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Capítulo 45

Mientras iba hacia la escuela intenté ordenar toda la información que me había dado Slar, eran sensaciones, lugares, sentimientos, recuerdos inconexos... al final llegué a la conclusión que me sería útil según avanzase nuestra búsqueda pero por el momento sería mejor leer el libro que Garrick me había dado. Me encontré con Maese Rico de camino al comedor para comer.

- Majestad, la veo extrañamente silenciosa - me dijo.

- Estaba pensando Maese, estoy hecha un lío.

- La búsqueda del vellocino será todo un reto para vos - me vaticinó.

- Ya lo ha empezado a ser... créame Maese. ¿Puedo haceros una pregunta?

- Por supuesto, decidme.

- ¿Por qué nos ha tocado esa misión?

- Intentamos igualar las cosas, vos podéis enlazar a los aprendices y habéis reclamado un dragón, creímos justo que la misión más difícil también fuera para vos. Pero, ¿qué ha ocurrido que os preocupa?

- Pensé que quizá el dragón Slar tendría información sobre el vellocino. - le contesté pesarosa.

- ¿El durmiente??? - me interrumpió - ¿habéis ido a ver al durmiente?

- Bueno... por lo visto ya no está tan dormido - le dije mirando al suelo avergonzada.

- ¡Senda! ¿has despertado a Slar? - dejó de utilizar mi título de la sorpresa.

- A Slar... y como a cien dragones más - suspiré. Rico se paró de la sorpresa y me miró.

- ¿Slar y los demás durmientes están despiertos????

- Oh no... no del todo, es decir.... Ahora mismo parecen estatuas, bueno gárgolas vivientes en la explanada del castillo... - Me atreví a mirar a Rico que me seguía mirando atónito.

- ¿Van.... Van a luchar?

- Dijeron que sí... creo.... La verdad es que no me enteré demasiado. Estaba demasiado ocupada escondiéndome detrás del Rey. - Confesé con timidez.

- Jamás he conocido a nadie como tú, aprendiz. De todos mis estudiantes has sido la única que has acudido a preguntar a un dragón durmiente, pero ya conseguir que se unan a nuestra lucha... Me parece admirable, Majestad.

- No creo que sea para tanto, y seguro que el Rey no piensa igual - reflexioné - Bueno, supongo que da igual, es mi habilidad de meterme en líos, ¿por qué iba a cambiar?

- En eso os doy la razón, Majestad, tenéis una habilidad innata para meteros en líos. - me dijo suspirando - Id a comer, todavía debéis preparar muchas cosas.

Asentí y fui a comer, mis amigos ya habían hecho parte de lo que acordamos para el viaje y me lo contaron.

- Bueno, ¿y tú?, ¿conseguiste información de Draco? - me preguntó Luca.

- Mnnnn... algo así - torcí el gesto mientras contestaba.

- ¿Ha pasado algo? - me preguntó Tarnan conociendo mi cara.

- Quizá... y solo quizá... me haya metido en un lío o dos mientras lo intentaba - confesé.

- ¿Draco está al tanto?

- ¡Draco fue el inicio de mis líos!!!, ¡maldito dragón! - me enfadé - Dejadlo, luego os lo contaré.

- Pues vas a tener que hablar con Draco para saber si los dragones están preparados - volvió a decir Luca.

- Ya... ya... lo haré... ¿Nos falta algo por preparar?

Repasamos una vez más todo lo que necesitaríamos para el viaje mientras terminábamos de comer. Nos dirigimos hacia las clases de la tarde cuando vimos a Draco aterrizar frente a nosotros.

- ¡Nos vamos! Las lagartijas han vuelto a atacarnos. - suspiré mientras subía en Draco y nos elevábamos en el aire.

Llegamos una vez más a la playa de donde surgían millares de lagartijas del agua junto a cientos de varanos. Arco estaba en el aire y me dio la orden de enlazar. Enlacé a todos los jinetes y sus dragones y aquellos que no tenían jinete para atacar. Sentí un escalofrío en mi espalda y vi a Slar y a sus dragones llegar volando hasta nosotros. Habían cumplido pronto su palabra.

Transmití las órdenes del Rey y nos lanzamos a la playa, Draco y yo buscaríamos a un varano para intentar liberarlo cumpliendo nuestro tratado con ellos. Localizamos a uno rodeado de lagartijas e intentamos aislarlo para poder hacerlo. Luchamos contra las lagartijas desde el aire, sin embargo el número era muy amplio y no lográbamos nada. Fue un momento de confusión y un dragón se chocó en el aire contra nosotros. Nos desestabilizó y caímos en la suave arena con un violento golpe. En la caída había rodado para ponerme encima de Draco y que no me aplastase tal y como nos habían enseñado en los entrenamientos. Draco se transformó en semihumano para defenderme mientras que yo intentaba proteger al dragón y su jinete caído. Su dragón no se podía transformar, el vientre abierto en canal con una horrible herida se lo impedía. Utilicé mi esencia para intentar detener la hemorragia y busqué a los sanadores para que nos ayudasen. Estos venían de camino a lomos de otros dragones. El jinete de dragón, un guerrero alto y fuerte con el que había luchado en numerosas ocasiones permanecía al lado de su dragón con la mano apoyada en su cuello.

- Resiste amigo mío, viene ayuda, te pondrás bien, ¡resiste! - le dijo. Yo le introduje aún más mi esencia intentando copiar mis ritmos vitales en los del dragón. Algo iba mal, algo iba mal...

- ¡Draco!, ¡Draco!, los sanadores!!!! - grité con todas mis fuerzas. Tres sanadores llegaron pasados unos minutos y corrieron hacia nosotros mientras que Draco y el otro dragón intentaban protegernos.

- Retirad vuestra esencia, Majestad - me dijo uno de los sanadores. Fui retirándola con cuidado.

- No puedo, se desangra, ¿qué hago???? - grité asustada.

- Resiste, amigo mío - gritaba el jinete - ¡ayudadle, ayúdale!!!

Todo sucedió en un segundo, vi a Draco mirarme horrorizado por un momento, vino hacia mí y me agarró de un hombro y luego me lanzó varios metros por la playa haciendo que cortase el flujo de esencia y toda volviese hacia mí. Caí sobre la arena mientras esta salía disparada a todos lados.

- ¡Noooooooo! - grité, me levanté para volver a ayudar al dragón y Draco me cogió de los hombros impidiéndomelo - Draco, ¡suéltame!, ¡se muere!, debo ayudarle - este no me miraba pero tampoco me soltaba.

Mi esencia salió de mi cuerpo para apartarle cuando oí un grito desgarrador saliendo del cuerpo del jinete. Este se levantó por un momento mientras contemplaba al dragón desangrado, puso los ojos en blanco y cayó desmadejado sobre el cuello del dragón. Inmediatamente lo sentí en mi conexión, como si dos finos hilos se rompiesen... Lo había sentido en más ocasiones pero era la primera vez que lo veía en persona... La muerte de un dragón y su jinete. Más dragones se unieron a nosotros protegiéndonos mientras yo me quedaba mirando al dragón y a al jinete que yacían en el suelo, muertos... Oí la voz de Draco sin escucharle, solo revivía en mi mente ese momento... había sentido cuando el Jinete notaba que su dragón moría, había vivido con él la angustia, el miedo y finalmente la pérdida y la decisión, el dolor había sido tan terrible que su corazón se había partido literalmente, el jinete había sufrido un fulminante ataque al corazón y había muerto.

- ¡Senda!, tenemos que movernos - me gritaba Draco zarandeándome - ¡Senda!! - fue como despertarme de un sueño y volver a la realidad, parpadeé varias veces intentando que mis lágrimas dejasen de correr por mi rostro y volví a montar sobre él para perseguir al varano.

Varios dragones nos ayudaron protegiéndonos mientras descendíamos a la arena nuevamente. Otros inmovilizaron al varano para que pudiese acercarme. Le toqué y busqué la conexión con el monje que los tenía bajo su influjo, quizá en otras ocasiones había intentado se delicada, pero esa vez arranqué la conexión como un matojo de malas hierbas haciendo que el varano se retorciese de dolor por el camino. Había liberado a los varanos sometidos, habíamos cumplido el tratado... Soltaron al varano que inmediatamente volvió al agua y vi que los otros varanos hacían lo mismo abandonando la lucha. Oí los graznidos de los monjes al verlo y azuzaron nuevamente a las lagartijas contra nosotros.

El Rey ordenó reagruparnos en el aire y transmití las órdenes al momento, volvimos a atacar una y otra vez haciendo que las lagartijas retrocedieran al agua. Finalmente huyeron junto con los monjes que habían sobrevivido. Una vez más la playa quedó plagada de cadáveres. Aterrizamos para ayudar a los heridos y capturar a las lagartijas que habían sobrevivido. En cuanto tomé tierra me aparté del dragón y vomité hasta el último trozo de comida en la arena. Cuando terminé fui hasta el mar y me lavé la cara y me enjuagué la boca con agua salada. Volví para buscar a los supervivientes junto con los demás. Nadie mencionó nada y caminamos por la playa marcando a los heridos y muertos que nos íbamos encontrando. Slar se acercó hasta mí con su aspecto apergaminado.

- Uno de nosotros encontró el sueño eterno, cachorro - el corazón me dio una punzada de dolor al escucharlo, había sentido cada pérdida de vida dentro de mí.

- Lamento escuchar eso, Slar.

- Su muerte fue dulce, ansío mi momento - me miró de manera extraña - Siento el dolor que te embarga - se acercó hasta tocarme y bajó su cuerpo para quedarse enfrente de mí, luego inspiró fuertemente oliéndome - pérdida, tristeza, dolor... furia.... Casi podría saborear tu furia... - Se levantó nuevamente - Te envidio Draco, es un gran jinete... desearía que fueras mi jinete... - dijo acercándose de nuevo a mí con sus garras abiertas.

- Slar, basta - le dijo Draco con voz amenazante.

- Es una tentación, volver otra vez a aquellos días... una tentación el cachorro... - de dio la vuelta y se fue mientras canturreaba - una tentación, el cachorro, es una tentación...

- ¿Qué quiere decir con eso? - le pregunté a Draco.

- Tener nuevamente jinete, pequeña, tener a alguien como tú como jinete es quizá el mayor sueño que podrían alcanzar, yo lo conseguí. Pero él habla de arrebatarte de mí, hacer que fueses suya... - le miré horrorizada - es una tentación. - Se encogió los hombros.

- No dejarás que eso pase, ¿verdad??? - le dije con voz ahogada. Verme enlazada con Slar para siempre sin Draco a mi lado...

- Eso nunca pasará, pequeña - dijo mientras miraba hacia Slar en la lejanía - vamos, te llevaré al castillo.

Me dejé llevar sin poner ninguna resistencia, estaba cansada, no tenía ganas de hablar. Mientras volábamos junto a más jinetes con sus dragones no dejaba de pensar en el dragón que había muerto, el dolor sufrido por el jinete antes de fallecer... Aterrizamos en la gran explanada, varios de los dragones de Slar volvieron a sus sitios en los bordes convirtiéndose en gárgolas vivientes. Descendí por el ala de Draco y me froté los ojos cansada, necesitaba dormir un poco...

- Pequeña, tenemos que hablar sobre lo de esta mañana - me dijo Draco.

- Draco... si no te importa, ¿podemos dejarlo para mañana?, no me apetece hablar ahora mismo - le dije.

- Solo tienes que escucharme - insistió él.

- Draco.... - escuchamos una voz de mujer y nos dimos la vuelta al mismo tiempo. Vi a Joan acercarse a nosotros - ¿quieres que te espere y nos vamos juntos? - el tono de su voz fue inconfundible.

- Lárgate Joan, ya has hecho demasiado daño - le dijo Draco con un bufido.

- Esta mañana no decías lo mismo - dijo ella riéndose, puse los ojos en blanco.

- No te lo volveré a repetir, lárgate - dijo de nuevo el dragón. Intenté alejarme y empecé a caminar hacia las puertas.

- Seguro que a tu reina no le importará compartirte conmigo, no te preocupes - se rió mientras lo decía.

- Creía que también era reina tuya, dragona - le dije parando mi camino.

- ¡Ja! Supongo que sí, el rey se conforma con poco, ¿verdad? jajajaja... - me quedé parada escuchando el insulto, no tenía que perder los estribos, no tenía que ceder, eso era lo que ella quería... volví a darme la vuelta.

- Cuidado Joan, estás hablando de la Reina - le dijo Draco enfadado.

- Sí, es cierto... todos cometemos errores, incluso el rey, ¿no? - volvió a reírse mientras yo seguía avanzando. Pero tranquila, majestad.... - dijo con sorna - cuidaré muy bien al rey en vuestra ausencia, y de paso le enseñaré lo que es una hembra de verdad, jajajajaja....

Seguí avanzando, no podía perder los estribos, no iba a consentir que viera cuánto me afectaba sus palabras... no iba a ceder... no iba a permitir... ¿qué?, ¿qué demonios no iba a permitir?, ¿qué demonios tengo que soportar?, ¿por qué demonios no puedo explotar????. Hoy había despertado a un montón de dragones dormidos, había visto la mayor de las traiciones en mi dragón, había visto morir a un buen jinete y a su dragón. ¿Qué???, ¿no era acaso hoy uno de esos llamados malos días???, y solamente pensé... ¡basta! Basta de reprimirme.

Me di la vuelta y mi esencia surgió de mí casi sin darme cuenta atrapando entre mis tentáculos a la dragona, increíblemente se transformó en dragón, supongo que estaba esperando mi ataque pero yo solamente apreté... y apreté... y por todos los ancestros muertos que disfruté viendo como mi esencia la aplastaba y rompía sus alas entre sus rugidos agónicos de dolor. Draco vino corriendo hacia mí pero me envolví en una burbuja de esencia, golpeó una y otra vez mientras que intentaba pararme. Acerqué el cuerpo herido del dragón y con mi mente la obligue a convertirse en humana nuevamente, para ellos era muy doloroso y seguí disfrutando de su dolor, volví a apretar mientras sentía cómo le reventaba el bazo y sus costillas comenzaban a quebrarse....

- ¿Sabes Joan? Hay dos cosas que no me gustan que me toquen, la primera es mi dragón... no vuelvas a tocar a mi dragón. - le dije mientras me miraba aterrada - La segunda... es mi marido, no te acerques a él, ni siquiera le mires... ¿quieres seguir viviendo? Es sencillo, no vuelvas a tocar lo que es mío. ¿De verdad creías que podrías ganar?, ¿qué podrías derrotarme??? - apreté más fuerte y su esternón chasqueó como un hueso de pollo - ¿crees que no seré capaz de matarte?? - la acerqué hasta que su cara quedó a escasos centímetros de la mía - No vuelvas a tocar lo que es mío si quieres seguir viva... porque allí donde te escondas, te encontraré y el dolor que sientes ahora será un paraíso con lo que te haré sufrir. - Me metí dentro de su mente, en lo más profundo de su ser y grité - ¡Soy tu Reina, inclínate ante mí!

La sangre comenzó a manar de sus oídos, su nariz y de sus lacrimales. Draco seguía golpeando sin parar, mi esencia le empujó lanzándole lejos y luego la esencia regresó hasta mí. Tenía el maltrecho cuerpo de Joan entre mis tentáculos, había quitado la burbuja que me protegía. Miré a Draco y luego miré a Joan con desprecio y la lancé por el precipicio, el dragón me miró horrorizado, dio un salto y se lanzó tras ella para cogerla, mientras yo seguí mi camino como si hubiese aplastado un mosquito. Slar aterrizó a escasos metros.

- Eres una dulce tentación, cachorro... - dijo con su cavernosa voz.

- Protege a mi reino en mi ausencia dragón, si no quieres que te pase lo mismo que a esa perra del averno. - le advertí enfadada, grandes ancestros qué harta estaba de dragones.

Sentí que los sanadores a los que había llamado con mi conexión habían llegado ya a la explanada y vi como Draco aterrizaba con Joan entre los brazos enfrente de los sanadores. Sabía que se pondría bien, no había tocado ningún órgano vital, pero sonreí para mí, no dudada que la experiencia no la olvidaría en la vida.

- Necesito descansar... - dije para mí.

Me fui hacia mi torre con la cabeza baja, seguía teniendo en la mente al dragón y a su jinete, el dolor tan profundo que había sentido cuando el dragón murió... Tantas vidas perdidas, tantas injusticias, ¡malditos monjes!. Subí a mi habitación y me duché, estuve bastante en el agua intentando quitarme el olor de la batalla. Cuando salí me acerqué a la chimenea que las criadas me habían dejado encendida y decidí sentarme delante del fuego para que el pelo se me fuese secando. En el suelo siempre había unas suaves pieles mullidas que invitaban al descanso y me tumbé boca abajo en ellas, me tapé con una manta y dejé mi pelo suelto por toda la espalda. Me quedé mirando el fuego y lentamente me quedé dormida.

Me desperté con la familiar sensación de que alguien me observaba, el fuego crepitaba en la chimenea y mi cabello estaba seco, por un momento no reaccioné pero luego me senté frotándome los ojos, seguía estando cansada. Luego me di cuenta de que por el tiempo la madera se debía de haber consumido y no había sido así, por lo que alguien debía de haber echado más troncos. Eché un vistazo a la habitación, todavía era de noche pero vislumbre una familiar sombra en la terraza. Me levanté envolviéndome en la manta y salí a la noche, una densa niebla lo cubría todo haciendo que todo se viese espectral. Me quedé en mitad de la terraza, Arco estaba apoyado en la barandilla como siempre, no me atreví a ir hacia él.

- No le ha pasado nada, avisé a los sanadores - le dije a modo de disculpa.

- Ella no me preocupa, tú sí. - Miré hacia mis pies descalzos.

- Intenté controlarme... - dije con un hilo de voz.

- Decidiste no controlarte - me contestó acusándome.

- Decidí atajar una situación - sentencié.

- Senda....

- ¡No me vengas con discursos, Escamoso!. Esa maldita perra se lo merecía y no me arrepiento. - le contesté mirándolo fieramente, esperaba que me recriminase pero se quedó callado. - Sé que estuvo mal... que no... debería haberla ignorado - me froté la frente. - Estoy cansada, si quieres quedarte ahí me parecerá bien, si quieres entrar ya sabes dónde estoy.

Me di la vuelta y arrastré los pies hasta la cama, me senté en ella, pero no pude tumbarme. Sentí que el colchón se hundía a mi lado y levanté la mirada, Arco me la devolvía solo que la suya estaba cargada de preocupación. Fue como si mis lágrimas se desbordasen y comencé a llorar mientras el Rey me abrazaba contra su pecho, estuve llorando mucho tiempo hasta que poco a poco dejé de hacerlo, Arco me tumbó en la cama y se tumbó a mi lado abrazándome, me quedé dormida pensando que en sus brazos nada malo podría pasarme. Me desperté con la primera luz, Arco dormía a mi lado, me quedé mirándole pensando en cuánto tiempo estaría sin verle, al poco rato vi que había abierto los ojos y me miraba.

- ¿Estás enfadado? - le pregunté, negó con la cabeza.

- Se ha ido, al mundo de los humanos de nuevo. - me contó - La volví a mandar con ellos en cuanto la sanaron.

- ¿Por qué?

- Porque eres la Reina y no te respetó, no lo puedo permitir. Aunque quizá tu castigo fue demasiado... ¿teatral? - sonreí.

- ¿Está enfadado Draco? - me besó el nacimiento del pelo.

- Eso dejaré que lo descubras tú - suspiré, significaba que sí, Draco estaba enfadado...

- Sentí como moría el dragón... sentí el dolor del jinete y luego... su muerte.

- Querida... - me abrazó más fuerte y apoyé la cara en su pecho.

- No creo que me guste ser jinete, no quiero pasar por la ceremonia... no quiero ni siquiera pensar en perder a Draco ahora, ¿cómo podré entonces ser jinete de otro dragón?

- No vuelvas a pensar en ello, céntrate solo en la búsqueda que te han encomendado y en volver conmigo lo antes posible, ¿de acuerdo?. - Me hizo rodar hasta que quedé debajo de él. - Prométemelo.

- Te lo prometo. - Le rodeé el cuello con mis brazos - Prométeme que estarás aquí cuando vuelva, que no correrás riesgos innecesarios. - Me besó profundamente.

- Te lo prometo - me dijo.

Me volvió a abrazar y a besar, hicimos el amor hasta que se hizo completamente de día, luego se fue y me preparé para ir a los entrenamientos.

Al bajar me encontré a Tarnan en el parque, venía solo de una de las torres que no era de su casa y sonreí, siempre el mismo.

- Hola - me saludó.

- ¿Has conseguido dormir algo? - le pregunté pícaramente.

- ¿Quieres que te cuente los detalles? - me preguntó mientras pasaba su brazo por mis hombros.

- ¡Ni en sueños!!! - le dije mientras me reía.

- Entonces, reina mía, no preguntes - me dijo, nos reímos al unísono mientras seguíamos caminando. Era como si mi corazón se aliviase un poco al tenerlo a mi lado.

- ¿Lo tienes todo preparado? - le pregunté.

- Sí, ¿y tú? - asentí con la cabeza - habrá que preguntar a los demás entonces. - Nos cruzamos con Maese Rico y se nos quedó mirando con un mal gesto en la cara.

- Aprendiz... - dijo mirando a Tarnan, este le devolvió la mirada sorprendido hasta que Rico se fijó en su brazo y el aprendiz lo quitó raudo mostrándose un poco compungido.

- Majestad - dijo haciéndome una profunda reverencia, puse los ojos en blanco y entramos en la arena. - Aprendices, mañana es el día en el que comenzará vuestra búsqueda, hoy no habrá clase, volved a vuestras casas, preparad vuestras cosas, mañana os veremos a todos en la gran explanada con la primera luz del sol. - Todos nos quedamos sorprendidos, faltaban varios días todavía.

- Maese, ¿por qué tanta prisa? - preguntó uno de los aprendices.

- Haced lo que os digo, ¡retiraos!.

Reuní a mi equipo y empecé a darles las últimas instrucciones, afortunadamente lo teníamos todo preparado pero me preocupaba que el Rey hubiese adelantado la búsqueda para emprender una ofensiva y quitarme del medio.

- ¿Estamos de acuerdo? - me dirigí a ellos.

- Perfectamente entendido, jefa - me dijo Moria.

- Vale, entonces moveos, mañana os veré - todos asentimos y nos dirigimos a nuestros lugares.

Corrí hacia el castillo, a la gran sala del Consejo, encontré a Arco hablando con los consejeros y me paré a su lado, éstos empezaron a hacerme reverencias y a saludarme, pero el rey les paró en seco y me dirigió hacia una de las pequeñas salas adyacentes a la del consejo.

- ¿Qué ocurre? - me preguntó.

- ¿Has ordenado que la búsqueda se inicie antes? - le pregunté ansiosa. Arco negó con la cabeza.

- ¿Cuánto la han adelantado?

- Para mañana - le vi poner cara de angustia y me abrazó, le besé - ¿por qué la han adelantado?

- Es algo que hacen para que los aprendices que no hayan preparado las cosas salgan con desventaja, lo más capaces tienen ventaja. Pero esta vez me quita tiempo de estar a tu lado, no me esperaba que fuera tan pronto.

- Pasa el día conmigo entonces, llévame a la cueva, al bosque eterno, al cementerio de los recuerdos - le pedí. Arco me sonrió.

- Vuestros deseos son órdenes para mí, majestad - me reí como una niña pero me cogió por la cintura y salimos volando.

- No vendrán tus jinetes a buscarnos, ¿verdad? - Arco se rió.

- Espero que no.

Pasamos el día y la noche juntos, recorrimos todos los sitios que nos gustaban y disfrutamos el uno del otro, me sentía feliz como siempre que estaba junto a él. Al día siguiente sentí que me despertaban...

- Amor mío, es la hora - me dijo dándome besos en el hombro - debes prepararte para no llegar tarde. - Asentí mientras me desperezaba.

- ¿Te veré en la explanada? - le pregunté, vi como se levantaba completamente desnudo y suspiré un momento de placer, ¡qué cuerpo tenía!

- Sí, estaré allí - se inclinó y me besó, luego se fue volando por la terraza.

Recogí mis cosas, llevaba una mochila donde había metido unas mudas, mis útiles de aseo y cosas que necesitaría en el viaje, así como los dos libros que serían mis compañeros durante tantos días. Puse el cuchillo en mi pernera y me colgué la espada en la espalda. Una vez preparada salí de la torre, los aprendices hacían lo mismo y fuimos caminando en silencio hasta la gran explanada. Había gente allí, los dragones nos esperaban así como los jinetes que acompañarían a los cachorros. Nos ordenaron ponernos en los grupos que nos habían asignado por lo que me puse al lado de mis amigos. Seis enormes dragones se acercaron a nosotros, Draco a la cabeza y se pusieron cerca de nosotros. Dieron permiso a las familias para desperdirse y Atham se acercó con otros Morlans.

- Buena suerte, hija de Morlan - me dijo mientras me besaba en la frente - te deseo una fructífera búsqueda.

- Gracias Señor de Morlan, honraré la Casa Morlan con mis actos - le dije. Vi que también estaba Ainara y me abrazó.

- Buena suerte pequeña, te estaremos esperando - me dio un rápido beso en la mejilla y le sonreí.

Un enorme hombre con un gorro entre las manos avanzó hacia mí, fui hacia Brom y nos quedamos a dos pasos el uno del otro.

- Sé que lo harás bien, Mirlo, se que tendrás éxito - me dijo y me palmeó torpemente la cabeza emocionado.

- Siempre has confiado en mí Brom, espero estar a la altura.

- ¡Bah! Nadie mejor que mi mirlo blanco para esta prueba, ¿quién podría ganarla sino? - me estrechó entre sus enormes brazos y nos quedamos unos segundos abrazados - Te voy a echar de menos pequeña, no he encontrado un mejor ayudante que tú. - Me reí por la broma.

- Volveré pronto Brom, te lo prometo.

- Convertida en un Jinete, echaré de menos este pequeño mirlo - levanté la cabeza y le sonreí.

- Siempre seré tu mirlo blanco, Brom, sea Jinete, Reina o una simple humana - me acarició la cara y me levanté de puntillas para depositar un beso en su ajada mejilla. Luego nos separamos y se quedó detrás de los Morlans.

El Rey se acercó a nosotros, hicimos una reverencia y caminé hacia él, nos envolvió en sus alas y me besó.

- Suerte, querida mía - me dijo.

- Recuerda tu promesa - le repliqué, se rió suavemente.

- Nada me apartará de ti.

Abrió sus alas y me dejó libre, luego se dirigió a Draco que todavía seguía en su forma de dragón.

- Llevas mi alma contigo, viejo amigo, cuídala bien - el gran dragón asintió. Luego el Rey se dio la vuelta y me dijo en un susurro - Arregla las cosas Senda, no dejes que lleguen a más.

- Ya lo haré.... En cuanto se me pase el enfado... - le puse mi mano en su mejilla para que me mirase - No corras riesgos innecesarios, ¿me oyes Escamoso?.

- ¿Es una orden de mi Reina? - me preguntó con esa media sonrisa que tanto me gustaba.

- Más bien es una petición de tu esposa - me besó apasionadamente delante de todos y cuando nos separamos suspiré.

- Maestro Dorc, son suyos - dijo el Rey.

- Aprendices y cachorros, vuestra búsqueda comienza ahora. Os deseamos suerte, aquellos que vuelvan victoriosos podrán pasar por la Gran Ceremonia. Os vais como niños y volveréis como adultos.

Los cachorros de dragón rugieron como signo de victoria. Yo grité.

- ¡Honor y orgullo aprendices! - todos me respondieron al unísono.

- ¡Honor y orgullo!

Montamos en los dragones y mi equipo salió el primero hacia mar abierto, me volví hacia la gran explanada viendo a los seres queridos que dejaba atrás. Un destino incierto me aguardaba, pero lo afrontaría con mis amigos y con Draco, le acaricié el lomo...

- Vamos amigo mío, busquemos ese trozo maloliente de cuero y volvamos pronto a casa - Draco rugió dándome la razón. Yo sabía que con él a mi lado no tendría nada que temer.

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