Capítulo 27
Habían pasado meses desde el último combate, mi esencia no daba pistas sobre cuándo volvería y mis conexiones eran pobres tirando a nulas. Al menos ya no tenía que volver todas las noches a dormir al Palacio de los Sanadores para que me sanasen una y otra vez. Mi cuerpo estaba realmente recuperado. El Rey no había querido que volviese a salir ni en una mísera patrulla, bien pensado sin mi conexión no podía enlazar con los dragones, sin mi esencia no podía defenderlos, ¿para qué necesitaban a un pobre aprendiz?. Arco, por su parte, pasaba el tiempo entre patrullas, pequeños combates y tratados, yo me pasaba el tiempo en los entrenamientos, las clases y mis búsquedas en la biblioteca sobre cómo ganar la siguiente prueba, el poco tiempo disponible lo pasaba con los monos para aprender de ellos. Había veces que pasaban las semanas y Arco y yo nos habíamos saludado fugazmente o incluso no le veía en absoluto... Y le echaba de menos....
- Tarnan, tu informe - le dije cuando ya estábamos sentados en clase - no me lo has dado.
- ¿Puedo dártelo mañana?, tengo que añadir un par de detalles - le miré de mala manera.
- No me gusta que os retraséis, ya lo sabes - le dije.
- Lo sé, lo tendré mañana, te lo prometo. ¿Vas a cenar en el comedor?
- No, hoy no, Kitu me está esperando para entrenar, ¿quieres venir? - le pregunté.
- He... he quedado - y me señaló con la cabeza una bonita morena que estaba sentada al final de la clase con cara de boba.
- Qué te diviertas - le dije riéndome silenciosamente. Me levanté y salí por la puerta seguida de los aprendices.
Draco estaba esperándome como siempre, nuestra conexión seguía siendo fuerte solo que en vez de venir de mí, venía de él, pero seguíamos igual de unidos.
- ¿Qué tal las clases? - me preguntó.
- Bien, como siempre.
- ¿Preparada? - se transformó en dragón y monté sobre él, fuimos directos hasta el bosque de los monos. Allí Kitu me esperaba para entrenar.
- Hola pequeño jinete - me saludó - hoy nos toca patrullar, ¿estás preparada?.
- Por supuesto - le dije.
- Id con cuidado, planearé sobre vosotros como siempre - nos dijo Draco.
Las patrullas de Kitu siempre empezaban por la noche, eran cuando podían ser más vulnerables. Era cierto que desde nuestro último gran combate el ataque de las lagartijas había bajado considerablemente, pero no por eso debíamos bajar la guardia. Con Kitu iban seis monos, yo era la octava en el grupo. Se lanzaron a la espesura del bosque y me lancé detrás de ellos, tras meses de entrenamiento ya no conseguían dejarme atrás ni me costaba tanto seguirles, ahora estaba a su altura. Había tenido que modificar mi calzado y la suela de mis botas había sido reemplazada por una áspera piel de jabalí para poder cogerme sin problemas a los árboles, en mis manos unos guantes con protuberancias me ayudaban a agarrarme de las lianas. Encontramos a dos, las seguimos durante un trecho en silencio y atacamos, cayeron enseguida, mañana volverían para quemar los cadáveres. Me resultaba extraño no escuchar los extraños siseos que emanaban de sus mentes, aquel perenne silencio era más atronador, a veces, que todo el ruido del mundo.
Volvimos a la plataforma de dónde habíamos partido al cabo de las horas. Draco me esperaba en su forma de dragón y me volvió a llevar a casa. Había sido un día productivo.
Me levanté al día siguiente temprano, faltaba poco para la prueba y estaba nerviosa, me jugaba bastante. Esa era la última prueba de formación, a partir de entonces empezaría una nueva etapa, la preparación para la ceremonia donde el dragón escogería a su próximo jinete. Si ganaba esa prueba podría ver a mis padres, ver a mi familia cuando quisiera, lamentablemente me enfrentaba a la prueba más dura y en peores condiciones. Suspiré tras lavarme la cara, iría a ver a Brom, hacía una semana que no me pasaba por la herrería.
Salí todavía de noche del castillo, cuando llegué a la herrería el joven aprendiz del herrero ya estaba haciendo sus deberes.
- Hola - le dije escuetamente. Una pala cayó de sus manos con gran estrépito - lo siento, no quería asustarte - le dije.
- Eres... el aprendiz - me dijo con la boca abierta.
- Esto... sí, mi ropa, ¿verdad?, nunca falla - le contesté irónicamente, pero me di cuenta que no me había entendido. - Mmmnnn.... ¿te ayudo? - le dije indicando la pala.
- Eres la prometida del Rey - volvió a decir alucinado.
- Otra vez has acertado... estás en racha - el chico no se movía, me quedé parada mirando a los lados por si reaccionaba pero nada...
- Hola Mirlo Blanco, qué bien que hayas venido, tengo té recién comprado para luego, ¿qué haces ahí parado? - le gritó al ayudante y este dio un respingo y se fue al establo, se acercó a mí y me dio un beso en la sien. - Este chico... ¿quieres ayudarme?
- Claro, ¿qué hay qué hacer? - le pregunté.
- Tengo hecha la forma de la guadaña, ¿quieres terminarla? - me preguntó, sabía que me encantaba golpear el metal.
- ¡Seguro! - cogí las herramientas para empezar a calentar el metal.
- ¿Hoy tampoco podías dormir?
- La prueba se acerca Brom, cada vez estoy más nerviosa, me juego tanto....
- Sé que lo harás bien - me dijo. Me quedé parada mirando el fuego.
- Todavía no he recuperado mi esencia, ni puedo hacer una simple conexión, voy sin nada y cuando todo termine deberé por fin levantar la mirada y ver los problemas que me esperan más allá - nunca le había contado a nadie salvo a Arco lo del original y las hordas de monjes que dormían bajo tierra esperando despertar.
- Cuando te conocí también estabas llena de miedo Mirlo, no podías ni mantenerte en pie del miedo que me tenías, pero ahí estabas aguantando, no sabías a qué enfrentarte ni cómo hacerlo pero lo hiciste, superaste ese terrible miedo y ganaste la prueba.
- No sabía lo que sé ahora Brom - el herrero se acercó a mí y me abrazó.
- Yo solo sé que lo lograrás, porque siempre encuentras la forma de que funcione. Ea! Trabaja, que no te pago por mirar.
- ¡Pero si no me pagas!!!
Cuando salió el sol por completo había terminado la guadaña, afortunadamente no había perdido mi toque y estuve orgullosa del acabado. Salí de la herrería y la hija de la panadera me acercó una bolsita de panecillos, la cogí con gusto dándole las gracias. Subí por la calzada principal hacia el castillo, numerosa gente me saludaba o me hacía reverencias, yo respondía con el mismo cariño que me profesaban. Un niño que iba montado en la parte trasera de un carro me saludó y le devolví el saludo, pero al hacerlo se le cayó un muñeco al suelo, lo recogí y corrí tras el carro para devolverle el muñeco, saqué un panecillo y se lo di junto al juguete, a cambio el niño me lanzó un beso. Me gustaban aquellos momentos de pequeña felicidad que había en mi vida.
Iba a dirigirme hacia la escuela pero quería ver a Arco, hacía tanto que no le veía... a lo mejor tenía suerte. No estaba muy presentable con la ropa sucia y completamente sudada pero si le veía... sino me metería en la escuela y se me pasaría el día entre entrenamientos, estrategias y clases. Busqué a uno de los criados que servían en el gran salón y le pregunté por el Rey, me dijo que se había ido hacía horas, ¡qué pena!, salí desanimada al gran patio del castillo donde numerosa gente se movía a aquella hora. Un gran dragón bajó en ese momento en medio del patio deteniéndose delante de mí para luego tomar su forma humana, varios dragones hicieron lo mismo. Arco, me miró de arriba abajo.
- Hace días que no veo a mi prometida y para cuando la encuentro está sucia y desarreglada. - él como siempre lucía perfecto. Me ruboricé hasta las orejas. - Estás hermosísima! - y me besó y yo volví a ruborizarme por el cumplido. Cuando nos separamos me dijo - gracias por venir a verme.
- Si me recibes así vendré a verte todos los días - le dije pícaramente.
- Será un placer recibirte - hizo un movimiento con la mano y me quitó la bolsa de los panecillos de las mías.
- ¡Eh! Son míos!!! - le grité viendo que alzaba nuevamente el vuelo.
- Has de ser más rápida, querida mía - me dijo desde el aire riéndose.
'Maldito Escamoso!!!' pensé, nunca más le visitaría. Pero me fui hacia la escuela con una sonrisa en la cara.
Todos estábamos cansados, tirados sobre la arena, llevábamos más de siete horas de entrenamiento. Unos criados nos trajeron agua y bebí con ansia, Moria a mi lado estaba tumbada con la mano sobre los ojos.
- Necesito que esto pase ya, ya no lo soporto más, si tengo que entrenar así un día más me suicidaré. - me reí por lo bajo pero tenía razón, llevábamos un ritmo frenético.
- Ya vale por hoy aprendices - les dije - mañana será otro día.
El Rey aterrizó en la arena en su forma medio humana, me levanté para hacerle la reverencia, otros se pusieron en pie e intentaron levantar a los demás.
- Dejadlo - nos dijo el Rey refiriéndose al saludo - no pasa nada. ¿Habéis terminado?
- Sí Majestad - le dije. Se movió muy rápido, me cogió de la cintura y salimos volando - ¡tienes que dejar de hacer eso! - le grité en el aire.
- ¿Por qué?
- Es de mala educación andar arrebatándome así de los sitios, no me has dado tiempo ni de despedir.... Aaaaahhhhhh!!!!! - me soltó y caí sobre el agua de repente.
Salí escupiendo agua hasta la orilla donde Arco me esperaba tumbado de lado en una piedra, volvíamos a estar en nuestra cueva. Pateé el agua al llegar a su altura y tuve la satisfacción de ver cómo le alcanzaba.
- ¡Eres un bestia Escamoso!!!
- Creí que necesitarías un chapuzón después de estar entrenando - y se echó a reír, yo por mi parte volví a patear el agua con fuerza - ¿no me estarás retando, hija de Morlan?
- ¿Acaso tienes miedo de un pobre aprendiz? - ni siquiera vi que se moviera simplemente sentí su peso y me hundí en el agua mientras me besaba.
Jugueteamos un rato más en el agua y luego acabamos en la orilla como siempre, estábamos desnudos y disfrutamos. En algún momento de la noche él se había levantado y tendido mi ropa mojada encima de una piedra para que se secase.
- Deberías ir así todos los días, a mí me alegrarías la vista - señalando mis pechos desnudos.
- A ti y a unos cuantos... - sonreí - pero, ¿qué dirán de mi posición, mi rango, mi... - Arco se había inclinado para besarme.
- La gente te respeta vayas como vayas vestida, querida, aunque no creo que me guste que los demás gocen de aquello que es privilegio mío. - Me apoyé encima de su pecho como una almohada - ¿qué tal la prueba?.
- Estamos lo más preparados que llegaremos a estar nunca - le dije.
- ¿Y tú? - me preguntó, sentí preocupación en su voz.
- Igual, nada de esencia ni conexiones - suspiré - algunas veces pienso que será así para siempre.
- Ten fe, volverán, confía - me dijo. Levanté la cabeza y le miré.
- Hacía tiempo que no os veía, Majestad. ¿Problemas en el trono? - le dije con sonrisa tierna intentando cambiar de tema, no quería hablar de aquello que me preocupaba.
- No tardarás en compartir mis problemas en el trono, Senda - me removí inquieta como siempre que me hablaba del matrimonio - Las lagartijas han empezado a moverse nuevamente, intentamos que la montaña siga sellada, pero siguen apareciendo aperturas y túneles todos los días. - Volví a poner la cabeza en su pecho.
- Siento no serte de utilidad - le dije pesarosa.
- Permanecer a mi lado es la mejor de tus funciones - me dio un suave beso en la frente y le besé el pecho - Antes de que se me olvide, tu amiguito Río tiene nueva familia.
- ¿Dónde?
- En el pueblo cerca de la casa Incendia, una familia lo ha adoptado, parece que se ha integrado bien.
- Me alegro entonces, se lo merece, tendré que ir a verle a ver qué tal le va - y volví a besar el pecho del Rey. - Has hecho mucho por esos niños, estoy muy orgullosa de ti Escamoso.
- Esos niños nunca debieron haber estado en esa situación - le miré mientras hablaba.
- Lo sé, pero lo has arreglado, eres el mejor Rey que conozco.
- Senda.... Soy el único Rey que conoces.
- Bueno, entonces no tienes que hacer mucho para ser el mejor - me hizo cosquillas a modo de venganza y me desternillé de risa.
- Los monos se unirán a nuestra lucha - me dijo de pronto serio.
- ¿No han perdido ya demasiado? - le pregunté.
- Necesitamos su ayuda querida, ganamos el último combate gracias a tu sacrificio, pero no sé si volveremos a tener esa suerte. Tenemos que estar todas las razas unidas contra ellos.
- Ni las salamandras ni las lagartijas tienen la culpa, están bajo el dominio de los monjes, ¿por qué no intentas hablar con ellas?
- No solo están bajo su dominio, están esclavizadas. No sabemos cómo lo hacen pero están bajo su embrujo y no somos capaces de despertarlas. No podemos razonar con ellas, no podemos ni siquiera hablar con ellas. Creo que utilizan esa extraña conexión para apoderarse de ellas.
- Creo que Jack lo hizo, en su momento, sé que lo hizo, si le encontrásemos podría ayudarnos a saber cómo deshacer esa especie de hechizo ese que emerge de los monjes.
- No hemos vuelto a saber nada de él, querida, será difícil encontrarle. - me quedé pensativa por un momento.
- ¿Escamoso?.
- Dime querida mía.
- No volverás a dejarme aquí tirada como la primera vez, ¿verdad? - sabía que aquel episodio todavía le dolía, se seguía sintiendo culpable por haber provocado mi primer encontronazo con las lagartijas. Bufó a mi lado, me cogió en volandas y me lanzó al lago. - Serás.... Escamoso!!! Ya estaba seca!!! - salí mojada como un gato.
- Jajajajaja.... - Se rió - deberías tener un poco más de respeto por tu Rey, aprendiz.
Salí del lago, desnuda y empapada y me dirigí a él para pegarle una patada pero se transformó delante de mí en un dragón, me le quedé mirando sorprendida y de repente soltó un poco de aire caliente hacia mí que me secó completamente. Reí como una niña antes las inesperadas cosquillas, luego me acerqué a él, toqué el gran cuello resbalando mi mano por las escamas negras brillantes, fui hacia su cabeza, la quijada, los poderosos dientes, un increíble ojo azul me miraba con ternura y me abracé a él, sentí sus brazos a mí alrededor y transformado en humano me besó. Sería la última vez que estaríamos juntos hasta la prueba.
El gran día llegó. Me vestí con mi ropa de aprendiz y calcé mis botas. Un único combate, la clase de los iniciados contra la clase de los cachorros de dragón, ellos convertidos en dragón no podrían convertirse en humanos, nosotros dispondríamos de armas individuales, un escudo, una espada y el cuchillo para defendernos y por supuesto nuestra esencia. También dispondríamos de armas comunes, como redes, lanzas, etc... que los maeses habrían diseminado por la arena, el problema era que no sabíamos dónde.
La arena estaba a rebosar de gente, nadie quería perderse esta última prueba. Incluso los monos estaban invitados y pude distinguir al Jefe Kinua y a Kitu con su hijo. Brom y la gente del pueblo estaba allí, distinguí incluso a la vieja Tilly entre el público. Crim estaba en mi hueco ya esperándome y nos preparamos.
Nos fueron llamando según nuestras casas como siempre, como siempre, mi nombre fue el último en pronunciarse. Los gritos, aplausos y ovaciones se oían según salían los aprendices a la arena, los jóvenes de las casas animaban a sus aprendices con los desgañitándose y haciendo rimas absurdas o pícaras, el espectáculo estaba garantizado.
- ¡Senda, hija de Morlan, aprendiz de jinete! - un denso silencio se apoderó de la arena, como siempre nadie me gritaba ni jaleaba. En las gradas de mi casa una veintena de personas estaban sentadas, rígidas, impasibles como estatuas, en el lugar de honor el viejo Atham me miraba. Ya no me importaba no escuchar sus ánimos, ni me avergonzaba, si querían ser así allá ellos.
Salí a la arena y caminé en silencio hasta llegar a los aprendices formados en una fila horizontal, me puse al principio de la fila, ellos en perfecta formación se volvieron a mí y me hicieron el saludo protocolario en señal de respeto por su líder. Cambiaron su sitio y se pusieron en dos perfectas filas detrás de mí con Tarnan y Príus al frente de las filas. Saludamos al Rey y al Consejo y fuimos hasta el lugar designado.
Había dos grandes círculos dibujados en la arena. El grupo de los aprendices y el grupo de los cachorros de dragón quedaron encerrados en cada uno de ellos, al toque de la señal los dragones se transformarían y los iniciados podrían correr a sus posiciones. Veinte aprendices, quince dragones, demasiados....
Se oyó la señal. Los dragones salieron transformándose del círculo, yo por mi parte grité a los aprendices.
- ¡A cubierto! ¡A cubierto! - Todos se dispersaron menos Tarnan y yo que salimos corriendo hacia el dragón más cercano, Tarnan con su cuchillo le rajó la cara yo salté sobre su lomo y hundí mi espada donde la columna se unía con la base del cuello, oí crujir el hueso y el chico cayó al suelo convertido en humano desmayado. Fue un ataque violento, rápido y tremendamente efectivo - ¡Catorce! - grité.
En nuestros entrenamientos habíamos dividido las funciones, los luchadores menos hábiles serían los encargados de buscar las armas en el perímetro de la arena, los aprendices más hábiles intentaríamos acabar con los dragones.
Se habían puesto enormes cúmulos de rocas y tierra situados por toda la arena, divididos los aprendices en grupos se atrincheraron en ellos.
Debíamos luchar por equipos, uno de los aprendices portaba una red que se la dio al grupo más cercano, les vi preparar la red para hacer la trampa. Habíamos ensayado miles de veces cómo preparar la trampa y atacar. Otro de los grupos habían encontrado un par de lanzas, el bajo vientre sería el lugar donde deberían clavarlas, según los monos otros de sus puntos débiles.
Un dragón volaba por encima de nosotros intentando descender para atacar, salté hacia él con una honda en la mano, la tiré y conseguí sujetar una de las patas. Entre los cuatro aprendices de mi grupo conseguimos derribar al dragón. Salté esquivando sus fauces y sus garras, había dejado el vientre a la vista y clave mi espada deslizándola un metro, el dragón cayo entre gritos cuando le rebané las tripas.
Los sanadores tenían el peor empleo, estaban ocultos en la base de los cúmulos y cuando alguien caía debían salir para sanar al herido sin interferir en la lucha, vi a uno de ellos acercarse rápido al herido.
- ¡ Trece! - grité a los demás. Le hice una señal a Tarnan y corrí hacia él, puso sus manos como un estribo y me impulsé hacia arriba para ver la situación de los demás. - Moria, Tubo, cambiad a cuatro - levanté cuatro dedos, Moria levantó el puño para decirme que me había entendido.
Al no tener la conexión con los demás aprendices las señas y los gritos eran lo más efectivo, también habíamos tenido que aprenderlas para no quedarnos sin comunicación.
- ¡Doce! - se oyó en un grupo detrás nuestro.
- ¡Once! - se oyó en el de más allá.
Los dragones en su afán de cazarnos luchaban entre ellos y se impedían el paso o el vuelo, nosotros utilizábamos eso a nuestro favor, para que no hiciesen alianzas los intentábamos mantener separados. Nosotros trabajábamos en grupo constantemente, individualmente no éramos fuertes pero en grupo teníamos una oportunidad.
Vi a Luca subirse en el lomo de un dragón, este se revolvió y le dio contra su cola tirándole al suelo. Se acercó a él para rematarle, salté delante de su cara y con mi espada le corté a la altura de los ojos como me enseñaron los monos, herido y cegado se tiró al suelo revolcándose, vi la oportunidad y salté encima de él.
- ¡Jefa!, ¡cuidado! - me gritó Luca intentando incorporarse.
Otro dragón también había visto el momento de acabar conmigo, subiéndose encima de su compañero intentaba darme una dentellada, salté del dragón herido cuando intentaba quitarse al otro dragón de encima. Me quedé entre el segundo dragón y Luca.
- ¡Me he roto la pierna! - gritó Luca.
- ¡Adiá! ¡Adiá! - llamé al aprendiz que estaba en el cúmulo - ¡coge a Luca! ¡Poneos a salvo!!!
El dragón y yo iniciamos un lento baile mientras que Adiá ayudaba a Luca, sabía que ese dragón iría primero por los heridos, debía atacar yo antes que él. Salté hacia el dragón que intentó darme un golpe con su cola, los monos me habían enseñado ese movimiento por lo que no tuve problemas para esquivarlo, me fui a la izquierda del dragón intentando atacar su vientre, él se revolvió a ese lado como me suponía, pasé por debajo de sus patas deslizándome hasta quedar debajo y le abrí en canal, antes de que cayese rodé hacia un lado.
Me levanté llena de polvo, el otro dragón herido no veía nada y se movía dando tumbos entre el dragón caído y el cúmulo, vi a dos sanadores intentando acercarse, uno de ellos se tropezó y cayó sobre la arena, la cola del dragón se descargó hacia él en ese instante. No pensé, me lancé hacia el sanador para salvarlo en el último momento del golpe, me golpee la espalda protegiendo al sanador y sentí que mi piel se desgarraba. Cogí al sanador y salté por encima del dragón con él encima, le llevé hacia donde estaba el dragón herido. Sentía la sangre manar de algún punto de mi espalda. Saqué una tela y me la enrollé como pude, me dolía el hombro al moverlo.
- ¿Estás bien? - le pregunté al sanador mientras me curaba.
- Gra... gracias aprendiz, no tenías que haberlo hecho - me dijo. Le miré sorprendida.
- Los sanadores sois lo más valioso en una batalla - le dije. Saqué mi espalda y rematé al segundo dragón herido y cegado. - ¡Os dejo más trabajo! - grité a los sanadores.
Había escuchado el diez en algún sitio por lo que grité.
- ¡Nueve, ocho! - dije pero alguien me corrigió.
- ¡Ocho, siete! - levanté el puño en señal de haberlo entendido.
Los dragones se habían agrupado revaluando la situación. Yo salté en el aire para evaluar a mis aprendices, demasiados heridos. Adiá estaba entablillándole la pierna a Luca.
- ¿Qué tal te encuentras? - le pregunté.
- Duele - me respondió.
- Mejor, eso significa que estás vivo. ¿Puedes continuar?.
- ¡Claro! - me contestó indignado.
- Adiá, toma su puesto, Luca, a la retaguardia - Adiá me miró con ojos aterrados, no era de los mejores de clase.
- Yo... yo no... - con los ojos llenos de lágrimas y a punto de derrumbarse, antes de que dijese nada le cogí por el hombro.
- Es bueno tener miedo, nos hace cautos, pero no es bueno que el miedo nos posea a nosotros Adiá, nos paraliza y fallamos. Confía en tu entrenamiento, confía en tus compañeros y el resultado será mejor de lo que piensas. Yo confío en ti amigo mío, confía tú también. - le dije.
- Por ti siempre - me dijo serenándose. Asentí.
- ¿Tarnan???? - grité desde mi cúmulo.
- Aquí jefa! - me contestó.
- ¡Recuento!!! - me levanté para ver sus señales, habíamos perdido algunos aprendices, levanté el puño para decirle que lo había entendido. Sopesé nuestras opciones, siete dragones, quince aprendices, diez heridos leves, dos incapacitados. ¡Buf! Los números no estaban a nuestro favor. Miré la situación de los dragones. - Fase tres!!! - grité con todas mis fuerzas.
Uno de cada grupo salimos de nuestros cúmulos para atacar, dos cachorros estaban más alejados, les conocía había leído sobre ellos en los informes que me pasaban los aprendices, eran un chico y una chica que estaban saliendo, el gran dragón jamás dejaría atrás a la dragona y ese era su punto débil, caería protegiéndola. Los cuatro nos dirigimos hacia ellos escondiéndonos. Vi algunos de los otros dragones atacaban los cúmulos, esperaba que pudiesen con ellos. Me centré en la misión. Hice señas a los demás para que se parasen, la dragona estaba herida en una pata, se le veía el hueso a través de la herida por lo que no podría apoyarla. Como nos dijeron los monos si un dragón perdía a su jinete se volvía loco por lo que lo principal era separarlos pero que el jinete no sufriese daño, aquí haríamos lo mismo, la dragona debía ser la última en caer, si fuésemos a por ella el dragón se volvería loco y sería mucho más peligroso. Atacamos al unísono, el dragón se puso delante de la joven dragona para protegerla, uno de los aprendices saltó hacia sus ojos para cegarlo pero el dragón de un golpe lo envió al suelo, me colé entre las patas y le cercené un par de músculos de una pata pero no pude llegar hasta el vientre. Vi que Moria estaba en posición y le di la señal, clavó su espada en la base del ala cortando nervios y músculos, el dragón dio un terrible rugido y una llamarada salió de su boca calcinando todo a su paso, fuimos afortunados de no estar delante. Furioso el cachorro de dragón se revolvió, desequilibrado cayó por fin al suelo mostrando la panza y esta vez sí acerté a clavarle la espada. La dragona aulló detrás de mí, el otro aprendiz subió por encima de su lomo y cercenó el hueso de la base del cuello, cayó encima de su compañero.
- ¡Seis, cinco! - quedaban cuatro dragones. Me fijé que los sanadores corrían hacia los dragones.
- Senda, ¡tu pierna está sangrando! - me dijo uno de los aprendices. No me había dado cuenta.
- Id a ayudar, iré enseguida. Saqué una tira de cuero y rodeé el gran tajo que tenía en la pierna para que dejase de sangrar, Crim hoy tendría trabajo que hacer.
Fui corriendo hacia donde estaban los cuatro dragones restantes atacando uno de los cúmulos, los aprendices rechazaban sus ataques pero no tardarían en ser vencidos, desde la lejanía oí el crujido del cúmulo y vi como empezaba a hundirse hacia abajo. El tiempo se ralentizó para mí en ese momento, oí los gritos del interior del cúmulo y comprendí que dentro estarían los dragones heridos con los sanadores, todos acabarían heridos. ¡Grité!, miedo, fue eso lo que sentí, ¡miedo!. Y el miedo surgió de mis entrañas con una intensidad arrolladora. Mi esencia se liberó con una fuerza brutal empujando a los dragones e introduciéndose por todos los recovecos del cúmulo. Puse a mis aprendices a salvo y bajaron al suelo sin problemas, cuando retiré mi esencia en forma de cúpula pude ver que ni los sanadores ni los dragones heridos habían sufrido heridas. Me miré las manos, cubiertas con aquella especie de alquitrán negro, con asombro.
- ¿Y ahora apareces????, ¿dónde estabas???? - le dije a mi esencia. Levanté el brazo y lo extendí formando un perfecto semicírculo, enlacé a todos los aprendices. Por un momento me sentí aliviada, todo había vuelto a su sitio, volvía a estar completa.
Corrí hacia los cuatro dragones que se habían recuperado de mi ataque, hacía tanto tiempo que no utilizaba la esencia, que esa furia que me inundaba surgió de mí y me lancé a luchar contra los cuatro con mi esencia convertida en sendos látigos que surgían de mis manos. Agarré a uno de los dragones y lo estrellé en el suelo cerca de los aprendices, con la conexión establecida les ordené acabar con él. El resto de los dragones siguieron el mismo camino con la ayuda e los aprendices...
Volví a introducir mi esencia dentro de mi cuerpo, fuerte y poderosa. ¡Habíamos ganado! Los aprendices se dirigieron hacia mí dando gritos y felicitándose entre ellos, al llegar a mí nos abrazamos, sentía mis heridas protegidas por la esencia, realmente, había vuelto. Los iniciados estábamos felices, habíamos ganado una batalla sin precedentes, habíamos ganado a los cachorros de dragón. Quedábamos muy pocos en pie, la mayoría de nosotros estábamos heridos o acabaron dentro de los cúmulos con los dragones y sanadores, pero habíamos ganado.
El Maestro de Jinetes nos mandó callar, nos quedamos agrupados sujetándonos los unos a los otros.
- Enhorabuena aprendices, habéis ganado la prueba - volvimos a gritar entusiasmados mientras Dorc hacía gestos pidiendo el silencio - Habéis vencido unidos y os felicito, ha sido un ejercicio de honor y de unión entre las casas.
Se volvió para hablar con el Rey y el Consejo, mi corazón palpitaba a mil por hora. Tarnan a mi lado me abrazaba expectantes al anuncio del primero en la prueba.
- El ganador de la prueba es.... ¡Senda, hija de Morlan, aprendiz de Jinete!. Senda, se te ha concedido este honor no solo por tu habilidad en el combate aun si poder utilizar tu esencia, sino por liderar con valor y orgullo y sobre todo por proteger la vida de aquellos que estaban a tu mando, pero también por proteger la vida de los inocentes involucrados, los sanadores y los heridos a pesar de que eran parte de tu contrincante. Debo decir con orgullo, hija de Morlan, que tu actuación ha sido honorable y es un orgullo decir para mí. Larga vida a estirpe de la Casa Morlan. - Dorc me miró y me sonrió orgulloso de mí y lo sentía, volvía a tener la conexión con todos los que me juraron lealtad.
Estallé en gritos, había ganado, ¡era la primera!, ¡lo había conseguido!, ¡volvería a ver a mi familia!!, ¡volvería a verlos!!!. La gente vitoreaba mi nombre y el nombre de mi casa, lágrimas de felicidad caían por mi rostro, lo había hecho, ¡volvería a casa!. Todos los aprendices me felicitaban, Tarnan me estrujaba tanto que no me dejaba respirar, Príus golpeaba mi espalda con fuerza. ¡A casa!, ¡me iba a casa!!!.
El Rey se había levantado de su asiento y poco a poco los aprendices y yo nos callamos.
- Felicidades Senda, hija de Morlan. Tu victoria ha sido grande y haré honor a mi palabra. - asentí, mientras en mi cara más lágrimas seguían cayendo, hice el saludo y los demás me imitaron.
Nos dieron la orden de volver a nuestros huecos, todos se fueron al suyo y caminé hacia el mío, al pasar enfrente de las gradas Morlan, me paré delante de ellos, alcé mi puño hacia mi pecho e hice el saludo protocolario. Puede que no fuesen los mejores, seguramente serían los peores, pero entendí que me estaban dando una oportunidad para pertenecer a su casa con su presencia en la arena y por primera vez les correspondí.
Caí sobre el banco mientras Crim se apresuraba a sanarme.
- Felicidades aprendiz, una buena victoria - me dijo escuetamente como siempre.
- Gracias Crim, viniendo de ti es un gran halago - me miró por el rabillo del ojo y continuó con la sanación. Las heridas estaban casi curadas y solo quedaban unas cicatrices. - Déjalo Crim, no te canses más - me miró extrañado - me has curado pero ve mejor a ayudar a los demás sanadores, el daño de los dragones es mucho mayor que el que yo tengo.
- ¿Dejarte así mientras yo ayudo a otras casas? - me dijo ofendido.
- Te necesitan y lo sabes, yo me apañaré así, ya se me curarán del todo - le dije con dulzura.
- Lo que me pidas aprendiz - se lo pensó un poco y asintió, se levantó y se fue dejándome sola.
Recogí todas las cosas, seguía sin tener a nadie pero eso ya no me importaba, cuando llegaron los criados había terminado y se llevaron el material. ¡Quería un baño!
Los Morlan estaban fuera esperándome, Atham se acercó a mí.
- Enhorabuena, hija de Morlan - asentí pero no pude decir nada. Me alargó el brazo y yo deposité el mío encima, fuimos caminando así hasta el castillo. La gente me vitoreaba y me felicitaba a nuestro paso. A lo lejos vi a Brom.
- ¿Podríais permitirme un momento Señor? - le pedí a Atham. Él asintió. Fui hasta Brom y me fundí en un fuerte abrazo con él.
- Lo conseguiste Mirlo Blanco, lo conseguiste - me dijo con voz emocionada.
- Me voy a casa Brom, me voy a casa - le dije con lágrimas - gracias por todo, sin ti no habría conseguido llegar hasta aquí. - Brom volvió a abrazarme fuertemente.
- Lo has hecho tú sola Mirlo, tú sola. - Atham se acercó despacio a nosotros, nos separamos, no pensé siquiera en intentar presentar a un herrero al todopoderoso señor de la Casa Morlan.
- Gracias por la ayuda que le prestasteis a esta hija de Morlan, herrero, - dijo Atham sorprendiéndome ni siquiera de que supiese de la existencia de Brom - mi deuda con vos jamás será saldada. - Y levantando el puño a la altura del corazón le hizo una reverencia. Brom estaba desconcertado pero asintió a modo de agradecimiento.
- Senda, nos esperan para el baile, debemos irnos - y volvió a tender el brazo hacia mí.
- Ve Mirlo, cumple tus obligaciones - me dijo Brom, le di un rápido beso en la mejilla y volví a apoyar mi brazo en el del Señor de la Casa.
Las mujeres Morlan me esperaban para bañarme como la última vez, un gran baile se celebraba tras esa prueba y empezaba justo después. Ainara estaba allí como la última vez, yo no quería acudir a bailes ni nada por el estilo, el deseo de ver a mis padres era mucho más ardiente que ir a un baile, pero Ainara me dijo que era orden del Rey que acudiese. ¡Qué chasco!, encima no le había visto!, mucho prometida y tal pero en la práctica es que mi fabuloso novio no se había presentado para felicitarme.
Ainara me dijo que me mirase en el espejo, el vestido era increíble y yo estaba genial con el pelo recogido en aquellos bucles, cayendo en cascada por mi espalda.
- Estás preciosa - me dijo Ainara con su dulce voz.
- Gracias Ainara.
- Te esperan, ve.... - y me besó en la mejilla.
Atham volvía a estar en el exterior esperándome, llegamos una pequeña sala donde deberíamos esperar a que nos llamasen para entran en el gran salón, había ya muchos invitados esperando, todos aplaudieron al verme entrar y saludé inclinando la cabeza. Draco se acercó a mí.
- No sé si abrazarte de lo hermosas que estás - yo sí que lo sabía y me eché en sus brazos.
- Gracias Draco, un cumplido tuyo siempre es hermoso - él volvió a abrazarme con fuerza.
- Draco, hijo de Calem - Atham habló a nuestro lado.
- Atham, Señor de Morlan - contestó Draco serio y se fue a hablar con otros invitados.
Tarnan y Príus se acercaron a mí tras hacer una rápida reverencia a Atham, nos abrazamos los tres emocionados.
- Me alegra verte jefa - me dijo Príus.
- ¡Guau Senda! Quizá sí que te tenía que haber echado los tejos cuando tuve oportunidad - me dijo Tarnan mirándome de arriba abajo boquiabierto.
- Y quizá, hijo de Calem, deberías de tener un poco más de respeto por tu futura Reina. -Arco había aparecido detrás de nosotros y miraba enfadado a Tarnan. Le hice una mueca de burla a Tarnan porque el rey le hubiese regañado, Arco me miró furibundo y me puse seria. - Querida mía, tu belleza resplandece iluminándonos. - Me dijo todo pomposo. Suspiré, cuando se ponía en modo Rey, se ponía. Me ofreció el brazo y se lo cogí.
Salimos juntos al gran salón de baile donde los invitados esperaban ansiosos nuestra llegada.
- ¡El Rey de todos los Dragones!, y Senda hija de Morlan, prometida del Rey - todos nos hicieron una reverencia.
A nuestro paso oímos murmullos de la gente que decía la buena pareja que hacíamos o indicaban lo guapos que estábamos, me ruboricé un poco ante tanto halago.
- ¿Deseas bailar querida mía? - me dijo Arco. Asentí y me cogió entre sus brazos haciéndome dar vueltas por el gran salón.
- ¿Cuándo podré irme a casa Arco? - le pregunté ansiosa.
- Déjame que disfrute esta noche contigo, mañana Draco te acompañará si así lo deseas.
- ¿No vas a venir conmigo? - le pregunté extrañada.
- Lo lamento querida, tengo asuntos que atender en el Reino, pero Draco te protegerá con su vida. -'Eso ya lo sabía' pensé, pues vaya... pensé que sería él quien me llevaría. Decidí no preocuparme por eso, mañana volaría rumbo a casa por lo que disfrutaría de la fiesta.
Terminamos el baile y nos acercamos a hablar con los invitados, Arco era un rey considerado y paciente y hablamos con docenas de personas incesantemente. La noche pasó rápida mientras la gente intentaba hablar conmigo apenas unos minutos. A mí aquello me hacía gracia, apenas un tiempo atrás no se me acercaban y ahora era la estrella del momento.
- Estaréis emocionada con la boda, ¿verdad? - me preguntó una anciana dragona.
- Mucho, mucho - le contesté con una sonrisa, la verdad es que no, no quería casarme, me gustaba tener a Arco para mí pero lo de convertirme en reina... eso era otro cantar.
Atham vino para reclamarme para un baile, me cogió entre sus brazos y nos pusimos a bailar.
- Gracias por saludar a Brom - le dije.
- Veo que es un buen amigo - me dijo a su vez.
- Uno de los mejores que tengo, se ha convertido en familia - no le miré porque en cuanto pronuncié esas palabras se puso rígido, no le había gustado mi respuesta. Él tampoco dijo nada y seguimos bailando en silencio. Arco me reclamó al terminar el baile y empezamos a bailar.
- ¿Qué le has dicho? - me preguntó.
- Creo que no le hizo gracia saber que considero a Brom parte de mi familia - miré a Atham de reojo que no nos perdía de vista.
- Lo intenta Senda, deberías darle una oportunidad. - me dijo en voz baja. Le miré con furia contenida.
- ¿Y el que lo intente ahora tiene que borrar el pasado? - me enfurruñé.
- No, pero tiene que darte una opción para tener un futuro. Es tu Casa querida mía. - suspiré, cuando se ponía así era imposible, él llevaba demasiados años en este mundo ¡seguro!.
- Lo intentaré - dije arrastrando las letras. Me sonrió y asintió.
Volví con los Morlans y Atham me hizo un gesto para que me sentase a su lado, desde luego no tenía ninguna gana... Los Consejeros de otras casas iban y venían a hablar con él que los recibía con un boato propio del Rey, hablaban de cosas banales y Atham disfrutaba de su posición de superioridad al tener a la prometida del Rey sentada junto a él. Si ya era importante para su casa volver a tener un aprendiz en la escuela dar una Reina al pueblo era un gran colofón para su ego. Ainara de vez en cuando aliviaba mi tedio acercándose a hablar con nosotros, pero Atham prefería presumir de posición y de privilegios. Tarnan se acercó a sacarme a bailar, Atham asintió con desgana y yo salí corriendo a sus brazos.
- ¿Qué tal con... ellos? - me preguntó mientras bailábamos.
- Terriblemente aburrido... ¿y tú?
- Genial, ¡mi Casa me toma por un héroe! - unos brazos me arrebataron de Tarnan y me dieron una vuelta completa para encontrarme en los brazos de Príus. Moria acabó en los brazos de Tarnan.
- ¡Mi padre está que no se lo cree!, no podría presumir de mí más de lo que ya lo hace - me reí con ganas.
- Me alegro, ¡te lo mereces!!! - le dije, vi que se ruborizaba. Tarnan volvió a cogerme de nuevo.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera, jefa? - me preguntó.
- Si pudiese... para siempre - suspiré pero Tarnan se había parado y me miró serio. Me quedé sorprendida y de repente me dejó plantada en el salón y salió por una de las puertas que daban al exterior.
- ¿Qué le has dicho? - me preguntó Moria que seguía bailando con Príus.
- ¡Mierda! - me recogí la falda del vestido y salí corriendo tras él, mientras todos me miraban sorprendidos. - ¡Tarnan!, ¡Tarnan! - miré en todas direcciones, ¿dónde se había metido?. Utilicé nuestra conexión para encontrármelo en un pequeño jardín. Accedí a él por una puerta semioculta en la maleza. Le encontré al lado de una pequeña fuente de la que manaba agua tirando piedrecitas dentro.
- Vete - me dijo al verme.
- Lo siento, lo dije sin pensar, ¡lo juro! - le dije disculpándome.
- Lo dijiste en serio, preferirías no volver, no volver a mi lado, no volver a verme - había tanto dolor en su voz.... Me senté en un banco enfrente de la fuente y esperé a que se sentase a mi lado.
- Creo que tienes razón, preferiría no volver - Tarnan se inclinó hacia delante como si le hubiese dado un golpe - Tarnan, yo..., mi familia representa una parte de mi vida fácil y sencilla, sin complicaciones, sin esfuerzos ni humillaciones, sin dolor.... Pero hace tiempo hice una elección y esa parte de mi vida quedó atrás, ahora estoy aquí y seguiré aquí hasta el fin de mis días.
- Es bonito lo que dices pero aun así prefieres no volver... - me dijo malhumorado.
- Tarnan, desearía con todas mis fuerzas regresar a esa vida y no tener que enfrentarnos a lo que nos espera - él no sabía nada de todo lo que había visto, apoyé mi cabeza en su hombro - Algún día nos sentaremos en este mismo banco y recordaremos estos momentos como buenos.
- ¿Un momento bueno?, ¿el que quieras abandonarnos, abandonarme? - me dijo, pero no se apartó de mí.
- Jamás podría abandonarte Tarnan y si pudiera te arrancaría de este lugar y te llevaría conmigo para que fuésemos felices los dos, juntos. Pero no puedo. Tu futuro está unido al mío y ese futuro no se presenta aciago para ninguno, amigo mío. Le cogí la mano mientras seguía recostada sobre él y la apreté con fuerza, cerré los ojos y le mostré los recuerdos de mi familia, gente riendo, disfrutando de la compañía, mis padres y mis hermanos cantando villancicos en Navidad, patinando, haciendo barbacoas en el jardín, saltando sobre charcos en un día de lluvia... Sentí que se relajaba viendo las imágenes que le mostraba. Luego le mostré lo que me había enseñado el Original, le mostré la cueva, el altar, dónde estaba y lo que escondía la fría tierra. Él por fin entendió porque desearía no volver.
- Senda... ¿cómo es que no me lo dijiste antes? - me empezó a decir.
- Quería evitártelo hasta después de la prueba, sabía que estabas preocupado por mi situación y no quería cargarte con más.
- Y sabiendo lo que nos espera, ¿volverás?.
- Hice una elección, volveré y contigo a mi lado los derrotaremos. Sé que lo conseguiremos. - Me pasó un brazo por encima de los hombros y me abrazó fuertemente.
- Debemos regresar - le dije - o el Rey mandará a toda la guardia real en mi busca... - suspiré.
- Solo a uno, querida - Arco estaba apoyado en un árbol con los brazos cruzados. Tarnan se puso de pie y empezó a balbucear una disculpa - Déjalo, hijo de Calem, se que vuestra relación es cercana y la respeto - Fui hasta él y me dejé abrazar por sus brazos.
- Entremos, nuestros invitados esperan - me dijo, y me ofreció su brazo.
- ¿Te has enfadado porque le haya enseñado... eso?.
- No, sé que Tarnan es tu segundo y confías en él con tu vida, también se lo difícil que es no contarle a un amigo esa clase de problemas.
Volvimos a entrar en el gran salón, el baile estaba decayendo y los invitados comenzaron a irse lentamente. Volvía a estar sentada al lado de Atham aburrida como una ostra.
- Nos retiramos - anunció por fin Atham. Se levantó y volvió a cogerme el brazo, paseamos entre los invitados hasta llegar al Rey - Majestad, con su permiso, nos retiramos, este anciano necesita descansar y vuestra prometida también. - Le dijo al Rey. Arco depositó un suave beso en mi mejilla.
- Buenas noches, querida mía, descansa bien. Señor de Morlan, os deseo una feliz estancia en mi castillo. - dicho lo cual nos dejó para reunirse con otros consejeros.
Volvíamos a las distintas habitaciones, yo quería hablar con Draco para preguntarle cuando nos iríamos. Estaba deseando irme. Atham se paró un momento e hizo un gesto a los demás para que siguiesen, una vez solos y me miró.
- Me he disculpado pequeña, sé que mi comportamiento contigo no fue el adecuado y no sabes cuánto lo lamento. Pero me gustaría decirte que quiero que formes parte de nuestra familia, no solo de nuestra casa - las primeras palabras que pensé fue para recriminarle, pero luego pensé en lo que me dijo Arco y me callé. Suspiré.
- Lo intentaré, Señor de Morlan, puedo prometerle eso - le dije.
- Me conformo con eso niña.
Le dejé en sus habitaciones y continué hacia la torre acompañada por los criados. Una vez en mi torre, a solas me bañe y ya limpia me tumbé en la cama. Había sido un gran día, pero el día siguiente se presentaba aún mejor.
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