Capítulo 36
Me puse la cazadora, a mi lado Tarnan y Príus hacían lo mismo. Estábamos en un barracón con un grupo de soldados humanos que nos proporcionaron ropas y armas humanas para parecer como ellos. Cogí mi espada y me la fui a poner a la espalda.
- Lo siento, jinete - me dijo un soldado - No puede portar una espada. - le miré aprensiva y le dije.
- ¿Tengo... tengo que dejarla?
- La espada y la hoz - me dijo - Nosotros no llevamos esas armas, lo siento.
- Ya... claro... es que... me siento desnuda sin ellas... - Draco que estaba a mi lado me tendió la mano para que se las diese - Jo... no me siento nada cómoda dejándolas atrás.
- Lo sé, pequeña, las cuidaré bien - asentí hacia él. - ¿Estáis preparados, jinetes? - Tarnan y Príus asintieron. - Te toca hacer magia, niña. Voy a dejar vuestras armas a buen recaudo. - dijo mientras salía del barracón.
Cerré los ojos y me concentré, dejé fluir mi conexión a través de sus mentes y escuché exclamaciones por lo que volví a abrirlos.
- ¿Ha funcionado?
- Ya lo creo, sois humanos... - dijo Pirim, me había imaginado su aspecto humano pero seguía viéndoles como jinetes.
- ¿Les he puesto algún rabo u otra oreja que no debiera?
- ¡Eh! - dijo Príus y me eché a reír.
- Estáis bien así - nos dijo Gave, luego se dirigió a Tarnan - incluso de humano estás guapo. - le dijo mirándole con adoración.
- ¡Gracias! - dije.
- Me lo ha dicho a mí, Senda - dijo Tarnan molesto.
- ¿Y quién crees que te ha puesto ese aspecto? Soy yo a la que tiene que decir gracias.
- Parad jinetes... - dijo Dorc entrando por la puerta, se quedó por un momento mirándonos - Qué aspecto tan terrible tenéis todos, parecéis realmente humanos.
- Gracias Maestro, buscábamos eso.
- Tome señora - dijo uno de los soldados dándome una pistola - tienen que armarse. - suspiré, no me gustaban las armas humanas pero no dije nada. Nos fuimos poniendo las pistoleras y las demás armas, me guardé un par de puños de metal y dejé mi cuchillo Morlan guardado en la bota.
- ¿Y eso? - dijo Tarnan viendo cómo lo guardaba.
- Eso viene conmigo, ha estado a mi lado desde que era un aprendiz y ambos hemos sobrevivido, vendrá en esta ocasión también conmigo.
- Bien, creo que lo tenemos todo - dijo el soldado humano - recuerden, son humanos, no pueden utilizar su esencia ni sus poderes de jinetes, lo que significa nada de velocidad ni fuerza sobrehumana, ¿me han entendido? - asentimos serios - Las gárgolas les dejarán a unos mil kilómetros del campamento, les aconsejo que roben algún tipo de vehículo para el último trayecto.
- ¿¿Robar?? - dijo Príus indignado - los jinetes no robamos.
- Déjalo Pri, robaremos un coche o algo así como nos ha dicho, no seremos jinetes, recuérdalo.
- Necesitarán nombres humanos - me dijo el soldado.
- Bob - dije mirando a Príus.
- ¿Bob? - repitió él extrañado
- De bobo... - Tarnan y yo nos reímos ante mi salida.
- Muy graciosa... - dijo enfadándose.
- Seremos Bob y Molly Smith, hermanos, Tarnan será Jake Burton, amigo nuestro. ¿De acuerdo?. Llevamos tiempo rodando por ahí sin encontrar un sitio, los humanos aliados son demasiado estrictos y hay poco para satisfacer nuestras necesidades.
- ¿Qué necesidades? - preguntó Príus sin entender.
- Robar, Príus - dijo Tarnan - somos renegados, buscamos el placer inmediato y las riquezas, cosas que junto a los aliados no encontramos.
- No vamos a conseguirlo... - dije al ver cómo hablaba Tarnan - Vale... dejadme hablar a mí, ¿de acuerdo?, vosotros parecéis dibujos animados...
- ¿Qué?
- Nada... no habléis y cuando lo hagáis hacedlo con gruñidos, ¿vale? - les avisé - Es sencillo, gruñir y si no sabéis qué hacer liaros a puñetazos, ¿vale?
- ¿Entre nosotros también? - me pegué una palmada en la cabeza ante la pregunta inocente de Príus. Draco y Slar entraron en ese momento.
- Bueno - dije dando una vuelta sobre mí misma - ¿qué os parezco? - se miraron por un momento extrañados entre ellos.
- Pues... llevas ropas humanas, pequeña.
- ¡¡Mi aspecto humano!!, ¿qué os parece?? - volví a preguntar.
- Sigues teniendo tu aspecto, tentación - me dijo Slar.
- Vaya... no me digáis que no funciona con vosotros... que raro... - me miré al espejo, yo podía verme como siempre, por lo visto tampoco podía engañar a mis dragones... - Espero que sí que pueda engañar al resto o nuestro plan se va por el desagüe... Bueno, ¿estáis preparados? Deberíamos partir, es completamente de noche y nadie nos verá salir. ¿Están tus hombres preparados, Slar?
- Sí, tenemos todo preparado. - asentí y me dirigí hacia la puerta.
- Espera - me dijo Draco - ¿podemos hablar un momento, majestad? - asentí y nos quedamos dentro del barracón mientras ellos salían. - ¿Qué ocurrió después de que me fuese ayer?
- Nada, ¿por? - dije mirando para otro lado.
- Lo que vio el rey... - le puse una mano en la cara.
- Está todo bien, ¿de acuerdo? - me besó la cara interna de la muñeca y me miró cogiéndomela todavía.
- Jamás amé tanto a nadie como a ti, pequeña, ese es mi pecado. - suspiré.
- El mío es corresponderte, dragón. - me abrazó con fuerza y me besó en la frente. Salimos para encontrarnos a todos esperándonos fuera.
- Majestad, ¿el rey? - me sonrojé un poco pero en la noche no se me notó demasiado.
- Tenía deberes que atender. - dije con voz neutra - Segundos, a vuestros dragones. - me dirigí a Slar que me miraba inquisitivamente, negó con la cabeza y se volvió hacia Draco.
- Cuídala bien, hermano. - le dijo Draco, se fundieron en un fuerte abrazo.
- Daré mi vida por la cría si es necesario, lo sabes.
- Vuelve con vida, cadáver, no me vales nada muerto - Slar sonrió con su perfecta dentadura blanca.
- Volveré, me necesitas a tu lado para evitar que cometas locuras - Draco se atragantó un poco, ¿¿sabía lo que había pasado???
- Y a pesar de todo, te echaré de menos - le contestó el general.
- Volveremos, Draco - le dije. Slar se transformó a mi lado y subí por su ala. - Maestro Dorc.
- ¿Majestad? - me preguntó.
- Cuide del rey en mi ausencia. - simplemente le dije, asintió y supe que me había entendido.
Hice un perfecto semicírculo y nos elevamos en el aire con una perfecta coreografía. Varias horas después aterrizamos todavía de noche y nos despedimos de las gárgolas.
- Nos veremos pronto, apostaos en las montañas y estad atentos a mis conexiones. - le dije a Slar.
- Ten mucho cuidado, tentación - me dijo dándome un fuerte abrazo.
- Lo tendré, tranquilo. - le devolví el abrazo.
Me fui con los jinetes en la noche hasta llegar a la carretera que marcaba el mapa que me dieron los humanos, caminamos por ella hasta llegar el alba sin que hubiésemos visto un coche pasar, al cabo del tiempo llegamos hasta una especie de estación de servicio, era grande y parecía abandonada, por la disposición debía de haber sido un centro de transporte para camiones o algo así.
- Andad con cuidado, no sabemos si hay monjes por aquí. Voy a ver si encuentro algún coche en buen estado. - Caminé mirando los distintos coches, todos habían sucumbido bajo el sol y el tiempo y no eran utilizables, casi había perdido la esperanza cuando vi una camioneta debajo de unas planchas de metal, tenía gasolina y no se la veía muy mal, seguramente por haber estado al abrigo de las planchas. En condiciones normales hubiese necesitado una grúa para moverlas, pero utilicé mi fuerza de jinete y las fui quitando todas mirando constantemente a mi alrededor por si había ojos indiscretos. Liberé el vehículo y lo puse en marcha, le costó pero conseguí que arrancase, vi que los chicos se acercaban a mí al oír el motor. - ¡¡Subid!! ¡¡Nos ha tocado el gordo!!!
- ¿Qué gordo?, yo no veo a nadie - me dijo Príus, puse los ojos en blanco, como siguiésemos así nos iban a pillar. Subieron y puse rumbo al campamento.
Estuvimos casi dos días en el coche metidos hasta que llegamos al campamento, en ese tiempo paramos varias veces a conseguir gasolina robándola de otros coches. En la mañana del segundo día llegamos hasta el inmenso campamento de los renegados.
- ¡¡Madre mía!! - dijo Tarnan - este sitio es gigantesco dijo cuando entramos por una larga carretera.
Era una autovía donde se habían dejado libres dos carriles muy transitados por vehículos, a ambos lados de la autovía se levantaban tiendas de campaña, caravanas, camiones o trailers, cualquier cosa que sirviese para instalar a los renegados.
- No solo hay humanos, Senda, hay otras razas... - dijo con aprensión Príus.
Vi con desánimo que tenía razón, había muchos humanos pero también había muchas otras razas haciendo una amalgama de colores en la piel, reconocí a varias razas que habíamos visto en la asamblea, debía de hablar con Arco sobre ello, saber si las razas nos habían dado la espalda o como si ocurría con los humanos también había renegados.
Se hizo un pequeño atasco y vimos que lo provocaba un control con lagartijas, humanos y salamandras y cuando llegó nuestro turno paramos y bajé el cristal.
- ¿Sois nuevos? - me preguntó el guardia, por el poco caso que le hizo a mi cara supuse que nuestro camuflaje funcionaba.
- Venimos del sur - le dije sin más.
- ¿Tenéis asignado sitio? - me preguntó y negué con la cabeza - Hemos hecho cuadrantes, os toca el cuadrante H, allí podréis aparcar y si tenéis dinero comprar una tienda, sino tenéis nada dormiréis en el coche.
- Vale, ¿a quién nos presentamos? - vi que rebuscaba en una lista sucia.
- Herman, ese es vuestro tipo, él lleva ese cuadrante.
- Ok - el humano hizo un gesto y las salamandras nos dejaron pasar... Oficialmente habíamos entrado en el campamento de renegados. - Chicos, controlaos... Prí, puedo sentir tu miedo desde aquí.
- Sends, estamos en mitad de un campamento de monjes, sin nuestros dragones, sin refuerzos...
- Las gárgolas están apostadas en las montañas, Slar nunca nos dejaría solos, tranquilízate. Los humanos huelen el miedo, si ven que te afecta la situación te tomarán por débil y te atacarán. Recordad, Bob, Molly y Jake... deberíamos de empezar a utilizar esos nombres.
- Tienes razón, Molly - me dijo Tarnan y le sonreí.
No fue difícil encontrar el cuadrante H, habían pintado una señal de la autovía con una enorme H de color rojo. Me fijé en los renegados, había muchísimos, cuando estuve prisionera del original no había tantos, supuse que las guerras perdidas y los huevos devorados habían abierto los ojos al original sobre que tenía que hacer pactos con otras razas. ¡¡¡Maldita sea la hora en que le di la idea!!! me regañé mentalmente.
A la entrada volvimos a ver otro control, esta vez nos bajamos de la camioneta y caminamos hasta una caseta donde un tipo dormitaba al sol tapándose la cara con un sombrero, le pateé un pie para despertarle.
- ¡Eh! Tú... ¿eres Herman? - el hombre levantó un poco el sombrero y me miró de arriba abajo.
- ¿Quién lo pregunta?
- Nos han enviado a este cuadrante, buscamos a Herman.
- Lo habéis encontrado - dijo un hombre de grandes espaldas detrás de nosotros, vimos a otros tres hombres rodeándonos. - ¿Qué buscáis?
- Alojamiento. Nos han mandado aquí. - expliqué escueta.
- Mil dólares en oro - me dijo - o dormís en la camioneta.
- Depende del cuchitril que me ofrezcas, quizá prefiera dormir en la camioneta. - le contesté. - Soy Molly, mi hermano Bob - dije señalando a Príus - y Jake.
- Venid conmigo - nos dijo. Nos llevó hasta una tienda de campaña de aspecto viejo, entré en ella, afortunadamente no olía mal y no tenía agujeros en el techo. Había unos camastros apilados en una esquina, pensé en Draco... camastros duros...
- Nos la quedamos - saqué dos saquitos de piel desvencijada y se los tiré, los atrapó con una mano - quédate el cambio.
- ¿De dónde venís? - me preguntó.
- Del Sur, se ha terminado el rollo allí y nos hemos venido. - contestó Tarnan, me sorprendió lo bien que lo dijo.
- Vosotros y otros tantos más - dijo Herman.
- ¿Dónde nos apuntamos para ir de caza? - preguntó de nuevo.
- Venid luego hasta el campo de tiro, probaré vuestra puntería y os asignaré. - asentimos - por allí tenéis la taberna, comed algo, acomodaos y volved.
Fui a por la camioneta y la aparqué detrás de la tienda, después de dejar nuestras cosas fuimos hasta la taberna a comer algo. Nos sentamos los tres en una mesa mirando alrededor nuestro, una mujer mayor con tatuajes vino a tomarnos nota.
- Tres - dije levantando los dedos, asintió y se fue.
- Tres, ¿qué? - preguntó Tarnan.
- En los campamentos de renegados solo hay una comida - expliqué - gachas de monje. Mantienen alimentadas a las tropas y no las atiborra.
- ¿Gachas?, ¿solo?, ¿sólo comen eso? - asentí - ¿y de quién fue la brillante idea? -preguntó enfadado Príus.
- Mía - contesté y me quedé callada mientras la mujer nos puso delante tres platos de gachas y unos vasos de agua. - Si le das comida en abundancia a los humanos se asientan y no quieren luchar, ordené servir solo gachas tras comprobar que contenían lo necesario para que no muriesen de hambre.
- ¿Y ellos lo aceptan?
- El contrabando es una de las cosas que más le gusta a los humanos, dejábamos que lo hiciesen para mantenerles contentos.
- Joer, Sends... - empezó Príus.
- Sssshhhh... - le chisté por pronunciar mi nombre.
- ¿Sois los nuevos? - un tipo se nos acercó. Tarnan se puso en pie.
- Soy Jake, mis amigos - nos señaló.
- Venid conmigo, Herman os espera en el campo de tiro.
Le seguimos hasta un campo con varias dianas y unas botellas puestas en distintos lugares. Por un momento me puse nerviosa, las armas humanas no eran nuestro fuerte.
- ¿Quién es el primero? - nos preguntó uno de ellos con un revolver en la mano.
- Yo - dijo Príus, le cogió el arma al humano y la abrió para comprobar que estaba correcta, me sorprendió que lo hiciese tan bien, la volvió a cerrar y disparó a las botellas acertando en todas.
- Lo haces bien, chico, ¿cuál era tu nombre? - le preguntó Herman.
- Bob, mi hermana Molly es tiradora, dale el rifle - por un momento me quedé en blanco luego me di cuenta que Príus me había puesto a la retaguardia, sin entrar en combate, podría seguir manteniendo nuestros disfraces sin problemas al no estar metida en una pelea de lleno, que gran estratega era... Herman me pasó el rifle, había visto muchas veces utilizarlo a los humanos y yo también lo abrí, lo volví a cerrar y disparé, acerté de pleno en la diana más alejada.
- Sois buenos, ¿y tú? - le preguntó a Tarnan, Príus le lanzó el revólver y éste lo cogió apuntando seguidamente a una diana cercana y descargando el cargador que quedaba en el centro de la diana. - Me doy por satisfecho, contratados.
- ¿No nos vas a preguntar si sabemos luchar? - le preguntó Tarnan.
- En este sitio si no sabes defenderte no vives mucho, chaval. - Tarnan asintió hacia él - Os asignaré una misión, si la cumplís os quedaréis. - Vimos un niño de unos ocho años venir corriendo hacia nosotros.
- ¡Papá! Mamá dice si vas a venir a cenar.
- Dile que voy ahora.
- ¡¡Niños!! ¡¡en el campamento hay niños!!! - dije sorprendida.
- ¿Y qué quieres que hagamos con ellos? - se rió el tipo.
- Pero... estamos rodeados de monjes - dije sin pensar.
- Ya... esos zombies de vez en cuando son un problema, siempre tienen hambre y los críos no ven el peligro - abrí la boca horrorizada. - En vuestro anterior campamento, ¿no había niños? - preguntó.
- No, allí solo había humanos y monjes. Ni siquiera había otras razas como aquí.
- Ya... esos sí que son un problema constante, no os acerquéis demasiado a ellos, no nos tienen demasiada estima a los humanos.
- ¿Y los que mandan? - preguntó Príus - los monjes que mandan, no los zombies.
- Les veréis de vez en cuando dando vueltas por el campamento, pero os dejarán tranquilos.
- En el otro campamento cogían a humanos para divertirse con ellos - le dije a Herman.
- Aquí no suele suceder, al menos no en mi cuadrante - asentí en su dirección - Venid esta noche a la taberna, hay un brebaje que no está demasiado mal, frío incluso puede pasar por cerveza.
- Allí nos veremos - dijo Tarnan.
Nos volvimos hacia nuestra tienda caminando, sentía el peso de las armas humanas debajo de mi chaqueta y les dije a mis segundos.
- Iré a echar un vistazo por ahí, mirad por los alrededores, buscad posibles salidas por si tenemos que salir corriendo.
- Espera, te acompañaré - me dijo Tarnan, negué con la cabeza.
- Voy sola, se me dará mejor pasar desapercibida. Quiero ver si hay algún sitio donde pueda reunirme con Slar por si tenemos problemas.
- Vale, pero ten cuidado, ¿de acuerdo? - asentí, metí las manos en los bolsillos y me puse la capucha.
Andar por el campamento de renegados me traía demasiados recuerdos no muy buenos, la familiaridad de las cosas me recordaba que yo había andado por aquellos campamentos siendo jinete del original. Me hubiese gustado que Arco estuviese a mi lado, o alguno de mis dragones, me sentía demasiado mal conmigo misma en esos momentos. Pude ver que seguían utilizando las directrices que di sobre los campamentos, reconocía mi impronta en cada esquina... la disposición de las tiendas, el uso de los suministros... Al rato me di cuenta que podía utilizar ese conocimiento a mi favor, sabía perfectamente donde se habría puesta las tiendas utilizadas por la plana mayor del campamento y en esas tiendas debía estar el monje que necesitábamos capturar. Me fijé en que se había hecho el cordón de seguridad que yo había designado en el pasado, necesitábamos traspasarlo para llegar a esas tiendas, al rato de caminar a lo largo del cordón pude ver las tiendas, había bastantes monjes, ninguno era los descerebrados de los monjes, mucha vigilancia... ahí estaba nuestro premio. Volví caminando entre las tiendas y el gentío hasta mi cuadrante, era tarde por lo que fui derecha a la taberna, allí, sentados en una mesa mis segundos me esperaban.
- ¿Has visto algo, Molly? - me preguntó Príus.
- He encontrado lo que andábamos buscando, hay vigilancia, deberíamos ver cómo sortearla.
- ¿Demasiada? - asentí.
- No puedo deslizarme con mi esencia siquiera.
- ¡Buf! veamos qué podemos hacer...
Había televisiones puestas con canales de deportes y otras cosas, en uno de los informativos americanos surgió mi rostro de jinete, uno de los humanos gritó para que subiesen el sonido.
- ... Senda, la reina dragón, llegó con retraso a la negociación de otro de los tratados que en las últimas semanas se han intensificado con las nuevas razas descubiertas en la gran asamblea. Podemos verla bajar de su dragón, el general de los ejércitos Draco, quien dijo a los medios de comunicación que habíamos sido convocados, que los nuevos tratados acortarían la guerra sustancialmente. El presidente del consejo de seguridad dijo...
- A esa yo sí que me la tiraba.... - dijo uno de los humanos, otros se echaron a reír. Tarnan se movió pero le retuve.
- Por delante y por detrás - dijo otro y volvieron a reírse.
- No hagas nada... - le advertí.
- Eres la... - negué con la cabeza y seguimos mirando nuestras bebidas mientras los comentarios soeces subían de tono.
- No seríais tan gallitos si os la encontraseis cara a cara. - dijo un humano sentado solo en una mesa.
- ¿A esa princesita? ¿Y qué nos puede hacer? - preguntó uno.
- No puedes llegar a contar las maneras que tendría de matarte.
- ¿Le conoces? - me preguntó en voz baja Príus.
- No, no me suena para nada. - mi rostro volvió a salir en la televisión, salía de las dependencias donde habíamos firmado los últimos tratados, me vi andar junto a Draco para irnos, los jinetes y los consejeros estaban a nuestro alrededor.
- Solo sabe posar, es una cara bonita para la galería. El dragón es el que sabe luchar - dijo uno señalándome en la televisión.
- Estuve bajo su mando cuando era el jinete rojo - se levantó el humano y anduvo hasta el grupo humano que había jaleado.
- ¿Cuándo se la beneficiaba el dragón rojo? - todos se rieron - ese sí que sabe. - Tuve que contenerme mucho para no matarle en aquel momento.
- Es mucho más peligrosa de lo que crees, de lo que todos creen. El original lo sabe bien y por eso la quiere de vuelta. Podría estar aquí a tu lado en un segundo y matarte en un suspiro y ni siquiera darte cuenta que has muerto.
- Ya, bueno viejo, cuando eso pase te avisaré.
- Deberías hacerle caso a mi amigo - dijo otro humano caminando hacia ellos, se saludaron como si se conociesen, el primer tipo siguió hablando.
- Cuando no tenía mente ella era malvada y cruel, pero cuando le pusieron los grilletes y recuperó su mente... fue todavía peor, porque era astuta e inteligente. Aupó al poder al original, si hubiese seguido bajo su dominio ya hubiésemos ganado la guerra.
- Pero se fue al otro bando, ahora está con esos santurrones de los dragones, ¿qué hay que temerla ahora?, ¿a esa cara bonita?
- No lo entiendes, ¿verdad? - volvió a decir el primer tipo - Casi hace que gane la guerra el original cuando estaba con él, ahora está con los dragones y el resto de los aliados, ¿quién crees que ganará la guerra? - Todos se quedaron callados y nosotros nos miramos preocupados - La chica es un problema para todos, los nuestros mueren por miles cada día enfrentándose a los ejércitos de los aliados, unió a las razas en la asamblea... ahora todos luchan de su lado, ¿quién crees que saldrá perdiendo?.
- Vámonos - dije susurrando a mis segundos poniéndome la capucha sobre la cara, los tres nos levantamos sin hacer ruido para dirigirnos hacia la puerta.
- Y cuando perdamos no tendrá compasión con nosotros, ¡con ninguno! - me quedé parada en la puerta y miré al tipo que hablaba.
- Sends, vámonos - me cogió Príus del brazo y me sacó fuera.
- Tomad - le di dos botellas llenas del extraño alcohol que destilaban - Empapaos bien con ellas, haced qué vais borrachos y meteos en la tienda, asegurad que yo ya os espero allí a quién veáis.
- ¿Qué vas a hacer? - me preguntó Tarnan preocupado.
- El humano que habló, el primero, me conoce... y me reconocerá en cuanto me vea, con o sin camuflaje, me reconocerá.
- ¿Estás segura?
- En cuanto crucemos nuestras miradas sabrá quién soy, es uno de los humanos con una conexión fuerte. Ceñiros al plan, volveré en unas horas.
-.-
Salió de la cantina enfadado, había molido a golpes a aquellos imbéciles, les había intentado avisar pero no le hicieron caso.
- Ve a dormir - le dijo al amigo que le había defendido - Herman ha dicho que mañana saldremos con unos nuevos, dicen que son decentes con las armas.
- De acuerdo, durmamos algo - se palmearon los brazos y se fueron cada uno por su lado.
Sintió que alguien le vigilaba y se puso alerta, a pesar del alcohol consumido, llevaba toda la vida luchando como renegado y no llegabas a su edad sin tener un sexto sentido desarrollado. Las luces en el interior de las tiendas iluminaban tenuemente las calles llenas de arena y polvo. Grandes sombras se abrían a los lados y no pudo evitar pisar algunas, desenfundó su pistola y siguió caminando. Una de las sombras pareció cobrar vida, la vio reptar hacia él y le engulló un pie, la miró asombrado por un segundo pero algo tiró de él hacia la sombra. La pistola cayó y antes de tocar el suelo una joven la recogió, miró en todas las direcciones y siguió hacia el interior de la sombra.
- Tienes razón en una cosa, humano... no demuestro compasión por mis enemigos. - el humano no llegó a gritar...
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