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Capítulo 15.


Al día siguiente, en cuanto llegué a la escuela, lo primero que hice fue acercarme a Ronny, que estaba en el pasillo junto con Lola, en muletas y con las manos vendadas, para preguntarle cómo se encontraba.

—Bien, pendeja, estoy bien —dijo de mala gana—. Por tu culpa casi muero.

—¡¿Mi culpa?! ¡¿Quién fue el chismoso que se regresó a las gradas a interrumpir la declaración de Aristóteles?!

Lola, que no tenía idea de nada, soltó un chillido, logrando que la volteáramos a ver.

—¿Cómo que la declaración de Aristóteles? ¿Qué pasó?

—Pues es que ayer Aristóteles me pidió ser su novia pero este güey llegó a interrumpir y se cayó. —Lo señalé—. Arruinó el romanticismo.

—Tú eres bien mala amiga, me estaba muriendo y ni caso me hacías —se quejó Ronny.

—¡Tú eres el mal amigo! ¿Cómo se te ocurre caerte en medio de la declaración de Aristóteles? Querías arruinar nuestro momento, eso es ser envidioso y egoísta. —Me crucé de brazos—. Con amigos así para qué quiero enemigos.

—¡Nada que ver, tú eres la mala amiga! ¿Sí o no, Lola? —Se dirigió a la morena. Por suerte, esa vez estuvo de mi lado.

—No, Ronny, tú te pasaste, eso no se hace, uno no va a caerse por ahí cuando se le declaran a tu amiga, además... ¡Espera, ¿qué?! —Exclamó de repente, reaccionando a mis palabras—. ¡¿Cómo que Aristóteles te pidió que fueras su novia?! —Gritó, atrayendo la atención de los demás compañeros, que voltearon a verme con incredulidad.

—Baja la voz —pedí—. Y sí, me preguntó y acepté —murmuré para que solo mis amigos escucharan.

—¡Ayy! —Chilló con fuerza y dio unos saltitos—. ¡Qué bonito que Aristóteles sea tu novio! ¡Tendrán hijitos de cabello morado y ojos grises!

Me di una palmada en la frente, discreción no era su segundo nombre. Los otros chicos empezaron a murmurar entre ellos pero decidí ignorarlos y concentrarme en la afirmación equívoca de Lola.

—Lola, sabes que esto es teñido, ¿verdad? —Agarré un mechón de mi cabello. Ella me ignoró y siguió saltando de emoción.

—Y ya se te está viendo la horrorosa raíz por abandona-amigos, estúpida.

—Ay, sigues victimizándote, cabrón, ya párale, güey.

—Es que tú.

—Vís-ti-ma.

—¡Maricucha!

—Ay, amiga, qué suertuda, chúpale el pito por mí, ¿quieres? —Lola, que ignoraba nuestra pequeña disputa, siguió diciendo cosas extrañas. Solté un suspiro lleno de frustración.

De repente escuché los murmullos de nuestros compañeros, ellos tampoco eran silenciosos o no querían serlo, pues cerca estaba Mindy y su séquito, hablando mal de mí.

—De seguro está mintiendo, Aristóteles jamás se fijaría en una pobretona como ella —dijo la pelirroja.

—Pues últimamente están muy juntos.

—De seguro le tiene lástima o yo qué sé, Aristóteles siempre ha sido muy prudente, no creo que se atreva a salir en serio con esa —siguió hablando en tono despectivo.

Apreté los puños con fuerza, dispuesta a encararla, pero no hizo falta, pues en ese momento llegaron los Gold. El primero en acercarse fue Adonis, que corrió hacia mí y me alzó como una niña pequeña.

—¡Cuñadita! —Me dio una vuelta en el aire y me volvió a dejar en el suelo—. Eres novia de Aris y yo lo seré de Karen así que ahora te quiero más. —Acarició mi cabeza. Él tampoco era nada cauteloso—. Toma, eres la primera en recibir esto. —Me tendió tres sobres negros y uno dorado.

—¿Qué onda con eso? ¿Qué es? —Lo tomé, viéndolo con curiosidad. En ese momento Aristóteles y Aquiles se colocaron a su lado.

—Son invitaciones para mi fiesta de cumpleaños —dijo con tono feliz—. Es el veintinueve de octubre, será una fiesta de disfraces, espero que vayas de Caperucita roja. Por cierto, el sobre dorado es para Karen. —Me guiñó el ojo.

—Gracias.

—Guárdala bien, no todos reciben invitación, solo las niñas del salón y los del club de teatro.

—Adonis, ¿puedo ir yo también? —Se metió Ronny, olvidando que el día anterior odiaba al rubio a muerte—. Y Lola. —La señaló. Aquiles hizo una mueca de inconformidad al escuchar ese nombre. Por su parte, ella tenía la boca en forma de o, como si estuviera hipnotizada por algo.

—¿Por qué habría de invitarte a ti? —Preguntó con seriedad.

—Porque soy amigo de Maricucha. —Me señaló. Fruncí el entrecejo.

—No lo invites. —Me entrometí—. No lo merece.

Adonis nos observó a ambos unos segundos, volteando de uno hacia el otro.

—A tu amiga le di dos sobres extras, puede invitar a quien quiera. Si eres su amigo, te dirá a ti —sonrió.

—¡Maricucha! —Volteó hacia mí, parpadeándome repetidas veces para darme ternura pero solo me dio repelús.

—¡No!

—Bueno, Sue, por favor... —Me vio con carita de perrito triste—. Por favor...

—¡Que no!

—Todavía que me abandonaste ayer, mala amiga.

Con una sonrisa ancha le tendí una invitación a Lola. La loca empezó dar saltitos, me abrazó, besó mi mejilla, me arrebató la invitación y se fue corriendo como maníaca y gritando como mandrágora.

—¿Y la mía? —Preguntó Ronny, tendiéndome el brazo.

—No sé si invitarte. —Me limpié el beso de Lola. Vi mi mano y noté que estaba roja, la muy tonta me dejó embarrado su labial.

—Puta —me dijo Ronny, dándome un zape, despeinándome aún más. Aristóteles lo vio con enfado.

—¡Oye! ¿Qué te pasa, idiota?

Ronny se dio la media vuelta como señorito digno y se alejó, fingiendo no escucharlo.

—Ay, cabrón. —Empecé a reír—. No te preocupes, así nos llevamos —me dirigí a mi novio, que quedó más tranquilo con esa explicación. Y hablando de Ronny, por supuesto que le daría una invitación, solo quería hacerlo sufrir un rato—. ¡Se te olvidan las muletas, pendejo! —Grité pero el indignado no quiso regresar, prefirió alejarse cojeando.

Adonis se despidió de mí y se dirigió al salón. Aquiles me hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo y siguió al rubio. Aristóteles, por su parte, se colocó frente a mí sin decir nada. Le sonreí con nerviosismo, sin saber cómo actuar, yo tampoco había tenido un novio formal. Adivinando mis pensamientos, me tendió la mano, así que la tomé sin pensarlo para ir al aula de esa manera. Pronto los cuchicheos de los demás llegaron a mis oídos.

—Entonces sí son novios.

—No puede ser.

—¿Qué tenga ella que no tenga yo?

—Él merece alguien mejor.

—Sí, una chica más guapa y rica, no que esa...

Admito que escuchar esa clase de comentarios sí me dolió. No sé qué expresión puse, pues Aristóteles me rodeó con su brazo, acercándome a él, y habló en voz alta.

—Si me entero que alguno de ustedes habla mal de María Susana o lo llegan a hacer en mi presencia, aténganse a las consecuencias. —Se mostró firme, con una expresión seria e imponente—. Sue es mi novia, si se meten con ella, se meten conmigo, ¿queda claro? —Un silencio sepulcral se hizo presente durante un momento—. Eso pensé —añadió al notar que nadie diría nada.

Una pequeña sonrisa se posó en mi rostro, en verdad valía la pena salir con un chico como él.


***


Esa misma tarde, llegando de la escuela, le di el sobre dorado a Karen, que ese día llegó temprano de la universidad porque el profesor de su última clase avisó que no iría.

—¿Y eso qué es? —Preguntó con curiosidad, tomándolo.

—Es una invitación para la fiesta de cumpleaños de Adonis.

Mamá y Lira, que no se perdían nuestra conversación, se acercaron con rapidez para verla. Karen sacó el pase VIP y lo vio con atención mientras mamá daba un grito de felicidad. Mi hermanita me vio con fijeza.

—¿Qué pasa?

—¿Para mí no hay nada?

—No, eres muy pequeña para ir a una fiesta de ese tipo.

—Agh. —Se cruzó de brazos—. ¿Pues qué van a hacer? ¿Ver porno o qué?

—No —mascullé—. En realidad no sé pero igual estás chiquita, de seguro habrá alcohol.

—Mmmm... —Hizo una mueca de disconformidad—. Bueno, pero ya que irán las dos cuídenme a Aquiles de las putigolfas.

—Claro.

—¡Soy tan feliz! —Siguió exclamando mi madre—. Al menos mis hijas no se quedarán como unas solteronas.

—Mamá —me quejé—. No digas esas cosas.

—Pero es verdad.

Karen, que seguía viendo el pase, habló.

—Aquí dice que será una fiesta de disfraces.

—Sí, lo es —acepté—. De hecho te iba a preguntar si puedes hacer nuestros disfraces. —Me dirigí a Lira, que alzó una ceja.

—Tengo muy poco tiempo, solo puedo hacer el disfraz de una, ustedes decidan.

Karen nos sonrió.

—Haz el de Maricucha, yo compraré el mío.

—¿Estás segura? —Inquirió mamá—. Tú debes ir hermosa, te dieron un pase especial.

—Segurísima, la otra vez vi disfraces muy bonitos en el mercado.

—¿De qué irás? —Le preguntó Lira.

—De gato. —Mostró una sonrisa de oreja a oreja, justo como el Gato Risón.

—Ah, sí, es obvio —suspiró.

Nos dirigimos al comedor mientras Lira empezaba a parlotear acerca del disfraz que haría para mí.

—Aún no te digo de qué iré.

—No hace falta, Maricucha, yo decido por ti.

—Pero...

—¡Nada de peros! Yo tengo buenos gustos, y ya sabes, durante dos semanas lavarás los platos de la cena.

—Tú no das paso sin huarache, ¿verdad? —Coloqué las manos en mi cintura.

—¿Aceptas o no?

—Ah, está bien.

No discutiría con ella, pues sabía que cualquier cosa que diseñara quedaría preciosa y, como tenía mis medidas apuntadas por el vestido de princesa pasto, autoricé que se encargara de todo.


***


No pasaron muchas cosas interesantes hasta la fiesta de Adonis pero en ese tiempo mi relación con Aristóteles se fortaleció bastante. El receso lo pasábamos debajo de las gradas, hablando de cualquier cosa, besándonos o simplemente recostados en el hombro del otro, escuchando música y disfrutando nuestra mutua compañía.

Los viernes en las reuniones de los mateatletas, aprovechando que no había ningún maestro encargado en el aula porque solo teníamos que llevar los resultados de los problemas y el reporte general a la sala de profesores, le ayudaba a Aristóteles a repartir los ejercicios entre los grupitos formados y explicar dudas. Algunas veces, en lo que esperábamos a que los demás resolvieran los cuestionarios, intercambiábamos uno que otro beso. Nuestros compañeros, que ya sabían acerca de nuestra relación, no hacían ningún comentario y les agradecía que no fueran tan impertinentes como Ronny.

No obstante, una reunión en la que Aristóteles me estaba devolviendo el chicle que le pasé, Luis se atrevió a hablar.

—¡Ya dejen de comer frente a los pobres, hijos de la chingada!

—Ay, qué mamón —me quejé—. Solo deja que termine de pasarme el chicle.

—¡No, por favor, ya no! —Pasó las manos por su rostro con frustración. Observé a nuestros otros compañeros, que también parecían fastidiados por ver nuestras muestras de amor.

Me valió tres hectáreas de ver... dura, así que me encogí de hombros, tomé el rostro de Aristóteles y lo acerqué al mío, dispuesta a recuperar mi chicle. Me pareció oír las quejas de los demás pero los ignoré, no tenía tiempo para eso. Una vez que lo tuve, hice una bomba que me reventó en la cara. En lo que la despegaba, Aristóteles se dirigió a los demás.

—Estoy seguro que ninguno de ustedes se quejará con los profesores, ¿no es así? —Tenía una expresión seria que lo hacía ver aún más atractivo, ¡tan guapo mi novio!

—Yo sí —farfulló Luis.

—Tú no cuentas, cabrón —respondió Aristóteles en el mismo tono.

—Agh, tienes razón, no diré nada. —Luis rodó los ojos. A pesar de la pequeña "rivalidad" que tenían, se me figuraba que en el fondo se estimaban bastante.

—Dejen de vernos y concéntrense en los ejercicios. Sue y yo haremos lo mismo. —Tomó el libro de matemáticas y lo colocó frente a nosotros para que nos enfocáramos en los problemas que había.

Mientras resolvíamos una ecuación de segundo grado, Aristóteles, ignorado la molestia de nuestros compañeros, se inclinó para volver a besarme. Una vez que nos separamos, nos vimos directo a los ojos.

—Te quiero tanto —me susurró.

—Y yo a ti.

Le sonreí, asumiendo que nada ni nadie podría arruinar nuestra relación... ¡Gran error!



Me faltaba traerles canciones en los capítulos pero ya las pongo, para que les vengan los recuerdos *grita*

https://youtu.be/hr83hgB8zyg


Les dije que aún faltan cosas por ver, esto todavía no termina.  En este espacio inserten clichés de historias y kdramas en historias de chica pobre x chico adinerado, porque de seguro veremos varios de esos. 


Espero que les gustara el capítulo, y se viene la fiesta de Adonis :D Todos ustedes tienen pase VIP para el evento:D

¡Los quiero mucho! Nos vemos pronto.

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