Disfraces
Capítulo dedicado a: Tobiospy, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!
Halloween estaba a la vuelta de la esquina, y Tobio no estaba del todo de acuerdo con la decisión que tomó Kuroo. Para su mala suerte, Kenma lo apoyó: «¡Fiesta de disfraces sin fiesta! ¡Sólo vengan a tomarse una foto disfrazados y promocionáremos el deporte con estas fechas!»
En definitiva, Kuroo no era del todo un experto en los negocios, pero de una u otra forma, sus planes siempre terminaban con resultados favorables. Kageyama frunció más su ceño, ante la conclusión a la que se llegó en la junta y Shoyo en definitiva se mostró más que emocionado ante esa idea.
En los últimos años, esa celebración extranjera empezó a tomar más fuerza en Japón, y ya no era extraño que ese día mucha gente estuviera en la calle con disfraces, regalando y pidiendo dulces.
—¿Disfraces en conjunto? —pensó Shoyo en voz alta, mientras lo pensaba con una seriedad impresionante en el sofá de la casa. Sus ojos cafés se enfocaban en el techo de su casa, tratando de armar sus propias ideas en esas conversaciones donde expresaba con sus acciones que realmente no tenía idea de qué hacer. Los otros años, sólo era Hishou quien se disfrazaba—. Ya sabes, ¡podemos incluir a Hi-chan y los tres nos disfrazamos de una familia de monstruos! —Shoyo amaba demasiado a su hijo, era su adoración más grande en el mundo, y Tobio lo sabía.
—¿Nos disfrazamos de jugadores de la selección nacional japonesa y a Hishou de un balón de voleibol? —Dio la primera opción que no era para nada difícil de cumplir o realizar, de todas formas, ya tenían el uniforme que usaban durante los partidos, y sólo deberían de encargarle a Asahi el diseño de una pelota de voleibol donde Hishou cupiera.
El de hebras naranjas, para su sorpresa, lo alcanzó a meditar; pero el mayor sabía que la respuesta sería negativa, lo entendió al ver el pequeño rastro de indecisión mientras se sentaba a su lado. Sin embargo, Shoyo ya se había tardado en rechazar esa cuestión, y era por... ¡la imagen mental tan linda de Hishou como una pelota de voleibol! Podía llegar a ser fantasioso e incluso extraño, pero en su fantasía, su hijo usaba de disfraz una redonda pelota de voleibol donde sólo se asomaban sus brazos, piernas y cabeza.
Shoyo dio un grito certero, aferrando sus dos manos al pecho de su esposo, quien no hace mucho se acababa de sentar a su lado y comenzaba a sacudirlo, al borde de las lágrimas por el dilema en el que llegó a parar.
Tobio se sintió mareado en definitiva y los pequeños gritos de desespero de Shoyo llegaron a ser bastante honestos.
—¿Qué hacemos, Tobio? ¡Quiero disfrazarme, pero también ver a Hi-chan como un balón de voleibol! —contó sus planes, deteniendo las sacudidas de golpe y mirando sin pestañear el ceño fruncido de Kageyama Tobio. Al principio, el azabache trató de evadirle la mirada, aceptando muy dentro de su mente que le irritó en demasía la idea que expulsó de sus labios Kuroo: ¡no quería disfrazarse! ¿Por qué querría disfrazarse? Nunca en su vida fue llevado a pedir dulces y tampoco era como si ese factor le llamara realmente la atención.
Aunque tampoco quería decir nada ya que Shoyo se mostraba realmente emocionado por los disfraces en conjunto, y si él se lo pedía, incluso lo usaría toda la semana. Después de ese pensamiento en mente y tratando de acoplarse al mundo real, giró su cabeza hacia el sitio donde se encontraba su pareja, el adulto de hebras naranjas que tenía sus mejillas ligeramente infladas por el dilema en el que ingresó. Tobio no pudo evitar pensar que Shoyo era demasiado tierno.
—Yo me puedo disfrazar de jugador, ustedes dos serían balones —atribuyó a su pensamiento, dando una opinión certera que no convenció del todo a su pareja, porque eso sería bastante desequilibrado. El de hebras negras miró los cabellos alborotados de Shoyo, color naranja y en un vaivén desastroso donde no importaba cuánto los peinara, nunca terminaban con un resultado satisfactorio por esa misma razón.
«Naranja, mandarina, calabaza», cruzó por su mente esos tres alimentos, estirando su mano hasta llegar a los cabellos de Shoyo y les dio una caricia certera, completamente encantado por la forma tan suave y lo bien que olían siempre. Tobio de verdad amaba a Shoyo, y Shoyo le correspondía el gesto, dando una sonrisa sutil en la curvatura de su boca ante las atenciones de su pareja.
—Tú te podrías disfrazar de calabaza, te quedaría bien —soltó de improviso, sólo logrando que el más bajo se pintara de color carmesí hasta las orejas y apretara sus dientes.
—Podríamos ser una familia de fantasmas. —Dio otra idea Shoyo, y Kageyama no estuvo del todo de acuerdo porque los fantasmas eran algo que francamente no le gustaban, porque tendrían que usar una sábana o tela blanca sobre su cabeza. No podría ver la cara eufórica de Shoyo por la emoción, ni la de ilusión de Hishou. ¡Impensable!
—¿Hechiceros? —aseguró con certeza el de ojos azules, bajando la mano de sus hebras despeinadas, hasta el rostro del menor, llegando hasta su mejilla y continuando con las caricias. Shoyo amplió más su sonrisa, primero fue una dulce, seguido una de emoción por ver la cooperación de Tobio, y terminó por hacer un rostro ladino, burlón, con sus cejas arqueadas hacia abajo.
—¡Me gustaría más la de una familia de brujos! —respondió el chico, ampliando más su sonrisa con cierta diversión, entusiasmado por la idea. Tobio arqueó sus cejas, no entendiendo del todo la diferencia: ¿hechiceros o brujos? ¡¿No eran lo mismo?!
—¿Cuál es la diferencia? —cuestionó, haciendo más remarcada la caricia en su mejilla. Shoyo se carcajeó, orgulloso de ser alguien que sabía más sobre un tema que Tobio (según él).
Con sus dos manos, Shoyo las colocó sobe sus cabellos y trató de imitar el típico sombrero de las brujas y brujos.
—El sombrero, Tobio. Los hechiceros no tienen sombrero —aseguró con perspicacia, sin preocuparse de si ese dato era realmente real o no. Tobio volvió a no estar del todo al tanto del tema, sólo atinando a alzar sus hombros, como si eso no fuera un problema.
—Podemos ser hechiceros y usar sombrero... —contestó, pero Shoyo no estuvo de acuerdo.
—¡No!, ¡porque si no seríamos brujos! —insistió el número 10, empezando a molestarse y enojarse. Tobio gruñó, ya habiendo aguantado demasiado y sintiendo como la irritación llegaba a su cara.
—¿Cuál es la diferencia? ¡No lo entiendo! ¡Los dos usan magia! —exclamó el mayor, dando un carraspeo certero y esa afirmación que sólo generó indignación en su pareja, consternado.
—¿Cómo va a ser lo mismo, Tobio? ¡El hechicero te hechiza, y el brujo te embruja!
—¿Y no es lo mismo?
—¡No!
La furia de ambos estaba llegando a la punta de la paciencia de ambos, como casi siempre se peleaban por cosas triviales. Por supuesto, eso no fue posible, ya que la puerta principal abriéndose de golpe y la presencia de su hijo los tomó desprevenidos que un escalofrío los recorrió. El sonido de sus pasos por la pequeña casa, llevó al chico a la sala, el pequeño niño de lacias hebras negras llegando a la sala, con su roca mascota en las manos: Hishou la sacó a pasear. Todos los días la sacaba a pasear, porque prometió cuidarla hasta que volviera Ryusei.
—Estoy en casa —animó el ambiente el niño que se parecía a Tobio, emocionado y ampliando su sonrisa al ver a sus dos padres en la sala. Shoyo rápidamente recobró su compostura que perdió por su enojo acumulado, y su brillantez regresó. Tobio apenas pudo reaccionar, dando un asentimiento en modo de bienvenida a su hijo.
—¡Bienvenido, Hi-chan! —saludó el de cabellos naranjas. Hishou correspondió la sonrisa y sólo fue cuestión de tiempo antes de que los rasgados ojos cafés se posaran sobre el silencioso cuerpo del número 9 que había permanecido en silencio. En definitiva, no decidieron de qué disfrazarse, pero tener a un tercero los ayudaría a decidir—. Oye, Hi-chan —llamó Shoyo a su hijo, volviendo a mirar al pequeño y sólo continuando cuando captó toda la atención del que era varios años menor—. ¿Qué te gusta más? ¿Un hechicero o un brujo? —contó, sacando su duda y poniéndose tenso. Tobio también estuvo expectante a su plática.
Hishou bajó un poco sus cejas, sin estar del todo al tanto de la cuestión, pero tomándose muy en serio en pensar en la petición de su padre. Kageyama Tobio y Kageyama Shoyo estaban con las expectativas al límite.
«Brujo, brujo, brujo, brujo», rezó Shoyo con todas sus fuerzas, queriendo ser el ganador.
«Hechicero, hechicero, hechicero, hechicero, hechicero», muy al contrario, la mente de Tobio sólo rebotaba esa palabra una y otra vez.
Hishou ignoró la mirada expectante de sus padres, mirando hacia sus manos, topándose con Roca y pensó en Ryusei: la fotografía que le enseñó esa mañana Shoyo, porque Tadashi la mandó. Ahí aparecía Ryusei usando un infantil traje de vampiro, haciendo una pose similar a las garras, el pequeño chico rubio tenía su boca abierta, con sus colmillos enseñándolos y pintura que simulaba sangre escurriendo de su boca. Hishou sonrió y asintió para sí mismo, levantó la mirada y miró a la cara a Shoyo y Tobio.
—Un vampiro...
Los dos adultos se quedaron paralizados.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro