4 Ellas en mi casa
—Aida, me está faltando el respeto.
—¿Qué tienes cómo 5 años que me acusas?
—¡¿Podemos llevar esto en paz?! —grita la pelinegra y fija sus ojos verdes en nosotras—, prefiero la paz y la armonía —una abraza árboles en resumidas cuentas— ¿Alba tienes alguna otra idea?
—Tengo una bolsa cama ¿Alguna se ofrece a dormir en ella?
—Yo lo haré —dice Aida.
—Ni loca comparto la cama con Robocop.
—Es la segunda vez que me ofendes en el transcurso de una hora —dice Madeleine—. Voy a pedirte de manera educada que depongas tu actitud, no me gusta la forma en la que te diriges a mí, soy tan alma gemela tuya cómo lo es Aida —clavo el cuchillo en la tabla de picar y me muerdo la lengua, porque lo próximo que iba a salir claro que era ofensivo.
—Yo tomaré la bolsa cama —digo suspirando—, quédense con la cama y sí, Madeleine dormiré con ambas en la habitación pero en el suelo ¿Te deja más tranquila?
—¿Tienes varías mantas? La temperatura en esta región baja de manera drástica en la noche y podrías pasar frío durmiendo en el suelo, sin mencionar que la exposición a enfermedades pulmonares aumenta exponencialmente —claro que me ha dado ternura que me cuide pero no se lo haré saber.
—Sí, tengo varias mantas. Ya meto esto al horno y cenamos, iré a buscar la bolsa a la habitación para dejarla lista.
Voy hasta la habitación, y busco en el placar las mantas que siempre me lleva la mujer de José, porque dice que nunca están demás. Saco la bolsa cama y la abro para dejarla en suelo al lado de la cama, colocando una alfombra esponjosa térmica debajo de la misma, veo unos pies y al levantar la vista sé quién es, aunque antes de verla la sentí primero.
—¿Necesitas algo? —le digo encontrándome con sus ojos verdes— ¿Está todo bien?
—Maddy no durmió por días cuándo te fuiste, yo tampoco, pero ella durmió menos. No es su fuerte los sentimientos y es muy práctica a veces —se agacha para ayudarme a colocar en el sitio la bolsa— y racional, pero te aseguro que si le das la oportunidad de amarte y amarla, será la mejor persona que puedas tener a tu lado, incluso a veces mejor que yo.
—No parece que congeniamos mucho. Entiendo que desconfíe de mí, pero a dónde voy me encuentra, es peor que un sabueso —ella sonríe y que lindo es verla sonreír, algo me llena el pecho al verla—. Te ves más linda cuándo sonríes.
—Por favor —toma mi mano— dale una oportunidad, ambas sentimos lo que ella siente y aunque le cuesta nombrar los sentimientos, nosotras sabemos que son. Sientes cómo yo ahora, que tiene miedo de perderte ¿No es así? —asiento con la cabeza—, ella también te quiere, solo dale tiempo.
Madeleine se acerca para ayudar a parar a Aida tendiéndole la mano, y luego me la tiende a mí, estoy a punto de negarme pero al ver cómo me mira simplemente no puedo hacerlo y le tomo la mano.
—Les dejaré unas mantas a los pies de la cama y yo me dejo otra —Aida sale a ver la comida en el horno y yo me quedo parada frente a la rubia.
—Gracias por considerar y acceder a nuestra oferta. Tratamos de llegar a un acuerdo razonable para las tres, pero siempre considerando la mejor opción también para ti —ella levanta un mano intentando acariciar mi mejilla, pero la baja cuándo la observo de costado—. Lo siento, te daré tu espacio —sin saber el motivo tomo su mano y la llevo a mi mejilla dejándola ahí un momento y sacándole una sonrisa, puedo sentir su corazón y el mío latir con fuerza.
—Dije que iba a cooperar también.
—Ya está —Aida se nos queda viéndonos y sonríe— la comida, voy a ir sirviendo.
—Ya vamos, amor —la forma tierna en la que Madeleine la llama me da ternura. La dejo que se aparte de mí—. Te espero Alba y vamos juntas.
Dejo las mantas y caminamos lado a lado por el pasillo, ella roza su mano con la mía. Nos sentamos, ellas lado a lado y yo frente a ellas, comemos en silencio mientras el frío viento azota afuera. Estoy por lavar los platos pero las manos de la rubia, me sacan de mi labor.
—Tú cocinaste, Aida sirvió y puso la mesa, me tocan a mí los platos, es lo justo.
Me aparto y la dejo lavarlos, me apoyo de costado en la heladera y le hago una pregunta que desde que las ví, me está carcomiendo la cabeza, cómo llegaron tan rápido a mí.
—¿Cómo me han encontrado tan rápido? Venía de camino cuándo ustedes llegaron primero.
—Solo tuve una corazonada —dice Madeleine—, supuse que siendo el español tu primer idioma, elegirías un país cerca que lo hablara, imaginé que estarías en algún pueblo discreto, descarté que te movieras por tierra o por aire, tuve en cuenta que tuviera un puerto lo suficientemente por decirlo de alguna manera "indulgente" y pequeño dónde el control de entrada y salida no fuese algo de regulación constante, recorrimos varios pueblos y cuándo preguntamos por ti en este, dimos en el clavo.
—Entonces no fue solo una corazonada.
—Supongo que no, aunque por lo general el trabajo de campo me lleva mucho menos tiempo, pero cómo estoy de vacaciones no quería usar la base de datos para buscar a nuestra alma gemela, hay protocolos que seguir, aparte un amigo me hizo el favor de averiguar tu nombre, no podía comprometerlo con algo más —se seca las manos y deja todo perfectamente puesto—. Listo ahora si podemos ir a dormir.
Aida se acerca a ella besándola y ambas me miran, yo tomo rumbo al baño para cepillarme los dientes. Entonces caigo en la cuenta, si están de vacaciones y esto fue una casualidad, me cago en la puta mala suerte. Pero también caigo en la cuenta de que tienen que volver a algún lado a casa ¿Dónde viven?
Vuelvo a la habitación y las veo a ambas dando vueltas con sus pijamas, Madeleine tiene un conjunto negro de pantalón y camisa brillante y Aida uno verde claro con dibujos de flores, yo tengo una camiseta que uso para dormir y un pantalón corto. Me acuesto mientras ambas se van a cepillar los dientes. Pensé que hoy podría descansar al fin en mi cama y ahora estoy durmiendo en el suelo de mi propia casa.
—Si están de vacaciones ¿Dónde viven?
—En Londres —responde Aida a mi lado en la cama— ya que tu... oficio te permite moverte consideramos que lo mejor seria que vinieras con nosotras.
—Y que no robes nada a nadie —agrega la rubia.
Es tan linda cuándo la escucho callada. Puedo tener un trabajo legal y decente, de hecho le voy a pedir a Theia que me de empleo, depende de dónde vivan ellas.
—Suspiro— Hasta mañana.
—Hasta mañana —responden al unísono.
El dolor en mi espalda, el suelo duro y el frío no me dejan dormir, siento una mano caliente que me acaricia la mejilla helada y encuentro los ojos verdes viéndome.
—Hay espacio para ti en la cama si quieres.
—Estoy bien.
—Alba, te siento, y no solo eso, escucho cómo te castañean los dientes.
—No dormiré al medio.
—Hace más calorcito al medio y aparte no puedes afirmarte del lado derecho.
—Está bien —digo resignada.
Me levanto, ella me deja pasar en la cama, la rubia me da la espalda, Aida se pega a mí y el calor de su cuerpo se siente bien, acurruca sus pies calientes en los míos que están helados sin quejarse.
—¿Está bien si te abrazo?
—Sí —le digo en un susurro.
La verdad es que muero de frío, pasa un brazo por mi cintura y se pega más a mí, moviéndose despacio, siento su respiración en mi cuello y mis latidos van a mil. Odio que mi cuerpo me traicione y reaccione a ellas, sin que yo pueda controlarlo.
—Descansa —me susurra.
No pasa mucho tiempo que entro en calor y la siento a mi espalda respirar suavemente, recién ahí logro relajarme y quedarme dormida. En la mañana despierto pero vuelvo a dormirme, nunca había dormido tan bien, tan calentita y cómoda, siento el cuerpo y los parpados pesados, abrazo a mi almohada calentita y vuelvo a dormirme. En algún momento mi cerebro sale de su letargo y conecto todo, ellas, yo, mi cama, Madeleine es la almohada calentita.
—Puedo escuchar tus latidos —me dice mientras estoy apoyada con la cabeza en su pecho— sé que estás despierta.
—Me voy a levantar —me enderezo y ella vuelve a acostarme sin ningún esfuerzo.
—Quédate —me abraza de nuevo y yo me dejo abrazar—, Aida nos está por traer el desayuno.
—Por eso mismo —me separo de ella y la miro mal. La pelinegra viene con un pedazo de madera dónde nos trae el desayuno.
—Tocó improvisar, no tienes bandejas.
Se sienta en la cama y cómo si esto fuera lo más normal del mundo, y lo hiciéramos cada mañana, compartimos el desayuno en la cama las tres, ellas hablan y yo las miro en medio de ambas.
—¿Qué pasa? —pregunta Aida.
—Cuando vaya a la casa de ustedes, quiero mi propio cuarto.
—¿Por qué si eres nuestra alma gemela?
—Porque necesito privacidad y no las conozco. Por qué actúan cómo si desayunar en la cama fuera algo que hacemos todos los días.
—Nosotras lo hacemos —responde la rubia.
—Me vale... —me detengo antes de ser pedante y suspiro—. Ustedes lo hacen, yo no y me parece incómodo.
—Yo te veo muy cómoda, de hecho has dormido bastante bien anoche entre nosotras, hasta me abrazaste la mayor parte de la noche mientras balbuceabas dormida —responde la rubia—. Pero no te preocupes hablar cuándo duermes se puede haber debido a que estabas cansada, bajo una situación de estrés nueva, con factores nuevos que pueden haber afectado a tu ciclo de sueño, puede verse normalizado en cuánto adquieras nuevos hábitos.
—Es una enciclopedia con patas —Aida ríe.
—¿Está siendo ofensiva? A veces no logro distinguir, si lo dice de modo ofensivo o no.
—Es un cumplido, amor.
—Entonces muchas gracias, Alba.
—No te preocupes, tendrás una habitación para ti —Aida me da la mano—, con una cama y baño propio. Pero tendrás que compartir en el día a día con nosotras.
—Le pediré trabajo a una prima —ellas me miran—. No es nada ilegal, ella es chef de algunos restaurantes, trabajaré ahí.
—Bien, me parece una idea genial ¿Te parece si nos marchamos hoy? Pero nos iremos en avión, no me llevo bien con el agua —dice Aida.
—Entonces debo hablar con José para que venda mi barco, si lo dejo 9 meses varado, se terminará malogrando.
—Te desprendes muy fácil de las cosas —comenta la rubia.
—Solo son cosas, no tienen valor sentimental para mí. Con los años aprendí a no aferrarme a nada ni nadie —así que no esperen que por ser mis almas gemelas me aferre a ustedes—. Entonces haré mis bolsos y nos vamos.
Pasamos por el puerto y le digo a José que me voy con mis amigas por unos meses, le encomendé la venta del barco y que alquilara mi casa, para que vivieran ellos del alquiler mientras no estoy ya que no sé cuándo vuelva o si podré mandarles dinero para que la mantengan. Claro que lo único que saque del barco fueron fotos y los pocos objetos de valor que poseo.
—Listo, vamos.
Dejo finalmente que Madeleine lleve uno de mis bolsos más pesados, me invitan a comer antes de abordar, me compran una almohadilla para el cuello, se sientan ambas a mi lado en clase turista pero cambio lugares, yo quedo del lado de la ventana, Aida a mi lado y Madeleine en el otro extremo. Se aseguran que esté cómoda todo el vuelo, lo cual me hace sentir incómoda, jamás había tenido tantas atenciones, aunque entre ellas son bastante afectuosas, de hecho Robocop recibe los cariños de Aida de buenas a primeras y también es afectuosa con ella, me siento la hija de las lesbianas.
—Necesito ir al baño —a vomitar el azúcar que me sube al verlas tan melosas—, ya vengo.
Decido no prestarles atención, y veo una película en el asiento con los auriculares puestos, definitivamente parezco la hija adolescente de la pareja gay. Al fin aterrizamos en Londres y yo suelto un suspiro de alivio.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro