Capítulo 46
Pusimos rumbo al Mar Negro, según la mitología el Vellocino estaba en el reino de Cólquida, lo que se conocía hoy en día por Georgia, uno de los países que estaban rodeando el mar. Eetes era su rey y mantenía el vellocino en un árbol custodiado por una serpiente que según lo que me dijo Garrick era un dragón. Según los recuerdos de Slar el vellocino estaba en un viejo robledal, esto me cuadraba porque el vellocino se había clavado a un árbol en un bosque consagrado al Dios Ares. Mi idea era sobrevolar el país en busca de robledales y ver si podíamos obtener más pistas sobre esto. Teníamos que empezar por algo...
Volamos durante el día y aterrizamos en unas montañas a dormir y cenar la comida que traíamos. Volar en el mundo de los humanos era cansado, había que ascender y descender constantemente. Afortunadamente con mi conexión me era fácil averiguar cuando venía un avión o cuando había vida en una montaña sobre la que sobrevolásemos. Al aterrizar los dragones no cambiaron de forma y Draco me avisó que irían a cazar por ahí, yo sabía que un dragón era capaz de de comer animales como una oveja o una vaca y alimentarse en su forma de dragón pero nunca lo había visto.
- ¡Puaj! ¿van a comerse una vaca viva? – preguntó Moria con asco al verles volar.
- Espero que primero la maten – hablé. Saqué mi comida de la mochila.
- No creo que se me diese bien ser dragón – dijo Príus. Tarnan seguía mirando por donde se habían ido.
- ¿Seguís enfadados Draco y tú? – me preguntó.
- ¿Qué??? ¿cómo....? - A veces se me olvidaba la conexión tan fuerte que había entre los dos.
- ¿Qué os ha pasado? – preguntó Luca que hasta entonces había estado callado.
- No me apetece hablar de eso... - dije y me arrebujé en mi chaqueta buscando un poco de calor.
- Pues espero que lo arregléis pronto – dijo Príus de nuevo – no hay nada peor que un dragón enfadado.
Suspiré para mí pero sabía que tenían razón... terminamos de comer y vi que Draco y los demás habían vuelto, estaba atardeciendo y quedaba poco para el anochecer.
- Haré caso de tu consejo Príus, hablaré con él... Intentad dormir lo que podáis, mañana también será duro – miré a Moria que se había quejado de lo incómodo que era volar en dragón. Los demás asintieron y me dijeron adiós.
Me acerqué a los dragones, y me puse al lado de Draco tocándole el cuello.
- Draco... ¿podemos hablar? – le pregunté, un gruñido salió de su pecho y me quitó la cara – Por favor...
Estábamos cerca del precipicio por lo que me empujó con su cabeza hasta el borde y me dejó caer, le vi lanzarse y simplemente esperé a que igualase mi velocidad y me agarré a sus crines, bajamos volando unos metros y se convirtió en semihumano cogiéndome en brazos. Aterrizamos en un bosque de frondosos árboles donde no parecía que hubiese llegado nadie en mucho tiempo. Todo lo que me rodeaba tenía ese aspecto de enfermo que acompañaba al mundo de los humanos, lo miré todo con disgusto, incluso aquí había llegado su podredumbre.
- Habla – me dijo un Draco con los brazos cruzados sobre el pecho. Le miré sorprendida, ¿habla???, ¿Yo?????
- ¿Yo???? Fuiste tú el que te acostaste con la perra del averno – le acusé.
- Y tú la que casi la matas, estrujándola como si fuese un limón. – me dijo, se acercó a mí hasta que se quedó enfrente, seguía con los brazos cruzados. – Solo quieres hablar porque temes que la convivencia se resienta, no porque quieras arreglarlo.
Me di la vuelta y levanté los brazos en alto y luego me volví hacia él.
- ¡Te acostaste con ella!, ¡te la tiraste!!!!, ¡me traicionaste!, ¿qué quieres que arregle??? – le grité. Draco me cogió por los brazos.
- Nunca me acosté con ella, ¡maldita sea niña!, si no hubieses cortado nuestra conexión te lo hubiera mostrado. – me soltó furioso. – Pero como siempre, juzgas primero y luego buscas las pruebas.
- ¿Qué pruebas?, ¡estabas desnudo! Y ella salía de tu habitación con ese aire de suficiencia en su rostro.
- Abre la conexión Senda – volvió a decirme enfadado.
Esta vez le hice caso y volví a establecer la conexión entre nosotros, en seguida pude ver los recuerdos con los que me bombardeaba el dragón. Vi como se levantaba por la mañana y llamaban a su puerta, allí estaba Joan insinuándose de todas las maneras posibles, vi como Draco la echaba con cajas destempladas y se metía en la zona de aseo para lavarse, luego salió y me vio a mí y que le miraba con cara de enfado, intentó correr detrás de mí pero lo dejó al ver que había cortado la conexión, le vi gritar agónicamente en su mente al enterarse. Me quedé parada intentando asimilar lo que había hecho...
- Lo.... Lo siento... tienes razón, no debí juzgarte... Yo... me puse muy celosa al ver que la preferías a ella que a mí – me senté sobre una piedra abatida. – Había intentado no entrar en su juego pero cuando la vi salir de tu habitación yo.... Supongo que perdí el poco razonamiento que me quedaba.
- Me eligió porque sabía que te haría daño, pequeña. Pero no entiendo cómo pudiste pensar por un momento que yo te haría eso a ti... - me dijo acercándose.
- Pues... porque... yo... porque yo.... Ella...
- Senda... - repitió mi nombre.
- ¡Porque no me debes nada! Porque solo te reclamé, solo establecí contigo esa conexión, pero la ceremonia.... Vosotros dijisteis que unen la sangre del jinete y del dragón ¡y yo no tengo eso contigo!!! ¡Me lo dijisteis!!! Y yo tendré a otro dragón que no serás tú, ¡porque tú ya fuiste de otro!!! – enterré mi rostro en mis manos – Ella lo sabe, sabe que tú fuiste de otro jinete, que solo eres un dragón reclamado y que puedes cambiar tu lealtad cuando quieras.... – las lágrimas acudieron a mí.
Draco me levantó de donde estaba sentada y me abrazó posando su cara sobre mi cabeza.
- Creí que teníamos esa parte superada, pequeña... - suspiró.
- No quiero ser un jinete... no quiero tener otro dragón, ya tengo un dragón y quiero que sea mío para siempre.
- Soy tuyo pequeña, lo sabes, soy tuyo para siempre – hizo que le mirase y me secó las lágrimas con sus dedos. – Reconozco que yo también estoy celoso.
- ¿Celoso?, ¿de qué? – le miré sorprendida.
- De dragones como Slar que van diciendo por ahí que les gustaría ser tu dragón, o como los cinco dragones que tenemos de compañía que cada vez que me doy la vuelta te rondan como si quisieran devorarte. Puede ser que sea tu dragón pero tienes razón, solo soy un dragón reclamado y no soporto ver cómo desean los demás lo que yo tengo.
- Tú sabes que no quiero reclamar más dragones, ¿verdad?, y mucho menos a Slar... me daría un infarto si le viese desnudo... - Draco se rió con una gran carcajada.
- También podría hacer algo similar a lo que le hiciste a Joan – me miró divertido.
- Se lo merecía, nadie toca a mi dragón ni a mi marido... la aguanté demasiado, debí hacerlo el primer día.
- Teníamos que haber hablado antes, pequeña, tenemos tendencia a dejar nuestros problemas sin resolver y no me gusta, no me gusta cuando no estamos en sintonía.
- ¡Pero si te encanta regañarme!, creo que por eso discutimos tanto – le abracé y apoyé mi cabeza sobre su pecho.
- No sabes la falta que me hacía esto, tenerte otra vez así... Te he echado de menos, pequeña. – permanecimos abrazados un rato hasta que él se separó - Bueno, volvamos, tenemos que dormir para ver si encontramos ese vellocino.
- De acuerdo – echamos a andar para ir hacia un claro y poder volar, pero me paré – Draco... ¿está mal quererte para mí y no dejarte estar con nadie?, yo tengo a Arco pero tú no tienes a nadie.
- Te tengo a ti, no necesito a nadie más, te lo dije una vez y te lo vuelvo a repetir. Te entregué mi corazón hace mucho tiempo, no necesito volver a tener familia ni pareja, eso ya lo tuve, ahora solo te necesito a ti – Me volvió a abrazar y me dio un casto beso en los labios, puse mis brazos en su cuello y continué el beso. Fue un beso extraño, no apasionado y ardiente como cuando besaba a Arco con el corazón desbocado, sino dulce, tierno... él se separó y me sonrió y luego me besó la frente. Me cogió de la cintura para salir volando.
Llegamos donde estaban los demás preparándose para dormir. Extendí mi estera y preparé mi manta, Draco hizo lo mismo y se tumbó a mi lado. Los otros dragones habían calentado piedras con su aliento por lo que la fría noche no nos molestaría. Apoyada en el brazo de Draco como almohada me quedé dormida.
-.-
Amanecería dentro de poco, Draco abrió los ojos y miró a su alrededor, los aprendices estaban durmiendo sin problemas así como los dragones sin jinete, todo estaba en calma. Se fijó en el revoltijo que tenía a su lado, Senda dormía pacíficamente pegada a su cuerpo buscando su calor en la fría noche. Tenía apoyada su mano en el abdomen y recorrió con ella el cuerpo de la joven, sus muslos bien torneados, su vientre plano, su pecho formado... Dio un suspiro y se levantó, tapó lo mejor que pudo al aprendiz que quedó envuelta en las mantas y salió al exterior.
- ¿Te preocupa algo, Draco? – le preguntó el viejo dragón que hacía guardia.
- No lo sé... - dudó Draco – quizá no sea nada.
- ¿Estás preocupado por el pequeño aprendiz?, ¿por cómo será tu relación con ella cuando pase por la Ceremonia?
- ¡Vaya!, sí que soy obvio – admitió Draco sonriendo de medio lado.
- La pequeña te quiere... no deberías preocuparte mucho. Ya ves cómo corre detrás de ti cuando te enfadas con ella. Ojalá nosotros tuviésemos la oportunidad que te han otorgado, Draco. – dijo el dragón mirando al horizonte.
- Mi pequeño aprendiz es especial, eso lo sé – dijo Draco sentándose cerca del otro dragón.
- La mayoría de los dragones reclamados acaban siendo meros perros de sus nuevos jinetes y lo sabes, se sienten felices antes una caricia o un poco de afecto, pero saben que para un jinete lo primero será su dragón. Tú tienes suerte con ella – dijo señalando al interior de la cueva.
- Lo sé... tengo suerte, supongo que eso cambiará cuando pase por la ceremonia – dijo Draco y se pasó la mano por la cara como quitándose malos pensamientos.
- Tu problema es que la amas demasiado, Draco. Te entregas en cuerpo y alma a tus jinetes. Aquel enclenque que tenías por jinete es la prueba.
- No sigas por ahí – gruñó Draco.
- Era buena persona, pero nunca fue brillante y lo sabes. Tú eras el mejor dragón de todos nosotros, has sido un gran guerrero, un auténtico maestro, pero aquel jinete era un lastre para ti. Le mantuviste con vida demasiado tiempo.
- Era un buen hombre – dijo Draco – no hables así de él.
- Ya te digo que no te lo discuto, pero no era el apropiado para ti. Y tú lo amabas con aquella intensidad, perdonándole todo, protegiéndole de todo... Pobre diablo, ansiaba todo lo que tú tenías, familia, amigos, reputación... Le tuviste a tu lado todo el tiempo, otorgándole su lugar frente a cualquiera que quisiera hacerle daño.
- He dicho que pares... - advirtió el dragón enfadado.
- Cuando vuelas con ella es distinto, ¿verdad?. – volvió a señalar al interior de la cueva – Todos podemos verlo, refulgís en el cielo como la estrella de la noche. Voláis como el cometa que cruza la mañana. Vuestras decisiones son unísonas, terribles si precede... Y ella... esa pasión que siente por ti, lo vemos en cada poro de su ser, cuando vuela contigo es feliz... Te envidio... Sus conexiones son como delicados toques de una mariposa, debe ser hermoso estar conectado a ella todo el día.
- Sí que lo es – asintió Draco – Y tienes razón, no he tenido nada igual que lo que tengo con ella. Pero como dices tú... solo soy un dragón reclamado. – Se apoyó en una roca y miró cómo esclarecía la noche. – Me la arrebatarán, me la quitarán... - dio un puñetazo en la piedra.
- ¿Crees eso, amigo mío? – le preguntó el otro dragón – Mírala bien, incluso desde aquí veo cómo te busca, se retuerce en sueños porque no te toca. – Draco miró para el interior de la cueva, Senda efectivamente había sacado un brazo y lo estiraba hacia dónde él había estado hacía poco tiempo. – Incluso con todo el amor que siente por el Rey, te busca... No te trata como a un dragón reclamado, no eres un mero perro para ella... Mírala, buscándote, ansiándote... Mi jinete hacía lo mismo cuando le abandonaba en la noche, veía cómo me buscaba. Aquellos fueron buenos tiempos, tiempos felices. – El viejo dragón suspiró – Cuando ella vuela con nosotros el dolor desaparece, pero tú amigo mío, ¿cuánto tiempo hace que no sientes ese dolor? – Draco se quedó mirando al otro dragón, desde que Senda había aparecido en la dragonera aquel día no había vuelto a pensar en su jinete con nostalgia, con dolor. – Ojalá estuviese en tu lugar Draco.
- Dejémoslo, es hora de despertar a nuestros durmientes – se levantó y fue caminando hacia el interior de la cueva.
- Protégela, son muchos los que se pueden volver locos con su presencia.
- Espero que no sea una amenaza, amigo mío.
- No es una amenaza, Draco, pero es una realidad.
Draco volvió a tumbarse al lado del aprendiz, se apoyó en su codo mientras la miraba y la sacudió levemente para despertarla.
- Venga pequeña, está amaneciendo, tenemos que ponernos en marcha.
- Draco... estás helado... - le dijo la joven.
- He estado fuera de la cueva – vio que abría los ojos y se los frotaba, sonrió ante el gesto tan típico de ella, luego le miró.
- ¿Está todo bien? – le preguntó preocupada.
- Mientras que esté a tu lado, todo irá bien – le respondió el dragón. La joven sonrió todavía con sueño.
- Entonces, no te separes de mí nunca – se apoyó en el pecho del dragón un momento – Pongámonos en marcha – bostezó – hoy deberíamos alcanzar la costa del Mar Negro.
- Senda... - empezó a decir el dragón.
- Dime – preguntó ella mientras se estiraba.
- Nada, no es nada. – repuso el dragón.
La joven se levantó dejando al dragón tumbado en el suelo, empezó a llamar a los otros para despertarles. Luego se quedó parada enfrente de él y le tendió la mano, el dragón se la cogió y se levantó envolviéndola en un abrazo, ella le abrazó por la cintura y levantó su rostro hacia él.
- Draco, soy feliz teniéndote por dragón – le dijo la niña. Este besó la frente de la chica.
-.-
El segundo día seguimos volando entre las montañas y sorteando las ciudades de los humanos, alcanzamos nuestro destino y atravesamos el Mar Negro llegando a Georgia. Afortunadamente no era un país sensiblemente industrializado como otros por lo que la presencia de artefactos humanos era menor. Mi primera opción era recorrer los robledales cerca de la orilla del mar, Jasón había llegado a Cólquida en Argo, un barco medianamente grande, debían haber atracado en algún punto de la costa y haberse adentrado en el interior. Según el libro que me dio Garrick no había pasado mucho tiempo antes de encontrar el lugar donde los dos toros protegían el vellocino y donde finalmente consiguió uncirlos.
Aterrizamos en un bosque de pinos y separé al equipo.
- Iniciad la búsqueda, seremos menos visibles si vamos de forma individual, un aprendiz con un dragón. Intentad pasar desapercibidos entre los lugareños y si encontráis alguna señal de que haya existido o vivido algún dragón avisadme.
Una vez que acordamos el trabajo de cada uno remontamos el vuelo. Draco y yo nos dirigimos al norte, a una montaña llamada en la actualidad Ushba, intentaba seguir mi método de escanear las rocas en busca de vibraciones. Aterrizamos entre nieve y piedras y empecé a trazar un mapa según las tocaba. Draco mientras tanto se sentó cómodamente y esperó paciente hasta que terminé.
- ¿Tienes algo? – me preguntó.
- Nada....
- ¿Algo que te diese Slar? – se refirió a la información que me proporcionó.
- No, no ha despertado nada... ningún recuerdo, sensación... nada. – me froté los ojos - ¿y tú?
- Poco se sabe del vellocino, los humanos poseen más información que los dragones – fui hacia él y me senté entre sus piernas, tirando mi tronco hacia atrás hasta tocar su pecho, el me abrazó acomodándome entre sus brazos.
- Mmmnnn.... Deberíamos bajar un poco hacia Svanetia, quizá encontremos algo más.
- Lo que quieras, pero no te preocupes tanto... nadie lo ha encontrado antes y han pasado por la ceremonia.
- Lo sé... pero Rico me dijo que nos habían dado esta búsqueda debido a mi conexión y a ti, no sé... me gustaría demostrar que somos capaces.
- De acuerdo, iremos donde digas y haremos lo que quieras – me besó el cuello - ¿vale?.
- Sí... me gusta cuando te pones en ese plan tan mono – me levanté y le tendí la mano, luego me quedé pensando – dijiste que los humanos saben más que nosotros, ¿no?
- Sí, eso he dicho.
- Preguntémosles... a los humanos digo.
- ¿Y cómo planeas hacer eso? – me preguntó Draco sorprendido.
- Fácil... solo hay que buscar en Google.
- ¿En qué?
Salimos volando en dirección a una de las ciudades bajo la montaña, allí vi lo que andaba buscando, un café net. Afortunadamente había sido previsible y me había traído mis documentos humanos, no hizo falta más que una tarjeta de crédito para tener acceso a un ordenador, desde él llamé a mi madre por Skype.
- Senda, cariño, qué alegría verte!
- Gracias mamá, te echo de menos... y a papá y a todos – le dije – Pero te llamo porque necesito ayuda, ¿puedes hacerme un favor?
- Claro mi niña, ¿qué necesitas?
- Me gustaría que me dieses el nombre y la dirección de un experto en mitología griega, concretamente en el Vellocino de Oro, ya sabes, Jasón y los Argonautas y tal. – Mi madre era profesora en la universidad, conocería a alguien que con un poco de suerte conocería a alguien también.
- Hija, qué cosas me pides...
- Por favor mamá, pregunta entre tus conocidos en la universidad, no me importa dónde esté, solo necesito el nombre.
- De acuerdo, supongo que Bill el de Culturas Antiguas podrá ayudarme con esto. Le llamaré, ¿me das una hora?.
- Claro mami, llámame con lo que tengas. – Colgué y me quedé mirando la pantalla del ordenador.
- No me acostumbro a lo humanos – dijo Draco sentado en la silla que tenía al lado.
- A mí también me empiezan a desagradar, si te soy sincera – le dije – son sucios, caducos...
- Antiguamente era más fácil tratar con ellos, eran más como nosotros – rememoró el dragón.
- Mmmnnn... veo en el aire una buena historia que me vas a contar....
- Nada de historias, pequeña – me dijo frunciendo el ceño.
- Vengaaaaa..... no me digas que no te liaste nunca con una humana.
- Mi vida amorosa es algo que no te incumbe, niña, y mucho menos te voy a contar mis andanzas - dijo mientras miraba al frente.
- ¿Andanzas? Ósea que hay varias historias... - dije emocionada – Venga, ¿con quién te enrollaste?, ¿una princesa del Medievo?, ¿una esclava romana?, ¿una mujer azteca????, dame una pista.... – le supliqué mientras me reía.
- Céntrate en la búsqueda – me advirtió.
- ¡Y eso hago!, están recorriendo el país en busca de robledales y yo estoy sentada contigo enfrente de un ordenador en mitad de la nada en busca de un experto en mitología clásica, ¿qué más puedo hacer?. Además.... Tendré que matar el tiempo con algo, ¿no?, cuenta... ¿quién fue la primera? – le volví a decir.
- No te contaré nada... - dijo cerrando los ojos y recostándose para atrás.
- También puedo utilizar nuestra conexión, bucear en tus recuerdos y sacar a la luz tus historias más sórdidas – le dije mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.
- Inténtalo si quieres – me invitó. Me centré en su mente y volé a través de la conexión hasta él, una oleada de pensamientos me invadió, pero antes de que pudiese buscar nada empecé a ver imágenes de Draco y yo desnudos teniendo sexo. Di un respingo y me caí de la silla.
- ¡Argghhhh! ¡Draco qué asco!!! ¡Eres un capullo!!! – Draco soltó una gran carcajada.
- Eso te pasa por meter tu nariz donde no te llaman. – continuó riéndose.
- Serás infantil... - mi madre me devolvió la llamada en ese momento.
- Hola cariño, ¿qué te pasa que te veo toda roja? – me preguntó mi madre.
- Nada mami, nada... - miré furibunda a Draco que continuaba riéndose por lo bajo - ¿has encontrado algo?.
- Dr. Douglas Campbell, es el nombre que me ha dado Bill. Es profesor de Arte Griego y Arqueología en la Universidad de Edimburgo. – me dijo mi madre.
- Druidas – dijo por lo bajo Draco – No hay que relacionarse con los druidas.
- Eh... vale. Gracias mamá, te debo una.
- Esto... cariño, ¿no tendrá algo que ver con...?
- Mami, mejor no comentes nada. Dile a papá que le quiero y dales muchos besos y abrazos a los demás. Volveré pronto, ¿vale?
- Muy bien mi niña, cuídate mucho.
Cortamos la conexión y me quedé mirando a Draco.
- Nos vamos a ver druidas....
- No me gustan los druidas – repitió Draco.
- Venga ya... son cosas del pasado, gente con hoces de oro cantando a los árboles y demás, si te pones casi los precursores de los hippies. – le dije.
- No sé quiénes serán esos hippies de los que hablas, pero si son la mitad de fieros que los druidas tendremos un problema.
- No será para tanto – dije yo, aunque no lo tenía tan claro. – Dejaremos a los demás seguir buscando la arboleda y tú y yo nos iremos a Escocia a ver a ese profesor. Volvamos con ellos para comentarlo.
- Los druidas no son de fiar, pequeña, son igual de malos que las lagartijas.
- No todos los que viven en Escocia son druidas Draco, puede que incluso no sea ni escocés.
- Los Campbell fueron un clan poderoso en su momento, el condado de Argyle fue una tierra llena de druidas y de misterios, incluso para los dragones.
- Vale, iremos con cuidado, ¿de acuerdo?. – Dije para calmarle.
Volvimos con los demás y di las órdenes oportunas, Tarnan no estaba convencido de perderme de vista pero el libro que me había dado Garrick no era suficiente para desentrañar la localización del vellocino, necesitábamos a alguien que lo interpretase, ¿y quién mejor que el mayor experto en el mundo?
- Druidas – dijo otro de los dragones – Los druidas no son de fiar.
- Ya estamos – puse los ojos en blanco – De verdad, ¿qué os pasa con ellos?
- Protege bien a la Reina, Draco. Iréis a una tierra de insondables peligros. – Nos advirtió, vi que Draco asentía seriamente.
- Estamos hablando de Escocia, no de la jungla del Amazonas.... Como no te maten a whisky y haggis... Bueno, ¿queda todo claro?. Tarnan al mando, los demás ya sabéis qué hacer.
Draco y yo salimos volando, estaba atardeciendo cuando nos pusimos en marcha, ya pararíamos cuando se hiciese de noche. Llegamos hasta Italia con noche cerrada y nos paramos en los Apeninos para descansar. Encontramos una cueva y antes de convertirse en humano Draco calentó unas cuantas piedras para pasar la noche, luego volvió a su forma humana. Comimos algo y me apoyé en él como si fuese un cojín, con las piernas recogidas y mi espalda apoyada contra su abdomen, él como siempre se puso a jugar con mis mechones de pelo.
- ¿Qué lees? – me preguntó al verme con un libro – Ese no es el libro del vellocino.
- No, Garrick me dio otro libro, lo escribió un tal Fineas, uno de los primeros jinetes, habla sobre los originales.
- ¿Algo interesante?
- Sí y no... habla sobre los originales como si fuesen dioses, vivía para ellos, les servía... Si tenían el tamaño del que yo vi en mis sueños....
- No debían ser tan grandes, los originales como nosotros crecemos según avanza el tiempo, pero el que queda ha tenido mucho tiempo para alcanzar el tamaño que tiene.
- No te puedes imaginar qué tamaño... - un escalofrío recorrió mi columna, Draco se incorporó un poco y me besó en el hombro.
- Estoy aquí... ¿de acuerdo? – asentí y volví a posar la cabeza en su cuerpo.
- Aquí dice que aparte de los humanos se mezclaron con otros seres... ¿sabes algo?
- Leyendas, el nacimiento de las salamandras, lagartijas y varanos.
- Ósea que todos provenimos de los dragones originales.
- Ellos y más seres – me dijo.
- ¿Qué más seres? – pregunté extrañada.
- Otros seres, hay algunos que viven en el mar, en las profundidades. Allá donde vamos encontraremos a uno de esos seres, hay un lago en el que le gusta descansar.
- ¿Te refieres al monstruo del Lago Ness? – me incorporé y le miré alucinada - ¿Nessy es un dragón????
- Similar, más parecido a los varanos que a nosotros. No puede transformarse y su mente es limitada como la de los varanos, pero tiene la misma envergadura que nosotros aunque no pueda volar.
- ¡Guau!, ¡existe!!! – me volví a recostar - ¿crees que podremos verle?
- Esa curiosidad que siempre nos mete en líos.... – me dijo Draco tirándome del pelo suavemente.
- Draco... aquí dice que hubo una especie de guerra civil entre los originales que se mezclaron con los humanos y los que querían seguir siendo puros. – le dije al continuar leyendo.
- Las grandes batallas de Madama, sangrientas, cruentas....
- ¿Qué pasó?
- Es poco lo que sé pequeña, sucedió hace demasiado tiempo, el hombre emergía en la tierra y los dragones pelearon por su existencia, unos a su favor, otros en contra. Las batallas fueron tan grandes que dejaron la tierra estéril, incluso ahora se puede ver todavía dónde ocurrieron.
- ¿Dónde?
- Al sur de aquí, al otro lado del mar, creo que lo llamáis África.
- Espera... ¿tierra estéril?, ¿África?, ¿te refieres al desierto del Sahara????
- Fueron grandes batallas – volvió a repetir Draco, yo seguía alucinada.
- Jo... me pongo a hablar contigo y me doy cuenta que todo en lo que creía era mentira...
- Los humanos son buenos en tergiversar la historia, pequeña.
- Uuuuaaaahhhh, demasiados buenos por lo visto.... tengo sueño, dejemos esto para mañana – dije mientras bostezaba.
- De acuerdo, durmamos un poco – dijo Draco. Me abrazó y me acomodé entre sus brazos.
- Buenas noches, dragón – le dije. Me dio un beso en el nacimiento del pelo.
- Buenas noches, mi Reina – me dijo.
El día llegó y nos pusimos en marcha, al final del día llegamos por fin a Edimburgo. No podíamos presentarnos con nuestro aspecto por lo que convencí a Draco de ir a una tienda pequeña a por ropa normal. Me compré unos vaqueros, una camiseta y un plumas corto para protegerme del frío, mis botas grises iban bien con el conjunto por lo que me las dejé, finalmente me recogí el pelo bajo un gorro de lana y me envolví el cuello en una bufanda para que se me viese lo menos posible la cara. Draco fue más difícil de vestir, cualquier cosa que se pusiese destacaba. Unos pantalones negros, una camiseta con una barbour, sirvieron de base, en la cabeza le puse una gorra y un grueso pañuelo al cuello.
- Maldita sea Draco, estás imponente – era imposible ocultarle – Deberás ir así, no podemos hacer más.
- Entonces deberías taparte la retaguardia, pequeña – me dijo con sorna.
- Deja de mirarme el culo, degenerado. – le dije riéndome.
Pasamos la noche en un hotel humano cerca de la universidad, me molestaba todo aquello, el agua, el aire, la gente... Otro problema añadido era cómo nos miraban por la calle, por un momento pensé en Joan, ¿cómo conseguiría que no se le quedase la gente mirando?. Al día siguiente llegamos andando a la universidad con nuestras ropas humanas. Entre el gentío de los estudiantes pasamos desapercibidos. Fuimos directos al departamento de Arqueología y preguntamos por el Dr. Campbell a una secretaria regordeta que estaba detrás de un alto mostrador.
- ¿Tienen cita?, el Dr. Campbell no atiende a nadie sin cita – nos dijo una 'Doris' según la placa de su pecho. Miré a Draco significativamente y luego a la mujer. Draco hizo una mueca de desagradado y se quitó la gorra, la mujer se quedó sin habla ante él.
- Quizá podrías hacer una excepción esta vez, ¿no humana? - ¿humana???? Yo le mato!!!!
- Eh... eh.... Sí... le llamaré – acertó al decir el nombre del profesor pero lo demás fueron incoherencias mientras Draco la miraba como si mirase un pastel. Finalmente el profesor accedió a vernos.
- Gracias bella flor – dijo Draco, por un momento pensé que la mujer se desmayaría. Quizá fuese útil ese dragón.
- ¿Bella flor? – susurré, Draco me empujó hacia el interior del despacho.
Entramos en un despacho atestado de libros y antigüedades arqueológicas, el Dr. Campbell se hallaba dándonos la espalda mientras colocaba un libro.
- ¿Dr. Campbell? – le llamé. El profesor se dio la vuelta pero al vernos desenvainó un largo cuchillo que llevaba en la espalda y fue directo a atacarnos, solo dijo una palabra.
- ¡Dragones! – mi esencia surgió de mi mano y atrapó al humano contra la librería con un seco golpe, su boca quedó bajo mi esencia sin poder emitir ruido.
- ¿Está bien Dr. Campbell?, he oído un golpe – se oyó a Doris del otro lado, le hice un gesto para que no intentase moverse y miré a Draco que entreabrió la puerta.
- Lo siento Doris, se me ha caído un montón de libros al suelo, ya los recojo, mi amiga está ahora hablando con el profesor y no quiero molestarles.
- Puedo ayudarte yo si quieres – dijo la mujer con doble intención.
- Quizá más tarde Doris, ahora no puedo entretenerme – Draco cerró la puerta con cuidado y me miró asintiendo para decirme que se había ido.
- Bueno, Dr. Campbell, tenemos dos opciones: podemos hablar tranquilamente, para lo cual puedo retirar mi esencia y así tener una conversación civilizada... O... puede intentar atacarnos de nuevo, y esta vez dejaré que mi amigo le destripe y se coma su hígado, lamentablemente no creo que se le regenere como a Prometeo, ¿verdad? – el académico hizo un gesto imperceptible y retiré mi esencia poco a poco vigilándole por si volvía a atacar.
- Jamás creí que vería pisar a unos dragones en mi despacho.
- Por lo visto sabe quiénes somos – dije – Así que usted debe ser un druida. – Sentí como Draco hacía un ruido de desaprobación.
- ¿Qué queréis? – preguntó el profesor todavía pegado a la pared.
- Su ayuda, por supuesto.
- ¿Vais a matarme? – preguntó asustado.
- Eso depende de su respuesta – le dije. – Has sido usted el que nos has atacado.
- Mi padre siempre me dijo que un dragón muerto era un dragón seguro. Sois los primeros que veo – nos aseguró. Volví a mirar a Draco.
- Entonces será mejor que hagamos las presentaciones, ¿no?. Podrá morir en los próximos cinco minutos, pero... al menos morirá con educación. Draco – dije señalando a mi dragón – y yo soy Senda y usted es el Dr. Douglas Campbell, ¿no es así?.
- Sí – se puso en pie y acomodó sus ropas – Sois tal y como cuentan las leyendas... - entrecerré los ojos.
- Creo que no me gustará escuchar esas leyendas.
- ¿Qué queréis de mí?, necesitáis ayuda... pero no traicionaré a mi pueblo. – dijo con fervor.
- Su pueblo, profesor, está a salvo hasta que se le ocurra una locura como atacar el Reino de los Dragones, entonces nos encargaremos de exterminar a toda su progenie. – el hombre dio un paso atrás al escuchar mis palabras – Pero, venimos buscando sus conocimientos de erudito, no su habilidad de druida. - ¡Maldita sea! Tenía que haberle preguntado a Draco por qué los druidas eran tan peligrosos!
- Mis conocimientos... ¿sobre qué? – le hice un gesto para que se sentase en su silla y me acomodé en la del otro lado de la mesa, Draco se quedó de pie en la puerta y mi esencia surgió de mí envolviéndonos a los tres como una marea viscosa.
- Lo lamento... - dije señalando mi esencia – Después de su recibimiento, mi confianza en usted es limitada. – el profesor asintió mientras tragaba saliva con dificultad – Sus conocimientos, Dr. Campbell, sobre mitología griega – abrió los ojos sorprendidos.
- ¿Han venido hasta aquí buscando un experto en la materia?
- Hemos venido buscando al mayor experto en la materia, profesor, no contábamos con encontrarnos un druida al otro lado de la mesa. – vi como se reclinaba para atrás involuntariamente, mi esencia se agitó nerviosa....
- ¿Qué quieren saber?
- La localización del Vellocino de Oro. – dije sin dilación.
- En la actual Georgia – dijo sin comprender – fue allí donde supuestamente Jasón lo encontró.
- Ya... lamentablemente el reino de Cólquida sigue siendo grande para encontrarlo, me gustaría que nos acotase la búsqueda profesor.
- Pero... el vellocino no existe, es un mito, o si existió hace eones que se perdió en la historia.
- Bien, ahí es donde entra usted. Queremos una localización fidedigna. – le insistí.
- Hace unos años hice un estudio extenso acerca del mito del Vellocino, pero no pude determinar nada concluyente. – Saqué de mi abrigo el libro que Garrick me había dado.
- Quizá esto pueda ayudarle – le entregué el libro. El profesor lo ojeó un momento y se quedó asombrado.
- Es un diario del viaje, ¡de alguno de los argonautas!.
- Su griego es mediocre y sus explicaciones demasiado vagas, pero quizá con sus conocimientos podamos desentrañar dónde atracaron el Argo y hacia qué punto del interior fueron.
- ¡Es increíble! Si pudiese estudiar esto...
- Dispone hasta mañana, profesor.
- Pero, ¡es imposible! Necesitaría meses para estudiar, comparar, hacer un grupo de trabajo y...
- Hasta mañana, profesor – volví a decir.
- ¿Y si me niego? – me preguntó mirándome a los ojos.
- ¿Qué sabe de los dragones, Dr. Campbell?
- ¿Vas a volver a amenazarme con matarme?, no conseguirías la información que quieres. – me desafió agitando el libro, me levanté y rodeé la mesa hasta quedarme de pie enfrente de él.
- Los jinetes acompañan a los dragones, nos llaman el alma del dragón, ¿lo sabía? – el profesor negó con la cabeza con miedo, me incliné hacia él y apoyé mis brazos en los resposabrazos del sillón donde estaba sentado. – Y como el alma, somos etéreos, podemos colarnos en la mente de cualquier ser vivo.... – Enlacé con su mente y le vi dar un respingo – Podemos mostrarle maravillas.... – Hice que viese las hermosas cumbres alpinas desde los ojos de un dragón – O el más terrible de los infiernos... - Le enseñé mis torturas a manos de los monjes mientras ahogaba su mente con la mía - ¿Se imagina profesor vivir así el resto de su vida?, ¿viendo un infierno en su mente cada vez que ve lo que más quiere, a sus hijos?, ¿a su madre, su familia???. No me hace falta matarte druida, solo necesito destruir tu mente – el hombre empezó a lloriquear ante la presión que ejercía mientras intentaba respirar. Corté la conexión y me aparté de él, vi como se restregaba la cara para quitarse las lágrimas que corrían por ella – Tiene hasta mañana, profesor. Mañana por la mañana volveremos y nos dirá qué ha descubierto. No se moleste en huir, no conseguirá llegar muy lejos y entonces haremos que las leyendas que ha oído se conviertan en realidad. – le hice un gesto a Draco y abrió la puerta mientras que mi esencia volvía a mí con rapidez – Gracias por su tiempo, Dr. Campbell. – salimos saludando a Doris y nos fuimos por el despacho mientras que el druida se quedaba allí agazapado.
- Muy teatral, ¿no crees pequeña? – me dijo Draco.
- Bueno, algunas veces la mejor manera de que te respeten es que te teman.... – cuéntame quiénes son esos malditos druidas.... Creo que los encontraremos más a menudo de lo que pensamos.
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