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Capítulo 7


Había pasado como dos semanas desde que Tarnan había hecho su juramento de lealtad y todavía no sabía cómo sentirme. Tarnan no ayudaba en nada con su actitud, en los entrenamientos siempre estaba a mi lado y aunque no me ayudaba ni me hablaba todos veían que me apoyaba y a la vez me protegía con su presencia de Príus y sus matones. En clase había cogido la costumbre de sentarse a mi lado, cruzábamos un tímido hola y adiós pero siempre se sentaba a mi lado. Pero lo peor era en el comedor, había comenzado a sentarse también en mi mesa, lo que acarreaba una horda de niñatas pululando constantemente a mí alrededor, me daban dolor de cabeza. No quería ni pensar cuando Rem o incluso Arco me preguntasen por esta nueva amistad, no sabía cómo decir lo que había pasado. Tarnan no había vuelto a hablar sobre el juramento y se le veía feliz, relajado, incluso a veces podía ver cómo coqueteaba con las chicas, simplemente parecía feliz de estar a mi lado, como aliviado por haberlo hecho, como si supiese cuál era su sitio. Yo estaba de los nervios, veía planear en mi futuro una bronca monumental o no, la verdad es que estaba muy confundida, el puente que se había establecido entre Tarnan y yo era muy fuerte, ¿qué había hecho?. Cada vez que se me acercaba Rem me escabullía o le ponía una excusa para no hablar más de dos minutos con él. La prueba se acercaba y cada vez estaba más nerviosa, no sabía si había hecho bien o mal con el juramento, no sabía si estaría suficientemente preparada, ¿y si me tocaba luchar contra Tarnan?, por favor, si me lo proponía podía saber incluso cuándo iba al baño el chico!!!

Aquella tarde llamé a Caius para que me recogiese, me llevó hasta las montañas como siempre y salté encima de un risco, quería desfogarme, desquitarme, quería golpear algo hasta que no pudiese moverse, quería realmente una buena lucha contra las lagartijas. En seguida las encontré, o más bien me encontraron ellas y ahí fue donde cometí mi primer error, me lancé hacia ellas en plan Braveheart sin visualizar cuántas había, golpeé a las dos primeras, esquivé sus garras pero una tercera me golpeó con su cola en plena cara, sentí el brutal golpe y creí que me había roto el pómulo en ese momento, no conseguía centrarme, mi cerebro debía estar bailando samba dentro de mi cabeza. Oí un rugido cerca de mí y luego el graznido de las águilas. Algo me tapaba la visión del ojo y me di cuenta que era mi propia sangre que salía de un pequeño corte encima de mi ceja. En ese momento sentí miedo por mí y por las águilas que habían venido a protegerme así que expandí lo que pude mi conexión con ellas y enlacé a las ocho águilas al mismo tiempo, podía ver con sus ojos y con los míos, me limpié la sangre con mi manga y volví a la lucha con las águilas como aliadas, como si fuésemos un solo ser. Derrotamos a unas veinte lagartijas que quedaron dispersas por la montaña donde estábamos, el mayor número hasta el momento. Caius dejó caer el estribo y me cogí a él, cuando llegamos al claro del bosque me disculpé por ponerles en peligro. Caius no estaba preocupado, pero yo sí, menuda imprudencia a días de empezar la prueba. Podía haber hecho daño a las águilas o a mí misma. Estúpida, estúpida aprendiz....

Volví a mi habitación y me duché, el corte de mi cara estaba morado pero no era profundo por lo que le eche un pegote de ungüento, lo peor era mi cara, hinchada desde la sien hasta el cuello, mi ojo se hallaba medio cerrado por la hinchazón y mi labio inferior había duplicado el tamaño, un buen dolor de cabeza se había instalado y no parecía irse, por lo que opté a no cenar en el comedor e intenté dormir lo que pude.

Al día siguiente mi cara tenía un aspecto desastroso, un enorme hematoma cubría mi mejilla y mi ojo definitivamente estaba cerrado, al menos había aprendido algo, nunca te metas en una pelea sin saber todas las opciones.

Brom no me preguntó nada, hice mi trabajo como siempre y me fui, ese día no cogí los panecillos, me iba a pasar un buen tiempo bebiendo solo con pajitas. Cuando llegué a desayunar mis ojos se cruzaron con los de Tarnan, vi sorpresa en su rostro, supongo que intentaba hacer memoria de si me habían golpeado en el entrenamiento y por primera vez hizo uso de nuestra conexión, me dejó sin respiración, ¿la conocía?, me sondeó y vi que buscaba el rostro de Príus por si él era el culpable, cerré mi mente a su escaneo y sacudí la cabeza negando a su pregunta silenciosa. En los entrenamientos como siempre me quedé la última, el dolor de cabeza era intenso y me impedía concentrarme. A la hora de la comida volví a mi habitación para intentar dormir, encima de la cama me encontré una botellita con un mensaje, 'bébelo', reconocí la letra de Tilly, no sabía cómo se había enterado pero obedecí sin dudar, el alivio llegó casi al momento, me adormeció en seguida y caía en un profundo y reparador sueño. Me desperté como siempre con la familiar sensación de que alguien me observaba, esta vez abrí mi mente y busqué algo pero solo pude encontrar oscuridad, si había alguien sabía muy bien cómo bloquearme, era frustrante!. Por las estrellas pude ver que eran pasadas la medianoche, mi rostro se había deshinchado mágicamente aunque el hematoma seguía en mi cara, lo que fuera que me había dado Tilly era increíble, debía pedirle más. Hacía tres días que no pasaba por la biblioteca, estaba repasando algunas estrategias que necesitaba para la prueba por lo que decidí que hasta que no fuese a la herrería me iría a la biblioteca a estudiar. Me preparé y recorrí el camino silencioso y oscuro hasta la biblioteca. Estaba iluminada tenuemente pero lo suficiente para poder moverme sin problemas, me senté en mi sitio y empecé a estudiar. No había pasado mucho tiempo cuando sentí cómo unos brazos me rodeaban, esta vez ni siquiera me asusté, Arco me estaba abrazando. Me besó con mucha suavidad la mejilla herida y luego hizo lo mismo con mis labios.

- ¿Qué te ha pasado en la cara? – me preguntó.

- Nada, una caída tonta – no quería explicarle lo de las águilas, seguía llevando los vendajes para proteger mis cicatrices y tampoco quería que se viesen, no estaba preparada para contarle nada.

- ¿Solo una caída tonta? – repitió.

- Una caída desafortunada y sin importancia – volví a decir. Se quedó mirándome un momento, supongo que evaluaba si se creía lo que le decía o no, al final debió decidir no seguir preguntando por eso.

- ¿Qué es lo que te preocupa? – me preguntó.

- ¿Preocuparme?, ¿a mí?, jajajaja...., nada – negué – la prueba, ya sabes.

- Cuéntamelo Senda, no puedo ayudarte si no me lo cuentas – se había sentado en la silla de al lado y sus brazos seguían rodeándome con delicadeza y yo estaba cansada de no saber qué hacer con Tarnan, sabía que me iba a caer una bronca pero se lo dije.

- Tarnan me hizo un juramento de lealtad hace unos días – solté con un suspiro – y yo hice algo y ahora parece que hay un puente entre nosotros, una conexión que no puedo cortar y no sé qué hacer para evitarla ni cómo deshacerlo, ni.... – en aquel momento se me soltaron las lágrimas, ya no podía más, le había destrozado la vida a Tarnan!!. Arco me cogió la cara con una de sus manos y besó mis lágrimas.

- Tarnan hizo una elección muy valiente – me dijo suavemente, me separé de él con sorpresa – muchos jinetes tardan bastante en reconocer a quién debe lealtad, Tarnan lo ha sabido con certeza muy pronto, estoy orgulloso de él.

- Pero, pero, ¿no estás enfadado? – le pregunté – me juró lealtad, a mí!, a una aprendiz descastada.

- Tarnan juró lealtad al Jinete más poderoso, aquel que les guiará en la batalla, en el que confiará su vida mientras luchan – me besó nuevamente en los labios - Tarnan ha escogido muy bien, antes que nadie se ha asegurado un puesto importante a tu lado. Cuando los demás realicen ese juramente Tarnan estará por encima de ellos, el primero que jura es la mano derecha del Jinete.

- ¿Poderoso? ¿yo? – la verdad es que sus labios sabían tan bien...., Arco se rió suavemente y negó con la cabeza, sabía que yo no estaba entendiendo bien lo que él me decía por lo que simplemente paró de explicármelo.

- Tú, Senda, serás un jinete muy poderoso. Pero por el momento piensa que no le has hecho mal a Tarnan. Lo harás bien en la prueba, lo sé, confío en ti. - Se levantó y tras un último beso rápido me dejó donde estaba, como siempre con ganas de más.

De camino a la herrería me di cuenta que la pequeña conversación con Arco me había aliviado muchísimo, si a él no le importaba el juramento de Tarnan a mí tampoco debía importarme mucho, ¿no?. Me encontré a Tarnan en el desayuno esperándome en mi mesa, le sonreí desde la puerta, realmente me gustaba estar con Tarnan, ahora comprendía por qué disfrutaba con él, ese juramento nos había unido para siempre como amigos, como hermanos, como guerreros, me paré a su lado y se levantó, nos miramos y chocamos nuestros antebrazos como saludo, él también se había dado cuenta de que por fin había aceptado esa relación, me sonrió por primera vez y le devolví la mejor de mis sonrisas, Tarnan era mío y lo disfruté, por el momento.

Los últimos días previos a la prueba fueron de comprobaciones de última hora, me acerqué por casa de Tilly para recoger el ungüento para un regimiento, aparte también me había preparado una reserva de ese analgésico milagroso y otro brebaje bastante útil, una especie de bebida energética muy potente, que me aconsejó utilizarla con cuidado.

En la herrería mis armas estaban preparadas y fui poco a poco llevándolas a la arena a esa especie de hueco que hacía las veces de banquillo de mi casa, primero tuve que limpiarlo bien pues hacía tiempo que nadie pasaba por allí pero luego pude ir colocando mis cosas.

La libreta con los puntos fuertes y débiles de mis compañeros me acompañaba a todas partes, en los últimos días tuve que modificar cosas, Tarnan había mejorado muchísimo y sus puntos débiles eran escasos, Príus también había mejorado y el pequeño Luca. Veía un frenético movimiento de sanadores en sus casas preparándose para los combates, en mi torre como siempre no había nadie.

El gran día llegó, la prueba estaba abierta a las casas y al pueblo en general y por lo visto había mucha expectación de ver a la descastada fracasar porque las gradas estaban llenas. El Rey y el Consejo ocupaban como siempre su lugar destacado, y como siempre dentro del consejo había una silla vacía, la de la Casa Morlan.

Todos fuimos a los huecos de nuestras respectivas casas, una vez allí teníamos que esperar a que nos llamasen. Dorc, el Maestro de Jinetes, hizo la presentación, a medida que los aprendices eran llamados el público de sus casas vitoreaba su nombre y aplaudía, ni el pueblo ni las demás casas tenían permitido animar a ningún aprendiz. Mi nombre lo dijo en el último lugar.

- Senda de la Casa Morlan, aprendiz de Jinete. – Según avancé un silencio sepulcral se hizo en la arena, yo no tenía público en mi casa y las gradas reservadas para ello estaban vacías porque no había venido nadie de mi casa a verme, por lo que nadie vitoreaba mi nombre ni me aplaudía, como siempre estaba sola. Ni siquiera miré hacia las gradas, simplemente anduve hasta situarme en la misma línea que los demás.

- El primer combate lo haréis sin armas, solo con vuestro cuerpo y vuestros recursos – anunció otro de los profesores – desnudaos aprendices y quedaos en ropajes que cubran solo vuestro pudor.

Cerré los ojos con fuerza, mierda, eso significaba que debía quedarme en aquella especie de sujetador y bragas que usábamos debajo de la camiseta. Los demás obedecieron sin dudar, me había quitado los vendajes el día anterior pero las cicatrices se veían por todos lados, había pensado que con la ropa nadie se daría cuenta de ellas. Comencé a quitarme el peto y las botas, me quedaban los pantalones y la camiseta, miré con disimulo a mi lado y los cuerpos perfectos de los aprendices lucían al sol de la mañana. 'Bueno, allá vamos', pensé, que sea lo que tenga que ser. Me quité la camiseta y la tiré a la arena, el sujetador blanco sin tirantes refulgía sobre mi piel morena, las cicatrices que me habían hecho las lagartijas se marcaban en mi espalda y en mi hombro, oí exclamaciones que venían de todas partes y vi como el Rey se levantaba y se sujetaba con fuerza a la barandilla de la grada, su rostro denotaba sorpresa, miedo, enfado e ira. Me quité los pantalones y los tiré también al suelo, mi muslo marcado por las garras de las lagartijas era visible por todas partes, incluso los aprendices me miraban a ver de qué se sorprendía la gente y me señalaba. Supongo que pensaban que debajo de mis ropas encontrarían el cuerpo fofo y gordo de una mala aprendiz pero mi cuerpo después de todo aquel tiempo estaba firme, duro, musculado, llevaba mucho tiempo luchando contra las lagartijas, haciendo el trabajo de un herrero, entrenando con los Jinetes. Todos saludamos en fila al Rey, levantamos nuestro brazo y cruzamos el puño en nuestro pecho, mi desnudez no me importaba y una vez que se habían descubierto mis terribles cicatrices mucho menos. Recogimos nuestras prendas y volvimos a nuestros huecos.

Diez combates cuerpo a cuerpo para cada uno de nosotros, el primer derribado en la arena era descalificado. Oía los nombres de los aprendices mientras la tensión crecía dentro de mí.

- Tubo de la Casa Incendia y Senda de la Casa Morlan – miré rápidamente mi libreta de apuntes, asentí para mí y salí a la arena. Solo se oían los vítores de la casa Incendia.

Caminamos al centro de la arena, saludamos al Rey y al Maestro de Jinetes, nos dimos la vuelta para esperar la señal. Tubo, era grande, pesado y muy fuerte, si te atrapaba en sus brazos podías darte por perdida. Escuché por fin la señal, todo se quedó en blanco y tal y como había hecho tantas veces en las montañas me dispuse a pelear a vida o muerte. Tenía que economizar los movimientos, tres había contado. Corrí hacia Tubo y en el último momento salté por encima de él haciendo una pirueta perfecta, primer movimiento. Con la velocidad de una lagartija ataqué la parte trasera de su rodilla izquierda, la más débil según mis notas, con una patada, segundo movimiento. Tubo cayó al suelo desequilibrado puesto de rodillas, me sujeté la muñeca derecha con mi mano izquierda y descargué todo mi peso en un codazo que le di en la base del cuello, tal y como me había enseñado Brom cuando maleaba el material con el martillo, sentí crujir sus vértebras. Tercer movimiento. Antes de caer Tubo al suelo di un salto y me puse a una distancia segura de sus fuertes brazos, no hizo falta. Cayó desmayado en la arena. Le había noqueado en menos de diez segundos, quizá pelease como una lagartija pero qué demonios, había ganado. Siguiente combate. El juez me dio la victoria cuando su brazo me señaló, volví a ponerme en posición firmes y saludé a la tribuna. Nadie aplaudía, nadie vitoreaba. No podían creerse que una descastada hubiese noqueado a un Incendia, bien, era problema suyo.

Volví a mi hueco a reacomodar mis ropas, me quité la arena de manos y pies. Mi nombre volvió a salir. Ario era mi siguiente oponente, uno de los amigotes de Príus. Busqué su nombre en mi libreta, dos movimientos. Repetimos el mismo proceso, caminamos hasta el centro de la arena, saludamos a la tribuna y nos pusimos enfrente, se oyó la señal, mi pierna voló hacia su estómago, mi codo le siguió después a su cuello. En cinco segundos estaba noqueado. Siguiente combate.

Visto desde fuera mis movimientos eran más parecidos a los de una lagartija que a los de un Jinete, las lagartijas atacan con el rabo y se esconden, no porque sean cobardes sino porque saben que son más débiles. Quizá yo no fuese más débil en fuerza y agilidad que mis oponentes pero ellos tenían sanadores que combate tras combate les sanaban, mi única posibilidad de éxito era no cansarme hasta los combates finales. Economía de movimientos.

Los combates se sucedieron, tal y como había apuntado en mi libreta fui noqueando a los otros aprendices ganando todos los combates. Luca era mi último oponente. Ocho movimientos. Conseguí asestar los dos primeros movimientos según mi libreta, el tercero se defendió, realmente era bueno, rápido igual que yo. Me atacó y me defendí, me había salido de mis movimientos, mierda... Sabía lo que le habían ordenado, cansarme. Me separé a una distancia prudencial, no podía permitirme ganarle con estrategia, había algo en lo que no éramos iguales, fuerza. Mi cuerpo había adquirido una fuerza considerable a lo largo del tiempo a base de cargar y descargar carros en el pueblo, había aprendido cómo hacer más denso mi cuerpo para obtener más fuerza, es algo que te enseñaban los jinetes pero que muy pocos conseguíamos hacer, ya de por sí éramos más fuertes que cualquier humano, ¿para qué esforzarse en ser más fuerte?. Cuando derroté a Tubo debieron pensar que le di en un punto estratégico y que por eso se derrumbó, algo así como el pellizco Vulcano, pero todo lo contrario, aplasté su cuello y se quedó sin riego sanguíneo, no era una de las cualidades que quería sacar en ese momento pero no me quedaba otra. Vino corriendo hacia mí suponiendo que haríamos otro baile de movimientos, le hice un placaje en toda regla, sentí como mi cuerpo se hacía más denso estiré mi brazo y se estrelló con una pared de ladrillos, cayó asombrado y con un rápido movimiento le di un puñetazo en el esternón, sentí como el hueso se partía bajo mi puño, no me importó demasiado cuando sabía que lo iban a curar, bondades de los sanadores. Había ganado el último combate cuerpo a cuerpo. El juez me volvió a señalar con su brazo, la casa Raise se lo llevó corriendo hasta los sanadores, lo seguí con la mirada, esperando que no le pasase nada. Luca me caía bien. Nuevamente las gradas estaban en silencio. Hice el saludo protocolario y volví a mi hueco a esperar. Bebí agua, e intenté recomponerme, me había hecho un rasguño en la rodilla y puse un poco de ungüento en ella para apaciguar el picor.

Tarnan, Príus y yo estábamos invictos en el primer puesto, los demás habían perdido algunos de los combates. Nos dieron tiempo para recuperarnos, nos trajeron fruta y zumos para comer en los huecos. La siguiente prueba era con espada corta y escudo por lo que volví a ponerme mis ropas de aprendiz. Aquí empezaba a complicarse la cosa, esperaba que mi fuerza y rapidez me otorgasen cierta ventaja sobre los demás.

Moria fue mi primer contrincante, la había estado observando y la espada era uno de sus puntos fuertes. Saludamos a la tribuna y escuché la señal. Avancé para atacar y ella retrocedió, me pareció extraño, era el punto fuerte de la casa Incendia, ¿por qué se defendía?. Me paré en seco y abandoné mi posición de ataque, expandí mi mente y conecté con la casa Incendia, me fui derecha a por el consejero sentado unas sillas más allá del Rey, ¡Zalta!, habían hecho un pacto con la casa Zalta para que Príus fuese el ganador. Lancé un mensaje a Tarnan para que lo tuviese presente y después de asentir hacia mi dirección vi cómo hablaba con su preceptor rápidamente, al menos él estaba avisado. Volví a mirar a Moria, y empecé a atacar sin piedad. Primero perdió el escudo, finalmente conseguí arrebatarle la espada sin mucho esfuerzo. Era una pena, me hubiese gustado luchar contra ella en igualdad de condiciones.

Los siguientes cuatro contrincantes no fueron tan fáciles, al terminar el cuarto combate estaba cansada y tenía varios cortes en los brazos y las piernas. Había ganado todos los combates pero me había pasado factura a nivel físico. Me senté en el descanso y me curé las heridas, a lo lejos podía ver a los sanadores sanando idénticos cortes a los míos y un atisbo de envidia me recorrió el cuerpo. Me dolían los músculos por el esfuerzo y me tomé el analgésico que me había dado Tilly, hizo que me adormilase y finalmente me quedé dormida en el banco. Uno de los maeses vino a despertarme antes de la prueba, me miraba con pena mientras que yo intentaba ubicarme al despertar.

La siguiente prueba era con lanza, esta vez cuatro combates. Uno tras otro fui ganando, pero me gané un feo corte en el muslo. Me senté en el banco y empecé a cosérmelo para luego vendarlo, si alguien me hubiese dicho que alguna vez acabaría cosiendo mi propia carne no le hubiese creído. En el último combate mi oponente me golpeó con la lanza en el muslo, un alarido de dolor resonó en mi garganta. Me había abierto la herida y sangraba profusamente, si no cortaba la hemorragia acabarían mis posibilidades. Corrí hacia el otro lado de la arena mientras arrancaba mi manga y me la ataba fuertemente en el muslo a modo de torniquete, la otra manga hizo de venda sobre la que ya llevaba. Maldita sea! Me quedaban los peores combates. Ataqué con todas mis fuerzas y gané el combate. Cuando el juez me señaló con el brazo caí exhausta en la arena, los sanadores de la casa se llevaron al chico y yo me quedé sola en la arena intentando ponerme en pie. Mi corazón iba a mil por hora, me estallaba en el pecho. Usé la lanza como bastón y renqueando me fui hasta mi hueco. Volví a recoserme la herida después de limpiarla, la vendé y volví a ponerme los pantalones, encima de los pantalones até gruesas tiras de cuero blanco que había preparado para ello, a modo de escudo de mis heridas. Tomé un poco del brebaje energizante de Tilly, enseguida me hizo efecto y me encontré mejor. Quedaban dos combates. Si ganaba el siguiente, pasaría a la final.

Dorc dijo mi nombre, a continuación daría el nombre de mi oponente, Tarnan.... Combate con espadas y con los animales de cada Casa. Comprobé que lo llevaba todo y salí a la arena. Silencio, como camino del patíbulo. Tarnan saltó detrás de mí a la arena y gritos ensordecedores llenaron las gradas. Hicimos el saludo a la tribuna, esperé la señal y... salí corriendo hacia el otro lado de la arena huyendo de Tarnan. El animal que representaba a la casa Calem era una especie de enorme dientes de sable. Me había quedado sorprendida de ver que todavía existían durante las clases pero es que ese animal podía devorar a un ser humano en cuestión de minutos. Y era increíblemente rápido. Saltó a la arena a través de la puerta de las fieras y corrió hacia mí, era tal y como me lo había imaginado. En un momento dado cambié de dirección y corrí yo hacia él, en el último momento salté por encima y me agarré del estribo que Caius había dejado caer. Escuché gritos de asombro y sorpresa al ver el enorme águila caer desde el cielo. Noté en mi mente cómo Caius me decía que se ocuparía del gran animal tal y como habíamos ensayado y me soltó enfrente de Tarnan, me hizo un gesto para señalarme que estaba preparado y atacamos. Era muy bueno, nuestras espadas se cruzaron en una lluvia incesante de golpes, al fondo oía los graznidos de Caius luchando contra el rugiente dientes de sable. Supe que el águila había ganado, nuestro entrenamiento con las lagartijas ponía en una situación superior al ave. Tarnan y yo paramos un momento, podía seguir luchando con el águila frente a Tarnan pero no me parecía honorable, sabía que Tarnan no se habría aprovechado de su ventaja si hubiese ganado su animal. Caius se posó en el suelo y fui hasta ella, apoyó su emplumada frente sobre la mía y cerré los ojos agradeciendo a mi amiga el gran favor que me había hecho. Izó el vuelo para irse con los suyos y me quedé nuevamente frente a Tarnan. Me di la vuelta y le sonreí, el inclinó levemente la cabeza a modo de agradecimiento y atacó con todas sus fuerzas. Su técnica era mejor, pero mi fuerza y mi rapidez eran mayores, después de bastante tiempo luchando logré arrebatarle el arma y finalmente el escudo. Había ganado el combate. El juez me señaló con el brazo. Tenía que llegar a mi hueco, había ganado, tenía que curar mis heridas. Me encontré tumbada en la arena viendo como se llevaban a Tarnan sus sanadores, no podía moverme. Se acabó, hasta ahí había llegado, no volvería a ver a mi familia, tan cerca, tan cerca.

- "Senda, levanta! No te rindas! No ahora! Puedes conseguirlo!!!" – la voz de Arco resonó en mi mente – "levanta Senda, muévete".

Abrí los ojos y lo vi de pie en la tribuna, con los brazos agarrados a la barandilla nuevamente. Nadie podía animarme en voz alta si no era de mi casa pero todas las gradas, incluidas las gradas de las distintas casas excepto Zalta se habían puesto en pie. Todos me apoyaban, me animaban a que me pusiese en pie en silencio, si no lo hacía, me descalificarían. Me moví lentamente, mis brazos no parecían míos, no me respondían, poco a poco me puse de pie, nadie se sentaba, nadie. El primer paso hizo que mi rodilla se doblase y volviese a estar de rodillas, salía sangre de ella y manchaba la arena. No parecía mi sangre, apoye la espada y me ayudé de ella para volver a estar de pie. Como pude me arrastré a mi hueco y caí pesadamente dentro de él. El brebaje de Tilly estaba encima del banco, alargué la mano con mucho esfuerzo y me lo bebí entero, la vieja me había dicho que lo utilizase con cautela pero creía que este momento no se debía ser cauteloso, o me hacía efecto o era el fin. Me desmayé.

Me desperté cuando anunciaron la victoria de Príus sobre el cuarto combatiente, la final sería entre él y yo. El brebaje estaba haciendo efecto, me sentía más despierta, lo mínimo para poder curar mis nuevas heridas y poder vendarlas nuevamente. Vi como los sanadores se acercaban con rapidez a Príus para sanarle, maldita sea, que suerte tenía. Me prometí que si veía alguna vez a alguien de mi casa lo primero que haría sería escupirle en un ojo. Malditos todos ellos. Me lavé la cara y las manos manchadas de sangre. Volví a rehacerme el peinado en una torpe trenza, mis manos temblaban descontroladamente. ¿Cómo iba a luchar?. Se oyó mi nombre y el de Príus. Salió todo ufano a la arena sin ningún rasguño, yo iba toda llena de cintas de cuero para tapar las múltiples heridas que tenía. El sol me molestaba en los ojos. Combate solo a espada corta y cuchillo.

Saludamos a la tribuna y esperamos la señal, se oyó pero Príus no se movía.

- Vas a lamerme las botas para que te deje vivir descastada – me dijo - has tenido suerte de llegar hasta aquí, ahora te enseñaré lo que hace un aprendiz de verdad.

Algo dentro de mí se removió, lo noté enseguida: mi ira. Arco me había advertido que no podía dejarla salir pero no me había dicho nada de no utilizarla. Paladee el sabor metálico de mi propia sangre en mi boca y sonreí. Príus me miraba perplejo y atacó, no fue el único, yo también. Lo malo de que te sanen en todos los combates es que luego tienes miedo de recibir heridas, eres cauto por el dolor, lo bueno de tener tantas como yo es que no te importa alguna más y el dolor forma parte de mí.

Me sustentaba por mi rabia, por mi ira hacia ese maldito desgraciado y me dejé llevar, todo se nubló y golpeé como si usase un mazo en vez de una espada. Príus me bloqueaba pero yo era mucho más insistente, sabía que no aguantaría un combate largo, conocía su defensa su punto débil.... Clavé mi cuchillo en su hombro, en el punto que siempre dejaba sin guardia, él soltó un alarido. Mi cuchillo estaba lleno de su sangre, le miré y lamí la hoja, ahora no solo saboreaba mi sangre sino la suya. La ira siguió dándome fuerzas, tantas veces que me había insultado, que me había pegado, que me había llamado descastada. Tantas veces, siguió defendiéndose como podía hasta que quebré de un golpe la hoja de su espada, la mía permanecía intacta, realmente Brom era un gran herrero. Noté que yo no respiraba seguido, solo cogía pequeñas inhalaciones de aire, debía de tener un pulmón perforado, bueno, no pasaba nada, sin un pulmón se podía seguir luchando. No me importaba morir, solo me importaba ganar. Seguí golpeando incesantemente hasta que perdió la empuñadura rota, mi espada se clavó en su antebrazo y dio contra el hueso, saqué el arma antes de cortar el brazo. Un arma menos, solo le quedaba el cuchillo. Solté la espada, cuchillo contra cuchillo, intentó atacarme y me defendí como si estuviese luchando contra una lagartija y como si estuviese luchando contra una de ellas cogí con fuerza mi cuchillo y le rebané las tripas. Cayó al suelo soltando su cuchillo y agarrándose el vientre. Nadie se movía y yo enfrente de él mucho menos, quería salir, mi ira, había probado la libertad y quería salir, no debía ser tan malo, había ganado gracias a ella. El juez me señaló con el brazo, había ganado el combate, lo había ganado, ¡había quedado la primera!. Los sanadores empezaron a sanar a Príus en la arena misma, yo recogí mi espada y me dirigí al hueco entre ovaciones y gritos del público, esta vez sí que me vitoreaban, coreaban mi nombre y coreaban mi casa. Todo me daba igual. Pisé mi hueco y caí estrepitosamente al suelo, solo sé que me desmayé.

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