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21 Un baile de película

No he dejado de pensar en ese anillo y ahora a casi un mes de ese sueño, siento una urgencia por encontrarlo y no sé el por qué. Hacía demasiado tiempo que ni siquiera pensaba en ella, en mi compromiso, en ese maldito anillo.

   —¿Me podes pasar ese cuadro de una vez? Se me cansa el brazo, Alba.

   —Que quejona sos Gri.

   En este tiempo logré hacerme de una amiga, Griselda quién dirige esta galería también de la amiga de Aida, pero ella está a cargo, ya que al parecer ella falleció en un robo que hubo en su casa en Grecia, un hecho lamentable, fue otro golpe para mi pelinegra. Griselda es también de mi país y aparte de hablar en el mismo idioma dándonos un respiro del inglés, mientras tomamos mate, compartimos los chismes de la vida misma y lo que me gusta es que cuándo no quiero hablar de cosas serias, sale con una pregunta random que me hace reír.

   —Estás tirada cómo mierda derretida.

   —Espero que nunca queras ser profesora, porque las comparaciones no son lo tuyo.

   —A ver pescada córrete un poco y haceme lugar —se acuesta al lado mío quedando ambas con los pies cerca de la cabeza de la otra— tengo una flojera nivel Dios, unas ganas de estar en misa.

   —¿Misa? Si ni sos creyente o de alguna religión.

   —Mi sabrosa camita —comienzo a reírme—. Hipotéticamente hablando, preferís una mujer culta, buena persona, adinerada pero con mal aliento y que besarla te dan ganas de vomitar, pero también coge cómo los dioses o una mujer que trata bien a los mozos, abraza árboles, ama a los animales, pero no le gusta bañarse y tiene pelos (demasiados) en las axilas, la vagina y las piernas, tanto que si juega en supervivencia al desnudo la confundís con un mono, pero también da buen sexo oral.

   —No lo sé ¿Quién piensa en eso?

   —Podes solo pensar y responder —suspiro y pienso.

   —Le metería una menta cada vez que la bese, o aguantaría la respiración. Pero no podría estar con alguien que no le guste bañarse, aunque la chupara y me salieran arcoíris, sino se baña y encima está peluda, iugh —ella se ríe yo me uno y por un momento ha logrado sacarme de mi bucle de pensamientos.

   —Seguimos hablando cosas random o vas a contarme por qué tenes esa cara de no vengo durmiendo una mierda y sé que no es por tener sexo, porque cuando es así venís con cara de dormida, pero bien cogida.

   —No dejo de pensar en mi ex Vera, de la que te conté y el anillo de compromiso que me dio.

   —Llámame anticuada, pero creo que sería mejor que te compraras un anillo nuevo y no querer usar el que te dio tu ex, a la cual dejaste plantada y te regaló un anillo de compromiso de su familia. No sé, llámalo corazonada o sentido común.

   —No seas boluda —me paso exasperada las manos por la cara—. Tengo el presentimiento de que ese anillo me va a traer problemas.

   —Welcome to the latin karma. Hace más de seis años que no ves a la tipa, no sabes nada de ella y sino apareció antes... deja de llamarla con el pensamiento —se levanta y me da una palmada en la frente.

   —Auch eso me dolió ¿No que eras una persona espiritual?

   —Lo soy y a veces me dan ganas de meterte un cuarzo por el culo a ver si te alineo los chakras, por tu falta positividad. Levántate y sentate bien que tengo que abrir.

   —¿Qué hay de vos? ¿Solucionaste tus temas con esa mujer?

   —Algo así.

   —Ósea que me das consejos de amor y relaciones cuándo estás claramente bastante cagada en ese aspecto.

   —El entrenador no juega, todo el mundo sabe eso —abre la puerta y aparece un hombre de traje gris y camisa celeste, ella me mira— ¿Te puedo encargar la galería un rato? Tengo que arreglar un asunto.

   —Decile a tu asunto que tenga ovarios y se la juegue o te deje en paz.

   Ella revolea los ojos y sale. Me quedo sola dando una vuelta y viendo las muestras nuevas cuándo siento la incomodidad de una mirada, miro hacía atrás y entre la gente que entró no veo a nadie que me mire, quizás es solo una sensación mía.

   Mi teléfono suena y es Maddy.

   —Hola amor —la mirada se hace más fuerte y me siento incómoda—, estoy todavía en la galería con Gri ¿Ya estás en casa?

   —Anunciaron tormenta hoy —solo eso bastó para saber que tengo que volver—. Pero Aida está acá, así que no te preocupes. Solo ven con cuidado, si llueve deja la moto y ven en Uber.

   —No será necesario —veo a Griselda entrar con mala cara, bastante enojada y con el labial corrido, limpiándose la boca—. Ya salgo para allá, las amo —le corto— ¿Tan mal te fue?

   —Me tiene harta, de verdad aún no sé porqué no la mando a la... —suspira—. Siempre lo mismo, no sé que me sorprende a estás alturas —me mira con la cartera puesta—. Te tenes que ir, anunciaron tormenta y está Maddy en casa.

   —Sí.

   —Está lloviznando, llévate mi auto —intento negarme pero me quita el casco y las llaves de mi moto—. Llévate el auto, vivís más lejos y a mitad de camino te va a pillar la lluvia fuerte ¿Crees que quiero que una rubia y una pelinegra me maten? Déjame la moto, la guardo en el depósito sabes que vivo cerca.

   —Gracias —tomo las llaves.

   —Alba —me frena tomándome del brazo— ¿Somos amigas verdad? —yo extrañada asiento con la cabeza— bien, sabes que podes contar conmigo, que soy el tipo de amiga que si me decís mate a alguien, tomo una pala y te digo yo cavo el pozo —me río y asiento—. Bien, también sabes que venimos de mundos complicados e hicimos cosas que no cualquiera haría para sobrevivir.

   —¿Cuál es el punto?

   —Me quedé pensando en tu ex —me suelta—, sé lo que es que el pasado vuelva. Si necesitas algo voy a apoyarte, pero las tenes a ellas, confía en ellas, no las dejes afuera, Alba. Ahora ándate que te esperan en casa y trata de dormir, que espantas a los visitantes y aún no es Hallowen —le saco el dedo medio y ella me devuelve el saludo sonriendo.

   Siento la misma sensación cuándo camino hacía el auto, la dejo de sentir al marcharme. Me concentro en llegar a casa y nada más.

   Al llegar me encuentro con un panorama que no había visto antes, Maddy y Aida bailando, pero no es eso lo que me sorprende, sino que tienen la música a todo volumen bailan en camisa, medias puestas y un micrófono improvisado, cómo Tom Cruise en esa película y Maddy parece no notar que el mundo se cae afuera, es la primera vez que la veo reír así y más en medio de una tormenta. Me llaman con los dedos ambas sin parar de bailar, entro me saco el pantalón, el calzado para igualar un poco su vestuario, tomo un adorno y las tres bailamos mientras cantamos haciendo la mímica.

   Pienso lo afortunada que soy de tenerla, y se me viene de nuevo a la mente las palabras de Griselda "confía en ellas, no las dejes afuera". Solo quiero ser parte de ellas tanto cómo ellas lo son de mí.

   Bajamos el volumen a la música y reímos las tres en el sillón agitadas.

   —Las amo —les digo sentada en un extremo—, son lo mejor que me ha pasado.

   —También te amamos —Maddy me extiende el brazo y me trae hacía ella que quedó en medio—. También son lo mejor que me ha pasado, jamás pensé que una persona llegaría a amarme y soportarme con mi diagnóstico, mucho menos dos.

   —Yo estoy agradecida de tenerlas en mi vida. Han llegado para complementarme, más que completarme y me hacen sentir plena. Las amo.

   Nos acurrucamos a los costados de Maddy y la llenamos de mimos y besos, ya que ella es por lo general quién tiene esas atenciones para con nosotras, ella sonríe y nos abraza. Somos felices.

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