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Capítulo 40

- Los dos hombres que capturamos nos estaban buscando - me dijo Draco mientras aterrizaba a mi lado en el parque. Volvía de los entrenamientos con Tarnan y los demás y nos preparábamos para comer.

- ¿Para qué?

- Las salamandras escucharon que los dragones habían liberado a dos poblados y quieren ayuda para liberar al suyo. Nos han dado toda la información que necesitamos.

- ¿De verdad? - me agarró por la cintura y me despedí de los demás estudiantes.

- Nos esperan pequeña. - Nos elevamos dirección a la sala del Consejo.

Entramos en la terraza y nos presentamos ante el Maestro de Jinetes, Dorc me miró de reojo.

- No se te puede dejar sola, ¿verdad? - haciendo referencia a mi escaramuza con los otros aprendices y el cachorro de dragón.

- Maestro, ya me han regañado... - le dije, por favor, otra vez no.

- Querida mía, ya habéis llegado - dijo el Rey caminado hacia nosotros, ¡genial! ¡Salvada!! Le sonreí con todas mis fuerza, pero me cogió por la cintura besándome hasta quitarme el aliento. Las risitas se escucharon por la sala. ¡Leches! El muy maldito sabía bien cómo vengarse también....

- Aprendiz - se dirigió a mí Dorc cuando el Rey me soltó, frunció el ceño en señal de que no aprobaba esas costumbres entre sus aprendices - enlazarás a todos en la ofensiva. Los monos, las águilas y las salamandras de los poblados rescatados se unirán a nosotros.

- Sí maestro... - le contesté todavía ruborizada. Arco me sujetaba de la mano e intenté soltarme pero sin conseguirlo.

- Pequeño Jinete... - el jefe Kinua, también presente en la reunión se acercó a nosotros- Estamos impacientes por participar en vuestra próxima unión. - Cerré los ojos avergonzada, ¿me habían visto besarme con el Rey?, ¡oh madre mía!!! qué vergüenza.

- Gracias jefe - le contesté con un susurro de voz.

- ¿Podrás enlazar tantas mentes, querida? - me preguntó Arco.

- Lo intentaré, majestad.

- Draco y tú os quedaréis en el aire, no quiero que entréis en la lucha a no ser que sea necesario. - Asentí, eso no le gustaría a mi dragón. Se volvió a toda la sala aún sin soltarme. - Haremos dos frentes, en el monasterio y en el poblado. - Empezaron a repartir los puestos de combate, efectivamente Draco y yo nos quedaríamos fuera en esa ocasión.

- La ofensiva será mañana, no podemos arriesgarnos a que sepan de la partida de las dos salamandras que tenemos en nuestro poder. - volvió a decir Dorc.

Nos dieron permiso para retirarnos tiempo después. Draco y yo salíamos hablando de lo de mañana cuando oímos la voz del rey.

- Draco, Senda, esperad, quiero hablar con vosotros.

Nos dirigimos tras él hasta llegar a unas enormes puertas labradas, las abrió y entró, Draco cerró detrás de nosotros. Debíamos estar en el despacho del Rey aunque nunca había entrado ahí, era una hermosa sala con amplios ventanales y muchos libros y pergaminos tirados por doquier. Una gran mesa de madera ocupaba un sitio prominente en la sala, detrás de ella un confortable sillón y enfrente dos formidables sillas. Me di la vuelta para contemplar el resto de la sala y me encontré un enorme retrato mío en la pared opuesta de la mesa de manera que lo que contemplaba Arco al sentarse en su sillón era mi rostro enfrente. El retrato me mostraba como si me estuviese dando la vuelta hacia el pintor, era de un realismo increíble, como una fotografía, llevaba mis ropas de aprendiz, blancas, sin ningún título. Había cierta furia en mis ojos, quizá rebeldía, era como mirarse en un espejo.

- ¡Ay joder! - dije con susto al verlo.

- Cuida tu lenguaje, querida mía - dijo Arco mientras rebuscaba en su mesa y sin levantar la mirada.

- ¿Qué.... Qué demonios es eso? - pregunté horrorizada señalándolo.

- Un retrato tuyo, amor mío - dijo dejando de buscar y mirándome por fin, tenía las manos apoyadas sobre su escritorio. Miré a Arco y luego a mi dragón que estaba sentado cómodamente en una de las sillas y que por lo visto no le importaba, ¿lo había visto con anterioridad?.

- Pero... pero... ¿soy a la única a la que le parece raro eso? - dije señalando el cuadro.

- Sí - contestó el Rey mientras seguía rebuscando.

- Sí - contestó Draco sin más explicaciones.

- ¡Joder! - dije.

- Sendaaaa - volvió a decir el Rey.

- Vale, vale, el lenguaje.... - asentí... volví a mirar el cuadro, mi rostro me devolvía la mirada inquietantemente. - Me está mirando... todo el rato... me sigue con la mirada....

- Pequeña, céntrate - me dijo Draco.

- No puedo, siento como me mira la nuca.... ¿sabíais que Velázquez fue un maestro en pintar a los protagonistas de sus cuadros siguiendo con su mirada a los espectadores? - dije para intentar quitarme esa sensación de encima.

- ¿Quién? - me dijo Draco moviéndose en la silla.

- Un pintor español que vivió en el siglo XVII, fue pintor de la corte de Felipe IV. - contestó el Rey mientras seguía buscando el papel.

- ¡Hala! ¿cómo lo sabes? - le pregunté. Arco volvió a dirigir su mirada hacia mí como diciendo '¿cómo no voy a saberlo?'.

- Fueron tiempos tumultuosos en Europa por aquella época, tuvimos que intervenir en asuntos de los humanos varias veces.

- ¿Conociste a Velázquez? - pregunté sorprendida.

- Un hombre sabedor de su valía pero también de su posición, sí le conocí. Aquí está, por fin - dijo señalando un pergamino.

- ¿Cuándo fue eso? - preguntó Draco interesado.

- ¿Te acuerdas del cardenal Mazarino? - le dijo Arco a Draco.

- Por supuesto, casi destruyó medio continente, el muy hipócrita con aquellos vestidos granates. - contestó el viejo Dragón.

- Pues por aquella época.

- Ah! tiempos tumultuosos, efectivamente. - afirmó Draco como si así lo explicase todo.

- ¿¿Conocisteis a Mazarino???? - esta asombrada, esa gente había vivido más de 300 años antes!!! - Espera... ¿intervinisteis en asuntos de los humanos?

- Eso es tiempo para otra historia - me contestó Draco.

- Los hombres que cogimos prisioneros aseguran que parten unos túneles del monasterio hacia el interior de la tierra y vapores letales para los no cambiantes se escapan por las grietas. - empezó a explicar Arco señalando en el mapa la zona.

- ¿Qué queréis que hagamos, majestad?

- Una vez que tomemos el monasterio, nos introduciremos en los túneles.

- Espera, ¿nos? - le repliqué a Arco angustiada. - ¿Tú vas a venir?

- Sí, quiero saber de una vez qué hay abajo.

- ¿No va a ser muy peligroso para vos? - le contestó Draco poniéndose de pie - Puedo mantener al aprendiz a salvo, no hace falta que vayáis vos, Majestad.

- Iré, no la dejaré sola esta vez - dijo Arco poniéndose también de pie y rodeando la mesa para ponerse enfrente del viejo dragón.

- Debería ir yo con la pequeña solos, es nuestra obligación.

- Iré con ella...

- ¡Puedo protegerla!

- Eh! Eh! Qué estáis hablando de mí y estoy aquí!!! - les grité. Ambos me miraron enfadados. Parecían dos titanes a punto de colisionar. - Draco, creo que el Rey debe venir con nosotros - Draco me miró sorprendido y Arco también se giró para ver si había escuchado bien - Si esos túneles tienen conexión con el original necesitaré su ayuda para que no entre en mi mente.

- Estaré yo allí pequeña, como siempre. - me replicó Draco.

- Lo sé, pero el único que ha conseguido anclar mi mente frente al original ha sido el Rey y te aseguro que no quiero presentarme allá abajo sin tener esa opción. - Por primera vez dejé entrever mi miedo hacia el original, Arco me abrazó.

- No te pasará nada, estaré a tu lado, querida mía.

- Realmente tienes miedo - dijo Draco con sorpresa.

- No te haces una idea del terror que me produce ese ser, Draco.

Seguimos hablando un rato más sobre donde colocarnos y qué hacer luego con las conexiones. Cuando lo tuvimos todo previsto nos despedimos. Draco salió haciendo una reverencia y me dijo que me esperaba en el vestíbulo, yo me retrasé para despedirme de Arco.

- Dentro de poco no tendremos que despedirnos más, amor mío - me dijo el Rey mientras me abrazaba refiriéndose a la boda.

- No, estaremos casados y al menos pasaremos nuestras noches juntos - le besé suavemente - ¿de dónde sacaste el cuadro?

- ¿Por qué te interesa tanto el cuadro? - dijo besándome a su vez.

- Es... raro....

- Eres tú, me ayuda a concentrarme.

- ¿No me podían haber pintado en un parque tranquila rodeada de flores?

- El pintor captó tu esencia, tu mirada, tu ser... me encanta contemplarlo.

- Sigue siendo raro... - volvió a besarme - Te echo.... de menos, ven a mi torre esta noche. - Le pedí.

- No, necesitarás descansar para mañana. Y tu dragón estará allí. No creo que le consiga echar para acostarme contigo.

- Yo le echaré, ven... - me froté contra él y vi como contenía la respiración, me reí y levanté las manos para tocar su pecho.

- Vete... ahora.... - me dijo con voz estrangulada.

- Venga Escamoso... nunca lo hemos hecho en tu despacho... - le dije sugerente, le lamí los labios levemente - No te veré hasta mañana.... - me besó más intensamente.

- ¿Majestad? - un lacayo nos interrumpió en ese momento - Lo lamento Majestad, he llamado repetidamente.

- Claro, pasa - dijo el Rey separándome de él.

- Las doce Casas están reunidas y se requiere vuestra presencia. - se escabulló rápidamente por la puerta.

- He de irme - me dijo. Yo le hice un mohín.

- No te veré esta noche, ¿verdad? - dije sabiendo ya la respuesta.

- Descansa, querida mía, nos veremos en el amanecer - me besó con suavidad intentando que nuestros cuerpos no se tocasen. Al menos le había puesto a cien.

Salimos de la mano y en el pasillo me hizo una perfecta reverencia y luego me besó la palma. Me quedé mirándole mientras se iba rodeado de criados. Volví suspirando donde estaba Draco.

- Vamos pequeña, iremos a cenar algo antes de acostarnos.

Me desperté antes del amanecer, como siempre tenía a Draco a mi lado abrazándome como si fuese una almohada, me estiré mientras bostezaba y me fijé en el rostro dormido de mi dragón. Últimamente dormía en mi cama casi todas las noches, poniendo uno de sus enormes brazos sobre mí para no dejarme escapar, sonreí para mí, quería a aquel tipo con una intensidad que no me permitía ni siquiera explorar. Sus sentimientos hacia mí en vez de separarnos nos habían unido más aún si se podía.

- ¿De qué te ríes? - me preguntó en un gruñido.

- No me río, sonrío - le aclaré.

- ¿Por qué sonríes? - volvió a preguntarme con un ojo medio abierto.

- Sonrío porque estás a mi lado - le dije dándole un beso en la frente - pero me gustaría dormir sola, me cortas el rollo con el rey.

- Me da igual, que se acostumbre, soy tu dragón, puedo dormir donde me plazca. - gruñó de nuevo.

- Mira que tenéis un rollo superraro los dragones.... - dije mientras me levantaba, él hizo un gesto de incredulidad. - Es cierto, estás ahí durmiendo con tu esposo o esposa y al otro lado tu dragón. El que haya tres personas en la cama es muy raro...

- No lo lleves al terreno sexual, los jinetes y los dragones nos necesitamos para vivir, no podemos permanecer alejados.

- Pues ya me dirás cómo voy a acostarme con mi novio contigo en la cama. Eres tú el que estás todo el rato diciéndome que tengo que tenerte respeto con el pudor y esas chorradas.

- Eso es distinto, te pasas la vida paseándote desnuda delante de mí.

- Estoy en mi habitación, puedo hacerlo.

- Soy tu dragón, no puedes hacerlo. - Me quité la ropa delante de él nuevamente y me quedé desnuda. Vi con satisfacción que Draco se daba la vuelta en la cama para no mirarme con un quejido.

- Puedo hacerlo si quiero, esta es mi habitación, puedes dormir aquí si quieres, pero ya sabes a qué te expones - todavía estaba enfadada con él por haberme quitado la posibilidad de acostarme con el Rey.

- ¡Largo! - me gritó mientras me tiraba una almohada.

Me fui riéndome hasta la fuente que hacía de veces de ducha y me metí debajo. Me enjaboné y me aclaré el pelo y el cuerpo. Me quedé debajo del gran chorro de agua durante unos minutos intentando calmar la ansiedad que me producía la batalla. Una enorme sombra se deslizó cerca de mí y un cuerpo se puso debajo del chorro de agua conmigo. Abrí los ojos asustada y vi a Draco desnudo al lado mío.

- ¡Draco!!! - le dije mientras salía del agua con aspavientos.

- ¿Qué pasa?, ¿qué eres la única que puede desnudarse? - y se puso a ducharse delante de mí. Me quedé mirándole con la boca abierta.

- ¡Eso no se hace! ¡Estás desnudo!!!! - dije avergonzada, Draco soltó una gran carcajada mientras se enjabonaba.

- Acostúmbrate entonces, ¿vas a seguir mirando? - me di la vuelta mientras cogía un gran pedazo de lino para secarme.

- ¡¡No utilices mi esponja!!!! - le grité mientras me iba, me siguió su risa.

Todavía estaba sofocada por la vergüenza mientras me vestía, joer con la Casa Calem, qué bien construía a sus miembros, Draco estaba igual de bien dotado que Arco y se suponía que ¡era un anciano!. Draco salió perfectamente aseado y limpio mientras yo me trenzaba el pelo, le saqué la lengua pero el solo se rió por lo bajo.

- ¿Lista? - me dijo. Asentí y salió volando, yo me lancé detrás de él para caer sobre su lomo al convertirse en dragón.

En la gran explanada ya había gente, Draco me dejó y fui hacia los Morlans que me esperaban como siempre. Atham me dio la espada del último jinete y me deseó suerte. Le hice el saludo protocolario y me fui hacia mi posición. Entre el gentío encontré a mi preceptor, nos saludamos y le extendí mi carta.

- Te la devolveré a la vuelta, aprendiz.

- Gracias Maese Rem.

Había vuelto a cumplir con otra de las tradiciones. Inhalé aire, hacía frío aunque mis ropas de aprendiz me protegían, me froté la nariz que estaba fría. Draco todavía no había llegado así que me puse a cantar la canción que me enseñó mi abuelo para calmarme. Los monos me saludaron en la distancia, las salamandras llegaron volando y también me saludaron. Devolví todos los saludos y seguí cantando en voz baja la canción. Vi que las águilas se habían ido posando por los tejados del castillo como siempre, levanté mi mano en dirección a Caius sin dejar de cantar. Volví a frotarme la nariz.... Seguía haciendo frío. Veía como el Rey daba las últimas órdenes, yo estaba sola, en mi puesto. Como siempre podía ver a padres y madres despedirse de sus hijos, hacía tiempo que ya no me afectaba ver las muestras de cariño a mi alrededor, vi a Rem con su hijo el jinete, al padre de Tarnan despedirse también de su primogénito. Yo seguía cantando en voz baja, la parte que cantaba trataba de la camarería entre los guerreros, de las noches alejados de las familias, suspiré otra vez. Arco se acercó a mí seguido por las salamandras, había muchas que se quedaban en el acantilado porque no cabían en la explanada y veía sus rostros reptilineos vueltos hacia nosotros. Dejé de cantar.

- Es una bonita canción, aprendiz de Jinete - me dijo Rangus, el mayor de las salamandras. Sonreí.

- Gracias Rangus, no creí que la estuviese cantando tan alto - le dije a modo de disculpa.

- Nos enlazas a todos con esa canción, ¿no te das cuenta? - le miré sorprendida por el dato y miré después a Arco para corroborarlo, él asintió.

- Senda... - empezó a decir el Rey y se puso a mi lado - ¿estás preparada?

- Sí Majestad - le contesté.

- Rey Dragón - comenzó a decir Rangus - hay algo que queremos hacer antes de partir.

El Rey asintió y las salamandras se transformaron en reptiles, los no cambiantes se arrodillaron en dirección al rey y todos se pusieron a gruñir en su idioma. Los que estábamos en la gran explanada no dábamos crédito. Las salamandras estaban jurando lealtad a Arco, Rey de los Dragones. Sentí emerger la energía de Arco hacia todas las salamandras, pero algo me ocurrió a mí también, fue como si mi energía fluyese hacia él y luego también fuese liberada hacia las salamandras. Oí a Draco dar un respingo por la sorpresa, algo también había sentido él, me miró sorprendido pero negué con la cabeza sin saber qué había ocurrido. De repente algo cruzó por su rostro, una sombra de duda y una expresión de incredulidad y su mirada se posó en Arco. Me estaba perdiendo algo.... Las salamandras se levantaron y volvieron a cambiar de forma.

- ¿Por qué? - preguntó el Rey secamente.

- Mi pueblo necesita un líder, luego necesitará un aliado cuando nos liberemos por fin del yugo de los monjes. Sois ese líder y seréis ese aliado - explicó Rangus.

- Es un orgullo tener vuestra lealtad, salamandras, haré honor a ella - dijo el Rey.

- Contáis con su lealtad - me señaló con un dedo Rangus - si ella os sigue y confía en vos, el pueblo de las salamandras confiará en un Dragón. - Vaya, menuda responsabilidad.... Pensé.

- En breve se realizará mi unión con la hija de Morlan, entonces, la podréis llamar Reina - miré hacia abajo, lo estaban arreglando entre los dos.

- Entonces, será para nosotros un orgullo tener una Reina de las Salamandras - hice un gesto no muy apropiado, lo último que deseaba es ser reina de ninguna salamandra. - Estamos deseando llamaros así, mi Señora. - se dirigió a mí.

- Gra.... Gracias - tartamudeé... no sabía qué más decir por lo que permanecí callada.

- ¡A vuestras posiciones! - gritó uno de los Jinetes.

- Arco... - llamé al Rey, este se detuvo un momento - ¿qué es lo que he sentido cuando las salamandras te juraban lealtad?

- No te preocupes ahora por ello, querida mía, realmente no ha sido nada - por un momento cruzó su mirada con Draco y vi que éste le miraba realmente enfadado, ¿qué ocurría allí?. Se acercó aún más y me besó - Cuando entremos en los túneles, mantente siempre detrás de mí, ¿de acuerdo? - asentí - bien, vámonos.

Draco se transformó y yo abracé su enorme cuello, luego subí por su ala y me cogí de sus crines.

- ¡Enlazad! - gritó el Rey. Alcé mi brazo e hice un perfecto semicírculo enlazando a todas las mentes de la gran Explanada.

Fuimos izando el vuelo en una coreografía perfecta, mientras el Rey transmitía sus órdenes a través de mí.

Llegamos al poblado sometido, el monasterio estaba un poco más allá. Nos pusimos en formación y atacamos con la primera luz del alba. La intensidad del yugo de los monjes era muy alta por lo que grité a Draco.

- ¡Baja!, no puedo liberar a las salamandras del influjo de los monjes desde aquí. - sentí gruñir al dragón, no le hacía mucha gracia, pero descendió. Volví a intentarlo sin resultado. - Desciende al suelo - le volví a decir y me obedeció. Transmití a Arco mi decisión de tomar tierra y en seguida vi como se nos acercaba en el fragor de la batalla.

Draco se había transformado en humano y había capturado a una salamandra. Puse mi mano en su frente y busqué el influjo en su interior. Lo encontré rápido, era realmente fuerte, momentáneamente corté todas las conexiones para centrarme en mi tarea, a lo lejos oí gritos de sorpresa en las filas de los dragones. Luché contra los monjes que dominaban a las salamandras, una mano se deslizó por mi cintura y me vi abrazada a Arco, con su ayuda pude liberar a todas las salamandras. Quedé extenuada por el esfuerzo con el cuerpo laxo entre los brazos del Rey.

- ¿Estás bien, querida mía? - me dijo Arco al oído. Asentí respirando con dificultad.

- Un minuto para descansar....

- ¡No tenemos tiempo! - me gritó Draco mientras tres monjes se abalanzaban sobre él, Arco fue corriendo a ayudarle. Intenté respirar profundamente y calmar mi interior, tenía que restablecer las conexiones.

Los dragones se habían alejado de mí dejándome refugiada en una chabola en ruinas, de repente vi a un gran monje avanzar hacia mí con una maza en la mano.

- Essssscoria, no volverassss a entrometerte - di un pequeño grito al verle y me levanté sacando al mismo tiempo mi espada. La maza y la espada chocaron, la fuerza del monje era considerable pero yo podía hacer mi cuerpo más denso para duplicar mi propia fuerza.

- Creí que los tuyos me querían con vida - sonreí y le lancé hacia una pared con mi esencia. Este se levantó de nuevo sin muchos daños. - Pareces Terminator en la peli... - supongo que no captó la referencia.

- Llevaré tu cuerpo moribundo a losssss míossss - me contestó.

Incluso ayudada con mi esencia era un contrincante formidable, luchamos durante un largo rato hasta que conseguí clavarle mi espada en la base del cuello. Caí con él al suelo mientras se ahogaba en sus estertores de sangre. Saqué mi espada de su cuerpo y se lo clavé en el pecho a la altura del corazón. Murió en el acto. Me levanté como pude y alcé mi brazo restableciendo las conexiones con los dragones y el resto de las razas. Debía encontrar a Draco y al Rey para entrar en los túneles. Corrí hacia ellos, las lagartijas y los varanos atacaban sin cesar, los nuestros se defendían. Vi a los sanadores agazapados y una de las salamandras cayó herida a mi lado.

- ¡Venid a ayudarla! - les grité, uno de ellos se acercó a nosotros, le taponé la gran herida que tenía en el pecho. - Cúrala. - El sanador hizo su trabajo, la herida comenzó a cerrarse inmediatamente. - ¡Maldita sea Sanador! Ellas están con nosotros ahora, debemos otorgarle el mismo trato que a los nuestros - le grité mientras le cogía el brazo - ¡díselo a los demás u os juro que os tendréis que ver conmigo!!!. Vuelve al cielo salamandra, lucha por tu pueblo.

La salamandra remontó el vuelo tras mascullar algo que no entendí. Vi que las lagartijas trataban de llegar hasta un grupo de humanos con niños y me lancé hacia ellas. Utilicé mi esencia como escudo para protegerles y les apremié a huir hacia las montañas. ¿Dónde estaban? Seguí luchando sin descanso ayudando a unos y otros.

Draco vino volando hacia mí y me izó convirtiéndose en dragón en ese momento. Fuimos hasta el monasterio que estaba destruido y donde la lucha continuaba. Arco estaba luchando contra los monjes ayudando a los jinetes y a los dragones. Los tres nos metimos en las ruinas del monasterio y aterrizamos.

- Necesito tocar las rocas - les dije a los dragones, tracé un mapa del monasterio derruido en mi mente y les guié a través de las ruinas - por aquí.

Llegamos hasta una gran sala con un bloque de piedra similar a donde me torturaban los monjes, por un momento me quedé paralizada mirándolo, Arco me abrazó por detrás.

- Estás con nosotros, amor mío, ningún monje volverá a tocarte - asentí respirando hondo y continuamos.

La sala continuaba por un largo pasillo, avanzamos en silencio por si había más monjes escondidos, pero no nos encontramos con nadie. Pronto dimos con los túneles de los que nos habían hablado.

- No puedo llegar a ellos - les dije refiriéndome a los dragones y a los demás - a partir de aquí están solos. El Rey asintió, ya habían preparado esa contingencia.

- ¿Por qué túnel pequeña? - me preguntó Draco.

- No estoy segura, pero supongo que por este, no siento absolutamente nada - dije señalando el de la derecha.

Nos metimos por él, estaba muy oscuro, la aguda vista de los dragones les ayudaba en aquella penumbra pero yo estaba crispada por no poder ver nada, anduvimos bastante rato hasta que llegamos a un punto en que una tenue luz se podía ver a lo lejos.

- ¿Alguna señal del original? - me preguntó el Rey.

- Nada aún - no sabía si eso era bueno o malo.

Una gran caverna surgió ante nuestros ojos, a partir de ella se abría otro túnel increíblemente grande, parecía como si una excavadora del metro lo hubiese hecho.

- ¿Para qué quieren un túnel tan grande? - pregunté.

- No lo sé, pero estamos por debajo del nivel del mar. - Contestó el Rey - Nuestros pulmones aguantarán la presión, Senda, si ves que te resulta difícil respirar avísanos.

- Tranquilo, creo que mi esencia se está encargando de ello ya.... - sentía como dentro de mi pecho se movía algo.

- De acuerdo, continuemos.

Continuamos avanzando por el túnel, cabrían tranquilamente dos dragones igual de grandes que ellos con las alas desplegadas, incluso habría espacio para un tercero. El túnel desembocó en otra galería gigantesca... llena de huevos de monjes hasta donde se perdía el horizonte, mis peores pesadillas se habían hecho realidad.

- ¡Grandes ancestros! - dijo Draco asombrado.

Me acerqué hasta una de esas extrañas vainas semitransparentes donde flotaba un monje de tamaño adulto, puse mi mano sobre esa cosa y busqué su mente. El monje abrió los ojos de repente y se removió contra mí como si estuviera hambriento. Me aparté de golpe y caí al suelo. Arco fue corriendo a ayudarme.

- ¿Qué ha pasado?, ¿qué has visto? - me preguntó asustado.

- Los huevos.... Los huevos son hueros, no hay nada dentro... esas cosas no tienen vida... - le dije atragantándome.

- Pero se ha movido - dijo Draco. Me deshice del abrazo del rey y me giré para vomitar en el suelo violentamente.

- Ya sé para qué me quieren los monjes - les dije mientras me limpiaba la boca.

- ¿Para qué? - me preguntó Arco.

- Quieren que fecunde los huevos.

- Y por todos los antepasados muertos, ¿cómo pretenden que hagas eso?

- Con mi esencia, tengo que fecundarles con mi esencia - dije con asco en la voz.

- Y hemos traído lo que necesitan hasta dónde lo necesitan - dijo Arco con miedo en la suya. - Hay que destruir los huevos. Iniciaremos una reacción en cadena. Draco, ve con Senda al sur, yo iré al norte, cuando nos encontremos huiremos por el túnel. - Asentimos los dos. - Incendiad lo que podáis. Senda, ¿hay más?

- Sí, este solo es un reducto de los que existen, pero no están conectados. - le contesté.

- Bueno, al menos estos huevos ya no nos darán problemas en el futuro, nos ocuparemos más adelante de lo demás.

- ¿Y los monjes? - preguntó Draco.

- Tened cuidado, en cuanto nos vean volar, irán por nosotros. ¡Draco! - el viejo dragón se giró hacia el Rey - llevas mi alma contigo, cuídala.

- Con mi vida Majestad - dijo el dragón.

Draco se transformó y subí sobre él, iniciamos el vuelo hacia el sur como se nos había ordenado. Volábamos lo más alto posible para evitar ataques desde el suelo, pero cuando Draco comenzase a incendiar los huevos con su aliento de dragón eso ya no sería posible.

- Desciende, empezaremos aquí - le dije al dragón.

Descendió y comenzó a exhalar fuego por su boca, los huevos estallaban y ardían con sorprendente facilidad iniciando una reacción en cadena como había predicho el Rey. Aún así no era suficiente para aniquilar todos los huevos, había demasiados....

- Draco, ¡hacia las paredes!, destruye las paredes, hay magma detrás de las paredes, puedo sentirlo, inundaremos las galería. - le dije, luego transmití mi idea al Rey.

Dirigió su fuego contra las piedras y le ayudé golpeando con mi esencia, rompiendo por fin las enormes piedras que conformaban la pared de la galería. El magma empezó a caer dentro de la enorme cueva provocando un pequeño terremoto.

- ¡El techo se nos vendrá encima! ¡tenemos que salir de aquí!!! - le grité al dragón.

Volamos por delante de las rocas durante un trecho pero enseguida fuimos atacados por los monjes, nos tiraban piedras y lanzas. Intenté que Draco subiese lo más arriba posible pero una enorme piedra se desprendió del techo golpeándonos y lanzándonos al suelo.

Caí entre las piedras y los huevos hiriéndome en una pierna, mi esencia acudió a las heridas ayudándome. Creo que me la había roto. Busque a Draco pero no le vi, al fondo vi como el magma avanzaba con inquietante rapidez hacia nosotros. Grité en busca del dragón, luego me di cuenta que lo único que había conseguido era alertar de mi posición a los monjes, ¡estúpida, estúpida, estúpida!!!

Tres monjes avanzaban hacia mí, saqué mi espada, no podía utilizar la esencia contra ellos, si tocaba algunos de los huevos con ella se despertarían y no estaba segura de que pudiese controlarlos. Tenía que encontrar a Draco, así que corrí lo que pude esquivando las rocas que seguían cayendo y huyendo de los monjes que me perseguían. Le sentí por un momento hacia mi derecha y fui hacia allí, le encontré en su forma semihumana con las alas completamente rotas y aplastadas por las rocas.

- ¡Draco!, ¡Draco! Despierta!!!! - le sacudí. Intentó abrir los ojos sin conseguirlo - Draco despierta, vienen a por nosotros!!! No puedo protegerte!!!, te necesito!!!!! - le grité insensatamente. Por fin el dragón reaccionó.

- No puedo moverme... - explicó.

- Te ayudaré, me fundiré contigo y mi esencia te ayudará, pero aquellos huevos que toquemos se despertarán.

- El magma los destruirá, vamos a intentarlo.

Me abracé a su pecho y mi esencia empezó a fluir por mi, rodeándolo, sentí como se transformaba en dragón y quedé pegada a él como un corazón externo en mitad de su pecho, sus alas se cubrieron con mi alquitrán negro y el dragón remontó el vuelo. Me sentí yo también como un dragón, nuestra conexión se había hecho todavía más cerrada y por un momento no pude distinguir quién era Senda de quién era Draco. Los monjes llegaron hasta nosotros pero el dragón los calcinó con su aliento. Y ocurrió.... Los huevos eclosionaron al contacto de mi esencia y salieron chillando como polluelos aterrados, su vida no duró mucho porque también a ellos Draco incineró.

Voló por el túnel hacia la gran sala, allí se volvió a transformar en semihumano y conmigo en brazos salimos hasta el exterior del túnel. No habíamos visto a Arco, no sabíamos si había sobrevivido. Mientras estábamos en el túnel la lucha había terminado arriba, Draco y yo caímos como una piedra cuando salimos a la superficie, unos sanadores se acercaron corriendo a nosotros para curarnos, yo estaba al límite de mi uso de la esencia y por un momento perdí el conocimiento.

Me recuperé cuando Crim estaba curando mi pierna, me desperté de golpe todavía tirada entre las ruinas de la batalla.

- ¡Draco! - grité.

- Tranquila aprendiz, el dragón está bien, le están sanando.

- ¿Has terminado?, tengo que ir con él - le dije, le quité sus manos de mi pierna todavía dolorida y traté de levantarme. Le vi un poco más allá entre tres sanadores - ¡Draco! - volví a gritar - Llévame con él, ¡llévame!. - le grité insistentemente.

Crim me ayudó a levantarme y a recorrer la corta distancia que nos separaba, Draco yacía sin conocimiento en el suelo con el rostro cetrino convertido completamente en humano.

- ¿Le estáis curando?, ¿se recupera? - dije apartando a los sanadores para tocarle.

- Déjanos trabajar aprendiz - dijo uno de ellos.

- ¡No! ¡No! - cogí la cabeza de Draco y la apoyé en mis piernas mientras le abrazaba como podía. Sentí como Crim seguía curándome mientras yo sollozaba encima del dragón.

- Eh, pequeña.... Me mojas la cara... - me dijo Draco despertándose por fin.

- ¡Draco! - empecé a darle besos mientras reía y lloraba aliviada - ¡estás bien!, ¡estás bien!. Crim había terminado de curarme y me levanté de un salto tirando al suelo al sanador y haciendo que la cabeza de Draco rebotase en el suelo mientras hacía una mueca de dolor.

No había visto salir a Arco, él no estaba con nosotros cuando emergimos en la superficie. Un miedo cerval se instaló en mi alma y abrí toda mi conexión con fuerza, mi esencia salió rápidamente de mi cuerpo como una densa niebla y se extendió por toda la zona de ruinas. Llegué lo más lejos y lo más rápido que pude, sabía que estaba vivo, pero... ¿dónde?. Rastreé con furia todas las piedras e introduje mi esencia en el interior de la tierra haciendo que la tierra se moviese con nuevos terremotos. Todo empezó a estallar a mi alrededor cuando mi esencia empezó a solidificarse, unos enormes tentáculos surgían de mí y se introducían una y otra vez en la tierra escarbando, el ruido era ensordecedor, el polvo pronto nos cubrió pero yo seguía sin escuchar los gritos de los demás. De repente mi esencia le tocó y me trasladé hasta allí ayudada con mi esencia. Se había quedado en el hueco de dos grandes piedras, pero se quedaba sin oxígeno, estaba herido igual que nosotros, pero a él jamás lo encontraría nadie. Empecé a hacer un enorme agujero y a destruir las piedras que lo aprisionaban, Draco y otros dragones me ayudaron a quitar piedras, llegué a él al cabo de un rato y me lancé sobre su cuerpo, llorando de alegría. ¡Estaba vivo!!!. Arco empezó a toser y a moverse mientras yo le abrazaba y seguía llorando. Por un momento me miró sin reconocerme y luego él también se dio cuenta que yo estaba viva y me abrazó con fuerza, casi me ahoga, pero fue el mejor abrazo de mi vida. ¡Habíamos sobrevivido!!!. Me besó una y otra vez hasta volver a abrazarme contra su pecho y rompí exageradamente a llorar. Los sanadores le curaban mientras él pronunciaba mi nombre dando gracias de que estuviese viva. Conseguí calmarme por fin mientras que los sanadores terminaban de curar al Rey. Este cogió empezó a desplegar órdenes mientras seguía abrazado a mí, me importaba un pepino todo, no iba a soltarle jamás.

- Senda.... amor mío - me dijo suavemente - atiende tus quehaceres.

- No, no voy a soltarte nunca más - sentí que se reía y le miré, él aprovechó para besarme otra vez.

- Ocúpate de los supervivientes, organizaré los transportes, ¿de acuerdo?.

- No quiero alejarme de ti - le dije suplicante.

- Esta noche será toda nuestra, te lo prometo. - Volvió a besarme por última vez e izó el vuelo. Me quedé mirando cómo se alejaba y suspiré. Tenía razón, debía hacer mi trabajo.

Busqué a Draco y nos pusimos a comprobar a los supervivientes con ayuda de las salamandras aliadas. También me aseguré que los monos hubiesen recibido la ayuda de los sanadores con sus heridas. Llevábamos agrupando un buen rato a la gente con sus familias cuando el Rey llegó para llevarse a la gente del poblado a su nueva ubicación. Lo habíamos conseguido, habíamos vuelto a liberar otro poblado.

Estaba amaneciendo cuando aterrizamos en la explanada, estaba cansada y casi no podía mantener los ojos abiertos. Draco se transformó en humano y me ayudó a permanecer de pie. Atham y los Morlans vinieron a recibirme, como el resto de las casas con los suyos y me abrazó con serenidad cuando me vio. Me sorprendió porque estaba realmente sucia, cubierta de polvo y de hollín por el fuego. Vi como Arco seguía hablando con los Consejeros y los demás, no me vio cuando las mujeres Morlans me acompañaron a las dependencias de mi casa y me ayudaron a asearme, luego me dejaron dormir toda la mañana.


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