La Extraña Familia Kageyama
Capítulo dedicado a: torrico90, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Las personas externas a la vida personal de los atletas Kageyama Tobio y Kageyama Shoyo, de la selección nacional japonesa tras su retiro de los Adlers y MSBY, podían describir la pequeña familia de tres como extraña.
No, no de la mala manera, eran de esas familias excéntricas que hacían demasiadas cosas interesantes en público, pero se encontraban muy acarameladas. Eran una pequeña familia feliz, más que sólo dos jugadores profesionales que portaban el número 9 y el 10 con el mismo apellido estampado en la parte trasera de sus uniformes.
Esa familia la mayoría de ocasiones se hacía notar más durante los partidos que eran transmitidos en televisión abierta. No sólo la de ellos, muchos atletas de voleibol llegaban a mostrar pequeños rostros divertidos y tiernos durante o después de los partidos.
Hishou, un niño de cinco años de edad actualmente, la viva imagen de Tobio, su versión miniatura, se aferraba a los barrotes del lugar donde estaba parado, observando el partido que tenían sus padres contra un país invitado. Sus pequeños ojos rasgados de color azul estaban iluminados, y daba unos pequeños brincos de la emoción cuando observaba cómo Tobio se adueñaba del balón cuando entraba en su campo de visión, y lo lanzaba hacia el aire para que Shoyo rematara. Se sintió orgulloso de sus padres cuando escuchó como los aplausos terminaron por estallar durante todo el estadio, y los señores Sawamura (así los llamaba Hishou por respeto) se emocionaban con cada punto que anotaban, incluso aunque hubieran perdido el primer set. Koushi, quien era el que más se aferraba a los barrotes antes de gritar como un loco desquiciado en señal de apoyo.
—¡Bien, sigan así! ¡Destrocen al otro equipo! —gritó con euforia, logrando llamar la atención de la gente más cercana a ellos y que no pudieron evitar dedicarle un gesto de duda al serio Koushi Sawamura que en definitiva estaba exigiendo más acción.
Hishou observó de reojo como Hiroshi, el chico que era dos años mayor que él, se pintaba de un tenue color rojizo al ver las acciones de su progenitor, al igual que Daichi, pero no se atrevieron a decir nada porque así era Koushi cuando se emocionada, y eso también lo había entendido Hishou desde el primer momento en que fue encargado con Koushi y Daichi durante el tiempo en que se disputaban los partidos.
A veces también los acompañaba el señor Asahi cuando no estaba fuera del país por cuestiones de trabajo, y en otras mucho más raras, como la que estaba viviendo en esos momentos, tenía la fortuna de estar acompañado de la familia Tsukishima. Esa vez, logró conocer el extraño fanatismo que tenían Tadashi y Ryusei Tsukishima cuando se trataba de voleibol, vestidos con las playeras respectivas de sus padres que ahora jugaban en la cancha y con sus mejillas pintadas con la bandera de Japón (Ryusei incluso ya le había pintado a Hishou esa pequeña bandera en su mejilla izquierda para que apoyara con más fuerza al equipo), gritaban con euforia y desquicio, se emocionaban con un punto y Hishou terminó de dejar de lado su lado más refinado y sutil a la hora de apoyar a sus padres, gritando junto a Koushi y Tadashi, abrazándose al pequeño cuerpo de Ryusei Tsukishima, el niño que era un mes menor que él, y su lado más desquiciado por el voleibol salió a la luz.
Kei sólo contemplaba todo en silencio, ignorando la atención de algunas pantallas grandes donde eran reflejados de vez en cuando, gracias a que Hishou era hijo de dos de los jugadores, y las cámaras que se enfocaban en él y su pequeña familia porque era raro ver a Kei Tsukishima en público, el jugador profesional de los Sendai Frogs, teniendo una situación extraña que era causada por su propio esposo y su hijo menor que se parecía demasiado a él. Tadashi llegó a decir que era como una pequeña copia de Tsukki.
Shoyo y Tobio seguían siendo unos idiotas no importaba cuantos años pasaran, pero le causaba cierta gracia ver como anotaban puntos y casi al instante se giraban para ver a Hishou para dedicarle sonrisas que él recibía con la emoción al flote. Todos eran raros, incluso la pareja romántica de Atsumu Miya, Shinsuke Miya, que llegó para animar a mitad del partido con sus dos gemelos, sacó un extraño cartel de esos circulares que eran dados para el club de fans de Atsumu Miya y lo apoyó en silencio, Akaashi también había realizado acto de presencia, y lo más seguro era que Kenma y Kuroo estuvieran rondando las instalaciones debido a que sus empleos se apegaban a la selección japonesa actual.
Siempre había un desastre, incluso en la cancha. Cuando el punto de visión de Kei chocó al dúo raro nacional lo comprobó otra vez, empezando a enojarse entre ellos porque Shoyo no remató bien una levantada. No pudo ver lo que decían, pero sí pudo ver el rostro perdido de Atsumu y el gesto arrugado de Sakusa por la irritación cuando los dos esposos se empezaron a dar de empujones en medio del partido, y los gritos rabiosos de Iwaizumi para que se calmaran casi lo dejaron sordo. ¡Por Dios!, ¿por qué no se callan?
Suerte que esos dos eran tan raros, que sólo bastaron intercambiar unos cuantos reclamos, antes de que Shoyo se riera y se adueñara de la boca de Tobio por unos breves segundos.
Hishou se quedó quieto al verlos actuar así, y aflojó un poco el agarre que había mantenido con Ryusei todo ese tiempo, antes de enrojecer y dibujar una pequeña sonrisa en sus labios.
—¡Es Vabo-chan! —cantó Hishou con emoción cuando el partido terminó, y se topó con la enorme botarga de la mascota japonesa del voleibol, una enorme bola rosa con grandes ojos negros y brazos y piernas de color blanco.
Hishou tenía un pequeño peluche de Vabo-chan desde que tenía memoria, y según a palabras de Shoyo, Tobio se lo había regalado tras comprarlo después de uno de sus partidos.
Vabo-chan era realmente alguien muy tierno, ¿a quién no le gustaba Vabo-chan? Ni siquiera Tsukishima lo repudiaba, aceptando tomarse una foto con Ryusei para ser otro de los recuerdos almacenados en el teléfono de Tadashi.
Por eso, cuando el partido acabó, y ya iban de salida a casa por la puerta principal, se encontraron con Vabo-chan. Sólo esperaron a que la fotografía de Tadashi se completara, antes de que Shoyo le entregara su teléfono a Atsumu.
—Toma una foto, Atsumu-san —pidió con sus mejillas sonrosadas de la emoción Shoyo, tomando del brazo al perdido Kageyama que trataba de esconderse entre su chamarra deportiva oficial de la selección y se aferraba a la mano de su hijo.
Atsumu aceptó la propuesta, y no dijo nada cuando enfocó el lugar donde se tomaría la foto. Kita mostró un poco de curiosidad, acercándose hasta recargar su mentón en el hombro de su pareja para observar la toma.
—Bien, sonrí-... an —pidió Miya, primero algo eufórico por la emoción, pero quedándose quieto y estático al ver que ni siquiera daban indicios de mostrar su rostro y posar como personas normales. Cierto, esos tres compartían la misma neurona.
Shoyo, Tobio y Hishou hundieron al mismo tiempo su rostro en la botarga y se abrazaron a Vabo-chan, deleitándose por el material suave y calentito del que estaba hecho.
«La persona dentro de esa botarga debía de ser demasiado afortunada», fue lo que pasó por la mente de Atsumu, antes de tomar la foto y que el flash se disparara.
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