Capítulo 44
Volví a tumbarme de nuevo mareada por la noticia, ¿yo?, ¿jinete de un original???, ¿¿qué me estaba perdiendo?
- Vale, necesito que me lo expliquéis paso a paso, muy despacio... - dije con la mano en la frente.
- Senda... no puedo - empezó el Rey.
- Arco - dijo Draco - explícaselo, ella no dirá nada. Ya hemos callado sobre lo de fecundar los huevos de los monjes, podremos con esto también.
- Supongo que tienes razón, viejo amigo - dijo Arco pasándose la mano por su pelo - Hace miles de años los originales decidieron mezclarse con los humanos para salvar su especie. Las hembras daban a luz dos tipos de crías, unas humanas y otras podían cambiar a su forma de dragón, las crías que no cambiaban se convertirían en jinetes. Esto es lo que sabes.
- Sí claro, no hay nada nuevo. - contesté.
- Lo que no sabes es que una de las razones por las que se mezclaron con los humanos, para proteger la especie fue para protegerla precisamente de los humanos.
- ¿Protegerla de los humanos? - pregunté extrañada.
- Nacieron humanos especiales en los primeros tiempos, estos humanos quizá eran más parecidos a ti de lo que cabría esperar. Podían enlazar con los dragones con la misma intensidad que tú.
- ¿Y? no creo que haya nada de malo en eso... - dije.
- El problema vino cuando la sangre de estos humanos especiales se mezclaba con la sangre de los dragones originales.
- ¿Mezclar su sangre cómo?
- Se realizaba una ceremonia, el humano debía conseguir un estado mental superior, se le hacía sangrar y esa sangre se mezclaba con la del dragón. Al mezclarse, el humano tomaba posesión de la voluntad del dragón, lo hacía suyo.
- ¡Grandes ancestros! Eso fue lo que dijo el monje 'tu sangre lo esclavizará'.... - repetí aterrada. Arco asintió.
- Esa fue la precursora de la ceremonia que realizamos para convertir en Jinete a un aprendiz, este queda unido con el dragón pero no le controla como a un original.
- ¿Por eso la ceremonia es tan secreta? - pregunté en un susurro.
- Sí, algo así.
- Y ellos... los monjes, ¿cómo saben que yo podré controlar al original?, ¿cómo están seguros de que lo conseguiré? - Arco carraspeó incómodo pero siguió hablando.
- Bueno, supongo que ellos disponen de más información, no se me pasó por la cabeza hasta que nos contaste tu recuerdo. Es cierto que cuando fuiste concebida todas las criaturas sensibles lo supimos, supimos que nacería alguien especial. Pero no pensamos que llegaría a tanto, solo que por fin los Morlan alumbrarían a un nuevo jinete.
- ¿Por eso viniste a verme al hospital cuando nací?
- En parte... mandé vigilar a tu familia de cerca para mantenerte a salvo.
- Espera... y ¿cómo es que nunca me buscaron los monjes?
- Te protegimos del exterior, pero conforme ibas cumpliendo los años... bueno, no pudimos ocultarte más, decidimos que lo mejor era que te convirtieses en un jinete.
- Ósea, recapitulando.... Si los monjes mezclan mi sangre con la del original en esa extraña ceremonia vuestra podré dominarle.
- Esclavizarle, sí..., al menos es lo que piensan los monjes - dijo Arco.
- ¿Y qué me ocurrirá a mí? - pregunté con un hilo de voz.
- No lo sé, querida mía - me confesó Arco.
- Vale... bueno, al menos sabemos qué planes tienen los monjes, ¿no?, más o menos mantenerme prisionera bajo su influjo y luego exprimirme como un limón para sazonar a un montón de zombies durmientes y para condenarme después de por vida a ser la niñera de un monstruo milenario catódico... pssss... no está mal.
- ¿Qué es un zombie? - dijo Draco, el Rey le miró de malas formas.
- Senda... amor mío... no dejaremos que eso pase, ¿de acuerdo?, conseguiremos destruir a todos los huevos y... - interrumpí lo que me estaba diciendo el rey.
- ¿Y qué haremos con el original?, ¿le decimos que vuelva a dormirse hasta que estalle el sol? - hundí mi cabeza en mis manos, ¡me dolía!.
- Ya está bien, pequeña, todo a su tiempo. - dijo Draco aburrido - Por el momento no podemos hacer más, así que con lo que tenemos tendremos que pensar cuál será el siguiente movimiento, ¿de acuerdo?, ahora, deja de lloriquear y levántate. Tienes que completar tu formación de jinete y luego nos ocuparemos de salvar al mundo.
Hice lo que me pedía, me levanté de donde yacía tumbada y me desperecé, lo que tuviese que pasar, pasaría... ¿no?
- Ven querida mía, te acompañaré hasta la escuela - me dijo el Rey. Draco se despidió para ir a cumplir sus deberes mientras caminábamos por el pasillo.
- Mmmmnnn.... ¿y qué te parece si en vez a la escuela no me acompañas a otro sitio? - le pregunté con la voz cargada de significado. Arco levantó una ceja.
- ¿Puedo saber en qué estás pensando? - me dijo mientras se paraba y me rodeaba con los brazos, acercó su boca a mi cuello y empezó a besarlo lentamente, me reí por las cosquillas que me hacía pero puse mis brazos entorno a su cuello para atraerlo y besarlo.
- Estaba pensando quizá en otro sitio un poco más privado... ya sabes... tú... yo... un lugar acogedor y solitario - volví a besarle suavemente.
- Me gustaría, creo que me gustaría mucho - me dijo él.
- Majestad, necesitamos de su presencia - dijo una voz. Arco y yo nos separamos de nuestro abrazo y vimos a dos jinetes y la Joan que estaban a nuestro lado.
- ¿Qué ha ocurrido? - preguntó el rey serio.
- Vuelve a haber movimiento en las Tierras Yermas - dijo Joan mirándome con odio.
- De acuerdo, iremos a la Sala del Consejo - indicó el Rey - Querida, vete a la escuela, luego te contaré qué ha ocurrido. - Me cogió por los hombros y volvió a besarme rápidamente para irse con los Jinetes, Joan se quedó rezagada y me miró, sonrió ladinamente antes de seguir caminando tras el Rey.
- Zorra del averno - susurré. Me habían quitado la posibilidad de pasar tiempo con mi marido y encima se había ido con esa dragona infernal.
Volví a la escuela donde me encontré con Tarnan, todos me preguntaron cómo estaba y tuve que asegurarles que me encontraba bien y que ya se me había pasado todo.
- Has pasado por mucho jefa, no te agobies por desmayarte - me dijo Príus.
- Tranquilos, estoy bien, de verdad. Príus eres adorable cuando te preocupas - le dije poniéndole ojitos.
Volvimos a los entrenamientos entre bromas y risas. Rico estaba esperándonos en la arena.
- ¿Os encontráis bien Majestad? - me preguntó acercándose a mí.
- Sí maese, fue un desmayo sin importancia, seguramente por falta de hambre y sueño - le dije sonriéndole. Me miró sin creérselo pero asintió y continuó,
- Muy bien, ¡formad! - hicimos dos grupos, los aprendices por un lado y los cachorros de dragón por el otro. - Empezaréis vuestra última prueba como aprendices y como cachorros. Si pasáis esta prueba lo siguiente será la gran ceremonia - me subió un escalofrío por el cuerpo al recordar lo del original, pero me controlé. De repente apareció el Maestro de Jinetes, Dorc. Me hizo una reverencia y empezó a hablar.
- Escuchadme bien, esta última prueba la haréis por separado. Sois casi adultos y dependeréis de mí personalmente. Los cachorros de dragón pasarán su prueba y los aprendices la suya. - Todos nos miramos para saber en qué consistiría la prueba - En esta prueba probaréis las habilidades que habéis adquirido para ser Dragones y Jinetes de Dragón. Rico, continúa.
- La prueba os llevará meses completarla - sonidos de sorpresa surgieron entre nosotros - haréis equipos y será una prueba conjunta. Vuestra misión será buscar un objeto que hemos escondido por el mundo, cada uno recibirá las instrucciones necesarias para su búsqueda. Haréis grupos, los cachorros recibiréis un jinete experimentado que valorará los esfuerzos que hagáis y os pondrán nota. Los aprendices recibiréis un dragón experimentado que hará lo mismo por vosotros. Será una prueba peligrosa, los peligros del mundo exterior son variados y desconocidos, los maeses que irán con vosotros os ayudarán a manteneros a salvo pero seréis vosotros los que decidiréis en todo momento. Perderéis cuando caigáis heridos o cuando los maeses decidan que tenéis que abandonar porque no podéis afrontar el peligro. - Todos asentimos asustados - Os diremos los equipos ahora.
Vimos llegar un contingente de jinetes vestidos de negro, en el caso de los cachorros irían 2 jinetes por cada 6 dragones. Para los aprendices vimos llegar a otro contingente de dragones, eran dragones viejos, de las dragoneras. Muchos en su forma semihumana y algunos en su forma de dragón aterrizaron en la arena. Busqué a Draco pero no le vi, mi corazón saltó con miedo al ver que me tocaría montar otro dragón que no era Draco.... ¡maldita sea!
Empezaron a hacer los grupos de cachorros y de aprendices, a mi todavía no me habían nombrado...
- Siguiente grupo: Senda, hija de Morlan y Calem, reina de Dragones. Tarnan, hijo de Calem. Príus, hijo de Zalta. Moria y Tubo, hijos de Incendia. Luca, hijo de Raise. - Todos saltamos de alegría al escuchar nuestros nombres y fuimos a reunirnos juntos.
- ¡Genial!, ¡estupendo! - dijimos todos contentos.
- Vuestros dragones - Rico señaló a un grupo de dragones en un lado, se me hizo un nudo en la garganta al verlo - ¡Ah! aquí llegas, pensabas que te lo perderías - dijo el maese hablando a alguien detrás de mí, me di la vuelta para ver a un marcial Draco acercarse hacia nosotros.
- ¡Draco! - fui corriendo hacia él y le abracé - dime que vendrás conmigo, por favor... - le supliqué.
- ¿Crees que te dejaría vagar sola por el mundo, pequeña? - volví a abrazarle feliz y aliviada. - Veo que te ha gustado la idea. - Me separé un poco de él.
- No te lo creas tanto, dragón, solo es que me he acostumbrado a ti - le dije con un tonito de broma.
- Claro - me dijo sonriendo - me tengo que ir, solo quería ver tu cara. - saludó a los maeses y se fue volando.
- ¡Guau! - dijo Moria - ¿va a acompañarnos? - la miré y le contesté.
- Ni se te ocurra mirarlo, ¿me oyes? - la regañé.
- Oye más cosas no sé, pero mirarlo... a todas horas - dijo aún con la vista levantada.
- ¡Buf! - dijimos todos.
- Saldréis en una semana, preparad las cosas que os diremos. Ahora retiraos estudiantes.
Los grupos se habían hecho según las amistades de cada alumno. Más o menos todos estábamos emparejados con nuestros amigos, supongo que para que las fricciones de la convivencia durante meses fueran menos duras. A mí me sabía a gloria, mis amigos y mi dragón, era estupendo todo.
Salimos de la arena haciendo planes, Moria y yo nos dirigimos hacia la biblioteca para hablar con Garrick y que nos diese algunos libros sobre lo que podíamos encontrarnos. El objeto todavía no había sido asignado pero debíamos prepararlo todo. Al rato mi amiga se aburrió y me dejó entre un montón de libros, fascinada por todos los datos que encontraba. Estaba en mitad de una lectura interesante cuando Garrick se acercó con un libro.
- Veo que estás disfrutando, aprendiz - era uno de los pocos que todavía no usaba mi título de reina.
- Creo que ni en un millón de años conseguiré leerme todo esto, pero estoy satisfecha - le dije.
- Quería enseñarte este libro - me tendió un librito pequeño de color parduzco con un extraño símbolo grabado en la piel de la cubierta. Estaba escrito a mano con letra menuda y un montón de dibujos. La encuadernación también estaba hecha a mano, cosida con hilos finos de cuero.
- ¿Qué es? - pregunté sorprendida.
- Es una especie de tratado - me dijo Garrick.
- ¡Ah! ¿sobre qué?
- Los originales - puse los ojos como platos y volví a revisar el libro con más detenimiento.
- Su autor fue uno de los primeros jinetes, convivió en la época en la que los originales vivían y los adorábamos como dioses.
- Fineas... - leí en la primera página - ¿es así como se llamaba el que escribió el libro? - Garrick asintió- ¿y a qué casa pertenecía?
- A ninguna - le miré con sorpresa - en aquellos días no pertenecíamos a ninguna casa, no había un rey y no seguíamos leyes. Fineas escribió una especie de diario sobre los originales, vivía con ellos y los servía, era un dragón bastante sabio y con una mente bastante analítica. Pensé que te resultaría útil leer sobre ellos en tu búsqueda.
- Gracias Maestro - le dije - os agradezco lo que hacéis por mí. - Garrick me tocó el hombro con cariño y retiró después la mano.
- Casi desearía que tu ceremonia fuese fallida, pequeña - me dijo. Me sorprendió esa afirmación - Así podría ofrecerte un puesto en mi biblioteca.
- Sin duda sería un lugar hermoso donde pasar el resto de mi vida, Maese.
Al rato de seguir hablando tuve que despedirme de él. Quería ver a la vieja Tilly y fui caminando en dirección a casa de Brom para comer con él y luego buscar a la anciana. Salí por las grandes puertas del castillo andando como siempre, la gente que me reconocía me hacía reverencias y yo les saludaba con cariño, otras personas me tomaban por un aprendiz y simplemente se apartaban de mi camino. Vi un carro tirado en un lateral de la gran avenida muy cerca del pueblo, con una rueda partida. Una familia viajaba en él y la mujer y los niños esperaban pacientemente a que el hombre arreglase el carro. Nadie les prestaba atención así que me acerqué a ellos. El padre intentaba levantar el carro para sacar la rueda rota.
- ¿Necesitáis ayuda, buen hombre? - le pregunté. Me miró sorprendido y paseó su mirada por mis ropas.
- No os preocupéis aprendiz, gracias - dijo un poco sonrojado.
- Puedo ayudaros con eso si queréis, puedo levantar el carro mientras vos quitáis la rueda, será más fácil y más sencillo - le contesté. El hombre miró a su esposa dudando y esta asintió levemente para que aceptase mi ayuda.
- Gracias aprendiz, si podéis ayudarme.
Levanté el carro por una de las esquinas, afortunadamente no iba cargado por lo que supuse que venía de comerciar en el castillo. Mantuve el carro levantado durante un buen rato mientras el hombre con sus escasas herramientas sacaba la rueda. Pasado el tiempo me dijo que podía soltar el carro por fin.
- Se ha roto bien... la madera estaba podrida, tenía que haberla revisado antes - se regañó asimismo el hombre.
- El herrero podría ayudaros, - le dije - es un gran artesano y os lo arreglaría enseguida.
- Ya... - dijo el hombre mirando nuevamente a su esposa - No... no tenemos mucho dinero, aprendiz, no podríamos pagar por esto. - dijo señalando la rueda rota.
- Deberíais al menos hablar con él, quizá lleguéis a algún acuerdo sobre el pago - le insistí - Brom es un buen hombre.
- Quizá pueda intentarlo - dudó - ¿Sabéis dónde está el herrero, aprendiz?
- Me dirigía allí en este momento, os acompañaré si os parece bien - le dije con amabilidad, el hombre abrió sus ojos sorprendido.
- ¿Ibais a visitar a un herrero?, ¿vos, un aprendiz? - me miró nuevamente arriba y abajo.
- Jajajaja... ya... no soy un aprendiz muy habitual, me lo dicen con frecuencia. Llevaos a vuestro hijo mayor, seguramente encontraremos un sitio donde vuestra familia pueda descansar cómodamente y pasar la noche, podrá volver para decírselo a su madre.
El hombre aceptó mi propuesta agradecido y fuimos caminando con la rueda rota y el niño. Le enseñé la herrería y entramos, vi a Brom que miraba una hoz mellada.
- Hola Mirlo, ¿qué haces a estas horas por aquí? - me preguntó al verme entrar.
- He venido a comer contigo, luego iré a buscar a Tilly - le expliqué, me acerqué a él lo suficiente para que depositase un rápido beso en mi frente. - Brom, me he encontrado con este aldeano con problemas, una rueda rota de su carro, ¿puedes ver cómo ayudarle? - el hombre entró detrás de mí con el niño. Brom se dirigió hacia el hombre y le cogió la rueda rota, vio cómo le miraba entre asustado y avergonzado y dirigió la mirada sobre mí, me di la vuelta haciendo como que miraba otra cosa.
- Ponte a barrer, el chico se ha ido a por leña y no volverá hasta la tarde - me ordenó, el hombre me miró sorprendido al verme coger una escoba.
- ¿Un aprendiz barriendo una herrería? - preguntó el aldeano sorprendido nuevamente. Brom le contestó.
- Es de la familia, sabe que cuando llega aquí trabaja como los demás - le sonreí con ganas y me puse a trabajar. Estuvieron hablando sobre un buen rato, el hombre le confesó su falta de dinero y al final estuvieron de acuerdo con hacer un trueque con las verduras que cultivaba el aldeano. Seguramente Brom saldría perdiendo pero sabía que no le importaba ayudar a alguien con problemas.
- Brom - llamé al herrero - ¿sabes dónde puede quedarse la familia del aldeano?, tiene mujer y niños pequeños.
- En casa de Lara, avísala y que pasen allí la noche - me dijo. Salí con el niño fuera y fuimos a avisar a Lara, luego mandé al niño en busca de su madre y hermanos. Volví a entrar en la herrería después.
- Mañana iré contigo a cambiar la rueda, puedes dejar el carro allí sin problemas, no le pasará nada estando vacío. Mirlo, ¿encontraste a Lara y la avisaste?
- Sí, no tuvo problemas en recibir a la familia - el aldeano me dio las gracias profusamente.
Brom invitó al aldeano a comer con nosotros, fuimos a su casa y sacó carne fría con trozos de pan y una jarra de vino fresco, a mí me sirvió leche y le hice una mueca por ponerme eso y no el vino.
- Eres una niña, mirlo, no te olvides. - Me dijo regañándome. Comimos tranquilamente y estuvimos hablando de la aldea del hombre, era pobre y había sido azotada duramente por el invierno, pertenecía a la casa Zalta y estos intentaban ayudar lo que podían pero no había recursos para todos.
- Nos ayudan, el Señor de Zalta se porta bien, pero los recursos son escasos y no tenemos para todos - explicó.
- ¿Por qué no habrá pedido ayuda al rey? - me pregunté en voz alta.
- No lo sé aprendiz, las cosas han mejorado bastante pero todavía hay mucho camino - dijo el aldeano. Brom se mesó su barba.
- ¿Qué vas a hacer, Mirlo?
- No estoy segura, hablaré con Príus a ver si me dice algo.
- ¿Príus? - preguntó el aldeano. - ¿el hijo del Señor de Zalta?
- Es un buen amigo, hablaré con él sobre el tema.
- No quiero poneros en una mala situación, aprendiz - me dijo.
- No os preocupéis, después de todo es mi obligación - le dije.
- Ya habéis hecho suficiente ayudándonos.
- Ha sido un placer.
- Mi mirlo es así, dejadla hacer - me sonrió Brom desde su sitio.
Llamaron a la puerta y Brom se levantó para abrir.
- ¡Majestad! - dijo sorprendido.
- Brom, me alegra volver a verte - dijo el Rey desde la puerta. El aldeano se puso en pie inmediatamente y yo hice lo mismo. - Estoy buscando a mi esposa, ¿está aquí?.
- Sí Majestad, acabamos de terminar de comer, ¿os apetece un té? - Arco negó con la cabeza mientras sonreía, luego entró y se nos quedó mirando. Fui hacia él y le dejé que me abrazase y me besase.
- Te buscaba querida, ¿qué haces aquí? - me preguntó.
- Vine a ver a Brom y luego quería pasarme por casa de Tilly. - le expliqué - Nos han dicho la nueva prueba y necesito su ayuda. - Dije todavía abrazándolo feliz de estar de nuevo en sus brazos.
- Sí, Dorc me lo comunicó - miró al aldeano que retorcía su chaqueta nervioso.
- Majestad, este es Ruar, de la Casa Zalta. Su carro se rompió y el Mirlo, ósea la Reina - se corrigió - le ayudó y le trajo a la herrería.
- ¿Has podido ayudarle entonces? - preguntó el Rey mientras observaba al aldeano.
- Sí majestad, la rueda está rota pero la arreglaré para mañana. - contestó Brom.
- Estáis en buenas manos, Ruar, no hay mejor herrero ni mejor hombre en todo mi reino - dijo el Rey haciendo que Brom se hinchase como un pavo real.
- Gra... gracias, majestad.
- ¿Quieres que te lleve, querida? - me preguntó y le dije que sí.
Salimos a la calle donde había varios aldeanos que saludaron al rey, junto a ellos la mujer de Ruar se había acercado y observaba atónita la escena. Nos despedimos de Brom y Arco me cogió de la cintura para echar a volar.
- Es la Reina, la reina me ha ayudado - decía el aldeano colapsado detrás de Brom.
- Te dije que mi mirlo era especial - le dijo Brom mientras que levantaba la mano para despedirme. Le eché un beso con la mano y vi que Arco se reía.
Surcamos por el cielo hasta llegar a la casa de Tilly y aterrizamos enfrente.
- ¿Te vas? - le pregunté.
- ¿Vas a tardar?
- No, solo quiero que nos prepare ungüento para el viaje. No tendremos sanadores y me gustaría ir preparada.
- Me parece buena idea, me quedaré entonces. - Llamé a la casa de Tilly, la oía trastear dentro y tardó un poco en abrir.
- Voy... voy... - dijo mascullando - ¿a quién se le ocurre molestarme?.... ¡Majestad! - dio un brinco cuando vio a Arco en su puerta.
- Hola Tilly, ¿qué tal andas? - le pregunté, pero seguía mirando al Rey sorprendida.
- Es bueno volver a verte, Tilly - le dijo el Rey. La anciana hizo una perfecta reverencia.
- Lo mismo digo Arco - ahora la sorprendida fui yo porque la anciana tutease al rey, eran escasas las personas que tenían tal privilegio.
- Vaya... esto... ya veo que os conocéis bien.
- Tilly es una vieja amiga - dijo Arco sonriéndola, me puse celosa, ¿cómo de vieja y cómo de amiga?
- Vaya... - volví a decir - nunca me lo habíais contado... ninguno de los dos... - acusé.
- Jajajaja.... - se rió el rey - Es bueno que siga habiendo secretos en nuestro matrimonio, querida. - le hice una mueca y entramos en casa de la anciana. Le expliqué que quería ungüento y se comprometió a hacernos para el viaje, quedamos en que vendrían a buscarlo en cuatro días.
- Me dará tiempo de sobra y lo tendrás. Te prepararé un paquete. - me dijo y le di las gracias. - El Rey se levantó para irnos y nos despedimos de la anciana.
- Me gustaría que nos visitases Tilly, algún día - le dijo el Rey.
- Te prometo Arco, que el día que nazca vuestro primer hijo me verás en el castillo - Me ruboricé solo de pensarlo, Arco sonrió y le dijo.
- Deseo que llegue ese día pronto, amiga mía, ojalá tus promesas se cumplan pronto.
Oh! Venga!!!! Me estoy acostumbrando a ser Reina ¿¿¿¿y ya quiere tener hijos?????, este hombre es insaciable. Salimos volando y fuimos le quería solo para mí, emprendería un viaje de meses y él se quedaría en el castillo con esa zorra del averno merodeándole, solo de pensarlo se me subía la bilis por la garganta.
- ¿Dónde quieres ir, querida? - me preguntó.
- Llévame de nuevo al bosque eterno, quiero volver a pasear por él contigo a mi lado.
Hizo lo que le pedí y llegamos cuando estaba atardeciendo, como la última vez el bosque era mágico, hermoso y vibrante de vida. Nos tumbamos en un manto de verde y olorosa hierba para ver llegar el anochecer.
- Te echaré terriblemente de menos - musité.
- No creo que pueda estar tanto tiempo sin verte - me dijo.
- Ojalá - expresé - ojalá pudiese verte en todo ese viaje sin ti.
- ¿Y si te prometo que me verás? - me eché sobre su pecho con un gritito.
- ¿Vendrás a verme?, ¿me lo prometes? - Arco se rió suavemente.
- Te lo prometo - y me besó.
- Espera.... - me incorporé - ¿no será una de esas promesas tuyas que luego no cumples? - le pregunté enfadada. Empezó a hacerme cosquillas y acabé riéndome.
- Te lo prometo, palabra de rey.
- Entonces rey, yo también puedo prometerte algo....
- ¿Ah sí?
- Sí... te prometo que te amaré eternamente - le dije.
La noche había llegado y con ella la magia, nosotros también hicimos nuestra propia magia....
En los días siguientes intenté pasar el mayor tiempo posible con Arco, no le volvería a ver en un tiempo y quería disfrutar de él. Los preparativos para el viaje se acercaban y con ellos lo que teníamos que buscar. Nos reunieron a los aprendices en clase y Dorc apareció para darnos nuestras misiones.
- Majestad - se dirigió a mí la primera - a vos y vuestro equipo os tocará buscar la zalea de oro.
- ¿La zalea?, vale eso me suena, una zalea era un... no era una..., espera... me suena de ... ¿eso no es un trozo de piel muerta? - pregunté de pronto con asco.
- No puede ser... - dijo Príus - ¡esa es la peor de las misiones!
- ¿Buscar un pellejo? - volví a preguntar.
- Un pellejo no un vellón, ¡el vellocino de oro! - dijo Príus exasperado.
- ¿El velloci....? Jajajajaja....., ¡qué bueno!, jajajajaja.... ¡me parto de risa! - mis carcajadas resonaban por toda la clase - ¿vamos a ser los argonautas????, ¡yo me pido a Jasón! - Garrick había entrado en ese momento mientras todos me miraban sorprendidos.
- Senda... - me llamó y paré de reír - ¿te acuerdas bien de la historia? - me preguntó serio.
- Eh... - miré a unos y otros que me miraban sorprendidos - esto... es de la mitología griega - dije intentando hacer memoria - fue una especie de príncipe al que su tío desterró por intentar usurpar el trono por una sandalia o algo así. Y tuvo que recuperar el vellocino de oro por... ¿una apuesta?... jajaja... no me acuerdo de mucho, la verdad, yo era más de las pelis de la tele - confesé.
- ¿Puedes decirme lo que sepas del vellocino de oro? - me preguntó tranquilo Garrick.
- Pues era una piel de carnero que estaba en un árbol custodiada por unos toros, de eso me acuerdo, y de una especie de serpiente. Jasón mató a todos ayudado por una hechicera y se llevó el vellocino.
- Dime algo sobre la serpiente... - me insistió Garrick.
- Vale... las serpientes siempre han sido un elemento recurrente en las mitologías, son seres considerados mágicos con propiedades buenas y malas, aunque se tiende a las últimas habitualmente. Su aspecto es variable, no tienen forma de serpiente sino de ser reptiliano más bien porque.... mierda... - de pronto me di cuenta - la serpiente es un dragón, ¿verdad?. ¿El vellocino de oro existe?, ¿de verdad???? - ya no me parecía tan divertido todo.
- Sí pequeña... - me miró y me tendió un libro - te traía esto, a los demás estudiantes no les servirá, ellos no leen los idiomas de los humanos - me dio un libro antiguo.
- 'Jasón y los Argonautas' - leí - en griego obviamente.... Bien... gracias. - Ya no era gracioso, gigantes, sirenas, dragones, dioses furiosos... a saber realmente lo que era todo aquello, normalmente en el reino de los dragones cualquier cosa que consideraba inocente allí se magnificaba y se convertía en algo terrorífico. - Gracias maestro Garrick.
Salimos de clase después de que diesen las demás misiones y acorralé a Príus.
- ¿Qué sabes de lo que nos ha tocado?, canta.
- No mucho, la verdad, mis hermanos y mis primos me han dicho que nadie ha conseguido encontrarlo nunca.
- ¿Entonces?, ¿cómo pasa uno la prueba?
- Por los méritos, pero es imposible ganarla. - me explicó.
- Bueno... al menos sabemos que alguien si ganó la prueba.
- ¿Quién? - me preguntó Príus extrañado.
- Jasón - dije agitando el libro - me voy a hablar con Draco, luego os veo.
Corrí hacia el castillo a los aposentos de Draco, le había sentido allí y quería saber si él sabía algo de eso. Me acercaba por el pasillo cuando vi salir a Joan de la habitación de Draco y me escondí como una niña detrás de una columna, tenía una sonrisita de suficiencia en su rostro mientras caminaba con su aire sensual hacia el exterior. Esperé a que saliese de los pasillos y entré en los aposentos de Draco sin llamar. Este salía de la zona de baños completamente desnudo y mojado. Nos quedamos parados mirándonos, su piel de dragón cubrió su cuerpo cubriendo su desnudez, parecía incluso sonrojado.
- ¿Te has acostado con la zorra del averno?????? - le acusé.
- Senda yo... - es su cara había culpabilidad.
- Sabes que anda detrás de Arco, no deja de acosarme ¿¿¿¿y vas y te acuestas con ella????. ¿En qué piensas???, ¿no tienes más mujeres con las que acostarte??? - me di la vuelta enfada y salí al pasillo. Draco me persiguió.
- Pequeña, esto no es... - dijo agarrándome del brazo, me solté bruscamente - ¡Ni se te ocurra!, ¡no quiero oír tus estúpidas explicaciones!! - me fui corriendo de allí y bloqueé cualquier conexión entre nosotros.
Estaba dolida, furiosa, me sentía traicionada por Draco, no porque se hubiese acostado con una mujer, que lo hiciese con quien quisiese, sino por haberlo hecho con ella. Seguramente en breve la tendría al lado restregándomelo por la cara. Y luego intentaría lo mismo con Arco, ¡mi Arco!. Las lágrimas salían a borbotones por mi cara, ¡estúpido dragón!. Vale, en parte también sentía que había traicionado a ese amor que decía que me tenía por haberse ido con una mujer, pero esa parte era menor del odio que le tenía ahora por haberse acostado con Joan, la perra infernal.
Me paré en los jardines del castillo, tenía que ir a alguna parte, pensé en buscar a esa zorra y matarla a palos pero no me pareció buena idea, no pensaba darle el gusto de que supiese lo mucho que me afectaba su presencia. Me senté debajo de un árbol con los brazos alrededor de mis piernas.
- Vale, tranquilízate... o cierto rey que conocemos vendrá a preguntarme qué es lo que siente. - me dije a mí misma - Piensa, necesitas saber algo sobre el vellocino, necesitamos a un dragón viejo y Garrick no nos sirve porque no dirá nada... Draco descartado... antes me cortaría la lengua que preguntarle a ese traidor... - Pensé en Slar, era un dragón muy viejo que vivía en lo profundo de las dragoneras, nunca me había acercado por allí porque los maeses me habían contado que esos dragones nunca despertaban, era lo suficientemente viejo como para conocerla historia de Jasón, podría intentarlo.
Fui a las dragoneras y zizagueé por las cuevas en busca de la que vivía Slar, este no se movía de dragonera, siempre estaba en el mismo sitio durmiendo. Le encontré en su lugar, una caverna casi sin ventilación, solo cabía él en su forma de dragón y no podía salir a menos que se convirtiese en humano, cosa que no creía que sucediese nunca. Era un dragón mucho más grande que Draco que ya me parecía enorme, de color gris casi blanco sus crines eran largas y estaban llenas de nudos, sus garras también eran muy largas y no estaban afiladas. Cuando enlacé a los dragones que habían perdido a su jinete Slar rechazó esa conexión y nunca había luchado por nosotros, solamente permanecía tumbado esperando la muerte. Enlacé con él en aquel momento, su mente era caótica y sus recuerdos difusos, pero esperaba encontrar algo que me ayudase. Me pregunté por qué no luchaba por su pueblo como hacían los demás a pesar de haber perdido lo que más amaban. Pensé en cuanto podría ayudarnos en la lucha contra los monjes y el original, en el bien que podría hacer si no esperase solo la muerte. Si quería morir, ¿por qué no buscaba la muerte luchando? Protegiendo lo que una vez juró proteger, a su familia, a su reino. Chasqueé la lengua con desagrado, odiaba a cualquiera que se rendía sin luchar más, podría haber perdido a su jinete, pero no había perdido su reino, tantos años perdidos sin moverse... el bien que podría haber hecho...
Me acerqué a él cuidando que su gran cola no se moviese, no creo que percibiese mi presencia y cualquier movimiento supondría un gran problema para mí. Recorrí su cuerpo y me le puse un poco de la pasta densa en aquellos huecos donde sus escamas se habían caído. Me fui acercando poco a poco a su gran cabeza revisando que no necesitase más. De repente me fijé en que un gran ojo me miraba, me asusté y di un paso para atrás, siempre me habían dicho que estos dragones tan viejos no se despertaban.... ¡Jamás!. Su ojo tenía el iris casi transparente y me pregunté si no estaría ciego. Me retiré lentamente de su campo de visión y me di la vuelta para guardar la pasta en su sitio en la pared. A pesar de todo el tiempo transcurrido siempre me daba por pensar que los viejos dragones comían humanos....
- No comemos humanos, cachorro de dragón... - la voz cavernosa que habló a mis espaldas hizo que diera un terrible salto y mi mano fue directa al corazón.
Slar estaba frente a mí en su forma medio humana. Su parte de arriba era humana, tenía el pelo increíblemente blanco y largo, muy largo que le llegaba por la cintura, una barba igual de poblada y larga acompañaba al cabello. Su rostro sin arrugas estaba apergaminado y su torso estaba cubierto por escamas grises de dragón. De su espalda surgían dos alas grandes y sus piernas estaban transformadas en grandes patas de dragón terminadas en unas garras terroríficas.
- So... so.... Soy.... - tartamudeé sin control...
- Sé quién eres.... - volvió a decir con aquella voz de ultratumba - lo veo en tu mente.
Se acercó a mí lentamente, como probando que sería capaz de sujetarse sobre sus patas. No debía llegarle ni al pecho de altura y miró hacia abajo descendiendo hasta casi tocar mi cara con la suya.
- So... soy y un aprendiz, no un ca... cachorro - dije. Slar inhaló aire cerca de mí.
- Hueles a dragón, cachorro, respiras como dragón...
Miró a su alrededor y dio dos pasos más... se dio la vuelta de repente hacia mí.
- ¿Cuánto he dormido? - me quedé mirándole sin comprender y alcé mis manos en un gesto como diciendo no sé nada. Volvió a acercarse a mí y di dos pasos hacia atrás asustada - Cachorro... ¿por qué me has despertado?
No tenía ni idea de qué había hecho, no recordaba haber hecho nada extraño de lo que habitualmente hacía, ¡nada!, ¿verdad qué no?. De repente me cogió por el peto y me izó en el aire como si alguien levantase una pluma. Se lanzó contra la pared y comencé a gritar. Justo antes de estrellarnos salió por la apertura en la roca que servía de cueva y zigzagueó entre las cavernas hasta encontrar la salida. Salió como lava expulsada de un volcán y me lanzó hacia arriba como si fuese una palomita recién hecha y cuando caí lo hice sobre su lomo. Se había vuelto a convertir en dragón y volamos juntos. Su vuelo no era como el de Draco, elegante y limpio sino caótico y sin sentido. No se dejaba guiar por mí sino que solo era un pasajero, al principio me causó cierta extrañeza, luego disfruté como siempre de la sensación de volar. El vuelo duró largo rato y visitamos las altas cadenas montañosas donde ningún dragón había llegado jamás, pensé por un momento en que me gustaría ver lo que había arriba y el dragón subió volando, casi caí de su cuerpo, me agarré como pude a las crines mientras mi cuerpo daba bandazos contra el lomo del dragón. Me quedé pronto sin oxígeno y mi esencia acudió a proteger mis pulmones de la presión. Subimos hasta arriba y se posó en una de las cumbres nevadas. Desde allí veíamos otras altas cumbres pues el manto de nubes quedaba muy abajo. El frío era intenso pero la belleza que contemplaba hacía que no le diese importancia. Me bajé por su ala y caminé hacia el borde del precipicio. Convertido en semihumano de nuevo se quedó contemplando el horizonte junto a mí.
- Hacía dos mil años que no veía el sol... - dijo. Me quedé mirándole con la boca abierta sin saber qué contestar. - Tu cuerpo.... Tu esencia lo protege... - seguí en silencio - Vi en tu mente el ansia que te acompaña siempre por volar, despertó las mías, me hizo recordar el placer de volar. ¿Por qué me has despertado?.
- Te pro... prometo que no lo he hecho, solo quería preguntarte por el vellocino de oro, no pretendía despertarte.
- Siento tu mente cachorro, tus acusaciones acompañan tus palabras...
- ¿Acusaciones?, no... de verdad, solo quería saber sobre..., tengo una prueba de aprendiz, me han pedido que lo busque, solo quería saber dónde... nada de acusaciones. - dije con las manos levantadas hacia él.
Slar se dio la vuelta e inspiró aire profundamente llenando sus pulmones de aquel aire. Luego volvió a transformarse en aquel gigantesco dragón y de su boca surgió una gran bocanada de fuego blanco que derritió la nieve y la piedra dejándola humeante. Volvió a su forma semihumana.
- Tu mente... él también ha despertado... aquel que duerme entre el fuego y el magma - ahora sí que estaba asustada de verdad y di dos pasos hacia atrás de forma cautelosa.
Con un rápido movimiento de su ala me tiró del precipicio y caí al vacío, ni siquiera pude gritar por la sorpresa solo le miré mientras me caía con incredulidad, se lanzó hacia mí convirtiéndose en dragón y volvimos a volar juntos entre las increíbles cumbres solitarias. Luego se lanzó en picado y sin batir sus alas aterrizamos con gran estrépito en la gran explanada.
- Aléjate de ella, Slar - dijo Draco apareciendo de pronto a nuestro lado - te mataré por haber tocado a mi jinete. - El gran dragón se sacudió y me tiró al suelo como un perro a una pulga, si no fuese porque Draco me cogió en el aire me hubiera golpeado. Se volvió a transformar en semihumano, era más alto que Draco que también estaba así transformado y se miraron como titanes antes de una pelea.
- El cachorro me despertó...
- No, no, no es cierto, no del todo... solo quería ver sus recuerdos... - intenté explicar.
- Me enseñó su mente.... - dijo Slar sonriendo como un lobo antes de devorar a su presa. Draco le pegó un puñetazo que sonó como una roca rompiéndose y consiguió que se moviese hacia atrás un poco.
- Te mataré... te daré lo que tanto quieres - iba a lanzarse contra él cuando me puse delante de los dos con los brazos extendidos.
- ¡Basta!, ¡basta!!! - grité. Draco me miró furioso, me cogió por los brazos y me apartó.
- ¡No te entrometas! - me gritó.
- ¡Suficiente!!! - la voz férrea del Rey nos interrumpió a todos, por primera vez respiré tranquila. Draco me soltó y corrí hacia el Rey para refugiarme en sus brazos.
- ¿Otra vez, querida mía? - me preguntó serio.
- Tus dragones son extraños, Majestad. Esta vez no he hecho nada. - le respondí. Slar y Draco se pusieron frente a nosotros.
- Enséñamelo Senda... - dijo el Rey. Le mostré todo lo que había ocurrido desde que había decidido ir a la dragonera, omití la parte en la que veía a Joan y hablaba con Draco. - Ya veo...
- Me despertó el cachorro, Rey Dragón - volvió a decir Slar.
- ¿Y qué harás, Slar? - le preguntó serio el rey - ¿volverás a la dragonera?
- Me enseñó su mente, me acusó de cobarde por no luchar... - dijo mirándome.
- ¿Qué quieres hacer querida?, ¿le ordenarás unirse a nosotros? - me preguntó el Rey.
- ¿Ordenarle a qué???, si yo solo quería preguntar por el vellocino de oro - protesté débilmente.
- ¿Y por qué no me preguntaste a mí? - me gritó Draco.
- ¡Porque estabas muy ocupado!!! - le respondí, recordando la escena. Arco nos miró a los dos y arqueó una ceja, luego debió de decidir ocuparse de nuestra pelea después.
- Decide Slar... - le volvió a decir el Rey. El dragón avanzó hacia mí y di un involuntario paso atrás, se agachó hasta poder mirarme a los ojos.
- No veo duda en ti cachorro, solo decisión, valor y un poco de imprudencia... No llevas vivo más de unos pocos hálitos y has luchado más de lo que luchan muchos en toda su existencia. - No entendía nada, miré a Arco pero estaba con la vista fija en Slar, extrañamente serio, por lo que volví a mirar al viejo dragón - ¿Seguirás luchando?, sí, veo que sí... hasta que tu alma muera. Lo perderás todo y seguirás luchando, ¿verdad?, yo lo perdí todo y solo fui capaz de esperar a la muerte, de dormir para morir... El fuego que hay en ti jamás se extinguirá, solo la muerte te detendrá... - aquello sonaba extraño - Dime cachorro, ¿si voy a la batalla llorarás por mí cuando muera?.
- Lloraré por cualquier vida derramada y honraré la memoria de los que la dieron para proteger aquello que amamos. - Slar asintió lentamente.
- Rey Dragón... lucharé, te seguiré... seguiré a mi... Reina. Su fuerza será la nuestra, mientras ella viva nosotros viviremos. - me dijo sin quitarme los ojos de encima.
- Será un honor volver a contar contigo en nuestras filas. Tu ayuda supondrá un gran soporte mientras la Reina está fuera. No contaremos con ella para enlazarnos y que estés con nosotros en la batalla será decisivo para equilibrar la balanza contra nuestros enemigos. - dijo Arco bastante complacido.
- Hubo un tiempo que los dragones me seguían y me llamaban general, murieron o durmieron igual que yo... oímos la llamada pero no teníamos a quién seguir. El cachorro me mostró a aquellos que nos amenazan, aquello por lo que lucha, volveremos a despertar y volveremos a luchar, llámanos y lucharemos. - Dijo Slar, luego se volvió a las dragoneras y lanzó un terrible rugido.
Unos rugidos inquietantes se oyeron dentro de las dragoneras, de repente todo se quedó en silencio y unos silbidos empezaron a escucharse a continuación. Alrededor de cien inmensos dragones salieron de las dragoneras y aterrizaron en la gran explanada convirtiéndose en semihumanos. Todos tenían el mismo aspecto que Slar, pálido, apergaminado, con los cabellos y las barbas increíblemente largas y unas garras espectaculares parecían extraños fantasmas. Slar y los demás se arrodillaron ante Arco y le hicieron el juramento de lealtad al Rey. Sentí la misma vibración que otras veces y me sorprendió. Se levantaron y empezaron a rodearnos, todos olisqueaban hacia mí, me volví a hundir en los brazos de Arco esperando su reacción, grandes ancestros... parecían vampiros sedientos de sangre. Slar volvió a acercarse a mí y tocó con una uña mi sien, un torrente de información sobre el vellocino se esparció como espuma de mar en mi mente, luego se dio la vuelta.
- Esto era lo que buscabas, y yo... creo que te esperaba a ti - me dijo sin mirarme - Dragones, apostaos y... vigilad - dijo solamente.
Los dragones caminaron lentamente hacia los bordes de la gran explanada y se sentaron en cuclillas abrazándose con sus alas y hasta esconderse dentro de ellas. Cada pocos pasos había un dragón así sentado.
- No volverán a despertar hasta que les llame para luchar - explicó Arco - pero no volverán a las dragoneras. Será el refuerzo que necesitamos mientras tú no estás.
- Te prometo, te prometo qué no he hecho nada. Pensé que quizá él sabía algo, solo eso, te prometo que no he hecho nada.... - dije con las manos en alto intentando explicarme.
- Te creo querida mía, tu esencia se hace cada vez más poderosa y también aumenta tu conexión, aunque no lo persiguieras te conectaste a él y le despertaste.
- Me llamó cachorro, todo el tiempo... - le dije.
- No te preocupes por eso, no hueles como un aprendiz, hueles más como un dragón - me dijo.
- ¿Tengo que bañarme más? - le dije intentando hacer un chiste.
- Cuando quieras puedo ayudarte - me susurró al oído - Afortunadamente ha acabado bien, se unirán a nosotros y cumplirán su palabra, lucharán a nuestro lado. - comentó Arco mientras que veía a los últimos dragones colocarse. Parecían gárgolas, quietos en éxtasis... grandes guardianes custodiando el reino.
- ¿Por qué volaste con él? - me preguntó enfurruñado Draco.
- Ni que hubiese tenido opción, simplemente me cogió y salimos volando.
- Podías haberme avisado, ¡te hubiese ido a buscar!. Vuelve a establecer la conexión - me ordenó el dragón enfadado.
- ¿Qué os pasa a vosotros dos? - nos preguntó el rey. Nos quedamos en silencio mirándonos. - En fin... sea lo que sea arregladlo antes de iros, ¿de acuerdo? - asentimos, aunque ninguno de los dos estaba por la labor. Senda, querida... sé que no lo has hecho a propósito, pero no despiertes a ningún dragón más sin mi permiso - tragué saliva y asentí - No vaya a ser que el próximo al que despiertes sea el original.
Nos quedamos en un incómodo silencio, me negaba a abrir de nuevo la conexión con Draco, no quería ni pensar en la posibilidad de ver en los recuerdos del dragón cómo se acostaba con esa... Draco me miraba furioso, bueno, ¡yo también estaba furiosa!
- He... he de irme - dije sin mirar a nadie.
- Está bien, si tienes tiempo podemos vernos en la comida, querida - me dijo el Rey.
- Ya... esto, vale... si tengo tiempo iré - me di la vuelta y me fui andando lentamente, me sentía observada por cien dragones al mismo tiempo.
Había despertado a dragones milenarios, todavía intentaba comprender cómo, pero si podía paliar mi ausencia les estaría agradecida. Me ponían un poco nerviosa el aspecto que tenían, y sus mentes estaban expectantes ante cualquier conexión que estableciese con ellos, no creo que me llegase a gustar. Salí de la explanada sin mirar atrás, Draco me había traicionado y había momentos en que no sabía si Arco también. Pero debía centrarme, tenía que buscar un vellocino y durante el viaje podría leer el diario de Fineas para conocer al original un poco más. Slar había notado que éste había despertado. Me pregunté si alguien más lo habría notado.
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