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Capítulo 2


El día comenzó como siempre, entre besos y risas, se transformó y subí por su ala hasta el lomo donde me senté, poco a poco fui cayendo en una especie de trance, una deliciosa sensación me envolvía como una nana y dormí.

Alguien me tocaba, intenté abrir los ojos pero me pesaban, estaba cansada, ¿qué ocurría?, voces, voces a mi alrededor hablando, intenté concentrarme y poco a poco fui reaccionando. Por fin abrí los ojos, a mi lado había una mujer de mediana edad, me miraba con cierto temor y yo le devolvía la mirada desconcertada, ¿quién era?, ¿qué????. Me incorporé bruscamente:

- ¿Quién es usted? - mi voz sonó aflautada, distinta, extraña.

- Iré a buscar al sanador - me dijo ella y precipitadamente salió de la habitación.

Estaba en una habitación completamente blanca, una cama en el medio sin cabecero y yo tumbada, me giré para un lado y otro y solo pude ver una mesa con distintos objetos y un espejo de cuerpo entero apoyado contra la pared, todo era blanco, incluso mi ropa. Miré hacia abajo y me fijé que tenía puesta otra ropa, llevaba una especie de pantalones de algún tipo de piel vuelta teñida de blanco, unas botas me llegaban hasta las rodillas, llevaba una especie de camiseta ceñida al cuerpo y encima una especie de peto también de piel vuelta que me llegaba hasta el ombligo, mis antebrazos estaban cubiertos por una especie de mitones sin dedos que llegaban por encima del codo. Mi pelo estaba suelto y me caía por los hombros y llegaba hasta la cintura, ahí me desperté del todo, mi pelo no era tan largo, apenas me llegaba hasta los hombros, nunca lo había tenido tan largo y lo peor es que no estaba teñido, yo solía llevarlo de un color castaño oscuro y el pelo que me caía por el pecho era del color castaño claro que tenía cuando era pequeña. Pero, ¿qué pasaba allí?. Me levanté con cuidado, mi cuerpo me obedecía como siempre pero lo sentía extraño, diferente, liviano, me acerqué al espejo blanco y me miré. Un grito de asombro salió de mi garganta, era yo, el reflejo era yo pero ¡yo era distinta!. Había rejuvenecido hasta ser otra vez una chica salida de la adolescencia, no podría pasar por tener ni siquiera 20 años, mi cuerpo estaba delgado, mi piel era blanca como si nunca hubiese tomado el sol, mis ojos seguían en mi rostro pero mi piel era tersa sin marcas, me fijé en que la pequeña cicatriz de mi mejilla había desaparecido, era casi imperceptible para los demás pero yo la veía cuando me miraba al espejo, bajé la mirada hacia mis manos y vi que también había desaparecido mis cicatrices en los dedos cuando me corté siendo una niña. Me levanté la camiseta y comprobé que mi cicatriz de mi operación de apendicitis también había desaparecido, ¡no tenía ninguna marca!, pero no solo era que hubiese rejuvenecido o adelgazado, que no tuviese cicatrices visibles o lunares o marcas de nacimiento, mi cuerpo era más alto, ¡cielos! yo era más alta, mis músculos estaban firmes como cuando tenía 10 años, ¿qué me había pasado?.

Seguía mirándome en el espejo cuando un hombre alto entró en la habitación. Era guapo pero era mayor, no anciano, pero sí que tenía edad, era como una versión mejorada de cualquier maduro bien conservado, se parecía, se parecía a mí, a mi cuerpo, a mi nuevo cuerpo, alto, delgado, sin marcas aparentes, sin arrugas en la cara, vestía completamente de negro con un traje similar al mío solo qué él llevaba una capa que le llegaba a los pies.

- Soy Dorc, Maestro de Jinetes. Bienvenida aprendiz, sígueme, tu instrucción comienza ahora mismo. - Se dio la vuelta y salió de la habitación con paso firme.

- ¡Espere!, ¡espere!, ¿quién es usted?, ¿qué hago aquí? - salí corriendo detrás de él, mi cuerpo no reaccionó como quise y no paró solo siguió avanzando hasta estrellarse contra la pared del corredor que había fuera de la habitación. Dorc se dio la vuelta por un momento y frunció el ceño en desaprobación por mi torpeza, - sígueme aprendiz, el sanador ha dado su aprobación, estás reparada, tus preguntas serán satisfechas enseguida.

Le seguí como pude, mi cuerpo iba más deprisa de lo que quería o al contrario, a veces no avanzaba con la rapidez que necesitaba, era como si estuviese acostumbrándome a un nuevo cuerpo, la sensación era extraña y terriblemente molesta. El corredor de piedra estaba flanqueado de puertas similares a donde yo había estado, algunas estaban abiertas y pude ver a otras personas que me miraban desde dentro de las habitaciones blancas.

- Es ella, ha llegado, está aquí, será aprendiz... - las voces susurraban a mi paso sin que pudiese interpretar el significado de lo que escuchaba.

Llegamos hasta un gran patio donde la gente que había paró en seco de trabajar o moverse, todos me miraban, me giré para seguirles con la mirada y me di cuenta que seis hombres vestidos de negro en dos perfectas filas cerraban nuestra procesión.

Puertas, patios, escaleras, por fin aparecieron dos grandes puertas de madera y tras ellas llegamos hasta una gran sala, enorme con techos muy altos, inmensos, las columnas se perdían de la vista, estaban profusamente labradas con escenas de guerra y con humanos y dragones luchando contra otras figuras que no reconocía. Al fondo de la sala había unas gradas y sentadas en ellas hombres vestidos de gris. Dorc me acompañó hasta el centro de aquel extraño estrado y me hizo el gesto de que esperase. Aquellos extraños hombres de gris tenían el mismo aspecto, eran la mayoría viejos pero su rostro no lo expresaba, nada de arrugas ni marcas, era como maniquíes viejos. Otro hombre se puso a mi lado, di un pequeño susto sobresaltada y me retiré hacia las gradas, ese hombre me cogió del hombro y me giró para volver a ponerme en el sitio donde estaba. En las gradas, un hombre se levanto:

- Senda, hija de la Casa de Morlan - ¿qué era la Casa de Morlan? Me pregunté extrañada - has sido elegida para formaros como aprendiz de Jinete de Dragón. Tu destino ha sido marcado.

- ¿Yo?????? - interrumpí - ¿qué dice?, ¿dónde estoy?, ¿quiénes son ustedes?, ¿de qué demonios hablan???

- A partir de ahora vivirás con los demás aprendices, harás honor a tu casa, distinguirás a tu familia y te convertirás en Jinete de Dragón.

- ¿De qué habla?, ¿trafican con mujeres?, ¿qué es un morlan y qué quieren de mí? - mi paciencia realmente estaba acabando y me puse muy nerviosa, gritaba incoherencias, sacudía manos y brazos, algo no marchaba bien, no entendía nada y ¿dónde estaba Arco?, maldito proxeneta...

- ¡Basta!, Senda, tu destino está marcado por el fuego de las estrellas. Te reunirás a los demás aprendices, allí junto con los cachorros de dragón forjarás tu futuro. Si resultas elegida por un dragón al finalizar tu formación te convertirás en Jinete, si no eres elegida servirás al reino con tu vida.

- ¿Qué?, ¿has perdido el juicio viejo loco?, ¡me largo!, ¡me piro!, si crees que voy a jugar contigo a Dragones y Mazmorras estás muy equivocado!, ¿quién demonios te crees qué eres?, llamaré a la policía, a, a, al ejército, al FBI, a quién sea!!! Y te desmantelarán tu chiringuito de cirugía plástica a la voz de ahora! - vale, estaba desvariando, llevaba alucinando los últimos días y lo de incorporarme a esas clases de locos no era un buen plan.

- ¡El Rey!, ¡el Rey ha venido! - los susurros hicieron que me callase, miré a todas partes y vi llegar una comitiva detrás de mí, se posicionaron en los sitios que habían quedado vacíos.

Eran hombres y mujeres de todas las edades, no solo los 'ancianos' que me había encontrado al llegar, solo uno de los sitios estaba vacío, una de las sillas más alejadas. Busqué el trono con la mirada, si había un Rey debería haber un trono pensé y efectivamente no me equivocaba, el trono existía y el Rey estaba sentado en él mirándome... ¡Arco! ¡Arco era el Rey!!!, el hombre que me había llevado al país de los locos, el hombre con el que venía acostándome los últimos diez días, el hombre que se transformaba en dragón!, ¡ese era el Rey!. Me quedé como hipnotizada mirándole, con la boca abierta y sin entender nada, él aprovechó y empezó a hablar, de su boca salían palabras pero las sentía en mi mente también, era extraño como todo.

- Bienvenida Senda, hija de la Casa de Morlan, a partir de hoy formas parte de mi Reino, como mi súbdita tienes obligaciones y deberes y tienes tus derechos. Entre tus obligaciones está formarte para ser Jinete de Dragón, te unirás a la Escuela de Jinetes y como aprendiz pasarás las pruebas que te legitimarán para unirte al ejército como Jinete, cuando termine tu formación uno de mis Dragones te elegirá como Jinete, vuestra unión será indisoluble de por vida, le pertenecerás y te pertenecerá para siempre. Tu deber es pasar la formación con honores, te dedicarás en cuerpo y alma a este menester y al finalizar tu formación te convertirás en un gran Jinete.

- No - mi voz sonó sorprendentemente calmada - no lo pienso hacer, podéis matarme o hacer lo que queráis, no seré un Jinete. No tienes autoridad para mandarme, no lo haré, quiero volver con mi familia con tu ayuda o no - le tuteé, sin dudar, no estaba hablando con el Rey sino con 'Escamoso' con el tipo que me había estado tirando los últimos días.

- No volverás a ver a tu familia Senda, hasta que termines tu formación y seas la primera de tu clase. Si no eres la primera de tu clase NUNCA volverás a ver a tu familia. Esa es mi Palabra, esa es mi Ley.

- No obedezco ni me someto ante nadie Rey, aquel al que decida seguir, aquel al que le otorgue mi lealtad será porque se lo ha ganado y tú Rey, no lo has hecho. Soy Senda Craine y nunca me he sometido a nadie, nunca me he doblegado ante nadie, nunca me he arrodillado ante nadie. - Vale, bien mirado nunca había tenido la oportunidad de saberlo, pero ¿qué demonios?, ellos no lo sabían.

- La primera de tu clase, Senda, o no volverás a ver a tu familia. No puedes salir del Reino sin ayuda de un dragón y nadie te la prestará. ¿Quieres escapar? Inténtalo, las consecuencias serán dolorosas y te restarán puntos en tu formación. ¿Quieres volver a ver a tu familia?, la primera Senda, no solo tienes que pasar la formación, tienes que ser la primera.

El Rey se levantó y se fue, creí sus palabras punto por punto, sabía que las decía en serio lo había sentido dentro de mi mente, sabía que si bien no me mataría no volvería a ver a mi familia, ni la vida que había conocido. Estaba prisionera allí en ese extraño mundo a través del espejo. Y toda la culpa era suya, de él, me había engañado y yo como una tonta había confiado en Escamoso ojos bonitos y ahora estoy atrapada!

El séquito del Rey se había ido con él y me volví a quedar sola frente a los hombres vestidos de gris, Dorc, el Maestro de los Jinetes volvió a hablar.

- Tu tutor será Rem de la Casa Prima - uno de los hombres de gris asintió con la cabeza presentándose - normalmente debería ser alguien de tu propia casa pero no hay nadie capacitado para ello - carraspeó como si dijese algo avergonzante - por lo que la Casa Calem le ha pedido a la Casa Prima un tutor para ti. Eres afortunada, se respetuosa y sigue las directrices y los consejos de tu tutor, te dirigirás a él como Preceptor Rem a los demás profesores te dirigirás a ellos como Maese y su nombre. Maese Rico te pondrá al tanto de lo que se espera de ti, puedes retirarte.

Hice lo que me pedía, no hablé más, el tal Rico debía ser el hombre que estaba a mi lado y me cogió suavemente del codo dirigiéndome hacia la puerta. Cuando salimos el sol estaba en lo alto del cielo por lo que debía ser mediodía, caminé en silencio junto a Maese Rico sin fijarme en nada más. De pronto me di cuenta que me estaba hablando y tuve que prestar atención a sus palabras.

- .... Doce casas, irás aprendiéndote el nombre poco a poco, todos formamos parte de una de ellas, tú de la Casa Morlan, yo soy de Prima como tu preceptor, la Casa Calem es la casa a la que pertenece el Rey, es la más poderosa.

- ¿Por qué pertenezco a la Casa Morlan? - pregunté. Maese Rico se paró en seco y me miró sorprendido.

- Naciste en la Casa Morlan, al menos eso te lo han explicado, ¿no?.

- ¿Quién debería explicármelo? - volví a preguntar.

- Las personas que te criaron cuando murieron tus padres claro, ¿nadie te habló de dónde vienes? - de repente un hombre se cruzó en nuestro camino y Maese Rico aceleró el paso para hablar con él, creo que no quería seguir con la conversación pero yo no estaba sorprendida por lo de la Casa Morlan (fuese lo que fuese aquello) sino por lo que había dicho después, ¿muertos mis padres?, pero si mis padres estaban vivos y mis hermanos, toda mi familia dicho de paso, ¿por qué me había dicho que era huérfana?, otra pregunta más sin respuesta.... Luego le preguntaría porqué había dicho eso. Un suspiro brotó dentro de mí y seguí a los dos hombres sin ganas.

Maese Rico me llevó hasta un comedor enorme, había doce inmensas mesas y muchos chicos y chicas sentados comiendo, todos vestían como yo de blanco por lo que supuse que eran los demás aprendices, de las doce mesas solo una de ellas estaba vacía, de madera oscura con muchas sillas alrededor y completamente vacía. Rico se paró enfrente de ella y otro suspiro volvió a salir de mis adentros, la vacía, cómo no... esto cada vez se ponía mejor. Una chica vestida de oscuro se puso al lado mío a servir mi mesa, ponía platos y vasos y luego se fue, esperaba que a buscar la comida.

- Come, te unirás a las clases de la tarde. Uno de los profesores vendrá a buscarte y te enseñará la escuela. - Sin ni siquiera decir adiós se fue.

Me quedé sentada mirando aquella marabunta de jóvenes que volteaban la cabeza hacia mí y cuchicheaban entre ellos. Volvía a sentirme como en el instituto, el problema es que yo era la chica rara del momento. ¿Cuántos años tenían?, la edad era extraña en este sitio, todos parecían jóvenes en aspecto pero cuando hablabas con ellos algo te decía que eran personas adultas, incluso ancianas. Me sentía desubicada, yo estaba en el inicio de la madurez de mi vida, tenía treinta y dos años, una vida formada, asentada laboralmente, y aquí parecía que tenía 15 años y comenzaba el instituto. La criada volvió con la comida y la bebida y me dispuse a comer. Volví a mirar mis dedos, cuando tenía cuatro años me había pillado un dedo con una puerta, una larga cicatriz recorría mi yema desde entonces, ahora había desaparecido, otra cosa distinta, me gustaban mis cicatrices, hablaban de lo que había vivido y ya no estaban. Levanté la vista y miré a los chichos, ellos tampoco tenían cicatrices visibles, su piel era inmaculada como la mía, blanca, porcelánica casi. Parecíamos extras en una película de vampiros. Un tipo enorme con mala cara se acercó a mí, como todos era guapo pero había algo en él que me repelía.

- Así que tú eres la descastada, eres poca cosa, como todos los Morlan - un grupo de chicos se rió detrás de él - creo que solo servirás como criada cuando acabemos, será divertido entrenar contigo. - añadió un par de amenazas más y se fue seguido del grupo de chicos que se reían de mí suponía.

¿Descastada?, esa era la palabra que murmuraban detrás de mí todo el rato, pero descastada era una persona non grata, que no pertenecía a ninguna casta, ¿qué tenía que ver conmigo?. Acabé de comer y seguí sentada a la mesa, al poco rato un hombre se acercó a mí y me dijo que le siguiese. Fuimos a un despacho donde me dio material escolar y una especie de bolsa donde meterlo todo, me la puse al hombro y continuamos, se paró frente a dos puertas inmensas de madera, labradas con miles de figuras y me dijo que era la biblioteca, luego continuó hasta dejarme en un aula grande donde estaban parte de los chicos que había visto en el comedor. El profesor hizo que me sentase y empezó la clase, se acercó y me dio un libro y empezó a hablar sobre batallas, guerreros y soldados. Abrí el libro y me quedé mirándolo anonadada, ¡era un compendio de símbolos que no entendía!, ¿qué lenguaje era ese???. El profesor había parado de hablar y me miraba extrañado, alcé la vista al sentir su mirada y me preguntó si había algún problema, le dije que no podía entender el idioma, exasperado me llamó analfabeta y me sacó de malos modos de la clase mientras el resto de los alumnos se reía a mi costa, una profesora apareció de repente y el profesor le dijo que alguien debía enseñarme a leer y escribir antes de enviarme a su clase. Estaba alucinando, ¿yo analfabeta? Mi uso del lenguaje era muy superior del de mis congéneres y aquí ¿era analfabeta?.

La profesora me llevó a la biblioteca, atravesamos las puertas de madera y un hermoso mundo se abrió ante mí, cientos, miles de libros abarrotaban las estancias de madera oscura iluminadas por grandes ventanales por los que se podía ver acantilados y el mar, realmente nunca había estado en un sitio tan hermoso. Habló con un anciano cuchicheando mientras me miraban de reojo, realmente era el primero de ellos que conocía que parecía anciano, suaves arrugas surcaban su cara, su cuerpo estaba encorvado y se movía despacio como si temiera romperse, su pelo blanco, corto estilo militar y su túnica gris acentuaba la sensación de edad que tenía.

- ¿Una Morlan?, ¿es una Morlan de verdad? - preguntó el anciano.

- No sabe escribir ni leer Garrick, ¿qué haremos con ella? - contestó la profesora.

El anciano volvió a mirarme de arriba abajo y me sonrió, me encantó su sonrisa y no tuve más remedio que devolvérsela, era cautivadora.

- Me quedaré con ella, la enseñaré y en breve se pondrá al nivel de los demás.

La profesora no se demoró demasiado tras escuchar las palabras y salió corriendo dejándome detrás suyo y cerrando las grandes puertas tras de sí.

- Así que eres una Morlan - me dijo el anciano.

- Supongo - dije- al menos eso es lo que repite todo el mundo.

- ¿No estás segura de serlo? - se rió con suavidad. Me encogí de hombros y miré a mi alrededor, ¿podría abrir los libros?, ¿estarían en ese extraño lenguaje?.

El anciano me miraba inquisitivo, de repente cogió un libro al azar y me lo tendió. Era de tamaño mediano, antiguo, lo abrí con cuidado y pude ver las pequeñas miniaturas de monjes que formaban dibujos, latín, el libro estaba en latín, las letras hechas a mano, la encuadernación, me quedé mirando el libro extasiada.

- Está en latín, ¿verdad? - pregunté al anciano mientras le devolvía el libro con cuidado.

- ¿Qué más puedes decirme del libro pequeña?.

- Antiguo, siglo XI o X, Edad Media supongo por las miniaturas, antes de la imprenta por supuesto, algún tipo de evangelio creo, en aquella época la cultura pertenecía a la Iglesia.

- Veo que tienes alguno conocimientos histórico, proviene del norte de Inglaterra, fue escrito por monjes celtas seguramente en el 800 d.C. y es hermano del Libro de Kells, solo que este está completo. - Sonrió mientras dejaba el libro encima de una mesa -. Así que no sabes ni leer ni escribir según tu profesor, supongo que nadie te habrá preguntado, no?.

- No conozco el idioma en el que estaba escrito el libro pero sí se leer y escribir.

- Mmmmnnnn... lo suponía, ven quiero enseñarte algo.

El anciano se dirigió hacia uno de los ventanales y salió por él, daba hacia un bonito jardín en el acantilado, allí en medio del jardín había una piedra enorme, como un menhir que tenía grabadas una serie de inscripciones.

- Es el mismo idioma que el libro - murmuré.

- Es el idioma de los dragones, los jinetes sabemos leer y escribir el idioma de los dragones, nacemos con ese don, tú también lo tienes solo que no lo has desarrollado. - le miré asombrada por un momento y volví a mirar la gran piedra - toca los símbolos lentamente con tus dedos. - Hice lo que me pedía como si estuviese leyendo braille, fui recorriendo los símbolos con mis dedos, hablaban de una gran batalla, con un trágico héroe convertido en mártir, una guerra terrible de horribles consecuencias...

- ¡Puedo leerlo! - exclamé - puedo leerlo, ¿cómo?, ¿cómo es posible?.

- Todos sabemos leer y escribir el idioma de los dragones - me volvió a repetir sonriendo.

- ¿Y hablarlo? - pregunté.

- Jajaajajaja, los dragones no hablan pequeña, ¿no lo sabías?.

- No he visto muchos dragones, la verdad - musité, la verdad sea dicha solo había visto a uno.

- Ya veo, ¿dónde vivías antes pequeña?

- En América.

- ¿América?, ¿en el mundo de los humanos? - me miró asombrado.

- Siiiiii - alargué la palabra pensando que había dicho algo que no debía - ¿dónde debería de haber nacido?.

- Ningún Jinete de Dragón ha nacido nunca en el mundo de los humanos.

- Bueno, alguna vez debería ser la primera, ¿no?

- Supongo que sí pequeña - me guiñó un ojo y siguió riéndose por lo bajo.

- ¿Por qué me llama pequeña? - quizá fue una pregunta atrevida pero me sentía como si estuviese hablando con una niña todo el tiempo.

- Por tu juventud claro - me respondió.

- ¿Juventud? Tengo 32 años!!! - soy una treintañera por favor! Dejé la juventud hace varios años.

- ¿Solo 32 años?, jajajajaja, yo tengo 2987 años pequeña - se dio la vuelta y volvió a dirigirse hacia el interior de la biblioteca. Y allí me quedé, intentando restar los años que tenía al año en el que estábamos! 971 a.C., nació antes que Cristo!!!!

- ¡Espere!! - reaccioné y grité mientras corría hacia él - ¿cómo puede ser que tenga 2987 años?, eso es imposible, para cualquiera, el cuerpo humano no puede vivir más allá de 120 años!

- ¿Solo viven 120 años? - me preguntó el anciano sorprendido.

- En casos extraordinarios! - dije yo - la edad media de los humanos es de 85 años!

- Bueno, los cuerpos humanos no tienen algo qué si que tenemos nosotros - me dijo, me quedé esperando a que me dijese el secreto de la eterna juventud, pero lo que me dijo me impactó mucho más - sangre de dragón.

- ¿Quéeeee?

- Jajajajaja.... ¿por qué crees que podemos ser jinetes?, nuestra sangre procede de dragones, de los antiguos dragones, los originales, ellos se mezclaron con los humanos en el inicio de la vida y su descendencia divida en dos somos nosotros, unos (los dragones) poseen la habilidad de transformarse en humanos, los otros (los jinetes) somos el alma y la mente de los dragones en esa forma, unidos siempre.

- Pero, pero... yo soy humana, ¿cómo puedo ser jinete entonces?, ¿y vivir tanto?.

- Eres una hija de Morlan pequeña, eres Senda de Morlan, no eres humana.

- Soy humana - insistí - mis padres, mis abuelos, mis antepasado son humanos. ¡Mi abuelo murió con 72 años!

- Bueno, los hijos de Morlan padecen la Maldición, pero está claro que hay esperanza cuando tú estás aquí - La profesora había venido a buscarme para la siguiente clase - ven a verme cuando quieras, ven a la biblioteca a obtener respuestas. Ahora debes irte.

Sin rechistar fui tras la profesora y me acompañó de nuevo al aula, allí me senté en el asiento y escuché la siguiente clase, y la siguiente. Una doncella me llevó a mis aposentos de nuevo y sin cenar caí agotada sobre la cama.

Cs=o

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