capítulo 4.-La fortaleza de los Jacintos.
Dicen que entre más alta sea la cumbre, más dolorosa es la caída, no lo niego... Pero para quien ha caído demasiadas veces, aprende cómo hacerlo, o bien, valerse de planes y estrategias de contrapeso, pudiendo disminuir en gran manera la severidad, o sacar provecho a las propias contusiones, incluso conseguir que aún las más grandes caídas sean vistas y aplaudidas cuál si fuesen gloriosas.
Algunas pueden doler más que otras, en especial cuándo es un aliado quien os empuja... Ya sabéis lo que suelen decir, lo que no os mata os hace más fuerte, pero yo digo que hay varias maneras de haceros sentir que morís... Incluso desearla, y ese anhelo no desaparece, sino que se incrementa cada día y cada día... Es entonces cuando os suicidáis o enloquecéis, el dolor es inevitable.
Me costó demasiado entenderla al despertar con ese terrible dolor de cabeza, no muy lejos del valle de Zagros, entre el hedor de la carne podrida y los cuerpos descompuestos, a causa del calor. Un cuervo me terminó de arrancar el ojo derecho ese día, cuándo a causa de sus picotazos conseguí volver a sentir mis dientes, la debilidad os quita la facultad de sentir el movimiento instintivo de vuestra propia mandíbula, cómo se contrae débilmente el entrecejo y vuestros músculos faciales, el esfuerzo que conlleva tan sólo mover un par de vuestros dedos. He ahí cuándo intentáis, al entreabrir los ojos, completamente confundido dilucidar el saludo del lucero... gritáis extasiado, a la par que su fulgor ensombrecido os recuerda que, para infortunio vuestro no estáis muerto y os sobreviene la ira, el odio suficiente para sobreponernos al suplico. Maté al cuervo, actúe rápido; lo sostuve con mis garras y me negué a soltarlo, por más que se escurriese o picoteara, ... mi cuerpo logró darse la vuelta, alcanzarlo con la otra mano que traía lastimada y entonces lo maté.
Fue ahí que empecé a odiar a todas las bestias aladas. Veréis:
Uno de los lugares donde uno piensa que encontrará mejores compañeros es en el campo de batalla, no importa la pelea, escaramuza o conflicto bélico, se espera que los ideales y las enseñanzas del lugar donde vienes, así como las personas que te acompañan serán necesarias para poder avanzar en un objetivo único, pero al final, cada uno ve por sí mismo, en especial en los momentos más difíciles.
Podréis tener al único que pensáis que podéis considerar como un compañero digno, no tiene que ser alguien tan ilustre o tan amable, solamente alguien que podáis tolerar o incluso que os comprenda, pero incluso ese tipo de persona, puede tomar vuestra mano y en el momento preciso, ya sea por ser perseguido por un enemigo o escapar con seguridad hacia un lugar, no dudara en lanzarte a la inmundicia, no siempre para salvarse, sino por el placer de veros caer.
Y al mirar al cielo, veis caer esas jodidas plumas blancas. La bruma se espesa y el olor a azufre se hizo más potente, coincidió con la caída de una estrella, no muy lejos de una cueva de fósforo. ¿El resultado? El rayo; humo negro, desmayo y confusión.
Fue ahí que en medio de tormentos fui preso de un extraño sueño; y sobre el cielo vi un hermoso dragón con escamas azules y violáceas con ojos semejantes a la esmeralda y el zafiro, y el estruendo de su voz cómo el de mil relámpagos, y mi alma se maravilló con su presencia, y dije en mi corazón quién cómo está bestia, puesto que sus flamas eran como las lilas y todos los de su tipo le seguían, porque le honraban, pero poco a poco se fue debilitando y al acercarme le hallé una avanzada necrosis, por causa de las infecciones y le fue dada la lepra, porque además estaba rodeado de fuego y las alas, del cuerpo parecía que se le desprenderían, y cayendo al fango, cada vez más y más la oscuridad lo rodeó, pero puede ver desde arriba como cuervos blanco graznan, entonces se acordó de cierta melodía entonada una vez con una flauta, y anhelo unas percusiones para acompañarla, el canto de las sirenas se hizo presente, más era similar a unas risas burlescas... He ahí cuándo la angustia lo apremió y la oscuridad por completo lo desvaneció. "
Pude sentir cómo desfallecía el ultimo ápice de compasión, se evaporó con una simple lagrima al tener que rematar otro más, antes de volver a darme cuenta de lo que en verdad estaba pasando; pude sentir su aliento contra mi cuello, junto con la desagradable sensación de la sangre que desde la tráquea regurgitaba, el hedor de sus fluidos, algo trataba de cogerme de las partes privadas, nunca lo voy a olvidar, mareado cerré los ojos, apunto otra vez de colapsar, luego los oniros me condujeron a un terreno llano; simple, burdo, con pasto, sí, pero era tan minúsculo que aunque estuvierais descalzo, no podríais sentirlo, completamente insignificante, camino de este modo y encuentro un árbol, y bajo el alguien que descansa, mientras ve a lo lejos caras conocidas, lejanas, pero fáciles de reconocer para él, aun así, su rostro no se mostraba complacido por la sombra de ese gran árbol o de la propia melancolía de esas criaturas... Al final sólo le llego el pensamiento de derribarlo, mientras sus manos se transforman en garras, el simplemente las hundió en él, rasgando profundamente la corteza, mientras la savia caía suavemente entre los dedos, más le era molesto, pegajoso, incluso podría considerarlo asqueroso, repugnante en sus manos, ignorando lo que hizo y se quedó de nuevo a descansar en la sombra de aquel mismo árbol, mientras veía cómo la vida desaparecía frente a sus ojos...
He ahí cuándo desperté, con el cadáver de un ...no lo recuerdo, tenía el estómago abierto debido a los golpes proporcionados y algo más allá que un simple zarpazo, había muerto ahogado en su propia sangre y sus propios jugos gástricos. Siendo despertado por el cuervo. Quise frotarme la cuenca ocular, porque sangraba y pedazos del nervio óptico, junto con el tejido muerto colgaba, el dolor no cesó, para nada. Podría haber agradecido el no poder vislumbrar mi reflejo, porque de haberlo hecho me hubiese horrorizado, pero de todos modos cuándo quise beber agua de la fuente el susto resultó ser el mismo. Entonces temí. Pudiera ser que sólo pudiese ver de un ojo, o mi audición se viese afectada debido a que tardaría en regenerar, pero las leves voces y vibraciones. Normalmente me hubiese replanteado si aquello se trataba o no de enemigos, animales carroñeros, siendo o no una alucinación... pero hice caso a mi instinto y opté por ocultarme bajo los cadáveres y a rastras, cuándo nadie miraba huí.
De cerca ví cómo levantaban algunos de ellos, los pateaban o pinchaban con sus lanzas, de los menos hediondos o los pocos que eran capaces de conservar algo de ropa, revisaron, buscando algo de valor. Al insatisfechos, cogieron el cuerpo de Lamash, viendo qué todavía quedaban en ella últimos destellos de vida, le arrancaron los dientes y la forzaron a divertirlos; lamiendo sus penes, teniendo que fornicar con el camello, ingiriendo su propia semilla, cubriéndola de orina y ... No me era prudente permanecer ahí, así que los dejé entretenerse un rato con ella y entonces escapé. Tampoco resultó sencillo, me costó contener un poco los sollozos y gritos, pero supongo que se lo puedo agradecer a la... Bueno, un poco.
Me alimenté de una parte del cuervo, a escondidas, tras una roca, aunque sin mucho apetito en realidad. A veces sigo recordándola, desconozco qué más hicieron con ella, pero de algo si tengo certeza, luego de haberla rellenado cuál gallina en inmundicia, se la comieron.
"Comprendo lo complicado que resulta a veces mantener la calma, pero como siempre os digo, las emociones os hacen débil y la debilidad, es una opción... Pero para poder alcanzar a lo más alto, o bien, resurgir cómo el fénix de vuestras propias cenizas, es vital tragaros el cáliz de vuestra propia ira, y dejaros invadir por esa gran amargura, mentalizarse y por un momento dejar de pensar en cómo os rodea el instinto de muerte. Entonces esa imagen lamentable pasa a convertirse en vuestra motivación y fuerza, aprended del leproso de las aguas, que cuál ramera ofrece su lecho, por cuánto la noche es oscura y los viajeros se sienten solos y quieren cobijo. Que el orgullo no os abandone, aunque a veces sintáis que prolongaba la agonía y el terror, ya que, en las tinieblas de ese abismo mortal, uno se da cuenta que no queda nada. Sólo el pesar y el inmenso dolor, y eso es el impulso necesario para salir...
Extrañas palabras de aliento, viniendo del leproso de Hatussa, cuándo en su lecho de muerte, envuelto en sus lágrimas y abrumado en sus dolencias, luego de haber fornicando con esos soldados otra vez, en su embriaguez río al tiempo que estalló en llanto, por causa de sus dolencias, porque además de lepra poseía llagas qué, de cuando en cuándo estallaba, impregnaba el tufo de la sangre de muerto y le rodeaban las ratas, porque desnudo se presentó ante mí cuándo preso de la sed me precipité al agua del oasis para beber... Porque hacía calor y a parte de la sangre del pájaro ese, que no hubiera dado mi alma por al menos algo de agua en esos tres días, y pensando que mi vida terminaría presa de otro espejismo, me zambullí en sus aguas y bebí, dejando de luchar y mi cuerpo se hundió, sintiendo la humedad impregnada mi garganta, saciando la necesidad del cuerpo y el alma. Ignoro cuánto fue en realidad todo el peso que perdí, pero a sudor y coágulos ya no apestaba.
Una voz se hizo presente y entonces lo entreví, regresando de la orilla, no recuerdo que me dijo, pero luego de ser arrastrado, viéndome más parecido a un cadáver que a un moribundo creyó salvarme, bajo la sombra de las palmeras de mejor forma ese cuerpo delgado y desgastado por la corroída enfermedad yo lo ví, contemplé esa tez rojiza y quemada, sus marcas de viruela y la huella que deja en veteranos el paso la gonorrea. Me dijo que le habían hecho copular hasta con perros; de niño arrancado de los brazos de su madre y ofrecido cómo esclavo, para lascivia de hombres sudorosos, capataces y jóvenes soldados, por causa de su hermosura. En parte lo comprendí, siempre los más bellos resultan ser los más vejados, y sin embargo, dijo haber dormido en un palacio, de mano en mano hombres y entre las esposas y ancianas se lo habían intercambiado.
Imaginároslo ahora a los treinta y dos años, revestido de telas sucias, pero todavía coloridas, maquillado con sangre de paloma, aferrado a una gargantilla de oro, regalo de la reina de Uru-salem... Con genitales carcomidos a causa esa extraña enfermedad, quemando calabazas a falta de opio, envuelto en sangre por la última golpiza... Había dejado de doler, gracias al avance de la putrefacción y cuyo único consuelo, era el vino robado del inventario... Y por supuesto, el daño ocasionado, porque sus presas preferidas fueron los hijos de Ma'av, que atraía con su hablar dulce y gestos de invitación, por causa de las ofensas de sus padres. Entonces yació, pero con una sonrisa murió, porque por fin el mal que habían hecho les devolvió. Salí a tomar aire, el hombre apestaba enormemente a podrido, entonces al asomarme pude ver desde arriba el fuego de las antorchas, envueltos por la ira y consternados, no hallando lo que buscaban, sin ningún vestigio de esperanza...
Me agradaba, ahora que lo pienso, al igual que Ruffy, también se os asemejan un poco, Poochi.
Algo así pasó hace tiempo en Bretania, la diferencia es que, a veces, el propio emperador sitiado hace más daño que una reina o un concejal intrépido y libre, teniendo la probabilidad de llegar a lo más alto por su cuenta, pero nunca serán fuertes, porque no quisieron serlo... Y, sin embargo, son fragmentos de la vida... "
El resto del trayecto, pese a la singular tranquilidad, les pareció mucho más largo de lo habitual, puesto que había se trasladó con apuro y en clandestinidad, luego de experimentar complicaciones debido a que fueron interceptados por la guardia real, preguntando sobre su procedencia y exigiéndoles altísimos tributo, resulta en cierto modo risible el tiempo en el que con los vigías incluso regatearon, incluso al capitán llamaron y eso significó esperar un poco más. Aquello les generó hartazgo y aburrimiento, sin embargo, luego de casi diecisiete días de cabalgata, durmiendo en literas o compartiendo espacio en la carroza, al fin arribaron a las puertas de la ciudad fortificada de Enosh, rebautizada así en honor a su conquistador. Ahora bien, siendo una noche particularmente cálida tomando en cuenta el declive del verano, pronto los días pasarían a volverse mucho más cortos, no obstante... A menor alcance, mayor resultaba la agonía y fuertes los alaridos de Anar, cuyo amor sobre las aguas del firmamento proclamaba, en afán de ser escuchado, esperando una respuesta, expandiendo las ondas. Poco faltaba para que en las zonas costeras se alejaran de los puertos y los más ancianos aconsejasen no zarpar, previniendo la llegada de los malos tiempos.
Y mientras tanto, la comitiva de Midgard se abría paso. La luz del candelabro desde lo alto de la torre se hacía presente, entre brocados de sol, flores y orquídeas. Extraña fue la decisión de incluir jacintos, botones de narciso y un dragón entre los estandartes de la decoración, pero se ha de suponer que fue sugerencia de Yiarlon, mismo en el qué su desnudez se había de nuevo enfundado, preso de un arranque de pudor en su más silenciosa soledad... Al tiempo en que volvía a perderse en su reflejo, y los jadeos, a la par de las risas y el desenfreno invadían cada rincón de los aposentos... Si bien, detestaba los roles pasivos... Debía admitir que aprendió a encontrarle ventajas. Tener más tiempo para observarse en el espejo y la firmeza de su espalda o la manera tan peculiar en que sabía enfocar el ángulo favorecedor, dando el perfil al girar el mentón... O el singular placer que halló al frotarse la ingle y proporcionarme una doble estimulación... logró aprender cómo controlar el movimiento, a parte... Dando la cara consiguió doblegarlo e incluso inmovilizarlo sus muñecas con una sola mano... Porque era fuerte y muy alto...
De pronto la tela se cayó, por su espalda resbaló y no hubo más que el largo de aquellos lizos cabellos, cual si fuera melena de león que de la cintura para arriba le cubrió. Entre tanto, el amante en ese instante jadeó, al tiempo en que arqueó su espalda y el cuello, sin dejar de verle, con el fuego por dentro desbordó....
-No... Todavía no... -Yiarlon tan sólo entre dientes río y era el brillo de sus ojos semejante a los destellos de zafiro y su sonrisa semejante a su semblante altivo. Entonces lo ahorcó. Y fue en ese instante cuándo rotó a su izquierda la mirada y el contorno de sus piernas musculosas vislumbró... Y he aquí que el chirrido de las viagras de una extraña presencia los alertó. Fue de este modo la espalda de Yiarlon se irguió, volviéndose con torpeza, pues había perdido súbitamente la concentración, primero el susto luego la ira, y maldijeron haber dejado tiradas sus espadas en el suelo, junto con toda la ropa, al alcance del enemigo y no un lado, en la mesita cómo se recomienda. Pero cuál fue su sorpresa al toparse con esos pies tan delicados enfundados en esas sencillas sandalias de cuero, apenas cubiertas por la falda tan larga...
-Vos... -señaló uno viendo en su dirección, al tiempo en que con las sábanas se cubría y en su rostro la cólera era lo que prevalecía, buscaba la forma de alcanzar al menos una daga. En cuanto al rubio, este se había reincorporado sin más, abriéndose paso entre las ropas tiradas.
-Señor, os lo suplico. No era mi intención... - dijo, al mismo tiempo en que se arrodilló. En cambio, su amo extrañado simplemente se rió, entre tanto... Su amigo se encolerizó.
-Levántate Greta. -fue sencillo reconocerla por causa de su dulce voz, se trataba de la hija del mayordomo, por consiguiente, el ama de llaves. Y he aquí que joven era su rostro y oscuro el color del cabello.
-¡Matadla! -Exclamó el otro, levantando la cabeza... El cabello rizado y rubio lo delataba, se trataba de Lachmount, hijo del mariscal, y pese a ser hijo de su padre, acabó heredando los rasgos andróginos de la madre. - ¡Os sacaré los ojos y luego os cortaré la lengua! - y oyendo esto, Greta con los ojos y rostro enrojecido en lágrimas rompió, las pupilas contrajeron, otra vez se agachó y juntando las palmas por cada uno de los dioses imploró clemencia y su perdón. El príncipe por el contrario nuevamente río, para este punto ya había logrado coger el arma y le divertía la situación.
-Oh, vamos... Si no es para tanto -Fue de este modo que, mientras el otro se aproximaba para agredirla con un cuchillo y llamar a los guardias, el rubio interrumpió riéndose interrumpió -La pobre sólo estaba mirando... -señaló a la aterrorizada chica, quién desde arriba miraba absorta, abrumada por la angustia, llevándose las manos al pecho, jurando salírsele del pecho el corazón. -Yo digo digo que, si quiere ver que vea, Lachmount. - desde abajo ella vio cómo el último a ella con cuchillo en mano se acercó, armados y desnudos los dos, observó de mejor manera el grosor de las piernas de los dos hasta el vientre y la anchura de los hombros de los dos, así como la forma en la que caían por los hombros los cabellos de los dos, demasiado bello para ser un hombre, para sus adentros pensó cuándo con la altiva sonrisa de Yiarlon se topó, que luego se relajó, luego volteó a ver a Lachmount, más alto y delgado que el anterior, quién al principio la vió con repulsión, un poco pertinaz, tanto él y ella comprendieron su lugar en tan incómoda situación... - Oh, querida.. si queríais unírtenos sólo os lo hubieras pedido... Ahora.. -No obstante, los ojos de la doncella se desviaron al filo del sable que el menor portaba y temió...
-Yo... -Y nerviosa titubeó... Y en un pestañeo, sintió cómo con el arma su oreja el humano le rozó, ella sangró...
-Quièn primero, decidid ahora... -y cuándo el sable, con ademán de cortarla levantó, los gritos de la doncella, sumida en sollozos entre inentendibles palabras un nombre al fin profirió, fue Aren, hijo de Daven, concejal del difunto rey Sigurd IV que, atraído por el escándalo, la salvó...
-Os traigo noticias urgentes, mi señor. -dijo, emergiendo tras el umbral de la puerta de la sombra de dos fornidos acompañantes. Su voz era, por el contrario, a la aspereza de Yiarlon o lo profunda que a veces se tornaba la voz de Lachmount, suave y apacible. De negros cabellos, cejas pobladas y rostro demacrado, a causa de la edad, no faltaba mucho en realidad para que la belleza de sus rasgos empezara a marchitarse. -Marchaos de aquí, Greta... Dejadnos solos-Ordenó, girando por un instante la cabeza, consiente de su miserable estado, gesto que la muchacha interpretó cómo indulgencia, o pudiera ser verdadera clemencia. Entonces, cómo pudo, apoyándose con las manos en el muro se levantó, y entre lágrimas no hizo más que agachar la cabeza a modo de reverencia y pedir perdón:
-No se ensañe conmigo para siempre, mi señor... - sollozando imploró, sin más salió corriendo y se alejó.
Y no hubo más que el repiqueteo de su trote, puesto que sus zapatos habían sido hechos con hueso en la parte de la suela y el tacón. Acto seguido, por órdenes de Aren, sus hombres también se fueron.
-Majestad, me temo que hay cosas que es mejor comentar en privado, algo que mi señor de Ríkruisce comprenderá mejor que nadie ... - dijo. Refirièndose al elfo Lachmount, a quién no dejó por incómodos momentos de mirar con extrañeza y contenida repulsión. En cuanto a este, ofendido el seño frunció, pero tampoco pudo hacer mucho, puesto que empezaba a vestirse y todavía no terminaba de subirse el pantalón, apenas había levantado la visita y podían verse a contraluz las vértebras de su delgada espalda cuándo topó con la mirada inquisidora del concejal, quién desde arriba en silencio parecía que lo juzgará y eso en gran manera le enfureció.
-No os preocupèis, Aren, Lachmount es de confianza -respondió el príncipe, para este punto ya se había dado media vuelta, no teniendo mayor opción que inclinarse para luego enfundarse el mismo el estandarte a modo de cubrir su blanca piel, y entre el brocado de jacintos y las alas del dragón qué ocultó su desnudez. -Tenéis libertad de decirme todo lo vos deseáis. -Habló. De este modo, relajado a los pies de la cama, con las piernas abiertas se sentó, símbolo de soberbia y completa relajación, extendió la mano para coger un poco de fruta del plato de la mesa de al lado y se lo comió...
-Vuestro querido tío, señor de Ystad ha muerto, mi señor.
Y de un segundo a otro, el semblante del rubio cambió, parecía que incluso el gusto a la comida perdió, porque súbitamente dejó de saborear el dulce y el vino no lo alivió. En cambio, su mensajero se mantuvo inamovible, cómo quién contiene el descontento y la decepción.
-Lo mataron en Visby, majestad. Mi lady, sigue cautiva.
Al vanidoso hombre al escucharlo se le vio cabizbajo, tan sólo se limitó a vislumbrar con cierto aire de melancolía el difuso reflejo en su bebida, pues resulta que Lady Elaisa, su prometida, había sido preparada para su boda, en afán de sellar el acuerdo matrimonial en la modesta propiedad de... en ... Qué .... Seguidor de Katar y uno del aprecio de Lucian, hijo de... Acogido por los salvajes en ....., La había observado varias veces pasar y en sus atavios y para sí la codició, motivo por el cual en una emboscada la raptó y la violó, Yiarlon calló, no sabiendo qué sería lo más prudente, recordandola a ella y el afecto que le dio y que, siendo, por medio de ella que su padre lo dotó de recursos y buenos hombres y el motivo por el cual lord.... accedió a mantenerlo cómo invitado de honor en dominio de elfos, sin embargo, vedlo ahora, sumergido en la angustia y por primera vez sintió temor.
-Majestad, entiendo que la noticia le haya perturbado, mi señor de .... Ha pedido ayuda a ..... Y ...... Es vuestro deber movilizarnos al paso de Visby, vuestra presencia podría...
El joven tomó un sorbo de su bebida con algo de dificultad, ya sea para encontrar algo de valor, o de ocultar su cierto ápice de inconformidad.
-Olvídalo, no será necesario. -Interrumpió -Siempre resulta lamentable perder a una doncella tan dispuesta... -Y lo que a sir. Aren más rabia le causó, fue la pasividad, la calma con la que de ella se expresó - Pero desde hace mucho tiempo que dejó de ser para mí una gran opción... - por un momento calló, acto seguido, y disipando la tensión se limitó coger un trozo de manzana de la bandeja dejada en la mesa. No obstante, mientras el rubio se distraía ladeándose, viéndose de reojo en el espejo que había de tras de su sirviente, cada que alzaba su mentón, Aren apretaba con fuerza los puños, el coraje contenido le coloró las mejillas y los dientes rechinó. Los párpados parecía que humedeció y... - Ahora alcanzadme la ropa y decidle a Getha que me sirva más comida.
-¡Iba a ser vuestra reina! ¡¿Dónde está vuestro honor?! -y el zaino estalló. No obstante, Yiarlon, pese a todo pareció que río.
-Ya, tranquilo. Tendremos las tropas suficientes para rescatarla cuándo me case con la protegida de Haldon. -Aclaró, resulta qué, vio que las hijas de los Qüendi eran por mucho, más hermosas, aún sus esclavas, y pese a su naturaleza mortal, su belleza no pasó para nadie tampoco desapercibida, así cómo sus dotes con el laud y orador, no tardó demasiado en despertar curiosidad en las cortes y hacerse de algunos amantes y de un generoso mecenas. - Podéis calmarnos, que vuestro señor no quedará desamparado.
-Vos jurastèis por los dioses, mi señor...
-Y ella paciencia y guardar su castidad... Créeme que me duele, Aren y lo lamento profundamente, pero la vida sigue y ella... Ya no era tan importante...-Súbitamente se levantó, caminando hacia uno de los espejos para mirarse de cuerpo entero mejor, he ahí qué notó lo desordenado que le había quedado su largo cabello y las ojeras que no tardaron en aparecer por la falta de sueño, puede que de fiesta en fiesta se la pasaba, asistiendo a los banquetes o frecuentando la comedia.
-No recomiendo traicionar la confianza y gentileza de los elfos, ya es un año que vos ha sido bien tratado en sus estancias y, no debería menospreciar los favores de lord Rëinfield -dijo, y siendo consciente de la ausencia de pudor del rubio y del indignante estado en que fue hallado en el lecho con su amante, confirmando él por sí mismo los rumores. Contempló con su estrecha cintura y el ancho de su espalda, la gracia casi burlesca de sus movimientos, junto con la manera en que a veces se descuidaba a la hora de taparse y cubrirse la retaguardia...- Que los dioses nos amparen y me de paciencia para soportar todo esto
-Ya, vos estais exagerando... a parte, Lachmount y lord Aderyn ya lo tienen resuelto, me conseguirán audiencia con lady Brigit y las hijas de la reina.
-¿Y qué le hace pensar que aceptará, si vuestro padre con ellos siguen en guerra? -inquirió Aren.
-Porque también odian a Sweeod y la tribu de salvajes en el norte y no quieren que ganen más poder. Cuando sea rey, permitiría un acceso, obvio con nuestros beneficios, eso es incluso mejor que seguir perdiendo tiempo y dinero peleando contra varios enemigos, tendré que proponerle que es mejor un pequeño tributo, a estar batallando, algo que es totalmente una molestia para ella. Además, no están preparados para una invasión desde el norte, menos continuar con una disputa que solo tiene con mi padre.
-De las pocas cosas de buen juicio que, la percepción del hombre, el monarca fue capaz de conjeturar.
-Puedo ver qué a tomado en consideración las enseñanzas de los sabios de Balifour, os han hecho bien..
-En realidad fueron sus hijas las que me hicieron mejor, unas lecciones muy personales...-se burló, una risa seca entre dientes contuvo, entonces un cansado suspiró. Súbitamente a él se volvió -Bien saben que no me olvidaré de la generosidad de mis amigos y justo en un rato tendré una conferencia sobre eso con la condesa. -hizo una pausa - Elisa era mía, pero es crucial mantener la cabeza fría -explicó - Ahora, vais a quedaros ahí mirando o me recogeréis la ropa? -
"Ahora... - Y arrugando el estandarte, a la cara a Sir. Aren se la arrojó. No obstante, ni por asomo le dió y la azulada tela a sus pies cayó, aquello no pudo evitar contrariar un poco a su servidor... Pero a sus desplantes podría decirse que ya estaba acostumbrado... Y en silencio se quedó, habíase detenido un instante, pudiendo contemplar de mejor manera el esculpido torso y el ancho de sus piernas, del mismo modo la manera en la que de espaldas se proyectaba su reflejo en el espejo vertical y la danza de las llamas, -Aren... -por su nombre le habló, mas este, absorto no le contestó y eso le molestó.- ¡Aren! - no le quedó más que chasquear los dedos y levantar el tono de voz -¿Vais a quedaros ahí mirando o me recogeréis la ropa? - naturalmente el consejal, un poco incómodo optó por desviar un poco la vista y se disculpó, limitándose a pasarle tan sólo el primer trapo que cogió. - Ahora marchaos... - resignando, acomodó con una mano sus caireles y sobándose las cienes, suspiró - Decidle a Gretha que me traiga más vino y prepare mi baño y tenga listo mi traje -Aquello alivió un poco al servidor, puesto qué, le fue inevitable no sentir asco, ni ponerse nervioso al tocas las telas y pensar en lo que habrísn hecho entre ellas. -Justo ahora debo reunirme con Erwin y lady Gwïr, es precisamente de lo que íbamos a hablar. Tengo asuntos urgentes para poder apoyar nuestra causa
-¿Cómo es que pudo conseguir una reunion con ellos?
-Tengo mis formas, Aren. Podría decirse que aprendí a llevarme muy bien con los elfos..
Y mientras el concejal le veía agacharse el mismo, cogió el libro de candados y cerrojos que había estado leyendo cómo pasatiempo, que entre la algarabía cayó al suelo, sepultado abajo de las ropss, para luego reincorporarse, pasando de largo y recostarse otra vez en la cama.
Desde la muerte de su padre, hermanos mayores y sus hermanas, a él solo le fue relegado la labor de instruirle y cuidarle, lo cual pareció significar arreglar todos sus desastres y la predecible seriedad y frustración se apoderaron de él.
-Los dioses nos amparen, majestad... y guarden para siempre, que los tiempos son de morir y nunca se sabe cuándo llegará Skuld... - dijo en un susurro para nadie más que si mismo. No obstante y cómo era de esperarse le ignoró, se llevó una mano a la cintura, asegurándose de todavía conservar la bolsa con el polvo que Laminak le regaló... Se dió la vuelta y se marchó. -...
Y mientras a la puerta este avanzaba, la cabeza agachaba, su mano izquierda se aferró a su daga de plata, con la insignia de la serpiente antigua tallada, pues era zurdo, y no hubo más que el hondear de su capa, dejando por un instante a la vista el destello de las armas prendidas y ocultas entre los varios bolsillos del manto. En silencio constantemente reflexionaba a cerca de las decisiones acordadas... Vió con disimulo y de reojo la figura de aquel joven al marcharse y la angustia le apremió.
- ¿En verdad es que habrá alguien que este por delante para ilustrarle y guiarle? - pensó. -Tiempos duros se acercan - no se equivocó, pues sería muy insensato de su parte pensar que alguien lo tome de la mano y lo lleve como si de un pequeño niño se tratase, o dispuesto a respaldarle tan ciegamente, o acabaría apuñalado por la espalda.
No hubo más para pensar, el servidor tan sólo respiró hondo y cerró los párpados, agachó la cabeza, apresuró el paso y se marchó, y fue el eco, por causa del arrastre de sus pasos, así cómo el golpeteo del tacón del calzado lo que inundó la oscuridad la habitación...
Jolgorio y algarabía reinaban en Kormantór, nombre dado por los antiguos miembros del consejo entre susurros a la residencia de Kormántor, mismo secreto a voces de regó por los vulgos y la guardia que entre los ebrios y enanos en Callen Ollin nombraron Kormantyr que significa "Consumación de la promesa" a modo de mofa, cercana a los huertos de Ampala, ubicada más este de Enosh, misma el rey elfo por mucho tiempo sirvió para alojar a todas sus amantes, mismo que se dijo, Tari mandó clausurar, así cómo castigar o expulsar a las antiguas compañeras y rivales. Cómo esclava llegó, y de distintos amos hasta conocer a los ojos del fallecido Mäglor II, hallando gracias en sus ojos, por obra de los dioses... Aunque si a ella os lo habéis de preguntar, cualquier caza parecía ser buena para el rey, motivo por el cual no se emocionó al ser escogida, ni tampoco se enlutó demasiado por su ausencia, sino, por el contrario... cortésmente siempre agradeció. Qué no os sorprenda entonces el nombre tan... curioso que pasaron a darle a cierta casa de juego en..... no muy lejos de Ampano, el sitio estaba medio oculto entre los caminos que llevan a Icëloth, lugar ideal y discreto para quien desea descanso o diversión, o algo de compañía para ver juntos la salida del sol...
No importaba cuán oscura fuera la noche y el contraste con el brillo incandescente de los faroles, el fulgor del candelabro o la manera en la que se distorsionaba su figura al reflectarse en los tapices bordados en oro las manzanas y flores de cerezo, el sonido de las pisadas o el arrastre de la sombra entre el perfume del incienso y humos del saumerio. Si bien, ambos resultan ser polos puestos, iguales en naturaleza pero diferentes en intensidad ¿Hasta dónde termina la luz y comienza la oscuridad? Planteamientos recurrentes por la mente de Aki mientras observaba la llama del reloj de vela, puesto en la mesa del frente, a un extremo de la chimenea, no pudo evitar mirar el peculiar grabado en la pared referentes al reencuentro destinado de Ithil y Anar, y no acordarse de cierta historia de su tierra... dió otro pequeño sorbo a su té de jazmín, al tiempo en que agachaba discretamente la cabeza, limitándose a exhalar. Cómo piedras de onix eran sus ojos y semejantes al velo nocturno el frondoso cabello que no hubo de cortar en más de doce años, esto debido a lo vistoso que resultó su aspecto, del que acabó por acabar sacando un poco de provecho, puesto que la curiosidad provoca deseo. Luego de ser entregado en intercambio a Mäglor II, a quién llamaría su nuevo amo, cómo resultado, le llegaba hasta debajo de las rodillas. Si bien su apariencia no pasó para nadie desapercibida debido a la piel pálida, extrema delgadez y esos tan ojos pequeños, lo cierto es que poseía una boca muy pequeña y tenía el rostro en forma de corazón, y pese al mentón fuerte, tenía rasgos delicados, pudiendo ser fácilmente confundido con joven mujer... al menos dejaron de llamarlo ungwe... No obstante, nunca dejaría de ser visto cómo un tipo de animal raro...
Y mientras entre la algarabía se abría paso, no pudo evitar inmutarse ante cierta escena de aquel festivo escenario, alzar una ceja y ruborizarse ante los gestos de invitación de cierta elfa que justamente se hallaba en la mesa del fondo fornicando con lo que juró parecer un fauno, pues las luces eran nítidas, esta lo tenía aprisionado entre sus piernas, dando la espalda... Al espectador que desde lejos contemplaba esa rubia melena caer sobre sus hombros y el ancho de su espalda. Por un momento al verla se estremeció, pues radiante era el brillo de sus ojos y hermoso parecer. No obstante, muy incómodo se dió la vuelta y cortésmente con el movimiento de su mano declinó. La conocía, sí...pudiera ser que no demasiado, pero si lo suficiente para no involucrarse con cierto tipo de clientes, dando cabida a vanales emociones. Fue así como se abrió paso; se replanteaba si las decisiones que había tomado habían sido realmente las correctas o meramente necesarias cómo en un tiempo quiso creer que realmente era libre... dejó su tarro de lado, colocándolo en la mesa que tenía a un costado, no importaba cuánto pasara, jamás se acostumbraría a esa horrible costumbre de ponerle ron o leche al té..."
Treinta años habían pasado desde que lejos de su natal Ionia, en los que trece de estos los pasó en cautiverio al servicio de las concubinas del rey en Karmantór. Puesto que, asqueado por su aspecto y naturaleza, no por hallarlo repulsivo, sino todo lo contrario... Puesto que, debido a su belleza Lord Mäglor le vió bailar entre la incandescencia de las brazas y se enamoró de él. Le gustó tanto que lo compró. Imaginad ahora la gran ira que sintió y la expresión de su rostro cuándo esa noche al descubrirle a solas en la intimidad de los aposentos se dió cuenta que no era una hembra, sino varón...
No obstante, pese a haber tomado su espada ... No lo mató, su orgullo no le permitió confesar que el mismo estando tan ebrio se había engañado y prefirió simplemente echarlo para siempre de su presencia. Tampoco reclamó a los mercaderes o siquiera se molestó en buscarlos. Y para siempre al parecer significó esperar a que su señor nuevamente estuviera lo suficientemente aburrido ... Y quisiera algo nuevo y diferente, atraído por sus dotes del baile y la actuación. Porque también a los soldados contaba historias y relatos sobre amantes inexpertos y doncellas hambrientas de curiosidad... Motivo por el cual, luego de su liberación y siendo acogido por Lady Gwïr, con ayuda de algunas viejas amantes del monarca, amigas suyas abrieran lo que un tiempo empezó cómo una simple posada, lugar de alojamiento para no sólo viajeros, sino también los despreciados... La reina Medusa sin duda tuvo mucha suerte, eso no lo negaría nunca, pero de no ser por Vannya no sería nada. Pues en riesgo más de una vez estuvo de no llegar hasta el parto. De todos modos, cualquiera de las otras, cegadas por la envidia la hubieran matado o bien hecho abortar, cómo abundó la competencia desleal y el monarca murió asesinado antes de serle anunciada la noticia que una sierva habría de concebir a su hijo primero o las consecuencias al seguir siendo bastardo, porque Mäglor nunca se casó y murió, sin dejar ningún legado
Sus pensamientos fueron entonces interrumpidos por el golpeteo de la puerta, usualmente atendería un guardia... Pero, siendo consiente de lo que había acontecido, al asomarse de reojo y atisbar, mientras avanzaba por el vestíbulo, este parecía estar muy ocupado cumpliendo con las exigencias de lady ... Que también era atendida por Lord.... y Yiarlon, quien se contenía, reprimiendo sus quejidos, siendo penetrado por el soldado mientras posaba la cabeza en lo que parecían ser la entrepierna de la dama... quien se hallaba sentada en la silla, con los ojos cerrados, entreabriendo los labios y arqueando la espalda, al tiempo que de los dorados cabellos lo sujetaba o eso fue lo que pudo entrever a causa de la tenue iluminación en el cuarto, ni preguntar, como siempre, lo más prudente era alejarse y no cuestionar nada... Aunque, si os lo preguntáis a Aki, sus ojos no pudieron evitar posarse en ese singular y muy apuesto invitado y la forma en la que resaltaba la musculatura de sus fuertes brazos, pues yacía apoyado en el suelo sobre sus manos y rodillas y eso le generaba mayor esfuerzo, porque, y pese a la repugnancia de aquella escena le intrigaba saber cómo haría para sentarse o andar correctamente, luego de darse cuenta de los dotes de lord.... Y el alcance de su vigor... Prefirió voltear la mira, desviando su atención a la doncella inmaculada que yacía junto al unicornio del tapiz que colgaba, decorando los pasillos, rompiendo por completo con la estética de brocados en terciopelo rojo y las pequeñas esculturas alutivas al poema del rey Helgi en esa burlesca decoración. Sus inquilinos lo cuestionaron, sus socias y amantes lo criticaron, considerándolo una pieza de pésimo gusto... Sin embargo, el Kitsune lo amó.... No hubo criatura alguna sobre la tierra capaz de hacerlo cambiar de opinión
"Fue ahí cuándo de nuevo la contracción en los cartílagos de ambas orejas, ocultas debajo del tocado y la melena lo alertó y su cabeza, viendo al frente levantó, las cejas arqueó, algo extrañado en sí regresó, puesto que divagaba, su pensamiento letárgico fue interrumpido por el ruido del impacto contra la madera de corazón de cedro de la puerta . Primero uno,después le siguió en un golpeteo incesante. Dándose prisa, por abrirla.
-Vos... - habló, haciendo muy poco, pese al estoicismo en ocular su disgusto, pues las cejas contrajo y el labio ligeramente entre abrió.
-Mi señor... - y he aquí que ante él, la fémina con voz entrecortada se presentó, un negro manto la opacidad de esas deslucidas prendas, a la par de ese hermoso rostro la ocultó, porque pese a ser al menos un pie más alta, ante el amo del establecimiento, extendiendo a los lados el largo de la falda, cortésmente saludó.
No obstante, los brazos cruzó y con enfado, en silencio la observó.
-Discúlpadme, mi señor -hizo una pausa para recuperar el aliento y prosiguió. -Es urgente que vea a lord Sanakafrigg, ahora. Había corrido bastante y por la boca cogía aire, en afán de salvarse de la sofocación.
-Siempre es bueno veros de nuevo, Sephira.... -afirmó, mostrando su sarcasmo. Abriendo lentamente la puerta, se dirigió a ella y esta rápidamente habló.
-Mi señor, no volvería a molestarlo si no fueran asuntos urgentes, mi señor. -y justamente al reincorporarse fue que el gorro por su espalda cayó, dejando expuestos sus cortados y negros cabellos, que, cubierto de polvo de lejía, dándole tonalidades grisáceas o incluso blanquecinas, debido al trabajo con el boticario, a la par del sello del ruiseñor colgándole del cuello y los adornos hechos plumas de pavorreal al costado de las orejas.
Con una mirada pesada la escuchó, haciendo constante a esos pequeños ojos oblicuos, semejante a si de un animal salvaje estuviera acorralando a su presa se tratase, le contestó.
-Perdéis vuestro tiempo - sentenció -volved por dónde vinisteis...
-Vengo en nombre de mi ama...
-Por ahora ... -se mofó, más la ceja izquierda levantó y a la derecha torció levemente el labio superior. -Bien podríais sacarlo a vuestro modo si tanto lo desea vuestra ama, víbora. - se limitó a observarla de piezas a cabeza, siendo consciente de las petunias y el broche en forma de halcón que cerca de la oreja, del lado izquierdo prendió. Muy bonita para tratarse de una simple criada, y cuyos ojos impares sólo acentuaron su belleza. Debido uno era verde, parte del otro violeta.
-¿Que? - dijo contrariada, sonrojando las mejillas a causa del penetrante olor de los inciensos que escapaban desde el Interior. Esas inmaculada apariencia podría disimular ignorancia, pero era inútil ante Aki.
-Conozco vuestros dotes y de lo que sois capaz, Sephira. No os resultaría difícil traer a Yiarlon si es vuestro deseo.
-Por sólo basta una palabra vuestra, mi señor...
-Supongo que podría, pero en estos momentos mis guardias están indispuestos y no creo que sea prudente molestarlo mientas está ocupado y ... Fortalece los ... -y desviando a la izquierda, y a la derecha incómodamente las pupilas, momentáneamente cayó -vínculos diplomáticos...- imposible le resultó disimular el bochorno, si hasta nerviosamente sonrió -¿Y qué os he de deciros? Si vos sabéis cómo son estos negocios... - aclaró.
Cambió de este modo de posición; una pierna retrasó, mientras qué, con las mano izquierda a la puerta se aferró y la entrecerró, apunto estuvo de pegarla o empujarla por el desnivel al lodazal de al lado. Cuándo ella replicó.
Sin embargo, antes de que esta se cerrara, la mujer haciendo uso de su fuerza, a mantenerla abierta, con una sola mano le obligó.
-¡Aki, debéis de traerlo, es urgente! ¡No me importa lo que debáis hacer! -exigió. De este modo avanzó y la distancia acortó.
-¿Y qué haréis? ¿Cómo me obligaréis? - pese a que en un principio, temió, no por quien era, pero si por la sorpresa y el ímpetu de la mujer, porque y pese a su complexión no dejaba de ser en realidad mucho más fuerte que él. Pero en calma luchó por mantenerse... y de esta manera a su desafío no temió, sino que también avanzó y muy a pesar de la notoria diferencia de estatura, la cabeza levantó y sin quitarle la mirada de encima, el pecho irguió y la nariz con la de la mujer rozó.
Eso la consternó, y la cara, un tanto por la contrariedad, otro por la ira enrojeció, puesto que pudo contemplar la seguridad y ausencia de miedo en sus pupilas, así como la razón por la cual este, a modo de mofa le sonrió.
Y antes de que la sirvienta pudiera pronunciar protesta alguna, este había puesto los ojos en blanco, y fue abrumada por una insoportable sensación de calor, que a en escasos segundos se incrementó. Lo siguiente que sintió fue una sensación punzante que la invadió y bajo la piel, en algo más allá que la carne y los tejidos le penetró, indescriptible podría ser explicar lo que conlleva ser expuesto al fuego fatuo, puesto que sólo una chispa bastó para que una lágrima emanara de las cuencas de Sephira, y el miedo la consumiera, a la par de su ardor, que le persistió por varias lunas... O al menos hasta casi la mitad de la estación. Instintivamente retrocedió.
-Largaos de aquí, vil engendro...- dijo, a modo de advertencia. Acto seguido simplemente le cerró de un portazo la puerta, puso seguro y optó por descolgar el hacha de la decoración.
Después de tantos años en el medio, aprendió de los mejores a lidiar con todo tipo de clientes. Conoció a esa mujer por primera vez en Tarhum, en Svartalfheim, dominio de los Svatalfer, hacía muchos ayeres, cuándo danzaba para entretenimiento de los magos y aún era cautivo. Lo suficiente para tener cuidado de no liarse o acostumbrarse demasiado a su compañía y su presencia, teniendo sumo cuidado en controlar su lengua o intercambiar prudentemente los favores, a fin de prevenir inconvenientes.
Contaba guardias y buena servidumbre en su local, incluso y poco temía en utilizar sus propios métodos si lo ameritaba en verdad, pero no deseaba complicar tanto las cosas, y conocía bastante bien lo impetuosa que podría seguir siendo esa niña, porque una parte de él la consideró como tal, mas la paciencia no le sería eterna y a veces, debía encargarse de una manera poco ética de todo, pero se había acostumbrado un poco a eso, sin importar el tipo de persona que tuviera enfrente.
Se recargó bajo el ceno de la doncella del tapiz, no pudiendo evitar expandir el tórax respirando profundamente por la nariz, al reabrir los ojos y mirar hacia arriba y encorvarse, contemplar las delicadas facciones de ese rostro de ensoñación. Entonces notó que el polvo lo ensució y a causa del contraste de las sombras, un ojo de color más claro que el otro le pareció.... Y eso turbó su corazón, y se sobresaltó.
Sin soltar el arma, mejor optaría luego por descolgarlo, mandar a lavar ese tapiz o hacerle caso su sirvienta Laena y moverlo mejor a su habitación.
Y cuándo la vuelta se dió, más dispuesto que nunca, en dirección a los aposentos privados Yiarlon... Para convocar a sus soldados y advirtiendo de la presencia de cierta vieja amante y su insistente vasalla. Volvieron a tocar.
Y a diferencia de la vez anterior, era persistente, insistiendo a un nivel de desesperación.
Esto levantó una vez más el hartazgo del zaino, quien a paso apresurado regresó y enfurecido, empuñando el hacha súbitamente abrió:
-¡¿Ahora qué?!
Las jovencitas, por su parte, optaron por esconder sus rostros y no decir nada. Aki, por su parte se río más.
-Tranquilas, pequeñas... Qué nadie os morderá... -hizo una pausa, llevándose una mano, para tratar de cubrirse la boca - A menos que... Vosotras deséis que os mierdan...- está vez, si contuvo la risa.
De este modo llegaron las criadas, indicando la ocupación de sus mejores cuartos, pues muchos clientes de cuna noble y altas cortesanas estaban allí.
-Entonces dormirán en la habitación de Atalia. -Dijo él. A lo que la servidumbre, agachando la cabeza tan sólo acató las órdenes con una reverencia.
De este modo se levantó de la silla del escritorio y salió después de las dos, luego siguieron los soldados y al último las doncellas. La tensión era palpable, así cómo el miedo, si bien dos de las cinco no eran vírgenes, tampoco parecían aliviadas de recurrir a la ayuda de un burdel, una prostituta o un proxeneta, pues la gente miraría, poco se preocupaban de las habladurías, porque ya lo estaban haciendo, unos menos discretos que otros, pero nunca faltaron incluso las risas..
Fueron pasando de cuándo en cuando con uno de ellos, quien por encima del hombro las miraba con incredulidad y sorna, bajo sus largos cabellos, envueltos en sedas y brocados florales, otras veces desasosiego, ocultos entre la escasa luz, en medio de las tinieblas.
Imposible les fue no sentirse abrumadas, porque eran altos... Muy altos, superiores en estatura a cualquier hombre, orgullosos y soberbios...
Se dirigieron así junto con él a dicha habitación, encontrándose de frente con la joven Atalia, quien de mala gana salía de su habitación, a indicación de las criadas... Una bata de terciopelo ceñida con un cinturón se hallaba encima de la delgada camisola blanca con listones rosas que ocultaba sin mucho éxito su desnudez.
Y cómo no podría ser posible distinguirla, si eran sus largos cabellos rizados, negros y a la ves tupidos, como la penumbra que hace en los abismos, dónde al borde todavía crecen los setos, contrastando con la tonalidad de su piel, semejante al ebano, y su rostro inmaculado...
Alta para los hombres, muy baja para los hijos de lo elfos...
Fue entonces cuándo se volteó y girando el mentón, de soslayo con sus ojos oscuros los vio:
Y no hubo más que el sutil arqueo de sus cejas y la forma en que entre abrió los labios, y mostró la blancura de sus dientes, dejando abierta la comisura inferior. Entonces se detuvo de golpe al escuchar llamarla por su nombre.
Mas la voz no era de su guardian, sino del Ricruythe, al cual miró con escepticismo e incredulidad, al serle comunicado por Aki que el cuarto sería ocupado temporalmente por visitas, a petición del caballero...
Este por su parte, rehuyó, avergonzado... La cortesana, por otro lado volteó luego a ver a Aki.
-Se me ha obligado a despertarme de mi ensueño, forzandome a salir, quitado mis vestidos para dárselos a estas hijas de hombres. Sin avisarme antes y tomado cuál prostituta de clase baja a andar entre la chusma.¿Y ahora dónde dormiré? -replicó la joven, de voz afable y sosegada, pero postura desafiante, porque no se inclinó y e hizo reverencia alguna. -¿Es que sois tan cruel para dejarme dormir en el atrio, en el medio de los ebrios y el hedor a opio?
-Ricruythe... Os comprará nuevos vestidos, dos veces más bonitos... -dijo Aki, un poco acalorado por el escándalo y lo incómodo y complicado que este asunto podría significar. Prefería distraerse estirando o desabotonandose el cuello de la camisa o las mangas, para conseguir refrescarse...A fin de evadir toda responsabilidad, ordenó a uno de los criados llevarle algo de agua fresca, la reserva de zake y unas compresas húmedas, cuando s la hora en la que a su lado pasaba a cambiar las sábanas susurró al oído...
Aquello para el elfo cayó cómo un balde de agua helada, no dijo nada, pero sabría que le costaría una casa.
-¿Pero no pensaréis dejarme afuera, ver...?
-Vos pasaréis la noche en mis aposentos y dormiréis conmigo, querida...
Ricruythe al oir esto, anonadado se quedó, el ceño frunció, y cuándo a punto estuvo de pronunciar una objeción, Aki lo desarmó, porque con sorna lo miró y de oreja a oreja, contrayendo los hombros, a la vez que entre abría los brazos, le sonrió.
No teniendo más que objetar, la dama pasó de ellos, con los brazos cruzados, ocultos al igual que sus delicias manos, debajo de esas larguísimas mangas, mismas que casi arrastraba por el suelo de pedernal ,al igual que la cola de su capa, semejante en muchos aspectos al de las sedas que adornaron los vestidos de Aki, uno de un color menos chillante y discreto que el otro, mismos modelos que dibujó y mandó a transcribir de sus apuntes instrucciones en la gaceta de las nuevas tendencias del verano y que repartió a las damas nobles por una pieza de plata. Y eran sus bucles que caían, tan únicos e indescriptibles... Mismos que con su figura de desvanecieron a la distancia entre la sombra y la oscuridad.
-¡Esperadme, Señor Aki!- y de pronto, un gemido de los labios de Atalía se escuchó: sus ojos de par en par se abrieron y sus labios enmudecieron, porque de un segundo a otro la figura del príncipe Yiarlon irrumpió. Afortunadamente la cortesana solamente tambaleó. Tan sólo pudo ser testigo del estrépito, porque en dirección a su mecenas y el caballero corría... Brillantes parecieron sus ojos y radiantes sus largos y rubios cabellos hondeados hacia atrás, a causa del movimiento:
-¡Señor Aki! - tanto el amo del burdel y el elfo no dijeron en un principio nada. Simplemente se limitaron a observarle, puesto que seguía con el rostro enrojecido y exasperado a causa del vino y de haber corrido tanto.
-Yo las cuidaré. Son damas nobles, hijas de reyes y los altos señores, dormirán conmigo. -Se pasó una mano para acomodar su cabello y batirse el sudor... En cambio, los demás se miraron las caras y sin expresar emociones, asintieron, en una cosa juntos coincidieron:
-No,... No era cierto -Repuso él, con voz entrecortada por los quejidos de dolor -Por favor, perdonadme.. - aprovechando su retroceso, irguió un poco su espalda, se cubrió la cabeza y el alcance de sus ojos y la compostura recuperó -No vengo a haceros daño. El que obró mal fui yo... Haciendo una leve reverencia, puso un rostro serio pero sereno, algo que había practicado al haber tratado con muchas personas, su experiencia le permitía tratar con muchas personas siempre para su propio beneficio. El dio una pequeña platica acerca de su situación y de que esta en este lugar para conseguir apoyo y poder tener relaciones de beneficio mutuo, demostrando su nobleza y buena voluntad. Mientras tanto, en una habitación más pequeña, pero con pequeños decorados ostentosos, había una mesa y sillas, como para realizar pequeñas reuniones, podría ser considerado una sala exclusiva para hacer tratos o comercios, pero el acuerdo que se estaba erigiendo en ese lugar no era algo esperado. Aki, sentando en la silla, podría ser de madera fina como la caoba, asientos cubiertos de las plumas de animales exóticos, y con pequeños ornamentos de pequeños cristales, no podía siquiera compararse al trono de un rey, pero se destacaba para demostrar que el tenía el control de aquella habitación para cualquiera que estuviera presente. Un caballero estaba sentado al otro lado de la mesa, sintiendo la presión de aquel ser, dudaba en hablar al sentir que lo había insultado solo con estar presente con el, pero aun asi, reunió el poco coraje que le quedaba para hablar. -Lamento haber entrado sin permiso en este... lugar, pero debe entender que nuestra desgracia cayo de imprevisto y no tenemos donde más ir.
-Las desgracias son así, inesperadas, por eso afectan tanto a uno - dijo Aki con un tono frio -Nuevamente, le pido perdón, pero requerimos de su apoyo para... -Detente ahí mismo - le dijo Aki de manera cortante. - Ya he hecho más que suficiente con permitirles usar una habitación en este lugar. ¿Acaso sabes la cantidad de gente con poder que pasan por estos pasillos? -inquirió - No lo hago por caridad o tener el favor de la realeza, eso lo sabes muy bien.
-Estamos hablando de la nobleza misma. Por eso mismo, es vuestro deber...
-No le debo nada a ella o a cualquiera de la nobleza o realeza en estos tiempos. Yo solo proporciono una diversión y descanso, y nada más. Aki se levantó de su asiento, mirando al joven, como si de una presa acorralada se tratara. -No es secreto para muchos, pero antes servía al rey anterior, fui esclavo, después de cierto... incidente... se me otorgo un leve indulto, haciendo de administrador. Cada cosa que entraba o salía del reino, lo sabía yo. Cada mentira, cada estrategia, cada pensamiento de cada uno de los miembros del consejo u otros nobles tenía que apoyarlos por más extraño o vil que fuera. Conocí el lado cruel y perverso de cada uno de ellos, y los pocos que genuinamente eran buenos, eran puestos a un lado, o simplemente eliminados. Aki se caminó un poco en su habitación, como si estuviera rememorando algo, recordando aquellos tiempos tan tumultuoso de su ser, dándole la espalda al caballero.
- A pesar de mis servicios, el rey me otorgo libertad, devolverme mi nombre, dándome estas tierras, para que yo hiciera lo que quisiera, pero también dándome la advertencia de no volver, ya sea por compasión o por presión de los miembros del consejo. Tome su palabra y decidí no volver jamás, así como no apoyar a ningún noble, no importa el pago, servicio o favor que pudiera ganar con ello.
-¿Su nombre? -dijo algo perplejo, el kitsune dio la vuelta, con una mirada más directa, profunda e intensa, como si estuviera clavando la última estocada a aquella persona.
-Morimoto, Aki Morimoto -dijo secamente. Su fuerte mirada, volvió a relajarse y continuo con la conversación. -También tengo mis sospechas de si realmente Medusa es digna de ser la siguiente gobernante, sigo sin creer que su bastardo sea el descendiente directo del rey. - Después de decir eso, su voz se volvió más tranquila, desviando su mirada. - También se me hace difícil de creer que no hubiera algún otro hijo de parte de aquella persona, se me hace inaudito que no haya aparecido otro, pero es discutible creer a otros, ya que sus rasgos son muy comunes incluso entre los nobles del reino. Creo que solo estoy divagando por la falta de sueño o al haber mezclado el opio junto con ese conjunto de hierbas y hongos que me regalaron.
—¿Es que acaso no hay clemencia de mí? – consternado, puesto que, con tan sólo verle llegar del reino de las flores conocía sus anhelos y el secreto más oscuro que yace en el fondo de su alma.
—Vuestra única piedad es la bondad de mi paciencia y la oportunidad de permanecer respirando. —Yo la amo, señor Aki. Más que mi vida, ella es todo para mí.
– Su confesión hizo al kitsune soltar una sonrisa, acompañado de una risilla.
—Está bien...- El oriental tan sólo torció los labios, viendo discretamente a lo que en verdad juró que era el objeto de su eterna adoración, el viejo anillo con el sello de la casa del rey que a su vez tenía un compartimiento oculto que usaba para guardar su preciada muestra de doble de fugu, que guardaba con recelo para el día reservado de su propia muerte, tras el cerrojo de un pequeño cajón. Le sonrió —Eso sí me hizo reír. Os daré un descuento en tu siguiente visita por el intento. – El mundo es así, sin embargo, los dos sabían muy bien que no era su encanto o la gracia heredada por los dioses, regalo de sus ancestros lo que en verdad lo enfebrecía.
— ¿Algo más de lo que os queráis arrepentir? -Sí, por supuesto que eso no era más que la esencia pura de lo que significaba el precio de su alma y el valor que podía tener algo tan místico y sagrado cómo... El dinero. El caballero entonces se calló. Pues, resulta qué, Atalía era la hija primogénita del fallecido rey Maglör IV, bastarda, por supuesto, pero primogénita de todos modos. Rechazada por causa de su naturaleza femenina y aborrecida por causa de la ambición y las envidias, motivo principal por la que, en palabras del zorro, Medusa era una maldita perra desagradecida. Todos sabían que por eso los engañó a todos y ansiosa de poder, la acusó falsamente de blasfemia y herejía. Una caja de pandora fue descubierta entre las cosas del rey y más pruebas incriminatorias hacia Sheilah, madre la ahora cortesana Atalía. Entre diversos documentos y cartas redactadas a sus amantes. La acusó de robar el sello de los condes y sin piedad ordenar ejecuciones, no obstante... Aki mejor que nadie sabía que esa prostituta mintió... — ¿O de verdad me tomáis por imbécil? – Inquirió. —Venís en vano. – Ricruythe, siguió sin comprender. Absorto en un cambio tan abrupto en el tópico de la conversación a algo muy oscuro que yacía oculto en los misterios extraños que el anfitrión confesó –Ella nunca mataría a nadie, le falta carácter. Incluso para redactar una carta. – Y fue ahí dónde por fin lo entendió —Yo los maté... - Había destinos peores que la muerte. El olvido era la peor —Luego los quemé. Sí, el resto de las cajas preferí dejarlas en abono para la diversión de los cerdos. Luego... Ordené la propia ejecución del rey. – Eso explica por qué la actual regente y el consejo prefirió darle el indulto y no lo mató. —¿Pero qué ha de saber el cavarra de un burdel o una puta la diferencia de lo que es el dolor del placer? – Un escalofrío recorrió la espalda del elfo y las lágrimas parecían emerger, contener la tristeza y el sentimiento de una profunda desesperanza le invadió y conoció por primera vez lo que era el miedo y horror. ¿Luego? Lo irracional. El caballero se encorvó negando con la cabeza y de sus labios sólo pudo pronunciar una palabra en un lenguaje inentendible. ¿Cómo entonces se puede matar a un espectro? —Busco la paz, Ricruythe. Trata a las personas cómo deseéis que os traten a vos. Medusa simplemente engañó, pero las palabras son vanas y el entendimiento nulo. Por eso me abstuve de contender con algo que todos sabemos que no durará mucho en el trono y ella de volver a abrir la boca. Sí, el error fue mío y juré nunca dejarme consumir por ello. Sheilah murió envenenada, antes de ser violada y calcinada. Ella fue inteligente y se cortó el vientre y de un tajo al cuello se suicidó. Prefirió acabarse todo el arsénico con alcohol y la flor del sueño para no sentir lo peor. – El visitante, oyendo todo eso lloró. El zaino prefirió contener el asco, supongo que a lo profano los demonios, los engendros y los abandonados ya están acostumbrados. Entonces entendió el principio de la sabiduría. Aki tenía la razón cuándo dijo que el problema no tenía solución. —Pero volviendo al tema de cuestión ¿De verdad pensasteis siquiera en que Atalía se casaría con un simple escudero cómo vos?
—Yo la amo, mi señor. Al menos sepa de mi dignidad y de mi palabra de honor.
—Este es mi hogar y ella me pertenece. -Aclaró. Su mirada cómo siempre se mantuvo serena, pero firme. Inamovible, aún en la tragedia y en la brutalidad. Tan duro cómo la piedra, o puede que incluso más —Dormirá con quién yo le ordene. Estos son mis dominios y ella está bajo mi tutela. No lo hagáis personal. - Le dirigió una mirada llena de desprecio —Hay muchas opciones para vos, no os afanéis en contener el viento. Pero creo que es mejor para todos que ella permanezca conmigo y las demás chicas, para sentirse más seguras...- hizo una pausa —En cuánto a vos... Creo que sois perfectamente capaz de cumplir esa función, después de todo sois un guerrero. Has sido lo suficientemente valiente, algunos considerarían audaz, por mi parte, algo tonto que eligierais este lugar, pero es mejor que os concentréis únicamente en tú trabajo y sigáis cuidándolas a ellas. – Hizo entonces un ademán para que se retirase. Dando a entender qué, mientras el viviese y tal y cómo se juró a sí mismo, cuándo de la miseria y el lodo cenagoso rescató a lo que fue el alma de una huérfana, ninguno de los hijos del rey Maglor IV volvería a ocupar el trono — Vos tenéis vuestra tarea y la mía es mantenerla a salvo con nosotros. Atalía es mía y vos os morís y os pudrís... – Esa sorna, la máxima expresión de la consumación de todo su desprecio... la seca risilla, una mofa. Entonces hizo sonar una campana de pregonero, llamando a la servidumbre para que abriese la puerta. En cuanto al caballero, con el orgullo lastimado, él se retiró a la taberna antes de descansar en los establos.
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