué demonios!!!! Mi marido me acaba de abandonar, ¿a quién no le pone eso de mala hostia??? ¿¿¡CRASSSHHH??!! ¡Mierda! me acabo de cargar otra habitación.... Como siga así voy a acabar con todos los barracones humanos.
-.-
Senda salió de la habitación quemada dejando el aroma a destrucción que últimamente la acompañaba. Draco la esperaba fuera y ni siquiera le preguntó qué había pasado. Todos sabían que los reyes estaban pasando una mala racha en su relación y la reina no podía controlar su poderosa esencia.
- ¿Has desayunado? - le preguntó el dragón.
- No tengo hambre, Draco - le gruñó la reina.
- Debes alimentarte, no recuerdo cuándo fue la última vez que te sentaste a comer en el comedor.
- ¡¡He dicho que no tengo hambre!!! - su esencia se disparó y rompió un cristal de una ventana. Draco permaneció inmutable a su lado.
Inspiró profundamente intentando controlarse pero era imposible. Desde que el rey le había pedido un tiempo su esencia no había vuelto a su cuerpo, siempre estaba fuera cubriéndola como un vestido negro, sus tentáculos surgían de una larga cola que siempre la acompañaba y siseaban constantemente tras de ella. Había dejado por imposible contenerla dentro de sí, el problema es que nadie podía acercarse, ni siquiera tocarla, intentaba no volar con Draco porque el solo hecho de convertir su esencia en algo neutro para que no quemase a su dragón era un esfuerzo demasiado grande para ella.
Había vuelto a encontrarse con el rey en los funerales, habían hablado con educación y habían permanecido horas juntos cumpliendo perfectamente su papel. Él, perfectamente sereno y contenido como siempre, ella furiosa, rabiosa por la situación.
Se sentó en su despacho y miró los informes pendientes. Alrededor suyo todo era caos y desorden pues sus tentáculos reptaban constantemente por las paredes y quemaban todo a su paso. Intentó concentrarse... y no lo consiguió, solo quería golpear, pegar, ¡destruir algo! Para aplacar la terrible furia que ardía dentro de ella.
- ¿Majestad? - un dragón entró.
- Dime.
- El Maestro Dorc ha llegado.
- Le recibiré, gracias. Advierte a mi dragón de la llegada del Maestro de Jinetes.
Salió para recibir al anciano jinete y a su dragón, vio la cara disgustada de Dorc por su aspecto y sus tentáculos sisearon con más energía.
- Majestad, como siempre me pongo a su servicio.
- Gracias Dorc, es un placer teneros entre nosotros. Pericarion y vos sois siempre bienvenidos. - se llevó las manos a la espalda para no tener que tocar nada.
- Maestro Dorc, Pericarion, ¡bienvenidos! - dijo Draco apareciendo. Echó un rápido vistazo a la rígida figura de la reina.
- La sabana africana es hermosa Draco, hacía tiempo que no la sobrevolábamos.
- Demasiados animales para mi gusto, aunque mi reina parece que le ha cogido cierto cariño - dijo mirándola furibundo.
- He de continuar con los informes. Draco, que el Maestro Dorc esté cómodo.
- ¿Te veremos en la cena? - le preguntó con doble intención, vio que sus malditos tentáculos sisearon más fuerte.
- Por supuesto, allí estaré. - Se dio la vuelta mientras que su esencia era arrastrada dejando el suelo con volutas de humo. Draco negó con la cabeza y sonrió tristemente.
- ¿Habéis tenido buen vuelo? - les preguntó.
- Sí, ahora es más fácil volar en el mundo humano. - Respondió Pericarion.
- ¿La reina? - preguntó Dorc sin contemplaciones.
- Igual... furiosa, enfadada. ¿El rey?
- Inmutable como siempre. - negó con la cabeza Dorc.
- Malditos cabezotas... - dijo Draco - acabarán ellos solos con el reino de los dragones como no arreglen esta situación.
- ¿Supone el Jinete Real algún peligro? - preguntó el anciano con preocupación.
- No, por el momento. Su esencia es bastante molesta, pero por el momento no ha hecho daño a nadie. Eso sí, no sabéis la cantidad de muebles que llega a destruir al cabo del día.... - explicó Draco.
- Los monjes creen que para que fecunde a los tres huevos debe transmutar su esencia - contó preocupado Dorc - pero no veo que haya conseguido ningún avance.
- No, no esperes ningún cambio en eso, viejo amigo. La pequeña está tan furiosa que no sería capaz de cambiar ni el color de un camaleón.
- Podría traer a Brom... quizá el herrero sepa qué hacer.
- La reina nos ha prohibido hablar con él, no quiere escuchar las recriminaciones del corregidor y tampoco quiere volver al reino. No creo que vuelva a pisar el castillo mientras esto no se arregle. Ya no sé qué más hacer. - se frotó el cuello cansado.
- Sé que no te va a gustar Draco... pero ¿y sí...?
- No lo digas Dorc, no pienso llamar a ese cadáver andante. - dijo el dragón molesto.
- Sabes que es uno de los pocos que soporta cuando se enfada...
- Te diré dónde puedes descansar, maestro. - respondió el general zanjando el tema.
-.-
Sé que todos andan preocupados por mí, ¡pero estoy bien!. Por él no se preocupan, no... solo por la débil y boba jinete enamorada... ¡Maldita sea! He vuelto a cargarme la mesa... ¡No puedo más!
Salí por enésima vez a tomar aire, al menos en el exterior dejaría de cargarme el mobiliario. Vi que Slar aterrizaba a mi lado, ¡maldita sea!, tengo demasiados dragones pululando a mi alrededor, salvo el que realmente debería de estar...
- ¿Quieres compañía, tentación?
- No soy lo que se dice una buena compañía últimamente, Slar - señalé mi esencia que rugía detrás de mí.
- Ya... me han dicho que estás un poco descontrolada.
- ¡Vaya! A nadie le supone un problema poner nombres a mis problemas.
- Tu monje favorito dijo que deberías transmutar tu esencia para fecundar los huevos.
- Mi esencia no cambia, Slar... todos lo sabéis, desde que se manifestó no ha cambiado nunca. - me senté en un poyete y le miré. - ¿Qué haces aquí, dragón?, creí que Draco no te dejaba acercarte a mí. - Se sentó a mi lado e intenté contener el ácido de mi esencia para que no le quemase.
- Draco y yo tenemos nuestras diferencias pero en algo somos iguales, amamos lo mismo.
- Te juro Slar... que como empieces a hablarme de sentimientos y de flores del campo te empalaré con ese mástil.
- Jajajaja, siempre tan florida en tus descripciones, mi pequeña tentación. No, no soy tu Draco para decirte esas sandeces, sabes lo que siento, sabes lo que deseo... ¿qué más puedo añadir?
- Dime dragón, ¿has conocido a alguien que haya cambiado su esencia tal y como dice el monje?
- No, nunca he visto eso - admitió Slar.
- El original pide ser liberado para acabar con los monjes, y estos dicen que aquello que salga de los huevos nos ayudará a encontrarlo, y para fecundarlos debo transmutar mi esencia en yo qué sé qué o yo qué sé cómo... no estoy del todo segura del plan. ¡¡¡Arrrgggghhh!
- Date tiempo, tentación, lo conseguirás... - me miró por un momento y me dijo - Joan me ha pedido que te diga que dentro de tres días deberás de estar en la sede de la OTAN, el rey dirá cuáles serán nuestros siguientes pasos en la guerra.
- Ya... ósea que el rey estará allí. - ¡Maldita sea!!!! Pensé - Prepararé el viaje, claro...
- Debes intentar controlarte - mi esencia golpeó unos barriles en ese momento.
- ¡Claro! No hay problema.
- Ya lo veo... - me dijo socarronamente. Levanté un ceja en su dirección - Intenta guardarla dentro de ti. - me dijo.
- ¿El qué? ¿Mi esencia? ¿Qué pasa? ¿crees que no puedo??? ¡qué tontería!
- Bien... hazlo - me concentré lo que pude e inspiré varias veces, mi esencia comenzó a retroceder lentamente introduciéndose nuevamente en mi interior, le sonreí triunfante, no era tan difícil.... De repente me dijo una palabra... - Arco - y mi esencia salió despedida por todos los lugares haciendo que Slar tuviese que protegerse tras sus propias alas. - Sí, lo tienes controlado. - corroboró con ironía.
Recordé la primera vez que había estado en el edificio de la sede de la OTAN, fue cuando firmamos los primeros acuerdos con los humanos, había llovido mucho desde entonces y el edificio ahora se había vuelto un lugar familiar para mí. Habían habilitado una zona en el parking para que los dragones pudiesen aterrizar sin problemas y mi grupo así lo hizo. Bajé de Draco por su ala y enseguida se transformó a mi lado, Slar y los demás me siguieron al interior del gran edificio precedidos por los humanos. Mi esencia me cubría totalmente, no había conseguido volver a introducirla dentro de mí pero al menos mis tentáculos ya no sobresalían constantemente. Estaba terriblemente nerviosa por ver de nuevo a Arco, no habíamos hablado desde los funerales y sus comunicaciones siempre eran a través de terceros, era como si se hubiese olvidado de mí y el dolor de mi corazón se hacía cada vez más grande. Joan vino a nosotros y me saludó con una reverencia, intenté odiarla, seguro que habría intentado tomar ventaja de la situación pero con sorpresa no pude hacerlo, toda la culpa de lo que me pasaba era mía, por mis actuaciones tempestuosas.
- Majestad, es un placer volver a veros - me dijo con cortesía.
- Joan, me alegra ver que te encuentras bien, temimos por tÍ tras tu última escaramuza con los monjes.
- Gracias por vuestra preocupación, majestad - nos intercambiamos los acostumbrados saludos. - General Draco, General Slar. - Hizo el saludo protocolario hacia los demás y respondieron. No quería preguntar por él, su sola mención me dolía... pero debía.
- ¿El Rey? Presentaremos nuestros respetos, Joan - dije con lo que intenté fuese una voz neutral.
- Por aquí majestad, os esperan. - asentí en su dirección y la seguimos. Mi corazón iba a mil, podía sentirlo retumbar por mi pecho, creía que todos podrían sentirlo... estaba haciendo el ridículo allí...
Entramos en el gran salón con la rosa de los vientos en el suelo, allí al lado de las mesas estaba el Rey hablando con una mujer humana. Se inclinaba hacia ella debido a su gran altura y se reía con suavidad de algo que le había dicho la chica. El latigazo de dolor me sorprendió y me hizo por un momento trastabillar, me recuperé en el acto y recé porque nadie se hubiese dado cuenta. Nos acercamos hasta ellos y el rey se dio la vuelta para recibirnos. Todos hicimos una reverencia.
- Bienvenidos todos, os esperábamos. Espero que los ancestros os hayan acompañado en vuestro viaje y haya sido bueno. - Había posado levemente la mirada sobre mí pero ni siquiera se había dignado a decirme algo a mí personalmente, ¡maldita sea!, soy la puñetera reina....
- Vuestros deseos han sido realidades, majestad - dije en voz baja - nuestros vuelos han sido auspiciados por los ancestros y la bonanza de los vientos. - me extendió el brazo mecánicamente para que pusiese encima mi mano pero me puse a su lado sin hacer caso.
- Te presento a Margaret Stone, es nuestro enlace con los humanos, mi reina - otro latigazo de dolor, a estas alturas estaría diciendo 'querida mía', 'amor mío' o cualquier otra cosa... Miré a la mujer humana que me tendió la mano con el saludo que utilizaban ellos, sentía mi mano llena de esencia, no sería capaz de retirarla para tocar a la humana sin abrasarla.
- Miss Stone, será un honor volver a colaborar con los humanos - contesté sin mirar su mano extendida, nada de 'un placer conocerte', ¡que te den mosquita muerta!. Vi que se quedó un poco cortada por mis palabras pero asintió. El General Walters se acercó a saludarme y con él fui un poco más cariñosa, también evité tocarle pero éste, conociéndome ni siquiera intentó levantar su mano. - Es un placer volver a verle, General Walters, su presencia garantiza fructíferos resultados. - Olía el aroma que despedía el rey a mi lado, era consciente de su presencia y el dolor en mi pecho se iba incrementando... necesitaba salir de allí ahora mismo.
- Nos gustaría que vieseis los últimos informes, majestad - dijo Walters tras los saludos.
- Bien, si el rey no se opone os acompañaré y podremos verlos antes de la reunión, aportaremos más información si cabe. ¿Majestad? - le pregunté sin mirarle.
- Por supuesto - me dijo secamente, luego vi que extendía su brazo hacia la humana y este lo cogía con una sonrisa deslumbrante en su rostro, cerré los ojos por un instante y luego me obligué a abrirlos... iba a matarlos a los dos...
- Acompañadme, majestad. - me dijo Walters que nos miraba sorprendido a ambos.
Estaba casi mareada de contenerme y una larga cola viscosa empezó a surgir de mi vestido de esencia tras de mí, conseguí salir de la gran sala y cuando se cerraron las puertas los tentáculos siseantes surgieron de mí furiosos.
- Acercaos lo menos posible a mí, Walters - le aconsejé - últimamente tengo problemas para controlar mi... bueno, últimamente tengo problemas - vale, lo había dicho en voz alta, lo sabía... pero no quería que el humano acabase herido por mi culpa.
- Claro, majestad.
Estuvimos trabajando el resto de la mañana, el trabajo rutinario calmó un poco mis nervios. A la hora de la comida nos avisaron para reunirnos en el banquete preparado pero me excusé cobardemente diciendo que terminaría con eso antes de la reunión de la tarde. No quería verle con ella... Mandé a Walters a comer y me pidieron una bandeja de comida para que comiese en el despacho que me habían asignado. La bandeja entró y se quedó en un rincón igual que había entrado, sin tocar... no quería comer nada.
- Pequeña, no has comido - levanté la vista y vi a Draco en la puerta con mirada preocupada.
- No tengo demasiada hambre, Draco.
- Esta mañana tampoco desayunaste. - me recordó.
- No te preocupes tanto por mi dieta, dragón y ven a ver estos mapas para darme tu opinión - Draco hizo lo que le pedía y hablamos durante unos minutos más hasta que se fue. El despacho volvió a sumirse en el silencio.
- ¿Dónde se esconde ese maldito? - le pregunté al mapa como si pudiese contestarme. Era imposible que fecundase los huevos en mi estado, lo único que conseguiría era alumbrar a unos seres tan indeseables como 'Cara quemada'. Encontrar al original y matarlo era la mejor opción y ahora que Arco y yo 'nos habíamos dado un tiempo' no tendría que responder ante él....
- El plan no es encontrar al original, Senda. Sino asegurar las ciudades y proteger a los humanos - levanté la mirada sorprendida y vi que Arco estaba apoyado en el quicio de la puerta, con los brazos cruzados, mirándome. ¿Desde cuándo llevaba ahí?, me moví involuntariamente al sentir otro latigazo de dolor, se me iba a partir el corazón si seguía así... ¡maldita sea!
- Lo sé, majestad, pero no dejo de buscarlo por si surgiese la oportunidad - mentí. Vi que daba unos cuantos pasos y se colocaba detrás de mi silla, se inclinó hacia los mapas y los examinó.
- ¿Qué hay de los humanos? - me preguntó mientras se sentaba en la mesa a mi lado. Me eché hacia atrás en la silla apartándome lo máximo posible de él. Debía controlar mi cuerpo...
- Los perímetros defensivos funcionan por el momento y hemos marcado la construcción de nuevos perímetros para los países que no han sido atacados. Walters y yo estamos distribuyendo las fuerzas que tenemos para su defensa.
- Bien, vamos a la reunión entonces. - volvió a extenderme el brazo y le rodeé sin hacerle caso y salí la primera del despacho como si huyese. Me paré en el pasillo a esperarle... ¡Grandes ancestros! Qué dolor tan intenso tenía en el pecho, me iba a partir en dos...
- Majestad - le dije mientras le hacía un gesto de que pasase él primero. Le seguí a una distancia prudencial. La humana que conocí a mi llegada apareció por una esquina.
- Margaret - dijo él con su voz ronca - nos dirigíamos al salón, acompañadnos, por favor. - con una tímida sonrisa se puso a su lado delante de mí, otro latigazo de dolor... me iba a partir de verdad. Entramos en la sala, ellos delante y yo detrás, todos se pusieron en pie al vernos y nos miraron sorprendidos por el detalle de nuestra ubicación. Me senté en mi sitio y empezó la reunión.
Estuvimos hablando durante horas sobre los nuevos planes de ataque y los defensivos, Arco sentado a mi lado, preguntaba y tomaba decisiones en función de la información que le íbamos aportando. En ningún momento le miré, cuando hablaba miraba a mis manos rígidamente en la misma posición todo el tiempo, tras un par de horas era incapaz de sentirlas. Contesté todas las cuestiones que me hicieron con mi cara más hierática y mirando siempre al frente, cuando se terminó la reunión me levanté para irme.
- Senda, espera, quiero hablar contigo - me dijo el Rey.
- Por supuesto, majestad - le contesté.
Hablamos unos minutos con los asistentes y luego el rey me señaló un pasillo hasta indicarme una sala vacía con un par de sillones y mesas.
- Me gustaría preguntarte cómo llevas la transmutación de tu esencia - me dijo sin rodeos. Mi cara ni se movió cuando contesté.
- Bien, majestad. Estoy todavía trabajando en ello.
- ¿Has tenido algún avance?
- Seguro que en breve lo conseguiré. - Lo único que había conseguido hasta el momento era no matar a nadie y con eso me daba por satisfecha.
- Me gustaría ayudarte - dio un paso en mi dirección y yo como reflejo di dos pasos hacia atrás.
- Os agradezco la ayuda, majestad, pero no hace falta. - le contesté.
- De acuerdo, eso era todo - me dijo dirigiéndose hacia la puerta.
- Ya que estamos a solas me gustaría tratar otro tema con vos, majestad - le dije cuando su mano se apoyó en el pomo.
- Tú me dirás - se volvió hacia mí. Sabía que mi cara no se movía, sentía mi esencia en los músculos de mi cara conteniendo mis gestos.
- Quiero la disolución de nuestro matrimonio - le dije, vi con satisfacción que él apretó fuertemente el pomo por un instante.
- ¿Puedes explicarme el porqué? - me dijo con su mejor voz de rey.
- Considero que esta situación es particularmente molesta para los dos. No creo que deba seguir denominándome reina en este tipo de relación y me sentiré más cómoda si no me tratan como tal. - Intenté no hacer ningún tipo de comentario acerca de nosotros.
- Bien, si ese es tu deseo hablaré con el Consejo para que me digan cómo poder poner fin a nuestro matrimonio - Otro latigazo de dolor, esta vez ni me moví mientras le miraba.
- Gracias majestad - no hablamos de que seguiría siendo el Jinete Real ni la relación que siempre tendríamos. Salió sin despedirse por la puerta y yo me quedé parada por unos minutos en el centro de la habitación intentando dominar mi esencia para que no la destruyese. - ¡Mierda! necesito emborracharme.... - dije cuando conseguí moverme.
La luz se filtró por la habitación y mi cerebro estalló en llamas por la resaca que tenía, me moví torpemente buscando algo de oscuridad para mis doloridos ojos, enterré la cabeza debajo de una almohada y al poco tiempo me faltó el aire. ¡Maldita sea! ¿qué había pasado ayer y cómo había llegado allí?. Me arrastré hasta la ducha mientras me arrancaba la ropa, abrí la ducha y el chorro de agua fría cayó sobre mi espalda mientras vomitaba en el suelo de rodillas... vale, la escena no es que fuese muy digna... me sentía fatal.... Permanecí unos minutos debajo del agua mientras intentaba recuperarme, cuando conseguí enfocar la mirada usé mi esencia para que recubriese mis órganos internos y la resaca fue desapareciendo poco a poco. Terminé de ducharme y salí a la habitación... ¡guau! Olía a letrina de monje. Abrí las ventanas y me vestí con mis ropajes negros. Estaba amaneciendo, algunas cosas no cambian. Mi esencia estaba dentro de mí intentando que mis órganos empapados en alcohol funcionasen por lo que no había nada de ella fuera de mi cuerpo, ¡bueno! Un descubrimiento, si permanezco borracha lo suficiente podré controlar mi esencia... el problema... que debería de estar borracha todo el tiempo.
Tenía que encontrar a alguien para que me dijese con quien me había emborrachado, luego vi las botellas en el suelo de la habitación... joder... ya lo recuerdo... cogí todas las botellas que pude de la habitación donde me había reunido con el rey y había venido aquí directamente a beberlas... bueno, al menos no me había visto nadie hacerlo.
Salí de la habitación y me dirigí hacia el despacho para preparar la siguiente reunión, todos estaban dormidos y había solo unos cuantos humanos y unos criados haciendo sus labores. Me arrebujé en mi capa mientras me acercaba al edificio anexo. Entré en mi despacho, encendí las luces y me senté a seguir preparando mi exposición. Un criado entró para preguntarme si quería desayunar y le dije que no, no tenía hambre. No me acuerdo el tiempo el que pasé inclinada sobre los informes y los mapas, me froté los ojos cansada.
- ¿Has desayunado? - me preguntó Draco sentado en uno de los sillones leyendo un informe, ¿desde cuándo llevaba ahí?
- Sí - mentí - hace un rato, ¿y tú?
- No puedes seguir así, pequeña, acabarás muriendo de inanición.
- Estoy bien, Draco. ¿Necesitas algo?
- Sí, quiero recuperar a mi jinete - otro latigazo de dolor... esta vez me froté el pecho inconscientemente.
- Tu jinete está aquí como siempre, Draco. Pero si no me vas a decir nada de la exposición de esta mañana te ruego me dejes a solas, tengo mucho que preparar. - Se levantó como un niño enfadado y me dejó a solas en el despacho. Intenté levantarme y disculparme pero el pecho me dolía horrores, volví a frotármelo, luego le pediría perdón.
Seguí trabajando hasta que me llamaron para la reunión, esta vez entré yo sola y vi que el rey estaba ya sentado en su sitio, ocupé el sitio de al lado y cuando me tocó hice mi exposición que fue recibida con grandes halagos. Las reuniones se prolongaron todo el día, por la noche había un banquete en honor de unos países humanos agregados a los tratados recientemente. Mandé a uno de mis criados a disculparme arguyendo que debía preparar las reuniones para el siguiente día. Me pasé por otra de las salas y volví a arramplar con todo el licor que vi a la vista...
Y un nuevo día amaneció... Me duché como el día anterior tras vomitar todo el líquido de mi estómago y salí al frío exterior tras vestirme. Estaba como aletargada... como si mi cuerpo flotase... la sensación era increíble... este método funcionaba de manera extraordinaria.
- '¡¡¡Humana!!! No me sirves si mueres' - gritó en mi mente el original, todo se quedó en negro cuando el dolor me atravesó como una ráfaga infernal. - '¡¡¡Libérame!!!'
Las voces se oían a lo lejos y parecían como si se fuesen acercando cada vez más, intenté moverme pero tenía los brazos atados.
- Tiene una hemorragia interna, tenemos que descubrir de dónde sale la sangre - escuché.
- Es el corazón, doctor, hay una válvula dañada - dijo otra voz.
- ¿Dónde están los malditos sanadores??? - escuché la voz del Rey.
- Su esencia no reacciona, no está ayudando a su corazón, ¿qué le ocurre? - dijo otra voz... ¿Draco???
- ¡¡Traed a los sanadores de una vez!!! - volvió a gritar el rey.
De repente me di cuenta de que era de mí de quien hablaba todo el mundo, todos se agolpaban sobre mí en una habitación, estaba atada a una camilla y los humanos y los dragones me miraban preocupados. Extendí mi esencia golpeando a todo el que estaba cerca, quemé las ropas que me ataban y me incorporé.
- ¿Qué hacéis???? - grité con furia, pero sabía que algo andaba mal, mi esencia no estaba bien del todo.
- Estás herida, querida mía - me dijo el rey acercándose con cara de preocupación. 'Querida mía', como había deseado que me llamase así, otro latigazo de dolor me sacudió y la máquina detrás de mí pito incesantemente.
- Le está dando otro infarto... - dijo un médico humano intentando acercarse. Esta vez conseguí expandir mi esencia lo suficiente para destrozar todo lo que había en la habitación y la máquina dejó de pitar.
- ¡Basta! - grité poniéndome en pie, mi esencia me volvió a recubrir las ropas rasgadas como si fuese un vestido.
- Debes dejar que te curen, Senda - volvió a decirme el rey.
- Estoy bien, el original me habló y caí al suelo, solo es eso.
- ¡Tu corazón está dañado! - me gritó cogiéndome del brazo haciendo caso omiso al contacto de mi esencia.
- ¿Qué sabes tú de mi corazón??? - le grité a mi vez mientras hacía un brusco gesto para que me soltase. - Preocúpate de tu reino, rey dragón, hace tiempo que no debes preocuparte de mí.
- Eres mi esposa, Senda, no lo olvides - me dijo el rey furioso.
- Por poco tiempo, rey, dentro de poco tiempo podré decir, por fin, que no lo soy. - le espeté también furiosa, otro latigazo de dolor me sacudió por dentro.
- Seguirás siendo mi jinete... - se acercó hasta casi tocarme con la ira surgiendo en sus ojos.
También me libraré de eso - le dije con odio - cuandoconsiga averiguar dónde está el original y me una a él como su jinete. - Pudever con satisfacción su cara de dolor tras mis palabras.
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