La Sonrisa De Hishou Es... Peculiar
Capítulo dedicado a: Ashal_Kageyama910, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Kageyama estaba consciente de que su pequeño hijo crecería eventualmente, lo entendía cuando su pequeño tenía nueve meses y medio de vida. También había entendido poco a poco, que el calor hogareño que existía en esa espaciosa casa en la parte más rural de Miyagi llegaba a ser con certeza, de lo más acogedor posible. La calidez de Shoyo, las sonrisas preciosas de Hishou, y las visitas oportunas de Miwa, o Natsu principalmente, llenaban de vida ese lugar. Tobio había encontrado una familia, un hogar cálido al cual regresar siempre y saber que encontraría a su persona amada y su pequeño hijo.
En esa ocasión, la visita que había llegado hasta su pequeño hogar, era nada menos que uno de sus superiores del antiguo club de voleibol de Karasuno: Sugawara Koushi, o más bien, Sawamura Koushi. Había pasado de visita, argumentando que Daichi cuidaba a su pequeño Hiroshi mientras él venía de visita sólo para ver cómo estaban, después de que sus clases en la primaria Suno terminaran. Pero esa escapada realmente no era lo importante, no... lo importante justo en ese instante y que tenía que ver con su amable superior era que mientras cargaba al pequeño Sol en sus brazos, y éste le sonrió con una radiantes tan efímera y de un impacto brutal, con sus ojitos cerrados, sus mejillas sonrosadas y su boca abierta de par en par, Koushi no aguantó más y sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas.
Lo sentimental se le estaba escapando en forma de un grifo abierto porque los niños eran su debilidad.
—¡Hishou es muy lindo! —asimiló, dejando que las lágrimas rodaran de sus ojos y acariciaran sus pálidas mejillas. Para rematar sus acciones, el pequeño infante que se parecía demasiado a Tobio, terminó por mostrar un pequeño gesto de duda al verlo sollozar, haciendo un mohín mal hecho con sus labios y sus cejas arqueadas con inquietud. Eso tocó todavía con más fuerza el corazón débil de Koushi: ¡mucha ternura para él!—. ¡Se parece mucho a Kageyama! —Encaró, dando un pequeño jadeo de emoción y no protestando cuando Shoyo se acercó hasta él para cargar en brazos a su pequeño, y Tobio le ofreció papel para que limpiara sus ojos y nariz.
—¿Se encuentra bien, Koushi-san? —cuestionó Kageyama, un poco preocupado, sólo provocando que el mayor le dedicara un vistazo entre sus rasgados ojos cafés y terminara por sonreír con una pequeña curva hacia arriba. Luego, prosiguió a ver al que alguna vez fue el número 10 de Karasuno, y actualmente era un jugador famoso a nivel nacional que jugaba en la liga de MSBY con otros grandes talentos.
Jugadores profesionales. Personas que se veían imponentes e impenetrables en pantalla, con saques, colocaciones, recepciones o remates que, si te descuidabas, bien te podrían zafar un brazo. Kageyama Shoyo era uno de ellos, pero justo en ese instante se veía completamente ajeno a la gran figura que mostraba en sus partidos, cargando al pequeño bebé vestido con un atuendo calentito de color azul con estampados de elefantes, el pequeño bebé reía y Shoyo restregaba con una suavidad tan extrema su cachete con el de su hijo, y luego proseguía a besarlo en la frente. Hishou se revolvió en carcajadas y se notó a gusto en los brazos protectores del de hebras naranjas.
Koushi era un ser curioso por naturaleza, teniendo que encontrar primero todas las aperturas posibles para poder sacar una conclusión al dejar de ver esa bonita escena y pasar a ver a Tobio. Sorbió sus mocos y no pudo evitar dar un pequeño lloriqueo más largo al ver al azabache mirar la escena con una fascinación incomparable, y con una sonrisa verdadera de esas que rara vez lograba sacar y que no eran tan aterradoras.
«Mis cuervitos han crecido», lloró mentalmente, recordando cuando ambos eran unos niños inmaduros que se peleaban cada cinco minutos. Shoyo ya no era el chico que una vez llegó llorando al gimnasio de voleibol en la mañana porque lo había correteado un perro, y Tobio ya no era el chico que trataba de sacar dos bebidas de la máquina expendedora al precio de una, por apretar dos botones al mismo tiempo (nunca lo logró, por cierto). Más bien ahora eran dos personas casadas que formaron una familia y crearon un pequeño hogar acogedor para que su hijo pudiera crecer con todo el cariño necesario.
Sawamura en definitiva estaba conmovido.
—¿Quieres cargar a Hi-chan, Tobio? —preguntó un Shoyo muy alegre, acercándose con una enorme sonrisa en sus labios al mayor, teniendo a Hishou en sus brazos.
—Está bien —dijo Kageyama con cierta actitud complacida en su cara, todavía demasiado abrigado con un largo abrigo azul por la temporada invernal. Estiró sus manos al aire, cuando el pequeño niño que se asemejaba demasiado a él en cuanto a apariencia se revolvía con ansiedad en los brazos de Shoyo, sin despegarle la mirada. Sus dos pequeñas manos se estiraban, se movían con un gesto inexperto hacia él: quería que lo cargara.
Tobio recibió al niño en sus brazos. Hishou se aferró a él por puro impulso, cuando sintió la calidez ajena de la persona que siempre lo cuidaba cada vez que Shoyo salía por las compras los días que le tocaban tras dividirse las tareas del hogar equitativamente. La acción sólo logró que el azabache mayor se sonrojara hasta las orejas, cruzando miradas con los ojos azul fuerte del niño que apenas y tenía nueve meses y medio. Hishou, curioso, estiró su pequeño brazo hasta que la palma de su mano golpeó por accidente con las mejillas calientes de Tobio, empezando a tentar por todos lados para entender y reconocer a la persona. Pronto ese tacto se convirtió en pellizcos que lograron destruir la imperturbable cara de su padre a muestras de dolor; Koushi se atragantó una risa al ver esa acción, y Shoyo no se contuvo para burlarse de él abiertamente.
Kageyama se comió las ganas de insultar a Shoyo y ponerse a pelear con él ahí mismo; porque sabía que Shoyo estaba complacido al verlos actuar a ambos así, tan extraños pero siendo una familia muy linda. Hishou de repente soltó una carcajada, tal vez porque se le hizo chistoso ver los gestos que hacía su padre cuando le jalaba los cachetes. Su risa, por supuesto, era tan trepidante y escandalosa, cortesía de Shoyo Kageyama y una de las pocas cosas que había heredado Hishou de él.
Kageyama, muy al contrario, guardó completo silencio, siendo lo absoluto al ver como Hishou se divertía, mostrando un diminuto rubor en sus mejillas pálidas, sus pupilas azules fueron iluminadas con completa facilidad y sus labios fueron abiertos tres veces seguidas, tratando de decir algo, pero la emoción no se lo permitía.
—¡Hi-chan está muy feliz contigo! —contó los hechos Shoyo con demasiada emoción, dando pequeños saltos de felicidad en su lugar, con esa personalidad radiante, tajante, molesta y a la vez linda que tanto amaba Kageyama. El de cabellos grisáceos asintió, deleitándose con la imagen.
—Se nota que te quiere mucho.
—¡P-papá! —Tras el cuarto intento, el pequeño niño pudo decir algo, dando un diminuto grito de emoción en sus labios y estiró sus pequeños brazos al aire. Hishou rara vez hablaba, y usualmente siempre se comunicaba con las expresiones de su rostro. Kageyama logró hacerlo hablar con mucha facilidad, y pudo lograr dejar escapar una enorme muestra de seguridad de su boca con eso.
Tobio se quedó helado, al verlo tan feliz estando en sus brazos. Su corazón empezó a latir como loco, y de un momento a otro, creyó que estaba siendo asesinado por una flecha en su corazón: ¿él había hecho a ese niño tan tierno con Shoyo? Bueno, su padre era Shoyo, así que era obvio que saldría muy lindo, pero, pero, pero, pero... ¡era tan lindo! Entró en pánico, tuvo que cerrar sus ojos y bajó su vista al suelo, sólo logrando que el pequeño Hishou se impacientara más, y comenzara a jalar del abrigo a su padre para que le hiciera caso.
En ese pequeño lapso de tiempo, Tobio pudo pensar correctamente (o bueno, no del todo), teniendo que responder esa bonita muestra de alegría de su hijo hacia él. Hishou era el primer niño que le daba muestras de afecto y no se sentía aterrorizado por su presencia y se ponía a llorar como si hubiera visto un fantasma. Debía de demostrarle su agradecimiento y cariño con una sonrisa.
—Hishou —llamó con completa facilidad el hombre adulto, cuando la alegre mirada discreta del niño se adueñó de su rostro en sus pequeñas pupilas. El mayor, simplemente no pudo hacer más que delinear una curva hacia arriba, siendo completamente sincero a la hora de mostrarle todo su aprecio, con un honesto amor paternal... y con un gesto demasiado tétrico por sus cejas arqueadas hacia abajo, su sonrisa corta enseñando sus dientes y lo ensombrecido que se vio su rostro al hacerlo. Shoyo y Koushi se congelaron al verlo hacer esa sonrisa una vez más después de mucho tiempo, y Hishou... bueno, Hishou, se quedó helado, abriendo sus ojos más de la cuenta y formando en sus labios una pequeña «O». Tobio se alertó demasiado ante la reacción seca de su hijo, y trató de arrullar al pequeño, más cuando lo vio enjuagarse de lágrimas sus ojos azules y el llanto iniciaba. Lo dejó en un pánico largo.
Con el delicado movimiento sólo logró que el llanto se acrecentara, hasta el punto en que Shoyo tuvo que intervenir, un poco alterado por las reacciones de Hishou y lo que seguiría cuando Kageyama se alejó del pequeño. Tobio no dijo nada, completamente quieto y mirando consternado como el pequeño niño guardaba silencio tras encontrar refugio en los brazos de Shoyo. No era justo, él también quería ser consolado en los brazos de su pareja... literalmente había hecho llorar a su hijo sólo con su cara.
—Kageyama, ¡no te desanimes! —aclaró Koushi de improviso, sin saber cómo animarlo. Él sonrió con completa alegría, y Hishou ya estaba calmado en los brazos de Shoyo.
—Sí, Tobio, no te desanimes, tu cara es aterradora a veces —habló Shoyo de improviso, tratando de no descuidar a su pareja hasta acercarse a él y colocar su mano sobre sus hebras lacias, dando caricias demasiado cariñosas, sólo logrando que Tobio dilatara más sus pupilas ante esa afirmación—. Pero, mi Tobio tiene una sonrisa muy linda —animó, logrando que Kageyama asintiera ante esa afirmación y se sintiera querido.
—Shoyo, cásate conmigo —susurró.
—Ya estamos casados —aludió el menor, con mucha facilidad y ya acostumbrado a ese tipo de propuestas sorpresas.
—¡Do! —Hishou exclamó de repente, tras calmarse y ver a Tobio, sólo repitiendo las palabras de Koushi Sawamura y de su padre por impulso. Ya no mostraba mucho llanto acumulado.
Así era Hishou, podía estar llorando, pero de un momento para otro ya estaba feliz y como si nada. Eso hizo que al menos Kageyama llegara a encontrar una pequeña paz en su corazón, cuando vio que ya no tenía ganas de llorar su bebé.
Hishou era un pequeño Sol, alegre y demasiado dulce con todos. Era mil sonrisas y demasiado ruidoso incluso sin hablar. Por eso, no fue extraño que le sonriera a Tobio... pero le sonrió de la forma peculiar más extraña, pero tampoco para ser algo de extrañarse sabiendo de quién era hijo.
Cejas arqueadas hacia abajo, sus pocos dientes en su encía los enseñó y una curva tambaleante ensombreció las facciones del pequeño niño Sol que justo ahora estaba pasando por un eclipse. Tobio se quedó quieto, pensando en si estaba bien o no lo que le había enseñado, y Shoyo se mostró maravillado al ver su reacción.
—¡Mi Hi-chan también sonríe demasiado bonito!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro