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second drink

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Donde Merlina Addams es una omega dominante Y Enid Sinclair una alfa torpe.

O donde Merlina Addams odia la jerarquía que la hace inferior a todos, incluso de su novia.

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Desde que había nacido sus padres habían visto en ella esa chispa, ese brillo que la haría diferente a todos. Sus diagnósticos eran: "— Será una total enigma." "— Es la alfa de los alfas."

Que creencias tan inocentes.

Su infancia se basó en entrenamiento puro. Si quería ser la mejor alfa del clan, tenía que ser tan fuerte como para cargar a todos sus cachorros, tenía que saber luchar para defender a la manada de amenazas o tenía que saber controlar sus palabras para no herir a los omegas. Porque tenía que ser dominante, no una tirana.

Su padre, Homero Addams, había sido su mejor entrenador. Le enseñó a sostener una espada cuando tenía tan solo tres años, cuando sus pobres bracitos solo servían para levantar sus juguetes del piso. Aprendió pelea cuerpo a cuerpo cuando tenía siete años y supo de métodos de tortura a los ocho.

Su madre, Morticia Addams, la tenía como el más grande de sus orgullos, ella le enseñó todo lo que sabe sobre como liderar al clan a la perfección, ella sería la cabeza de la manada y no podía simplemente deshacerla con sus malas elecciones.

Estaba preparada para ser el enigma del clan y gobernarlos a todos. Pero todo se fue por el caño.

Su presentación se daría a los dieciséis años. Su primer celo ocurriría y con eso, sabrían lo que todo el mundo creía. Ella sería una alfa, mejor aún, una enigma. Y ella estaba tan emocionada de poder tomar el papel más alto de la manada, ella no merecía algo más bajo que eso.

Pero todo se arruinó cuando despertó esa mañana de junio. Un sudor tan pegajoso bajaba por su espalda y su cara se encontraba acalorada, muy apenas podía respirar y sentía que estaba alucinando todo a su alrededor.

Pasos acelerados se escucharon afuera de su habitación, griteríos por todas partes, pero sobre todo llanto. Su madre entró a la habitación con cajas de pastillas y un rostro afligido. Sus ojos brillaban con lágrimas y así se enteró que no era una alfa. Mucho menos una enigma.

Su madre era una buena omega, la mejor de la manada. Que ella entrara a ayudarla con su calor fue un aviso no dicho de que ella también era omega. Y una vez se bebió los supresores y todo dejó de dar vueltas se soltó a llorar en los brazos de su mamá.

— No me has decepcionado, mi cuervo. Estoy feliz de tener a una omega a mi lado.

— Pero esto no es lo que quería la manada — Estaba siendo débil tan cual omega, como alguna vez le comentó su padre.

No me importa, porque eres mi hija, seas beta, alfa u omega. Y no permitiré que ellos te lastimen — Se lo dijo con su voz de omega, esperando por que eso la relajara, acariciando sus cabellos húmedos.

— No quiero ser omega, mamá — Su voz ahogada por las lágrimas fue como un golpe en su orgullo, porque para todo ser humano, ser omega era de lo peor.

— Te enseñaré a quererlo, eres una Addams antes que una omega... Y los Addams no vivimos de lamentos. Somos orgullo ante todo, y debes sentirte orgullosa de ser una omega, Merlina.

Sus palabras la detuvieron de caer en lo profundo de la amargura. Su madre no la dejó huir de sus problemas y la hizo afrontarse al mundo sin su armadura, sin su disfraz.

Su primer año como omega fue sencillo, la gente se estaba acostumbrando a sentir su aroma suave a chocolate caliente, por un tiempo no dejaron de respetarla o de tratarla como la máxima autoridad. Ella seguía siendo Merlina Addams, la mujer dominante de la manada. Y ella se sintió bien con eso.

Cuando cumplió los dieciocho años todo fue cambiando poco a poco. Los niños más pequeños de la manada le perdieron el miedo y comenzaron a desafiar su autoridad en todo momento, ella les gritoneaba y les jalaba las orejas cuando no hacían lo que ella decía. Pero ellos solo se reirían en su cara.

Su hermano se presentó meses después como la salvación de la manada, el era el alfa que todos querían y así pudieron tratarla como ellos siempre habían querido.

Recuerda que en su decimonoveno cumpleaños las cosas se descontrolaron tanto, que ella tuvo que ser encerrada en su cuarto, porque "— Un buen omega no hace esas cosas."

Ella estaba sentada en la sala, era temprano por la mañana y estaba tomando de su café favorito. Uno de sus primos más pequeños corrió frente a ella, pisándole los pies. Ella bufó con toda la intención de llamar la atención del crío, pero este no le hizo caso.

Decidió dejarlo pasar, tal vez solo estaba siendo muy exagerada. Siguió bebiendo su café con normalidad, hasta que el mismo niño se acercó a ella y empujó su taza, haciendo que se derramara sobre ella y sobre el sillón.

— Limpia tu desastre, omega.

— Discúlpate, inútil.

— No, ¿por qué mejor no vas a tu cuarto a hacer cosas de omegas? Estorbas.

Su cara se frunció en coraje y sus ojos se llenaron de lagrimas amargas. Ella le tomó el brazo al mocoso, enterrando sus uñas en la piel del mismo. La cría comenzó a quejarse y a retorcerse en su lugar.

— Soy tu mayor, escuincle. Y a mi me respetas.

— No eres el alfa, a mi no me das ordenes.

Uno de sus tíos lejanos entró en escena para separarla del niño que comenzó a soltar lágrimas de cocodrilo, ella no se dignó a soltarlo, no hasta que su tío le propinó una cachetada.

— Suelta al niño, Merlina. Una buena omega cuida de ellos, no los lastima.

— Pues yo no soy "buena" omega y ese crío debe saber con quien se mete — Lágrimas rebeldes bajaron por sus mejillas ¿En qué momento ella dejó de ser la autoridad?

— Ya no eres lo más alto de la familia, Merlina. Puedo hacer que te expulsen del clan por esto.

— Entonces hazlo, deja en claro tu poder de alfa ¡Deja en claro que eres superior a mi! — Se lo gritó y a consecuencia recibió otro golpe en la mejilla que le volteó la cara. Su coraje fue tanto que se lanzó contra aquel alfa, dispuesta a matarlo por rebajarla tanto.

— ¡Mami, la omega está golpeando a un alfa! — Ese grito agudo le erizó los bellos del cuerpo.

Ella ya había perdido una batalla que apenas comenzaba, porque era omega y los omegas no desafían a los alfas.

Se volvió invisible para la manada, dejó de asistir a las reuniones semestrales y se concentró en continuar con sus estudios universitarios. Ella no quería ser separada de la vida en la que había vivido hasta sus dieciséis, así que se hizo pasar por beta. Tomando todo medicamento que encontraba y usando perfumes extravagantes para ocultar su aroma, ahuyentando a su lobo para que dejara de atormentarla.

Vivió toda su carrera universitaria siendo tratada como una beta, como o más normal de la sociedad. Al menos así era menos propensa a ser lo más bajo de la jerarquía. Se resignó a vivir como cualquier mujer, con sus altos y bajos, pero al fin y al cabo, mejor que vivir como omega.

O eso fue hasta que una rubia se estampó contra ella un día cualquiera.

Su cuerpo había comenzado a tener efectos secundarios por el exceso de medicamentos que tomaba. Su debilidad muscular había aumentado y no podía correr tanto como antes, tenía largas migrañas que la tumbaban todo el día en su cama, lo que la había hecho más irritable de lo normal.

Que esa tonta muchacha se hubiera atravesado en su camino cargando con el aroma de alfa, le arruinó el día por completo.

— Fíjate, idiota.

— ¡Lo siento! Lo siento, estoy llegando tarde a mi examen. No era mi intención, de verdad. Deja que te ayude a recoger tus cosas — Su voz nerviosa y aguda no parecía señal de ser una alfa, se replanteó la idea de que tal vez había estado con su pareja y había quedado impregnada de su aroma. Pero no había otro olor, más que el olor a canela.

Bufó con fastidio, agachándose también a recoger las hojas de su proyecto. Necesitaba ordenarlos de nuevo. Sus manos no se tocaron, ella evitó eso. Pero no pudo evitar lo torpe que era la contraria, así que su cabeza sintió un dolor agudo al ser golpeada por la de la contraria.

— Auch ¡Discúlpame por eso también! Dios, lo siento tanto — Se levantó con la energía característica de los alfas pero con el rostro avergonzado y sumiso de los omegas — Aquí esta tu trabajo, lamento este encuentro tan..

— Odioso.

— Sí, en verdad lo siento — Actuaba tan sumiso que podría ser confundida por omega a la lejanía — Adiós.

Y se marchó, dejando chispazos de su aroma en el camino.

Merlina hubiera querido alguna vez linchar a todos los alfas del mundo, pero ahora que miraba a esa tonta rubia alfa, no estaba muy segura de ello.

Tan pronto como ese encuentro se dio, la chica aparecía en todas partes a las que ella iba. Era como haber desbloqueado un nuevo personaje en su vida y ahora no podía deshacerse de ella. Y la rubia también la notaba, porque sus orbes azules en algunos momentos chocaban con los suyos oscuros, haciéndola reír nerviosamente.

Sin darse cuenta, dejó los medicamentos de lado. Esa alfa la hacía sentirse diferente.

Creyó que comenzaba a tenerle cariño porque de cierto modo, con ella podía recuperar su autoridad, podía creerse la alfa a su lado. Pero se sentía asqueada de repetir los mismos patrones que el resto de su manada tuvo con ella. Así que por un tiempo se negó a querer a la rubia.

Enid Sinclair, así se llamaba aquella alfa, era frágil y de cierta forma había pasado lo que ella. Sus compañeros de preparatoria no dudaron en tratarla diferente en cuanto se dieron cuenta que era alfa.

Toda su infancia había sido la niña mimada que le gustaba hacer reír a los demás, que se preocupaba si alguien se había lastimado o lloraba por cualquier cosa. Las personas cercanas a ella tenían la idea de que sería la omega perfecta, y las que eran muy lejanas decían lo mismo.

¡Sorpresa! Era alfa. Y todos sus allegados la trataron como basura, diciendo que no serviría como líder del clan y esas cosas. Incluso aún, siendo mayor y haciéndose de una carrera, sus compañeros solían molestarla por su cuerpo flacucho y su actitud sumisa.

— Oye, Sinclair. Haznos un favor y deja que te marquen, para que ya no le des mal nombre a los alfas. Ahí te encargó.

Ese día estaban sentadas en una banca a las afueras de la universidad, estaban compartiendo de una canasta de helado. El día había estado tranquilo desde en la mañana y ambas habían podido tomar sus clases con toda la normalidad del mundo. Hasta ese momento.

Merlina no pudo entender aquel ataque hacia su rubia, así que le gritoneo al chico ese.

— Cállate. Menos alfa eres tú, pito chico.

— ¿Tu omega te esta defendiendo, Sinclair? — Y le soltó una risa estruendosa, riéndose en su cara — Qué pena das.

— Estúpido — Estaba a nada de darle un puñetazo por su audacia, pero el agarre de Enid la detuvo.

— Basta. No lo vale.

— Eso es, alfita. Domina a esa omega.

Se zafó de su agarre y le soltó el peor puñetazo que aquel chico recibirá en su vida, le rompió la nariz.

— Dije basta, Merlina.

Ella por primera vez en su relación usó la voz de alfa, deteniéndola de su accionar, haciéndola temblar de furia. Cuando vio la cara de Enid se dio cuenta de lo arrepentida que se veía. Sus manos temblaban de temor y sus ojos brillaban por el pánico.

— Perdón. Perdón. No quería.

— Está bien, supongo que es tu instinto.

La alfa se acercó a ella con pasos cortos, temiendo su reacción, aunque ella se dejó ser entre los brazos de aquella rubia.

— No lo volveré a hacer. Que sea alfa no me da el derecho de abusar de mi privilegio — Ella le besó la sien cariñosamente, recalcando sus disculpas y mezclando su olor con el suyo.

— Gracias.

Chocolate y canela parecían uno solo ese día. El cuerpo del chico desmayado aún estaba en el suelo, pero necesitaban volver a curar sus heridas antes de huir de la escena.

— Eres mi omega y yo soy tu alfa, pero eso no quiere decir que tengo el poder sobre ti. Puedes irte cuando quieras, yo no lo impediré — Se lo susurró Enid en el oído.

— No quiero irme, porque contigo olvido que somos alfa y omega.


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Oigan, dejen de pedir smut, +18 y esas cosas en Die For You, yo no escribo esas cosas😭😭. En primera, porque no le sé al sexo y en segunda, porque seguro sale del reverendo choto y bien forzado.

Bueno, aquí esta el dibujito que hicieron ¿si o no está precioso? Muchas gracias a MariMaya8 por esto.

En fin, nos leemos luego, los amo.

-willy

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