Capítulo 48
Amanecería pronto y una densa niebla cubría el suelo del Reino. Me preparé y caminé rauda arrebujada en mi chaquetón por la gran avenida en dirección contraria a los primeros comerciantes que se acercaban al castillo para vender sus mercancías. Entré el pueblo como tantas veces atrás y me dirigí hasta la gran herrería que dominaba el lugar. Cogí la llave del lugar donde siempre estaba guardada y abrí la puerta. Me fui moviendo en la oscuridad con confianza, todo en el sitio me era conocido, avivé la forja hasta convertirla en un pequeño infierno y recoloqué las herramientas dispersas por el espacio de trabajo. Barrí y fregué el suelo hasta que estuvo a mi gusto. Cuando todo estuvo colocado me fui a la parte de atrás del edificio para ocuparme del establo, paladeé la paja sucia y cambié el agua a los animales. A esas alturas estaba sudando por el ejercicio pero no notaba cansancio. Volví a la herrería, había unas trenzas que terminar para unos aparejos. Me senté en mi sitio preferido y me puse a trenzar pacientemente a la débil luz del amanecer. Brom entró al poco rato y me miró, yo le devolví la mirada.
- ¿Le has cambiado el emplaste al caballo?, anda cojo. - me dijo a modo de saludo.
- Sí, vi el nuevo que te dejó Tilly y se lo cambié - le contesté. El anciano se dirigió a mí, se agachó y me besó la frente.
- ¿Qué haces aquí Mirlo? - me preguntó.
- La Ceremonia se acerca, tanto si consigo ser Jinete como no, no tendré muchas más oportunidades de ayudarte - le dije mientras me encogía de hombros.
- Todo cambiará, ¿verdad? - me dijo Brom sentándose a mi lado. Le noté cansado por primera vez.
- ¿Qué ocurre Brom? - le pregunté.
- El Rey quiere que ocupe el cargo de Corregidor en estas tierras, mirlo - me explicó.
- Eso es una gran responsabilidad - le contesté.
- Sí, tendré que dejar la herrería en otras manos. Debería ya estar ejerciendo el cargo pero el Rey me dio de moratoria hasta la Ceremonia - apoyé mi cabeza en su hombro.
- Los aldeanos ganarán un magnífico hombre, aunque yo echaré de menos al herrero que me acogió en su casa.
- Creo que yo también echaré de menos al herrero, mirlo...
- ¿No estás contento?
- Soy un herrero, válgame el gran ancestro, no un político niña, diga lo que diga el Rey solo soy un herrero.
- El Rey sabe bien a quién debe pedir este tipo de cargos. No creo que encuentre a alguien más competente que tú para hacerlo. - terminé de trenzar y me levanté para colgar mi trabajo en el gancho. Brom hizo lo mismo.
- Sea herrero, corregidor o un mero hombre, siempre tendrás un hogar a mi lado, mirlo blanco - le abracé y sentí el cariño que transmitía su abrazo.
- Sea jinete, reina u aprendiz siempre seré tu mirlo, Brom.
Volví al castillo para asearme antes de ir a los entrenamientos. Nosotros íbamos para desfogarnos, ya nadie entrenaba en serio, la formación había acabado. Una fina lluvia había empezado a caer empapándome mientras que subía por la gran avenida, dentro de mi chaqueta, como un tesoro, los panecillos calientes que me había dado la panadera momentos antes. Miré el oscuro castillo cuando entraba por las grandes puertas de las murallas, decidí cambiar mi rumbo y me dirigí hacia su interior. Nadie se fijaba en mí debido al chaquetón parduzco que llevaba, mi rostro y mis ropas quedaban ocultas debajo. Dentro de poco aquellos que resultamos elegidos pasaríamos la ceremonia. Después de volver con el vellocino dieron los resultados de la prueba. Mi equipo ganó como pensábamos y quedé la primera del grupo. Fue un momento gozoso para mí, en mi mente aún resonaba las palabras del Rey la primera vez que estuve en el castillo.
- 'La primera Senda, tendrás que ser la primera'
Lo había conseguido. Había pasado mucho tiempo formándome y había conseguido mi propósito: ser la primera.
El patio se empezó a llenar de gente mientras lo atravesaba, llegué hasta el gran comedor donde me encontré al Rey con los Consejeros dispuestos a desayunar. Me quedé apartada, semioculta detrás de una columna y rodeada de cortinas. Dentro de poco esa sería mi vida, si llegaba a ser un jinete estaría allí con ellos, si finalmente no lo era debería retomar mi papel de reina. Sea como fuese, la vida que había conocido tocaba a su fin y esa nueva etapa se abría ante mí.
El Rey estaba rodeado de personas que lo hablaban y pedían consejo u opinión. Si alguien había nacido para ser Rey ese era Arco, su postura, su saber estar, su presencia, incluso su aura transmitía que era Rey. Sonreí para mí sin querer... Escamoso en modo Rey.
Arco levantó la vista por un momento y miró alrededor, parecía no haberme visto pero se puso a caminar en mi dirección. Llegó hasta la columna y extendió la mano, la mía con un panecillo surgió entre los cortinajes y se lo di. Le pegó un mordisco y luego tiró de mi mano para sacarme de mi escondite, reí como una niña pequeña mientras me atrapaba entre sus brazos y me daba un largo beso. Al separarnos vi como los consejeros nos miraban con disimulo y se sonreían avergonzados, supuse que debí ponerme colorada. Volví a besarle y me dispuse a irme. Arco fue más rápido y sacó un par de panecillos de dónde los tenía guardados.
- ¡Eh! Escamoso eso es mío!!!
- Creí que era una ofrenda a tu Rey - me dijo riéndose.
- Por menos se han iniciado guerras dragón - le dije con el ceño fruncido.
- ¿Me prometes que esta noche iniciarás una conmigo? - me dijo susurrando al oído. Volví a enrojecer y me fui oyendo sus carcajadas.
Llegué a mi torre a asearme y bajé rauda hacia el comedor, al llegar vi que estaban sentados mis amigos a la mesa Morlan como siempre. También echaría de menos eso... las risas, la camarería, la amistad.
- Llegas tarde - me dijo Tarnan.
- Fui a ver a Brom esta mañana - le dije.
- ¿Qué tal se encuentra?, tengo que bajar a visitarle, desde que volvimos no he ido - dijo Príus. Me seguía sorprendiendo la amistad entre el estirado aprendiz y el herrero, pero a lo largo del tiempo se había consolidado.
- Bien, le van a nombrar Corregidor y anda ocupado. - comenté
- No habrá mejor hombre para ese puesto - dijo serio Príus - bajaré esta tarde a hablar con él. - Asentí.
- ¿Alguna novedad? - pregunté al grupo.
- Mira - me señaló Luca - esos son los nuevos aprendices, los iniciados.
Todos nos dimos la vuelta para contemplar a un grupo de jovencitos con sus inmaculadas ropas blancas que acababan de entrar en el comedor. Estaban acompañados por maeses y se preocuparon por indicarles las mesas de sus casas. Poco a poco el grupo se fue disgregando y se fueron sentando en las distintas mesas.
- Parecen bebés - dijo Moria.
- No ha pasado mucho tiempo desde que nosotros éramos como ellos.
Me quedé pensando, habían pasado 25 años, para los humanos eso era una eternidad, pero para los dragones apenas un cómputo de tiempo. Volví a mirar mi comida, esos críos ocuparían nuestro lugar, nosotros estábamos a punto de ser jinetes tras la ceremonia.
- Supongo que mi mesa volverá a quedarse vacía - murmuré mirándola. Había sido una fiel compañera aquellos años.
- Tendremos más mesas cuando seamos jinetes, allí ya no estaremos divididos por casas. - me dijo Tarnan.
- ¿Y si no conseguimos ser jinetes? - pregunté. Todos se quedaron callados, esa era la peor posibilidad, haber trabajado tanto para nada.
- Venga ya jefa... pues harás lo que mejor se te da... matar monjes y meterte en líos - me dijo Príus tirándome el pan a la cabeza.
- ¡Príus!!! - me lancé sobre él y le tiré de la silla, caímos riéndonos, pero él me hizo una llave y me lanzó a un par de metros de la mesa. Me levanté riéndome y cogí una manzana de otra mesa y se la tiré, la manzana le dio en el hombro y él me devolvió otro trozo de pan. De repente alguien gritó:
- ¡Guerra de comida!!!! - los aprendices se volvieron locos y se empezaron a echar la comida los unos a los otros, alguien me echó un puré de patatas encima del peto manchándome entera. Con varios disparos certeros empapé también a Príus y de paso a Tarnan a su lado que impasible miraba la escena.
Me reía a mandíbula batiente, eran pocos los momentos en los que nos podíamos reír de esa manera. Los pobres iniciados nos miraban con estupor mientras el comedor se fundía en un caos de comida y gritos. Príus me persiguió con una bandeja llena de carne y me la echó encima, intentando esquivarla me caí al suelo en mitad de la salsa y le di una patada en la pierna haciendo que él también se cayese. Empecé a tirarle trozos de carne encima riéndome cuando vi a mi lado unos pies enfundados en unas botas negras. Seguí subiendo para arriba la vista para fijarme que un enfadado Dorc con los brazos en jarras estaba al lado nuestro mirándonos furibundo. Cogí la manga de Príus y tiré de ella para que me hiciese caso, se puso rígido al ver a Dorc y nos pusimos de pie mirando al suelo avergonzados.
- Creí, Maestro de Jinetes, que estas conductas indignas se habían acabado en la escuela. ¿Es así como educas a mis futuros jinetes?, ¿en esta bacanal de comida? - no contentos por tener a un enfadado Dorc el Rey estaba detrás de él con las manos a la espalda mirándonos muy enfadado. Dio dos pasos hacia mí y quedamos frente a frente - ¿Acaso es una nueva táctica de la Reina de los Dragones para proteger a su reino??? - los colores de mis mejillas aumentaron exponencialmente. - ¿Pretendes tirar a los monjes comida en catapultas?, ¿o tienes alguna idea mejor, querida?.
- Lo siento, majestad - dije murmurando.
- Ya... ¿por qué no me sorprende encontrarte en esta situación?. - Se dio la vuelta y miró a Príus - El Señor de Zalta estará también orgulloso de su hijo, ¿no? - A Príus se le pusieron las orejas coloradas y no pude evitar una risita boba, una mirada del Rey hizo que volviese a ponerme seria. - Id a adecentaros, ¡ahora!
Salimos corriendo para nuestras torres, pero en cuanto pisamos el parque todos nos pusimos a reir y a gritar, ¡había sido fantástico! Aunque nos hubiesen pillado.
Subí a mi torre y me quité toda la ropa dejándola amontonada en una esquina, me metí directa en agua y estuve un largo rato hasta que conseguí quitarme toda la comida de encima. Salí desnuda secándome con una toalla y me encontré al Rey de los dragones en mi habitación con las manos a la espalda mirándome furioso.
- ¡Senda! tu rango, tu posición!!!. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no puedes hacer estas cosas??, ¡eres la Reina! - levantó los brazos al cielo exasperado.
Me terminé de secar el pelo y tiré la toalla también al suelo, el pelo húmedo se me pegaba a la espalda y le miré, afortunadamente de manera compungida para no enfadarlo más. Me acerqué hasta que quedamos separados solo unos centímetros.
- ¿Y si hiciese algo para arreglarlo? - le pasé la mano por el pecho cubierto de escamas. - ¿podrías olvidar mi desliz? - fui bajando la mano por su vientre. Él me la cogió cuando toqué su ingle.
- ¿Y si dejases de hacerlo?, ¿y si dejases de ser un aprendiz para pensar como una reina? - me preguntó.
- Touchè... - dije y le besé el pecho - Tienes razón.... - volví a besarle - qué conducta, qué modales por mi parte... -seguí besándole bajando por el pecho, mientras él seguía sosteniendo mi mano - realmente no sé cómo me soportas - seguí bajando la boca a través de su vientre. Un gruñido salió de su interior y me echó encima de la cama, luego se puso encima.
- No creas que esto hará que esté menos enfadado contigo, querida... - me dijo.
- Bueno, seguro que después no estarás más enfadado de lo que ya estás - le dije, el se rió silenciosamente y empezó a besarme y a acariciarme.
Hicimos el amor entre risas y cosquillas y luego nos quedamos tumbados en la cama por un momento. Mirando al techo le dije:
- Echaré de menos esto, esta vida, echaré de menos mi torre.
- Lo sé querida mía, pero te espera otra nueva etapa.
- ¿Quién sabe?, a lo mejor no soy apta para ser jinete y puedo volver a ser maese de los nuevos aprendices. No sería una mala vida, creo que incluso me gustaría.
- Mmmnnnn.... Veremos - dijo con voz grave. No dije más por si volvía a soltarme el rollo de que debía ser reina y esas cosas.
Arco se fue argumentando que tenía deberes que atender y yo bajé hasta la escuela para empezar las clases de la tarde. Caminé por los conocidos pasillos hasta que alguien me llamó.
- Majestad, ¿tenéis un momento? - Mi preceptor se acercó a mí.
- Maese Rem, ¿necesitáis algo? - le pregunté.
- No, solo quería despedirme - me dijo.
- ¿Vais a algún sitio?
- Creo que sois vos la que os vais, Majestad.
- Ah! la ceremonia, claro. Pero faltan varios días... - me indicó una sala vacía y entramos en ella.
- Te echaré de menos, aprendiz. He tenido muchos tutelados pero has superado mis previsiones con creces. - me eché a reír.
- Sí... supongo que han sido muchos los líos en los que me he metido.
- Nadie se ha esforzado como tú, nadie ha superado tanto. Recuerdo cuando llegaste, sin posibilidades, sin pasado, sin Casa, sin historia. Luchaste por sobrevivir y luego luchaste por mejorar y cuando mejoraste luchaste por tu pueblo. Ha sido un honor ser tu preceptor todos estos años, aprendiz.
- Gra... gracias Maese - le dije emocionada. No hizo falta que dijese nada más.
- Ve ahora aprendiz - le hice el saludo protocolario y salí de la sala.
Me senté entre Tarnan y Príus como siempre, en el púlpito estaba Maese Rico dándonos las últimas recomendaciones. Llamaron a la puerta y un maese entró con el grupo de iniciados.
- Aprendices iniciados, os presento a los aprendices que están a punto de pasar por la Gran Ceremonia. Ellos son nuestras promesas de futuro, esperamos que vosotros lo seáis también llegado el momento. Muchos acabaréis luchando juntos, servid con honor y orgullo aprendices.
Los iniciados nos miraron con respeto y nos hicieron el saludo protocolario. Finalmente salieron del aula.
- ¿Fuimos esos pipiolos alguna vez? - preguntó Luca. Todos nos reímos nerviosos, la gran ceremonia se acercaba.
Draco hacía días que no pasaba por mi torre, finalmente una tarde que regresaba de la escuela me lo encontré esperando en mi habitación.
- ¿Dónde estabas? - le pregunté.
- Por ahí - me dijo serio.
- Vaaaale..... ¿qué pasa?
- Nada, ¿qué vas a hacer?
- No mucho, ¿por?
- ¿Te apetece volar? - me preguntó el dragón.
- Siempre - le contesté con una gran sonrisa. Sabía que algo no iba bien, pero... ¿quién se negaba a un buen vuelo?
Salimos corriendo y Draco se transformó antes de llegar al borde, me agarré de un ala y subimos volando hacia el cielo. Siempre me había gustado esa sensación, la libertad de volar, me encantaba volar. De pie encima del dragón abarcaba con la mirada gran parte del territorio de los dragones, en ese momento era feliz. Aterrizamos en las montañas de las águilas para descansar, bajé del ala del dragón y me senté en una piedra. Draco ya transformado se sentó a mi lado y me abrazó por detrás.
- ¿Qué te preocupa?
- Nada... todo... - me dijo.
- No cambiará nada Draco - le dije.
- Cambiará todo pequeña, yo ya lo he vivido. - me dijo a su vez. Suspiré y apoyé mi cabeza contra su pecho.
- Todo....
Los días pasaron rápido y la mañana de la ceremonia llegó. Un grupo de criadas me levantaron y me ayudaron a vestirme y prepararme. Para la ocasión habían confeccionado un traje completamente blanco de una seda bellísima con unas suaves botas. Me recogieron el cabello en un complicado peinado y lo dejaron caer trenzado por mi espalda. Puse mi cuchillo en la pernera y mi espada en su funda. Una vez que estuve preparada bajé y allí rodeado de Morlans estaba Atham, señor de la casa, que me acompañaría. Era la primera de los aprendices en pasar la prueba, ese era mi derecho por haber sido la primera en la formación. Atham extendió el brazo y apoyé encima mi mano, caminamos hacia el castillo, paseábamos por los jardines cuando se detuvo un momento.
- Senda.... - le miré preocupada - antes de que pases por la ceremonia quiero decirte algo. Sé que mi comportamiento no ha sido el mejor durante todo este tiempo, pero sí que hay algo que quiero que sepas. No me importará que no te conviertas en jinete, que no superes la ceremonia - me quedé sorprendida al escuchar sus palabras - Si ningún dragón te elige seguirás formando parte de la Casa Morlan, tu presencia nos ha dado prestigio y orgullo, y con un traje negro o uno blanco perteneces a nuestra familia.
- Gracias, Señor de Morlan - le dije emocionada sin poder añadir nada más.
- Vamos, nos esperan. - dijo él reanudando la marcha sonriendo torpemente.
Llegamos hasta un amplio corredor donde nos esperaban jinetes para acompañarnos. Recorrimos varios pasillos adentrándonos en las profundidades del castillo hasta que llegamos a una gran sala de piedra donde nunca había estado. Estaba iluminada por antorchas y en el suelo había unas muescas haciendo unos dibujos. No sabía si era el frío o la emoción pero temblaba incontroladamente en aquellos instantes. Dorc se acercó a mí y supe que la ceremonia había empezado. Me tendió la mano y le di la mía, me llevó hasta mitad de la sala colocándome en medio de aquellos extraños dibujos. Parecían un laberinto y todos los caminos partían de mí, luego se esparcían enroscándose unos con otros para terminar en doce puntas distintas en la habitación con los doce escudos de las casas grabados. Allí, colocados uno al lado de otro estaban los jinetes de las doce casas. Miré a todas partes, el Rey estaba en el trono sentado, habían dispuesto el enorme sillón en una zona predominante. No veía a Draco por ningún lado... Hacía mucho frío y yo no podía controlar mi temblor. Dorc se acercó a mí:
- Aprendiz... debes controlar tu esencia, no dejar que fluya al exterior ni que recorra tu cuerpo, ¿me entiendes? - asentí con miedo. - De acuerdo, procedamos.
Dorc se dio la vuelta y volvió a colocarse en círculo con los demás jinetes, extendió sus manos hacia el suelo y una extraña vibración pareció surgir de él, uno a uno los demás jinetes se unieron tornando el aire extremadamente denso, sentí mi cuerpo pesado, como si no fuese mío, todo mi ser gritaba que me protegiese pero hice caso a Dorc.
- Senda, hija de Morlan, aprendiz de Jinete. ¿Estás aquí de manera voluntaria? - me preguntó uno de los jinetes.
- Ssss.... Sí - contesté.
- Senda, hija de Morlan, aprendiz de Jinete. ¿Quieres ser un Jinete de dragón? - me preguntó otro jinete. Me quedé mirándole, mi respuesta debía ser sí pero no quería ser jinete, no quería perder a Draco ni tener otro dragón a quien amar más que a Arco, yo.... Miré a Arco y él asintió en mi dirección.
- Ssssi - volví a contestar.
- Dame tu mano aprendiz - el gutural sonido seguía resonando entre las piedras mientras que alcé mi mano en dirección al jinete, este rasgó la palma con un rápido movimiento cortándola y empezó a manar la sangre, solo que se quedó suspendida en el aire, densa, extrañamente oscura como paralizada en el tiempo.
- ¿Quién será el dragón que probará primero la sangre del aprendiz? - dijo Dorc. Una voz surgió entre todas. Los dragones rodeaban a los jinetes en círculo, todos comenzaron a hablar al unísono.
- Yo seré el primero - levanté la vista para ver quién había hablado y con asombro vi a Arco ponerse de pie y caminar hacia mí.
Todos en la sala empezaron a hablar incoherentemente y a murmurar mientras exclamaban.
- Di tu nombre dragón - dijo Dorc sorprendido, pero siguió la tradición.
- Soy Arco, hijo de Calem, Dragón del Reino de los Dragones. Reclamo mi derecho de ser el primero en probar la sangre del aprendiz como Rey de los Dragones. - El nivel de las voces subió varios decibelios. Yo no entendía nada, Arco me había asegurado que no podría pasar por una ceremonia, que no podía tener un jinete. ¿Qué pasaba aquí?
- Arco... ¿qué? - empecé a decir.
- ¡Silencio aprendiz! - me gritó Dorc. - Arco, hijo de Calem. Reconocemos tu derecho a ser el primero en probar la sangre del aprendiz, colócate en el lugar de tu casa.
Arco ocupó el lugar que hasta entonces había estado ocupando el jinete. Luego el dragón extendió su mano y el jinete cortó su palma como a mí. Su sangre parecía que manaba de una manera extremadamente lenta, el sonido de las vibraciones que surgían de los jinetes se intensificó hasta hacerse insoportable. La sangré cayó al suelo y fue recorriendo el camino marcado a una velocidad rapidísima, casi no pude ver cuando tocó mi sangre pero al tocarse un espasmo agitó todo mi cuerpo, se puso rígido y casi caí al suelo por las convulsiones. Fue como si algo se abriese en mi mente, vi enfrente de mí a Arco impasible, mirándome mientras que dentro de mí se desataba un infierno. La extraña conexión que siempre había existido entre Arco y yo se expandió hasta abarcar toda mi mente, sentí sus latidos dentro de mí, sentí su mente dentro de la mía, recordé verle en el hospital, un bebé... era un bebé con segundos de vida.... Recordé verle cortar mi mano y unir nuestras sangres, recordé haber establecido la conexión que ahora habíamos reforzado. Recordé verle a mi lado durante toda mi vida, en el parque observándome mientras jugaba, en el colegio mientras miraba por la ventana, en el instituto mientras hacía deporte.... Siempre había estado ahí, a mi lado, observándome, protegiéndome.... Era él... mi principio y mi fin era Arco. Aquella fuerza que me transmitía mientras liberaba a las salamandras, mientras utilizaba mi conexión en las batallas, siempre había sido él. Arco, el Rey de los Dragones no podía tener otro jinete, no podía pasar por una ceremonia porque YO siempre había sido su jinete.
Caí al suelo de la impresión, no podía respirar ni moverme, los jinetes acudieron a ayudarme mientras que los dragones detenían a Arco que quería abalanzarse sobre mí... no podía respirar... me ahogaba....
- Jinete, tienes que aprender a controlarlo, mira dentro de ti, no dejes que te ahogue, tienes que.... - Dorc pronunciaba las palabras a mi oído.
Algo se desató dentro de mí, mi esencia surgió con fuerza atronadora inundando toda la sala con su oscuridad, y en mitad de ella me alcé, resurgí y volví a ponerme en pié. Había empujado a todos los jinetes y dragones fuera del círculo de dibujos excepto a Arco y a mí. Por fin lo sentía, era uno con él, él era mi cuerpo y yo su mente.
- Di tu nombre... - me dijo Arco caminando hasta ponerse delante de mí.
- Soy Senda, Jinete de dragón. - le dije.
- Eres Senda, Jinete Real, jinete del Rey Dragón - me contestó Arco asintiendo, hinqué una rodilla al suelo y mi brazo cruzó mi pecho en señal de lealtad al igual que el resto de los presentes en la sala.
- Majestad, viviré para serviros - dije, el Rey me dio la mano y la tomé, me hizo poner de pie.
- Te daré un presente, Jinete. Un presente que jamás ningún jinete ha recibido. - me dijo mientras me volvía y se colocaba detrás, me agarró de la cintura mientras me apretaba contra su pecho y cogió mi mano herida apretándola hasta que hizo manar de nuevo la sangre. - Draco hijo de Calem, te otorgo el derecho de probar la sangre del Jinete Real. - Los jinetes y los dragones exclamaron con sorpresa.
Por un momento vi la sorpresa en el rostro de Draco. Luego vi que Draco avanzaba hacia mí decidido y con su propia uña se hacía un corte en la palma, su sangre se derramó en el suelo, estábamos en el medio de la habitación y la sangre de Draco recorrió lentamente el camino desde el escudo Calem hasta donde estaba yo. Arco volteó mi mano y dejó que mi sangre cayese al suelo uniéndose con la de Draco. Aspiré fuertemente el aire al sentir como la conexión con Draco se hacía más precisa y clara. Draco volvía a tener un jinete... yo era ese jinete.
- Jinete de Dragones - dijo el Rey gritando. Todos gritaron lo mismo. Después de eso la oscuridad me poseyó.
Estaba en una sala completamente blanca, todo lo que veía era blanco, la sábana que me cubría era blanca excepto la ropa que llevaba, la ropa que llevaba era negra.... Me incorporé y comprobé que no sentía dolor, miré mi mano y no vi ninguna herida o cicatriz, me levanté y me dirigí hacia el espejo que sabía estaría en la habitación. Mi piel pálida relucía frente a mis oscuros ropajes.
- Te ves increíblemente hermosa - dijo una voz a mi espalda. Me di la vuelta lentamente para ver a Arco apoyado contra el ventanal.
- ¿Cómo tengo que tratarte?, ¿cómo rey, cómo esposo, cómo dragón o cómo mentiroso? - le contesté.
- Senda...
- ¡Me mentiste!! Todo este maldito tiempo me has mentido. - le dije con rabia - Siempre he sido tu jinete, desde que nací he sido un jinete. Nunca he tenido una oportunidad de elegir mi camino. ¡Elegiste por mí!!, me convertiste en esto!! - señalé mi ropa.
- No lo entiendes... - empezó a decir.
- ¿Qué no entiendo?, ¿cómo me has utilizado??? - volví a gritar.
- Senda... desde tu concepción, tu existencia fue convulsa en el mundo. Vigilé a tu familia, a tu madre, la protegí para que lo que llevaba en el vientre fructificase. Tu nacimiento trajo consecuencias en todos nosotros, tu esencia era demasiado poderosa para obviarla, sabíamos que existía un gran poder, un poder que en manos de los monjes les otorgaría la victoria que anhelaban. No podía dejar que lo tuviesen, aunque eso significase destruirlo. Lo que nunca imaginé fue que cuando te cogí en brazos tras sacarte del vientre de tu madre ibas a robarme el corazón como hiciste. - Se levantó y caminó hacia el ventanal - Nuestra primera idea era matar a tu madre, que pareciese un mero desenlace, ¿quién podría saberlo?, una mujer desangrada en el parto, muchas veces ha ocurrido. - Le miré sorprendida - Tilly tenía la aguja apuntando a la yugular de tu madre, a escasos milímetros de su fin, estabas en mis brazos, antes incluso de que tu madre pudiese sujetarte yo te abrazaba. Eras maravillosamente pequeña y maravillosamente hermosa. Tu madre te reclamaba con pasión, eras amada... igual que yo te amaba... y solo por eso tomé la decisión de dejarte vivir una vida normal con tu familia. - Se pasó la mano por la cabeza - Pero tu esencia era como una estrella en una noche con sin nubes, poderosa, deslumbrante... Tilly pinchó tu pequeña palma con aquella aguja destinada a matar a tu madre y luego hizo lo mismo con mi dedo, extendí mi dedo hacia ti y me lo cogiste.... La ceremonia se completó y yo... te juro Senda que por primera vez me sentí completo. Como si hubiese esperado ese momento los milenios que había vivido. - Se dio la vuelta hacia mí - Ocultarte lo que había ocurrido fue sencillo, aprendí a bloquear mi mente en aquellos meses, pero la conexión siempre estaba allí, tú misma la sentiste. No solo pude ocultarte la relación que teníamos, también fue más fácil ocultarte del resto del mundo. Opaqué el brillo de aquella estrella el tiempo suficiente para que crecieses, sin embargo solo era momentáneo. Cada vez que te enfadaba tu luz volvía a refulgir, hasta que no pudimos ocultarte más y te reclamamos. Te convertí en aprendiz para que pudieses aprender aquello para lo que llevabas destinada toda la vida. - Me miró intensamente - Mi único pecado ha sido amarte, amor mío. Amarte desde el primer soplo de tu vida. Solo pude darte una vida humana aquellos pocos años, pero no me arrepiento de tenerte a mi lado ahora, de poder reclamar aquello que estos años he soñado con que se supiese: que eres mía, eres mi jinete, mi alma... mi mente. - Se acercó a mí y me cogió de los hombros - Solo te pido que intentes comprender mis acciones. Te lo suplico.
Me solté de él y caminé hacia el otro lado de la habitación, cada palabra que me había contado sabía que era cierta, la conexión abierta hacia que lo viese por él, los recuerdos.... Ahora entendía por qué conocía a Tilly, de qué me conocía la vieja a mí.
- Solo te pido tiempo - él me abrazó por detrás.
- Lo tendrás, lo que necesites... Te tengo por fin conmigo, es lo único que me importa, seré paciente. - Me prometió.
- ¿Cómo es que Draco pudo probar mi sangre? - noté como una llamarada de celos surgía de él.
- Cuando reclamaste al dragón tu conexión fue increíblemente fuerte, sabía que tu mente soportaría ser jinete de dos dragones, solo quise darte aquello que ansiabas.
- No te gusta...
- ¿Compartir mi jinete con otro dragón?, no.... A pesar de ser alguien como Draco... los celos me consumen. Me acostumbraré, se que él es importante para ti.
- ¿Dónde está?
- Afuera esperando...
- ¿Él sabe....? - me refería a que siempre había sido su jinete.
- No.... Nuestra conexión es única para los dos, eres mi jinete... pero yo si puedo ver y sentir la conexión que tienes con Draco - dijo como advirtiéndome. Asentí y me dispuse a irme.
- Senda.... - le miré con la mano en el picaporte - te amo, siempre te he amado. Dame una oportunidad.
Lo peor de todo es que yo también sabía que le amaba, desde aquella mirada en el andén del metro sabía que le amaba.... Me había entregado a él en las montañas porque sabía que nunca habría otro como él, sabía que moriría por él, que moriría sin él.... Se acercó a mí como un león a punto de atacar, se paró a dos pasos de mí para darme tiempo a rechazarle, yo acorté el espacio entre los dos y le besé. Jamás había sentido esa comunión con otra persona, decidí en ese momento que estaba en el lugar correcto, Arco era mi pasado, mi presente y ahora mi futuro. Apoyé mi cabeza contra su pecho.
- ¿Y ahora qué? - pregunté.
- Nos aguardan muchas cosas, querida mía, un gran futuro se abre ante nosotros. - me dijo. - Pero antes... tengo que presentar al Reino al Jinete Real.
Salimos juntos y nos dirigimos a la gran explanada, en el camino Draco nos interceptó y se puso detrás de mí. Le dirigí una breve mirada y asintió en mi dirección lentamente. No hacía falta hablar, todo lo que sentía en mi interior me decía que había hecho lo correcto.
En la explanada nos esperaban los nuevos jinetes, Tarnan vestido de negro dio un paso hacia nosotros y nos saludó con el saludo protocolario, a su lado un gran dragón hizo lo mismo. Príus un poco más allá repitió el mismo gesto, guiñándome un ojo rápidamente y arrancándome una disimulada sonrisa. Pude ver a los demás jinetes, antes aprendices y distinguí entre ellos a todos mis amigos, todos se habían convertido en jinetes. El Rey se transformó en dragón extendiendo su ala hacia mí y por primera vez, desde aquello días en que volé con él cuando me salvó de las salamandras y me llevó al Reino de los Dragones, subí por su ala y cogí sus crines negras. Escuché la voz del Rey en mi mente. Extendí mi brazo en un perfecto semicírculo y dije.
- ¡Enlazad!
El Rey izó el vuelo seguido de Draco y detrás los nuevos jinetes con sus dragones escoltados por los demás jinetes y dragones. Era nuestro primer vuelo como jinetes. Era el primer vuelo del resto de nuestras vidas.
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