Tooru Oikawa
Capítulo dedicado a: Shobio_canon1, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Oikawa regresó a Japón para visitar a su familia y pareja, le marcó por teléfono a Iwaizumi diciendo que pasaría a verlo después de que saludara a su familia. Tal y como lo prometió lo hizo, llegó al aeropuerto el día anterior y ante los recibimientos de su hermana y su sobrino que creció demasiado mientras él no estaba, se divirtió demasiado. Al día siguiente, por eso de las tres de la tarde, se despidió de ellos, alegando ante las insistencias de sus padres de que se quedara otro día más, que su amante lo estaba esperando y debía de ir a verlo.
Tan dramático como siempre.
Sin embargo, su verdad se convirtió eventualmente en una mentira cuando, paseando por las calles de Japón, con un enorme cubrebocas, lentes oscuros para el Sol y una gorra que escondía sus cabellos castaños, entró a una tienda deportiva local de la prefectura, queriendo curiosear y ver si lograba encontrar algo que le llamara la atención.
Apenas ingresó, el ambiente cálido golpeó su cuerpo, por la temperatura ambiente que flotaba alrededor de esa enorme tienda. No había mucha gente, y tras dar un saludo con una reverencia a la chica que atendía y estaba de turno, pasó de largo y empezó a mirar por los estantes, tomando la confianza suficiente como para bajarse el cubrebocas y quitarse los lentes.
21 de junio, ese día, empezó a observar los balones de baloncesto y al lado de éstos los de voleibol. Siguió mirando, pensando en que podría comprar algo, quizás unas nuevas rodilleras, otro balón o quizás sólo se compraría una playera de Vabo-chan.
Pasó al siguiente pasillo, no prestando atención al pequeño niño que también estaba en el mismo pasillo que él: el pasillo donde se exhibían los zapatos deportivos de las distintas disciplinas atléticas. Vio cada uno de ellos, pero no le llamó la atención ninguno, sólo dando un pequeño movimiento veloz por cada uno. No encontró ningún diseño que lo convenciera, todos eran de colores claros y no había de color negro. Resignado ante ese hecho y tras dar un mohín diminuto en sus labios, apartó la mirada de los productos, empezando a ver al pequeño chico que estaba completamente de pie, vistiendo ropa deportiva de color azul y sosteniendo zapatos blancos de la tienda que eran mucho más grandes para él. Tooru apenas lo vio, no pudo evitar abrir sus ojos como platos, completamente sorprendido por ver a un mocoso idéntico a uno de sus horribles Kouhai de la secundaria y preparatoria.
Piel blanca, mirada seria, ojos rasgados de color azul, un azul muy profundo, el pequeño puchero que hacía cierta persona cuando no sabía cómo decidirse, cortos cabellos azabaches que caían sobre la frente del niño... ¡no podía ser!
¿Eso era posible? ¿Era posible que él haya saltado en el tiempo y ahora miraba al Tobio del pasado? ¿Quizás Kageyama se encogió?
«¡Tobio-chan se hizo pequeño!», gritó dentro de su mente, no pudiendo evitar dilatar sus pupilas y quedarse a medio pasillo, temblando. Fue cuestión de tiempo para que ese mocoso afilara más su vista, moviendo entre sus manos el zapato para observar ahora las suelas, como si buscara que fuera perfecto ese zapato que en definitiva no era de su tamaño.
Después de esa acción tan aterradora donde los ojos del Tobio 2.0 se afilaban y buscaban, una sonrisa enorme amuebló sus labios y pareció emocionado por lo que encontró. Sus pupilas brillaban como nunca y dio pequeños saltos en el pasillo, antes de girarse del lado contrario en que estaba Oikawa, emocionado, continuando dando brincos como un saltamontes.
«¿Shoyo?», pasó por la mente de Oikawa esa pregunta, arqueando sus cejas con sorpresa y arrugando su gesto, abrumado y rascando el tabique de su nariz, no entendía nada.
—¡Papá, esto le gustará! —gritó con emoción Hishou, dando una radiante sonrisa en sus labios y pareciendo llamar a alguien. Ese alguien hizo que el estómago de Tooru se revolviera, al intuir de quién se trataba...
¡Tobio no se encogió!
Recuerdos efímeros de Shoyo Kageyama subiendo fotos tiempo atrás donde se mostraba a la copia de Tobio, el pequeño Hishou. ¿Quién era el padre de Hishou? ¡El idiota de Kageyama Tobio!
Apenas Oikawa estaba rabiando de la furia por ese insolente, frunciendo su ceño y enojado por la poca suerte que en definitiva tenía, la silueta del padre del niño llegando al pasillo de calzado deportivo lo dejó seco: un hombre adulto, alto, de mirada seria, potentes ojos azules, piel pálida y también usando ropa deportiva de color azul. En uno de sus hombros llevaba una mochila infantil, tal parecía, que venían de recoger a su hijo a la escuela y por eso pasaron a la tienda deportiva.
—¡Esto sí le gustará! ¡Se pondrá feliz! —animó Hishou, dando unos cuantos brincos más y extendiendo la zapatilla especial para voleibol para que su padre lo tomara y lo mirara. Tobio aceptó el objeto y Oikawa se puso pálido, pensando con rapidez que quería irse de ahí para no cruzar palabras con él, sabiendo que desde que se encontró con Shoyo en Brasil, la relación de ambos era tensa. Pero, es que, ¿él cómo iba a saber que Shoyo tenía una relación con Tobio en ese momento?
Trató de escapar, haciendo un movimiento extraño con su tenis. El destino quiso burlarse de él, logrando captar la atención de la familia de su conquista fallida de Brasil. Cuando los ojos de ambos se encontraron y el café y el azul se fusionaron, Tooru no pudo hacer más que tronar su lengua, irritado y Kageyama frunció su ceño.
La mirada penetrante cayendo sobre su cuerpo le recorrió al mayor como una carga eléctrica que lo golpeaba y lo tiraba, teniendo que entender por qué Kageyama actuaba de una manera demasiado hostil con él.
—¡Deja de verme como si fuera tu rival amoroso! —pidió el castaño, subiendo su cubrebocas a su boca y tratando de fingir que no le incomodaba la forma en la que lo miraba. Por su parte, Hishou, sólo lo miraba con sus ojos azules, parpadeando un par de veces y aferrando su mano a la chamarra de su padre, buscando protección—. ¡Ya estoy con Iwa-chan, no tienes de qué preocuparte! —continuó con esa afirmación, dando un carraspeo y viendo como las facciones de Tobio se relajaban al oír esa afirmación.
Sí, Tooru aceptaba que se equivocó: se encontró con Shoyo en Brasil, creyó que sería buena idea tener un vínculo sexual con él, y trató de conquistarle con coqueteos. Por supuesto, Shoyo no siempre los captaba y cuando lo hacía los evadía fácilmente, hasta que una semana después, en medio de una salida en el restaurante, salió a la luz un tema que inició con un coqueteo, luego siguió con el voleibol y, quién sabe cómo, se terminó hablando de Tobio y la relación a distancia que mantenía con Shoyo.
Oikawa sabía que a Shoyo le gustaba Kageyama, también sabía que Kageyama le correspondía, pero ¡pensó que eran tan idiotas que no se confesaron o que no eran pareja!
Toda la noche después de su salida amistosa al restaurante, se la pasó disculpándose con Shoyo. Tras eso, se convirtieron en buenos amigos.
Pero, lo que Tooru no contaba, era que Shoyo le contaría a Tobio, ¡le tenía demasiada confianza que le contó todo!
—¿El jugador argentino? —declaró Hishou, metiéndose en la conversación y en esa extraña pelea de hombres en una rivalidad que ya no existía y que tal vez nunca existió.
Kageyama y Oikawa miraron al único menor de edad, que tenía un enorme rastro de curiosidad por el hombre de mayor estatura. Tobio con rapidez recobró su compostura, dejando de lado la hostilidad con facilidad cuando observó a su hijo a la expectativa y terminó por asentir.
—Él es Oikawa-san, fue mi superior en la secundaria... —presentó a ambos, sólo logrando que el niño y el mencionado se miraran a la cara. Ninguno dio una sonrisa hasta que Oikawa arqueó sus cejas hacia abajo y por fin delineó esa curva larga que daba un toque burlón.
Hishou por fin también presentó facciones cambiantes, abriendo su boca en forma de «O» por la felicidad y soltando por fin el agarre que mantenía con el azabache mayor y caminaba unos cuantos pasos para quedar frente a Oikawa. Al estar a unos centímetros de distancia, sonrió y dio una pequeña reverencia para presentarse.
—¡Mi nombre es Hishou Kageyama! ¡Es un gusto! —afirmó el pequeño chico de menor estatura, levantando su cabeza y dando una sonrisa larga que se extendió por todo su rostro. Tooru dilató sus pupilas al ver esa acción; sólo se parecía a Kageyama, pero no eran iguales, no lo eran.
Sí, eran diferentes. Por ejemplo, Hishou ya le agradaba y Tobio no.
—¡Hishou-chan! —Se le escapó de su boca por accidente.
Acto seguido, volvió a mirar a Tobio, y cuando los dos cruzaron miradas por unos breves segundos, Tooru le sacó la lengua. Después de eso, sus ojos cafés observaron el zapato deportivo que iban a comprar.
—Por cierto, ¿qué están haciendo? —preguntó con absoluta calma y facilidad, como si sus antiguas acciones inmaduras no hayan salido a la luz. Al mismo tiempo, su mano la pasaba sobre los cabellos de Hishou y les daba una caricia certera, sólo al verse tentado.
Tobio se cruzó de brazos, todavía sosteniendo el zapato con una de sus manos y dando un breve vistazo hacia arriba.
—¡Hoy es el cumpleaños de mi papá! —contó con emoción Hishou, haciendo otra vez ese extraño brillo en sus ojos y levantó sus dos brazos al aire, lleno de felicidad—. ¡Vinimos a comprarle un regalo!
«Un regalo», manifestó Oikawa, pensando con seriedad ante esa aparente cuestión verdadera y con seguridad. Eso explicaba por qué le comprarían zapatillas deportivas a Shoyo...
—También le compráremos un pastel de chocolate —manifestó los hechos Kageyama, mientras se acercaba hasta el sitio exacto donde Hishou tomó los zapatos porque el que tomó era demasiado grande para el pie de su pareja. Oikawa arqueó sus cejas al escuchar eso.
Si era sincero al menos consigo mismo, olvidó por completo que era el cumpleaños de Shoyo. No regalarle nada no sería correcto, Shoyo siempre le mandaba regalos por correo.
Pero, ¿qué podía darle? ¿Qué le gustaba a Shoyo?
Colocó su mano sobre su mentón y miró con rapidez el estante lleno de zapatos. Los dos Kageyama lo miraron, sin atreverse a interrumpir su conversación mental.
¿Un balón? Pero ya ha de tener muchos. Las zapatillas de voleibol ya se las iban a comprar el idiota de su esposo y su bonito hijo. ¿Un llavero de Vabo-chan? ¿Una playera de Vabo-chan? ¿Un chicle?
«Piensa, Oikawa, piensa...», se animó el mayor, queriendo encontrar dentro de su mente algo que conectara. Estuvo con él mucho tiempo en Brasil, Shoyo debió de decirle algo, no pudo haberlo olvidado, ¿o sí?
«Kageyama sabe hornear, ¡no quema la cocina!»
«¡Kageyama es un gran colocador!»
«¡Veré a Kageyama en los Juegos Olímpicos!»
Oikawa tuvo un temblor en su ceja al recapitular sus recuerdos: Tobio esto, Tobio aquello, Tobio hace esto, Tobio hace lo otro. ¡La clave era Tobio!
Sus ojos cafés chocaron con la alta figura del adulto y después con la de Hishou. Una sonrisa se dibujó en sus labios y supo lo que quería hacer.
—Tobio-chan, Hishou-chan, necesito su ayuda...
El timbre sonó y Shoyo Kageyama se acercó a abrir, después de que Hishou y Tobio se tardaran demasiado, pudo escuchar claramente como Kageyama daba pequeños gritos avergonzados y Oikawa se burlaba de él, ¿qué hacía Oikawa con ellos? Mientras tanto, Hishou le decía que no era para tanto.
El de hebras naranjas, con la curiosidad al límite, sólo se topó al jalar la puerta, con la figura burlona de Oikawa que guardaba su teléfono en su bolsillo y empujaba a Kageyama hacia él. En su otra mano tenía un pastel de chocolate.
—¡Feliz cumpleaños, Shoyo! —felicitó Oikawa con una enorme sonrisa inocente, ignorando por completo que él y el pequeño Kageyama habían amarrado a Tobio con el lazo que se utilizaba normalmente para los regalos y sólo le colocaron un moño en el pecho.
—¡Feliz cumpleaños, papá! —celebró con emoción Hishou, mostrando en sus manos una caja de zapatos envuelta en papel para envolver.
Shoyo al principio se quedó mudo, pero terminó riendo con felicidad al ver esas acciones y lo chistoso que se veía Kageyama Tobio, con su cara absolutamente roja, y cabellos despeinados. Tobio se dio cuenta de que Oikawa no le agradaba del todo, y lo único bueno que pudo destacar, fue ver el rostro sonriente de Shoyo por tenerlo de regalo.
—Tobio, dejaste que te amarrara Oikawa-san —soltó con burla Shoyo, pasando una de sus manos por sus hebras azabaches despeinadas por el esfuerzo dando una caricia, que después llegó a parar a las pálidas mejillas del hombre. Seguido de eso, empezó a romper el listón sin mucha prisa. Shoyo no dijo nada, hasta que pudo quitar el listón que apretaba el pecho de Kageyama y le liberaba los brazos—. Mi Tobio es un regalo muy especial —comentó entre risas divertidas, sólo sintiendo como los brazos de Kageyama lo terminaban por abrazar con fuerza, pegándolo contra su pecho.
—¡Shoyo, cásate conmigo!
—Ya estamos casados —habló entre risas, dando pequeñas palmadas en la espalda al mayor.
Cuando se separaron, Hishou fue ahora quien se acercó, extendiendo lo que su padre le compró para que pudiera dárselo de regalo a Shoyo.
Shoyo se emocionó de sobremanera y no tardó en agacharse, para poder abrazar a su hijo, feliz. Shoyo besó su mejilla tres veces y Hishou se mostró feliz y emocionado. En ese lapso de tiempo donde los dos Soles no miraban, Oikawa miró a Tobio y Tobio correspondió la mirada.
Oikawa sonrió burlón. Kageyama se ruborizó con más fuerza.
—¡Sabía que le iba a gustar! —Se mofó, sacando su teléfono que ya tenía muchos mensajes preocupados de Iwaizumi por haber tardado, y le enseñaba algunas fotos que tomó. Tobio apretó sus puños y dio un gruñido—. También me burlaré todo lo que resta del año...
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