
50. TE AMO
CINCUENTA,
te amo.
AL DÍA SIGUIENTE, Diana todavía estaba pensando en la conversación que tuvo con Fred, estaba tan enojada que sintió que ella sería la que lo mataría al final. ¿Por qué insistía en complicarlo todo?
Ese día Weasley se despertó decidida a no derramar lágrimas, tendría que actuar de la manera más racional posible si quería que su plan tuviera éxito. El problema es que no puede llevar a cabo el plan sola y si todo salía mal, necesitaba a alguien que llevara a cabo el plan B.
No quería involucrar a nadie más en esto, pero cuando se dio cuenta de que necesitaría ayuda, se obligó a tragarse su orgullo y buscar ayuda. Debido a esto, Diana envió una carta a George, pidiéndole que la encontrara antes en Sortilegios Weasley.
—¿Qué sucedió? —preguntó el pelirrojo y se frotó los ojos—. ¿Qué es tan urgente para mí tener que levantarme tan temprano? ¿Fred no vendrá?
—No y no le comentarás nada de esto —Dijo mientras cerraba la puerta de la oficina de los gemelos.
—Diana, no volverás a intentar besarme, ¿verdad? —bromeó.
—¿Notaste que esta broma es vieja? —preguntó ella.
—En serio, todavía me resulta bastante divertido —Dijo él y miró a Diana paseando por la habitación—. ¿Qué pasó? Ahora me estás asustando, la peor cuñada de todas.
Dejó de caminar y se volvió para mirar a George, decidió que lo haría sin andarse con rodeos.
—Seré directa contigo —Ella dijo—. Estoy embarazada.
Diana se había imaginado que George tendría una reacción exagerada pero nada de eso, dio un grito emocionado y aplaudió fuerte, además de abrazarla muy fuerte.
—Esto es tan genial, asombroso, fenomenal, en serio, un bebé, seré padrino, ¿verdad? Mimaré mucho a este niño —Dijo emocionado caminando por la habitación—. Ojalá sea niño, ya voy a comprar ropa, ¿qué tan grande es un recién nacido?
—George —dijo ella, pero él la interrumpió y siguió balbuceando.
—Lee y yo deberíamos organizar una fiesta para Fred y luego otra para ustedes dos —prosiguió el pelirrojo—. Angelina va a enloquecer, nos encantan los bebés, vamos a ser los mejores padrinos del mundo, ¿cuándo podrá estar con nosotros, eh?
—¡George!
—Bien, pararé —Dijo tratando de calmarse pero visiblemente eufórico—. ¿Cómo reaccionó Fred? Se desmayó, ¿no?
—No le dije a Fred —Ella dijo.
Al principio, la expresión de George era de confusión, pero pronto mostró una sonrisa.
—¡Entendí todo! —Él exclamó—. Quieres mi ayuda para decirle a Fred, quieres organizar algo, ¿verdad? ¡Maldita sea, estoy tan emocionado!
—No George, no, basta y no le dirás —Dijo Diana—. Solo te digo esto para que comprendas mejor la gravedad de la situación.
—¿Qué situación? —preguntó y ella señaló una de las sillas de la habitación.
—Será mejor que te sientes —Ella dijo.
Tan pronto como George se sentó, Diana comenzó a contar la historia. Toda la historia y desde el principio, contada desde la primera visión hasta la última. Cuando terminó, George parecía anonadado y Diana pudo ver que una de sus manos temblaba.
—Tú, um —Se aclaró la garganta, sin saber qué decir—. ¿Qué vas a hacer?
—Tengo un plan —Ella dijo—. Y por eso te llamé aquí, necesito tu ayuda.
—Seguro —Él dice—. Sabes que haría cualquier cosa por mi hermano.
—Está bien, las posibilidades de que funcione son muy bajas, sobre todo porque no sabemos a qué hora sucederá —Ella dijo—. Me quedaré en ese piso todo el tiempo, tratando de asegurarme de que la pared no explote y necesito que estés con Fred, evitando que vaya a ese piso o manteniéndolo alejado de la pared, porque si no puedo evitar que la pared explote, el plan B es que estés lejos con Fred.
Sabía que había mucho margen de error, pero eso era todo lo que podía pensar, esto tenía que funcionar, tenía que funcionar.
—Pero en cualquier caso intentaré evitar que Fred vaya a Hogwarts, lanzar un hechizo para dormir, aturdirlo, encerrarlo en algún rincón, no lo sé—Ella dijo.
—¿Y tú vas a Hogwarts? —preguntó George.
—Por supuesto que lo hare.
—¿Estás embarazada? —Le preguntó—. Por Merlín, todavía estoy en shock, pensé que sólo estabas engordando.
—Voy a ignorar esa parte —Ella chasqueó—. Tengo que ir George, todo el mundo está arriesgando algo, estoy dentro y voy hasta el final.
—Y luego te quejas de que Fred es terco —murmuró el pelirrojo—. Ustedes dos son iguales.
—Y sobre el bebé —Ella dijo—. Es un secreto, no se lo cuentes a nadie.
—Mira, seré honesto, no puedo soportarlo —Él dice—. Terminaré contándole a Angelina o a Lee.
—¡George!
—Está bien, está bien, secreto, lo prometo, mi boca es una tumba —Él dice.
—Mejor que así sea —Dijo enderezándose el abrigo y dirigiéndose a la puerta.
—Diana —Él llamó.
—¿Qué? —preguntó ella volviéndose para mirarlo.
—Gracias por salvar a mi hermano todas esas veces —Él dice—. No pudo haber sido fácil.
Diana sonrió, realmente no había sido fácil, ni siquiera tenía palabras para describir todo lo que había sentido todos esos años, eran noches de insomnio, días sin poder pensar en nada más, su cabeza siempre estaba llena.
—No lo fue —dijo y abrió la puerta. Antes de irse, miró una vez más a su cuñado—. Pero si tuviera que hacerlo, lo volvería a hacer.
. . .
Cuando Diana llegó a casa, encontró a Fred sentado en la cama, mirando fijamente a un punto fijo, luciendo sorprendido por algo, pero cuando vio a Diana, se levantó y caminó hacia su esposa, besándola.
—Para —Dijo ella alejándose—. Todavía estoy enojada contigo.
Él sonrió y se inclinó para besar su estómago. Ella arqueó las cejas y maldijo mentalmente a George, no podía ser tan chismoso.
Recordó que George contó absolutamente a todos que ella había confundido al gemelo y luego concluyó: George Weasley era un chismoso de primera.
—Hola bebé, acostúmbrate mucho a esta voz, es tu papá el que habla —Él dice—. No veo la hora de conocerte, tu madre es la más pecafóbica que hay pero te amará incluso si tienes pecas.
—¿Quién te lo dijo? —Ella dijo.
—La pregunta que estaba haciendo era ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó levantándose.
—Voy a matar a George, ¿qué lengua suelta es esa? —Ella se quejó.
—Espera, ¿George lo sabe? —preguntó sorprendido.
—¿No te lo dijo él?—Ella preguntó—. Maldición Fred, ¿tú también eres vidente y no lo sé?
—Terminé lastimándome en una prueba de bromas y fui a San Mungo, una sanadora vino a felicitarme por el bebé —Él dice—. Entonces me desmayé pero cuando desperté estaba muy feliz, quiero decir, estoy feliz, ¡vamos a tener un bebé!
El pelirrojo sonrió y envolvió sus brazos alrededor de su cintura, acercándola más y cuando trató de besarla, ella lo esquivó.
—Diana, ¿podemos pelear en otro momento? Vamos a tener un bebé, estoy muy feliz y sé que tú también, deberíamos celebrarlo —dijo y sonrió—. Y además, tenemos que ser más responsables y no pelear frente al bebé.
Ella se rio de su comentario, había sido dicho con tanta sinceridad que no pudo evitar pensar que era lindo.
—Te amo Diana —Él dice—. Ahora es el momento en que dices que también me amas.
—Mira... —se sobresaltó, pero la interrumpió.
—Diana.
—Yo también te amo, Fred —dijo ella y él sonrió.
—Y amo a nuestro bebé —Dijo él poniendo su mano sobre su estómago—. Por Merlín, cuánto amo a nuestro bebé.
Diana se paró en el punto medio y acercándose a Fred, selló sus labios. Se besaron, un beso cálido, lleno de amor que decía mucho, sobre todo que los dos podrían superarlo.
Los dos se separaron cuando una lechuza entró por la ventana, Fred se acercó a ella, tomó la carta y la abrió. Su expresión cambió radicalmente al leerlo.
—¿Qué pasó? —Ella preguntó.
—Es Aberforth, tenemos que ir a Hogwarts ahora, Harry, Hermione y Ron ya están allí —Dijo el pelirrojo.
A Diana se le heló el estómago, la frase pareció repetirse un millón de veces en su cabeza. Sabía lo que eso significaba, sabía que si Fred iba a Hogwarts, tal vez nunca regresaría.
Buscó en su bolsillo su varita, pero antes de que pudiera conseguirla, Fred la apuntó con su varita.
—¿Qué vas a hacer? —Ella preguntó.
—No puedes ir, Diana —Él dice—. No puedo dejar que arriesgues tu vida y la de nuestro hijo.
—Y yo no dejaré que arriesgues la tuya cuando ambos sabemos que si te vas, no volverás —Dijo tomando su varita—. ¿No quieres conocer a tu hijo?
—Quiero y es por él o por ella que lo haré —Él dice—. ¡Somnus!
Diana no tuvo tiempo de reaccionar, el hechizo la golpeó de lleno y antes de caer, Fred la levantó y la acostó en la cama.
—Me has salvado la vida varias veces, Diana, es hora de que me salve yo solo —Dijo y puso su mano sobre el vientre de su esposa—. Está bien mi bebé, me iré pero te prometo que volveré.
El pelirrojo respiró hondo, asustado por todo lo que pudiera pasar, evitó pensar y se fue, lanzando un hechizo en la puerta y se dirigió hacia Hogwarts, esperando poder ayudar a salvar el mundo mágico para su bebé.
. . .
Tan pronto como Diana despertó, miró a su alrededor confundida y tardó unos segundos en llegar a asimilar todo lo que estaba sucediendo.
—Maldita sea —murmuró ella.
Diana se levantó de la cama y corrió a abrir la puerta, sin éxito.
—Voy a matar a Fred —se quejó.
Hizo una pausa al recordar algo que al pelirrojo probablemente no se le había pasado por la mente. Buscó su varita y la encontró tirada en el suelo, levantó las manos en señal de celebración, luego se concentró y se apareció.
Cuando se dio cuenta de que estaba en Cabeza de puerco, rápidamente abrió el pasaje, el camino del túnel desde el pasaje que conducía a la Sala de los Menesteres parecía una eternidad, a pesar de que Diana estaba corriendo.
No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente y realmente esperaba que no fuera demasiado.
Siguió corriendo fuera de la Sala de los Menesteres y terminó tropezando con alguien.
—¿Diana? —Preguntó Molly—. ¿Qué haces aquí? Fred dijo que no te sentías bien.
—Hablando de Fred, ¿dónde está? —preguntó ella mirando a su alrededor.
—Respira, te ves nerviosa, cálmate querida —dijo la pelirroja poniendo una mano en el hombro de Diana.
—Molly, ¿qué está pasando?
Mirando a su alrededor, notó un gran movimiento, pero no había Mortífagos allí o una Guerra en curso. Dejó escapar el aire que ni siquiera sabía que estaba sosteniendo y sintió un enorme alivio recorrer su cuerpo, aún podía engañar al futuro.
—Filch está llevando a los estudiantes de Slytherin a las mazmorras, Snape ha huido, McGonagall tiene el control de todo y nos estamos preparando para luchar—Dijo Molly—. Pronto este lugar estará lleno de Mortífagos, por Merlín, lo conseguiremos, ¿verdad?
—¡Diana! —exclamó Angelina abrazándola—. Viniste.
—Sí, no podía quedarme fuera —Ella dijo.
—¿Y el bebé?
—Es obvio que George no podría controlar su lengua —Diana refunfuñó y vio a Fred al final del pasillo—. Hablaré contigo más tarde Angie.
Salió y caminó hacia Fred, quien parecía sorprendido y asustado.
—Cuando quieras dormir a alguien durante mucho tiempo, te sugeriría un hechizo para dormir —dijo irónicamente.
—Diana —Él suspiró—. Vete, por favor, las cosas se pondrán feas.
—No, no me voy, ¡no si tú no lo haces! —Ella exclamó.
—Será mejor que hablemos en otro lado —Dijo cuando notó que Molly y Angelina los miraban desde la distancia.
Fred comenzó a caminar y ella lo siguió.
—Fred, por favor, tienes que irte —Ella dijo.
—Estoy tratando de protegerte —dijo el pelirrojo.
—Deja de intentarlo, sé cómo arreglármelas y no soy yo quien está programado para morir —Ella dijo.
—Tenemos mucho de que hablar —Suspiró y abrió la puerta de una habitación.
Diana dio un paso adelante, sus ojos se agrandaron cuando vio que Ginny y Tonks también estaban allí, en una esquina de la pequeña habitación donde también estaba la abuela de Neville, murmurando sin parar.
—No dejes que cierre la puerta —dijo Tonks desesperada—. Solo se abre desde el exterior.
Diana se giró para detenerlo pero ya era demasiado tarde, Fred ya había cerrado la puerta. Sintió que le hervía la sangre y se le aceleraba el corazón.
—Te amo —Él dijo.
Escuchó los pasos del pelirrojo alejarse. Moviéndose más y más lejos de Diana y más y más cerca de su final.
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