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Pensamientos Bajo La Sábana

Bajo la fina lluvia que caía esa noche, Shoyo se dedicó a arropar a Hishou mientras Tobio tomaba un baño. El cuarto de Hishou no era muy grande, el espacio suficiente para que cupieran sus muebles, su escritorio donde realizaba sus tareas y su cama. Las paredes pintadas de color azul, combinaban con el color de su gruesa manta ante climas invernales a la que todavía faltaban más de medio año antes de que éstos llegaran.

—¡Buenas noches! —comentó Shoyo, después de depositar un diminuto beso en la frente de su hijo y acomodar las cobijas para que terminaran por cubrir por completo su pecho. Suerte que Hishou no dormía con extrema violencia y casi siempre amanecía en la misma posición en la que despertaba.

Al apagar la luz, le dio una pequeña sonrisa a Hishou que delineó sus facciones, y salió del cuarto con su corazón renovado ya que su pequeño le correspondió el gesto. Caminó con pasos seguros hasta donde estaba su habitación, teniendo que recorrer el pasillo hasta llegar al siguiente cuarto. Al entrar, se percató de que no había rastro de Tobio, por lo que asumía que seguía en la ducha.

Fue cuestión de tiempo antes de que Kageyama ingresara al cuarto, avisando de su llegada al abrir la puerta corrediza y dejando ver su silueta donde sólo tenía puesto los pantalones de su pijama, por lo que sus brazos, pecho y torso quedaron completamente al descubierto. El de hebras naranjas observó la vista que Kageyama le presentaba, y sonrió cuando el más alto chocó miradas con él, antes de dibujar una suave sonrisa antes de acercarse. Estando demasiado cerca, Shoyo amplió más esa curva de oreja a oreja y cerró sus ojos, gustoso, repitiendo ese extraño ritual que crearon donde se exigía que Kageyama debía de inclinarse a la altura del menor, apartar algunos cabellos de su frente y depositar ahí un beso.

Con eso, ambos podían dormir tranquilos. Shoyo abrió sus ojos y ensanchó más sus facciones que lo delataban de felicidad, riendo un poco y sintiéndose avergonzado. Mientras tanto, Tobio apartó la vista, con su habitual rostro serio y un rubor tiñendo sus facciones.

Después de eso, los dos prosiguieron a acostarse, arropándose en medio de la lluvia que se intensificaba en el exterior, y aun con la fobia a las tormentas que Shoyo tenía, pudo encontrar refugio en los brazos de su esposo, sonriendo cuando esa calidez discreta se colaba por las rendijas de su cuerpo y él no podía hacer más que cegarse, al sentir como el azabache buscaba usar uno de sus brazos de almohada para que pudiera recargarse correctamente, y el otro lo pasaba alrededor de su cintura. Shoyo Kageyama se sintió protegido en ese pequeño fuerte, se sintió satisfecho y cálido, hundiendo su rostro en el pecho desnudo de Kageyama, disfrutando el hecho de que así podría dormir relajado sin importar que la tormenta terminara por intensificarse.

—Eres demasiado calientito, Tobio —susurró Shoyo, en modo de un pequeño canto diminuto mientras restregaba su mejilla en la desnudez de su esposo, riendo mucho y sólo logrando que Tobio apretara sus dientes y empezara a pintarse de los colores de la vergüenza.

—¡De-deja de hacer eso! —Se quejó el mayor, dando un pequeño grito cortado que llamó la atención de su pareja, quien muy al contrario de él, sí estaba usando su pijama de color amarillo, levantando su vista y sus rasgados ojos cafés chocaron con los temblorosos y avergonzados de Tobio. Como única respuesta a su exigencia que recibió de parte de Shoyo, fue un puchero en sus labios, donde éste infló levemente sus mejillas y sus cejas se arquearon hacia abajo, apretando por consiguiente el agarre que mantenía con Tobio.

Después de eso, ninguno de los dos dijo nada, los dos quedándose quietos a la hora de mirarse a la cara, sin siquiera parpadear. El aparente enojo se destruyó en un abrir y cerrar de ojos, cuando Shoyo dio indicios de rendirse (o al menos así pareció a simple vista), soltando un largo resoplido de su boca, haciendo un ruido raro donde se tragó una risa y volvió a esconder su rostro en el abrazo, ahora sólo limitando a recargar su mejilla en el pecho de su pareja.

—Tobio se avergüenza demasiado rápido —murmuró en un diminuto coqueteo el más bajo y sólo logrando que el mencionado diera un rechinido de sus dientes con irritación.

—Sólo duérmete ya... —pidió con un enojo bien disimulado, haciendo lo posible para taparse mejor con las cobijas y apegando más el cuerpo de su pareja para transmitirle calor.

Shoyo Kageyama sonrió con torpeza, teniendo que aceptar que su corazón latió con fuerza y sus labios dibujaron una sonrisa torcida en medio de la calidez atrapada en la habitación, suficiente para que una de sus manos dejara el abrazo que tenía con Tobio, dedicándose a posar su mano sobre el pecho de Kageyama. Fue ahí donde su mirada se topó con el anillo reluciente en su dedo anular. Sonrió al verlo y recordó cuando fueron descubiertos por los fanáticos de los Adlers y MSBY en medio de un directo donde se buscaba hacer promoción al voleibol por intervención de Kuroo al usar su imagen. Sonrió y quiso no reír ante ese divertido recuerdo, aceptando que fue más chistoso que lo esperado.

«Kuroo le pidió de favor ayuda para la promoción del voleibol con su imagen. Hinata aceptó gustoso en ese momento, emocionado porque era de sus primeras promociones y no podía evitar estar feliz porque ese azabache pensó en él.

Tres días atrás Kageyama le propuso matrimonio, el cual él aceptó, ahora portando con orgullo un anillo de compromiso, reluciente, brillante. En el pequeño departamento que compartía con Tobio, en ese ambiente acogedor y teniendo su laptop en la mesa, se preparaba para iniciar la transmisión. Al otro extremo de la mesa de su comedor, desayunaba cereal con fruta Kageyama.

Hinata inició su directo, con su típica vestimenta de MSBY, enseñando con orgullo su número 21 y olvidando por completo que tenía el anillo de compromiso en la mano.

—¡Hola a todos! —Casi gritó Hinata cuando todo inició, confiando en que Kuroo debía de estar siguiendo su actividad desde su dispositivo en la reunión, y recibiendo rápidamente varias contestaciones de los fanáticos interesados en el voleibol.

Hinata amplió más su sonrisa, empezando y contando una pequeña anécdota de cómo inició su mañana y después prosiguiendo a empezar a contestar algunas dudas y preguntas que giraban en torno al voleibol. Kageyama, a su vez, era lo más silencioso posible, cuidando la forma en la que masticaba y tratando de no hacer ruido.

Todo iba aparentemente normal, con el barco y el viento bien sincronizado en ese mar tranquilo. Por supuesto, hasta que el de hebras naranjas alzó sus dos manos frente a la pantalla, enseñando sus palmas abiertas por querer imitar un bloqueo: lo que se encontraba en su dedo a vista de todos, terminó por despertar la atención del público, porque Shoyo en ningún momento dio un anuncio referente a eso...

En el dedo anular de la mano izquierda, un anillo delgado y brillante que presumía el compromiso y una boda venidera.

«¡Hinata-san, ¿va a casarse?!», fue el primer mensaje que llegó y con una inteligencia artificial integrada al programa, que leía la mayoría de los mensajes en voz alta para mayor comodidad. 

Dejó a Shoyo con la boca seca y mirando su mano izquierda, topándose con el anillo y olvidando por completo que debía de quitarlo. Al parecer, Tobio también escuchó las palabras al otro lado de la mesa, escupiendo parte de su cereal y generando un ruido demasiado fuerte que sólo provocó que las teorías empezaran a rondar en los que estaban viendo el Live.

«¿Cómo? ¿Quién es la afortunada?», otra pregunta volvió a llegar y Shoyo empezó a ruborizarse poco a poco, terminando por bajar su vista hacia el suelo, sonriendo como un pequeño tonto antes de iniciar a jugar con sus dedos al chocar entre sí.

Debió ser más cuidadoso.

«¿Se va a casar?», la misma pregunta que era el punto de enfoque permitió que Shoyo dilatara sus pupilas, dando indicios de dejar escapar de su cara un color rojo más potente que se expandió por sus orejas y frente y asintió con timidez hacia la cámara.

—Hace tres días me pidió matrimonio... —aseguró, mirando por unos breves segundos al agitado Kageyama quien trataba de limpiar con una servilleta los rastros de cereal y leche que quedaron alrededor de sus labios tras haber escupido la mayor parte del contenido.

«OMG».

«¡No está jugando!, ¡sí se va a casar!»

«¿Eso quiere decir que ya no me podré casar con Hinata-san?»

Comentarios similares iban llegando, pero fue uno él que terminó por destruir todo.

«¿Quién es?»

Shoyo cuando leyó esa pregunta, no pudo evitar dibujar en sus labios una sonrisa algo temblorosa, antes de apartar la mirada de la pantalla y observar al chico que trataba de recuperar su compostura al retomar su desayuno.

Hinata exhaló, sonriendo cuando su mirada cruzó con la de Tobio y por fin pudo sentir un poco de paz ante tanta vergüenza. Luego, alzó su mano, señalando a Kageyama y moviendo sus dedos un poco con la mano que tenía el anillo de compromiso, invitando a que se acercara.

—Oye, Kageyama, ven un momento... —soltó en su petición su nombre, dejando que el mencionado arqueara sus cejas, pero no dudando en lo absoluto de ponerse de pie y tras pasarse su bocado de cereal, caminó a paso lento hasta apenas asomarse en el enfoque de la cámara.

«¿Kageyama?», la duda estaba en el aire, creando pequeñas sospechas, pero siendo demasiado obvio el brillo que transmitían los ojos cafés cuando miraban al jugador del equipo contrario, y como lo jalaba del brazo para que se agachara a su altura.

Kageyama ni siquiera sonrió, pero sí mostró un rubor diminuto en sus mofletes; a su vez, el apenado Shoyo que miraba hacia la cámara apegó más a Kageyama contra su cuerpo, hasta el punto en que rozaron sus mejillas y la felicidad no cabía en su cara, en esa enorme curva que enseñaba sus dientes.

—¡Les presento a mi futuro esposo!»

La puerta del cuarto de ambos fue abierta sin que hubiera un toque de por medio. Shoyo se sobresaltó y se apegó más al cuerpo de Tobio. Sin embargo, cuando levantó un poco su rostro, pudo notar la pequeña figura de su niño de ocho años de pie en el umbral de la puerta, con el rubor amueblado en sus irises azules y mirando hacia abajo. La lluvia empeoró y el ruido que generaba al golpear contra las ventanas en definitiva daba un sonido aterrador del que Shoyo no se percató por su marea de pensamientos.

—¿Qué pasa, Hi-chan? —cuestionó Shoyo, al ver al niño de ojos azules con sus orbes danzando entre el alivio tras el miedo, y corrió hasta la cama de sus padres. Sin decir palabra, se metió entre las cobijas, en medio de los pies de su padre y despertando a Tobio en el acto, quien dejó escapar un grito ahogado al pensar que alguien le jalaba las patas como en sus historias de terror que leía por internet, y sólo calmándose al ver un bulto paseando en medio de ambos, antes de que su pequeña cabeza se asomara, con un gesto serio y sus cejas arqueadas hacia abajo, sus mejillas pintadas de carmesí, cortos cabellos negros despeinados y sus ojos mostrando lo seguro que se sentía. Hishou se encontró orgulloso de su propio logró, sintiéndose seguro en medio de sus padres.

Dormiría con ellos, ya estaba decidido.

Shoyo lo recibió con una pequeña risa y un beso en la mejilla, arropando lo más que pudo a su hijo y se acurrucó con el cuerpo de su esposo y de Hishou, quien se encontraba en medio de ambos.

Su pequeña familia.

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