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Capítulo 43


Me vestí con las ropas de aprendiz que me habían dejado los criados, Draco se había despedido momentos antes para esperarme en la arena después de darme algunos consejos. Estaba nerviosa, quería ganar a toda costa la prueba, quería seguir siendo la primera. Si mis padres me viesen ahora... con ganas de comerme el mundo y seguir liderando a los aprendices... jamás me dijeron nada pero sabía que mi falta de 'ambición' y la vida anodina que había escogido en una gran ciudad sin ellos cerca, les había parecido una mala decisión, quizá hasta una decepción. Y aquí estoy, convertida en Reina de un extraño Reino lleno de Dragones, envuelta en una guerra que si perdemos desembocará en el apocalipsis del mundo y a punto de entrar en una prueba que me llevará a pasar por una ceremonia para llegar a ser un Jinete de Dragón, me reí en silencio. ¿Ambición?, creo que había pasado con creces esa palabra. Les echaba de menos, a mi familia digo, hacía tiempo que no les veía y me gustaría visitarlos pronto. Ahora les visitaba con regularidad y mis comunicaciones eran muy fluidas a través de cartas, se iban haciendo mayores y me preocupaban. En el mundo de los dragones yo seguía siendo una niña, en el mundo de los humanos hacía tiempo que había pasado la mediana edad... era de locos.

Me miré por última vez y bajé de mi torre, los Morlans me esperaban para acompañarme. También eso había cambiado desde las primeras veces que me presenté a las pruebas, ya no iba sola, ya no estaba sola. Seguía siendo extraño pero me reconfortaba ver a la Casa Morlan en las gradas, quizá lo único que no había conseguido era que vitoreasen mi nombre, el silencio seguía siendo mi compañero cuando pisaba la arena.

Cada aprendiz y cachorro nos dirigimos a los huecos, Crim ya estaba allí esperándome y le saludé. El armero Morlan me dio mi espada y me aseguré que mi cuchillo estaba en mi pernera. Todo correcto. Me asomé un momento fuera de mi hueco y busqué entre el público del pueblo a Brom, le saludé con la mano efusivamente y él me devolvió el saludo.

En la tribuna real estaba el Rey con los Señores de Calem y Morlan junto a él, mi reciente matrimonio con él había encumbrado a Atham a una gran posición social dentro del Reino. Había como siempre más público sentado en la tribuna real pero no presté mucha atención. Busqué a Draco con la mirada y le encontré entre los Calem cómodamente instalado. Volví mi mirada al Rey... y él me miró... ¿Cuándo dejaría de asombrarme por lo guapo que era????.

El maese fue diciendo nuestros nombres, en último lugar mi Casa.

- Senda, hija de Morlan y Calem, aprendiz de Jinete, Reina de los Dragones – qué pomposo sonaba....

Salí a la arena con mi ropa blanca y negra, una vez más el silencio envolvió al público pero una vez más el público, desde el pueblo a todas las Casas se pusieron en pie según avanzaba en señal de respeto. Llegué a la tribuna, sonreí a Arco e hice el saludo protocolario. Me volví hacia los aprendices y éstos me hicieron el saludo a mí, también en señal de respeto. Ocupé mi sitio entre Tarnan y Príus, detrás el resto de los aprendices y de los cachorros en filas.

En anteriores pruebas habíamos hecho alianzas para ganar, primero entre los aprendices y luego con los cachorros de dragón. En esta prueba las alianzas estaban prohibidas y solo contabas con la ayuda del cachorro que te habían asignado para superar la prueba. Vi a Galadel a mi derecha entre otros cachorros, le saludé asintiendo con mi cabeza y me respondió del mismo modo.

- Cachorros de dragón, aprendices de Jinete – hablo el Dorc, Maestro de Jinetes – una nueva prueba tiene lugar hoy. Aprenderéis de ella a ser grandes jinetes y grandes dragones tras vuestra ceremonia. Vuestro primer combate será en el aire, conocéis las reglas, ateneos a ellas y que el honor os guíe. – Todos hicimos el saludo ante esas palabras. – Preparos estudiantes.

- Suerte chicos – le susurré a Tarnan y Príus, ellos me desearon lo mismo - ¡Aprendices! – grité como primera del grupo – ¡orgullo y honor!

- ¡Orgullo y honor! – respondieron todos a coro. Rompimos la formación y cada aprendiz fue a buscar al cachorro asignado.

- ¿Preparada? – me preguntó Galadel al ponerme a su altura.

- Llegó el momento. – le dije, miré mis manos por un momento, sin esencia y sin conexión.

La señal se oyó y Galadel se transformó en dragón, le cogí del hombro mientras se transformaba y nos elevamos en el aire. El primer momento era importante, el que estuviese más alto tendría más posibilidades. Cogida por las crines del dragón volamos raudos hasta el cielo. Caímos en picado contra los primeros que nos siguieron, Galadel soltó una magnífica bocanada de fuego que barrió a dos dragones haciéndoles caer junto a sus jinetes. Salté del dragón haciendo un salto mortal hacia atrás y caí sobre otro enorme dragón, me acerqué por detrás a su jinete y lo tiré al suelo. Una regla importante era que si uno de los dos, aprendiz o dragón, tocaba el suelo quedábamos descalificados. El dragón se dio cuenta que había tirado a su jinete e intentó recuperarlo, saqué mi espada y rasgué una de las alas mientras saltaba. Galadel me cogió en el aire como habíamos ensayado tras hacer una rápido giro de 360º. Analicé la situación, y dirigí con las crines al dragón hacia un grupo de inexpertos jinetes. Quizá era lo que más me había costado aprender, gracias a la conexión que establecía con los dragones que montaba volar para mí era sencillo, sin utilizar mi conexión aprender a comunicarme con Galadel había sido mucho más complicado. Llegamos hasta ellos y embestimos, el dragón cerró sus alas para no herirlas y yo me tumbé sobre su lomo agarrándome a sus crines fuertemente, caímos sobre ellos como una bola contra un montón de bolos. En un momento Galadel abrió sus alas y el viento nos impulsó hacia arriba. Una vez a salvo seguimos volando.

Tarnan y su dragón volaron paralelos a nosotros esquivando a un montón de dragones que luchaban entre sí, sin duda, serían nuestros más fieros contrincantes, nuestro objetivo tratar que no pasasen a los combates individuales. Vi a Tarnan saltar sobre un dragón distraído y lanzar a su jinete al suelo, yo me lancé casi detrás viendo una oportunidad de acabar con é, luchamos con las espadas encima del dragón sin jinete. Nuestros propios dragones hacían bucles en torno al dragón para intentar cogernos cuando lo necesitásemos. Los dos éramos muy buenos con las espadas, Tarnan tenía muchísima más técnica que yo, pero yo era más rápida y más cruel y punto a mi favor, luchaba como una lagartija. Fintó mi golpe y me lancé contra sus piernas desestabilizándolo. Salté como había aprendido de los monos y le golpeé hasta lanzarlo fuera del dragón. Su dragón le cogió en un impecable movimiento, era realmente bueno. Yo me lancé hacia Galadel antes de que el dragón al que habíamos dejado sin jinete se estrellase. Después de eso volamos a zonas distintas. Seguíamos tirando a jinetes de sus dragones. Mi dragón barría con su fuego a quienes se ponían delante.

Cuerpos de dragones y aprendices iban lloviendo poco a poco sobre la arena. Los sanadores iban curándolos y apartándolos a zonas donde estaban a salvo. Le dije a Galadel que volase bajo, esto tenía sus desventajas, nos caían bombas humanas del cielo, pero también ventajas, podía proteger el vientre del dragón que era sin duda una de sus zonas más vulnerables. Vi una ventana entre los dragones e hice que Galadel subiese volando en vertical haciendo un giro de 90º, complicado y terriblemente peligroso que nos salió perfecto, escuché los gritos entusiasmados del público. Habíamos ensayado muchísimo esos giros. Según subíamos la que fue atacando los vientres de los dragones fui yo, corté el vientre a cinco dragones que cayeron junto a sus jinetes entre alaridos de dolor. Tendríamos que estar pendientes, la señal sonaría cuando veinte dragones quedasen en el aire, luego nos enfrentaríamos entre nosotros.

Vi a Tarnan intentar atacarnos de nuevo, por lo visto él tenía el mismo objetivo que nosotros, que no pasásemos a los combates individuales. Le sonreí mientras saltaba de mi dragón. Tarnan hizo lo mismo y nos fuimos moviendo por distintos dragones mientras que los nuestros luchaban con garras y fuego. Cruzamos varias veces las espadas. Me lancé sobre el dragón de Tubo y le derribé como hacían los monos, dejé que se escurriese por el lomo de su dragón y cayó al suelo. Su dragón descendió y en el último momento pude agarrarme a la cola del dragón de Tarnan. Intenté trepar por su vientre para destriparle, pero éste era rápido y lo suficientemente listo como para empezar a dar vueltas hasta que consiguió que me soltase. Galadel me cogió en cuanto me vio en el aire con un magnífico impulso justo a tiempo. La señal sonó y dejamos de luchar. Aterrizamos en el suelo entre los vítores del público. Vi que Príus también había sobrevivido y me lancé a abrazar a mis dos amigos entre gritos de victoria. ¡Lo habíamos conseguido! Llegábamos a la siguiente ronda.

- ¡Eh! Tortolitos, os he visto allí arriba – nos dijo Príus – había mucho amor en el aire, ¿no?

- Da gracias a que no fuimos a por ti, Zalta – le dije, luego me lancé a los brazos de mi segundo.

- Eres increíble en el aire Tarnan, estoy muy orgullosa de ti.

- Me voy a ofender... - dijo Príus haciendo pucheros.

- De ti también estoy orgullosa, hoy no te he salvado el culo como en otras ocasiones – éste me dio un golpe amistoso en el brazo mientras Tarnan se reía.

- Con esencia o sin esencia, eres letal, jefa – me dijo mi amigo.

Los maeses indicaron que nos retirásemos, luego pondrían los combates y dirían contra quienes teníamos que luchar. Crim se acercó a mí.

- ¿Puedo curaros, majestad? – me preguntó. Me quedé mirándole sorprendida y miré mi cuerpo, un largo tajo sanguinolente me recorría la pierna desde la rodilla hasta el tobillo, con la adrenalina del momento no me había dado cuenta.

- ¡Me hirió! – dije sorprendida levantando la mirada a Tarnan – Maldita sea... sí que es bueno.

- ¿Estás bien? – me dijo Galadel preocupado.

- Sí, sin problemas, pero habrá que vigilar de cerca a ese hijo de Calem y a su dragón – le dije señalando a mi amigo.

Uno de los maeses se acercó a comprobar que no hubiera utilizado mi esencia para contener la herida, me había costado no hacerlo, era casi como respirar pero la sangre en mi ropa y el tajo abierto había convencido al maese de que no tenía ventaja sobre los demás.

Los combates empezaron, Galadel y yo tuvimos que esperar hasta el quinto combate para estrenarnos. Tarnan y su dragón salieron en tercer lugar, realmente eran excelentes. Nosotros salimos a la arena tras oír nuestros nombres. Nuestros contrincantes eran buenos, sino, no hubiesen sobrevivido al anterior combate pero éramos mejores. Luchamos desde el principio con fuerza y les derribamos. Tarnan ganaba igual que nosotros, en su último combate se enfrentó a Príus y le derrotó, aplaudí a ambos hasta que me dolieron las manos, había sido un espectáculo excelente. Se abrazaron cuando terminó el combate como grandes amigos. Príus se volvió hacia mí y me hizo una teatral reverencia.

Estábamos en los combates semifinales, si ganábamos ese combate entraríamos en la final. A Tarnan y su dragón les ocurría lo mismo. Salimos nosotros primero, el aprendiz contra el que luchábamos era una chica rápida y fuerte que sabía volar muy bien con su dragón. Manejamos en el aire a nuestros dragones con soltura, dirigí a Galadel hasta el suelo para proteger su vientre y ella hizo lo mismo sin dilación. Los dragones soltaban patadas e intentaban agarrarse con las poderosas garras, nosotras luchábamos encima de los dragones. Volví a Galadel de un salto y nos separamos de ellos, de repente lo vi, cerca del vientre del dragón contrario, el hueco dejado por una escama caída. Cuando te pasas tanto tiempo como yo limpiando las dragoneras y atendiendo a los viejos dragones poniéndoles ungüento en sus escamas, sabes exactamente lo que significa que un dragón pierda una de ellas. La piel de debajo es increíblemente fina y una escama caída cerca de un punto vital puede ser muy peligroso. El dragón contrario tenía ese punto vital a la vista. Indiqué a Galadel que debíamos hacer un barrido, volamos bajo como si fuésemos a estrellarnos contra ellos y en el último momento nos elevamos, ellos hicieron lo mismo, se apartaron de nosotros para no chocar y se elevaron también mostrándome el dragón contrario su hueco sin escama. Lancé mi cuchillo y acerté de plano, un terrible rugido salió de su garganta, debí cortar algún nervio o tendón porque su ala derecha se quedó rígida, cayó al suelo arrastrando a su jinete con él y se estrellaron. La señal sonó, habíamos ganado. Galadel descendió y bajé al suelo justo para ver a los sanadores correr hacia el dragón caído. Me acerqué al dragón para sacarle mi cuchillo clavado, lo limpié en la pernera de mi pantalón y lo guardé donde siempre. Me aseguré de que estuviese bien y luego volví a mi posición con mi dragón.

Tarnan ganó su combate como era esperar y aplaudí y vitoreé la victoria. Pasado el rato salimos a la arena cuando se nos nombró por nuestros nombres. Nos quedamos frente a frente a punto de empezar el combate. No creo ni que lo pensásemos pero empezamos a andar uno hacia el otro, nos quedamos a dos pasos de distancia.

- Suerte en el combate, Tarnan – le dije.

- Suerte en el combate, Senda – me contestó.

Se acercó a mí y me abrazó, le correspondí el abrazo con fuerza. Estaba orgullosa se luchar contra él, sabía que sería un contrincante difícil y terrible, pero no me importó.

- Orgullo y honor aprendiz – le dije al separarnos.

- Orgullo y honor – me repitió y nos hicimos el saludo protocolario.

Volvimos a nuestras posiciones y la señal sonó. Galadel se transformó y me cogí como siempre a su hombro, el dragón de Tarnan hizo lo mismo solo que lanzó a su aprendiz contra nosotros mientras nos izábamos del suelo en un inesperado movimiento. Solo por un segundo conseguí interponer mi espada delante del cuchillo que pretendía clavar a mi dragón. Galadel se sacudió con miedo y Tarnan calló siendo recogido por su dragón, me quedé sorprendida ante su osadía, debía de haberme estudiado muy bien y sabía que mientras me subía a Galadel dejaba una zona sin cubrir y había dado con un punto débil, ¡bien por Tarnan!. Hicimos uno de nuestros giros imposibles y atacamos al dragón con fuego, este se quemó la pata y lanzó un rugido de dolor. De pie sobre el dragón, agarrada en sus crines, sopesé nuestras opciones. Galadel era un dragón magnífico, grande y fuerte. El dragón de Tarnan era más pequeño pero muy bueno también, de mi dragón sabía algo, tenía mucha más resistencia que el dragón de Tarnan. Hice que Galadel hiciese innumerables pasadas al dragón de Tarnan, lo suficientemente lejos como para que Tarnan no pudiese volver a tocarnos, pero lo suficientemente cerca como para resultar una amenaza y cansarlo. Era un trabajo de precisión casi quirúrgica, seguimos haciendo pasadas, sabía que era muy cansado también para Galadel pero esperaba que el dragón de Tarnan desfalleciera antes. Vi entonces, como el dragón flaqueaba, Tarnan gritaba órdenes pero por la posición de sus párpados del dragón noté que no le estaba haciendo demasiado caso, solo intentaba seguir volando, estaba demasiado cansado.

Me lancé hacia Tarnan y caí sobre el lomo del dragón, el aprendiz y yo comenzamos un baile de espadas mientras Galadel seguía dando pasadas al dragón, en una de las pasadas consiguió rasgar uno de los muslos del dragón de Tarnan, este vio lo que le habíamos hecho a su dragón y me atacó una y otra vez. Hice denso mi cuerpo y paré los ataques, pero el dragón se resintió con el peso y calló un poco más. Tarnan levantó su espada por encima de la cabeza para dejarla caer sobre mí, yo me deslicé como había visto hacer a las salamandras tantas veces y llegué hasta el tronco de Tarnan, vi su axila descubierta y le clavé el cuchillo. Lo saqué rauda y di un enorme salto por encima de su cabeza para llegar hasta la cabeza del dragón, un poco más y no lo cuento al no tener la velocidad necesaria pero con mi espada rajé la zona detrás del oído hundiéndola como si fuese un ancla. Tarnan me cogió por detrás mientras el dragón daba bandazos por la herida. La sangre de Tarnan me ayudó a deshacerme de su llave al tener el cuerpo resbaladizo. Golpeé una y otra vez hasta que cayó en el lomo de su dragón y con mi empuñadura le golpeé en la cara rompiéndole el pómulo. Galadel vio su oportunidad y con sus grandes garras rasgó el vientre del dragón y se desplomó hacia al suelo. Caímos los dos aprendices junto con el dragón de Tarnan, yo también perdería si tocaba el suelo. Me impulsé dando un salto y me agarré de la garra de Tarnan como me había agarrado tantas veces de las águilas. Vi como el cachorro de dragón y el aprendiz caían al suelo. Trepé por la pata de mi dragón y descendimos al suelo cuando oímos la señal al lado de los caídos. El combate había terminado y habíamos ganado.

Tarnan no se movía, permanecía desmadejado entre las patas de su dragón, ¡se estaba muriendo!, grité su nombre desgarradoramente y mi esencia salió como una inmensa marea cubriéndole, introduciéndose por todos los orificios de su cuerpo para intentar salvarlo. Noté como su corazón se paraba y le obligué a seguir latiendo, los sanadores se acercaron corriendo, intentando curarle. Seguía obligando al corazón de Tarnan a latir, sus pulmones fallaban también. Me asusté como nunca me había asustado. Sentí a Arco a mi lado de repente.

- Tranquila querida mía, puedes hacerlo, respira, siente como respiras y transmíteselo a él – me dijo al oído.

Le hice caso, me centré en mi cuerpo y replique mis funciones vitales en el suyo.

- Majestad – escuché a uno de los sanadores decirme – retirad vuestra esencia lentamente.

Asentí mientras mi frente se perlaba de sudor, noté como la curación iba llenando el cuerpo de Tarnan y fui retirando mi propia esencia. Lo único que quedó fue su corazón atrapado en mi esencia que entraba por la herida de la axila.

- Lo haces bien, amor mío, libéralo – me dijo el Rey.

- ¿Y si no funciona? – le pregunté llena de pánico.

- Lentamente, permite ir sanando el corazón mientras lo retiras – me dijo él. Sentí su mente en la mía diciéndome cuando debía hacerlo, ayudándome.

El corazón de Tarnan latió por sí mismo y mi esencia salió de su cuerpo a través de la herida de la axila. Respiró profundamente y abrió los ojos, yo empecé a llorar de la alegría. El padre de Tarnan lo abrazó con fuerza mientras me daba las gracias, teniendo en cuenta que yo le había hecho eso, sacudí la cabeza... Le ayudaron a levantarse, estaba mareado pero se mantuvo en pie, vi como su vista se enfocaba a mí e intentó dar un paso en mi dirección, corrí hacia él y le abracé.

- Enhorabuena jefa, has ganado – me dijo mientras le soportaba todo su peso sobre mí. – te lo mereces, has sido la mejor.

- Eres grande Tarnan, eres el más grande – reí y lloré al mismo tiempo.

Nos separaron y se lo intentaron llevar para que descansase un poco, pero se negó y se quedó allí para apoyarme. Me sequé la cara y luego me volví a Galadel que había presenciado la escena horrorizado.

Le tendí la mano y me cogió el brazo para chocarlo con el suyo, nos abrazamos y nos permitimos festejar nuestra victoria, luego nos pusimos a gritar como locos ¡éramos los primeros!. Los Raise vinieron a felicitarle y se vio envuelto entre abrazos y gritos de victoria.

Vi a Arco sonreír a mi lado con mi actitud infantil y le sonreí a mi vez. Draco también había bajado a la arena para felicitarme.

- Has hecho un gran vuelo, pequeña – me dijo feliz.

- Gracias Draco, viniendo de ti es el mejor de los halagos.

Atham se acercaba con los Morlans a felicitarme, Arco y yo avanzamos hacia él y le hice el saludo protocolario.

- Enhorabuena, hija de Morlan, ha sido una gran victoria – me dijo.

- Gracias Señor de Morlan, mis contrincantes han sido magníficos luchadores.

- El hijo de Raise y tú habéis demostrado vuestra valía también, estamos orgullosos de ti niña – hice un gesto de asentimiento hacia Atham, en el fondo estaba feliz de escuchar sus palabras pero no iba a dejárselo saber... por el momento. – Tengo una sorpresa para ti, Senda hija de Morlan – me dijo. Le miré curiosa y vi cómo dos personas avanzaban hacia su altura, les miré y por un momento no les reconocí, luego me quedé sorprendida y abrí la boca.

- ¡Mamá!, ¡Papá! – me abalancé sobre mis padres para abrazarles, ellos me abrazaron a su vez y lloramos y reímos los tres juntos. ¡No me lo podía creer!, ¡estaban allí!, ¡alllí!

- ¡Senda!, mi niña, mi niña... - lloraba mi madre acariciándome el rostro, sin parar. Me dejé abrazar y besar por ellos, me dejé mimar por ellos, me dejé querer por ellos.

- ¿Cómo.... Cómo es posible qué estéis aquí??? – les dije, luego miré al Rey y a Atham buscando explicaciones, ellos observaban la escena con sonrisas felices.

- Atham nos... trajo – dijo mi padre como si no quisiese recordar la experiencia – Nos contó quienes somos, quién eres tú ahora. – Abrí la boca sorprendida.

- ¿Eso es posible??? – miré al Rey para confirmarlo.

- Tus padres son hijos de Morlan, también, querida mía. Las puertas del Reino están abiertas para ellos. El Señor de Morlan me contó su idea y di mi aprobación, mandé a mis jinetes a buscarlos junto con los Morlans para este día. – le miré agradecida mientras me seguían abrazando mis padres, no quería soltarlos.

- ¡No me puedo creer que estéis aquí!, ¡aquí!!!, es increíble – les dije a ambos.

- Para nosotros también está siendo increíble cariño – dijo mi madre. - Esto es algo que no creo que podamos olvidar nunca.

- Querida, tus padres necesitan descansar y tú también antes del baile de esta noche. Retiraos para que podáis estar tranquilos. – me dijo el Rey. Asentí y avancé con los Morlans de la mano de mi padre y abrazada a mi madre.

- Cariño, todo esto es increíble, no me lo puedo creer. ¡Has volado en dragones!

- Hay tantas cosas que quiero contaros, que quiero enseñaros... - les dije a ambos. Me paré un momento y les miré – Siento haberos mentido todos estos años.

- Entendemos por qué lo hiciste Senda – me dijo mi padre poniendo su mano en mi hombro – esto no se puede explicar y sabemos que nunca lo hiciste con mala intención.

- Gracias papi – vi a Príus y a Tarnan acercarse a mí y les grité a modo de saludo - ¡Tarnan, Príus! Son mis padres!!!! – no podía dejar de gritar y de reír al mismo tiempo.

Los dos aprendices se presentaron con sendas reverencias y vi que mi madre se ruborizaba ante eso.

- Es un honor conocer a tan distinguidos hijos de Morlan – dijo Tarnan con su perfecta educación. Vi a mi padre enarcar las cejas ante el título pero le contestó.

- Espero que te encuentres mejor, hijo.

- Sí señor, me he recuperado totalmente – Tarnan se volvió a mí – Gracias por salvarme, Majestad.

- ¡Cielos Tarnan! Sabes que caminaría a través de una horda de lagartijas si me lo pidieses. – le contesté feliz. Mi segundo se rió.

- Lo sé, lo sé... Tienes padres!! – levantando las manos como si no se lo creyese, me reí divertida pensando en los días en que creían que era huérfana.

- Tengo padres.... Unos padres maravillosos – dije mirándolos con todo el amor de mis ojos. Mi madre se enjuagó una lágrima.

Nos despedimos de ellos y nos fuimos a las dependencias Morlans del castillo, allí las doncellas me esperaban para lavarme y cambiarme de ropa. Mis padres se quedaron hablando con Atham mientras tanto.

Después de secarme el pelo, tras la ducha, me dieron ropa limpia, mi uniforme era casi todo negro ya, salvo los delicados dibujos blancos que lo adornaban. Faltaba poco para la ceremonia, muy poco....

Salí de los aposentos y me encontré a Arco apoyado en una columna esperándome, fui hacia él y me fundí en un abrazo que culminó en un apasionado beso.

- ¡Gracias!, gracias por traer a mis padres.

- Fue cosa de Atham – me explicó – ni con todo mi poder podría haberlos traído querida, Atham es el Señor de la Casa Morlan, es él quien tenía que hacerlo.

- Te quiero – le dije besándolo de nuevo – te quiero tanto...

- Vamos, hay personas a quien debes presentar a tus padres.

Entramos en el gran salón Morlan, mis padres me dijeron lo guapa que estaba sin tanta sangre y polvo encima, me reí a gusto. Me disculpé un momento con ellos y me dirigí hacia Atham.

- Gracias Señor de Morlan.

- Debí hacerlo hace mucho tiempo, niña... debí haber tomado esta decisión hace mucho – asentí sin poder decir nada más, sabía lo mucho que le había costado decirme eso por lo que no añadí palabra alguna. Había sido un gran avance entre él y yo. Volví con mis padres que hablaban con Ainara.

- Quiero presentaros a tanta gente... - les dije – Quiero que conozcáis a todos mis amigos, han llegado a ser mi familia.

Justo en ese momento anunciaron a Brom en el salón, me di la vuelta y fui hacia él a recibirlo.

- Brom, ¡qué alegría que te unas a nosotros!

- Majestad, es un inmenso honor estar en vuestra presencia – le miré de reojo a punto de echarme a reír – Me alegra verte bien, Mirlo Blanco – se ruborizó.

- Eso está mejor, ven a conocer a mis padres, por favor. – le llevé ante mis padres y le presenté – Papá, mamá, os presento a Brom, es el herrero del pueblo y es como un padre para mí – Vi que Brom hinchaba el pecho y se ponía todo lo erguido que pudo. Mi madre se fijó en el alto y enorme hombre calvo y se quedó petrificada. Mi padre le tendió la mano y le preguntó varias cosas, Brom le contestó amigablemente.

- El pequeño mirlo ha sido una bendición para nosotros – dijo Brom.

- ¿Mirlo? – preguntó mi padre mirándome sorprendido.

- Bueno, cuando la conocí parecía un pequeño mirlo blanco, ahora cada vez más se va pareciendo a un cuervo – me dijo.

- ¡Brom! – le regañé.

- Un hermoso cuervo con corazón de mirlo, no te preocupes que para mí siempre serás un mirlo blanco – le abracé cariñosamente.

Mi padre hablaba con Brom y con Atham entretenidos en historias, mi madre y yo con Ainara y Arco entraba y salía del salón mientras los criados y los consejeros le preguntaban cosas. Draco entró dando grandes zancadas y nos hizo una reverencia. Me disculpé con Ainara y se lo presenté a mis padres.

- Papá, mamá, os presento a Draco, hijo de Calem, mi dragón. – Este hizo una reverencia.

- ¿Ti... tienes un dragón? – preguntó mi madre sin entender.

- Draco es mi dragón porque lo reclamé, hasta hace poco era un dragón sin jinete – expliqué, pero vi que mi madre no me entendía nada – Draco es mi protector, mi amigo, mi hermano, me pertenece igual que yo le pertenezco a él, formamos un ser completo cuando volamos juntos y en tierra permanecemos separados unidos por nuestras almas y mentes. – Mi madre abrió la boca sorprendida por mi discurso. Draco se puso detrás de mí y me puso la mano en mi hombro, le puse mi mano encima reforzando el contacto.

- Es un honor conocer a los padres de mi Jinete, la pequeña me ha hablado mucho de ustedes.

- Es un placer – dijo mi padre y le invitó a unirse a su conversación comentándole el tema del que hablaban. Draco me cogió por la cabeza y me dio un beso en la sien antes de separarse de mí. Mi madre y Ainara se acercaron a cuchichear.

- ¿Tu dragón? – volvió a preguntarme.

- Es difícil de explicar mami, pero puedo decirte que después del Rey es la persona más importante en mi vida, no podría vivir sin él – le dije.

- Draco sigue igual de guapo que siempre – dijo Ainara suspirando, me reí.

- Pídele una cita, creo que necesita una novia... - la animé.

- Nooooo... conozco a estos dragones, entregan su corazón a su jinete más allá de cualquier posibilidad. – dijo Ainara resoplando.

- Uy! Hija... creo que esto es demasiado moderno para mí. – dijo mi madre.

- Más bien mami, creo que es demasiado antiguo, tan antiguo como el diluvio, supongo que por eso ni yo lo entiendo – dije suspirando.

Las dejé un momento a solas porque me fijé que Arco había vuelto a entrar en el Salón después de atender a dos Consejeros. Caminé hacia él y me abrió sus brazos y me envolvió en ellos.

- ¿Feliz, amor mío? – me dijo.

- Muy feliz, ver a mis padres aquí es el mejor de los regalos. Estar aquí con las personas que quiero y con ellos es como un sueño.

- Me alegra, entonces, que ese sueño tuyo se haya cumplido.

- Sé que Atham los trajo, pero también sé que no habría hecho nada sin tu permiso.

- Son mis suegros, ¡qué menos que vengan de visita! – nos reímos los dos y nos quedamos abrazados. Si esto era un sueño, yo no quería despertar jamás.

Comimos juntos en una gran mesa circular que dispusieron. Brom al principio estaba incómodo por estar entre esa gente que él llamaba distinguida pero se le pasó cuando siguió hablando con mi padre y Atham. Draco y el Rey mantenían una profunda conversación y mi madre y Ainara compartían confidencias. Me quedé sentada mirándoles a todos, era feliz, inmensamente feliz.

- Querida – me llamó Arco – no comes, ¿sucede algo?.

- Nada, solo que estoy demasiado feliz para comer.

- Has de reponer fuerzas, tras el combate de esta mañana necesitas comer. – me dijo preocupado.

- No te preocupes, estoy bien – le dije acariciando su rostro con amor.

- Sabes que jamás dejaré de preocuparme por ti. – me cogió la mano y me beso la palma haciendo que me estremeciese entera.

Después de la comida nos retiramos a descansar para prepararnos para el gran baile de la tarde. Brom se disculpó por no asistir, suponía que él ya había tenido suficiente por hoy.

- Te ves feliz, mirlo – me dijo al despedirse – Ojalá conservases esa mirada para siempre.

- He aprendido a disfrutar de estos momentos y a no preocuparme en demasía por el futuro Brom. – Le abracé fuertemente antes de irse.

Todos se retiraron y me quedé a solas con mis padres, tomamos un tentempié en un acogedor saloncito mientras me ponía al día de las novedades de mi familia.

- Desde luego será difícil explicar dónde hemos estado cuando volvamos – me dijo mi madre.

- Seguro que Atham os ayudará con una buena historia – le dije riéndome.

- ¿Eres feliz? – me preguntó mi padre serio.

- Sí papi, he encontrado mi lugar en el mundo. Quizá no era lo que yo me hubiese imaginado pero sí que es aquello por lo que quiero luchar hasta el final.

- Arco es un buen hombre, me alegro que estéis juntos – me dijo.

- Era el hombre del hospital, ¿verdad? – me dijo mi madre – El hombre que vi cuando naciste.

- Sí, era él. Supongo que ya entonces sabía quién sería yo.

- ¿Y esas lagartijas?, los monjes esos de los que hablan.

- Quizá eso sea una nube en mi mundo de felicidad. Pero eso es lo que hace que me despierte todos los días, saber que debo proteger todo lo que amo. Este reino, su gente, todo esto – dije señalando la habitación.

- Nos alegramos que tengas buenos amigos hija – me dijo mi padre. – Nos quedamos más tranquilos sabiendo que el día que faltemos tú estarás cuidada y serás querida por ellos.

- Os quiero, a los dos, os quiero muchísimo – les dije.

El baile comenzó cuando Arco y yo entramos del brazo, me habían vestido con un maravilloso vestido azul con los escudos de las doce casas bordado en él, llevaba el cabello suelto perfectamente cepillado y alisado que caía cerca de mis rodillas y un aro de fino oro hacía las veces de diadema. Como única joya el símbolo del Reino, el dragón rugiente a mi cuello.

Nos hicieron una reverencia y los invitados se dispersaron por el Gran Salón para disfrutar de la velada. El rey me invitó a bailar y dimos vueltas por la pista de baile.

- Tu belleza es abrumadora, querida mía.

- ¿Más que la de la pelirroja del infierno? – Arco suspiró.

- Tu lenguaje... - puse los ojos en blanco - pero sí, eres mil veces más hermosa que ella – dijo al instante dejándome satisfecha.

La noche discurrió entre conversaciones con amigos, bailes y presentaciones a mis padres de todo aquel que quiso agasajar a la Reina. Una velada perfecta. Mis padres se retiraron a dormir poco después y los hicimos el Rey y yo, me quedé en los aposentos reales esa noche para disfrutar de él y de nuestro amor.

Había pasado unos días maravillosos con mis padres enseñándoles el reino y sus maravillas, habíamos visitado a los monos y a las águilas, todos los espectaculares lugares que se me habían ocurrido, habían comprobado que vivía bien entre los dragones, en definitiva que era feliz, por lo que ellos también eran felices. Finalmente habían regresado a casa y yo a mi formación como aprendiz.

Me había levantado pronto ese día e iba caminando por el parque, afrontaríamos la última prueba y pasaríamos la ceremonia, la recta final de mi formación como aprendiz concluía. Tarnan me llamó al verme y me dirigí hacia él. Habíamos hablado de cómo sería convertirnos en jinetes, lo que sentiríamos... me preguntaban a menudo por mi relación con Draco, como era ser su jinete, tenerle todo para mí, jajaja...

Algo cruzó por mi mente, un fogonazo, un escueto recuerdo. Yo tumbada en aquel gran bloque de piedra siendo torturada por los monjes mientras fui prisionera con las salamandras, me paré, recordando...

- "Tu sssangre lo essssclavizará...."

Tarnan gritaba encima de mí, pidiendo ayuda, me encontraba en el suelo tumbada. Sentí las garras deformes del monje tocándome, no podía moverme, me ahogaba.

- ¡Senda!, ¡Senda! – inhalé aire como si me estuviese ahogando, Draco estaba sacudiéndome y gritaba mi nombre. Había vuelto, estaba con él, me cogí con fuerza a su cuerpo esperando volver otra vez a aquel maldito infierno.

- Llévame con el Rey – le supliqué.

Draco salió volando conmigo en brazos en dirección a la sala del trono. Iba abrazada a su cuello el contacto hacía que pudiese anclar mi mente al presente, a no volver a aquello.

- Draco, a solas, necesito... a solas... - le dije. Él asintió. Entramos en una sala pequeña y me puso en un enorme butacón al lado del fuego, estaba temblando de frío.

- ¿Qué ha pasado?, ¿qué ha ocurrido Draco?? – dijo el Rey arrodillándose a mi lado.

- Os dejaré con ella Majestad – Draco se dio la vuelta para irse.

- ¡No! – grité, extendí mi mano hacia él, también le necesitaba – Mi mente, mirad en mi mente...

Arco cerró los ojos mientras que yo cogía la mano de Draco para que pudiese verlo él también. Reviví otra vez el recuerdo y me aferré a Arco para no quedarme allí, con aquel ser... Abrió los ojos y me miró.

- ¿Qué quería decir con eso? – le pregunté.

- Senda... yo... - empezó Arco dudando.

- Díselo, si la cogiesen en el futuro... - dijo Draco también preocupado.

- Todavía no ha pasado la ceremonia...

- Es mi jinete Arco – le dijo tuteándole – creo que merece una explicación.

- ¿Qué... qué ocurre???, ¿qué significaba el recuerdo?

- Sabemos cómo pretenden los monjes que domines al original

- ¿Cómo???? – me incorporé un poco, el recuerdo se desvanecía y me encontraba mejor.

- Quieren que te conviertas en su jinete – me dijo Arco.

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