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Bebé Cuervo

Capítulo dedicado a: BellForever, por seguir esta historia. ¡Muchas gracias!

El pequeño niño recién nacido ya estaba en los brazos de su padre. Shoyo lo envolvía con demasiado cariño sobre su cuerpo, y las lágrimas que habían brotado durante el parto todavía se marcaban en sus mejillas y en la parte más baja de sus ojos. El pequeño bebé era demasiado tranquilo, durmiendo plácidamente en los brazos de Shoyo, todo había salido bien, sólo estaban esperando el momento oportuno en que el alta de ambos fuera autorizado.

Gracias a la ecografía realizada en el tiempo correspondiente, habían determinado los profesionales que su hijo sería un niño. Y sí, resultó ser un pequeño varón.

Cuando el pequeño ser nació, Shoyo pudo entender una cosa: ése día, 2 de enero, era uno de los días más importantes y felices de su vida, y que había perdido una apuesta con Tobio Kageyama, porque sus genes no habían sido los dominantes. ¡Literalmente era un pequeño Tobio! Con sus pocos cabellos lacios de color negro cubriendo su nuca, sus pequeñas irises azules que había alcanzado a notar cuando tiempo atrás estaba despierto, y esa manía que ya venía de familia con ese ceño fruncido que daba la enorme expresión de estar enojado siempre.

—Se parece a ti —afirmó el chico de menor estatura con un puchero al hombre que estaba sentado a un lado de él. Ahora veía la situación con demasiada sorpresa, como si no creyera lo que estaba viendo—. Mi bebé es muy lindo, tiene casi toda tu cara —soltó de improviso, dando una pequeña risa, al ver la carita durmiente de su hijo, y posiblemente el único que tendrían, no pudiendo evitar asociarlo a las fotos del álbum familiar de la señora Kageyama, y que Miwa se había encargado de enseñarle los primeros años de su hermano menor hasta el punto de avergonzarlo.

Tobio asintió, no pudiendo evitar dar una pequeña sonrisa temblorosa en su cara al ver al pequeño: era su hijo, ¿de verdad no estaba soñando? ¿Ahora era papá?

Sin embargo, no todo era miel sobre hojuelas. Era cierto que al mismo tiempo que la llegada de su hijo y el enterarse de su sexo entró con alegría y felicidad, las peleas por nombres masculinos para ser el ganador también aparecieron. Ante su evidente falta de talento para ponerse de acuerdo, lo habían pospuesto cada vez que el tema salía a la luz, pero ya no podían hacerlo más. Sería más fácil para ellos registrarlo desde el hospital en el que estaban, en las pequeñas oficinas del Registro Civil.

—Debemos de elegir un nombre —susurró Shoyo de improviso, helando el cuerpo de Tobio al oír esas palabras. Era cierto, completamente cierto. Lástima que Miwa, Natsu y sus familiares más cercanos de la joven pareja que había tenido a su bebé, en esos instantes estaban en la cafetería almorzando, así nadie podría mediar entre esa pelea que se desataría. Tobio no había querido separarse de Shoyo en ningún momento, sólo para cuidarlo.

La guerra inició, cuando los ojos azules y los cafés se estrellaron al chocar miradas. Tobio borró la sonrisa de su rostro, y Shoyo se puso firme. Todo dependía de qué tan bien jugaran con sus estrategias para ganar esa partida. Para sumar más puntos al estrés acumulado en Shoyo, su pequeño bebé se parecía más a Tobio, al menos él debía de elegir el nombre.

—Yo sigo creyendo que Taiyo es mejor... —aseguró Tobio, dando un gesto serio a la hora de afirmar eso. El chico que tenía en brazos al bebé, sintió que sudó frío, porque ese nombre era precioso, significaba «Sol», y además...—. Combina con tu nombre, Shoyo. —Ahí estaba, esa estrategia sucia y tentadora de su esposo de querer convencerlo. El mencionado apretó sus dientes, teniendo un arranque de pánico, porque eso lo terminaba por casi ceder. ¿Lo peor? Era que podía ver por el rabillo del ojo como la sonrisa aterradora y extraña que Kageyama mostraba, empezaba a formularse en la comisura de sus labios y enseñaba todos sus dientes hasta hacerse una mueca que tenía su encanto cuando te acostumbrabas a ella.

¿Qué? ¿Kageyama quería jugar sucio? Bien, pues él también lo haría.

—Me gusta más Hiroto, significa «gran vuelo», y combina con tu nombre —declaró con orgullo el de alborotadas hebras naranjas, inflando un poco más su pecho.

Si Shoyo pudiera ser honesto al menos mentalmente, no pudo evitar amar la expresión de Kageyama llena de confusión cuando esas palabras las captó a la perfección, con un claro rubor en sus mejillas pálidas y su enorme mano colocándola sobre su pecho, conmovido.

Shoyo creyó que ya había ganado, pero...

—Aun así, Taiyo me gusta más para el bebé.

—¡Hiroto!

—Taiyo...

—¡Hiroto! ¡De cariño le podremos decir Hi-chan!

—Taiyo, de cariño le podemos decir... Taiyo —repitió Tobio la excusa de Shoyo, sólo que ante su baja creatividad, eso fue lo máximo que pudo pensar.

Los dos se miraron con el ceño fruncido y se abstuvieron de extenderla más de la cuenta. El primero fue Shoyo, quien trató de tomar aire y cerró un poco sus ojos, pensando en algo y abriéndolos cuando la idea más decente que se le ocurrió pasó por su mente.

—Yo opino que deberíamos de ver qué nombre la queda viéndolo —contó su plan algo tonto, pero como su esposo compartía la misma neurona que él, no fue extraño que lo aceptara sin dar rodeos.

Con eso, la segunda ronda para elegir un nombre dio inicio, comenzando con Shoyo y Tobio viendo a su pequeño hijo con atención, repasando en su mente su bonita cara para colocarle un nombre igual de bonito que pudiera hacerle justicia.

—¿Y bien? —preguntó Shoyo, al ver a Kageyama conectar un poco los cabos sueltos y tener una explosión de ternura al verlo. Fue demasiado tierno, lindo y con un toque de déjà vu, verlo morder sus labios, enrojecer hasta las orejas y colocar su mano sobre su pecho, porque había sido flechado por la ternura de su hijo.

—Lo decidí —reveló su pensamiento después de un rato, señalando con la vista al pequeño chico que apenas estaba despertándose, abriendo con torpeza uno de sus ojos para mostrar eso profundo y oscuro color azul. Lo vio revolverse en los brazos de Shoyo, haciendo pequeños gestos involuntarios al arrugar su nariz, antes de volver a quedarse dormido bajo el lecho protector de su papá. Ahí Tobio lo decidió.

Sí, el bebé se parecía a él: cabellos negros lacios, ojos azul marino, piel blanca y una nariz que era sin duda similar a la suya. En pocas palabras: ¡un mini-Tobio!

—¿Tobio? —Shoyo lo despertó de su trance, con su pequeña voz aguda preguntando por su repentino silencio. El hombre de mayor estatura terminó por sacudir su cabeza, antes de atrapar en su mente lo que había logrado en su sagrado monólogo—. ¿Decidiste algo? —Curioso inauguró un nuevo espacio de peticiones de nombre con plazos abiertos. El mayor asintió.

—Como se parece mucho a mí, se llamará Tobio Junior Kageyama —apuntó a lo seguro con su decisión, estando más convencido que nunca que su nombre era perfecto.

Shoyo no estuvo muy de acuerdo.

—Ni de broma —comunicó su decisión final, dejando seco a Tobio. Aunque no le extrañaba, Kageyama nunca fue bueno para colocar nombres. Incluso cuando se enteraron del sexo de su hijo, el azabache había tenido que recurrir a esos libros que eran un recopilatorio de nombres masculinos.

—¿Qué-...? —Su propia voz se quebró, al ver como Shoyo frunció su ceño con mucha seguridad al afirmar el claro rechazo. Ni siquiera lo pensó, ni en un segundo lo consideró, ¡no podía ser! Así el azabache no podía rendirse—. A mí me gusta mucho mi nombre, ¿qué tiene de malo?

—Sí, tu nombre es muy bonito, y también sé que el bebé se parece mucho a ti —aseguró su esposo, dando un suspiro antes de que el rubor empezara a inundarlo—. ¡Pero tú ya eres mi Tobio, así que no puedo permitir que los dos se llamen igual! —increpó de repente, tomando desprevenido al mayor por tal afirmación, que cuando menos lo esperó, se sentía en las nubes, amado y halagado—. Además, el «junior» fuera de la ficción, se oye muy feo —opinó, haciendo un mohín con sus labios y tratando de evadirle la mirada—. Así que, entonces-...

—Shoyo, ¡cásate conmigo! —interrumpió las palabras del menor su pareja, completamente ruborizado y poniéndose de pie de golpe. Por inercia, su mano que portaba el anillo de casados golpeó su pecho, haciendo que Shoyo riera una vez más por la irónica situación.

—Ya estamos casados...

—¡Nunca es tarde para una segunda vez! —precisó sin nada de tacto, con la cara roja y más ansioso. Tobio no era ese tipo de personas que hacían bromas, así que era de esperarse que hablara en serio; sin embargo, Shoyo ya estaba acostumbrado a esas declaraciones donde éste le pedía que se volvieran a casar de repente.

—Bien, nos casáremos cuando decidamos el otro nombre —objetó con mucha facilidad, siendo amable y cariñoso hasta el último instante, logrando que el ruborizado y enamorado Kageyama asintiera y volviera a sentarse de nuevo en la silla.

El asunto de la segunda boda ya estaba decidido, pero, ¿y el nombre del bebé? Otra vez, el silencio volvió a inundar el cuarto de hospital.

—¿Juntar nuestros nombres? —murmuró Tobio, queriendo entender que esa propuesta no era tan descabellada. Sin embargo, Shoyo, siendo tan similar y diferente a la vez, se mostró completamente entusiasmado.

—Me gusta, ¡una mezcla de nuestros nombres! —respondió con emoción Shoyo y con ese característico brillo de inocencia.

—¿Shobio?

—¿Tobisho?

—¿Hishou? —soltó Kageyama, logrando que Shoyo dilatara sus pupilas y mirara a la cara a su pareja. Tobio se obligó a continuar, al sentirse observado por los ojos de Shoyo cubiertos de expectativa—. Significa «a volar».

—¡Me gusta! —exclamó Shoyo con una enorme felicidad por el logro que habían obtenido. Luego, prosiguió a mirar a su pequeño en brazos—. Él podrá volar adónde quiera, es un bonito nombre...

—Sí, me gusta... —afirmó Tobio, con esa usual expresión seria.

Shoyo amplió más su sonrisa.

—Bienvenido a la familia, Hishou.

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