7 No me llames amor
Caí rendida, hacía mucho que no me había sentido tan relajada y segura para dormir en algún lugar. Ellas se despidieron de mí, en la puerta de la habitación, Madeleine, la más alta de las dos me besó en la frente y Aida en la mejilla deseándome las buenas noches. Ellas de verdad se notan emocionadas por que esté aquí, ojalá pudiera decir lo mismo.
Me doy una ducha y me acuesto con el cabello húmedo, estoy profundamente dormida pero creo sentir el olor del perfume de Madeleine, y un beso en mi mejilla, aún así sigo durmiendo y bajo a desayunar para encontrarme a Aida sentada en el comedor, mientras me sirve una taza de té caliente.
—¿Lograste descansar?
—Sí, dormí bastante bien —digo con la voz algo ronca y veo como se le pone la piel de crispada, tragando despacio— ¿Y la rubia?
—Maddy tuvo que salir a hacer una diligencia del trabajo ¿La extrañas? —levanto una ceja ¿Cómo voy a extrañar a alguien a quién apenas conozco?
—Creo que está mañana fue a verme.
—Sí y te dejó un beso al irse.
—Ah.
No digo nada más, solo me dispongo a tomar mi desayuno, pero aunque quiero ella no deja de mirarme. Trago un pedazo de hotcake y la miro.
—¿Puedes dejar de mirarme así?
—Es que te encuentro fascinante —dice sin pensarlo o habiéndolo pensado, no sé.
—Créeme no soy tan fascinante cómo crees. Que me encuentres de esa manera debe ser un efecto colateral del lazo.
—No lo creo, Alba eres alguien bastante peculiar y créeme estoy casada con Madeleine ella también es bastante peculiar, pero tú tienes algo más.
—¿Desde hace cuánto que están casadas? —frunzo el ceño porque no vi su anillo y tampoco salía nada de su casamiento en lo que averigüe.
—Cinco meses, estábamos de luna de miel cuándo nos topamos contigo —dejo de comer dejando el tenedor en el plato— ¿Qué pasa? —se acerca a mi lado colocando una mano en mi brazo sin dejar de mirarme.
—Aida están casadas. Por qué quieren a una extraña en sus vidas, en su casa, apenas me conocen y la primera vez que nos vimos no fue porque estuviera comprando flores, o tomando un café, me metí a robar ¿Qué les pasa por la cabeza? ¿Por qué confían en que no voy a irme, o que quizás un día lleguen a casa y esté desvalijada? ¿Cómo saben que Theia es realmente mi prima, y no es una cómplice o algo así?
—¿Es así? ¿No has mentido todo este tiempo? —me mira seria con el ceño fruncido.
—No, Theia si es mi prima, no pienso irme o robarles y si son mis almas gemelas —bajo la mirada al plato— ¿Qué les dirán a su círculo cuándo pregunten por cómo nos conocimos o por quién soy? —se apoya con un brazo en la mesa y sin dejar de tocarme con su pulgar acaricia mi brazo.
—Cuando Madeleine y yo nos conocimos hace unos años, yo estaba comprometida con un hombre al cual no amaba, solo iba a ser un seguro para salvar la empresa de mi familia, él tampoco me amaba, era una relación pura de conveniencia, claro que en mi reemplazo usaron a mi prima que casaron con una mujer de la otra familia —sonríe— una piloto de carreras, irónico yo terminé casada con una mujer, pero no era la mujer que ellos podían usar a su conveniencia —suspira yo la miro y no corto el contacto.
››Cuándo decidí terminar la relación con él y cancelar la boda, porque me estaba enamorando de Maddy, mi familia me dio la espalda, mis amigos me dieron la espalda y solo quedó muy poca gente a mi lado. A nuestro al rededor solo quedaron personas que de verdad nos amaban y nos apoyaban y es todo lo que necesitábamos, si algo así pasa de nuevo, ten por seguro que te elegiremos a ti y a nuestra felicidad por sobre todas las cosas. Eres nuestra alma gemela.
—Pero ¿No te parece descabellada toda la idea? Digo, si yo no viniera de la familia de la que vengo, honestamente no creería en esto.
—Tal vez cuándo lo aceptes y nos aceptes —me toma de la mano—, te darás cuenta, que todo esto es lo mejor que nos ha pasado.
Saco lentamente mi mano de entre las suyas y sigo comiendo mi hotcake, tomo mi taza de té, ella se levanta besa mi frente y enjuaga su taza. La veo ir y venir, baja con ropa para lavar.
—Si tienes algo para lavar de color claro es el momento —me dice al pasar mientras termino de enjuagar lo del desayuno y guardar lo que sobró— ¿Quieres acompañarme a hacer las compras de mercadería al supermercado? —coloca una mano en la cintura baja de mi espalda mientras está a mi lado. Otra vez el pulgar me acaricia suavemente y suspiro cerrando los ojos.
—Está bien —digo en un susurro.
Exhalo el aire contenido en cuánto ella se marcha, la miro irse y me seco las manos. Entonces esto es parte de la convivencia, compartir momentos así. Hace mucho que no lo hago, prácticamente desde que apareció la marca y me marché de casa. Coloco la ropa en el lavarropa y ella me muestra cómo funciona, ya que tiene una maña, mi parte criminal piensa que podría comprarles uno nuevo en una tarde robando tarjetas de turistas ricachones y clonándolas, así de rápido cómo llega la idea aparto ese pensamiento, ya no puedo ser así, estoy con ellas.
—Si quieres llevar algo ponlo en el carro —la miro saliendo de mis pensamientos—. No te estoy tratando como mi hija, es solo mientras ganas tu propio dinero —sonrío ante ese comentario, porque iba a ponerme a la defensiva— ¿Quieres que luego vamos por ropa? Hay un par de tiendas cerca.
—No, compraré la ropa que necesite cuándo tenga dinero en... —en realidad tengo algunos cientos de miles en mi cuenta de... pero que idiota me había olvidado de esa cuenta, claro que tengo dinero—. Acabo de recordar que tengo algo de dinero ¿Me acompañas a comprar algo?
Ella feliz asiente. Yo tomo un carrito aparte de ella y le meto bastante barras de cereal, ví que a Madeleine le gustan las simples y a Aida, sin sorprenderme las de vainilla. También compro cosas de aseo personal de marcas que me gusta usar, no está mal lo que ellas me han ofrecido, pero me gusta oler a mí, y usar productos que sean más de mi gusto. Le saco productos de su carrito y le pido que me deje pagarlos a mí, quiero sentir que colaboro con algo.
Llegamos a la tienda de electrodomésticos y entramos, ella me mira extrañada y yo sonrío.
—¿Qué quieres comprar aquí Alba? —me pregunta.
—Elige uno —le digo frente a los lavarropa y ella niega con la cabeza e intenta irse, pero la tomo de la mano—. Tengo el dinero, eso no es problema.
—¿De dónde?
—Lo ahorré —omito que una parte lo ahorre de los robos, y otra claro que fue de trabajos honestos, los primeros trabajos honestos— ¿Puedes elegir uno? —sin soltarme la mano vuelve a mi lado y ve los modelos, sé que hay uno que le gusta más que los otros.
—Alba, con Maddy íbamos a sacar uno en cuotas el mes que viene.
Sé que está mal, pero decido jugar sucio así acepta el puto lavarropa de mierda, okay quizás me estoy cabreando un poco.
—¿Acaso no me dijeron que soy también parte de esto? —nos señalo y en ese momento aparece un vendedor.
—¿Vieron alguno que les gusta chicas?
—En realidad estoy esperando que mi "pareja" y alma gemela me responda a ver cuál quiere —ella me clava la mirada.
—Ese —señala el de gama media— en color gris a Maddy le gusta que los electrodomésticos combinen su color.
—Bien entonces nos llevamos este —señalo el que estuvo mirando y le gustó— en color gris, porque a Maddy le gusta que combinen cómo dijo ella.
—Bueno su hija va a estar contenta, este lavarropa por poco y te deja la ropa planchada.
—No es nuestra hija, es nuestra otra pareja —la boca del hombre se abre y yo se la cierro— ¿Cuánto me cobran por llevarlo ya mismo? La verdad es que quiero que sea una sorpresa para cuándo nuestra alma gemela llegue ¿O no amor? —vuelvo a descolocar a Aida y ella solo me mira—. Bueno supongo que eso es un sí.
Acompaño al vendedor al mostrador y decido también llevarme un secador de cabello que según les escuché decir, se había estropeado, de color gris por supuesto. Vamos a la tienda de ropa y compro algunas prendas, no demasiadas, también me llevo tres pares de zapatillas, unas para correr, una para trabajar como también ropa y unas para andar en la casa, aunque prefiero andar descalza. Decido que la moto que quiero comprarme tendrá que esperar, aunque tengo el dinero, sino las preguntas serán peor, sobre cómo ahorré tanto dinero.
—Gracias —dice seria al subir al auto.
—¿Qué te molesta? —aunque no lo dice lo siento.
—Te voy a pedir por favor que no te refieras a nosotras cómo amor, si no nos amas. Las maneras afectuosas de llamarnos, me parecen algo muy privado e íntimo, y no me gusta que te lo tomes a la ligera. Quieres decir que somos tus parejas o almas gemelas, bien, pero sino nos amas no nos digas ni te refieras a nosotras cómo amor.
—Está bien —me la dejó barata— disculpa si me pasé —la verdad que si me siento un poco avergonzada, solo lo dije para que ella cediera, pero le molestó y la entiendo.
El resto del camino de vuelta a la casa, lo llevamos en silencio, y me siento increíblemente incómoda y abochornada. Al llegar bajo todo todo callada y cómo un niño al cual reprenden subo a mi habitación, guardo todo, me coloco mis zapatillas para correr y ropa deportiva. La miro en la cocina guardando las cosas, y la ayudo en silencio sin dirigirle la palabra.
—Voy a correr —camino a la puerta.
—Llegaran con el lavarropa en una hora.
—Llegaré antes y lo dejaré instalado para cuándo llegue Madelaine. Me llevó el teléfono cualquier cosa me llamas.
Sin dejar que la conversación continúe salgo pero no cierro de un portazo, solo me voy y comienzo a trotar para comenzar a calentar. Pego la vuelta agitada y transpirada caminando los últimos metros de vuelta a la casa, veo a los de la tienda descargando el lavarropa y mirando de forma lasciva a Aida que está con el teléfono, para de textear al sentirme llegar, aún no sé cómo lo hacemos, pero sentimos la presencia de las otras antes de verlas.
—¿Todo bien? —digo poniéndome a su lado y ahora la que recibe la mirada lasciva por parte de ella soy yo— Veo que llegué a tiempo ¿Quieres ir adentro y yo me encargo de ellos? —me coloco frente a ella y por un segundo me mira los pechos— Aida.
—Voy —se mete adentro y yo me quedo junto a ellos controlando el remito.
—Es linda tu amiga.
—Es mi pareja y agradecería que dejen de babosearse con ella mostrando algo de respeto, sino tendré que llamar a la tienda.
Los miro al terminar de firmar y ellos bajan la vista quedándose mudos. Dejan el lavarropa cerca de dónde estaba el otro, y se van rápido.
—¿Qué les dijiste? Ni siquiera me han mirado de nuevo.
—Los puse en su lugar, nada más —saco el otro lavarropa desconectando las mangueras y desagotes, le saco los soportes y comienzo a conectar las mangueras del nuevo— listo ya quedó instalado ¿Dónde quieres que ponga este?
—Lo guardemos y luego de que Maddy vea el nuevo, lo sacamos afuera.
—Bien.
Entre las dos lo llevamos al patio, es mucho más pesado que el nuevo. Entramos y Aida me frena tomándome del brazo.
—¿Sigues molesta por lo que te dije?
—No.
Me suelto de su agarre, la verdad es que ni siquiera sé bien porque estoy molesta ¿Por qué no les puedo decir amor o porque quisiera poder corresponderles? No lo sé, y no saber también me molesta.
—Mejor voy a bañarme antes de que llegue Madeleine, estoy transpirada.
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