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13 Cuñado y sobrinos

La tensión entre nosotras es palpable y a medida que pasa el tiempo, más aún. Ellas varias veces se me quedan viendo, me siento cómo un siervo rodeadas de dos leonas que se pasean a mi alrededor con ganas de hacerme de todo, menos dejarme con ropa

   —¿Cómo dormiste anoche? —me pregunta la pelinegra con sus ojos clavados en mí.

   —Bien.

   —¿Y esta mañana? —pregunta la rubia.

   —Bien.

   Desde la primera vez que dormí con ellas, parece que les deje la puerta entre abierta, casi que literalmente, por que desde hace dos semanas, que Madeleine se levanta una hora antes de irse a trabajar, para dormir conmigo esa hora, luego Aida hace lo mismo y se cruza a mi cama para despertar juntas y desayunar, claro que ambas me besan a primera hora y mientras voy despertando algo adormilada, como para que no me arrepienta de besarlas antes de abrir los ojos. Este fin de semana desde el viernes en la noche, Madeleine se escabulló a mi habitación y Aida le siguió menos de media hora después, yo las dejé dormir conmigo. Reconozco que es la manera progresiva en la que me han ido acostumbrando a ellas y ahora ya no logro dormir bien, si no las tengo a ambas o a alguna conmigo en mi cama.

   —¿Cuándo piensas ir a dormir a nuestra habitación? —pregunta la rubia colocando su cabeza en mi hombro izquierdo en el sillón. Mientras la pelinegra tiene las piernas en mi regazo y la rubia se las acaricia. — nuestra cama es más grande y cómoda.

   —Y tenemos lugar en nuestro placar para tu ropa también —Aida coloca un mechón rebelde tras mi oreja y mira mis labios.

   —Nos gustaría besarte también teniéndote más cerca —Madeleine se endereza y toca con el índice mis labios, dándome un pequeño beso—. Siempre estamos cerca, pero no lo suficientemente cerca.

   Doy un trago a mi té, me siento acorralada, un trago demasiado largo y ellas esperan mi respuesta.

   —¿Quién puede llevarme al trabajo hoy?

   —Te llevo, te traigo y hago lo que quieras, si me respondes ¿Cuándo dormirás cada noche con nosotras? —dice la rubia.

   —Sí, Alba responde —apoya la petición Aida.

   Dejo la taza en la mesita, aún con sus piernas en mi regazo, seco mi boca suspirando y mirando al techo, la verdad es que yo también las veo, y las deseo. Me recuesto atrás en el sillón y me acerco a la rubia que tengo más cerca, la beso suave, ella sonríe y me vuelve a besar tomándome suavemente de la nuca, con la mano derecha busco a Aida, quién esperaba su turno paciente, me separo de Maddy y la beso, y el beso con ella y sus labios carnosos, es igual de delicioso que con la rubia, había besado muchas bocas antes, pero ninguna ha sabido tan bien y tan rico cómo las de ellas.

   —Aún no has respondido la pregunta.

   Ambas me miran asintiendo, pero si pensé que un beso iba a bastarles, me equivoque, Madeleine me trae de nuevo hacía ella para volver a besarme, Aida se une y me besa el cuello, alternando los besos entre las tres. Madeleine me tira prácticamente sobre Aida y se acomoda encima de mí, una ataca mi cuello, bajando y la pelinegra bajando en la espalda toma mi boca. Son adictivas.

  Golpean la puerta varías veces, Madeleine está metiendo sus manos entre mi ropa y Aida también me toca, ninguna de las tres podemos detenernos, yo quise, pero no pude, en realidad no quise, ni quiero detenerme. La rubia desabotona mi pantalón, la miro y la beso, Aida me quita la camiseta.

   —¡¿Aida, hay alguien en casa?!

   Escuchamos la voz de un hombre y recordamos que hoy venía su hermano, para que me lo presentaran, pero tendría que llegar en una hora según lo que acordamos, cuándo miramos la hora en realidad está a tiempo, a nosotras se nos fue la hora por calenturientas.

   Aida me ayuda a colocarme la camiseta, Maddy, me deja un beso corto y se levanta a abrir, aún algo consternada. Aida me besa tiernamente y me toma de la mano para dirigirnos a la puerta, las tres tenemos los labios hinchados.

   —¿Interrumpo algo? —pregunta el hombre de ojos verdes y cabello negro frente a nosotras con un bebé en brazos dormido.

   —Nada que no podamos retomar más tarde —se apresura a decir Aida antes de que Maddy abra la boca—. Alba es el Carter, mi hermano, Carter ella es Alba, nuestra alma gemela.

   —Un gusto conocerte al fin —el estira una mano con una gran sonrisa, parece una copia exacta versión masculina de Aida—. Mi hermana me ha hablado mucho de ti nueva cuñada y bonjour, vieja cuñada —saluda a Maddy quién sigue algo molesta por la interrupción—. Alba ellas son Hailey de 7 años —una niña de cabello rojizo se asoma detrás de él y me saluda con la mano— esta otra es Briget de 4 años—una niña de cabello negro cómo él que jugaba a las luchas con Madeleine—, Bri saluda a la tía Alba.

   —Hola —dice con vocecita tierna.

   —Y este bebé que necesita un cambio de pañal de la tía Aida, es Caden.

    Le pasa el bebé, que tiene también el cabello rojizo cómo su hermana mayor a Aida, quién toma el bolso y sube a cambiarlo acompañada de Hailey. Briget sigue jugando con Madeleine a los disparos. De repente la rubia seria se ha transformado en un niño más. Yo miro a Carter y él me toma por el hombro acompañándome a la cocina.

   —Es un placer conocerte al fin —me dice mientras deja la bolsa con carne encima de la pequeña americana central de la cocina—. Ellas hablan mucho de ti, te confieso que aún estoy algo escéptico por eso de las almas gemelas, honestamente no creo que exista tal cosa y me sorprende que mi cuñada que es pura lógica y raciocinio lo acepte. Así que seré directo Alba ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones con mis chicas?

   ¿Tuyas? En todo caso me pertenecen más a mí y yo a ellas, que ellas a ti.

   —Créeme que ni siquiera yo misma lo creí, es el gen defectuoso por así decirlo en mi familia. Yo lo tengo y lo que siento con ellas —miro a Madeleine y Aida bajando—, por ellas —lo miro— es inexplicable, es un amor inconmensurable. Creo que sabes de nuestro arreglo.

   —9 meses ¿De verdad quieres alejarte de ellas luego de ese tiempo? Mira Alba —coloca una mano en mi hombro—, si ellas te han aceptado y te han invitado a su casa, yo no puedo hacer nada, pero si las lástimas, si ellas sufren por tu casa, haré cuánto esté en mi poder para acabarte.

   —¿Todo bien? —entra Aida con una sonrisa acunando al bebé con un chupete.

   —Excelente, tu hermano es un gran consejero.

   —Sí, lo es —responde.

   —Hermanita te molesto si puedes bajar con Maddy el coche de Caden —le tira las llaves y ambas salen a buscar el coche—. Alba —me llama y al momento de salir de la cocina freno— si decides quedarte y formar parte de esta familia, te protegeré también con mi vida. Solo no quiero que ellas sufran, sabes todo lo que han pasado por apostar a su relación, apostar a ti les quitaría lo poco que les queda y no quiero que sufran. Aida —suspira y lo miro—, ella todo con Maddy y aunque haga cómo si nada, le dolió perder familia y amigos. Soy su hermano mayor y todo lo que le queda.

   —Lo sé, también soy hermana mayor y por mis hermanitos daría mi vida —el respira aliviado y me acerco—. Cada vez me acerco más a ellas y no creo poder irme en el tiempo que pactamos, ni siquiera creo que me vaya, si eso te deja más tranquilo.

   —Mucho más tranquilo en realidad. Gracias.

   Y sonríe de la misma manera que lo hace Aida, pero él no me mueve nada, en cambio la pelinegra, logra con algo tan simple como una sonrisa suya, llenarme de dicha y alegría.

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