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Epílogo

El cachorro de dragón se sentó en la larga mesa vacía del comedor, miró alrededor y por un momento sintió envidia al ver cómo las demás mesas estaban ocupadas por aprendices y cachorros, solo la suya permanecía desnuda de ocupantes. Desechó tales pensamientos, estaba cansado de los entrenamientos pero satisfecho de los avances que conseguía. De pronto, notó que la silla de al lado se movía y levantó la vista sorprendido.

- ¿Qué haces en mi mesa? - preguntó a su inoportuno visitante - Es una mesa Morlan, por si no te habías dado cuenta.

- Es donde te sientas, ¿no?, pues aquí es donde tengo que sentarme. - le dijo el chico que se acaba de sentar sin hacerle caso.

- No creo que a los Calems le haga gracia ver sentado al próximo rey a mi mesa, que te recuerdo es una mesa Morlan. - le dijo el cachorro con sorna recalcándoselo.

- Déjate de rollos, hermanito, no nos vemos en todo el día, ¿tampoco podemos comer juntos?. - le recriminó el otro chico.

- Haz lo que quieras Tarco... - le volvió a decir mientras hacía un gesto a la criada para que trajese la comida. - Pero te aviso que espero compañía.

- ¿Y cuando tú no esperas compañía? Deja a las chicas para otro momento, esta vez quiero disfrutar de mi hermano a solas.

- Me tienes envidia porque tengo más éxito que tú con ellas - dijo riéndose el cachorro Morlan.

- ¡Bah! Hay que centrarse en otras cosas y lo sabes, Caram, nosotros tenemos obligaciones que los demás no tienen, somos hijos del rey, se espera más de nosotros que de nadie.

- Hablas igual que Draco y te estás convirtiendo en un estirado igual que él, no me extraña que sea tu tutor. - le dijo enfadado por cortarle el rollo.

- Y tú eres igual de inconsciente que Slar, solo pensando en vuestras alas y mujeres, no me extraña que sea el tuyo - se quedaron mirando por un momento y se echaron a reír. El cachorro Calem le preguntó a su hermano - ¿Qué tal llevas los entrenamientos?

- Te ganaré en la próxima prueba, ya lo verás, Tarco. - le dijo Caram.

- Eso lo veremos, hermanito, pero sigue así. - le puso una mano en el hombro con orgullo - De todos los cachorros a los que debo enfrentarme eres el que me das más miedo, si no tengo cuidado me ganarás, ¿lo sabías?

- Slar me entrena bien y madre me está dando buenos consejos, mejoro por días.

- Madre también me está ayudando, me ha dado un par de manuales magníficos para leer sobre teoría de vuelos rasantes, si quieres puedo pasártelos cuando los acabe.

- ¡Buf! ¿leer libros?? ¿por quién me tomas?, ¿por un aprendiz de bibliotecario?

- Leer no te vendrá mal, Caram... como se nota que eres un Morlan a veces, sois todos iguales delante de un libro.

- Recuerda que madre también es Morlan y a ella le encanta leer.

- Y te recuerdo que es la única Morlan que conocemos que lo hace - volvieron a echarse a reír. Unas chicas se acercaron a hablar con el cachorro Morlan pero las despachó pronto. - Gracias, hermano - le dijo el cachorro Calem al ver que le había hecho caso y le prestaba toda su atención.

- Dijiste que querías comer conmigo, ¿no?, además, ellas me esperarán - arqueó las cejas - saben lo que valgo.

- Eres un fantasma, Caram.

- Lo dicho, tienes envidia. Deberías intentar hablar con alguna, Tarco, no muerden.

- No tengo tiempo para perder con chicas y tú tampoco, te lo recuerdo. Aparte de nuestra formación, padre insiste en que empecemos a ir a los consejos.

- No sé porqué quiere que vaya yo, eres tú el que serás rey.

- ¡Caram! Yo seré el rey pero tú serás algún día mi consejero, sucederás a Draco como el general de los ejércitos de dragones, tendrás un lugar preferente en el consejo, nuestra posición es demasiado importante para...

- Arggghhhh!!!... Hablas igual que padre... ¡déjalo!, posición, rango... obligaciones, siempre igual...

- No todo son chicas y vuelos entre montañas, Caram, somos el futuro del reino y lo sabes.

- ¿Has venido a darme un sermón, hermano? - le preguntó enfadado por el cariz de la conversación.

- Sabes que no - se reclinó hacia atrás en la silla - creo que a veces me paso con mi papel de hermano mayor, ¿no es cierto?.

- ¡Bah! Y a pesar de todo te quiero, hermano. Pero ya sé cuál es nuestra posición en el reino, padre me lo recuerda a todas horas, no hace falta que lo hagas tú también.

- Tienes razón, perdona Caram.

- ¿Mis príncipes? - uno de los maeses se había acercado a la mesa.

- ¿Sí, maese?

- Vuestro padre os espera en la explanada, altezas.

- Vamos ahora, maese, gracias. - le dijo Tarco. - ¿Estás listo? - Caram asintió.

Los dos hermanos salieron juntos del comedor, Tarco era el más parecido al rey dragón, alto y de la misma envergadura que él, serio y estricto, tenía ya la postura regia que poseía su padre, había heredado los increíbles ojos azules del rey y su mirada derretía corazones femeninos a su paso. Caram tenía el innegable parecido Morlan, igual de alto que su hermano era menos fornido, pero había heredado la etérea belleza de su madre lo que hacía de él un joven increíblemente bien parecido que unido a su personalidad divertida y desenvuelta le hacía el conquistador de la familia, ninguna fémina se encontraba a salvo de sus garras.

Arco se quedó mirando a sus dos hijos mientras se acercaban a él, había orgullo en su mirada y un hondo amor por aquellos dos cachorros de dragón que caminaban haciéndose bromas entre ellos. Al llegar a su altura hicieron el saludo protocolario.

- Padre, esperamos que no hayas tenido que esperar por nosotros.

- Tranquilos, vuestra madre se retrasa como siempre.

- ¿Quieres que vaya a buscarla, padre? - se ofreció su hijo pequeño sabiendo dónde estaría.

- ¿Sabes dónde está la biblioteca, Caram? - le preguntó su padre levantando una ceja en su dirección.

- ¡Ouch! Eso ha dolido... - le contestó el cachorro al entender su broma sobre que los Morlan no leían y los tres se echaron a reír.

- Ya he mandado que la avisen, por tercera vez - suspiró el rey.

La reina apareció en ese momento, su capa negra ondeaba al viento y se enredaba entre sus ropajes negros, su cabello de color miel se encontraba recogido en un intricado moño, una espada asomaba a su espalda y una hoz de oro druida pendía de su cintura. A Arco le seguía pareciendo la mujer más bella del mundo y la única que le volvía loco, la sonrisa le salió natural en los labios como siempre que se encontraba cerca de ella. Llegó corriendo hacia ellos y le dio un beso a cada cachorro poniéndose de puntillas para alcanzarles.

- Lo siento, lo siento - dijo mientras se dirigía al rey para besarle rápidamente en los labios. - Quirón nos ha enviado un nuevo libro. Es fascinante, Escamoso, habla de... - el rey la cogió entre sus brazos y la besó con pasión para hacerla callar. - Vale, vale, no os explicaré de qué es el libro... entendido... - dijo la reina cuando la soltó.

- Llegas tarde, querida mía... Sabes que estos momentos de familia los considero sagrados. - la regañó.

- De acuerdo, intentaré que no vuelva a pasar.

- Llevas prometiéndome eso los últimos cien años, amor mío.

- ¿Ah sí?... vaya... seguro que en los próximo cien lo consigo - dijo ella mirándole pícaramente mientras sonreía, el rey puso los ojos en blanco mientras negaba con la cabeza - Bueno, ¿estáis preparados, cachorros míos?

- ¿Dónde iremos hoy, madre? - preguntó Tarco.

- A los acantilados del sur, hoy nos divertiremos entre la espuma del mar y las rocas.

- Parece un buen plan - dijo el rey abrazando a su esposa. Se convirtieron en dragones y la reina subió por el ala del rey dragón.

- ¡Enlazad! - gritó el jinete e hizo un perfecto semicírculo con el brazo. Juntos, los tres dragones, izaron el vuelo en una perfecta coreografía.

Horas después la familia real aterrizó nuevamente en la explanada, la reina bajó del ala de su dragón con la gracia de una bailarina, los dos cachorros de dragón se transformaron en semihumanos mientras seguían peleándose.

- ¡Parad ya!! - les regañó su madre como a dos niños.

- ¡He ganado yo! - dijo Tarco a su hermano pequeño.

- Ni en sueños, he sido yo el ganador.

- Padre te lo dirá - le dijo Tarco acercándose a su padre que se había transformado en humano - ¡¡Padre! Dile a Caram que he sido yo el que ha ganado - su padre se echó a reír.

- Si mal no recuerdo, creí que el ganador había sido yo - dijo el rey y puso el brazo en los hombros de su hijo y luego hizo lo mismo con su otro hijo, juntos se volvieron hacia su madre - ¿Y bien, querida mía?, ¿quién crees que ganó de estos tres dragones? - su esposa les miró con amor infinito en sus ojos.

- Creo que la que ha ganado he sido yo, he ganado una familia maravillosa - les dijo a los tres, el rey soltó a sus hijos para besar apasionadamente a su mujer.

Draco se dirigió hacia ellos con su paso tranquilo, hizo una reverencia a los reyes.

- Venía a buscar a mi joven pupilo, majestades - dijo dirigiéndose a Tarco - Tengo que repasar varios informes con los consejeros y quiero que el príncipe esté presente para que se vaya familiarizando con los términos.

- Luego me pasaré también, Draco. - le dijo el rey - El consejero de la casa Raise ha solicitado mi presencia y es una buena ocasión para que Tarco me ayude en esos menesteres.

- Bien, entonces yo os dejo. - dijo la reina - He quedado con el maestro de jinetes y los míos - vio que el rey enarcaba una ceja en su dirección - Vamos a hablar de las próximas pruebas en la escuela, Escamoso... hoy no toca juerga... - se acercó a él y le dio un rápido beso en los labios, luego se dirigió a Draco y éste la abrazó con fuerza mientras depositaba un dulce beso en su sien. Pasó al lado de sus hijos para recibir sendos besos en las mejillas. - Si me necesitáis en el consejo decídmelo.

No había dado más que unos pasos cuando un dragón gris convertido en semihumano aterrizó delante de ella, se echó a sus brazos y este la abrazó también, señaló hacia Caram y el dragón le dio un rápido beso en la frente antes de dirigirse hacia el rey.

- ¡Slar! Amigo mío - le dijo el rey fundiéndose en un abrazo con él - ¿cómo ha ido tu viaje?, ¿qué tal están nuestros amigos, los enanos?

- Bilim se hace viejo, majestad, pero os envía sus más sinceros saludos como siempre.

- Ven a mis brazos, cadáver - le dijo Draco palmeándole la espalda con fuerza.

- Vaya estirado, cualquiera diría que me has echado de menos - dijo devolviéndole el abrazo con una gran sonrisa que hizo asomar su dentadura perfecta.

- Ya sabes que sí, gárgola, esta noche nos pondremos al día.

- Eso está hecho, hermano - Luego se dio la vuelta hacia su pupilo - Bueno joven Caram, venid y contadme qué ha pasado en mi ausencia.

- Sí, señor - le dijo sumiso el chico mientras le seguía, lanzó una mirada a su hermano mayor para que le socorriese pero éste negó divertido con la cabeza.

El nacimiento de Caram había conmocionado al reino, ya su concepción había sido inaudita teniendo en cuenta que la familia real solía tener un solo hijo varón. Tarco, el hijo mayor, había nacido tal y como se había anunciado, un nuevo varón en la familia real, el niño era tan similar al padre como se había predicho. En escaso un año, la reina volvió a quedarse embarazada y todos especularon con el nacimiento de la ansiada princesita que su padre deseaba al saberla en estado. Cuando dio a luz a un varón, Caram, encima otro dragón como su hermano, su entorno más cercano lo vivió con perplejidad, todavía más cuando se anunció que el niño nacido era un todo un Morlan. Vivió durante sus primeros años como Calem, la casa de la familia real, pero cuando entró en la escuela para empezar su formación solicitó a su padre hacerlo bajo la casa Morlan. Su aspecto, su personalidad, todo en él era Morlan y se sentía mucho más atraído por esa casa que por la de su familia paterna. Atham, el señor de Morlan, dio el consentimiento al cambio de casa y se vivió con regocijo el fin de la maldición de la casa. Los hijos del nuevo príncipe serían Morlan y una nueva estirpe nacería dentro de la casa Morlan. El primer jinete de Slar había sido Morlan también y parecía que el viejo dragón tenía una absoluta debilidad por esta casa, más aún, cuando la misma reina pertenecía a ella, por lo que a nadie le pareció extraño que el rey nombrase como tutor a la gárgola para su segundo hijo. Un año antes, a todos les había parecido normal que el tutor del próximo rey fuese el gran Draco, el general de todos los ejércitos, uno de los dragones de la reina, un hombre íntegro y leal a la corona que ayudaría en la formación del joven heredero entregándose por completo a su tarea.

La reina despachó el revuelo de criados que siempre la acompañaba y suspiró mientras se sentaba en su banco favorito de los jardines un instante antes de continuar con sus labores.

- ¿Descansando, querida mía? - sonrió a su esposo mientras él también se sentaba en el banco.

- A veces también es bueno pasar unos minutos a solas.

- ¿Eso quiere decir que no quieres mi compañía?

- Bobo... - dijo ella riéndose, apoyó la cabeza en el hombro de su marido y entrelazó sus manos con las de él. - Me encanta que busques estos pequeños momentos para estar juntos, de otra manera nunca nos veríamos.

- Me conformo con poco, amor mío, tiempo atrás eran muchos los días que no pasaba a tu lado. El tenerte estos míseros minutos es un gran placer para mí.

- Pomposo, muy pomposo Escamoso.

- Y aún así te gusta - le vio sonreír con esa media sonrisa suya que tanto la gustaba.

- Me encanta - se rió infantilmente. - Adoro mi vida, Arco, soy feliz.

- Me alegra escucharlo, querida mía. Yo también soy feliz, tengo entre mis brazos lo que más amo en el mundo que me ha dado el mayor de los regalos, dos hijos maravillosos. ¿Qué más podría pedir? - Senda se rió y le susurró algo al oído. El rey soltó una estruendosa carcajada. - Te lo recordaré esta noche, jinete. Te amo, Senda.

- Todavía haces que mi corazón se ponga a latir rápidamente con esas palabras. Te amo, Arco hijo de Calem, rey de los dragones. Eres mi presente, mi pasado y mi futuro. - dijo ella mirándole con adoración.

- Me gusta oírtelo decir, amor mío, no dejes nunca de hacerlo. - se quedaron callados durante unos minutos disfrutando de su mutua compañía.

- ¿Has terminado tus reuniones? -oyó como suspiraba el rey.

- Por hoy sí, he dejado a Draco y a Tarco con los consejeros. Nuestro hijo lo hace muy bien, amor mío, será un gran rey algún día.

- Se parece a su padre y lleva el nombre de otro gran rey, seguro que lo hará bien. - Le miró y se rió - Se parece demasiado a su padre... y Draco es el complemento perfecto para él. - volvió a echarse a reír.

- No creo que a Draco le guste escuchar cómo te ríes de él, querida.

- Venga... sois tal para cual y hacéis a Tarco igual que vosotros, rígidos, rectos, de intachable moral, inquebrantable voluntad...

- ¿Y eso es malo? - la reina suspiró por un momento y le dijo.

- No, para nada, pero a veces olvidáis ser un poco más terrenales en vez de ser tan férreos en vuestras convicciones.

- Es tu sangre Morlan lo que habla, querida mía... o tu desenfreno de jinete... - ella se echó a reír.

- Puede ser, Caram es más desenfadado que vosotros, aunque Slar le ata bien en corto. - se quedó seria por un momento pensando en hablar o no este tema con su marido, finalmente se decidió. - Deberías mantener una conversación con Caram, Arco, últimamente no sabe si estás orgulloso de él o no.

- ¿Cómo puedes decir eso?, ¡¡estoy muy orgulloso de mis dos hijos!!!

- Se hacen mayores y Caram solo ve que Tarco es igual que tú, pero él se ve diferente a vosotros y no solo por pertenecer a una casa distinta... - por un momento se quedaron callados.

- Está bien, hablaré con él, no me vendrá mal tener una conversación con mi hijo. - un criado se acercó presuroso hasta donde se hallaban sentados buscando a la reina...

- Bueno Escamoso, hasta aquí ha llegado mi descanso, vuelvo a mis obligaciones - le dio un rápido beso en la mejilla a su esposo y se puso en pie - Ya voy, tranquilo - dijo dirigiéndose al criado - veamos qué ha pasado...

Era de noche cuando Arco entró en la torre Morlan por uno de los ventanales, había entrado tantas veces allí mientras Senda era un aprendiz que todavía se le hacía raro que su hijo ocupase aquella torre ahora.

- ¡Padre! ¿qué ha pasado? - preguntó preocupado Caram al verle entrar.

- Nada realmente, se me ocurrió entrar a desearte buenas noches, hijo mío. - vio que tenía varios esquemas de vuelo encima de la mesa y que intentaba esconderlos presuroso. - ¿No... no quieres contarme qué estudias? - por un momento se vio avergonzado al chico y luego retiró los brazos como claudicando.

- Tarco me dijo que estaba estudiando los vuelos rasantes, que madre le había dado unos manuales, me los ofreció pero...

- Fuiste demasiado orgulloso para decirle que sí. - Terminó por él su padre.

- Madre y Tarco disfrutan con los libros pero a mí... me aburren inmensamente - suspiró el joven - pero no quería quedarme atrás solo es que... - encogió los hombros.

- Te entiendo, hijo, a mí me ocurre como a ti, los libros me parecen terriblemente aburridos y te confesaré algo, las eternas conversaciones de tu madre sobre ellos aún más - se rieron quedamente los dos.

- Madre disfruta incluso del aroma que despiden, siempre la pillo oliendo los manuales que me presta.

- Sí... es propio de ella. - Se volvió para mirar al chico y le sonrió - Habla con Slar, Laxor es uno de sus mejores hombres y es un especialista en los vuelos rasantes, él te enseñará todo lo que viene en los libros, ilustrado además por su vasta experiencia.

- ¡Vaya! No se me había ocurrido.

- ¿Por qué no preguntaste?

- Me dio vergüenza, todos siempre dicen que madre consiguió ser un gran jinete gracias a que estudió y leyó casi todos los manuales de la biblioteca, Tarco le sigue de cerca y yo... no quería parecer un tonto.

- Es cierto que tu madre ha estudiado muchísimo, los ancestros saben que sigue haciéndolo todavía, últimamente no habla de nada más que no sean libros, pero durante su formación aprendió muchísimo de las experiencias que vivía. Mientras fue aprendiz estuvo trabajando en las dragoneras, por ejemplo, enlazó con los viejos dragones y éstos le solían mostrar las batallas y las estrategias que vivieron en las antiguas guerras, aprendió también de su dilatada experiencia en combate, no todo se aprende leyendo.

- No... no lo sabía.

- Tu madre siempre te dirá que trabajar en las dragoneras es uno de los mejores trabajos del mundo, y parte de que le guste tanto es por ese motivo. Y su vida no fue fácil, como bien sabes, tu madre es el mejor de los jinetes que jamás haya habido en el reino, pero casi todo ha sido por el tiempo que ha pasado luchando, tuvo que aprenderlo a la fuerza.

- Supongo... - se lo pensó Caram, luego se armó de valor para preguntarle - Padre...

- ¿Sí, hijo?

- ¿No... no estás decepcionado por...?

- ¿Has hecho algo por lo que deba estar decepcionado? - le preguntó con sorpresa.

- ¡No!, no... es decir, no... solo es que no soy como... como Tarco. - El rey miró a su hijo con serenidad, su esposa estaba en lo cierto, esa conversación era muy necesaria entre su hijo y él.

- Nunca te he comparado con Tarco, hijo mío, si es lo que te preocupa y tampoco quiero que seas como él. - el cachorro le miró sorprendido por sus palabras, pero permaneció en silencio - Tu hermano será un gran rey, sin duda, pero a vosotros os ha tocado vivir en unos tiempos que, cuando yo era joven, eran impensables. Las guerras en las que luchamos han cambiado nuestra vida para siempre, por primera vez los dragones hemos cambiado. Nuestro reino se ha abierto a otras razas, conviven entre nosotros y me dispensan la misma lealtad que cualquier otro súbdito, tengo varanos viviendo en las montañas de las águilas, monos que no han querido abandonar el bosque detrás del hayedo donde se exiliaron, salamandras que levantaron un poblado en el valle donde las reubicamos... nunca han abandonado nuestro reino y ahora nos toca vivir con ellos. Gobierno sobre el resto de la Tierra arbitrando entre sus razas, nuestro reino se ha quedado pequeño, ahora el mundo responde ante mí. Fui durante muchos años un rey como fue mi padre y el padre de su padre, nuestro reino cerrado a otras razas, aislado entre nuestras montañas sin ningún tipo de comunicación con el exterior, todo cambió con la llegada de las guerras y el nacimiento de tu madre... Yo tuve suerte, tu madre me ayuda a mantenerme alerta con los cambios, me ayuda a que deje de pensar como el dragón que fui y que fue mi padre y piense más en que ahora gobierno no solo sobre los dragones, sino sobre muchas otras razas. Tú serás el mismo apoyo para tu hermano, le anclarás a la realidad y harás de él un mejor rey, igual que tu madre me hace a mí un mejor rey y una mejor persona. No quiero que seas como Tarco, hijo mío, quiero que seas como eres ahora mismo, eres valiente, leal, increíblemente tozudo y orgulloso, eres inquisitivo e inteligente, siempre ves más allá y aún más importante, eres abierto de mente, pero sobre todas las cosas, amas a tu reino y aún más a tu hermano, por lo que sé que lo harás bien. De los dos, tú eres el que menos me preocupas - el chico se giró sorprendido - no, no me mires con cara de sorpresa. Eres el más adaptativo, el superviviente nato y harás que tu hermano se parezca un poco a ti, y le aconsejarás bien. Juntos haréis que nuestro reino siga siendo el gran reino que es ahora, hijo mío, te convertirás en un gran general, en el general de los ejércitos de dragones. Estoy orgulloso de que seas mi hijo, orgulloso de que dieses el paso y hayas escogido la casa Morlan, orgulloso de todo lo que has conseguido y estoy orgulloso de lo que veo que conseguirás en un futuro.

- ¡¡Padre!!! - el joven se echó en los brazos de su padre y este le abrazó con fuerza - gracias... - susurró contra él y Arco le besó el pelo como cuando era un niño.

- Os hacéis mayores, recuerdo cuando de lo único que hablábamos por la noche era de los monstruos debajo de vuestras camas - suspiró - Me hago viejo y tú, todo un hombre.

- Gracias por venir, padre. - el rey miró alrededor suyo.

- Tu madre nunca se quejó de estar sola en la torre, creo que lo prefería y todo.

- Bueno, aquí todo es más silencioso... - dijo su hijo mirando al suelo dubitativo.

- Ya veo..., creo que estas visitas se volverán diarias, podemos hablar de tus progresos y ver cómo mejorar tus rendimientos.

- ¿De verdad?, ¡¡me encantaría, Padre!!.

- Entonces, hijo mío, tenemos una cita diaria. Te dejaré para que descanses. Buenas noches, cachorro. Sabes que te quiero - le dijo despeinándole, su hijo se rió.

- Buenas noches, padre. Yo también te quiero.

El rey salió volando dejando a su hijo feliz preparándose para irse a la cama, pensó en su esposa, siempre pendiente de los niños sin que se notase su presencia... se le hinchó el pecho de orgullo por tenerla a su lado.

Los días eran plácidos y largos en el maravilloso verano del reino de los dragones, la reina avanzaba por la gran avenida que salía de las puertas del castillo en dirección al pueblo, como siempre iba saludando a los aldeanos que pasaban a su lado acostumbrados a sus paseos matutinos. Llegó hasta la herrería del pueblo y se paró a saludar al herrero. Godin era un gran herrero, su destreza era tan grande como corta su estatura, pues Godin era un enano. Hacía tiempo que se había hecho cargo de la herrería, sustituyendo a una larga fila de herreros que nunca parecían ocupar el lugar del ahora corregidor. Como había dicho el rey, el reino de los dragones se había abierto a muchas razas y todos convivían en paz por mandato del rey dragón.

- ¡Godin! ¿qué tal te encuentras en esta preciosa mañana, amigo mío? - le saludó la reina.

- ¡Majestad! Bien, bien, hace demasiado calor para estar cerca de la forja, pero me apaño bien. ¿Qué tal os encontráis, vos?

- Muy bien, amigo mío. Pasaba a visitar al cascarrabias de mi padre, ¿no estará como siempre aquí dirigiendo tu trabajo, verdad? - el enano se rió con ganas.

- No, salió a ver a la vieja Tilly y dijo que volvía en un rato.

- Te dejo entonces, luego me pasaré a ver cómo has terminado esa hermosa guadaña, pero recuerda enano, los aldeanos aquí valoran que la herramienta esté afilada, no las filigranas con la que la decoráis.

- Al metal no solo hay que darle forma, majestad, también hay que embellecerlo para que no llore herrumbre.

- Enano hasta el final... - salió riéndose al hermoso y soleado día.

- ¡Mirlo! Estoy aquí - la llamó el corregidor. La reina se acercó a él y le besó la ajada mejilla.

- Hola Brom, tenía tiempo y venía a por una taza de té.

- Entonces vamos dentro, vino ayer un comerciante y me trajo un té especiado del bosque de los monos, una maravilla sin duda.

- Pues habrá que probarlo. - Entraron en casa y la reina se despojó de su capa, se movió con comodidad por la cocina preparando el té mientras el corregidor se sentaba cerca del fuego para quitarse las pesadas botas.

- ¿Dónde están mis chicos?

- Entrenando, pero me dijeron hoy en el desayuno que se pasarían a cenar contigo.

- Desde que entraron en la escuela casi no les veo... - gruñó el corregidor.

- ¿Cómo puedes decir eso?, pero si se pasan por aquí al menos ¡¡una vez al día!!! - respondió la reina riéndose.

- Lo dicho, casi no les veo...

- ¿Has pensado en lo que hablamos? Deberías mudarte al castillo, verías más a los niños y estarías cerca de nosotros.

- Soy corregidor, mi mirlo, ¿qué clase de corregidor puede hacer bien su trabajo viviendo en el castillo?. Aquí es donde tengo que estar, entre los labriegos y los aldeanos.

- Eres la clase de corregidor que tiene una familia en el castillo. - dijo la reina besando la calva del antiguo herrero. - Lo que pasa es que no quieres dejar sin supervisión la herrería y a Godin.

- ¡Pamplinas! - gruñó Brom - Godin es un gran herrero, que hermoso arte tiene al golpear el metal, es incluso mejor que yo.

- Eso es imposible y lo sabes... - negó con la cabeza la reina.

- Es cierto, mi mirlo, esos enanos son grandes artesanos del metal. Y cómo sopla el cristal, nunca vi nada igual... Pero echo de menos mi forja, niña, aquellos buenos tiempos en que mis huesos siempre estaban calientes a su lado. - la reina sirvió las dos tazas de humeante té.

- Yo también echo de menos aquellos tiempos, Brom. - dijo poniéndose nostálgica - ahora los aprendices son mis niños... mis dos cachorros, me hago mayor.

- Mis nietos son lo más hermoso de este mundo, buenos, honrados y trabajadores, son como mi pequeño mirlo blanco - le sonrió orgulloso por encima de la taza.

- Me quieres demasiado, Brom. - le dijo ella con cariño - Eres incapaz de ver mis defectos.

- ¡Oh! Los veo, los veo... pero los obvio, ¿no es acaso lo que tienen que hacer los padres? Ya eres mayor, mirlo, por lo que lo único que me queda es decir lo bien que te eduqué - la reina se echó a reír con ganas pero fue interrumpida por unos golpes en la puerta. - ¿Quién llamará? Abre mirlo, veamos cuál de tus dragones es... - dijo con hastío el corregidor. No andaba desencaminado cuando vieron a Draco en la puerta.

- Corregidor, majestad - saludó el general entrando en la casa.

- Tenéis una habilidad innata para interrumpir cuando estoy con mi hija, general.

- Lo lamento corregidor, pero debemos comprobar las defensas del oeste y para ello necesito a mi jinete - dijo sonriendo el dragón.

- Anda ve, mirlo, venid una de estas noches a cenar todos, a ver si consigo reunir a la familia una vez a la semana aunque sea. - la reina le dio un suave beso en la mejilla.

- Te lo prometo, estaremos todos aquí. - dijo al salir de la casa.

- ¿Preparada para volar, jinete? - le preguntó Draco.

- Siempre, dragón.

Volaron juntos como tantas veces habían hecho con anterioridad, eran muchas las cosas que habían cambiado tras la guerra pero ésta no era una de ellas. Aterrizaron en las grandes montañas de las águilas para descansar tras los largos vuelos realizados durante el día. El dragón se convirtió en humano y se sentó a disfrutar de los últimos rayos de sol de la tarde.

- Esto es vida, Draco. ¿Te acuerdas?, te dije que tendríamos días cálidos y soleados, con largas tardes bañadas en luz dorada - dijo ella desperezándose a su lado.

- Nos costó lo nuestro, pequeña. - la reina le miró por un momento seria.

- Sí, nos costó demasiado, ¿verdad? - el dragón tiró del brazo de la reina y la cogió entre los suyos para abrazarla con fuerza. Se sentaron en el suelo, como siempre Draco se sentó detrás de ella abrazándola y protegiéndola.

- Echamos de menos a los amigos que se fueron, pequeña, les recordamos y honramos su muerte dando gracias por sus sacrificios.

- Solo espero que los ancestros sean justos y mis hijos no tengan que vivir lo que vivimos nosotros.

- No hay amenaza en la tierra que lo pueda provocar, niña. El rey y tú gobernáis con justicia sobre el resto de las razas, todos acatan vuestra ley y vuestro árbitro. Vivimos tiempos de paz, pequeña, tus hijos crecerán en estos tiempos tranquilos mientras tú y yo comprobamos obsoletas defensas que no sirven para nada.

- Bueno, nos da tiempo para disfrutar juntos, es poco el que tengo y esto siempre es una buena excusa para disfrutar de mi dragón. Pero tienes razón, no echo de menos los fríos suelos, los camastros duros, la escasa comida y el incesante peligro. Eso quedó atrás, junto a otros recuerdos, recuerdos que todavía hacen daño.

- No pienses en eso, pequeña. No pienses en lo que dejamos atrás. En fin, he de volver - suspiró el dragón - debo entrar en otra reunión del consejo en poco tiempo. Siento que nuestro vuelo sea tan corto.

- No te preocupes, a mí me esperan los jinetes. La formación de la nueva guardia del rey empezará en breve y Dorc pretende que repasemos todos los temarios que darán.

- El rey tendrá una nueva guardia formada por razas de la tierra, serán nuestros nuevos soldados, esto era impensable hasta hace poco.

- En estos momentos viajan desde todas partes del mundo, al final tuvimos que ceder ante la insistencia de las razas de entrar en nuestro ejército.

- Quizá dentro de poco haya una nueva guardia de la reina... - ella se rió.

- Soy un jinete, Draco, yo no necesito soldados que me guarden como al rey, yo tengo dragones con los que lucho y defiendo al reino y a mi rey.

- Hay muchos que desearían pertenecer a esa guardia si se formase, dar la vida por su reina.

- Mi salvaguarda depende exclusivamente de mis dragones - posó una mano en el rostro del viejo dragón y éste le besó la cara interna de la muñeca.

- Y ese honor es mío, todo mío. - la cogió de los hombros y la besó largamente en los labios y se quedaron abrazados por un rato.

- Una nueva guardia del rey formándose junto a aprendices y cachorros, compuesta por salamandras, monos, enanos, humanos, lagartijas... La decimotercera torre ya ha sido completada, doce torres para las distintas casas, una para los nuevos estudiantes... ¿Quién lo hubiese dicho?. - dijo la reina.

- Los príncipes deberán de demostrar lo que valen en la escuela, deberán hacerse un hueco entre ellos para que el día de mañana les sigan como a sus líderes. - dijo el dragón mesándose la barbilla.

- No aprietes más a Tarco, dragón mío, déjale respirar un poco. Sé que quieres hacer de él el mejor de los reyes, pero déjale ser el niño que es.

- Senda... su posición le impide...

- Tu posición, tu título, tu rango... - suspiró teatralmente - No quiero que le conviertas en un descastado, Draco, solo que aprenda a disfrutar un poco más de la vida. - el general se le quedó mirando por un momento pero asintió.

- Lo intentaré, haré que su formación sea más relajada. - volvió a ponerle la mano en la cara nuevamente.

- No podría tener un mejor tutor que tú, mi hijo está en las mejores manos.

- La vida me ha dado grandes cosas, pequeña. Me ha dado al mejor de los jinetes, protejo a una hermosa reina, tengo una posición privilegiada en el reino y educo a un gran joven que se convertirá en rey algún día.

- ¿No echas de menos otras cosas?- le preguntó ella.

- Todas las cosas que echo de menos tienen que ver contigo. Si no puedo tenerlas a tu lado, no las quiero con nadie, ya lo intenté pequeña, el resultado no fue bueno.

Volaron juntos de nuevo a la explanada, Tarco les esperaba en el medio con aquella posición tan parecida a su padre. Senda le miró con todo el amor maternal en los ojos.

- ¿Y este hermoso recibimiento, mi pequeño bebé?? - le dio mientras le daba un beso en la mejilla.

- ¡Mamá! No me llames así en público - enrojeció el chico. - Esperaba al General Draco - dijo con pomposidad - tenemos una reunión esta noche con el consejo. - Senda se echó la mano al pecho.

- Ya veo... ¿por qué deberías pasar más tiempo con tu pobre y ajada madre?, ¿esa madre a la que no ves tanto como debieras? - siguió exagerando - la que te alumbró entre gritos de dolor...

- ¡Madre! - otros dragones se dieron la vuelta para mirar a la reina mientras reían divertidos - contente por favor... - y volvió a parecerse increíblemente a su padre, ella le miró divertida.

- Pequeña... deja de avergonzar al chico - le dijo Draco transformándose detrás de ella riéndose también por la situación.

- Nunca dejas que me divierta. - y le hizo un mohín riéndose también - Si no puedo hacer que mi hijo se avergüence de mí, ¿para qué sirve ser madre?. - Vio cómo los criados avanzaban hacia ella por la explanada y suspiró - En fin, os dejo, yo también tengo obligaciones... - Se alejó dos pasos y de repente se vio rodeada por los brazos de su hijo que la abrazó con fuerza.

- Eres la mejor de las madres, la más maravillosa y te quiero, lo sabes... - le dio un rápido beso en la mejilla y la soltó.

- Lo sé... pero me encanta que me lo recuerden - le dijo sonriendo. - Yo también te quiero, cariño mío. ¡Divertíos dragones!

Draco se quedó junto al joven príncipe y caminaron juntos, enseguida Draco puso los brazos en la espalda y Tarco le imitó, el viejo dragón solo pudo sonreír ante esa muestra de admiración por parte del cachorro.

- ¿No... no te gustaría más salir hoy con tus amigos? - le preguntó, recordando lo que le había dicho la reina.

- ¿Y la reunión? - le preguntó el chico preocupado.

- Habrá más... muchas más te lo aseguro, y te contaré qué ha ocurrido en esta. Ve con tu hermano y divertíos juntos, ¿qué te parece?

- Caram me dijo que estaría entrenando con los otros cachorros esta tarde... - se le iluminaron los ojos - Si no... si no me necesitáis, General.

- Tranquilo, iré solo. Ve y disfruta cachorro. - Realmente vio al niño que era y le sonrió. - Lo haces bien Tarco, pero disfruta ahora que puedes. - le agarró y le besó en la cabeza bruscamente, Tarco se rió ante la efusividad del dragón y se fue corriendo.

- ¿Dónde va el principito? - le preguntó Slar aterrizando a su lado.

- Con sus amigos.

- ¿No teníamos esta tarde reunión?

- Le he dicho que no venga... - le contestó.

- Te ablandas, florecilla - le dijo Slar poniéndole una mano en el hombro.

- Senda tiene razón, es un crío y yo le trato demasiadas veces como un adulto.

- Puede ser... ¿quieres un té antes de la reunión? - Draco asintió.

- ¿Qué tal lleva Caram la prueba? - le preguntó el general a la gárgola.

- La prepara bien, me pidió volar con Laxor para practicar los vuelos rasantes.

- Son grandes chicos, Caram se convertirá en un gran general.

- Y Tarco en un gran rey. - admitió Slar.

- Tendré que quitarte a Caram dentro de poco, gárgola, debe empezar su formación como general.

- Lo sé... - dijo pesaroso. - sabía que llegaría el día.

- No te lo tomes a mal, pero el chico ya está preparado y no puedo esperar más para que entre en el ejército.

- Me quitaste a la cría y ahora al niño.

- Senda no era una gárgola, Slar, comanda los ejércitos del reino. Y Caram hará lo mismo cuando nos suceda, debe prepararse bien. - Vio que Slar hundía los hombros, realmente quería al crío y no estar junto a él le pesaba demasiado... - Oye... ¿qué te parece si le supervisas tú?, tienes la misma formación militar que yo y...

- ¿Me dejarías? - le preguntó Slar extrañado.

- Eres un incordio, grimoso, pero he de reconocer que no hay mejor escuadrón que el tuyo de gárgolas, si Caram aprende lo mínimo de ti ya será mucho. - vio como la cara de Slar se iluminaba con una sonrisa. Sacudió la cabeza - Tarco debería pasar también tiempo contigo, se lo he comentado al rey y está también de acuerdo. Le vendrá bien la formación.

- ¡Vaya! Esto no me lo esperaba. ¿Vas a dejarme a tu cachorro?

- No es mío, Slar. - suspiró Draco.

- Por como lo tratas nadie lo diría. Pero será un honor formar parte de la formación de tu príncipe.

- Mira quién habla... ¿acaso crees que no veo a tus gárgolas dormir en el tejado de la torre Morlan todas las noches velando el sueño del príncipe? - la gárgola sonrió avergonzado.

- Ese niño me tiene robado el corazón, jamás pensé en hijos, Draco, pero cuando le miro...

- Te entiendo, mis hijos fallecieron hace mucho y volví a sentir ese amor de nuevo tras el nacimiento de los príncipes.

- Vaya dos... nos hacemos viejos, menos mal que la cría no está ahora aquí, estaría riéndose de nosotros.

- Sí, tienes razón, no nos dejaría que lo olvidásemos en mucho tiempo. - se rieron los dos al unísono. Slar miró hacia el atardecer con deleite.

- Soy feliz estirado, pasé demasiado tiempo en aquella cueva encerrado y ahora... simplemente soy feliz.

- Me alegra escuchártelo, hermano - le dijo el general. Slar le puso la mano en el hombro de nuevo.

- Sé que no te lo digo a menudo Draco, pero te quiero hermano, no podría pedir un amigo mejor que tú en esta vida.

- Yo también he llegado a apreciarte, cadáver - le dijo serio, pero Slar le gritó enfadado.

- ¡Venga ya! Te abro mi corazón ¿¿¿y así me recibes??? - Draco se echó a reír y puso su brazo por encima de sus hombros.

- Solo quería ver tu reacción, gárgola. Eres mi mejor amigo, mi hermano. No sabes lo que me alegra que la pequeña nos uniese. - Slar sonrió mostrando sus dientes blancos.

- La cría y tú sois lo más importante de mi vida, amigo mío y mataría por esos cachorros sin dudar.

- Te vuelves blando con los años, cadáver. - le dijo riéndose nuevamente mientras le palmeaba fuertemente la espalda.

- Deja entonces el té y vayamos a beber alcohol para rejuvenecer, amigo mío.

Dorc había sido Maestro de Jinetes durante muchos años, había vivido demasiado y enseñado a demasiados aprendices durante su larga vida, de pie enfrente de los jóvenes aprendices y los cachorros gritaba sin descanso como el primer día que tomase el mando.

- ¿¿¿Cómo se os ha ocurrido hacer tal estupidez?, pero en qué estabais pensando??, ¡¡sois aprendices!!, ¿de quién aprendéis tales comportamientos???.

- Maestro, lo sentimos - dijo uno de los aprendices con el peto negro.

- ¿Qué lo sentís??? ¡Zalta, eres primero de tu grupo! ¡¡Reportaré a los señores de vuestras casas sin dudar!!! - volvió a gritar.

- Maestro yo... - dijo el cachorro.

- ¡¡A callar, hijo de Calem!! ¿te crees que porque eres un cachorro esto no va contigo???, reportaré a tu casa y el maestro de Dragones sabrá a qué se dedican sus cachorros. ¡¡Deberíais avergonzaros!!

Senda entró en aquel fatal momento seguida de sus jinetes, al escuchar la última frase se dio la vuelta inmediatamente tropezándose con su segundo.

- ¡Aparta Tarnan! - le dijo de malos modos.

- ¿Qué haces? - le preguntó sorprendido éste.

- Dorc está enfadado y eso significa que pillo bronca seguro.

- Eres la reina, Sends, no te puede echar la bronca.

- ¡¡Majestad!! - le llamó el maestro, Senda miró a su segundo y puso los ojos en blanco dándose la vuelta y avanzando hacia él.

- Maestro Dorc, una hermosa mañana, ¿verdad? - dijo mirando al cielo.

- No para mí, estos aprendices y estos cachorros han tenido una noche movida. - Senda miró a los chicos que la miraban asustados.

- ¿A sí? Reportad a sus casas de inmediato - dijo seria.

- Vergüenza debería daros a todos, ¡tal comportamiento en la escuela!!!, ¿y vosotros cachorros???, aquí está vuestra madre, la reina, viendo como sus hijos, los príncipes, hacen este tipo de estupideces... ¡vuestra posición! ¡vuestro rango!! - los dos cachorros miraron al suelo avergonzados.

- Tenéis toda la razón, maestro, ¡qué vergüenza! Por... - se dio la vuelta y preguntó - maestro, ¿qué han hecho?

- Por lo visto entre unos y otros tuvieron la brillante idea de fundir la arena del campo de entrenamiento y han convertido el suelo en cristal. - explicó el maestro mirando furibundo a los chicos.

- ¡Ostras! ¡Qué gran idea!!! - dijo Senda sin pensar - ¿cómo es que nunca se nos ocurrió a nosotros, Tarni? -dijo la reina pegando un golpe en el brazo al jinete, este se puso la mano en los ojos y negó con la cabeza, todos los chicos sonrieron viéndose arropados.

- ¡¡Majestad!! ¡¡Sois el jinete real!!! - le gritó Dorc.

- Jo Sends... ¿Cuándo aprenderás a callarte? - le preguntó su amigo todavía con la mano delante de la cara.

- Eh... no lo he dicho con esa intención, maestro... - dijo ella levantando las manos en son de paz...

- ¿Puedo saber, por los grandes ancestros, con qué intención lo habéis dicho?

- Esto... maestro... yo... - dio dos pasos hacia atrás con las manos levantadas - Esto... ¡huy! Creo que me llaman de por allá... o por allí - señaló en varias direcciones al mismo tiempo y salió corriendo seguida de cerca de sus jinetes.

- Tu madre es genial - le dijo uno de los aprendices a Caram en voz baja.

- No lo sabes tú bien, viejo. - dijo este con orgullo.

- ¡¡Silencio!! ¡¡Estaréis fregando dragoneras durante lo que queda de curso!!!

Senda se estuvo riendo un buen rato, mientras que caminaban juntos hacia el exterior de la escuela.

- Parecía que fuésemos de nuevo aprendices. - le dijo a Tarnan.

- ¿Cómo haces para no callarte?

- Venga... ha sido divertido.

- Sabes qué se quejará al rey, ¿verdad?

- ¡Bah! ¿qué puede hacerme?, ¿ponerme a fregar dragoneras?. Creo que he fregado cada centímetro cuadrado de esas cuevas. Vayamos a buscar a Príus a ver si ha acabado la reunión con su padre, nos tomaremos esa cerveza rápida antes de la cena, le prometí a Brom que iríamos todos a cenar a su casa.

- Deberá de ser rápida, Sends, he de volver a mis quehaceres antes de que noten mi ausencia.

- ¿Cuándo nos volvimos tan responsables? - suspiró la reina.

- ¿Cuándo no has sido tú responsable? Lo dice la que se sigue levantando antes del alba para poder empezar sus obligaciones cuanto antes.

- Mañana volaré hacia los territorios druidas, Quirón ha reclamado mi presencia para la ceremonia del Mean Samhradh y no puedo faltar. He de renovar mis juramentos druidas.

- ¿Quién te acompañará, Draco o Slar?

- Vendrá Slar, Draco se quedará ultimando contigo la nueva guardia del rey.

- Ya... mi primer trabajo como sucesor del Maestro de Jinetes y me tengo que enfrentar a un montón de críos desenfrenados.

- Lo harás bien, Tarni, pero recuerda cómo éramos nosotros cuando éramos aprendices de vez en cuando.

- ¡Hey! - Príus avanzó hacia ellos con prisa - ¿llego tarde?

- No mucho - contestó Tarnan - hablábamos de la nueva guardia del rey.

- No te envidio, amigo, demasiadas razas juntas en poco espacio.

- ¿Qué tal la reunión, Pri? - le preguntó la reina.

- Creo que hoy te acostarás tarde, hemos dejado un montón de cosas pendientes - le dijo a ella, Senda suspiró teatralmente.

- ¡Genial! Creo que tenía menos trabajo cuando era la esclava del original... En fin, vayamos a por esa cerveza.

Los tres amigos se dirigieron hacia el palacio de los Jinetes, sus capas negras ondeaban a su paso, como siempre Senda iba en medio, flanqueándola sus segundos y entre ellos una sólida amistad.

Senda le contaba a Príus lo que había pasado en la escuela y este se desternillaba de risa imaginándose la escena. Tarnan les amonestaba por reírse de esa manera pero los tres se sentaron en una mesa y pronto tuvieron sus ansiados lúpulos delante de ellos.

- ¡Por nosotros! ¡por nuestra amistad!

- ¡¡Por los jinetes!!

- ¡¡Juntos siempre!!! ¡hasta el final!

Gritaron los tres amigos, los demás jinetes sonrieron a su alrededor con indulgencia. Hacía mucho tiempo que aquellos jinetes habían luchado con ardor y extenuación por la Tierra misma, sin embargo, en el fondo, seguían siendo los mismos aprendices que salieron un día a buscar el Vellocino de oro y se toparon con los Druidas. Su amistad había sobrevivido a todo, seguía tan fuerte e intacta como el primer día, la camarería de los jinetes era fuerte al igual que la hermandad que formaban, orgullosos todos de sus ropajes negros, orgullosos de ser jinetes de dragón.

-.-

Senda recibió varias conexiones que le avisaban de movimiento extraño en las Tierras Yermas, revisó la mente de los humanos que le hablaban acerca de avistamientos que no podían identificar. Se quedó mirando a Draco por un momento preocupada, ¿quién osaba entrar en las Tierras Yermas sin permiso del rey dragón?.

Montó en su dragón que rugió a las montañas y se dirigieron hacia el lugar, por el camino se unieron sus jinetes y sus dragones y juntos esperaron la llegada del rey. Este apareció en el cielo seguido de dos jóvenes cachorros aterrizando junto a su reina al poco tiempo.

- ¿Tienes más información, querida mía? - le preguntó tras besarla.

- Los avistamientos han sido por todo el mundo, pero se congregan sobre todo en esta zona. No han sido capaces de darle forma ni sentido a las lecturas realizadas.

- Yo no veo nada - dijo Tarnan mirando las llanuras desnudas.

- Hay... algo... extraño... - dijo la reina intentando mirar más allá.

- Quizá las máquinas de los humanos se han vuelto locas - dijo el joven Caram.

- No... siento presencias... - volvió a decir la reina dando dos pasos - pero nunca había sentido nada igual, no puedo saber... qué son.

El cielo retumbó como si resonasen al mismo tiempo cientos de truenos, las nubes se hicieron jirones y algo empezó a atravesarlas, al principio eran masas informes pero pronto se dieron cuenta de lo que era, diez dragones originales atravesaron las nubes y se posaron en las desérticas llanuras. Su tamaño era gigantesco, tal y como decían los libros, tal y como la reina había conocido a aquel que casi destruye la Tierra. Arco y ella se miraron asombrados ante lo que observaban ¡¡los originales estaban vivos!!

- Ven, querida mía, acerquémonos. - Slar y Draco se pusieron detrás de ellos para avanzar.

- ¡Padre! - dijo Tarco preocupado.

- Quedaos ahí, es una orden - dijo el rey mirándole con intensidad.

Los cuatro avanzaron hacia el dragón más cercano que les miraba con curiosidad, de debajo de su ala vieron cómo avanzaban unos seres. La reina pudo observar que eran bastante parecidos a ellos, igual de altos, con porte majestuoso y el rostro no delataba edad alguna. Sus cuerpos estaban recubiertos de escamas doradas, muy parecidas a su propia esencia. Sus mentes eran increíbles, mucho más poderosas de lo que jamás había sentido nunca. Miró con preocupación a Arco pero este miraba al frente solo. Llegaron hasta ellos y se inclinaron haciendo el saludo protocolario, le devolvieron el mismo saludo.

- Los hijos de Borr se han reunido por fin - dijo uno de aquellos seres con una voz aflautada que le recordó a la reina las voces del fallecido Triunvirato.

- Habéis entrado en los territorios de los dragones, hablad antes de que os destruyamos por vuestra osadía - dijo la reina.

- La hija de Odín..., tu dorada esencia resplandece aún sin verla. - Senda se quedó petrificada ante la frase de aquel ser.

- Habéis entrado en nuestros territorios - volvió a repetir ella.

- Fuimos convocados a la gran asamblea, tu mente nos convocó, jinete dorado - Senda lo entendió todo, ¡¡¡la Hidra tenía razón!!, los ancestros habían sido convocados, pero entonces...

- Sois nuestros ancestros... - susurró sin entender. No era posible, los ancestros estaban muertos, aquellos a los que ellos rezaban y se encomendaban estaban vivos, ¿cómo era posible?

- Los hijos de Borr abandonaron la Tierra hace eones, hemos vuelto al sentir tu llamada a la gran asamblea.

- Los ancestros están muertos - dijo Draco sin comprender tampoco.

- Dragones - susurró otro de aquellos seres - son especímenes fuertes...

- Nuestro padre, Odín, os espera para conoceros. Ha esperado largos eones para conocer a la progenie que abandonó tanto tiempo atrás.

El gran dragón original se incorporó quedándose sentado en sus cuartos traseros, su tamaño impresionaba.

- El ejecutor de Loki - llamó al rey dragón con una terrible voz.

- Soy Arco, rey dragón - dijo mostrándose altivo.

- El padre de la nueva progenie, eres fuerte, tu estirpe es poderosa. - dijo el dragón y por un momento miró a los cachorros que esperaban alejados. Luego volvió sus ojos hacia el jinete real. - El jinete dorado ante mis ojos al fin. Te he esperado mucho tiempo, hija mía.

- Soy Senda, jinete de dragón. - se presentó la reina.

- Jinete de dragones - dijo el original - Mis hijos son fuertes, mucho más de lo que nunca pude imaginar... Servirán.

- Habéis invadido nuestro mundo, seáis o no ancestros, decid vuestras intenciones. - dijo el rey dragón.

- Tu jinete nos llamó, nos convocó, esparció su voz por todo el universo y os sacó de las tinieblas del tiempo. - dijo uno de aquellos seres. - Hemos venido a solicitar ayuda de nuestros hermanos, estamos en peligro y cuando creímos que nuestra esperanza había muerto su voz surgió avivándola.

- Me conozco el cuento y no acaba bien - dijo la reina y desplegó su esencia dorada que la cubrió como un traje. - Saltémonos los prolegómenos y vayamos al grano. Retiraos y no volváis, dejad este planeta en paz y olvidaos de él o luchemos de una vez.

- Sois hermanos, sois hijos de Odín - dijo señalando al original.

- Y vosotros sois los que dejasteis a aquel ser encerrado en las entrañas de la tierra, pudriéndose durante eones, preparando una venganza que casi nos cuesta la vida a todos, que nos sumergió en una guerra centenaria y casi destruye el planeta.

- Loki era un descastado, un ser estéril - dijo el ser dorado - Los originales lo dejaron atrás para que cuidase de vosotros, para que fuese vuestro guardián pues no servía para otra cosa.

- Ya... y lo único que conseguisteis fue que quisiese ser nuestro dios intentando buscar venganza por lo que le hicisteis.

- ¿Acaso sientes lástima por mi hermano? - volvió a decir el gran dragón desde las alturas. - Ven jinete, quiero verte de cerca - Su increíble cuerpo descendió hasta que su cabeza tocó el suelo.

- ¡Arco! No puedo... no puedo... tengo que obedecer - dijo la chica con terror.

- Eres mi hija, ¿acaso no es obligación de los hijos obedecer a los padres?, todos me obedecéis, yo os di vida - Se acercó hasta la gran cabeza que la esperaba - Fuerza... determinación, osadía y valor, amor... Sí, servirás. Tu dragón y tú nos acompañaréis, los más fuertes de vuestra raza, de todas las razas de la Tierra lucharéis a nuestro lado.

La rapidez de lo que ocurrió después sorprendió a todos, Arco y Senda, los reyes dragón cayeron inconscientes al suelo al igual que el resto de los dragones que estaban con ellos. Cuando Draco despertó comprobó que todos seguían inconscientes y se iban despertando igual que él, buscó frenético a la reina y al rey y solo pudo gritar...

- ¡¡¡Senda.....!!!

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