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Capítulo 26

Estaba en una sala completamente blanca, todo lo que veía era blanco, la sábana que me cubría era blanca así como la ropa que llevaba.... ¡oh, venga ya! ¿De verdad vuelvo a estar en el Palacio de los Sanadores?. ¿Qué habían hecho?, ¿dejar una de las salas solo para mí?. De repente me desperté de golpe.

- ¡Draco!!! - grité.

- Está bien tranquila, descansa, todavía no estás recuperada - Arco estaba sentado en una silla al lado de mi cama. Su rostro reflejaba un gran cansancio, tenía ojeras debajo de los ojos y barba de bastantes días, me quedé mirándole sorprendida por su aspecto.

- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? - le pregunté.

- Cinco, seis no sé.... Siete a lo mejor - me dijo. Le acaricié la cara con la mano y me la cogió veloz besándomela y apretándola contra el rostro. - Creí que te había perdido.

- ¿Qué pasó? Yo... Draco... Draco estaba herido...

- Utilizaste tu esencia para mantenerle vivo, luego terminaste la conexión con nosotros y la utilizaste para hacer que las lagartijas y los monjes... para... - se quedó callado.

- Morir, la utilicé para que muriesen, se lo ordené... Ya lo recuerdo - le dije en voz baja.

- Senda querida, ¿qué pasó allí abajo? - me preguntó suavemente.

Recordé lo que había descubierto, lo que había pasado y negué con la cabeza.

- Será mejor que lo veas por ti mismo - Arco estableció un puente entre nosotros y buceó en mi memoria y encontró los recuerdos de aquel día. Inhaló aire sorprendido, su rostro fue palideciendo lentamente y me miró fijamente.

- He de informar al Consejo - se pasó la mano por los ojos.

- Estaré bien, ve, estoy bien - le dije animándole.

- No, luego les informaré, quiero estar aquí contigo - me acarició la frente con su mano y volvió a cogerme la otra para besarla.

- ¿Por qué no estoy recuperada? - le pregunté, me notaba cansada y mi mente no funcionaba como siempre.

- Tu esencia, la forzaste demasiado y no la podrás utilizar en algún tiempo. Y tu conexión... tu cuerpo está demasiado débil como para que puedas mantener una conexión con nadie - le miré preocupada - Tranquila, todo volverá a ser como antes, pero necesitas recuperarte.

- Siento haberte fallado - le dije, ¿de qué servía entonces si no utilizaba mi conexión para luchar?

- No digas eso querida, nos salvaste la vida, no solo a Draco sino a muchos de nosotros. Pusiste tu vida en peligro sin dudar para ayudarnos, todos estamos orgullosos de ti.

- Tengo sueño... - le dije, mis ojos se cerraban.

- Duerme, yo estaré aquí cuando despiertes. - me dijo Arco mientras me acariciaba el pelo.

Al despertar Arco estaba sentado en la silla, apoyando el cuerpo en la cama también durmiendo, una ternura me invadió. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?.

- Eh.... - le acaricié el pelo - hola chico guapo - Arco se despertó y me miró - ¿qué haces aquí todavía?.

- Verte dormir, ¿recuerdas?, me gusta - le sonreí.

- ¿No deberías estar haciendo cosas de Reyes? - le pregunté.

- Estoy donde tengo que estar Senda, a tu lado. - Me dijo. Se levantó y se desperezó, miró un momento por la ventana y se volvió a sentar otra vez a mi lado. Me intenté incorporar y no pude y él me ayudó.

- Te agradezco que estés, me gusta que estés aquí pero tienes que hacer cosas más importantes y yo... - miré mi cuerpo - no te preocupes que esta vez no me escaparé.

- No, no debería haber dejado que participases, ¡maldita sea! - se frotó los ojos como queriendo borrar algo - no debería haberte exigido tanto...

- Escamoso... - me miró - ¿te acuerdas lo que te dije?.

- ¿Qué? - me miró como si no me entendiese.

- Que mi sangre sea la primera derramada, que mi vida sea la primera sacrificada, que mi honor sea mi escudo y mi valor afile mi espada pero que mi obediencia nunca sea probada ni mi orgullo quebrado pues mi lealtad os pertenece Arco hijo de Calem, Rey de los Dragones. - Se quedó quieto mirándome - Hice honor a mi juramento, Majestad, haré honor a mi juramento.

- ¡Casi te matan! - me respondió levantándose furioso - ¡casi mueres!!! ¿sabes lo cerca que has estado de morir? ¡Y todo por mi culpa! - se derrumbó en la silla y abrazó mi cuerpo con fuerza - No lo soportaré otra vez, no lo volveré a permitir. - Le acaricié la espalda suavemente.

- Mi vida no es importante, yo no soy importante, tienes una misión y gente que depende de ti, que depende del Rey. - Arco levantó la mirada.

- Si te pierdo no habrá ningún Rey, Senda - me dio un vuelco el corazón al escucharle.

- Hice un juramento a un hombre bueno, un líder al que podía seguir, en el que podía confiar, por el que podía luchar y si me lo pidiera... morir. Alguien me dijo una vez "la cualidad más apreciada en un líder es saber mantener la lealtad de aquellos que nos la confieren, se siempre leal con los que te la juraron a ti" - Arco chasqueó la lengua.

- No utilices mis palabras contra mí, aprendiz - me reí silenciosamente porque me dolía el pecho. Se levantó y se dirigió a la puerta y llamó a un criado - Está despierta, puede pasar.

Volvió a entrar dentro y se sentó en la cama, me abrazó como se abrazaría a una estatua de cristal y depositó un ligero beso en mis labios.

- Descansa, recupérate, volveré en la noche - me dijo. Asentí valientemente.

Se volvió a levantar cuando se abrió la puerta, Draco entró, di un respingo y alargué mi brazo a modo de saludo, él me tomo la mano. Miré a Arco por encima del viejo dragón.

- Volveré - me dijo antes de salir.

Me quede parada con la mano de Draco atrapada en la mía.

- Amigo mío, por un momento creí perderte. - le dije.

Draco, aquel viejo dragón que había conocido en las dragoneras, el general implacable que había conocido como humano rompió a llorar y se abrazó a mí. Me quedé estupefacta sin saber qué hacer, normalmente era él quien me aguantaba mis salidas de tono pero un hombre de su edad llorando así... ¿qué hago?.

- Esto... ¿Draco?, me.... Me estás mojando el camisón - le dije. Draco se separó por fin y se pasó la mano por la cara mojada.

- Amé a mi jinete, aprendiz, lo amé como no pude amar a nadie más, el día que murió creí que moriría con él. Opté por morir en el sueño del vivo, encerrado en mi cuerpo de dragón, oculto en las dragoneras. Durante siglos permanecí allí sin nada qué hacer hasta que una luz me sacó de aquellas tinieblas. El tintineo suave de un cascabel que se hizo cada vez más fuerte hasta convertirse en el mayor de los tornados volvió a despertarme, despertó a muchos. Descubrí que no solo seguía vivo sino que volvía a disfrutar de la vida, me dio una segunda oportunidad. La agradecí y en el umbral de mi muerte esa luz estaba presente, cálida, hermosa y volvió a arrancarme de las fauces de la vida eterna, solo para descubrir cuando abrí los ojos que se había sacrificado por mí, por todos nosotros hasta su extinción. Hace mucho que descubrí que amo más a esa pequeña lucecita de lo que jamás amé a mi jinete y verte inerte en la cama, sin saber si vivirías o morirías... - calló por la emoción pero me había quedado anonadada mirándole y escuchándole.

- Draco... nunca había entendido porqué un jinete no sobrevive a la muerte de su dragón, ahora lo sé. Y ese momento cuando creí que te había perdido, yo... creí que no podía soportarlo. - Le miré y le sonreí - Me alegra que estés bien amigo mío.

- Pequeña, no sabes la bendición que es tenerte en mi vida - me dijo.

Entraron un montón de estudiantes en ese momento, Tarnan y Príus aparecieron entre ellos como una riada llamándome y riéndose. Cuando vieron a Draco se pusieron todos serios y saludaron al dragón.

- Me iré por el momento pequeña, te dejaré con los aprendices - me hizo una reverencia y se fue. Tarnan se tumbó al lado mío y Príus ocupó la silla donde había estado sentado Draco.

- Ese dragón impone - dijo Príus.

- He volado con él, si alguna vez alguien así me reclama... buf! - dijo Tarnan - me gustaría que alguien tan fuerte fuese algún día mi dragón.

- A mí me parece muy seductor, aunque sea un anciano - dijo Moria. Me reí ante eso. - Bueno, aunque Senda se ha llevado al mejor, ¡es la prometida del Rey! Uuuuhhhhh - Me reí a carcajadas.

- Gracias por venir chicos - les dije.

- A mandar jefa, te echamos de menos - me dijo Tarnan - aunque no creo que nos quedemos mucho, nos hemos colado, mi padre me dijo que te habías despertado y nos colamos - todos los estudiantes se rieron - ¿qué tal te encuentras?.

- Bueno, bien, cansada... ¿sabéis si me quedaré mucho más tiempo por aquí? - les pregunté.

- El Rey quiere que te quedes en el Palacio de los Sanadores hasta que recuperes tu esencia y puedas volver a establecer la conexión - me dijo Príus - le he oído gritarlo a todos los sanadores cuando ha salido de la habitación, parecía enfadado.

- ¡Buf! ¿aquí? - miré alrededor - odio esta sala... cuando menos lo espero despierto en ella, empieza a convertirse en una mala costumbre. Además, ¿qué hay de la prueba?, se acerca y si no participo en ella no podré ver a mis padres.

- Venga Senda, tienes que descansar, - me dijo Moria - lo que hiciste no ha debido de ser fácil.

- Tengo que participar en esa dichosa prueba y ganarla. Nuestra formación termina con ella, podré ver a mis padres - me volví a recostar en la cama cansada.

- ¿Y cómo lo harás sin esencia?, dalo por perdido, no te tenemos para que nos enlaces a todos, será un suicidio. - Me dijo Tarnan.

- Los monos no tienen esencia ni utilizan la conexión, aun así ganaban las batallas contra los dragones, rediseñaremos las estrategias, vosotros sí que podéis usarla, solo tenemos que ver cómo usar la que tenéis bien. - Les dije a todos, mi mente estaba de nuevo funcionado, no me iba a rendir, esto sería como al principio, nada de esencia ni conexión - ¿quién está conmigo?.

- Hasta el final - me dijo Tarnan - lo sabes, hasta el final - sonreí a mi segundo.

- Estoy contigo - dijo Príus.

- Y yo.

- Y yo. - todos me apoyaron y les sonreí agradecida.

- Saldré de aquí lo antes posible y nos pondremos a trabajar. ¿Estáis espiando a los dragones para saber sus puntos flacos?

- Siiiiii - me dijo Moria - son guapísimos!!!

- Moria..... - le enarqué una ceja.

- Lo hago bien, no te preocupes jefa - me dijo con su sonrisa de duende.

- ¡Aprendices!!! - un sanador entró por la puerta en ese momento - ¿cómo os atrevéis a molestarla?, se acaba de despertar!, iros, ¡fuera niños bobos!!

Me volví a quedar sola, había sido genial verles, pero estaba preocupada por haber perdido la esencia, sabía que estaba regenerándose pero después de lo del Original estaba asustada. Podía decir que lo bueno de no poder utilizar mi conexión es que evitaría que él se pusiese en contacto conmigo pero aún así estaba preocupada. Pensé en Arco, los chicos me habían dicho que había estado conmigo en todo momento, eso era increíble... Debí quedarme en algún momento dormida, la noche había llegado y las estrellas brillaban a través de la ventana. Estaba harta de la cama, me incorporé con dificultad y puse los pies en el suelo, el frío hizo que miles de cuchillas subieran por mis piernas, intenté varias veces sostener mi cuerpo sobre mis piernas, cuando lo conseguí estaba resoplando por el cansancio. ¡Vaya! Llevaba un camisón largo de color blanco que calló enredándose entre mis piernas, di varios pasos y crucé la habitación hasta la ventana. La abrí y el frío de la noche me golpeó el cuerpo.

- Mucho mejor - me dije. Permanecí de pie unos minutos, mi cuerpo parecía que se iba acostumbrando a estar de pie.

Miré alrededor y vi mi ropa de aprendiz limpia como siempre preparada para ponerse. Con cuidado fui lavándome y vistiéndome. Cuando terminé había amanecido completamente. Me senté en una silla, seguía estando terriblemente cansada. Sonaron unos golpes en la puerta, dije 'pase' y Crim entró.

- Hija de Morlan, ¿qué haces levantada? - me preguntó asombrado.

- Me siento mejor, no quería estar tumbada más tiempo - le mentí.

- Mmmmnnn... no parece que estés mejor - se acercó a mí y comenzó la sanación, empecé a sentirme bien entonces, quizá no recuperada pero no terriblemente cansada. Pasaron los minutos hasta que se detuvo. - Esto bastará por el momento, durante días deberás de venir al Palacio para que te sigamos sanando pero lo que he hecho te ayudará a soportar el día. No podrás esforzarte mucho pero podrás andar.

- Gracias Crim, gracias por ser mi sanador - le dije.

- Es un honor, hija de Morlan - me dijo a su vez.

- Necesito salir de aquí Crim.

- No puedo permitírtelo, el Rey ha dado órdenes respecto a eso.

- ¿Puedes mirar para otro lado entonces? - me sonrió y asintió, luego se dio la vuelta hacia la pared.

Salí del Palacio de Sanadores sin que nadie me viese y me fui derecha al castillo. Sabía que cuando Crim dijese lo de mi fuga el Rey mandaría una horda de jinetes a buscarme, debía hacerle entender que no podía quedarme en la cama metida. El patio del castillo estaba casi vacío de gente, a nadie le parecía raro que un aprendiz anduviese por él y no me prestaron mucha atención. Un olor delicioso se deslizó por mi nariz y mis tripas rugieron con hambre, el olor de los panecillos llegaba por una de las puertas del castillo, suponía que la panadera estaría repartiendo su deliciosa mercancía como proveedora real. Entré por la puerta hasta llegar a las cocinas, estaban atestadas de gente, en un lado había un niño de unos siete años colocando sacos uno encima de otros, parecía ser un trabajo pesado para él.

- Hola, ¿estás solo? - el niño me miró y se encogió de hombros - ¿quieres que te ayude?

- ¿De verdad? - me preguntó.

- Claro, soy Senda - le dije al pequeño.

- Río - me dijo.

- Bonito nombre, ¿quieres que te ayude? - le volví a preguntar, asintió con timidez.

- Gracias.

- ¿Por qué estás haciendo esto Río?, ¿dónde están tus padres? - le pregunté mientras empezaba a cargar los sacos y a colocarlos donde el pequeño me decía.

- No tengo padres, soy huérfano las lagartijas los mataron. Esos no van ahí, tienen que ir encima de esos - me indicó.

- Vaya lo siento - le dije - ¿con quién vives?

- Ahora con nadie, me va bien solo - me quedé horrorizada.

- Ya veo... bueno, esto ya está, ¿tienes algo más que hacer? - él negó con la cabeza - Iba a pedir unos panecillos, ¿quieres acompañarme y los compartimos?.

- Nadie te va a dar comida, tienes que esperar a las sobras - eso me apuñaló el corazón.

- Conozco a la panadera, tengo enchufe - le sonreí, le ofrecí mi mano y se quedó mirándola, luego me la dio.

Fui por la cocina con el niño cogido de la mano, cuando vi a la panadera me saludó con efusividad.

- Estoy mejor, gracias. ¿Te importaría darnos panecillos?, nos morimos, mucho, mucho, mucho de hambre - gesticulé y le guiñé un ojo a Río.

- Claro, ¡tomad! - nos sirvió en una bandeja un montón de panecillos y un poco de mantequilla para untar. Río vio aquello como un festín, le pedí a uno de los cocineros dos jarras de leche que se apresuró a servirnos.

- ¡Gracias! - nos sentamos en un escalón devorando nuestro desayuno, Río comía como si no hubiese un mañana - dime Río, ¿vives en el castillo? - le pregunté como si no me importase.

- A veces, cuando no me echan...

- Ah! ¿y dónde duermes? - le volví a preguntar.

- Por ahí, en los establos o en las porquerizas, en cualquier sitio donde se esté caliente.

- Claro, hace frío por la noche - dije intentando no darle importancia - Oye, voy a ver a un amigo que está en el castillo, ¿tienes algo qué hacer?

- No, ahora estoy libre hasta que vaya a ayudar a limpiar.

- ¿Quieres venir?, podemos ver cosas interesantes y será divertido - le dije.

- Mmmmnnnn.... ¿volverás a darme comida?

- ¡Seguro! ¡A mi amigo le sirven montones de comida!! Seguro que compartirá algo con nosotros. - le aseguré.

- Vale, iré contigo.

Caminamos por el castillo que empezaba a despertarse, quería llevar a Río ante el Rey para que escuchase su historia, un niño solo, huérfano, haciendo trabajos pesados en la cocina, durmiendo en los establos, ¿qué clase de vida podría llevar?, ¿había más niños como él?, ¿alguien se había ocupado de los huérfanos que dejaban las lagartijas???, ¡malditos dragones orgullosos!!!!

- Eres un aprendiz, ¿verdad? - me preguntó.

- Sí, soy un aprendiz, ¿te has dado cuenta por la ropa? - le pregunté a mi vez.

- Sí, soy listo. ¿Es verdad que voláis sobre dragones?

- Eso es muy cierto y es fantástico.

- A mí me gustaría volar sobre un dragón, ¿algún día me llevarás?

- Se lo puedo pedir a alguno de mis amigos dragones a ver si quieren, pero no puedo prometértelo Río - le dije sinceramente.

- ¡Qué suerte tienes!

- Eso no te lo discuto, tengo muuuucha suerte - le dije mientras me reía.

La sala del trono estaba llena de gente, Arco estaba entre un montón de consejeros, había tenido suerte de que Río no se extrañase cuando la gente me hacía reverencias al pasar a su lado pero al ver la sala llena de gente se escondió detrás de mí. Poco a poco la gente fue percibiendo mi presencia y la sala fue silenciándose. El Rey me vio, puso cara de pocos amigos y vino hacia mí, Río miraba con miedo a aquel hombre y le sentí como se aferraba a mis piernas.

- Majestad - hice el saludo protocolario.

- ¿Qué haces aquí?, ¿por qué no estás descansando en el Palacio de los Sanadores?, Senda, ¡no estás recuperada!.

- Quería hablaros de un tema Majestad, aunque por el camino se me ha ocurrido otro más. - le dije.

- ¿Y tiene que ver ese tema tuyo con ese sucio crío que escondes a la espalda? - Río me tiró de la camiseta para que nos fuésemos.

- Os presento a Río, Majestad, es un amiguito que he hecho recientemente - puse al niño entre nosotros que miraba al suelo avergonzado - me gustaría que fueseis muuuuy amable con él, Majestad, le he dicho que vos compartiríais vuestra comida con nosotros. - Miré a Arco con toda la intención y él me enarcó una ceja, le miré y miré al niño y le hice una señal, él suspiró y se puso de cuclillas.

- Hola Río, es un placer conocerte, cualquier amigo de Senda es amigo mío - dijo dulcemente - ¿cuántos años tienes? - el niño musitó siete. - Veo que eres muy mayor, ¿qué te parece si hablamos un poco?, mientras nos pueden servir un poco de carne fría y algo más para picar. - Extendió su mano hacia el niño y este al escuchar lo de la comida se la dio. Se sentaron juntos en unas escaleras, era extraño ver al gran Rey con un niño así y la gente se le quedó mirando. Dorc apareció por detrás de mí.

- ¿Qué planeas aprendiz?

- Maestro, - le saludé - creo que el Rey debe ocuparse de un problema en su Reino. - Arco se iba poniendo cada vez más tenso según hablaba con el niño, aunque seguía siendo igual de amable - creo que alguien va a pasarlo mal.... - sirvieron al comida y el niño siguió comiendo mientras hablaba, en un par de ocasiones levantó la mirada hacia mi furioso.

- ¿Qué has hecho esta vez, pequeña? - me preguntó preocupado el Maestro de Jinetes.

- Oh! No os preocupéis, no es conmigo con quien está enfadado, al menos no por el tema del niño.

- Me alegra saberlo, ¿qué tal te encuentras? - me di la vuelta para mirar a Dorc y le sonreí.

- Mejor, cada vez mejor, gracias por preocuparos Maestro.

- Seeeennnnndaaaa - la voz cavernosa de Arco resonó a mi espalda, volví a darme la vuelta y me lo encontré a escasos pasos - ¿cómo es posible que te encuentres siempre con cosas así?

- Majestad, os juro que yo solo me guié por el olor de los panecillos.

- ¡Senda! - Río corrió hacia mí - me voy con este señor que me va a dar un montón de comida.

- Me alegro amiguito, creo que nos veremos pronto - le di un besito en la mejilla que él pronto se restregó.

- Eres besucona, pero me gustas - agitó su mano y le vi salir de la Sala con un criado.

- ¿Qué va a hacer con él? - pregunté al Rey. Me tomó del brazo y me llevó hasta una pequeña sala adyacente donde estábamos solos.

- Permanecerá unos días en uno de los hogares de los criados, luego se le buscará una familia y un hogar donde podrá ser criado. De paso pediré una comisión que busque si hay más casos así en el castillo y en los pueblos, solventaré todos los casos similares. Esto no volverá a ocurrir en mi Reino, nunca debió de ocurrir. Esa gente lucha cada día contra las lagartijas y a cambio dejamos a sus hijos desamparados. - Se llevó la mano a los ojos cansado. - ¿Qué haces aquí querida?

- Quería pedirte que me soltases - le dije - no quiero permanecer en el Palacio de los Sanadores, tengo que preparar una prueba.

- No vas a hacer ninguna prueba Senda, no en tu estado.

- Pero... ¡debo ganar la prueba!, quiero ver a mi padres!!

- No te preocupes por eso ahora, vuelve al Palacio y acuéstate.

- ¡No! - mi grito resonó por toda la Sala.

- No me contradigas - me dijo en modo Rey.

- Me lo prometiste!!! 'Se la primera Senda, la primera de tu clase....' - Le imité.

- Senda, arreglaremos lo de tus padres, debes descansar.

- Quiero participar en la prueba, no dejaré a mis compañeros solos, quiero ganar y ver a mis padres.

- ¡Maldita sea! - me gritó - y yo quiero que vuelvas al palacio de los sanadores y no salgas de ahí hasta que recuperes la esencia.

- ¡Pero puede tardar años!!!

- ¡Me da lo mismo!! - volvió a gritarme, luego bajó la voz como derrotado - estarás a salvo, te mantendré a salvo hasta entonces.

- Escamoso... Arco... estoy bien - me apoyé en su pecho - te prometo que estoy bien.

- No, no volveré a ponerte en peligro, no volveré a perderte - me abrazó fuerte - Senda, no puedo perderte - me dijo.

- No me vas a perder, pero he de hacer esa prueba y lo sabes, no puedes levantar la orden que tú mismo diste.

- No voy a dejarte participar, te llevaré ahora a ver a tus padres si eso es lo que quieres - ¡mis padres!!! ¡Ahora mismo!!!! Estuve tentada a decirle que sí, pero me separé un poco de él.

- Arco, me dijiste que te demostrase lo que valía, que nunca me dejase vencer, que no fuese más Senda Craine sino Senda, hija de Morlan - me miró a los ojos con el corazón destrozado - y seré esa persona, te demostraré que soy esa persona. Déjame participar, confía en mí y ganaré, te lo prometo.

Arco nos rodeó con sus alas y me besó apasionadamente, me besó durante un buen rato y me dejó sin respiración, con ganas de más.

- Haré lo que me pides pero por todos los ancestros que después nos casaremos!! - ¿casarse??? Estábamos hablando de pruebas y acabamos hablando de matrimonio???- a ver si cuando duermas todas las noches en mi cama y compartas durante el día mi mesa soy capaz de controlarte por fin. - Le sonreí con mi mejor sonrisa.

- Ni en sueños Escamoso... - él frunció el ceño y le besé en los labios. - ganaré la prueba, seré la primera y veré a mis padres y luego... tú serás toooodo mío. Eso sí que es una promesa. Lo del matrimonio podemos hablarlo más tarde... en unos doscientos años o así.

Salimos de la sala con Arco cogiéndome de la cintura como una pareja, cuando llegamos a la sala del trono me besó delante de todos sin utilizar las alas como escudo, y ¡qué beso! me puse roja como una amapola y me susurró al oído.

- Esto sí que es una promesa. - me quedé con la boca seca y el corazón palpitando.

Se separó de mi lado y le dijo a un criado que fuese al Palacio de Sanadores para decirles que una vez más el aprendiz se les había escapado. Luego le dijo que yo no me quedaría allí.

- Si veo algo extraño o te pones en peligro yo mismo te sacaré de allí, ¿me oyes? - se había vuelto hacia mí amenazándome - puedes hacer la prueba, pero un solo peligro y todo terminará.

- Sí Majestad - le hice la reverencia y me dirigí hacia la puerta para irme.

- ¿Senda? - me volví para mirar al Rey - serás una gran Reina cuando nos casemos - fue él el que se dio la vuelta y empezó de nuevo a hablar con sus consejeros.

Me quedé en el umbral parada asimilando lo que me acababa de decir, mi amor por Arco podría hacer en ese momento que me elevase como un querubín por los aires.

Los entrenamientos terminarían pronto por lo que me dirigí al comedor para comer con los demás, nadie había llegado y el comedor permanecía vacío. Me fui hasta mi gran mesa y me senté en mi sitio, el mismo que llevaba utilizando desde que estaba allí. La mesa estaba vacía y miré a ambos lados, había llegado a esa mesa y fueron muchos los días que pasé en ella sola, poco a poco se había ido llenando de buenos amigos como mi vida y ahora ya no estaba sola, formaba parte de algo que me era querido e importante, me gustaba pertenecer a ello. Los estudiantes entraron en tropel fueron haciéndome una reverencia según entraban y se sentaron en las demás mesas y en la mía. Pronto se llenó de estudiantes de todas las casas y de edades distintas, Tarnan y Príus se sentaron a mi lado como siempre. Príus me golpeó la espalda a modo de saludo y luego me ofreció puré de patatas que las criadas habían dejado encima de la mesa. Tarnan me dio un pequeño codazo.

- Es bueno tenerte por aquí, jefa - me dijo.

- Es bueno volver, segundo - le contesté.

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