Capítulo 12
El invierno por fin había llegado, llevaba varios meses viviendo en casa de Brom, la monotonía había curado un poco mi maltrecha alma. Draco y yo habíamos vuelto a retomar nuestra antigua relación, se pasaba en casa de Brom la mayor parte del tiempo o viéndome trabajar en la herrería, siempre cerca para proteger mi mente del original. Sabía por los retazos que veía en su mente que dirigía la defensa planetaria desde el castillo durante la noche, cuando no estaba cerca de mí. Suponía que no era lo mismo que estar presente en el campo de batalla pero nunca le vi quejarse por ello. Me sentía mal por ello, pero cuando se lo comentaba le quitaba hierro al asunto y lo único que me decía era que tenía que estar a mi lado.
Lo que no había vuelto a hacer con él desde que llegué era volar, no quería volar, quizá ese era mi mayor placer y yo misma me castigaba sin hacerlo en otro intento de espiar mi culpa.
Arco venía a dormir todas las noches conmigo, no fallaba nunca, compartíamos nuestros sueños pero no cruzábamos ni una palabra ni llegábamos a tocarnos. Era una agonía pero no podía ceder, no podía seguir siendo su esposa, ¿una esposa que había sido esclava de otro?, ¿de su mayor enemigo?. Suspiré mientras descargaba la leña del carro para llevarla a casa de Lara, saludé a sus hijos que me esperaban, ¡estaban enormes!, habían crecido mucho y uno de ellos dentro de poco empezaría su formación para ser sanador, ¡cómo pasaba el tiempo!. Volví a pensar en Arco, quizá si la guerra no hubiese existido tendríamos hijos y seríamos felices... ¡bah! Es mejor que deje de pensar así, no sucederá nunca...
- Saludos, pequeño gran jinete - me di la vuelta sorprendida para ver a Kinu, el hijo de Kitu a mi lado. El pequeño mono ya no era tan pequeño y casi era de mi altura, le miré de arriba abajo y le abrí los brazos para fundirme con él en un fuerte abrazo.
- ¡¡Kinu!!, ¡¡grandes ancestros!!, ¡¡pero si estás grandísimo!!!, ¿qué tal están tu padre y tu abuelo?
- Sus vidas discurren como fuertes manantiales - me contestó con aquella prosa tan hermosa que utilizaban ellos.
- Me alegra escucharte, mi pequeño amigo, ¿qué te trae por aquí?
- Quería verte, saber de ti, padre está en el castillo hablando con el rey dragón, me he adelantado a él y al resto de la comitiva. Te echamos de menos en el bosque de los monos.
- Ya... últimamente no salgo mucho de aquí - dije mirando al pueblo, no había vuelto a salir del pueblo desde que me había exiliado, ni siquiera había vuelto a volar con las águilas.
- Ya puedo comprobarlo, tus ropas son claras y no vistes como un jinete.
- No soy un jinete, Kinu, ya no... no volveré a ser nunca más un jinete, perdí ese honor.
- Cuando te conocí eras un aprendiz y luchabas como un jinete a pesar de no llevar tus ropas negras, ahora no las llevas, tal y como era entonces, pero no luchas. ¿Por qué? ¿acaso te has vuelto una cobarde? - me quedé parada mirándole, como siempre, la sinceridad de los niños era la más cruel.
- Creo que no tengo respuesta para eso, amiguito, al menos no por el momento. Quiero comprobar qué has aprendido, ¿te apetece un pequeño combate? - le dije para cambiar de tema. Se rió y le guié hasta el prado donde solía entrenar con mis amigos cuando venían. Cogí los palos que estaban apoyados en un poste y le lance uno, lo cogió con habilidad y nos dispusimos al combate. Los niños enseguida acudieron a vernos, por lo visto yo era una fuente inagotable de diversión para ellos.
Enlacé con Draco para ver dónde estaba y le vi dentro del castillo, enseguida corté la conexión, no quería enterarme de nada de eso. El combate empezó, Kinu, con su destreza de mono y la velocidad de su juventud era un buen contrincante, realmente había mejorado mucho, pero mi experiencia en el combate le superó pronto y enseguida le derroté.
- Caer bajo tus manos es un honor, pequeño gran jinete - me dijo y nos echamos a reír.
- Quizá deberías buscar un contrincante mejor preparado, jinete - nos dimos la vuelta para ver a Kitu acercarse a nosotros, corrí para abrazarle a él también.
- ¡Kitu! ¡¡Qué alegría verte!!! - vi que el resto de los monos estaban en el cercado para ver el espectáculo y mi sonrisa se hizo más grande. - ¿Acaso me estás retando, mono?
- Tus destrezas quizás hayan sido mermadas en este lugar, pequeño jinete, hace demasiado tiempo que no luchas contra un digno oponente.
- Tu hijo en breve será mucho mejor que tú, Kitu - le dije riéndome y vi como el chico asentía ofendido. Nos reímos los tres.
- ¿Estás preparada?
- Totalmente, sin esencia y sin conexión - le dije, él asintió.
La velocidad con la que me atacó me dejó sin aliento, solo pude defenderme en el último momento y me concentré en el combate. Kitu siempre había sido un gran luchador cuerpo a cuerpo y tuve que emplear toda mi experiencia en la lucha. Pronto el cercado se nos quedó pequeño y Kitu se lanzó a los grandes árboles que rodeaban el pueblo, le seguí entre las altas ramas y trasladamos el combate a las ramas más altas de los árboles, cada vez nos íbamos internando más y más en el bosque hasta que el público desapareció de nuestra vista. Me detuve un instante a recobrar el aliento, ¡maldito mono!, siempre había sido mejor que yo, pero no me vencería... Le escuché a mi izquierda y volví a atacar, le di con el palo y tuve la satisfacción de ver cómo caía al suelo, de un salto yo también aterricé en el sotobosque pero el mono había desaparecido, era jodidamente silencioso, sin mi conexión no podía ubicarle y mis sentidos poco me podían ayudar a encontrarle, pero si algo había aprendido de los monos era a rastrear y me fijé en las hojas partidas que había dejado andando, corrí en su dirección pero me atacó el primero, rodamos por el suelo hasta que se quedó encima de mí sujetándome los brazos.
- Si no fueses un jinete hace tiempo que te habría vencido.
- No soy un jinete, Kitu, y solo necesito mejorar un poco más y no podrás vencerme - hice un movimiento para liberarme pero sin conseguirlo.
- Te necesitamos en la batalla, jinete. - me dijo serio.
- Ya no más, Kitu, no volveré a portar las ropas negras de los jinetes - otra vez volví a intentar soltarme sin conseguirlo. - Suéltame Kitu - le dije molesta. Él me miraba intensamente.
- Quizá esta sea mi única oportunidad - me dijo mientras seguía mirándome.
- ¿Oportunidad?, ¿para qué?, porque no cons.... - sus labios descendieron y me besaron, abrí la boca por sorpresa y entendió que era una invitación, sus brazos me rodearon y aproveché para quitármelo de encima.
- ¡Serás capullo! - le dije lanzándole lejos. Él se rió mientras se encontraba tirado en el suelo.
- Tu dragón gris te llama tentación, ahora sé porqué - me dijo y me acerqué a él y tendiéndole la mano para ayudarle a ponerse en pie. - Mis sentimientos siempre han sido demasiado intensos por ti, pequeño jinete. Disculpa mi atrevimiento.
- Vuelve a intentarlo, mono y dejaré a esos sentimientos huérfanos. - No estaba enfadada, sabía que Kitu sentía ese afecto por mí pero nunca se había atrevido a demostrarlo al estar casada con el rey dragón. Ya estaba acostumbrada a darme la vuelta y que intentasen besarme así que no me lo tomé a mal.
- No volveré a intentarlo sin tu permiso, jinete. Quizá ahora que proclamas que ya no eres la hembra del rey dragón te des cuenta que existimos otros. - Ahí me pillo con la guardia baja, y dolió...
Regresamos caminando al pueblo, finalmente después de pasar la tarde juntos se fueron, me despedí de ellos con cariño, se habían convertido en grandes amigos y hermanos y, a pesar del numerito de Kitu, seguía queriéndoles con ternura.
- Tus amigos te aprecian, mirlo, todos parecen quererte mucho y te echan de menos. - me dijo Brom mientras veíamos cómo se alejaban, asentí, las palabras de Kinu todavía resonaban en mi mente, "¿acaso eres una cobarde?".
- Brom, ¿crees que soy una cobarde? - le pregunté, el herrero me puso la mano en los hombros y entramos juntos en casa.
- Creo que has sufrido demasiado, Mirlo y que debes sanar esas heridas.
- Nunca me he considerado cobarde, siempre he luchado, pero ahora...
- Nadie podría llamarte cobarde, mi niña.
- ¿Crees que hago bien exiliándome en la herrería? - su rostro no mostró nada.
- Creo que debes ser tú quien conteste a esa pregunta.
Arco entró por la ventana aquella noche, le había estado esperando y vi como se sentaba en la butaca donde dormía siempre, más que sentarse se desplomó en ella, parecía cansado pero como siempre no me habló, aquella noche lo hice yo.
- ¿Quieres una manta? - le pregunté, me sonrió pero negó con la cabeza - ¿Has tenido audiencia con los monos?
- En la mañana, creo que luego vinieron a verte - me dijo mientras se acomodaba en la silla y me miraba.
- Estuve entrenando un poco con Kinu y luego con Kitu. - Arco asintió aprobándolo, no sé porqué lo hice pero se lo conté - Kitu me besó, en el bosque - vi que se quedó rígido por un momento.
- Mataré a ese mono. - dijo en voz baja.
- Fue culpa mía - le expliqué - por lo visto el que yo intente espiar mi culpa te ha puesto en una situación comprometida.
- Entiendo - supongo que se imaginó el resto.
- Quizá si tuvieses otra espos... - no me dejó continuar.
- Si terminas esa frase, te juro Senda, te juro... que te daré tal azotaina que no podrás volver a sentarte en una semana - me quedé alucinada, ese tipo de amenazas infantiles eran más propias de Draco, no del sereno y cabal rey, pero surtió efecto, me quedé nuevamente callada. Vi que se ponía la mano en la cara y se la frotaba cansado mientras subía las piernas encima de mi cama para estar más cómodo. Le observé en la oscuridad mientras se mesaba el pelo como siempre hacía cuando estaba nervioso y no pude evitar sentirme culpable, siempre le hacía sufrir con mis decisiones. Pero él me respondió a esos pensamientos - Fue decisión mía el que despertases al original, fui yo el que te empujó todo el tiempo hacia él. - ¡¡¡Maldita conexión!!!!
- Te he dicho millones de veces que no leas en mi mente - le dije enfadada.
- También fue culpa mía, querida mía - me callé de golpe - Todo el tiempo te pareció una mala idea el tener que liberarle, fecundar los huevos de los ángeles, siempre te opusiste a todo eso. Te viste obligada primero por mí y luego para salvarme. Yo fui el culpable de que cayeses en sus manos.
- Oye, yo no...
- Ya, ya lo sé, no me culpas, pero porque eres incapaz de culpar a nadie, porque siempre asumes los errores como propios e intentas solucionarlos.
- Pero...
- Pero yo sí que me siento culpable, ¡diantres!, todos me culpan de tu destino, de tu infortunio y todos tienen razón.
- Eso es... - volvió a interrumpirme.
- Eso es normal, les quité una reina y le di al enemigo un arma tan poderosa que le consiguió medio mundo, tu actuación en la batalla fue tan eficaz que consiguió que el original tenga a sus pies todo aquello que intentamos proteger.
- ¿Puedo hablar ya? - le pregunté suavemente.
- No, no Senda, no puedes. Cada vez que hablas es para decir algo que se clava en mi corazón como un puñal. - se levantó y se puso a pasear nervioso. - Conseguí recuperarte y luego me abandonas, me pides el divorcio delante de todos y me niegas el derecho a ser tu dragón. ¿Qué vas a decirme ahora?
- Te quiero - las palabras se escaparon de mi boca y él solo se me quedó mirando, luego se abalanzó hacia mí y me besó estrellando la cama contra la pared, su beso fue profundo, apasionado, un beso como no había sentido en mucho tiempo. Le rodeé con mis brazos atrayéndole hacia mí mientras él me abrazaba tan fuerte que me quitaba el aire. Nos besamos durante varios minutos mientras me acariciaba todo el cuerpo, cuando finalmente nos separamos me dijo.
- Dilo otra vez, por favor - le sonreí como una niña.
- Te quiero - suspiró de placer.
- Di mi nombre, amor mío, necesito escuchar mi nombre de tus labios.
- Arco...
- Repítelo.
- Te quiero, Escamoso - me reí al decirlo pero volvió a besarme como poseído, como si esa palabra hubiese encendido algo dentro de él.
- No sabes lo que me gusta cuando me llamas así - me reí sintiendo su barba de tres días en mi pecho.
- Creí que solo lo tolerabas.
- Cuando utilizas ese mote sé que hay esperanza entre nosotros, es la primera vez que utilizas mi nombre en mucho tiempo, amor mío, creí que nunca te recuperaría.
- No estoy segura de lo que estoy haciendo, Arco, debería de alejarme de ti y que tuvieses un futuro con alguien.
- ¡Jamás! - me gritó agarrándome tan fuerte que me hizo daño - no quiero a nadie más Senda, ¡entiéndelo!, - dijo sacudiéndome - prefiero que el trono pase a otra persona, incluso dejar de ser yo rey antes de que te alejes de mí. - Se me cayó el alma al suelo, ¿dejar de ser rey?
- ¿¿¿Cómo ibas a dejar de ser rey???, tu rango, la posición que ocupas... - de repente me di cuenta que hablaba igual que él cuando me regañaba y me eché a reír, él también se rió y me abrazó otra vez con fuerza.
- Somos reyes, Senda. Tú y yo, somos reyes, no puedes dejar de serlo porque tengas miedo, querida mía, o por lo que creas que has hecho. Ocupamos una posición en el reino y nos necesitan, yo te necesito, nuestro pueblo te necesita y el mundo entero te necesita. Has conseguido ser la esperanza para toda la Tierra, todos se ven reflejados en ti. Cuando estuviste presa en manos de aquel ser repulsivo el mundo entero colapsó, no sabes realmente quién eres querida mía, ni lo que representas para nosotros. Todos te lo han demostrado viniendo a verte, rindiéndote pleitesía en este exilio, dándote su apoyo silencioso. Ha venido todas las casas a verte, todos nuestros aliados... tengo el reino plagado de varanos que simplemente dormitan al sol en las montañas, lagartijas que te observan desde la distancia, monos que comercian con los aldeanos por verte un segundo en la herrería. Tengo un montón de consejeros enfadados que me culpan porque no saben cuándo vas a retomar tu lugar entre los jinetes, nuestros aliados reclaman tu presencia en cada cónclave y un maldito padre de druidas que me envía cientos de cartas pidiendo el regreso de su hija a sus territorios. - Todo aquello me cogió por sorpresa, sabía que me habían venido a ver, pero, ¿tanto?.
- Arco... yo no... no puedo - me deshice de sus brazos y me puse en pie - no puedo volver a ser un jinete, no puedo después de todo lo que hice, del daño que causé. Supongo que soy una cobarde pero no puedo, no soy capaz de perdonarme por sucumbir ante él.
- ¡Maldita sea Senda! ¡no sucumbiste!!! Tu esencia negra recubrió cada gota de sangre que introdujo en ti, la acabaste expulsando, ¡¡¡conseguiste liberarte de él!!!
- ¡¡¡Casi te matan!!! Tuviste que dejar que te atrapasen, tuviste que vivir una agonía mientras te torturaban - no podía con aquellos recuerdos.
- Te cortaste las venas en la arena para hacer que me convirtiese en dragón mientras estaba bajo el influjo de los monjes - me dijo serio recordándomelo. - ¿Creías que yo no haría algo parecido por ti?
- No me había doblegado ante nadie...
- ¡¡NO lo hiciste!!! ¡¡entiéndelo!!! ¡¡Conseguiste liberar tu mente tú sola!!! - volvió a gritarme.
- Pero hice daño - repetí yo - ¡grandes ancestros, Arco! Luché contra ti y todos los dragones, contra nuestros aliados, he hecho tanto daño...
- Amor mío... no eras tú, todos lo entendemos, liberaste tu mente, volviste a nosotros, sé de nuevo el gran jinete que fuiste, lucha a nuestro lado... te lo suplico.
- ¡No! No volveré a ser un jinete, ¡nunca más!, no deshonraré el cuerpo de jinetes con mi presencia. - Salté por la ventana y aterricé ayudada por mi esencia, corrí hacia el bosque oscuro intentando librarme de mis propios demonios.
-.-
- ¡¡¡Senda!!! - gritó el rey, la joven había desaparecido en la oscuridad. El dragón se abalanzó sobre la ventana para seguirla.
- No lo intentéis, majestad, dejadla tranquila - dijo desde la puerta el corregidor.
- Brom, la tenía, yo... - se derrumbó en la butaca y hundió su cara entre sus manos - La necesitamos, Brom, no podemos luchar más sin ella. Se lo dije pero no me creyó, ella nos une, nos da esperanza, nos da valor y coraje, ella que nunca flaquea... sin ella... no sé cómo continuar, no quiero continuar.
- Su alma está rota, majestad y solo ella puede repararla, el problema es que no sabe cómo. La veo mirar hacia los dragones que vuelan con ansia, con deseos de lucha, con deseos de venganza y luego mira hacia ella misma y veo la vergüenza que la carcome.
- La necesitamos - volvió a insistir todavía con la cara cubierta por las manos, la necesito.
- Debéis darle tiempo, majestad. Mi mirlo volverá, volverá a ser ella pero ahora necesita llorar por su inocencia perdida.
- Quiero creer en tus palabras, Brom, pero la espera, este exilio que se ha impuesto, no, no sé cómo afrontarlo.
- Cuando la conocí lo había perdido todo, su familia, su hogar, su vida. Solo era una niña asustada que no sabía por dónde tirar, qué hacer, vos mismo la pusisteis en ese trance, pero se levantó, reunió fuerzas y consiguió sobreponerse y vencer las adversidades. Hará lo mismo, mi mirlo volverá a levantarse, con más fuerzas y brío.
- Sois un gran hombre, Brom, Senda tiene suerte de contar con vos - le dijo el rey levantando por fin la cabeza.
- Hace mucho perdí a mi familia, Senda entró por la puerta de mi herrería como un vendaval, me volvió a dar algo por lo que vivir, se preocupó por mí y yo por ella, después de tantos años la llamo con orgullo hija y me corresponde de la misma manera. - Suspiró y posó su mano en el hombro del rey - Tened paciencia, majestad, solo necesita algo más de tiempo para darse cuenta que debe volver a ser un jinete.
- La pregunta, Brom, es ¿volverá a ser un jinete? - el herrero se mantuvo en silencio sin saber qué responder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro