Capítulo 42
Bajé con Arco de la mano los escalones que nos separaban del resto. Atham se acercó a mí y me dio un casto beso en la frente, llamándome 'mi reina'. Draco se acercó y me hizo una reverencia sarcástica.
- Mi reina - me dijo con sorna luego se fue enfadado, yo ni siquiera pude responder, todavía no me lo creía.
Dorc apareció con gran orgullo en sus ojos y me dirigió una profunda reverencia, le sonreí levemente, y seguí al siguiente consejero, y al siguiente, y al siguiente.... Los consejeros iban pasando ordenadamente dándonos la enhorabuena, las reverencias se iban acumulando en mi espalda y durante un segundo pensé que me pondría a gritar. Joan se acercó a nosotros con su andar felino.
- Felicidades Majestad - no me incluyó en sus felicitaciones - creí que no había tanta premura en la boda.
- Cambiamos de opinión Joan - dijo el Rey - ¿no vas a saludar a tu Reina? - le preguntó con voz cargada de significado. Ella sonrió falsamente y me dijo tras hacerme una reverencia.
- Majestad - la miré por un momento y posé mi mirada en el siguiente consejero al que dediqué una dulce sonrisa. Me dio tiempo de ver sus ojos cargados de odio mientras se retiraba por aquella muestra de nulo interés por mi parte, 'qué le diesen', pensé, 'perra del averno...'.
Después de saludar a todos y cada uno de los consejeros y a los demás presentes. Arco volvió a dirigirse a todos.
- Llevad mi felicidad a todos en el Reino, que no quede nadie sin que sepa que hay una nueva Reina entre nosotros. - Anunció. Luego dijo que nos retirábamos a descansar.
Anduvimos en silencio seguidos de criados hasta una parte del castillo donde nunca había estado, supuse que eran los aposentos del Rey. Allí despidió a todos los criados que se quedaron sorprendidos pero se fueron dejándonos solos. La puerta se cerró y esperó unos instantes hasta que los pasos dejaron de oírse en el pasillo.
- ¡¡¡Varanos!!!, ¿en qué demonios pensabas????, ¿sabes lo que te podían haber hecho???.
- Yo.... - ni siquiera sabía cómo defenderme.
- El maldito alfa de los varanos te ha puesto su marca, ¡a ti!!!! ¡Mi esposa!!!!. ¿Sabes lo poco que me falta para buscarlo y matarlo por tocarte? - me cogió de los hombros y me zarandeó.
- Yo no... - pero seguí en silencio.
- El original les dijo que te buscasen, ¡el original!, Senda, ¡piensa en ello!!!! ¡Y ahora son nuestros aliados!!!!. Te dejé en manos del Morlan para que no estuviesen en peligro, me alejé de ti para que nada de esto te salpicase, alejé a Draco para que no os metieseis en líos y me encuentro contigo en una maldita y apestosa cueva varana. ¡Maldita sea Senda!! ¡mil veces maldita sea!!!. ¡Esto se ha acabado! ¡No volverás a hacer nada si mi maldito permiso!!! ¡Eres mía!! ¡Mi esposa!!! Ahora nadie volverá a cuestionar mi autoridad sobre ti. ¡¡Destriparé a aquel que lo intente!!! - dijo con furia.
Me cogió entre sus brazos y me besó furiosamente, me arrancó literalmente el vestido hasta dejarme desnuda delante de él.
- Si veo uno solo de esos puntos iridiscentes varanos en tu cuerpo te juro que te lo arrancaré con piel y todo - me amenazó.
Me empujó hasta su cama besándome con pasión, después de todo lo que había pasado yo no podía pensar en nada, solo en que estaba en sus brazos, que por fin estaba en sus brazos. Me tumbó con él encima mientras seguía besándome y acariciándome, me llevó hasta un estado de locura apasionada y culminó en el mayor orgasmo que jamás había sentido. Sentí que me desvanecía hasta la cómoda oscuridad mientras él me rodeaba con sus brazos.
La claridad del día hizo que me despertase, a mi lado Arco seguía durmiendo, su rostro estaba relajado, vuelto hacia mí, sus brazos me rodeaban y no podía moverme. ¡Buf! La noche había sido maravillosa pero necesitaba salir de allí y encontrar un baño.... Me deslicé como pude y me escapé de su abrazo, le oí regañarme en sueños... ¡pues vaya!. Mi vestido yacía hecho jirones en el suelo y no veía más ropa que ponerme, abrí un armario con cuidado y me encontré una bata de seda que me puse para cubrir mi desnudez. Me quedaba enorme pero me arremangué y arrastré la bata como si fuese un vestido con cola. Encontré pronto las dependencias dedicadas al aseo, una enorme piscina llena de agua caliente dominaba toda la estancia, varias fuentes caían desde distintas altura para ayudar a la limpieza del cuerpo, algunas con agua caliente y otras con agua fría. Encontré también las letrinas e hice uso de ellas, luego me despojé de la bata y me metí en el agua caliente. Nadé durante un rato y salí para lavar mi cabello y mi cuerpo en una de las fuentes con los jabones perfumados que encontré. No había ningún peine a la vista por lo que me senté en un banco enfrente de uno de los muchos espejos y me puse a peinar mi pelo con las manos.
Arco me encontró así, con el cabello desparramado por mi cuerpo tapando mi pudor, sentada en la silla, con las piernas inclinadas a un lado. Vi cómo tragaba dolorosamente. Su piel de dragón se retiró y dejó a la vista todo su esplendoroso cuerpo desnudo. Él también se tiró a la piscina e hizo unos cuantos largos. Salió sin preocuparse por estar desnudo y fue hacia mí para darme un largo beso.
- Llamaré a las doncellas para que vengan a ayudarte.
- No... - pero ya se había dado la vuelta y se había ido.
Me vistieron con un vestido granate con los doce escudos en el bajo. Me recogieron el pelo en un intrincado peinado y después me acompañaron hasta la sala del trono. Todos se voltearon a saludarme y el Rey extendió su mano para cogerme la mía y volver a acompañarme hasta el trono.
Vi a Draco apoyado contra una de las columnas mirándome socarronamente, le supliqué con la mirada que se acercase pero salió volando al rato. ¡Maldita sea!. Sentía el enfado de Arco en cada palabra que pronunciaba hacia mí, seguían planificando la ofensiva en la Sala de Control y cada vez que se pronunciaba la palabra varano sentía la gélida mirada de Arco. No me iba a perdonar nunca.
- Los monos fueron con las salamandras hasta las localizaciones donde dijeron los varanos, hemos encontrado los 23 poblados restantes. - dijo uno de los consejeros. - En tres de ellos hemos visto esos monstruos gigantescos contra los que luchó, majestad.
- ¿Algún túnel? - preguntó el Rey mientras se inclinaba en el mapa.
- No... no tenemos tanta información, solo lo saben los varanos.
- Bien, querida mía - dijo mirándome - creo que vas a tener suerte, debemos hablar nuevamente con el maldito alfa varano.
El Rey y yo fuimos hasta la gran explanada. Un contingente de jinetes y dragones esperaban nuestra llegada. Draco, transformado en dragón esperaba a que montase sobre él. Me subí por el ala y esperé la orden del Rey.
- ¡Enlazad! - levanté mi brazo y haciendo un perfecto semicírculo enlacé a todos los dragones. Nos elevamos en una perfecta coreografía.
Las cuevas de los varanos se abrieron ante nuestros ojos después de volar durante largo rato. Había evitado en todo momento conectar con Draco pues no quería ver su desilusión en sus ojos. Entre el contingente también estaba Joan, convertida en un hermosísimo dragón color rojo sangre, un dragón que jamás había conocido jinete. Aterrizamos entre las rocas y descendí de Draco que se transformó en humano, evité mirar la cara de mi amigo para que no viese mis lágrimas.
- A lo mejor tenéis suerte y os quedáis antes de tiempo viudo, majestad - dijo Joan mientras me miraba con sorna.
- Detén tu lengua, dragona - dijo el Rey. - Entraré contigo. - me dijo.
- No, he de entrar sola.
- Ni en sueños, pequeña - me dijo Draco.
- He dicho sola, majestad - no me giré ni miré al rey.
- Bien, procede - dijo éste.
Entré en la cueva y avancé hasta que la oscuridad me rodeó. Oía chasquidos en mi mente, pero no podía ver nada ni ningún varano se me acercaba. ¿Cómo iba a contactar con ellos?. Empecé a cantar la canción que me había enseñado mi abuelo según seguía avanzando, en voz baja y grave. Los chasquidos se silenciaron, según las salamandras la canción tenía el poder de enlazar a todos los que la oían..., me pregunté si con los varanos había surtido efecto. Pronto lo noté cuando sentí una piel fría tocarme la espalda, se me pusieron los pelos de punta. Toqué el cuello del gran varano y salieron al exterior.
- Has reclamado a la cría de dragón para ti, Rey Dragón - hablé en nombre de Laptuaron, me sentí extraña hablando así de mí.
- Me pertenece, te lo dije - dijo el Rey.
- ¿Has decidido si quieres la ayuda de los varanos? - preguntó el alfa a través de mí.
- Sí, sois aliados de los dragones. - Sentí una conexión extraña que venía del varano.
- La cría de dragón posee la información que precisáis de los poblados - Arco me miró para corroborarlo y yo asentí.
- Ella no volverá a entrar en esa cueva. - le dijo. El varano emitió un chasquido como de disgusto pero asintió con la cabeza.
- Mandad a vuestros dragones, aunque mis bestias no os respondan me transmitirán el mensaje. Lucharemos a vuestro lado - aparté la mano del varano y caminé hasta el Rey que me cogió por la cintura - 'El que duerme entre el fuego y el magma tenía razón sobre ti' - dijo solo en mi mente.
- ¿A qué te refieres? - le pregunté mientras volvía a introducirse en la oscura cueva, pero no obtuve contestación.
- ¿Senda? - me preguntó Arco pero negué con la cabeza, se elevó volando y me dejó caer en el lomo de Draco.
- ¡Necesito hacer algo! - le grité al Rey que asintió en mi dirección dándome permiso.
Obligué al dragón a seguir volando hasta las montañas más próximas, Draco quería dar la vuelta a toda costa pero le seguí obligando hasta que llegamos. Vi una zona lo suficientemente amplia y aterrizamos. Salté del dragón y mientras Draco se transformaba en humano yo me rasgué por varias partes el vestido para poder moverme mejor.
- ¿Qué hacemos aquí? - me preguntó. Me di la vuelta y le golpeé con fuerza con mi esencia haciendo que el dragón se estrellase contra la gran pared de piedra. Cayó al suelo con un horrible sonido y avancé hacia él.
- Y ahora que tengo tu atención, ¿qué demonios te pasa???? - le grité.
Draco se levantó y se transformó de nuevo en dragón lanzando un terrible rugido qué me tiró al suelo a varios metros de distancia. Volvió a transformarse mientras yo me ponía de pie y nos quedamos frente a frente como a punto de iniciar una pelea.
- ¿Qué???? - le volví a gritar.
- ¡Te has casado!!! Eso es lo que me pasa!!!
- Me dijiste que no importaba si lo hacía - le dije levantando los brazos impotente.
- Sé lo que dije pero me consumen los celos, ¿de acuerdo?. Eras mía, ¡mi jinete!!! y ahora.... Ahora estás con él todo el tiempo. - cerré los ojos por el dolor que sentía en su voz.
- ¿Y por eso me has abandonado?
- Sabes que nunca te dejaré pero necesito tiempo para asumirlo. - me confesó el dragón - solo necesito tiempo...
- Eres mi dragón, ¡no tienes tiempo!! ¡Asúmelo ya!!! - le volví a gritar. Él solo izó el vuelo y me dejó plantada en mitad de las montañas - ¡Genial!, pensé, la próxima vez tengo que recordar escoger un sitio más cercano al castillo.
Había pasado cerca de una hora, seguía sentada en la misma piedra con las piernas abrazadas por mis brazos. Estaba cansada y me quería ir a casa, podía llamar a las águilas pero... ¡buf! Qué confundida estaba con todo. Metí la cabeza en el hueco de mi cuerpo para protegerme de todo.
- ¿Necesitas transporte? - Arco estaba sentado cómodamente enfrente de mí, no le había oído llegar.
- Draco me ha abandonado...
- Me lo ha dicho, también me dijo dónde encontrarte.
- Le voy a matar... - dije con rabia.
- Me parecerá bien - asintió sonriendo.
- Te odio... - le dije. Arco suspiró.
- Deberé acostumbrarme entonces, querida - me dijo con su habitual tono pomposo.
- ¡Has puesto mi vida patas arriba! - le grité.
- ¿Quieres volver a hablar de los varanos? - me callé, me dolía el tema todavía.
- Necesito recuperar mi vida....
- No puedes, eres Reina, acostúmbrate tú también - me dijo impasible.
- ¿Todavía me amas? - le pregunté abrazándome más fuerte las piernas.
- Sabes que sí - me dijo con un susurro.
- Entonces déjame que vuelva a mi vida, déjame ser un aprendiz hasta que finalice mi formación y pase por la ceremonia.
- Senda.... - el Rey negó con la cabeza - eres la reina, mi esposa.
- Por favor... - corrí hacia él y le abracé por el cuello - solo hasta que termine mi formación. Necesito seguir siendo un aprendiz.
- Al principio, ni siquiera querías serlo. - me recordó.
- Es importante para mí seguir siendo yo, vivir en mi torre, ir a la escuela, con mis amigos, con mi dragón. Terminar esta etapa. Luego pasaré por la ceremonia y seré un jinete y... esposa. Te lo prometo.
- Senda... eres Reina, no es algo que podamos olvidar.
- Lo sé, lo sé, seré reina a todas horas te lo prometo pero también quiero ser aprendiz, quiero darle tiempo a Draco a que se acostumbre, quiero que no sufra. Quiero terminar lo que empecé, quiero ser la primera cuando mi formación se termine.
Arco me miró en silencio por un momento, yo sabía que le pedía demasiado...
- De acuerdo - dijo exhalando el aire - dejaré que termines tu formación. Falta poco para ello y creo que será la mejor opción para todos. Una vez que pases por la ceremonia reclamarás tu puesto como Reina de los Dragones.
- Gracias - le dije a su cuello.
- Senda... si haces algo indebido, si vuelves a hacer algo como lo de los varanos... yo....
- Te prometo que intentaré no hacer nada así sin consultártelo.
- ¿Intentaré? - le miré y vi que enarcaba una ceja en mi dirección.
- Bueno... es que no te puedo prometer que lo haré, no soy tan buena. - Arco volvió a abrazarme con fuerza mientras se reía suavemente. Disfruté de su contacto, hacía tiempo que lo único que hacíamos era pelear. Me gustaba estar entre sus brazos.
- Se nos presentan tiempos complicados, querida mía. Te daré el tiempo que me pides, pero ni siquiera yo sé si tendremos ese tiempo.
- Estamos juntos, afrontaremos juntos todo lo que venga - le besé en el cuello y vi que se estremecía. Volví a poner mi frente en el hueco de su cuello. - Siento lo de los varanos, pero no me arrepiento de haberlo hecho, supongo que tenía que haberte avisado y pedirte que me acompañases. Siento meterme en estos líos. Si te sirve de consuelo sabía que lo estaba haciendo mal desde el principio.
- No es un consuelo, amor....
- Lo que quiero decir es que deseaba que estuvieses allí conmigo, pero como siempre yo... Estaba enfadada contigo.
- Espera, ¿enfadada conmigo? - me preguntó sorprendido.
- Me prometiste venir la primera noche tras la batalla y no lo hiciste - le miré. - Ni esa ni las siguientes.... - Puse mi rostro en su pecho.
- Lo lamento, había demasiadas cosas por.... Tienes razón, te lo prometí y no cumplí mi promesa, ni me expliqué.
- Y luego está esa perra del averno... - dije con odio.
- ¿Qué? - me separó un momento.
- Tu Joan, tu dragona infernal que me busca para provocarme todo el rato. - Se me volvieron a saltar las lágrimas.
- Querida... no es 'mi Joan', solo es un lugarteniente más.
- Pues ella piensa que es algo más que un mero lugarteniente.... ¿por qué nunca la había visto?
- Joan es uno de los dragones que viven en el mundo exterior, en el mundo de los humanos. Ha regresado porque su misión falló.
- ¿Y a qué se dedica en el mundo de los humanos?, ¿a ser puta?.
- Senda....
- Ya, ya... mi lenguaje - suspiré teatralmente.
- A protegerlo, los humanos siempre tienen a destruir aquello que aman. Hay dragones que conviven con los humanos durante cientos de años y mantienen un precario equilibrio. La misión de Joan no salió como esperábamos.
- ¿A qué te refieres? - pregunté con curiosidad.
- Los países del sur de Asia han estado utilizando bombas nucleares, el planeta se ve afectado por eso. Joan debía de haber parado su uso pero no pudo hacerlo.
- ¿Ha muerto gente?
- En este caso peor, el mar que rodea esos países ha quedado gravemente contaminado, lo que desembocará en una catástrofe medioambiental sin precedentes. - Se pasó una mano por el cabello como hacía siempre que estaba cansado y preocupado.
- Debe ser muy complicado ser rey, ¿no?
- Sobre todo cuando tu joven y hermosa reina se empeña en darme tantos problemas - se rió mientras me lo decía y me reí con él.
- Al menos te parezco hermosa, porque lo de joven hace mucho que me quedó claro que no es un halago. - Me besó en la nariz.- Me gustaría que me contases más sobre todo lo que haces, cada vez que creo que conozco todas las funciones que realizas me sorprendes con algo así.
- Me halaga que me lo pidas.... - volvió a besarme en la nariz.
- Me gustaría mucho, la verdad - esta vez le besé yo a él - ¿Puedo mandar 'que le corten la cabeza' a la pérfida esa?
- No, no eres la Reina de Corazones querida mía, solo eres la Reina de mi corazón.
- ¿Cómo sabías que hablaba de un libro?, vale, déjalo... tu conocimiento sobre el mundo humano es asombroso. - Arco se rió. - Bueno Escamoso, me has ofrecido transporte y mi respuesta es sí.
Me cogió por la cintura y salimos volando, el atardecer llegaba y pasamos la noche juntos en nuestra habitación.
Arco se despidió de mí muy temprano, pero yo no me quedé atrás me aseé y me vestí con mis ropas de aprendiz. Faltaban escasos días para la prueba y pensaba ganarla con Galadel. El Rey había cumplido, no había guardias, ni comitivas reales. Me dirigí a desayunar al comedor de la escuela, estaba deseando ver a todos, desde antes de la boda no les había visto.
Entré en el comedor y me quedé parada de golpe, mi mesa, mi mesa Morlan estaba vacía, miré a las otras mesas y vi que estaban llenas de estudiantes, pero mi mesa Morlan permanecía tan vacía como el primer día que la vi. Un peso se instaló en mi pecho, sobre todo cuando me vieron los otros aprendices y comenzaron a hacerme reverencias a mi paso. Me senté en mi sitio con ganas de llorar, así que volvía a ser una descastada... solo que en otro sentido. Me trajeron la comida las criadas con grandes reverencias y boato. Miré por el rabillo del ojo y vi a Tarnan en su mesa Calem mirándome en la distancia. Tuve que hacer esfuerzos porque no se me escapasen las lágrimas.
Estaba removiendo mi desayuno sin ganas de comerlo cuando sentí que alguien movía la silla de mi derecha, me aparté un poco y miré hacia arriba para ver a Tarnan sentarse a mi lado. Me quedé mirándole con la boca abierta, él me la cerró con un dedo.
- Ésto te pasa a menudo, ¿no? - me dijo mientras se ponía a comer del plato que había traído de su mesa.
- ¿Qué... qué haces? - le pregunté.
- Desayunar - me contestó lacónico.
- ¿En mi mesa?
- Es aquí donde estás tú, ¿no? - asentí sin creérmelo - pues es aquí donde debo estar yo, aunque seas una reina y yo solo un aprendiz.
Me quedé mirándole y luego bajé la cabeza hacia mi plato, no quería llorar, no debía llorar pero... me lancé hacia él y le abracé.
- ¡Gracias!
- Bueno, no todos los días uno es el segundo de la Reina, ¿no?
- ¿Me odias por....?
- Qué va... mi padre está orgullosísimo de mí, soy el héroe de mi familia, pero pensé que no volverías.
- El Rey me ha dejado terminar mi formación. - le expliqué.
- Has vuelto a vestir tu ropa de aprendiz y vuelves a sentarte en nuestras mesas, eso dice mucho de ti. No creo que se te suba el cargo a la cabeza...
- Bobo... - le regañé.
- Ahora en vez de llamarte 'jefa', deberemos llamarte 'reina', ¿no?
- Si quieres morir... vale. - Príus se sentó en el asiento vacío de mi izquierda.
- Así que has vuelto....
- ¿Me has echado de menos Zalta? - le di un pequeño empujón con mi hombro.
- Mi padre me ha prohibido que vuelva a perseguirte con puré de patatas - una sonora carcajada salió de mi garganta.
- Vale, podremos pasar sin ello.
- Así que.... Reina....
- Eso parece.... ¿vais a tratarme distinto? - le pregunté a ambos.
- Supongo que depende del rey, impone bastante. - hice una mueca asintiendo.
Poco a poco mi mesa empezó a llenarse de aprendices y cachorros de dragón como siempre, en poco tiempo volvía a estar llena de gente. Luca, Moria y Tubo enfrente y a mis lados mis amigos, había vuelto.
Galadel vino a buscarme después del desayuno. Me hizo una reverencia llamándome majestad, no le corregí pensando en Arco, no me acababa de convencer mucho todo este rollo de ser reina pero por él lo haría. Llegamos a la arena, Maese Rico también me hizo una profunda reverencia, estaba pensando en enviarlo lejos pero me contuve, se lo debía al Escamoso, reina a todas horas.
Estuvimos entrenando toda la mañana, no hubo mucha diferencia en el trato que me habían venido dando en los últimos tiempos por lo que acabé olvidando un poco todo. Volvimos a comer al comedor y fui hablando con Galadel durante el camino.
- Vale, ¿y cómo salvamos esa parte? - le pregunté.
- Hemos usado dos veces esa estrategia, en este punto no creo que podamos usarla una tercera...
- No... no creo, se lo esperarían.
- ¿Qué hacemos entonces?
Me quedé mirando al comedor, Galadel y yo nos enfrentaríamos en dos días a la próxima prueba. Una prueba combinada entre aprendiz y cachorro, el cachorro no podría transformarse en humano, el aprendiz no podría utilizar su esencia y en mi caso ninguna conexión. Lucharíamos contra las demás parejas, primero en un combate conjunto, todas las parejas participarían, aquellos que quedasen en pie después de que se acabase el tiempo participarían en la ronda de combates individuales. El que lograse ganar más combates ganaría la prueba. Galadel y yo éramos los claros favoritos, el cachorro era un magnífico representante de dragón y a pesar de no poder utilizar mi esencia, mi experiencia en combate, mi capacidad como estratega y mi pericia en vuelo me convertían en un terrible contrincante. Como siempre no quería pensar que teníamos ventaja, cualquier cosa podría hacernos perder y estaba claro que no iba a dejar que sucediese.
- Puedo preguntarle a Draco - le dije - Ha participado en demasiadas batallas, quizá se le ocurra algo que a mí se me escape. ¿Pudiste mirar los giros de vuelo que te comenté?
- Iré a la biblioteca después de comer, Maese Garrick me dijo que me pasase hoy.
- Sí, lo vi después de la celebración de la boda y creo que me dijo que tenía preparados los libros - no le había prestado mucha atención ahora que lo pensaba.
- Si vuestra majestad me da permiso....
- Vete por ahí, ¿crees que vamos a estar luchando y vas a empezar todas las frases con esa letanía?
- Solo quería...
- Déjalo para cuando el Rey esté presente, ¿vale? - me sonrió y yo hice lo mismo.
Al llegar al comedor nos separamos, mi abarrotada mesa me esperaba y sonreí con ganas mientras me sentaba al lado de Tarnan y Príus.
Nos habían dado estas dos últimas tardes libres para que pudiésemos terminar de preparar todo para las pruebas. Así que me dirigí tras el almuerzo a las dragoneras, me habían dicho que Draco había vuelto allí, de ahí que no hubiese venido a dormir conmigo las últimas noches. Estaba un poco nerviosa por nuestro encuentro, Draco sentía que solo era un dragón prestado, solo le había reclamado, ninguna ceremonia nos había unido de verdad y la sensación de que aquello tenía fecha de caducidad era una cosa que le angustiaba. A mí me angustiaba lo mismo, me daba miedo la ceremonia, mucho, no quería separarme de él, si hubiese podido le hubiese pedido que fuese él mi dragón aunque sabía que no era posible. Draco ya había pasado por una ceremonia y no volvería a pasar por ninguna otra....
La gente me hacía reverencias cuando pasaba a mi lado o mientras yo caminaba, me sentía extraña, como que eso no iba conmigo pero no dije nada. Al llegar a las dragoneras los dragones se levantaban a mi paso en señal de respeto, eso sí que fue incómodo. Me encontré a mi dragón tumbado en una de las grandes cavernas, levantó un ojo y me miró, luego se dio la vuelta para seguir durmiendo mientras volutas de humo surgían de sus fosas nasales. Trepé por una de sus patas y me acomodé debajo de su ala para hablar con él.
- ¿Vas a quedarte mucho tiempo aquí? - le pregunté, no hubo respuesta alguna. Empecé a preguntarle sobre las dudas que Galadel y yo teníamos pero no me contestó, ni siquiera era capaz de conectar con él.
Aburrida de hablar sola salí bajo su ala y me fui cabizbaja, volví a la escuela para volver a hablar con Galadel y decirle que no había tenido éxito, lo encontré en la biblioteca y estuvimos hablando con Garrick un rato antes de irnos a cenar.
Llegué a la torre cansada, un criado me había entregado un mensaje del Rey para decirme que hoy estaría fuera y volvería mañana, me pregunté irritada si la pelirroja estaría con él. Me acosté en mi cama echando de menos a Arco, había sido un día largo y me hubiese gustado estar con él. Me removí intentando encontrar una postura cómoda sin conseguirlo y volví a levantarme para salir a la terraza. Me senté en la barandilla en posición de yoga, aunque solo llevaba una camiseta y ropa interior no tenía frío, no podía dormir, muchos cambios en tan poco tiempo, muchos problemas con pocas soluciones. Sentí que el aire se movía cerca de mí, no varié la posición pero una sonrisa se dibujó en mi rostro.
- ¿Vienes a disculparte por haberme abandonado?
- No - contestó Draco.
- ¿Vienes a disculparte por haber sido tan idiota?
- No - volvió a contestar.
- ¿Vas a disculparte por algo?
- No.
Me levanté y me fui a la cama, me tumbé y a los pocos minutos sentí un brazo que se apoyó en mi vientre. Escuché un ronquido en mi espalda. ¡Dragones! ¿Quién los entendía?
Me desperté al amanecer, mañana sería la prueba y estaba nerviosa. Draco roncaba a mi lado ruidosamente, me levanté y le tiré una almohada a la cara lo que hizo que se despertase bruscamente.
- ¿Por qué haces eso, pequeña? - me preguntó molesto mientras la tiraba al suelo.
- ¡Me abandonaste!
- Le dije al rey donde encontrarte - me dijo como si no contase.
- Llevas evitándome varias semanas y cuando me pongo a hablar contigo me abandonas. - le acusé, fui recogiendo mi ropa para darme una ducha rápida. - Y luego apareces por aquí como si no hubiese pasado nada.
Draco se levantó veloz y me detuvo a mitad de trayecto, me cogió las manos e hizo que toda la ropa cayese al suelo, luego me apretó hacia él y me abrazó, correspondí su abrazo enterrando mi cara en su pecho.
- El Rey me dijo que te dio tiempo hasta la ceremonia.
- Sí, terminaré aquello que empecé - le dije sin soltarle. - Draco.... Conseguiremos superar esto, te lo prometo.
- Te creo pequeña... - apoyó su barbilla en mi cabeza - desearía que hubieses sido mi jinete, desde el principio, todo hubiese sido más fácil.
- Desearía haber sido tu primer jinete Draco. - dije suspirando.
Draco y yo nos encontrábamos en la Sala del Consejo para conocer las últimas noticias, el Rey se había ido a revisar las posiciones que tomaríamos en la batalla junto con un contingente de dragones, volvería a lo largo del día para informar. Los demás no haríamos nada hasta finalizar la prueba de los cachorros y aprendices.
- Podéis retiraros - nos dijo Dorc a los dos - Majestad, os deseo suerte mañana en la prueba - Asentí dándole las gracias.
Nos íbamos a ir cuando el Señor de Calem se acercó rodeado de varios Calem.
- Majestad, ¿nos concedéis un momento? - miré a Draco extrañada y asentí.
- Por supuesto, decidme Señor de Calem.
- Sería un honor que mañana compitieseis bajo el amparo de nuestra casa, Majestad - me quedé asombrada por la proposición. - Como esposa del Rey podéis luchar bajo el escudo de nuestra casa, para nosotros sería un gran honor.
¿Pertenecer a la Casa Calem?, era lo que siempre había deseado, cada vez que los miraba una envidia me corroía por dentro al ver que ellos tenían lo que yo deseaba, Tarnan era un Calem, estar en el mismo hueco que él, ayudarnos juntos, el sonido de los vítores de la casa al pasar.
- Señor de Calem, vuestra propuesta es un gran honor para mí - el anciano emitió un sonido de satisfacción. Pertenecer a vuestra Casa por mi matrimonio me ha traído gran dicha. Personas a las que considero padres, amigos, hermanos son Calem - miré a Draco que asintió - Saber que mis futuros hijos serán Calem es un orgullo para mí - vi hincharse el pecho del anciano como un pavo real.- Pero, la Casa Morlan es mi casa y lucharé bajo su escudo, le debo lealtad y mis armas seguirán siendo Morlan.
- Entiendo vuestra postura Majestad y la Casa Calem la respetará.
- Gracias Señor de Calem.
- La Casa Morlan tiene suerte teneros, mi Señora.
Dejamos al anciano y los demás Calem y nos dirigimos a la escuela, por el camino Draco me preguntó.
- ¿Estás segura de querer seguir siendo una Morlan?, nadie te juzgaría si tomases el escudo del Rey.
- Supongo... pero.... - me paré un instante a mirar el cielo sin nubes - Han cambiado muchas cosas Draco, ya no soy aquella descastada que entró en la escuela.
- No, ahora eres Reina - me dijo el dragón, yo me reí.
- Ya no siento ese odio que sentía, supongo que he aprendido a perdonar. Respeto a Atham, quizá no consiga entenderle... pero le respeto. Ha llevado la Casa Morlan con toda la dignidad que ha podido a pesar de las dificultades de su maldición. Yo... creo que por fin me siento orgullosa de ser Senda, hija de Morlan. - Draco asintió y continuamos nuestro camino.
- Te dejo en buenas manos, pequeña. Te veré en la noche - me dijo el dragón antes de salir volando.
- Ohhhh.... ¿no es guapo???? - dijo Moria por detrás. Me reí negando con la cabeza y empezamos a entrenar.
Galadel y yo habíamos hecho por enésima vez todas las comprobaciones que se nos habían ocurrido. Estábamos sentados en unas piedras en la arena mientras a nuestro alrededor los estudiantes seguían entrenando.
- Estoy nervioso - me confesó - Tengo que demostrar mucho después de que me salvases en la playa.
- Venga... ¿sigues con eso?. Intenta relajarte, nos hemos preparado todo lo posible, a partir de aquí ya no depende de nosotros sino de la suerte que tengamos.
- Senda..., el Señor de Morlan se acerca a nosotros - volteé la cabeza y vi a Atham acercarse con los Morlans. Nos levantamos y me sacudí un poco el polvo de mi ropa. Hicimos el saludo protocolario.
- Vete hijo de Raise - dijo Atham de malos modos. Galadel huyó de forma no muy elegante. - Hoy el Señor de Calem me ha dicho que os ha ofrecido luchar bajo el escudo de su casa, Majestad.
- Sí, lo ha hecho - le dije.
- ¿Cuál ha sido vuestra respuesta si puedo saberla? - espera.... ¿no se la había dicho el Calem?, que tío.... Saqué mi cuchillo de mi bota con el escudo Morlan grabado.
- Hice un juramento Señor de Morlan, mi lealtad está con la Casa Morlan. Mis armas seguirán llevando el escudo Morlan.
- Nadie te reclamaría si quisieras cambiar, niña... - me dijo con un suspiro de alivio.
- Soy una Morlan y es algo que no quiero cambiar - le dije con firmeza. Vi lágrimas en sus ojos y agachó la cabeza.
- Gracias Majestad. - solo dijo. Luego se retiraron hasta dejarme sola en la arena. Sonreí, me sentía bien conmigo misma por lo que supuse que había tomado la mejor decisión.
Sentí al Rey en mi mente, ¡había regresado!!
- Maese, ¿puedo retirarme? - le pregunté a Rico.
- Por supuesto, Majestad. - 'Majestad'... no me acostumbraba.
Corrí a la gran explanada donde vi aterrizar a los dragones con los jinetes, como siempre me pareció un espectáculo maravilloso. Los sanadores y los criados ya estaban esperando para poder atenderlos. Todos se movieron con precisión milimétrica, debía haber habido algún escarceo porque traían algunos heridos, me fijé pero no vi contusiones graves. Arco aterrizó en su forma medio humana y se puso a impartir órdenes, un gentío le rodeaba y él andaba hacia la puerta de entrada al castillo cuando me vio. Le sonreí desde mi posición y levanté la mano a modo de saludo, solo necesitaba ver que estaba bien, me conformaba con eso. Él se paró en seco y levantó la mano para que todos se callasen, luego se dirigió hacia mí abriéndose paso entre la gente que le rodeaba. Se acercó a escasos centímetros de mí y me miró de arriba abajo, esperaba que para comprobar que estuviese bien y no por el aspecto desastroso que le ofrecía. Me cogió en brazos y me besó haciendo que sus alas nos rodeasen y dejándonos en nuestro pequeño mundo particular.
- Te he echado de menos - le dije cuando se separó de mí. - Te quiero.
- Yo también te quiero, amor mío. Tenerte entre mis brazos ha sido mi único sueño en los últimos dos días. - Volvió a besarme mientras me deshacía por sus palabras.
- ¿Ha ido todo bien? - negó con la cabeza dejándome preocupada.
- Te lo contaré mañana después de la prueba. Todo puede esperar después de la prueba.
- Ganaré, lo verás - le dije segura. Él asintió.
- ¿Estás satisfecha por haber vuelto?
- Tengo unos amigos estupendos y un dragón al que parece que se le ha pasado un poco el enfado y creo haber visto lagrimear al Señor de mi Casa cuando le he dicho que lucharía siendo Morlan.
- Mmmmnnnn....
- ¿Qué?
- Me hubiese gustado más que luchases como Calem. Sigo pensando que los Morlan no te merecen. - le besé en los labios.
- Nuestros hijos serán Calem, pero yo soy una Morlan, Escamoso - volvió a besarme.
- Respeto tu decisión entonces, querida mía - di un suspiro, sabía que él no podía ser mío hoy, me separé de él y abrió sus alas para dejarnos a la vista de los demás.
- Majestad - hice el saludo protocolario. Él volvió a cogerme de la cintura y me besó delante de todos entre muestras de júbilo y ovaciones, yo por mi parte me puse colorada.
- Ve a entrenar, querida mía.
- Ve a hacer de Rey, Escamoso - le susurré para que nadie nos oyese, él me sonrió.
- Te veré en la arena mañana.
- Seré fácil de ver, soy una de las que vestirá de blanco - sonreímos al unísono.
- Bien, yo seré el que esté sentado en el trono - de mi pecho surgió una gran carcajada.
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