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Hitori Kakurenbo

Título: Hitori Kakurenbo.

Escritor: _TheLittleMouse_.

Ilustrador: Pendiente.

Palabras: 1, 007.

El sol estaba al salir cuando los padres de Charlotte, una chica de tan solo 17 años de edad, estaban levantándose de la cama.

Ese día, ambos, tenían una importante reunión en el trabajo y acabado su jornada laboral celebrarían una fiesta por el día de halloween.

Se prepararon, desayunaron y le dejaron una nota a la chica comunicándole que hoy no pasarían por casa en todo el día, y seguramente, tampoco pasarían la noche.

Cerca del mediodía la chica despertó extrañada ya que ni su alarma ni sus padres le habían llamado. Normalmente, la despertaban antes de que se fueran a trabajar para ir a clase pero ese día fue la excepción.

"Que divertido" pensó para sus adentros al saber todo lo que le esperaba hoy; niños disfrazados, el truco o trato y más niños disfrazados.

Sí, odiaba a los niños.

Su día consistió en almorzar, picotear algunas golosinas y navegar por internet. Incluso recordó un extraño juego que su mejor amiga le comentó en algún momento de su vida, algo que ella nunca había probado y que empezó a tomar fuerza en su mente.

En el buscador escribió "Hitori Kakurenbo". Miles de páginas aparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

Entró en un foro donde comentaba todo lo que tenía que hacer y sobre todo lo que no debía hacer.

Dejó el portátil en la mesa y de un momento a otro ya estaba de vuelta con un muñeco en mano y todo lo que le haría falta para aquel macabro juego.

Se sentó con un osito de peluche en su regazo y con un cuchillo lo abrió para quitar su relleno y meterle arroz en su lugar. A continuación, cogió un cortauñas y poco a poco sus largas uñas, decoradas con una fina capa negra, dejaron de serlo.

Con el arroz y sus uñas dentro selló el peluche con hilo rojo por todo su cuerpo. Acto seguido dejó el muñeco y llenó su bañera lo suficiente para que el muñeco pudiera hundirse, luego le añadió sal.

- Ya está - dijo en voz alta como si alguien pudiese oírla - se llamará Alan - sentenció el nombre de su "compañero" de juego

Por último, dejó una taza con agua y sal en el armario donde se escondería esa noche. Con todo listo solo tenía que esperar la hora para empezar el juego.

El reloj por fin marcó las 3:00 A.M, con el muñeco en la mano repitió tres veces su nombre y le avisó de que era su turno, para luego dejar el pequeño peluche dentro de la bañera.

Caminó por toda su casa comprobando que estaba todo apagado,excepto la televisión, en tan solo diez segundos. Luego volvió al lugar donde dejó al muñeco.

- Te encontré - con las manos temblorosas agarró al muñeco y lo apuñaló, luego lo volvió a dejar donde estaba - es tu turno Alan.

Salió lo más rápido y sigilosamente que pudo para esconderse.

El juego había comenzado.

Apenas pasaron diez minutos y los golpes en la casa ya empezaron a escucharse, a cada sonido que se oía más nerviosa se ponía la pelirroja.

Apretó su móvil contra el pecho cuando escuchó como el televisor que había encendido en aquella misma sala empezaba a cambiar de canal y de volumen.

Intentó calmar su respiración para no llamar la atención del muñeco, no creía lo que estaba viviendo en ese mismo momento.

Ella pensó que el juego solo era un bulo, algo estúpido que la gente se había inventado para asustar a sus hijos para que se fuesen a dormir temprano, cuán equivocada estaba.

La televisión dejó de escucharse y de un momento a otro todo se tornó tranquilo, no más ruidos.

Esa tranquilidad sólo duró veinte segundos antes de que la puerta de su habitación diera un portazo que retumbara por toda la casa.

Ahogó un grito ayudándose de sus manos, lo que menos quería en ese momento era que aquella cosa la encontrase.

Ella estaba escondida en un armario que tenía en el salón para guardar los abrigos. Sin duda, el muñeco se había dado cuenta que ella no estaba en su habitación.

Oyó como un sonido se acercaba lentamente, el cual no reconocía al principio pero a medida que se acercaba pudo identificarlo; aquel animal de felpa estaba arrastrando el filo del cuchillo por la pared como si de Freddy Krueger se tratase hasta que escuchó el sonido pasar por la puerta del armario.

Charlotte, no paraba de temblar y sus mejillas empezaron a humedecerse. Tenía

miedo, mucho miedo.

Pasados cinco minutos se secó los ojos y se armó de valor, se metió un poco de agua en la boca del vaso que antes había puesto en el lugar y luego encendió la luz del móvil. Esta vez ella le buscaría a él.

Abrió lentamente el armario y posó sus pies en el frío suelo, lentamente y con vaso en mano empezó a caminar hacia el cuarto de baño.

Al llegar vio que el muñeco no estaba, pero lo que sí pudo notar fue una respiración

en su nuca haciendo que todo su vello se erizara.

Se giró y lo primero que vio fue, reflejado en el espejo, un rostro de un hombre de piel blanca con surcos negros debajo de sus ojos y a sus pies su muñequito de felpa.

Sin esperar ni un segundo más le escupió el agua de la boca y el vaso y luego salió corriendo.

- ¡YO GANO, YO GANO, YO GANO! - gritaba por toda su casa mientras lágrimas surgían de nuevo por sus ojos.

Luego de llegar al salón, encendió la luz y miró en todas direcciones para ver si aquella cosa le seguía, pero no, no había nada ni nadie.

Aquel día Charlotte, no durmió en lo que quedaba de noche. Cuando el reloj marcó las siete de la mañana se acercó al muñeco y lo seco, luego lo tiró a la basura.

Lo que ella no sabía es que no debió de tirarlo, sino quemarlo.

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